Estimados lectores, ¡hemos llegado al último capítulo de esta serie! Sí, señor. Me imagino que estarán cansados de tanto Alejandro Magno. Espero que si leen esto es porque me siguieron en las cinco entregas anteriores y les gustó. Si no es así, pues bien, lo hice lo mejor que pude y quizás al menos sepan ahora un poco más de Alejandro Magno que lo que se vio en la película de Oliver Stone.
En el capítulo anterior hemos peleado su mejor batalla en lo que a estrategia concierne, también hemos recorrido su campaña en la India (región de lo que hoy es Pakistán), navegado el Indo, sufrido en el desierto con él y celebrado haber llegado a destino. Hoy veremos cómo fue el final de este gran personaje que cambió el curso de Occidente.
Como siempre hago, aclaro que este relato sucede durante el siglo IV antes de Cristo, por lo que las fechas mencionadas serán todas asumidas como A.C. Sólo aclararé con D.C. si algún hecho ocurrió después de Cristo.
Ruinas del Palacio aqueménida en Persépolis (Wikipedia)
Ordenando el imperio
En el capítulo anterior le dejamos en Persépolis con la tarea, nada fácil, de poner orden en su imperio luego de su larga ausencia en las campañas que vimos. Su imperio, el mayor del mundo conocido, traería sus problemillas administrativos. Siempre dijimos que los sátrapas asignados le eran leales… pues bien, no todos lo eran, más aún cuando estaba en la India o en el desierto de Gedrosia, pues muchos creían que no volvería con vida. Con esto en mente hicieron planes para reinar en sus pequeños reinos, organizando sus propios ejércitos. Otros sátrapas, en cambio, fueron directamente déspotas en sus satrapías, maltratando a los ciudadanos. Las satrapías de Asia Central siempre se mantuvieron leales durante su ausencia. Pues bien, sin perder tiempo ejecutó a quienes abusaron del poder que él les había otorgado.
Se le presentaron también quejas por el mal comportamiento de los soldados europeos que eran destinados a guarniciones en las ciudades. Excesos, malos tratos, hurtos y violaciones eran los cargos más comunes. Nada más y nada menos que 600 soldados fueron enjuiciados y ejecutados. Como Alejandro no quería hacer uso de tropas mercenarias en sus futuros planes, se alegró cuando se retiraron a Grecia y armó entonces un ejército mixto de macedonios y asiáticos. Su sistema de guarniciones en los límites del imperio, sumado a un ejército pequeño pero fuerte y móvil, garantizaba la protección del imperio contra algún invasor (si es que alguien se atreviera a hacerlo).
Se dice que fundó en total 70 ciudades, cada una poblada probablemente con veteranos pasados a retiro y con seguidores del ejército que buscaban iniciar una nueva vida. Estas ciudades proveerían jóvenes educados con el sistema macedonio, lo que garantizaría el reclutamiento de las futuras generaciones de guerreros. La prosperidad económica produjo el abandono del sistema pastoril, reemplazado por la agricultura. Esto marcó el crecimiento de todo el imperio y la expansión del comercio dentro y fuera del mismo.
En ésta época un filósofo indio llamado Calano, que había acompañado a la expedición por la India, se quita la vida de una forma muy curiosa. Resulta que cae enfermo y, como él consideraba que había tenido una vida completa y feliz, decide que es hora de quitarse la vida. El asunto es que aún con vida solicita que le armen una pira donde sería prendido fuego. Y así fue. Pese a las insistencias de todos, el hombre se prende fuego y, según los testigos, no emitió ningún ruido de queja por el terrible dolor. Momentos antes, le había dicho a Alejandro: “nos veremos en Babilonia“. ¡Que presagio tan funesto!
El problema con los macedonios
El gran plan de Alejandro era que los asiáticos y los europeos fueran tratados como iguales en su imperio. ¡Qué concepto tan moderno para la época! Es por ello que en el año 324, ya en Susa, celebra las bodas de 80 oficiales macedonios con mujeres pertenecientes a la aristocracia persa, meda y bactriana. Él mismo contrae matrimonio con Barsine-Estatira, una de las hijas de Darío, y a su vez Hefestión se casa con la hermana, Dripetis. También formalizó, como Rey, el matrimonio de 10.000 soldados macedonios con sus concubinas asiáticas y ofreció regalos de bodas a todos ellos. Como gesto, quiso armar un registro donde se asentarían las deudas en las que cada soldado incurrió durante la campaña. Curiosamente, muy pocos soldados se presentaron. Se supo que el motivo era porque creían que era una forma encubierta de anotar quienes eran los que habían gastado todos sus ingresos y vivido fastuosamente. Para tranquilizarlos, Alejandro, aunque un poco indignado porque hubieran creído que su rey tramaría algo así, tan vil, mandó cambiar la forma en el que se anotarían las deudas. Aquellos que tenían un comprobante de deuda contra un soldado de su ejército se presentarían y recibiría el monto retribuido. Los soldados saltaron de alegría.
