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La Biografía de la Vida 55. El corazón de la evolución humana

En la entrada anterior de esta serie sobre la Biografía de la Vida habíamos acompañado a alguno de los primates de las selvas ecuatoriales africanas en su aventura de supervivencia, desde los Homo más ancestrales, los habilis, con los que se inició la tecnología, hasta el Homo sapiens dominando el continente euroasiático. El clima les había cambiado drásticamente el campo de juego, pero las nuevas reglas que precisó inventar para continuar su periplo evolutivo le llevó a un nuevo estado fundamental nunca visto: la consciencia que le hizo humano. Los avances tecnológicos fueron un acicate para el cerebro, y un cerebro más activo propondría explorar nuevas oportunidades. Al final llegó el gran premio de la inteligencia racional.

Siguiendo la cronología de nuestra particular biografía nos tocaría ahora ver cómo fue su aventura viajera desde el primigenio hogar africano. Pero eso lo haremos en una próxima entrada. Porque en ésta voy a introducir un nuevo paréntesis para focalizar el pensamiento sobre aquello que pudo haber originado el cambio evolutivo a partir del que emergió la consciencia.

El trabajo se me antoja harto complejo y lo único que puedo pretender es proporcionar información para suscitar curiosidad, ya que este campo esta lleno de suficientes teorías consecuencia lógica del gran vacío de datos directos que le acompaña: la consciencia no fosiliza. Aunque podemos imaginarla escondida en las manifestaciones culturales que estudia la paleontología.

Alegoría de la condición humana (imágenes de wikimedia, CC BY-SA 2.5, 3.0 y dominio público)

Para empezar, nos deberíamos preguntar qué es lo que nos hace humanos. Personalmente me gusta definirlo de la siguiente manera: Somos diferentes al resto de los animales porque somos conscientes de nuestra individualidad personal y somos conscientes de nuestro más próximo entorno. Ambos sentimientos conscientes los percibimos como realidades en sí mismas, cambiantes con el tiempo, y que somos capaces de comprender y manipular según nuestra voluntad con una potente habilidad personal que llamamos raciocinio.

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[Química Orgánica] IV-Compuestos Oxigenados (I)

Continuamos con la serie de [Química Orgánica]. Por fin dejamos los hidrocarburos atrás y empezaremos a conocer elementos nuevos (bueno, en realidad ya empezamos en el capítulo anterior, con los Halógenos). En este artículo, de hecho, sólo conoceremos al Oxígeno, y en el siguiente al Nitrógeno. Ahí tengo pensado terminar la serie, así que nos quedan, con suerte, dos artículos antes de terminar. Tengo pensado también dedicar un artículo solamente a hacer algunos ejercicios y luego, quién sabe, a lo mejor empiezo con algo de isomería.

Pues bien, aclarado esto, vamos a corregir los compuestos del artículo pasado:

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La Biografía de la Vida 54. Los Homo.

En la entrada anterior de esta serie sobre La Biografía de la Vida llegamos a conocer el devenir evolutivo de nuestros ancestros “humanos” más antiguos hasta que nos encontramos con un nuevo individuo que había incrementado su capacidad craneal en una cantidad significativa: el Homo habilis. Habíamos sembrado la duda de si en vez de homo correspondería catalogarle como australopiteco: Australopithecus habilis. También avisamos de nuestro amor por la ortodoxia, posición que se me antoja juiciosa para un simple aficionado de estos temas, así que en nuestro escrito seguirá siendo un Homo. Pero ¿quién fue este hombre nuevo?

Como comentamos en la entrada 51 de esta serie “Los últimos 5 millones de años”, hace 2,6 millones de años, como consecuencia de su deriva continental, se unían las dos Américas cerrando con ello el actual istmo de Panamá. Esta circunstancia consolidó el último drástico descenso de las temperaturas globales. Datadas aproximadamente en esta época se han encontrado en el yacimiento etíope de Gona las primeras herramientas líticas que fueron ideadas y fabricadas por un ser vivo. Muchos antropólogos opinan que este cambio climático tuvo que ser la espoleta del cambio cultural observado, la presión ambiental necesaria para provocar la emergencia de una nueva habilidad cerebral nunca imaginada. Por desgracia, los fósiles asociados en el mencionado yacimiento etíope no permiten deducir la autoría, quedando la duda de qué especie fue la que las talló.

