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Biografía de lo Humano 07: Teoría sobre la evolución de la consciencia




En la entrada anterior de esta serie sobre la “Biografía de lo Humano“ completamos el breve relato sobre el órgano que soporta nuestras capacidades intelectuales, el encéfalo. Hoy vamos a empezar una singladura por mares procelosos. Así me siento cuando me enfrento a la pregunta de cómo pudo ser la aparición del pensamiento consciente y racional en unos animales que llamamos hombres… ¿En qué me puedo basar si no dispongo del necesario historial de cerebros vivos en donde mirar, puesto que, al estar hoy fosilizados, es absolutamente imposible de conseguir? Sin lugar a dudas éste es un tema que ha interesado a los humanos y ha sido objeto infinito para la filosofía. Admiro y aprecio a esta última por su inestimable trabajo proponiendo horizontes al conocimiento, pero aquí me interesa más una visión preferentemente materialista, más hija de las neurociencias, de la antropología y de las paleociencias.

Por ello, al empezar esta nueva entrada me interesa aclarar que con todo lo que sigue no intento menospreciar cualquier análisis que se haga desde una esfera filosófica, religiosa o metafísica. Simplemente, repito, no son objeto de esta serie. Abandonamos desde el dualismo cartesiano de materia/espíritu, hasta la explicación cuántica de la consciencia. Y nos referiremos exclusivamente a lo que la moderna neurociencia va descubriendo y construyendo: la consciencia es el resultado de la actividad cerebral o, como dicen algunos, “es el ojo interno con el que vemos a nuestro cerebro”.

Al inicio de la serie se me ocurrió decir que “lo humano” apareció cuando la mente de un individuo fue capaz de gestar la siguiente idea: “Yo, Don Homo, soy capaz de imaginar”. Una parte importante de la idea es que el susodicho individuo sabía que era Don Homo, un ser único e individual, gracias a que conocía y recordaba su historia y circunstancias, muy diferentes a las de su entorno. En él el “Yo” se había hecho consciente, soportado por su memoria autobiográfica.

¿Encontrando el Yo tras el espejo? (Fair Use)

Ya en 1941 el etólogo y premio Nobel Konrad Lorenz afirmaba en una de sus publicaciones que: “La razón humana, con todas sus formas intuitivas y categorías, ¿no ha surgido también, como el cerebro humano, en interacción permanente con las leyes de la naturaleza circundante?”.

La moderna neurología da una respuesta clara al afirmar que el “Yo” es una creación de la actividad cerebral. En el libro “Fantasmas en el cerebro” del conocido neurólogo indio Vilayanur S. Ramchandran podemos leer lo siguiente: “…el concepto de un sólo yo unificado que “habita” en el cerebro bien podría ser una ilusión” y en otro lugar “… el yo podría ser, efectivamente, un artificio biológico útil, basado en mecanismos concretos del cerebro; una especie de principio organizador que nos permite funcionar más eficazmente, al imponer coherencia, continuidad y estabilidad a la personalidad“.

Sabemos que el cerebro hace sus constructos de forma que genere una realidad virtual que sea la más adecuada, o al menos la menos nociva, para la pervivencia del individuo. El Yo sería una “invención” abstracta del cerebro, que serviría de referencia para el organismo en su relación con el exterior o lo “otro”. Lo aislaría, lo individualizaría, le daría una entidad propia y única haciéndole creer que tiene una autonomía que no es real. Y esto es especialmente crucial, ya que no tenemos ninguna conexión que atrape la auténtica realidad exterior y, por tanto, difícilmente podríamos orientar nuestra subsistencia. El Yo inventaría a su vez la autoconsciencia, la que aparece en el estado de vigilia en el momento a partir del que realmente se es consciente de uno mismo, para saber qué harán los otros, lo de afuera, y actuar en consonancia.

