Voy a hablaros en esta serie de algo de lo que no sé nada, de algo en lo que soy un total y absoluto ignorante. Voy a hablaros de… Música.
De Música Clásica.
Increíble, pero cierto. Porque yo no sé absolutamente nada de música. Jamás estudié nada, ni di solfeo, ni he tocado instrumento alguno, como no sea un tambor que algún gracioso tío mío me regaló en mi sexto o séptimo cumpleaños, y que mi madre confiscó al día siguiente en aras de preservar la salud mental de la familia…
En mis tiempos, ni en Primaria ni después en el Bachillerato había ninguna asignatura de música, ni nos enseñaron a tocar la flauta dulce, ni las notas musicales, ni solfeo, ni a cantar ni nada de nada. Si no fuera por la familia Trapp en “Sonrisas y Lágrimas (The Sound of Music)”, no sabría que las notas musicales son Do, Re, Mi, Fa, Sol, La y Si. Aunque alemanes y angloparlantes las llamen C, D, E, F, G, A y B, respectivamente, que ya es molestar… No distingo una negra de una corchea, ni un arpegio de un tresillo… por no hablar de saber qué es una clave menor y una clave mayor… es chino para mí.
Nadie en mi casa, ni en mi familia hasta el quinto grado, y estoy casi seguro que tampoco en todo el barrio, tocaba ningún instrumento musical serio, castañuelas aparte.
Yo crecí con la excelsa música de Lola Flores, Jorge Sepúlveda, Manolo Escobar, el Dúo Dinámico, Joselito, Marisol, o José Guardiola (que cantaba muy bien, y, que yo sepa, no entrenaba a ningún equipo de fútbol). Y más adelante, a principios de los años sesenta, me encandilé con las canciones de unos muchachitos melenudos de Liverpool que me descubrieron que otra música era posible (a mí y a millones más de españolitos de los que veníamos al mundo para que nos guardara Dios, como Serrat cantaba que Machado decía…).
No teníamos ni idea de qué decían en sus canciones, afortunadamente. Años después entendí lo que decían, o sea, chorradas y cursilerías del estilo de “Ella te quiere, ye, ye, ye, te quiere, ye, ye, ye, y con un amor como ése, sabes que deberías estar contento, ye, ye, ye, pues vayaaa”, menudo mensaje… pero entonces nos parecían los versos de la Iliada, mezclados con algún que otro soneto de Baltasar Gracián…
O sea, de música clásica, nada de nada. Salvo las Semanas Santas, cuando todas las emisoras de radio del país emitían música religiosa o, en su defecto, algo más “light”, o sea, clásica. Y cuando digo todas, quiero decir todas, sin excepción. En los cines, los que no cerraban, proyectaban Marcelino Pan y Vino, Ben-Hur, Quo Vadis… Y si mirabas la tele (la única cadena que había entonces) podías ver procesiones, misas y… algún concierto que otro.
Resumiendo, me planté en los quince o dieciséis años, no sólo no sabiendo nada de música clásica, sino… ¡aborreciéndola! Ahora sigo siendo un ignorante, pero, ya veis, me gusta. Muchísimo. Al menos, la música clásica clásica, no sé si me expreso… Desde mi modestísimo e indocumentado punto de vista, los amigos Schönberg, Berg y Webern, entre otros, son a la música clásica lo que los bárbaros del Norte al Imperio Romano. Pero, como todo, va en gustos.
Contaré en estos artículos mis experiencias con la música clásica, cómo poquito a poco fui conociéndola y amándola, qué piezas me marcaron, cómo las conocí, qué me sugieren a mí (lo que no tiene por qué parecerse a lo que otros, incluido el propio compositor o director, tratan de expresar)…
Si sois músicos, o entendidos en música, igual os parecen tonterías, y encontraréis con seguridad errores por doquier. Mis disculpas de antemano. Estos artículos van dirigidos, sobre todo, a quienes no conocen las piezas y quieran acercarse a ellas, desde la perspectiva de uno que era (y es, qué demonios) como ellos: un lego. Si a alguno os ayuda a conocer o a destripar un poco los intríngulis de la composición clásica, si alguno de vosotros disfruta escuchando alguna obra antes desconocida para él, excelente.
Siempre que pueda, enlazaré con videos de Youtube para ilustrar la obra de que hable, aunque en cualquier momento pueden retirar el video… Hay allí de todo: versiones extraordinarias de obras extraordinarias… y versiones mediocres de obras deleznables. Procuraré buscar la mejor versión posible, y además contaros cuáles son las versiones que al ignorante de mí más le gustan, por si las tenéis ya o las encontráis…
¡Ojalá os lo paséis tan bien como yo escribiendo los artículos!
La serie tiene los siguientes artículos:
Cuadros para una Exposición, de Mussogsky, orquestación de Ravel
Concierto número 11 para pianoforte y orquesta, de Joseph Haydn
Concierto Andaluz para cuatro guitarras, del Maestro Rodrigo
Cuarteto de piano número 1 de Johannes Brahms, orquestado por Arnold Schönberg
Carmina Burana, de Orff, transcripción al piano de Eric Chumachenco
La Victoria de Wellington en la batalla de Vitoria, de Beethoven
Concierto para piano y orquesta en la menor, de Robert Schumann
Concierto para piano y orquesta número 1, de Piotr Ilich Tchaikowsky
Concierto para piano y orquesta número 3, de Serguéi Prokófiev
Gran concierto para cello y orquesta, “Militar”, de Jacques Offenbach