Biografía de lo Humano 10: Los inicios de la simbología
En la primera entrada de esta serie sobre la Biografía de lo Humano, explicábamos cómo la Consciencia racional del hombre, lo que nos hace humanos, está soportada por la conjunción de tres factores: el conjunto mente-cerebro, del que hemos hablado en las últimas entradas; la socialización, de la que algún matiz aportábamos en la entrada dedicada a la evolución de la anatomía femenina, y surgirán más perspectivas del tema cuando, más avanzada la serie, recorramos cronológicamente el camino andado por el Homo; y, por fin, el simbolismo-lenguaje. A partir de esta entrada vamos a fijar nuestra atención en este último aspecto de la terna.
La importancia de la simbología es evidente. Ya hemos comentado que el ser humano aparece con la cualidad “esencia humana” cuando un individuo -o varios, en diversas partes del planeta- se sabe existente y único, es consciente de la realidad de su individualidad y es capaz de razonar e imaginar, previendo cosas aún inexistentes gracias a su experiencia, su memoria biográfica. Una historia de percepción progresiva, y al final consciente, de la propia individualidad y de registro de las experiencias vividas en los marcos temporal y geográfico. Pues bien, la simbología ayudó de forma decisiva a realzar la emergencia y afianzamiento de estas tres abstracciones, de ahí su trascendencia.
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Pinturas realizadas con la técnica de negativo de manos, en la argentina Cueva de las Manos, a las que hay que suponer un claro propósito simbólico (Wikimedia, CC BY-SA 3.0)