Historia de un ignorante, ma non troppo… Concierto para Orquesta, de Béla Bartók
¿Concierto para Orquesta? ¿Cómo que para Orquesta?, pensaréis… Igual se trata de una errata y es un Concierto para piano, o violín, o flauta o lo que sea y Orquesta, y se ha perdido parte del título…
Exactamente eso es lo primero que pensé yo la primera vez que acudí a escuchar el Concierto para Orquesta, BB 123, de Béla Bartók, hace ya unos cuantos añitos. Porque sabía perfectamente qué es un Concierto para instrumento solista y orquesta, claro está, en el que el instrumento solista es el protagonista de la obra y es a su intérprete a quien se dirigen mayoritariamente los aplausos al final de la obra, solista que es acompañado por la orquesta para realzar su papel, pero… ¿qué demonios puede ser un Concierto para Orquesta? ¿No será más bien una Sinfonía, que es lo que los que saben acostumbran a escribir para orquesta sinfónica…?
Pues no. Béla Bartók escribió un Concierto para Orquesta, no una vulgar sinfonía. O al menos así tituló su obra. Entre nosotros, podía perfectamente haberla denominado “Sinfonía tal y cual”, pero al llamar así a la obra hay que reconocer que acertó: es el único Concierto para Orquesta del repertorio que yo conozca… lo que no quiere decir mucho, porque una mera consulta a la Wikipedia nos dice que hay unos cuantos Conciertos para Orquesta más de otros compositores, aunque tampoco muchos. Así que cuando se habla del “Concierto para Orquesta”, así en singular y sin apellidos, todo el mundo sabe que es el de Béla Bartók y no otro. Estupenda labor marketiniana, desde luego.
En fin, el caso es que a esta obra singular está dedicado el artículo de hoy de esta serie musical que nos acompaña hace ya cinco años largos.