Sin embargo, el amor que mostraba el rey por los asiáticos causaba nuevamente rencor en las tropas macedonias, que se consideraban a sí mismas la élite del ejército. Para colmo, habían llegado de las ciudades 30.000 jóvenes asiáticos recientemente entrenados como falangistas “a la macedonia”. Cuando se enteraron los veteranos macedonios de que iban a ser pasados a retiro y reemplazados por los nuevos conscriptos, estalló la bronca. Se reunieron miles delante del rey, increpándolo, algunos incluso insultándolo. Alejandro, indignado, supo reconocer que la revuelta fue organizada por unos cabecillas que fueron rápidamente identificados y ejecutados. Después de la ejecución, Alejandro pronunció un discurso donde contaba toda la expedición y los logros de Macedonia desde la época de su padre Filipo II. Contó cómo, con su padre, pasaron de ser una tribu cuasi salvaje a los líderes de Grecia, y cómo con él conquistaron el mundo. También habló sobre los esfuerzos que vivieron junto a él y los momento más difíciles que pasaron. También mencionó que él siempre estuvo a su lado en primera fila durante la batalla y que fue herido incontables veces. Recordó que sufrió el clima como ellos y que nunca se dio ningún lujo. Destacó que ninguno de sus soldados murió dándole la espalda al enemigo (era una forma de decir que nunca huyeron ante nadie). La gloria era de ellos, pero si, al parecer, ahora quieren dejar a su rey, ¡pues que se vayan!, ¡dejen a su rey solo! ¡Y cuando lleguen a Grecia, díganle a sus amigos que abandonaron a su rey!
Durante dos días no dirigió la palabra a ningún soldado macedonio. Además, les dio más poder militar a los comandantes asiáticos. Los macedonios no pudieron tolerar más los celos, tiraron sus armas y suplicaron perdón con lágrimas en los ojos. Alejandro, conmovido, lloró con ellos. Muchos querían saludarlo con un beso, es decir de la misma manera que los persas hacían con él. Para celebrar la reconciliación organizó un festín para 9.000 personas donde los macedonios se sentaron a su lado, cantaron y brindaron junto a los asiáticos. Alejandro dio un famoso discurso donde habló sobre la igualdad de razas. Alejandro triunfó. Alejandro era Grande.
Luego de la emotiva celebración, Alejandro pasó a retiro a los macedonios veteranos que deseaban regresar a su patria. Se les mantendría el sueldo durante el viaje y, como recompensa, se le daría a cada uno 1 talento. Les pidió que dejaran a esposas e hijos en Asia para que estos últimos fueran educados e instruidos en el arte militar, y luego sí podrían volver a Macedonia. Unos 10.000 aceptaron el trato y se despidieron de Alejandro con lágrimas en los ojos. Estos se fueron con Crátero, su mejor general, con órdenes de reemplazar a Antípatro, ya entrado en años (tenía 73 años), en la administración de Macedonia. Antípatro sería recompensado por su leal servicio y tendría el honor de comandar a los nuevos soldados que traería de Macedonia y llevarlos con Alejandro, en reemplazo a los que pasó a retiro y que Crátero llevaba de vuelta. Antes de esto, Antípatro envía a su hijo Casandro como su representante en la corte de Alejandro. Pensemos entonces… Casandro no acompañó a Alejandro en su gran travesía, sino que se quedó en Macedonia con su padre, por lo que no llegó cultivar el amor hacia el rey que todos los demás tuvieron. De entrada, le fue hostil a Alejandro. Y mas aún tras enterarse del plan de relegar a su padre.
El desfalco de Harpalo y medidas en Grecia
En junio de ese año, 324, también en Susa, uno de sus administradores de Babilonia y uno de los mentores de Alejandro durante su infancia, llamado Harpalo, que iba a ser castigado por mala administración, huye con 5.000 talentos, 6.000 mercenarios contratados y 30 naves. Al ser ciudadano ateniense, va a Atenas, pide asilo y propone una alianza contra Alejandro. La asamblea ateniense lo rechaza. Viaja entonces con sus hombres al Peloponeso, donde no logra aliarse con nadie, y vuelve ya con sólo 700 talentos a Atenas, donde vuelve a pedir asilo, temeroso de Alejandro. Antípatro (todavía a cargo de Macedonia) y Alejandro reclaman la extradición. Demóstenes, recordemos, el famoso orador ateniense anti-macedonio, propone arrestarlo y entregarlo a Alejandro. Sin embargo, se descubrió que Demóstenes se había quedado con parte del dinero de Harpalo; como no podía devolverlo, fue arrestado, pero escapó y huyó al exilio. Harpalo logra escapar también, pero luego es asesinado.
