El artículo de hoy de esta serie ignorante sobre música clásica trata de una obra que, aunque escrita a mediados del siglo XIX, hace apenas unos años que ha entrado a formar parte del repertorio musical, por ciertas razones que veremos en breve. Y el que un nuevo concierto escrito para violonchelo y orquesta pueda ser interpretado con garantías en una Sala de Conciertos es una buena noticia para los esforzados músicos que tocan este instrumento, pues la lista de conciertos para cello y orquesta es bastante limitado: Además del rutilante concierto de Dvorak al que ya dediqué uno de mis desvaríos hace años, una de las grandes, grandes obras de todos los tiempos, el repertorio habitual incluye el concierto de Elgar, el de Schumann, el de Shostakovich, el de Hindemith… y ya. Muy poco más.[]
Pues bien, cuando escuchéis este “Concierto Militar” de Offenbach veréis que tiene todas las papeletas para ser incluido con todos los honores en dicho repertorio: es original, tiene pasajes de virtuoso que hacen lucirse al solista, la armonía entre el cello y la orquesta está bien construida… en fin, es un concierto muy bello. Lo que no es de extrañar, habida cuenta de que Jacques Offenbach era, en primer lugar, un virtuoso del violonchelo y, en segundo, un celebérrimo compositor de operetas, óperas bufas, óperas cómicas, etc, el creador y rey indiscutible de la comedia musical parisina de mediados del siglo XIX, la época del can-can que él mismo llevó a su cenit en obras como Orfeo en los Infiernos o La Alegría Parisina (La gaîté parisienne, en francés), o Los Cuentos de Hoffmann, prácticamente su única ópera “seria”, que no llegó a terminar, pues le sorprendió la muerte mientras estaba componiéndola.[]
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