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Música y Ciencia – 14 ¿Adónde hemos llegado?

Con esta pregunta terminábamos el artículo anterior de esta serie sobre Música y Ciencia. Pues bien, hemos llegado a una situación donde, por un lado, mientras la ciencia nos viene proporcionando una visión completamente nueva acerca de cómo funciona el cerebro, cómo se desarrolla y qué relación hay con la música, mostrándonos así un camino antes insospechado para la educación, mientras todo ello ocurre tenemos, por otro lado, y como si fuese algo sin relación alguna, un público dividido por una barrera casi infranqueable. Esta afirmación no viene a reiterar un tema al cual ya le he dedicado suficiente espacio, sino que hago esta acotacióna fin de señalar otros hechos.

 

La falta de información, en cualquier terreno, es un hecho grave. Es tan grave que permite orientar a voluntad la opinión pública. Cuando una sociedad entera cree que la información que recibe con insistencia cada día es la verdad absoluta, la gran mayoría comienza a comportarse en forma dirigida por esas mismas informaciones. Respecto a la música, lo que llama más la atención es cómo se podrían objetar las preferencias, no tanto subjetivamente, sino más bien desde el punto de vista de la psicología del marketing empresarial. Si yo fabrico determinados productos y consigo inundar el mercado con ellos, al poco tiempo el público irá olvidando casi todos los demás productos por falta de oportunidades para comparar. Las ventas serán seguras por la monopolización del mercado. Una vez alcanzado ese objetivo, si alguien tuviese una idea tan estrafalaria como preguntar si será verdad que todos estamos consumiendo productos de alta calidad, esa persona sería vista como una rareza.

Si todos los medios, la TV, las emisoras de radio, los diarios y revistas, las editoras de CDs y DVDs, los grandes shows para multitudes, todo, absolutamente todo, demuestra hasta mediante estadísticas “cuál es” la música preferida por todos, parecería una verdad incontestable. Tan incontestable como que hay millones de personas que, por simple ignorancia, creen que ese tipo de música que siempre se escucha es “la música” y ni imaginan que exista algo diferente para escuchar.

Y si un día esas personas descubriesen ese “algo diferente” – quizá siendo ya adultos – tendrían grandes dificultades para entender esa nueva experiencia. Y lo más probable es que digan que no les gusta. Ésta es una de las divisiones más grandes del público, y no sería inteligente negar un hecho real.

 

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La Biografía de la Vida 08. El metabolismo constructor

En entradas anteriores hablábamos de cómo en una Tierra cambiante apareció la Vida a partir de una química elemental, concretándose en unos pequeños pero eficientes organismos, las bacterias. Hablábamos también de que los seres vivos necesitan energía y materia prima para sobrevivir. La primera parte de esta pareja de necesidades quedó explicada en la entrada anterior de esta serie sobre La Biografía de la Vida, en la que presentamos cómo los seres vivos son capaces de empaquetar energía externa para sus usos metabólicos. Hoy nos toca hablar de la otra cara de la moneda: el metabolismo.

El metabolismo nació cuando las proteínas entraron en escena asumiendo la función de catálisis que les cedió el ARN. Con las naturales mutaciones de los genes que las expresaban se iba incrementando el panel de proteínas disponibles. Las cuales irían colaborando unas con otras, iniciándose así un rudimentario metabolismo, que por el método de éxito-error se fue decantando hacia aquellas relaciones que fueran más eficientes. Hasta consolidarse las rutas metabólicas que hoy conocemos.

Ya sabemos por entradas anteriores cómo las primeras protobacterias prosperaron en medios con temperaturas casi de ebullición, con presiones inmensas y en chimeneas submarinas que escupían azufre, arraigadas en lo más primitivo y profundo del árbol de la Vida.

Hoy en día existen algunas bacterias de metabolismo muy simple y primitivo, que para construir sus organismos utilizan un ciclo anabólico que coincide en su base con el usado generalmente por la mayoría de los organismos para conseguir la energía y las biomoléculas que precisan. Lo más habitual es hacerlo a través del llamado ciclo de Krebs, del que hablaremos dentro de poco, aunque las primitivas bacterias de las que hablamos lo hacían girar al revés: es conocido como el ciclo inverso del ácido cítrico. Algunos científicos, como Harold J. Morowitz, piensan que una versión muy simplificada de este proceso pudo ser una opción metabólica posible en las condiciones prebióticas de la Tierra, cuando se constituyó como un motor autónomo de la síntesis de todos los precursores bioquímicos: el ciclo inverso del ácido cítrico, en sus formatos más iniciales y sencillos, sería la hoja de ruta que utilizaban los primeros seres autótrofos, aquellos que se buscan la vida por ellos mismos y no necesitan de los demás, para crear pequeñas biomoléculas a partir del CO2 y el agua.

La idea está fundamentada, ya que existen hoy en día ciertas bacterias como la termofílica y autotrófica Aquifex-Hidrogenobacter, uno de los linajes más antiguos de estos seres, que utilizan el ciclo inverso del ácido cítrico para sintetizar los polímeros orgánicos más esenciales a partir del CO2. Y lo sorprendente es que este ciclo, y sus redes de polímeros secundarios, son autocatalíticos, de forma que sus subproductos incrementan la eficacia de su propia síntesis. Algo así pudo ser el principio del metabolismo.

Con posterioridad todo se hizo más complejo. El ciclo inverso del ácido cítrico tomó su giro habitual, dando lugar al ciclo de Krebs, y apareció una nueva rueda metabólica, el ciclo de Calvin. Ambos son sofisticados ciclos autocatalíticos formados por cadenas de moléculas orgánicas que se van dando la mano para volver al punto de partida. Vamos a analizar a ambos.

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Computador Mágico – Anexo B: Sobre las ferritas y otras memorias de ordenador obsoletas

La serie “El computador mágico” está disponible también en forma de libro.

Como sabéis, J está escribiendo una magnífica serie sobre cómo construir un computador (lo que yo siempre ha llamado un ordenador, que al fin y al cabo yo soy de los que estudió francés como “Idioma Moderno” en mi lejanísimo Bachillerato). Lo está haciendo según una aproximación “bottom-up”, es decir, desde sus componentes más fundamentales (transistores, unidades de memoria, etc), hasta llegar, algún día, a su Sistema Operativo, sus Aplicaciones, etc.

En este camino nos ha hablado ya de cómo se construyen los bloques de memoria, los biestables, que son capaces de almacenar un bit de información: un cero o un uno, dependiendo de que su salida tenga un determinado voltaje o no, y cómo construir memorias de ordenador con ellos. Y yo, a pesar de llevar 40 años en la profesión, estoy disfrutando como un enano con sus explicaciones… ¡y aprendiendo!

Sí, sí, aprendiendo. A mí nadie me explicó estas cosas en mi lejana Carrera, en aquellas asignaturas de “Informática Básica” que se daban en Primero y Segundo de Carrera, la que empecé en 1972… Y no me las explicó nadie simplemente porque muchas no estaban inventadas, o, al menos, los ordenadores que entonces existían todavía no usaban biestables ni transistores ni nada de lo que se usa hoy en día para almacenar los bits. La escasa y carísima memoria principal de los ordenadores de entonces era de ferritas. Y ésas sí que me las explicaron, con pelos y señales… Supongo que la gran mayoría de vosotros, jóvenes lectores, ni siquiera habéis oído hablar de que hubiera algo llamado “ferrita” que funcionaba como memoria de ordenador.

Entonces, como J acaba de hablar de registros y memoria, dedicaremos este artículo, dentro de su serie de Computador Mágico, a hacer arqueología informática: explicar cómo funcionaban esas memorias de ferrita que dominaron la tecnología de los computadores durante veinte años, y sin las cuales, os lo aseguro, no se entendería el estado actual de la informática.

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¿De qué están hechas las cosas? – (III) Configuraciones electrónicas

Como bien ya sabemos, el mundo está construido por átomos, que son a lo que llegamos si cortamos y cortamos y cortamos cualquier pedazo de materia muchas veces.  Estos átomos se unen de diversas formas para formar compuestos. Las propiedades de un compuesto –esto es, si va a ser líquido o sólido a temperatura ambiente, o si se va a romper cuando le dé un martillazo- dependen de cómo se unen los átomos, lo que a su vez depende de cómo se disponen los electrones en su interior.

Los átomos están compuestos por un núcleo, con protones y neutrones, y por unos electrones dando vueltas a su alrededor. Recuerda que el número de protones es lo que le da nombre al átomo, por lo tanto podemos hablar de “núcleos de helio” o “nucleos de platino”. Alrededor del núcleo danzan los electrones.

Los electrones se sitúan en “casas” que hemos llamado orbitales. Los orbitales son las respuestas matemáticas a una ecuación de mecánica cuántica, y, en la práctica, son bastante pocos, pero muy importantes en química, porque nos explican cuáles son las reglas del juego.

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La Biografía de la Vida 07. Rudimentos de gestión energética

En la entrada anterior de esta serie sobre La Biografía de la Vida hablábamos sobre el escenario del nuevo eón, el Arcaico, y de cómo en este escenario comenzaban su andadura unos organismos ya perfectamente estructurados y que aún dominan el mundo actual: las bacterias. En la entrada de hoy comenzamos a desmadejar el código común de conducta metabólica que inventaron aquellos diminutos seres, y que comparten ballenas, secuoyas y levaduras.

Para empezar a andar nos preguntaremos: ¿cómo es este manual de conducta universal?

Planteada esta cuestión merece la pena hacer una aproximación teórica a lo que son los procesos metabólicos, con la intención no sólo de disfrutar del conocimiento, sino también de admirarse con la compleja sabiduría de la naturaleza. En su desarrollo, más que una serie cronológica, despiezaremos los eslabones del proceso químico. Todo ello seguramente nos llevará más de una entrada de esta serie.

En el inicio del camino metabólico se colocan aquellos seres que recogen sus necesidades, básicamente CO2 y H2, directamente del mundo inorgánico, son los autosuficientes; llamamos a estos seres autótrofos. No les quedó más remedio, ya que no había nada más que la química exterior de donde aprovisionarse. Todos ellos llevan en el bolsillo una guía metabólica cuyo núcleo está constituido por unas 500 pequeñas moléculas (en fin… relativamente pequeñas… todo lo pequeño que se pueda ser con 200 protones organizados), las mismas en todos ellos. Necesitaban energía, y la encontraron en la sencilla química de las reacciones de oxidación y reducción: las reacciones redox indisolublemente unidas, ya que si hay una oxidación es porque a la vez se ha dado una reducción, y viceversa. Para imaginar mejor las bases de los procesos metabólicos que manejan la energía, nos pararemos un poco en la explicación de este tipo de reacciones.

El motor de la Vida se encuentra en la energía de los electrones, en cómo se mueven. Hay elementos químicos que están hambrientos de ellos, mientras que otros prefieren perderlos de vista. Todo depende de qué es lo que tienen que hacer para que su configuración química se asemeje a la de un estable gas noble: o quieren electrones, como el oxígeno que está a dos pasos del neón, o quieren deshacerse de ellos, como el litio, que con un paso atrás se iguala al helio. No es que se transmuten en un gas noble, tan sólo lo hace su configuración electrónica pasando a ser iones positivos o negativos. En los ejemplos anteriores O2- y Li+. No os horroricéis los físicos, pero no me puedo resistir a plantear una sencilla regla nemotécnica que refleja los dos procesos: como el oxígeno ha “reducido” la carga eléctrica -ahora es más negativa-, diremos que se ha reducido mientras que el litio diremos que se ha oxidado, aprovechando la fama real que tiene el oxígeno de acaparar electrones (en este caso bien pudo aprovechar de dos átomos de litio para formar el Li2O). Esto nos da una pincelada con la que entendemos mejor lo que queríamos decir en la primera entrada de la serie,[1] cuando hablábamos de la atmósfera terrestre reductora, con CH4, NH3, SH2 y H2O (el hidrógeno regalando su electrón) o de la oxidante, con CO2, O2, SO2 y H2O (el oxígeno chupándolos). Dicho todo lo anterior nos hemos de quedar con la idea fundamental de que los electrones son los motores energéticos, y por tanto sabemos que quien los obtenga, reduciéndose, se habrá cargado de energía. En cambio, el que se oxida la ha liberado. Está claro que el juego de la energía está en el alma de las reacciones redox.

El oxígeno toma dos electrones para asemejarse al neón

Dicho lo anterior, volvemos a nuestros primitivos autótrofos. Realmente fueron pertinaces en la búsqueda de energía. La encontraron por doquier, unos la vieron en los enlaces químicos de algunas moléculas inorgánicas y otros en la posibilidad de aprovechar la energía de las ondas luminosas. Pero, ¿cómo arrancarla de sus portadores? Y dado que los procesos de alimentación y de metabolización no son coincidentes en el tiempo, ¿cómo almacenarla para cuando hiciera falta?

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  1. Enlace a la primera entrada de la serie, 01 “Hadeico”. []

Computador mágico XVIII – Registros y memoria

La serie “El computador mágico” está disponible también en forma de libro.

En el último artículo de la serie presentamos un primer ordenador rudimentario:

  • Un estado almacenado en unos cuantos biestables.
  • Un circuito combinacional de realimentación que calculaba el estado siguiente a partir del estado actual y las entradas.
  • Una señal de reloj que pasaba el cálculo de “estado siguiente” al interior de los biestables de forma síncrona.
  • Y una etapa de salida combinacional que calculaba lo que mostrar al usuario en función del estado de los biestables.

Pero, si os acordáis, nos molestaba bastante tener que cambiar un montón de cosas cada vez que teníamos que cambiar el algoritmo que estaba ejecutando el computador, así que nos inventábamos la arquitectura de von Neumann para separar el hardware de la máquina del algoritmo que ejecutaba, al que llamamos software.[1]

A eso es a lo que dedicaremos los próximos capítulos, pero para poder llegar a ella de forma fácil tenemos que dedicar un par de artículos a algunos elementos accesorios. Así, cuando lleguemos a explicar la arquitectura de von Neumann en sí misma, no necesitaremos detenernos en estos elementos, porque los tendremos dominados.

 

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  1. Obviamente no nos lo inventábamos nosotros, se lo inventó von Neumann. []

Música y Ciencia – 13 El contenido emocional.

En años recientes se vienen desarrollando investigaciones acerca de los procesos cerebrales vinculados a la práctica musical. Así es como se nos vienen revelando importantes secretos, y será acerca de ello que hablaremos ahora.

En el artículo anterior de esta serie sobre Música y Ciencia planteábamos las últimas consecuencias de un género de música que la mayor parte del público de hoy no entiende. Hoy derivaremos aquel planteamiento hacia otras ciencias: la psicología y la neurología.

Comenzaremos por la psicología. Está claro que si alguien “no entiende” la música que escucha se pueden invocar desde factores educativos hasta emocionales. Acerca de ambos factores hay grandes discusiones, donde suele predominar una desviación hacia la valoración subjetiva de las formas de expresión, es decir, hacia el contenido emotivo, admitiéndose incluso la existencia de valores estéticos capaces de emocionar. La concepción esteticista tuvo gran auge durante los primeros años del siglo pasado, y aún sigue vigente en la actualidad, pero tiene raíces muy hondas en la historia, por ejemplo en el siglo XVIII, pero también se remonta hasta la época de Pitágoras y otros filósofos, para quienes la importancia de las proporciones era fundamental en el arte. Sin embargo, muy poco se sabe acerca de cuáles son los mecanismos mentales que producirían la emoción frente al arte, y hay que resaltar que cuando la psicología encara este tema prescinde, y muy necesariamente, de todo juicio valorativo acerca de juzgar como “bueno” o “malo” cualquier concepto estético y su resultado emocional. La emoción en el arte, y la valoración de su origen en una obra, fue desde siempre motivo de controversias, y es casi lógico que así sea, pues es un tema que parece huir del campo de la ciencia.

¿La música tiene algún contenido emocional que la ciencia pueda estudiar?

En la Universidad Jyväskylä de Finlandia se realizaron algunos experimentos – cuyos resultados volveré a mencionar hacia el final de este artículo – que sugieren una relación entre las reacciones afectivas que la música puede provocar, las formas en que se la utiliza como herramienta para regular las emociones, y cómo ello en conjunto puede depender mucho de las preferencias musicales de las personas. Estos experimentos no son concluyentes en el tema y solamente tratan empíricamente algo ya conocido de antemano, aunque es cierto que aclaran un punto: escuchar música no es un acto pasivo, sino una experiencia que parecería estar fuertemente ligada a lo que nos pueda evocar sobre nuestra vida afectiva.

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La Biografía de la Vida 06. Entramos en el eón Arcaico

Por fin llegamos a un nuevo eón, el Arcaico, con la Vida ya organizada tal como lo estuvimos presenciando en las entradas anteriores de esta serie sobre La Biografía de la Vida. A partir de ahora vamos a empezar a movernos con organismos perfectamente estructurados, las bacterias, y sus manuales de funcionamiento. En esta entrada haremos una introducción general sobre estos seres vivos elementales, los primeros, y hablaremos acerca del escenario por donde se movían hace la friolera de entre 3.800 y 2.500 millones de años… es decir, a lo largo del eón Arcaico.

El nombre Arcaico proviene del griego antiguo “Αρχη”, que significa “comienzo, origen”. También a este eón se le conoce por el nombre de Arqueozoico, es decir “comienzo de la vida” (zoicos, vida en griego). Abarca el 29% de la edad de la Tierra y es un periodo lleno de acontecimientos: recoge el testigo del Hadeico y lo consolida, dejando el escenario con todos los elementos para la representación teatral que hoy conocemos. En él se asienta la riqueza de las vías metabólicas, y por tanto dedicaremos una explicación teórica sobre ello.

Al comenzar el periodo, la Tierra aún estaba saliendo del episodio del bombardeo tardío, iluminada por un sol pálido, con una dinámica tremenda en la que juegan mares de agua, episodios magmáticos y pequeñas cortezas solidificadas. La vida, casi con toda seguridad, había empezado a experimentar en aguas someras o en venteos hidrotermales submarinos. De cualquier forma, se tratarían de bacterias primitivas.

Al finalizar el Arcaico la Tierra se habrá convertido en un cuerpo estable con grandes continentes surgiendo de un mar tibio, colonizado desde hacía más de mil millones de años por bacterias fotosintéticas que prepararon el siguiente salto evolutivo de la Vida.

No son muchas las rocas que se conservan de este eón, de gran actividad geológica, que han tenido que sufrir hasta hoy más de 2.500 millones de años de ciclos de erosión y sedimentación, presión y subducción, fusión y vulcanismo, solidificación y plegamiento. Y vuelta a empezar. En realidad, sólo el 0,5% de las tierras de hoy en día corresponden a aquella época.

Distribución actual de rocas procedentes del Arcaico

El motor de este tejer y destejer son las tensiones energéticas que en cada momento tiene el conjunto del planeta, su magma y su corteza. A comienzos del Arcaico el flujo de calor de la Tierra era casi tres veces superior al que tiene hoy y el doble que a principios del siguiente eón, el Proterozoico (hace 2.500 millones de años). Se contaba, por tanto, en esta era con un buen motor para la formación y deformación de la litosfera.

Centrémonos en el manto magmático. En él se darían zonas con distintas temperaturas. En los puntos calientes del magma las fuertes corrientes convectivas ascendían con más energía y más materia, por lo que sería fácil que en algunas zonas más frías de la superficie se fuera acumulando suficiente cantidad de material como para formar un germen de corteza estable, que progresivamente se iría enfriando con relación a su entorno, favoreciendo su crecimiento que iría así modelando una isla de roca. En estos puntos se formarían grandes cúpulas de materia enraizadas en el manto fundido.

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La tabla periódica VIII – El grupo del boro.

Volvemos de nuevo con un artículo de esta serie sobre la Tabla Periódica para seguir atacando la tabla periódica. La última vez hablamos de los metales alcalinotérreos, esta vez daremos un gran salto en la tabla periódica, nos saltaremos todos los metales de transición y nos situaremos en el grupo numero trece, el grupo del boro.

El grupo 13 o grupo del boro está formado por, obviamente, el boro (B), el aluminio (Al), el galio (Ga), el indio (In) y el talio (Tl). Todo lo que os contaba de los metales de las dos primeras columnas es algo ya muy distante, no sólo nos encontraremos metales bastante menos reactivos sino que por primera vez nos toparemos con un elemento no metálico, el que da el nombre a la columna, el boro.

Este grupo también recibe el nombre de elementos térreos, aunque no es muy usado.

Además de situarnos ya en la frontera entre metales y no metales, nos encontraremos una gran diferencia ya respecto a las otras columnas: los electrones externos ya no ocupan los orbitales s únicamente, ahora serán orbitales s y p. Esto seguirá así ya hasta el extremo derecho de la columna. Hablé de los orbitales p en el artículo III de la serie, si hacéis memoria recordaréis que estos orbitales no son esféricos como los s, los cuales son muy sencillos y solo permiten 2 electrones, estos tienen la forma de la imagen a continuación y permiten 6 electrones en total, 2 en cada orientación.

Orbitales p. Sacado de la Wikipedia.

La aparición de los orbitales p hace que la química de estos elementos que están por explicar varíe mucho respecto lo visto hasta ahora, y que estos tengan un comportamiento mucho más diverso. Sigue leyendo ›

El euro: Portugal

Esto casi se está acabando, estimado lector. En el presente artículo vamos a visitar el último país de esta serie que pertenece a la Unión Europea. En los dos siguientes nos encontraremos en situaciones parecidas a la de Mónaco: usan el euro, pero fuera de la Unión. Pero centrémonos en lo que toca ahora: después de haber estudiado a fondo las monedas de los Países Bajos, acerquémonos hasta la República Portuguesa.

mapa

Localización de la República Portuguesa en Europa. En verde clarito, la Unión Europea. (NuclearVacuum/Creative Commons Attribution-Share Alike 3.0 Unported)

El país

banderaescudoLa República Portuguesa ocupa el rincón sudoccidental de la península ibérica,[1] haciendo frontera con España al norte y este y abriéndose al océano Atlántico por el sur y oeste. También son portuguesas las islas de Madeira, en África —al norte de nuestras Canarias— y el archipiélago de las Azores,[2] en medio del océano Atlántico Norte, además de algunas islas e islotes frente a las costas del territorio continental.

Como simple curiosidad, aunque hoy nos parezca algo de otra época, existe un litigio fronterizo —no reconocido por España— entre España y Portugal: ambos países sostienen que el municipio de Olivenza[3] les pertenece. Hoy Olivenza está administrada por la provincia de Badajoz (España), desde la firma del Tratado de Badajoz de 1801. Ciertos sectores de Portugal, no obstante, consideran que dicho tratado ha quedado anulado por el incumplimiento de sus términos por España, al invadir ésta Portugal en el año 1807. Hoy, ninguno de los dos gobiernos da importancia alguna a este conflicto —España, de hecho, ni siquiera reconoce que exista un conflicto—, pero sí ha tenido sus consecuencias. Por ejemplo, en el año 1994, el gobierno de Portugal rechazó una propuesta española de construcción de un puente internacional sobre el río Guadiana, que uniera Olivenza y Portugal: para el gobierno portugués, aceptar este acuerdo internacional hubiera supuesto admitir la soberanía española sobre Olivenza, por lo que reclamó que tal obra sería una competencia exclusivamente portuguesa. Años después, el puente sí se convirtió en una realidad, pero enteramente construido y financiado por Portugal. En cualquier caso, el hecho es que en la actualidad Portugal ha dejado de reclamar activamente su soberanía sobre Olivenza, si bien nunca ha reconocido oficialmente que pertenezca a España.

Pero averigüemos más sobre este hermoso país. Portugal, cuya capital es Lisboa, es una república parlamentaria, siendo su jefe de Estado un presidente —Aníbal António Cavaco Silva, desde 2006— y su jefe de Gobierno un primer ministro —desde 2011, Pedro Passos Coelho—. En cuanto a la organización territorial del país, es complicadísima. La división de Portugal está basada en 308 municipios,[4] divididos en más de 4000 freguesias, algo así como «parroquias» o «distritos». De ahí para arriba, el asunto es un caos: coexisten las provincias tradicionales, abolidas oficialmente en 1976 pero aún presentes en la vida diaria, junto con los distritos, en vías de desaparición, y los NUTS III europeos o subregiones, y las fronteras de unas y otras divisiones no suelen coincidir. En la práctica, dependiendo del objetivo —estadístico, electoral, administrativo…—, se emplean unas divisiones u otras.

Portugal entró en la Unión Europea a la vez que España, en el año 1985. Igual que España, la República Portuguesa había estado bajo un régimen dictatorial hasta 1974 —con António de Oliveira Salazar primero y, desde 1968, con Marcelo Caetano—, lo cual constituía un factor excluyente de la entonces Comunidad Económica Europea. Sigue leyendo ›

  1. Sí, «península ibérica» va con minúsculas, según la Ortografía de 2010. []
  2. En portugués: Açores. []
  3. En portugués: Olivença. []
  4. En portugués: concelhos. []