Muerte de Hefestión
En su plan de pacificación en las ciudades-estados griegas, Alejandro dispuso que toda persona que se hubiera visto forzada al exilio de su ciudad, pueda volver. También si un pueblo fue tomado por otra ciudad, que éste sea devuelto a sus habitantes. Por ejemplo, Atenas, que había tomado Samos y había expulsado a la población, ahora debía devolverla. El objetivo de este gesto de Alejandro era evitar que los exiliados emigraran y causaran desestabilización en el imperio, o que, a falta de alternativas, vendieran sus servicios como mercenarios. Deseaba lograr la paz con los anti-macedonios.
Ese mismo año se dirige a Ecbatana, donde fallece Hefestión, lo que causó muchísimo dolor en Alejandro, quien mandó a ejecutar a su médico por incompetente y pidió que su amigo fuera reverenciado como un Héroe y que él mismo, Alejandro, fuera reverenciado como una Divinidad. Lo primero, rendir honores como Héroe, no era novedad, por lo que los estados griegos y asiáticos no tuvieron problemas en considerar a Hefestión un Héroe (a petición de Alejandro, claro está). Lo segundo es un tema muy delicado en la cultura griega. No sería la primera vez que un mortal sea tratado como un Dios. ¡Pero sí que era novedad que lo sea en vida! La mayoría de los estados aceptarían y honrarían a Alejandro como a un Dios. Solamente Filipo II (su padre) había sido “divinizado” en vida, pero tan sólo en Macedonia. Alejandro sería divinizado por todos.
Muerte y legado
La muerte de Hefestión nos hace recordar inmediatamente a Aquiles y Patroclo. Tras la muerte de Patroclo, Aquiles cae en una profunda tristeza, igual que Alejandro. Seguramente esto no era indiferente a Alejandro y sabía que, tras la muerte de Patroclo, sucedía la muerte del héroe Aquiles.
Pero se recupera en parte de la depresión e inicia una campaña contra una tribu al norte de Babilonia, los Coseos, pueblo de zonas montañosos y muy bravos; tan bravos e indomables eran que ningún rey persa pudo someterlos. Alejandro los arrasó, tomó muchos prisioneros y fundó una nueva ciudad. Sin embargo, la muerte de Hefestión, su mejor amigo y compañero de campaña, le sigue causando gran dolor y, con mucha tristeza, comenzaría a planear el costoso funeral de su amigo en Babilonia. Muchos adivinos, viendo algunos signos negativos, presagiaban la muerte de Alejandro en aquella ciudad (acordémonos de Calano). Incluso le recomendaban no ir a Babilonia, pues la muerte lo esperaba allí. Luego de mucho dudar decidió ir igualmente, pues el deber lo llamaba allí. ¡Para empeorar los augurios, un pobre infeliz con un trastorno mental se sienta en su trono! Alejandro ordena torturarlo para averiguar quién lo había mandado a realizar semejante afrenta. Sin obtener respuesta, es ejecutado. Pero el augurio ya estaba escrito. Muchos lo sabían, algo pasaría…
Ya en el 323, todas las ciudades del mundo conquistado y no conquistado le enviaron embajadas. Incluso Cartago. No hay pruebas de si Roma envió embajadas o no. Esa pequeña ciudad, siempre con espíritu rebelde.
En esta época ocurre otro incidente que presagiaría malos sucesos. Resulta que, mientras recorría en barco un río, su diadema real cae al agua, por lo que un remero se tira a recogerla inmediatamente. El pobre, para poder nadar mejor, no tiene peor idea que colocarse la diadema en la cabeza y así nadar más rápido, ante el horror de los presentes.
