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Historia de un ignorante, ma non troppo… Sinfonía nº 2, de Jean Sibelius




Hace tres años largos que, dentro de esta longeva serie sobre música clásica, traje a colación una obra del compositor finlandés Jean Sibelius, su magnífica Quinta Sinfonía. Ya dije allí, y hoy repito, que hay críticos musicales[1] que opinan que Sibelius es el mejor sinfonista del Siglo XX. No sé yo si eso es así o no, no tengo los conocimientos como para participar en esa discusión,[2] pero desde luego que sus siete sinfonías son espectaculares, por lo que no me queda la menor duda de que es un “gran sinfonista”. Lo que no está tan claro es que lo sea “del Siglo XX”…

Me explico: El tipo de música que compone Jean Sibelius, una música orgánica que a partir de un tema inicial se va transformando, modificando como una forma viva, naciendo, creciendo, reproduciéndose y muriendo de forma natural, al ignorante de mí esa forma de componer le recuerda mucho a otros genios del siglos anteriores: Bach, Mozart, Beethoven… genios de la variación, de la transformación y la generación de música a partir de unas pocas notas. Ahí tenemos, por ejemplo, el famosísimo primer movimiento de la Quinta Sinfonía de Beethoven: cuatro notas inmortales que se repiten, crecen, menguan, se solapan, se adornan y vuelven una y otra vez para conformar una de las músicas más admiradas de la historia. De la enorme capacidad de Bach para realizar maravillosas variaciones sin fin de un tema sencillo no queda la menor duda. Y qué decir del genio de Salzburgo, el rey de la variación, que a partir de una melodía de unas cuantas notas era capaz de escribir maravillosas serenatas o sinfonías completas que hoy en día siguen despertando profunda admiración.

Pues Jean Sibelius es un poco igual: en su música parece que inevitablemente cada nota, cada pasaje, cada línea melódica sucede de forma inevitable a la anterior; antes de que suenen las trompetas, los violines o las flautas estamos ya esperando su aparición como si se tratara de un fenómeno de la naturaleza. A mí, al menos, me pasa, no sé qué pensaréis vosotros.

Jean Sibelius

En aquel artículo de 2014 ya conté algo de la vida de Sibelius y de la identificación casi inevitable de su música con Finlandia, su tierra natal, inmersa durante su vida en dramáticos acontecimientos como son su independencia de la Rusia zarista, la guerra civil que la devastó en 1918, y la invasión y ocupación por parte de la URSS como un episodio más de la Segunda Guerra Mundial.

Esta misma sinfonía de hoy, la Segunda Sinfonía en re mayor, comenzada a componer en Rapallo, Italia, y estrenada en Helsinki en 1902, fue aclamada a su estreno por los críticos de su país como “un canto a la libertad”.[3] Robert Kajanus, director de orquesta y amigo de Sibelius, saludó inmediatamente el estreno de esta Segunda Sinfonía como la gran respuesta a la opresión rusa del pueblo finlandés, y similares palabras se escribieron en el programa del estreno americano de la Sinfonía 22 años más tarde (cuando mucho había cambiado en la situación de Finlandia en general y la de Sibelius en particular). Palabras como «opresión», «sentimiento patriótico», «gobierno brutal» y «despertar del sentimiento nacional finlandés» trufaban la descripción de la obra en dicho programa de mano.

Todo esto es debido, sobre todo, al apoteósico final de la sinfonía, con las trompetas y todo el metal sonando a pleno pulmón, que muchos, ávidos de símbolos que ayudaran a su causa, consideraron como la triunfal expresión musical del sentimiento nacionalista finlandés, un poderoso canto a la libertad del pueblo oprimido…

Pues no. En realidad, Sibelius se sintió profundamente disgustado con esta asignación popular de su música a unos sentimientos que quizá albergara en lo profundo de su alma, pero que desde luego no estuvieron presentes durante el proceso de su composición. Según él mismo relató, la lucha que se vislumbra en la música no es en realidad entre el oprimido pueblo finlandés y el opresor imperio zarista ruso, sino más bien es el combate de la vida y la alegría de vivir contra la muerte y todas sus desdichas. El equívoco se ha perpetuado hasta nuestros días: sigue siendo habitual en los programas de sus conciertos o grabaciones encontrar referencias a ese sentimiento nacionalista finlandés, y bla, bla, bla.