La anterior idea acerca de la subjetividad del Yo está apoyada también por tal como vemos su desarrollo a lo largo de la ontogenia del individuo humano. Como comenta el neurólogo Francisco J. Rubia: “Al parecer, el niño no nace con ese concepto del yo, sino que se encuentra en la primera fase de su vida en un estado indiferenciado de fusión con el mundo, es decir, sin autoconsciencia. Es a partir de los dos años y medio o tres cuando surge esa impresión subjetiva de un yo propio que se diferencia del resto de la realidad y se enfrenta a ella”.

“Cogito, ergo sum” -pienso, luego existo- ¿quién no ha oído esta universal frase de René Descartes? (Wikimedia, Dominio Público)

Algunos antropólogos, como Brian Morris en su libro “Anthropology Of The Self”, estudiando el comportamiento de ciertos grupos humanos actuales parece que llegan a la misma conclusión, es decir, que el Yo es una abstracción construida por la mente y que, por tanto, se refiere más a un proceso cerebral que a una entidad en sí misma. Contrariamente a lo que encontramos en la forma de pensar de las sociedades modernas occidentales, en donde claramente opinamos que nuestro Yo es real y ocupa el centro de nuestra realidad, en otras culturas este concepto está asentado en el grupo social. Podemos verlo entre los actuales componentes de las tribus de indios norteamericanos ojiwba, los cuales no diferencian bien entre lo que es mito y lo que es la realidad, entre las vivencias durante el estado de ensueño y el de vigilia e incluso entre la esencia de un humano y la de un animal. En ellos, el Yo está completamente difuminado frente a la universalidad de su mundo exterior.

Desarrollaré la aparición de la idea del Yo a lo largo de tres apartados, que en algunos momentos necesariamente emitirán un aroma de repetición. Pido perdón si así se aprecia, pero lo considero necesario, pues de esta forma se podrá seguir mejor la argumentación. A lo largo del primer apartado hablaré de forma teórica acerca de cuáles fueron los pasos conceptuales que pueden explicar la aparición de la consciencia. En el segundo he imaginado un correlato sobre el camino seguido por la Vida hasta gestar una consciencia racional y social. Por último, un tercer apartado que intenta explicar, apoyado en su estructura, en sus pautas de funcionamiento y en la evolución cerebral, el soporte neuronal de los tres estados de la consciencia explicados en el apartado primero, a los que he intentado darles vida a través del relato del segundo.

Analicémoslo con un poco de detalle.

Teoría sobre la consciencia

Seguro que cualquiera que quisiera definir lo que le marca de una forma inequívoca como un ser humano diría: “soy racional”. Pero si lo pensamos con detenimiento, razonar es simplemente un estado funcional del cerebro, y si lo pensamos un poco más, planteándonos la duda de si un perro razona o no, llegaremos a la conclusión de que nuestro cerebro, al contrario del del perro, construye soluciones motoras pero de una forma que percibimos como plenamente consciente: nuestros cerebros nos están permitiendo sentir la sensación de que razonamos porque queremos hacerlo y además nos damos cuenta de ello, somos conscientes.

La neurología moderna está cada vez acotando más el entorno de este proceso cerebral, y nos dice que lo que consideramos como consciencia es simplemente una ínfima parte del ajetreo funcional del cerebro, quizás menos de un 1%. Así que nos surge inmediatamente la siguiente pregunta: ¿Es solamente lo consciente lo que nos hace humanos? Tanto más cuanto parece que hay varios tipos de consciencias especializadas que funcionan en paralelo y, hasta en algunos casos, independientes unas de otras. Se da el caso médico de pacientes a los que se les han separado quirúrgicamente los dos hemisferios cerebrales, que presentan dos entidades, dos “Yos”, dos identidades conscientes diferentes, definida cada una de ellas por un hemisferio.