Dibujo de artefactos líticos encontrados en el yacimiento de Gona (A partir del informe sobre el tema del profesor Shileshi Semaw,[1] fair use)

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  1. Ver este enlace. []

Historia de un ignorante, ma non troppo… El Pájaro de Fuego, de Igor Stravinski

La última entrada de esta serie musical trató sobre la Consagración de la Primavera de Igor Stravinski, una de las obras más influyentes de la escena musical del Siglo XX, cuyo estreno en mayo de 1913 fue el más sonado, en todos los sentidos, de los que se tiene noticia.

En dicho artículo decía yo que La Consagración fue el tercer ballet que Stravinski compuso para los ínclitos Ballets Rusos del no menos ínclito Serguéi Diagilev, su todopoderoso director. Después de la Consagración y su más que polémico estreno no hubo ya más encargos de los Ballets Rusos para Stravinski, entre otras cosas porque solamente un año después se desataba la Gran Guerra, acabando de cuajo con la Belle Époque y su falsa sensación de prosperidad.

Pues bien, el primero de esos tres ballets que Diagilev encargó al joven Stravinski es precisamente el protagonista del artículo de hoy: El Pájaro de Fuego. Y no, esta vez no fue un fracaso, sino un rotundo éxito que catapultó instantáneamente a la fama en París, la capital mundial de la cultura de principios del siglo pasado, a su autor, el compositor ruso Igor Stravinski.

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Lo que se preguntan sus alumnos de 3º de la ESO – IX: ¿Por qué estornudamos?

La pregunta que vamos a tratar de responder hoy es: ¿Por qué estornudamos? Para quien se incorpore tarde a esta serie, sabed que estamos repasando las preguntas que los alumnos de Lorenzo Hernández le hacen en clase.

Estornudo (Adam Moralee, cc-ny-nc-sa, a través de flickr)

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La Biografía de la Vida 53. Desde el primer hominino hasta el nuevo Homo.

Entre otros temas, en la entrada anterior de esta serie habíamos analizado someramente las circunstancias ambientales particulares a las que se vieron sometidos los simios africanos más avanzados, para acabar de desvelar su hábitat, sus modos de vida y su camino evolutivo. Hoy iniciaremos el detalle de esto último hasta el momento en que el Homo aparece por primera vez en el escenario.

A manera de ayuda al encuadre del momento, repito aquí el árbol filogenético de los hominoideos que ya conocemos de la anterior entrada.

Los primeros fósiles conocidos de homininos, el grupo formado por los antecesores arcaicos del Homo y por él mismo, corresponden a Sahelanthropus tchadensis con una antigüedad de 6 a 7 millones de años, más o menos cuando el chimpancé inició su línea filogenética independiente de la nuestra. De “Sahe” hablamos ya en la entrada número 50 ”Oligoceno y Mioceno“. Tras los fósiles de Sahelanthropus nos encontramos con los de Orrorin tugenensis, con una antigüedad entre 6,2 y 5,6 millones de años. El nombre significa en la lengua de la etnia keniata de los Tugen -los habitantes del lugar del yacimiento- “el hombre original de Tugen“. La forma de los huesos de sus caderas permite asegurar que de alguna manera en ellos había comenzado la bipedestación como una alternativa más para la marcha.

En la cadena temporal de los fósiles nos encontramos más tarde con los del etíope Ardipithecus ramidus, que datan de hace 4,4 millones de años. El estudio de estos fósiles nos indica que Ardi debía ser del tamaño de un chimpancé y que posiblemente aún seguía manteniendo las costumbres arborícolas de sus abuelos, con desplazamientos por braquiación, colgándose de las ramas con los brazos. No obstante, del estudio de la parte superior de su pelvis se puede inducir que también era bípedo, aunque apoyándose en la parte externa de los pies. Es por eso que se cree que Ardipithecus aún tenía el dedo gordo en posición no paralela a los otros dedos del pie. Su capacidad craneal, de unos 350 centímetros cúbicos, era muy semejante a la de los actuales chimpancés.

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¿Has leído… “Una breve historia de casi todo”, de Bill Bryson?

