Este artículo será un tanto diferente a los anteriores, de esta serie en donde recorremos las diferentes concepciones del tiempo. Digo esto porque, ya después de haber hablado de las reflexiones de Kant sobre el tiempo subjetivo, entramos en una etapa donde la ciencia experimenta un desarrollo exponencial, y donde la problemática de qué es el tiempo se manifiesta en casi todas las disciplinas científicas.
Recuerda que estás en una bitácora de El Tamiz, cuyo lema es “Antes simplista que incomprensible“. Si eres físico o químico, las simplificaciones que vas a leer te pueden exasperar un poco — éste es un artículo de divulgación.
En la física del movimiento y sus causas -Dinámica- las leyes de la naturaleza funcionan tanto si el tiempo transcurre “hacia adelante” como también si lo hiciera “hacia atrás”, es decir que son simétricas y reversibles en el tiempo. Si filmamos un choque entre dos partículas, o la órbita de un planeta entorno a su sol, y pasamos la película al revés, notaremos que las trayectorias están invertidas, lo cual es totalmente coherente para la física: no hay nada que nos indique que el tiempo está trascurriendo en sentido contrario. Si las leyes de la naturaleza no distinguen entre el pasado y el futuro, entonces ¿por qué notamos que el tiempo fluye en un sentido y no en otro? ¿De dónde sale esa asimetría del tiempo? ¿Por qué recordamos el pasado pero no el futuro?
A los acontecimientos físicos que no distinguen una “flecha del tiempo”, se los llama reversibles. Pero sin esfuerzo nos damos cuenta que no todos los procesos son reversibles, como el envejecimiento, mezclar café con leche, romper un huevo, etc. Si viéramos una película que comienza con un huevo roto y esparcido sobre el suelo, que se eleva, se reconstruye a sí mismo y acaba en una mesa, nos percataríamos de que el tiempo está ‘invertido’ y que ese acontecimiento no puede ocurrir en la realidad. Mas ¿y por qué no?, ¿qué es lo que impide que eso ocurra?
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