A pesar de las salvedades anteriores, nos atreveremos a investigar en qué consiste la consciencia… ¡resulta tan intuitiva la idea de que el pensamiento consciente es lo que nos hace específicamente humanos! Aunque nuestro Yo es capaz de intuir la esencia de la consciencia, porque es lo que le permite ser, iremos a buscar una definición más académica. Personalmente, no me gustaría confundirme entre los vericuetos de la conciencia y la consciencia, con “S”, tema que se presta a un debate prolongado. Vayamos al diccionario:

Conciencia (Del latín conscientĭa, y éste calco del griego συνείδησις): 1. Propiedad del espíritu humano de reconocerse en sus atributos esenciales y en todas las modificaciones que en sí mismo experimenta. 2. Conocimiento interior del bien y del mal. 3. Conocimiento reflexivo de las cosas. 4. Actividad mental a la que solo puede tener acceso el propio sujeto. 5. Acto psíquico por el que un sujeto se percibe a sí mismo en el mundo.

Consciencia (Del latín conscientĭa): 1. Conciencia. 2. Conocimiento inmediato que el sujeto tiene de sí mismo, de sus actos y reflexiones. 3. Capacidad de los seres humanos de verse y reconocerse a sí mismos y de juzgar sobre esa visión y reconocimiento.

Como veis las dos definiciones son conceptualmente muy semejantes y su etimología es la misma. Semánticamente, “consciencia” parece que engloba a “conciencia“. Y en ésta última, además de la acepción relacionada con aspectos de la actividad mental, nos encontramos también con otras de connotaciones morales y metafísicas.

Ya sé que es controvertido, pero personalmente prefiero hablar entonces de “consciencia” con el significado que le da el neurólogo Francisco J. Rubia: “consciencia es el estado subjetivo de apercibir algo, sea dentro o fuera de nosotros mismos”. O como la define el premio Nobel de Medicina Eric Kandel en su libro “En busca de la memoria” : “…había que establecer primero una definición operativa de la conciencia en tanto estado de discernimiento perceptual o de atención selectiva en sentido lato”. No puedo también dejar de transcribir aquí las palabras del neurólogo portugués, galardonado con el Premio Príncipe de Asturias, António Damásio en su libro “Sentir lo que sucede“: “A mi modo de ver, la consciencia no es la sustancia de las cualidades que admiramos, sino aquello que permite a la mente desarrollarlas. Consciencia no es conciencia. No es lo mismo que amor, honor, misericordia, generosidad, altruismo, poesía, ciencia, invención matemática y técnica. Ni la ineptitud moral, angustia existencial o falta de creatividad son ejemplos de malos estados de consciencia. Muchos criminales poseen una consciencia intacta. Tal vez les falte conciencia“. Por último, y como me parece que no encaja, vamos a olvidarnos por ahora en este relato de su significado relacionado con la moral.

Entonces, si somos conscientes, ¿cómo surgió, como define el diccionario, esta capacidad de los seres humanos de verse y reconocerse a sí mismos y de juzgar sobre esa visión y reconocimiento?

El médico psiquiátrico Carl Gustav Jung, ferviente partidario de estudiar la psique a la luz de sus manifestaciones antropológicas (Wikimedia, Dominio Público)

El proceso exige un sustrato físico que es el cerebro, de cuyo surgir en el relato evolutivo ya hablamos en una entrada anterior. En este sustrato, la consciencia debió emerger tras un largo camino de ampliación del “software”, de hacer más complejos los procesos físicos que podría realizar. Veremos en otro lugar de esta serie cómo esta historia se fue desarrollando en consonancia con los incentivos que venían del medio exterior.

Pero, dicho esto, para ser conscientes tiene que existir un sujeto que así lo sienta, lo que normalmente atribuimos a un ente que llamaremos “proto-Yo” que se ve estable en el tiempo. No me gusta mucho llamar Yo a esta abstracción, porque lleva pegadas unas connotaciones muy de entidad personal que nuestro intelecto interpreta como un personajillo. Nada más alejado de la realidad, ya que hemos dicho que el Yo es un abstracto que representa un estado funcional del cerebro. Si alguien sabe lo que es el Yo, éste es el cerebro, que se encarga de ocultarlo en lo más interno de sus circuitos neuronales.