Pues, querido lector, si no has leído esta obra maestra de la divulgación científica, ya estás tardando… pero mucho.[1]

…Porque si eres un lector habitual de El Tamiz y/o de El Cedazo, este libro del periodista y escritor norteamericano Bill Bryson es una obra de imprescindible lectura. Vale que el contenido de algunos de sus capítulos quizás te los sepas ya de memoria porque Pedro te haya desvelado sus secretos, pero con toda seguridad hay otros muchos que te descubrirán una gran cantidad de información valiosa e interesantísima.

El título, además, está magníficamente escogido: “Una breve historia de casi todo”, porque trata de casi todas las disciplinas científicas importantes, desde la cosmología hasta la genética, pasando por la astronomía, la física, las matemáticas, la química, la geología, la paleontología, la antropología, la botánica, la biología… y alguna disciplina más que me dejo en el tintero. Y es Una breve historia porque eso es lo que es el libro: una serie de capítulos breves, de quizás 25 ó 30 páginas cada uno, en los que se explica no sólo la información más relevante e interesante sobre cada disciplina científica de las que habla, sino que además describe los antecedentes que llevaron a la propia creación de la disciplina de que se trate.

Información rigurosa, sí, pero en su justa medida, con su pequeña dosis de anécdotas y sucesos que hacen amena la lectura. Un libro que no puede faltar en la biblioteca del tamicero o del cedacero de pro. ¡Y además es un regalo perfecto a un precio estupendo!

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  1. NdE: me uno a la recomendación. []

La Biografía de la Vida 52. Iniciación a los más próximos homínidos

NOTA: En esta entrada adoptamos un ligero cambio en la nomenclatura taxonómica de los simios, aceptando la más moderna, aunque más compleja, que presento en el árbol filogenético de unos párrafos más abajo. Lo más esencial es que lo que hasta ahora, y según la más antigua nomenclatura, era llamado homínido, ahora lo llamaremos homininos. Para mayor enredo, la acepción “homínido” se mantiene, aunque cayendo unos escalones en el árbol, ya que ahora con este nombre nos referiremos a los simios africanos junto con los humanos: gorilas, chimpancés, bonobos, formas arcaicas del Homo y especies Homo. Dicho esto, prosigamos con el relato.

Con la última entrada de esta serie sobre la Biografía de la Vida que titulamos como “Los últimos cinco millones de años” vamos a dar por cerrado el estudio de lo que pasó en el árbol filogenético de la Vida ¿Totalmente? No. Nos queda aún mucho que hablar de unas especies muy particulares. A partir de esta entrada y en las dos sucesivas focalizaremos la atención en nuestros más cercanos antepasados hasta llegar a Homo sapiens. Hoy comenzaremos con nuestros primos de la selva.

En este momento de la historia nos encontramos contemplándola desde la distancia, más o menos en un fotograma de hace aproximadamente unos cinco millones de años antes de hoy. Sabemos por la anterior entrada que una amplia zona del este africano se había visto alterada progresivamente en su geología, clima y biotopos a lo largo de los anteriores 20 millones de años. El panorama se había transformado desde unas potentes pluvisilvas tropicales a un tablero de ajedrez en donde, escaqueadas, se disponían manchas de frondosos bosques húmedos pero más secos que las antiguas selvas y grandes extensiones de praderas y arbustos. Todo ello cruzado casi de norte a sur por una meseta en donde se hundía a cuchillo el valle del Rift. Este último era una zona atravesada por ríos caudalosos, con la influencia del calor magmático que trabajaba en su propio proceso de formación, un clima relativamente apacible y muchos ungulados paciendo en la sabana. Una geografía amable para la vida.

Imagen de la actual sabana de Kenia. No debía de ser muy distinta hace unos cinco millones de años (Wikimedia, CC BY-SA 3.0 Unported)

Era la geografía en donde tuvieron que pelear por la subsistencia unos animales muy próximos filogenéticamente a nosotros los Homo. Nuestros ancestros.

Los simios habían sido muy abundantes en el vasto territorio del ecuador africano hace unos diez millones de años, cuando aún las húmedas selvas tropicales se extendían con vigor de oeste a este. Este hábitat les proporcionaba todo lo que sus vidas les pedían, básicamente fácil comida y protección, y de ahí el gran éxito del que disfrutaban en aquel momento por las ramas del árbol evolutivo. Los podemos imaginar por las frondas del dosel arbóreo moviéndose braquiando colgados de las ramas por los brazos, comiendo frutos, brotes y hojas. A veces, incluso algún sabroso insecto o gusano.

