En la última historia de Pegāna conocimos el ojo en el desierto, más allá de los siete desiertos que existen pasada Bodrahan, la ciudad donde terminan las caravanas. Hoy viajaremos por fin más allá incluso de ese lugar, hasta donde nadie nunca ha llegado y donde mora la Cosa que no es dios ni bestia. Sí, yo también creo que Lord Dunsany tomaba… cosas. En fin, que quienes disfrutáis con estas oníricas historias lo hagáis también con ésta.
DE LA COSA QUE NO ES DIOS NI BESTIA
Viendo que la sabiduría no está en las ciudades ni la felicidad en la sabiduría, y porque Yadin el profeta estaba predestinado por los dioses antes de nacer a viajar en busca de sabiduría, siguió a las caravanas hasta Bodrahan. Allí, por la noche, donde descansan los camellos, cuando el viento diurno escapa hacia el desierto suspirando entre las palmeras sus últimos adioses y las caravanas se quedan en silencio, envió su plegaria con el viento para que viajase hasta el desierto, llamando a Hoodrazai.
Y con el viento viajó su plegaria, suplicando: “¿Por qué los dioses permanecen, y juegan a su juego con los hombres? ¿Por qué no ceja Skarl su tamborileo, ni MANA deja de descansar?”, y el eco de los siete desiertos respondió: “¿Quién sabe? ¿Quién sabe?”
Pero allí fuera, en la desolación, más allá de los siete desiertos donde Ranorada se alza enorme en la penumbra, su plegaria nocturna fue escuchada; y desde el límite del desierto a través del que había viajado su plegaria aparecieron tres flamencos volando, y sus voces dijeron: “¡Al sur, al sur!”, con cada batir de sus alas.
Pero, mientras pasaban sobre el profeta, parecían tan frescos y libres, y el desierto tan cegador y ardiente, que él alzó sus brazos hacia ellos. Y le hizo feliz volar, y agradable el seguir a las grandes alas blancas, y se encontró a sí mismo en el cielo, volando con los tres flamencos, en el aire fresco sobre el desierto, y sus voces exclamaban junto a él: “¡Al sur, al sur!”, y el desierto bajo sus pies murmuraba: “¿Quién sabe? ¿Quién sabe?”
A veces la tierra se alzaba hacia ellos en forma de picos de montañas, a veces se desplomaba en empinados barrancos, ríos azules les cantaban mientras pasaban sobre ellos, y suavemente les llegaba la canción de brisas en viñedos solitarios, y muy lejos el mar cantaba poderosas canciones sobre antiguas islas olvidadas. Pero parecía que en todo el mundo no había otra cosa que el viaje al sur.
Parecía que, desde alguna parte, el sur estaba llamando a los suyos, y que ellos viajaban al sur.
Pero cuando el profeta vio que habían sobrevolado el borde de la Tierra, y que lejos hacia el norte estaba la Luna, se dio cuenta de que no estaba siguiendo a pájaros mortales, sino a extraños mensajeros de Hoodrozai, cuyo nido estaba en uno de los valles de Pegāna bajo las montañas sobre las que se sientan los dioses.
Aun así, siguieron viajando hacia el sur, pasando sobre todos los Mundos y dejándolos al norte, hasta que sólo Araxes, Zadres e Hyraglion estaban todavía al sur, desde donde la gran Ingazi parecía sólo un punto de luz, y Yo y Mindo no podían siquiera verse.
Y aun entonces siguieron viajando hacia el sur hasta atravesar bajo el sur y llegar hasta el Borde de los Mundos.
Allí no hay sur ni este ni oeste, sólo norte y Más Allá; sólo hay norte, donde están los Mundos, y Más Allá, donde está el Silencio, y el Borde es una masa de rocas que nunca fueron usadas por los dioses cuando hicieron los Mundos, y sobre él estaba sentado Trogool. Trogool es la Cosa que no es dios ni bestia, que no aúlla ni respira, sólo pasa las páginas de un gran libro, blanco y negro, blanco y negro para siempre hasta EL FIN.
Y todo lo que se escribirá en ese libro es todo lo que fue.
Cuando Él pasa una página negra es de noche, y cuando pasa una página blanca es de día.
Porque está escrito que hay dioses – por eso los dioses son.
Y también está escrito sobre ti y sobre mí, hasta la página en la que nuestros nombres ya no están escritos.
Y mientras el profeta observaba, Trogool pasó de página — una negra, y la noche terminó, y el día brilló sobre los Mundos.
Trogool es la Cosa que los hombres de muchos lugares han llamado por muchos nombres, es la Cosa que se sienta tras los dioses, y cuyo libro es la Cuenta de las Cosas.
Pero entonces Yadin vio que los días del pasado en su memoria eran ocultados por las páginas que la Cosa iba pasando, y supo que para uno cuyo nombre ya no está escrito la última página había sido pasada para siempre mil páginas atrás. Entonces entonó su plegaria frente a Trogool, que sólo pasa las páginas y nunca responde a las plegarias. Oró frente a Trogool: “Pasa tus páginas hacia atrás hasta el nombre ya no está escrito, y muy lejos, sobre un lugar llamado Tierra, se alzarán las plegarias de un pequeño pueblo que aclamará el nombre de Trogool, porque hay un lugar muy lejano en el que los hombres rezarán a Trogool.”
Entonces habló Trogool, que pasa las páginas y nunca responde a las plegarias, y su voz era como los murmullos del desierto por la noche, cuando los ecos se han perdido ya. “Aunque el tornado del sur tirase con sus manos de una página que ya ha sido pasada, no podría jamás volver a pasarla hacia atrás.”
Entonces, porque había palabras escritas en el libro que decían que así sería, Yadin se encontró de nuevo en el desierto, donde alguien le dio de beber, y después lo llevó en camello a Bodrahan.
Allí, algunos dijeron que simplemente había tenido un sueño cuando la sed lo acosó mientras vagabundeaba entre las rocas en el desierto. Pero algunos ancianos de Bodrahan dicen que, en verdad, en alguna parte se sienta una Cosa llamada Trogool, que no es dios ni bestia, que pasa las paginas de un libro, blancas y negras, blancas y negras, hasta que llegue a las palabras: Mai Doon Izahn, que significa El Fin Por Siempre, y entonces libro y dioses y mundos dejarán de existir.
The Los dioses de Pegāna – De la Cosa que no es dios ni bestia by Pedro Gómez-Esteban, unless otherwise expressly stated, is licensed under a Creative Commons Attribution-Noncommercial-No Derivative Works 2.5 Spain License.
{ 4 } Comentarios
Apoyo la opinión de Pedro, este tío se tomaba cosas. La pregunta es, ¿qué cosas? ¡Yo también quiero!
Pues a mí esta parte es de las que más me han gustado.
No, si al final me va a gustar el Dunsany este…
Me gustaría saber, que es lo que fumaba el Dunsany ese.
Gracias por seguir dedicándole tiempo a estas traducciones Pedro, disfruto mucho la lectura de estos cuentos.
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