Pues bien, si a alguna causa externa hay que agradecer la creatividad de Sibelius componiendo su música no es precisamente a su incontenible sentimiento nacionalista ni a su horror por la represión zarista, sino a algo bastante más prosaico: la botella. Sí, Sibelius bebía. Mucho. Parece que la mayor parte de sus obras las compuso bajo los efectos del alcohol y entre las nubes de humo que salían de sus cigarros, más que nada porque era así como pasaba la mayor parte del tiempo. Vale que en Finlandia hace mayormente frío, pero parece que el buen Jean[4] fumaba y empinaba el codo mucho más de lo que se consideraba “normal” en la época y el lugar, que seguramente sería bastante.

Sólo su Cuarta Sinfonía, escrita mientras estaba convaleciente de una operación de cáncer de garganta,[5] tenemos la certeza de que fue escrita estando sobrio, por lo menos casi siempre. Y, qué curioso, es con diferencia su sinfonía más oscura y pesimista; quizás fuera por el efecto que tuvo en él mirar cara a cara a la muerte, aunque también podría ser simplemente por falta de combustible durante su penosa convalecencia… interpretaciones las hay para todos los gustos.

El caso es que Sibelius fue escribiendo sus obras paulatinamente hasta 1924, año en que estrena con gran éxito su Séptima Sinfonía, curiosa obra escrita en un solo movimiento, y desde entonces, en el culmen de su fama… simplemente dejó de componer. Un par de piezas menores en 1926 y luego treinta años de silencio, durante los cuales parece que no aceptaba ni siquiera hablar sobre música. Su musa, fuera cual fuese, le había abandonado, o había perdido el interés por componer, se rindió finalmente o simplemente se cansó de buscar la música pura, esa música “orgánica” de la que tan orgulloso se sentía.

Y Sibelius fue olvidado. Su música se fue dejando de programar, de grabar, de comentar, mientras él miraba estoicamente desde su empecinado silencio hasta su fallecimiento en 1957, a los 90 años de edad. Algunos años antes de su muerte, sin embargo, escribió un pasaje que reivindica su victoria final y su modo de entender la vida: Todos los doctores que me ordenaron no fumar ni beber están muertos hace mucho. Pero yo continúo viviendo. Fue en la década de 1970 cuando su música fue “redescubierta” (algo similar ocurrió con la de Mahler unos pocos años antes), y admirada de nuevo. Y programada y grabada, sobre todo por orquestas o directores finlandeses, que tienen una afinidad con sus obras muy superior a la de otros directores u orquestas.

La melodía inicial de esta Segunda Sinfonía, una serie de acordes con tres notas ascendentes, forman el motivo sobre el que se desarrolla la obra entera: son reconocibles continuamente, en una u otra forma, en uno u otro grupo orquestal, en cualquiera de sus movimientos. Como dije antes, la música de Sibelius es una música “orgánica”, que va desarrollándose como un organismo vivo a lo largo de toda la obra, y esta Segunda Sinfonía no sólo no es una excepción, sino más bien todo lo contrario.

En fin, basta de cháchara y vamos ya a escuchar esta genial obra del compositor finlandés en la versión de la Orquesta Sinfónica de la Radio de Baviera dirigida por Mariss Jansons, que no nació en Finlandia como Sibelius, sino en Letonia, un país muy cercano tanto climática como culturalmente. Y digo esto porque, por algún motivo que a mí se me escapa, las obras de Sibelius suenan muchísimo mejor cuando son dirigidas por maestros nórdicos, no sólo finlandeses, sino suecos, noruegos, estonios… o letones, como es el caso de Jansons, que, por cierto, está considerado casi unánimemente por sus propios colegas como “el mejor director de la actualidad”. En mi opinión no andan desencaminados…

La duración total de la sinfonía es de unos 45 minutos, y tiene cuatro movimientos, que podemos encontrar en los minutos siguientes:

Primer movimiento: Allegretto (0:25)

Segundo movimiento: Andante, ma rubato (10:40)

Tercer movimiento: Vivacissimo (20:30)

Cuarto movimiento (attacca, es decir, entra sin pausa tras el anterior): Finale – Allegro moderato (31:30)

Y aquí está el video. Que lo disfrutéis.