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Lo que se preguntan sus alumnos de 3º de la ESO – VIII: ¿Por qué trabajamos con las manos en vez de con los pies?

Nuestra comunidad de curiosos preguntadores, alma y soporte de esta serie, hoy se van a cuestionar el porqué trabajamos con las manos en vez de con los pies. Yo me atrevería a afinar un poco más la idea diciendo que por qué nuestras manos y pies han optado por tan diferentes objetivos en sus labores: unas polivalentes herramientas en las extremidades superiores y unas potentes bases para la aproximación o la huida en pies y piernas.

Pues hay que remontarse a hace un montón de años para entender tan distinta vocación… Vamos allá.

Hace unos 20 millones de años en nuestra querida Tierra se estaban produciendo unas circunstancias geológicas y climáticas que fueron decisivas para el desenlace de nuestra pregunta. Por un lado se estaba consolidando una senda de enfriamiento general en el planeta, que hizo que la humedad atmosférica disminuyera y que los mares se enfriaran. Por otro lado, en el este de la franja ecuatorial de África, se estaba produciendo una elevación del terreno debido a la presión que bajo ella ejercía el magma. ¿Cuáles fueron las consecuencias?

Se produjo una alta meseta interior en lo que hoy es Kenia, Etiopía, Uganda y Tanzania, con irrupción de potentes volcanes que formaron tremendas montañas de más de 5.000 metros de altitud -montes Kenia, Kilimanjaro o Stanley- y una gran grieta en dirección norte-sur, conocida como el valle del Rift. Mientras, el oeste ecuatorial seguía dominado por la potente cuenca hidrográfica del río Congo, en su mayor parte por debajo de los 600 metros de altitud.

Perfil de altitudes (línea roja) de un corte ecuatorial (línea horizontal negra) de África (mapa a partir de Google maps, términos de uso)

Esto era lo que sucedía en tierra. Pero hemos dicho también que el enfriamiento del planeta afectaba a los mares y a la sequedad atmosférica. Eso hizo que progresivamente los monzones atlánticos fueran perdiendo fuerza, penetrando menos profundamente en el continente: cuando antes regaban toda la franja ecuatorial, ahora descargaban en la cuenca del Congo, debilitándose, con lo que las lluvias monzónicas apenas llegaban a las nuevas montañas del interior. La consecuencia es que en la zona oriental se iba instalando paulatinamente la sequedad.

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La Biografía de la Vida 51. Los últimos 5 millones de años

En la última entrada vimos cómo el proceso de riqueza en la diversificación de plantas y animales iba ralentizándose en lo que parecía una transformación condicionada en gran medida por el enfriamiento global del planeta.[1] Las épocas de la “poca vida nueva” seguida de la “aún menos vida nueva“, Oligoceno y Mioceno respectivamente, nos han dejado al toro en posición para culminar el último tercio taurino que sentimentalmente apreciamos como “el nuestro”. Vislumbramos el final del túnel de esta serie sobre la Biografía de la Vida, ya que nos quedan tan sólo contemplar los últimos 5 millones de años de la existencia de nuestro planeta, un poco más del 1‰ de nuestros anales. A esto nos dedicaremos empezando con la entrada de hoy.

Comienzan por tanto los últimos cinco millones de esta larga historia de la Vida, que se desarrollaran a caballo casi al 50/50 entre la última época del Terciario, el Plioceno, y el Cuaternario. Como colofón de nuestras inquietudes etimológicas, acabaremos diciendo que el significado de Plioceno es algo así como “continuidad en la(s formas de la) nueva vida“, Plio-ceno(zoico).

Se inicia esta época final con un repunte de las temperaturas, que subieron posiblemente unos 3ºC, repunte que hizo disminuir los hielos sobre las tierras y elevar el mar unos 60 metros. Los perfiles continentales eran semejantes a los actuales, quizás desenfocados unos cien o doscientos kilómetros con respecto a los contornos de hoy.

La recuperación de las temperaturas hace que por última vez en su historia la Antártida se viera de nuevo libre de hielo, desarrollando por última vez una vegetación que formaban bosques de angiospermas semejantes a las hayas.

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  1. En este artículo de PNAS de enero de 2012 encontraréis una explicación más amplia de esta correlación climática. []