Además, este Yo tiene que ser capaz de conocerse a sí mismo, su organismo, y conocer lo que suceda a su alrededor. Sin ello, permanecería para siempre sentado en su trono inmutable, como un Moisés de Miguel Ángel. Con ello, el Yo es capaz de sentir sus propiedades, sus estados vitales y de confrontarlos con su exterior. Con ello, en fin, se le añade una nueva categoría, gracias a la que podrá actuar “sabiendo” del mundo exterior y de cómo reacciona su organismo inmerso en este mundo exterior. A este nuevo ente que habita el interior de nuestro cerebro se le conoce como el “Yo-mismo”.

Ya tenemos un sujeto que es capaz de plantear acciones. El cómo y el porqué son objeto de otro lugar. Pero aunque su propio organismo le ofrece al cerebro un reflejo de las consecuencias de sus acciones, porque es así como fisiológicamente funciona, conceptualmente éste aún no ha desarrollado el banco de pruebas en donde testar las posibles reacciones motoras del cuerpo. Sin embargo, la evolución del cerebro le va a ir proporcionando este campo de juego en el que, en las primeras etapas del desarrollo de este proceso, se construirá un relato del momento que utilizará el Yo-mismo para interactuar con el exterior, con el objeto de generar el mejor impulso vital. Con posterioridad ampliará sus capacidades de atención y su almacén de memoria, con lo que el relato del momento pasará, de ser un fotograma, a ser una secuencia progresivamente más compleja. El Yo-mismo iba dejando en las nuevas estructuras neuronales un poso de sí mismo, su álbum de fotos, que al final le iba a servir como banco de datos surgidos de su experiencia que iba a utilizar para mejorar sus propuestas de acción por contraste con lo vivido.

El Yo-mismo, que había aprendido a guardar la información de su historia pasada, se aupó a una nueva categoría, la que conocemos como el Yo-autobiográfico, al que ya sólo le faltaba trepar el escalón de la consciencia.

El proceso se completa con la necesaria emergencia de otro estado cerebral, por el cual se abre un campo despejado en el que no sólo me reconozco como una entidad consciente, sino también sé sin lugar a dudas que la persona que tengo delante también lo es. Mi conjunto del “Yo+Yo-mismo+Yo-autobiográfico” ha llegado a la certeza de que sus razonamientos internos pueden reconstruirse y modelarse en el interior de su cerebro con la ayuda de una novedosa simbología compleja como es el lenguaje, con la que consigue que estos razonamientos personales signifiquen para un “Otro” lo mismo que significan para él… ¡Apareció por fin el hombre social!

El último escalón de la consciencia la ha hecho más potente, al permitir una más potente interrelación con el exterior. Este último estado operativo de nuestros cerebros se conoce como la “teoría de la mente”. Más que teoría, es una situación de conjetura personal en la que se nos abre la posibilidad de advertir conscientemente que la otra persona también piensa. Incluso pudo ser que la consciencia del individuo evolucionara precisamente para ello, para poder estimular a otras mentes, tal como sugiere el psicólogo Nicholas Humphrey en su libro ¨La mirada interior“.

El neurólogo Antonio Damasio, Premio Principe de Asturias 2005 (Wikimedia, CC BY-SA 2.0)

No hay mejor resumen que el que nos sugiere el neurólogo Antonio Damasio en su libro “Y el cerebro creó al hombre”:

Desde la perspectiva de la evolución… el sujeto que conoce hizo su aparición por pasos: el proto sí mismo y sus sentimientos primordiales, el sí mismo central orientado a la acción y, por último, el sí mismo autobiográfico, que incorpora las dimensiones social y religiosa”.

Hasta aquí la teoría de cómo se estructura y emerge una mente racional y consciente. Bueno, diría que una de las teorías… aunque me parece una de las más plausibles y coherentes.

Pero se me ocurre que nos falta un dato que necesariamente debe aparecer junto al estado vital “sentido” que llamamos “Consciencia”. Este último dato lo tenemos de forma natural en todas nuestras cabezas, casi diría como inconsciente, y lo manejamos como una condición evidente: nuestro organismo tiene que permanecer consciente, tiene que estar en un estado de vigilia. Yo no soy consciente de lo que sueño mientras duermo y sólo podré hacer conscientes mis aventuras con Morfeo si me despierto. Entonces, de forma casi milagrosa y automática, sé de nuevo quién soy y lo que mi cerebro ha construido durante el sueño. Por tanto, éste es un elemento imprescindible para la consciencia: situarme en un estado de vigilia.

Con ello completaríamos la cadena teórica de la consciencia:

De un organismo en estado de (a) vigilia al (b) “proto-yo” -el sujeto-; posteriormente al (c) “yo mismo” - el sujeto que se conoce y conoce su exterior, gracias a lo que construye un fotograma-; para acabar en el (d) “yo autobiográfico” - el sujeto que conoce su historia y la de su exterior, gracias a lo cual puede proyectar la mejor respuesta motora-.

En la siguiente entrada voy a intentar construir una historia para nuestra “Consciencia reflexiva” y teorizar cómo pudo ser su emergencia a lo largo del tiempo, hasta llegar al momento en el que el homo consiguió ser realmente humano. Termino como lo hacía en la entrada anterior: Hasta entonces, y… deseadme suerte.


Sobre el autor:

jreguart ( )

 

{ 12 } Comentarios

  1. Gravatar kambrico | 23/02/2016 at 06:18 | Permalink

    recordé mis lecturas de hace unos años atrás a Carl gustav Jung acerca de la energética psíquica en “los complejos y el inconsciente” y una de sus tantas joyas reza ” designo a la energía psíquica , en general , por el término de libido . mi hipótesis inicial es que , si la psique forma un sistema relativamente cerrado . posee un potencial energético que se mantiene inmutable a través de todas las manifestaciones de la vida ; es decir, que si la energía suspende una de sus exteriorizaciones, reaparecerá en otra”. todo esto en relación a que la mente como entidad virtual está determinada por las leyes de la física y no por elfos ni duendes . Jung al referirse a la libido lo hace desde el punto de vista de la energía como un todo en el funcionamiento de la mente y no como aún se le quiere dar la errónea connotación solo en el campo sexual . para él el yo es un complejo y está dotado de conciencia. De este modo, puede volverse sobre sí mismo y concebirse a sí mismo . Jung se impregnó de los descubrimientos de la física en su época que estaban transformando la forma de entender el funcionamiento del universo y extrapoló esos principios al mundo de la mente y su funcionamiento . todo un adelantado .

  2. Gravatar Homo-Hipotequiensis | 23/02/2016 at 10:30 | Permalink

    No se si me estoy adelantando a capítulos venideros. Hace poco he leído sobre la mente modular que propone Steven Mithen en su libro “Arqueología de la Mente”.

    Me parece una teoría plausible basada en lo que se puede inferir a partir de los restos arqueológicos de los hominidos. Además de la inteligencia general que tienen muchos animales, se fue evolucionando hacia áreas especializadas de inteligencia. Primero de conocimiento social que compartimos con los primates, y poco a poco se incorparon otros tipos como la inteligencia técnica para fabricación de útiles, de historia natural y lingüística . Éstas áreas especializadas inicialmente inconexas, fueron reconectándose poco a poco y comunicándose entre sí en el camino hacia el homo sapiens moderno. Quizás en algún momento de esta evolución surgió la conciencia.

    Más info en : http://arqueologiacognitiva.blogspot.com.es/2012/12/steven-mithen.html

    Ánimo!

  3. