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La Biografía de la Vida 59. Extremófilos

En la entrada de hoy avanzaremos un poco más en el proceso de investigación de la existencia de Vida fuera de nuestras fronteras planetarias. En la anterior entrada de esta serie sobre La Biografía de la Vida hacíamos una serie de disquisiciones sobre la probabilidad de su ocurrencia partiendo de la conocida fórmula de Drake. En ésta analizaremos lo que pueden ser objetos de nuestra búsqueda apoyándonos en lo que conocemos: los seres extremófilos.[1]

Hoy, medio siglo más tarde de que Drake fijara su ecuación, la humanidad está embarcada en algo más profundo y estructurado. Quizás la tecnología más desarrollada haya ayudado al cambio de rumbo. Parece que abandonamos la idea de un contacto con seres pensantes y tecnológicos fuera de nuestra esfera, aunque ahí queda el proyecto SETI, y pasamos a hacer énfasis en las bases más elementales de la búsqueda, como si quisiéramos ir pasito a pasito a través de los primeros parámetros de la ecuación de Drake. Hoy en día el esfuerzo se centra en buscar lugares adecuados para la Vida, aunque no sea inteligente.

Creo que en este campo debemos discernir dos inmensas áreas de búsqueda: la primera, conocer al máximo la admirable versatilidad de la Vida que nos sorprende cada día con un nuevo organismo que vive en un entorno cada vez más imposible: el mundo de los extremófilosLo segundo es saber dónde pueden encontrase estos lugares más allá de nuestro planeta. Inicialmente, dentro del Sistema Solar. Y como sabemos que sólo durará unos cinco mil millones de años, ampliar el campo de posibilidades más allá de nuestra familia, en el Universo que podemos observar, una gran esfera de ¡¡¡46 mil millones de años luz de radio!!! que se extiende hacia todos los puntos cardinales. Sobrepasada esta frontera incluso hay mucho más, lamentablemente algo que nunca alcanzaremos a ver en su totalidad desde la Tierra. La velocidad de la luz manda.

Extremófilos del tipo termófilo producen algunos de los vistosos colores de la fuente termal Grand Prismatic Spring, en el Yellowstone National Park (Wikimedia, dominio público)

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  1. Un extremófilo (de extremo y la palabra griega φιλíα, filia -afecto, amor- es decir “amante de -condiciones- extremas”) es un organismo (frecuentemente, un microorganismo) que vive en condiciones extremas, entendiéndose por tales aquellas que son muy diferentes en las que viven la mayoría de las formas de vida en la Tierra. []

Lo que se preguntan sus alumnos de 3º de la ESO – XII: ¿Por qué la superficie de los balones de fútbol están divididos en partes y no son una sola pieza?

Nuestros alumnos favoritos se preguntan hoy: ¿Por qué la superficie de los balones de fútbol están divididos en partes y no son una sola pieza? (sic)

Balón de oro del mundial FIFA (cc-by-sa, NicolasErazoB a través de Wikimedia http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Balon_de_oro.jpg)

Los aficionados al fútbol estarán acostumbrados a oír llamar al balón de otra forma: el esférico. Cuando estamos jugando con un balón de fútbol, para poder jugar a gusto y que ruede bien por el campo necesitamos que sea esférico. Eso no es problema, podemos fabricar cosas esféricas, como por ejemplo bolas de billar (una de las esferas más perfectas que podemos fabricar con nuestra tecnología actual).

Bolas de billar (cc-by, derbeth a través de Flickr https://www.flickr.com/photos/derbeth/5069179060)

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La Biografía de la Vida 58. Buscando vida desesperadamente

En la última entrada de esta serie dábamos por concluido el largo paseo durante el cual hemos permanecido atentos al devenir de nuestro compañera de viaje: la Vida. El caso es que le he tomado cariño y me cuesta el poner el cartel de fin de etapa. Porque nosotros nos quedamos, pero la Vida continúa. Entonces …

¿AHORA QUÉ?

Hemos conseguido llegar a lo largo de esta historia hasta el siglo XXI. Queda lejano aquel inicio de hace 4.570 millones de años cuando una incipiente estrella y varios planetesimales danzaban el vals que les imponían las leyes del Universo. El ambiente estaba enrarecido, la casualidad había congregado en un punto del espacio y en un momento del tiempo a ingentes nubes de gas y polvo que peleaban entre la atracción gravitatoria y la presión expansiva como consecuencia de la energía surgida en aquella gran compactación. En aquel momento constituyente… ¡¿quién hubiera imaginado el final de la representación?!

Y sin embargo, a pesar de la intensidad de los hechos durante los pocos miles de millones de años transcurridos en el intervalo, no deja de ser eso: un nimio detalle en la inmensidad de las dimensiones espaciales y temporales del Cosmos. Una pincelada con un largo pasado y un profundísimo futuro.

No puedo dejar de pensar que esta nube de gas y polvo de donde surgió nuestro todo estaba formada por viejos personajes, unos, como el hidrógeno y el helio –no mucho más- nacidos en los primeros segundos después de… digamos que el Big Bang.[1] Y otros, generados en los infernales hornos nucleares de las infinitas estrellas que han sido y se fueron antes de nuestro Sol, alucinantes fuegos artificiales de supernovas. A disposición de todos. En cualquier parte del Universo.

Foto de la casa de la Vida: imagen del universo y de su estructura  reflejada en el mapa térmico de la  radiación de fondo de microondas, tomado por la sonda WMAP (Wikipedia, credito: NASA, dominio público)

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  1. La teoría del Big Bang es el modelo cosmológico predominante para los períodos conocidos más antiguos del universo y su posterior evolución a gran escala. Afirma que el universo estaba en un estado de muy alta densidad y luego se expandió. []

¿Has leído… Hyperion, de Dan Simmons?

Muchos de los lectores de El Cedazo sois aficionados a la ciencia ficción, me consta, lo que me lleva a pensar que la mayoría habréis leído ya (¡y releído!) esta obra maestra del género, pero por si algún despistado aún no la ha devorado… ¡éste es el momento! ¿A qué esperáis, pues?

Aunque lo primero que hay que decir es a qué me refiero exactamente con “Hyperion, de Dan Simmons”. Porque, así visto, el título del artículo es ligeramente ambiguo. Me explico:

Hyperion es una novela del autor estadounidense Dan Simmons, escrita en 1989… pero, como es tan común en la ciencia ficción de hoy en día, es también el comienzo de una saga, en este caso de una tetralogía (o mejor dicho, de dos bilogías relacionadas… y sí, “bilogía” es un término correcto). Efectivamente, en 1991 se publicó “La Caída de Hyperion”, la continuación de “Hyperion” donde se resuelven buena parte de los misterios y temas que quedan abiertos en el primer título, y posteriormente, en 1996 y 1997, se publicaron las otras dos novelas de la saga: “Endymion” y “El ascenso de Endymion”, que cuentan su propia historia que sucede casi 300 años después de la historia original, pero fuertemente relacionada con ella, de tal modo que la historia completa queda “redonda” sólo tras la lectura de los cuatro títulos, lo que obviamente, recomiendo mucho. El conjunto de los cuatro libros se conoce como “Los Cantos de Hyperion”, y pueden encontrarse todos ellos en un solo volumen… bastante voluminoso, como es lógico deducir.

Sin embargo, en este artículo me centraré exclusivamente en la primera de todas ellas, que, siendo como era su autor prácticamente desconocido, resultó un formidable éxito de crítica, premios y ventas en su día: Hyperion, ganadora en 1990 de dos de los tres premios más importantes de la ciencia ficción: el Locus y el Hugo… sinceramente, no entiendo cómo no le dieron también el Nébula, pero ellos sabrán. Por cierto, no pongo los enlaces a la Wikipedia porque, para mi gusto, desvelan muchísimo de su argumento, mucho más de lo aconsejable.

Mmmm… A ver cómo me las apaño yo para que os entre el gusanillo de arrojaros sobre la novela sin dudarlo sin desvelar nada de su argumento (o al menos nada que no pueda encontrarse en la entradilla o en la portada del libro). Vamos allá.

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Lo que se preguntan sus alumnos de 3º de la ESO – XI: ¿Por qué los animales no tienen los mismos conocimientos que los seres humanos?

Hoy, en esta serie que intenta responder a las inquietudes de los alumnos del profesor Lorenzo Hernández, vamos a afrontar una pregunta que parece tener una respuesta obvia: ¿Por qué los animales no tienen los mismos conocimientos que los seres humanos? Fácil. Pues… por qué va a ser, porque ellos son animales irracionales y nosotros pensamos un rato así de largo.

Ya, ya. Pero los participantes en esta serie no nos conformamos con lo obvio y siempre nos pica la más sana de las curiosidades. Así que hagamos nuestro petate intelectual y comencemos a desbrozar tan sugerente camino. Seguiremos nuestras pistas… [dato 1] qué es lo que entiendo por “conocimientos”, [dato 2] los cuales están soportados por nuestros organismos, [dato 3] de los que la evolución ha generado un inmenso y diverso abanico… ergo… [solución] no todos los animales tienen los mismos conocimientos.

[dato 1][1]

Nada más leer el enunciado nos encontramos con dos sutilezas que nos hacen pensar. Una sería el hecho de que hay que reconocer que los humanos actuales, como individuos de la especie Homo sapiens sapiens, somos tan animales como el “resto” del reino Animalia. Así que seguramente vamos a poder detectar las raíces de los “conocimientos” animales y humanos en las mismas estructuras orgánicas, lejos de necesitar el asirnos a una tabla de salvación metafísica fuera de nuestros cuerpos, ¡ah, la trascendencia! Sin discutirla, no la necesitaremos en nuestro análisis. Así que siento tener que defraudar a aristotélicos y cartesianos, pues no vamos a precisar echar mano del dualismo cuerpo-espíritu.

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  1. Qué es lo que entiendo por “conocimientos”… []

La Biografía de la Vida 57. Reflexiones

Queridos amigos lectores:

Estoy dando los últimos coletazos de esta serie sobre la Biografía de la Vida. En la entrada anterior me despedí de la historia evolutiva con la gran aventura de la colonización del planeta por los individuos de una especie que, hoy por hoy, parece poder manipularlo todo, incluso su medio ambiente, de una forma meditada y planificada: nos hemos puesto la matrícula de Homo sapiens sapiens ¿Doblemente sabio? Los humanos somos la repera.

Hombre de Vitruvio dibujado por el magistral Leonardo da Vinci, símbolo de la simetría básica del cuerpo humano y, por extensión, del universo en su conjunto (Wikimedia, dominio público)

Pero también amenazaba con emitir una serie de reflexiones personales. Y aquí están. No puedo apoyarlas con pruebas empíricas, por lo que se mueven rozando el perímetro de la casa de la Ciencia ¿Pensamientos más propios de la filosofía? Dejémoslos en simples reflexiones de un primate. Espero que los que hasta aquí habéis llegado y os encontráis leyendo estas líneas me perdonéis el atrevimiento. No veáis fundamentalismo de ningún tipo. Ni antifundamentalismos. Son simplemente temas acerca de lo que aconteció al hombre como sujeto racional, temas que me hacen pensar.

Dicho esto, el que quiera proseguir, que siga adelante. El que no, será igualmente bienvenido al final del paréntesis. Así que no me queda más remedio que abrirlo….

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Historia de un ignorante, ma non troppo… Sinfonía núm. 1, Titán, de Gustav Mahler

Los amables lectores de esta larga serie musical saben con toda seguridad que soy un profundo admirador de la música de Gustav Mahler. En mi supina ignorancia considero que es algo así como el Velázquez de la música: al igual que el genial artista sevillano recopila todos los conocimientos y técnicas pictóricas de los siglos anteriores y las lleva, simplemente, a la perfección, el músico bohemio recopila a su vez todas las técnicas artísticas y musicales de los siglos anteriores y las lleva a la perfección. Así, el 18 de mayo de 2011, el día en que se cumplía el centenario de su prematuro fallecimiento, le dediqué mi humilde homenaje en un artículo sobre su Quinta Sinfonía.

Solía Mahler decir a quien quisiera escucharle que, para él, los dos grandes compositores de la historia eran Ludwig van Beethoven y Richard Wagner, dos renovadores, dos monstruos que cambiaron el devenir de la composición musical de su tiempo: Beethoven metiendo de lleno al arte musical en el Romanticismo y sus nuevas formas musicales y estéticas, tan alejadas del clasicismo de Mozart o Haydn; y Richard Wagner, cincuenta años después, cambiando para siempre el concepto mismo de arte musical, pues él es el creador del concepto de “espectáculo total”, sobre todo en sus óperas: escenografía, iluminación, actuación, música y canto se unen para crear, efectivamente, el concepto moderno de la ópera o del concierto sinfónico. Por ejemplo, fue Wagner, en su teatro de Bayreuth, quien por primera vez ordena apagar la luz del patio de butacas y que se cierre el acceso a los espectadores mientras se representa la función, y también es él quien oculta a la orquesta en el foso para que no distraiga la atención del espectador. Ambas cosas hoy nos parecen normales y lógicas, pero entonces no lo eran: las representaciones operísticas eran un evento social en el que los espectadores departían (o discutían) entre sí, entraban y salían de la sala para comer o beber cuando les apetecía… en fin, la representación y la música no era más que un pretexto, agradable, sí, pero pretexto al fin, para ver a los demás y dejarse ver por ellos, lo que es (o al menos era) la calle mayor de los pueblos los domingos por la tarde, pero en fino y refinado.

Gustav Mahler no es en este sentido un grandísimo innovador como sí lo fueron sus admirados Beethoven y Wagner, o al menos no lo es de forma tan evidente, pero lleva al culmen, a la perfección, las máximas compositivas del uno y del otro aprovechando todos los resortes que le brindaba la “orquesta moderna”. Igual que tras Velázquez el arte de la pintura hubo necesariamente de cambiar, de evolucionar, pues ¿quién podría pintar a la manera de Velázquez mejor que Velázquez?, lo mismo ocurrió, de alguna manera, tras el fallecimiento de Mahler: la música cambió, se adentró por sendas tortuosas de las que aún no ha terminado de salir. Hoy dedicaré este artículo a su Primera Sinfonía, Titán, compuesta a los 28 años de edad, con la que abrió el cofre de sus grandes composiciones sinfónicas. Después vendrían sus otras 8 sinfonías y pico, 9 si contamos su “Canto de la Tierra” como otra sinfonía más, todas ellas maravillosas, todas ellas prodigiosas… únicas.

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La Biografía de la Vida 56. La aventura viajera del Homo

En la entrada anterior habíamos abierto un paréntesis para desarrollar, de forma absolutamente esquemática, cómo los homininos del Cuaternario alcanzaron la condición plenamente humana, como creemos que es la nuestra. La autoconciencia reflexiva, planificadora y previsora. Hoy volvemos al relato cronológico, hilo conductor de esta serie sobre la Biografía de la Vida, para hablar de cómo los Homos, saliendo de su lugar de origen, lograron poblar el planeta.

¿Cómo se desarrolló la aventura? Debió ser muy compleja, según lo que se conoce hasta ahora de las evidencias fósiles. A partir de ellas podemos colegir variados esquemas que dibujan los posibles caminos migratorios. Hay que decir que nada hay definitivo, ya que todo queda sometido a lo que los futuros hallazgos y consiguientes estudios paleontológicos determinen. A partir de lo que se habló en la entrada 50 ya sabemos que los homininos, una vez desgajados de sus antiguos compañeros de viaje orangutanes, gorilas y chimpancés, aparecieron en el continente africano en el este de su franja ecuatorial. Pensamos que el camino evolutivo los llevó a través del espacio y el tiempo, conviviendo con otras especies, hasta el Homo habilis y de él al Homo ergaster.

Esquema de las posibles migraciones del Homo, sujeta a incertidumbres interpretativas y lógicas modificaciones según avanza el conocimiento paleoantropológico

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Lo que se preguntan sus alumnos de 3º de la ESO – X: ¿Sería posible que los colores no existieran y ser imaginación nuestra?

Los alumnos de Lorenzo siguen lanzándonos preguntas; hoy nos toca preguntarnos: ¿Sería posible que los colores no existieran y ser imaginación nuestra?

El vestido de la discordia (Swiked, a través de Tumblr, http://swiked.tumblr.com/image/112073818575)

Pues sí, en cierto modo los colores no existen, son imaginación nuestra.

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[Química Orgánica] V-Compuestos Oxigenados (II)

En el último artículo de [esta serie] empezamos a ver tres grupos funcionales del Oxígeno; hablamos de Alcoholes, donde el Oxígeno ocupaba el sitio de un Hidrógeno y se unía mediante un enlace simple al Carbono. Luego hablamos de Aldehídos, donde el Oxígeno ocupaba el lugar de un Hidrógeno, pero se unía a él con un enlace doble y el Carbono se unía a un Hidrógeno. Y finalmente vimos las Cetonas, donde el Oxígeno ocupaba el sitio de un Hidrógeno, se unía con un enlace doble al Carbono y ése Carbono se unía a su vez con otro Carbono.

Hoy vamos a seguir con los grupos funcionales del Oxígeno hablando de los Éteres

Éteres

Una vez que hemos visto qué es lo que pasa cuando un Oxígeno se une al Carbono mediante un enlace simple y mediante un enlace doble en el medio y en los extremos de la cadena, tenemos que buscar más posibilidades. Como ya hemos visto lo que ocurre cuando el Oxígeno le quita el sitio al Hidrógeno, nos falta ver lo que pasa cuando el Oxígeno le quita el sitio a un Carbono. Si,habéis oído bien (bueno, más que oído, leído), un Oxígeno ocupa el sitio de un Carbono, uniéndose con enlaces simples, por una banda con un Carbono y por la otra con otro Carbono diferente (recordemos que el Oxígeno, aunque dispone de 6 electrones de valencia, solo usa dos para enlaces).

La prioridad de los Éteres es bastante poca; de hecho, están por debajo los Alcoholes, lo que los convierte en los compuestos oxigenados menos prioritarios. Así que el orden ahora queda así:

Aldehídos → Cetonas → Alcoholes → Éteres → Alquenos y Alquinos → Compuestos Halogenados → Radicales → Alcanos.

Vamos a ver la forma general de este grupo funcional:

Donde ya hemos visto que R1 y R2 son cadenas de este compuesto.

Nombrar estos compuestos, como ya he dicho, es muy parecido a la nomenclatura alternativa de las Cetonas. De hecho, se nombra exactamente igual, sustituyendo el “cetona” por “éter”.

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