Por si acaso tenéis problemas en visualizar el video en el marco anterior, aquí incluyo el link directo a la obra en youtube.

Esta obra no se programa con excesiva frecuencia por nuestros pagos, la verdad, lo mismo que el resto de obras de Sibelius, lo que es una pena… porque, de verdad, en directo es otra cosa. Por muy bueno que sea Mariss Jansons dirigiendo y la Bavarian RSO ejecutando la sinfonía, que lo son, ¡ya lo creo que lo son!, por muy bien grabado que esté el concierto y de muy alta fidelidad que sea vuestro reproductor… no hay nada como el directo. Ya sabéis: siempre que se pueda, en directo, mejor.

Disfrutad de la vida, mientras podáis. A ser posible, escuchando música.

  1. De los que saben de verdad, no como yo, que no tengo ni idea de música. []
  2. Aunque teniendo en cuenta que ese siglo vio a personajes como Shostakovich o Mahler… no sé yo cuál sería “el mejor”. []
  3. Recordemos que a principios del siglo XX Finlandia (el Gran Ducado de Finlandia) era una provincia del Imperio Ruso que anhelaba su independencia. []
  4. Nació como Johann Julius Christian Sibelius en una familia cuya lengua materna era el sueco, pero se cambió el nombre a Jean cuando aún era estudiante, y así se le conoce en todas partes. []
  5. No me quiero ni imaginar lo que debía ser una operación para extirpar un cáncer de garganta en la primera década del Siglo XX, y cómo sería el post-operatorio. []

Sobre el autor:

Macluskey ( )

Macluskey es un informático de los tiempos heroicos, pero no ha dejado de trabajar en Informática y disfrutar con ella hasta la fecha. Y lo que el cuerpo aguante. Y además, le gusta la música...
 

{ 4 } Comentarios

  1. Gravatar Albert | 04/03/2018 at 09:26 | Permalink

    Hola Macluskey, que contento estoy que hayas escrito otra entrada de tu increible serie!! Yo soy mucho más ignorante que tu, pero mucho, mucho, mucho y quiero decirte que eres mi referencia para la música clásica. Consigues hacermela entender sin necesidad de grandes disquisiciones teóricas pero explorandola lo suficiente para que seamos capaces de apreciar su belleza. Muchas gracias por la serie. Sigue, por favor, no descanses tanto. ;) Quería pedirte si podrias recomendar también la obras en Spotify. ¿No lo usas? Tiene muy buena calidad y para el equipo de musica de casa es un imprescindible. Si pudieras hacer la selección de las obras y sobre todo de las versiones que consideres las mejores sería de una gran ayuda. Cuando lo hago, me pierdo en la cantidad inmensa de versiones e interpretaciones que hay en la música clásica. O mantener una lista con tu selección. En cualquier caso, gracias por tu trabajo. Has conseguido transmitir tu gusto por la música en estos escritos.

  2. Gravatar Macluskey | 05/03/2018 at 09:36 | Permalink

    Gracias por tu amable comentario, Albert.

    No, ya no uso Spotify. Lo usé una temporada, e incluso publicaba la lista de reproducción de la obra, pero entre que me freía a anuncios y que yo también me perdía buscando las obras…

    Spotify y compañía están bien si quieres escuchar el hit del momento, el “Despacito” de turno, ya me entiendes, pero no está pensado para la música clásica. ¿Te imaginas oír las Variaciones Goldberg de Bach, treintaytantas variaciones de un minutito o dos cada una, con un anuncio entre una y otra? En fin, que hace ya años que me olvidé de Spotify.

    Saludos

  3. Gravatar Armen | 09/05/2018 at 09:35 | Permalink

    Te recomiendo que oigas a Glazunov, otro genio poco reconocido inexplicablemente: Las estaciones, De la Edad Media, Sinfonía n. 5, Stenka Razin, etc.

  4. Gravatar Macluskey | 11/05/2018 at 09:48 | Permalink

    Gracias por la información, Armen.

    Sí que conozco las estaciones y alguna otra cosa, pero nunca he escuchado nada en directo. Se programa poquísimo, como tantos otros…

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