Así es, pues, que en un banquete junto a unos amigos, que duró dos días y hasta altas horas de la noche, empieza a agarrarle una fiebre feroz. Cae enfermo, pero así y todo seguía trabajando todos los días. Su salud no mejoraba, incluso llega a perder el habla, empieza a mostrarse menos y los soldados macedonios, preocupados, deseaban verlo. Él, a pesar del dolor, los dejaba entrar a su aposento y los saludaba uno por uno con la mirada. Alejandro le entregó el anillo real a Pérdicas, gesto que significaba que quedaba como regente temporario hasta que su salud mejorase. Sus generales y amigos, viendo que esta mejoría no llegaba, le preguntaron a quién le dejaba el reino hasta que su futuro hijo y el de Roxana, Alejandro IV, madure y esté capacitado. Según la leyenda, dijo “al más fuerte“. Aunque otros interpretaron “a Crátero”, debido a cómo se pronuncia en griego. Finalmente, el 10 de junio del año 323, según la leyenda, a los 32 años de edad, muere. El rey de reyes, amo y señor de Asia, unificador de Grecia, Faraón de Egipto y conquistador del mundo conocido, pasa a la inmortalidad. Muere el hombre y comienza la leyenda.
Alejandro en su lecho de muerte, según el pintor Karl von Piloty, 1886 (Wikipedia)
La teoría más aceptada en la actualidad es que falleció de Malaria Trópica y no por el exceso de alcohol o por envenenamiento (esta última se descarta, ya que estuvo varios días enfermo, y si hubiera sido envenenado los asesinos no correrían riesgos y hubieran usado un veneno efectivo y de acción inmediata). La orden era crear una tumba con riquezas de una inmensidad que nunca se habrían visto antes ni se verán en el futuro. Su cuerpo sería embalsamado y tratado como si fuera un dios. El sarcófago sería de oro y estaría dentro de un templo dorado con columnas jónicas de oro que darían soporte a un techo abovedado de escamas de oro incrustadas de joyas y coronado por una corona de olivo en oro.
Después de que se exhibió la tumba, Tolomeo se la llevó a Egipto, lo que le hizo enemistarse con Pérdicas, quien se había autoproclamado encargado del imperio en nombre de Alejandro IV (recordemos que era el hijo del Magno), que era muy joven aún para gobernar. Muchos años después Ptolomeo IX, uno de los últimos reyes de la dinastía de Tolomeo y abuelo de Cleopatra VII, necesitado de dinero, fundió la tumba de oro para acuñar monedas de oro, y la reemplazó por una de cristal. La ciudad de Alejandría se horrorizó ante semejante sacrilegio. Al día de hoy se desconoce la ubicación de la tumba. Creo que su hallazgo, si es que aún existe, sería el mayor descubrimiento arqueológico de la historia. De seguro no debe quedar mucho, pero el significado simbólico sería enorme. Pero no perdamos la esperanza: en 1977 se descubrió en Macedonia la tumba de Filipo II.
Alejandro logró estabilizar la unión de Grecia, liberó las ciudades griegas de Asia Menor (actual Turquía) y derrocó al odiado imperio persa, conquistando la Mesopotamia, Asia Central y los pueblos del Mar Negro. Conquistó también parte de la India y liberó Egipto de los persas. Unió miles de culturas distintas, impulsó el comercio, instauró el griego como idioma común y lo enseñó en todos los rincones de su imperio. Esta “unificación” y la mezcla cultural era la única forma de administrar semejante imperio con alguna oportunidad de éxito. Derrotar o conquistar al ejército enemigo y luego hacer las paces con la población, dice así la teoría del arte de la guerra.
Su plan, después de circunnavegar Arabia, como dijimos, era construir mil navíos y emprender una campaña contra los pueblos de Occidente, es decir, Cartago y los pueblos de la costa desde Libia a España ¡y desde allí, hasta Sicilia y Roma! Deseaba construir una ruta costera desde Libia hasta las columnas de Hércules (Gibraltar). Con la enorme flota que planeaba construir,sumada a las de Fenicia, Chipre y Egipto, más el enorme ejército tan bien entrenado del que disponía, ¿pues qué dudas quedan de que lo conquistaría todo?
Catafalco de Alejandro según una descripción de Diodoro Sículo (Wikipedia)
Disputa por el Imperio
Sisigambis, recordemos, reina madre de Persia a quien Darío abandonó en Issos, falleció a los cinco días de conocer la noticia de la muerte de Alejandro. Se dice que se sentó y ayunó hasta la muerte. Roxana invita a Barsine-Estatira (ahora ambas viudas de Alejandro) y a Dripetis (viuda de Hefestión) a que acudan a Babilonia, donde son asesinadas por ella, con la complicidad de Pérdicas. Roxana y su hijo Alejandro IV, de 13 años, son después asesinados por Casandro. Olimpia, la madre de Alejandro, sobrevive 7 años más a su hijo.
Los oficiales de Alejandro se disputaron el imperio luego de su muerte. En una serie de guerras murieron Crátero, Pérdicas y Eumenes. Finalmente, Antípatro y sus sucesores se quedaron con Macedonia y Grecia. Lisímaco con Tracia, Antígono con Frigia y Asia Menor, Tolomeo con Egipto (iniciando así una dinastía que finalizará con la famosa Cleopatra VII) y Seleuco con el resto de Asia, llegando hasta la India. Las guerras de los sucesores “Diadochi” recién empieza, y a su vez comienza la era helénica.
Cómo se repartieron el imperio(Wikipedia)
El desmembramiento de su imperio era lógico. Sólo él era el único capaz de manejarlo. ¿Quién más podría haberlo hecho? Solamente alguien con sus mismas cualidades, pero ese alguien no existía. Tampoco tuvo tiempo de consolidar una sucesión, pues no esperaba morir tan joven. Así pues, sus sucesores lucharon entre ellos y no sabrán evolucionar en sus tácticas bélicas. Los sucesores de los sucesores, llamados epígonos, trataron de consolidar cada uno su reino, pero quedarán atascados en el recuerdo de viejas épocas gloriosas y serán absorbidos por Roma y su temible maquinaria bélica. En breve: Roma, un siglo despues de Alejandro, tuvo que, primero derrotar en tres guerras a a los cartagineses para ser los amos del Mediterráneo Occidental, y después enfrentar a Filipo V de Macedonia en las Guerras Macedónicas y luego a Antíoco III del imperio Seleucíada (sí, el de Seleuco). La famosa Cleopatra VII, que llevaba la sangre de Tolomeo I en sus venas, entregaría su reino a Cayo Julio César a modo de protectorado y, asesinado éste, se aliaría con Marco Antonio, lugarteniente de César, dando inicio a una de las historias románticas más grandes de la historia.
Roma terminaría por gobernar el mundo. El mundo que unió Alejandro Magno.
Bibliografía
El enfoque de esta serie está basado primariamente en los libros de Nicholas Hammond “El genio de Alejandro Magno”, la biografía de Mary Renault y en menor medida el libro de JFC Fuller “The Generalship Of Alexander The Great”.
El análisis de las batallas más importantes fue sacado de todos esos libros, pero mayoritariamente están basados en John Gibson Warry. De allí fueron obtenidos los diagramas de las mismas. Libro: “Warfare in the Classical World: An Illustrated Encyclopedia of Weapons, Warriors and Warfare in the Ancient Civilisations of Greece and Rome”
Las fuentes clásicas discrepan en varios asuntos, por lo que la tarea para los historiadores contemporáneos es harto difícil. Lo aceptado en la era moderna por los eruditos es tomar a Arriano como la fuente más completa y fidedigna, pero con algunas salvedades. Arriano basó su famosa Anábasis en los escritos, hoy perdidos, de Tolomeo. Tolomeo hizo su historia de Alejandro teniendo a su disposición el diario oficial del ejército, y además tenía contacto en primera persona con los acontecimientos y con los actores. Luego de Arriano le siguen en importancia Plutarco, Quinto Rufo Curcio y Diodoro Sículo. Los estudios arqueológicos han aportado también numerosos datos.
La lectura de las fuentes antiguas es muy interesante y las recomiendo. Están muy bien escritas y es muy agradable leer textos tan antiguos. Eso sí, recomiendo hacerlo luego de leer a los historiadores modernos como Hammond, Mary Renault, Robin Lane Fox, Peter Green, Bosworth, etc. Hay para elegir una enorme variedad. Muchos relativizan los logros de Alejandro, no todos son tan Alejandristas como Hammond, Fuller y yo
Las novelas históricas más conocidas sobre Alejandro: la del archi-conocido Valerio Massimo Manfredi, la de Gisbert Haefs y la mismísima Mary Renault escribió soberbias novelas.
Un documental imprescindible: In the footsteps of Alexander the Great de Michael Wood hecho por la BBC en 1998. Una joya. Hasta hoy, el mejor documental histórico que vi. Aquí se puede ver pero es muy largo por lo que recomiendo conseguirlo completo y verlo más cómodo en un televisor.
Sitios Web recomendados donde encontrarán muchísima información:
Específicamente sobre los autores:
- En “Historialago.com”, el portal personal de José Ignacio Lago hay una reseña muy bien comentada.
- En “Alexander the Great on the web ” hay una lista muy extensa de libros.
Sobre las ciudades que fundó Alejandro:
Sobre la tumba de Alejandro: