En la anterior entrada nos habíamos paseado por el periodo Carbonífero, lo que nos permitió conocer su geología, climatología y flora. Hoy continuamos en él, época en la que tenemos constancia fehaciente de que un animal inicia el vuelo por primera vez, lo que nos incita a ampliar la visión del mundo de los insectos. Debo advertir que, una vez más en esta serie sobre la Biografía de la Vida, en la misma entrada nos asomaremos a varios periodos geológicos, además del que le corresponde cronológicamente.
La primera mención a los insectos la hicimos en la entrada número 19 que titulamos “Los filos del Cámbrico” cuando anunciábamos cómo una de las ramas del árbol de los artrópodos iba a desembocar en esta clase del filo hexápodo. En la entrada número 29 dedicada al Silúrico empezábamos a desvelar el misterio al hablar de cómo un artrópodo de agua salada, un decápodo, se habituó hace unos 470 millones de años a un entorno de agua dulce al transformarse en un branquiópodo, para después dar el salto a la tierra seca inaugurando la saga de los hexápodos hace unos 420 millones de años. Con posterioridad, en la entrada 31 que habíamos titulado “El devónico: la edad de los peces” comentábamos cómo en el yacimiento escocés de Rhynie Chert se encontraron fósiles de los primeros hexápodos terrestres conocidos, de inicios del período Devónico hace alrededor de 410 millones de años.
En este capítulo intentaremos hacer un breve repaso de su historia evolutiva.
El primer escalón en la diversificación de los hexápodos hacia los insectos se basa en la situación de las piezas bucales, si están en el interior del cuerpo o en el exterior. Los insectos son de estos últimos. El siguiente elemento diferenciador, ya dentro de la clase Insecta, es la forma en que articulan las mandíbulas, si con una única rótula o con doble. De ahí pasamos a la aparición de las alas, con todas sus modalidades. Los insectos alados más ancestrales no podían doblar las alas sobre el abdomen. Con posterioridad la morfología de estos apéndices se hizo muy diversa, pudieron doblar las alas, las pudieron arrugar, perdieron un par, convirtieron el primer par en protección quitinosa del segundo… La penúltima conquista, aunque surgió casi a la par de la aparición de las alas, fue la metamorfosis con la que mediante la diversificación fenotípica conseguían los nichos más adecuados para cada etapa vital del insecto. La última y más tardía evolución fue más bien una conquista social que orgánica: algunos insectos, como las abejas o las termitas, se vuelven gregarios.
No todo sucedió en el Carbonífero, pero su historia a lo largo de este periodo es una buena excusa para profundizar en el camino de los insectos.
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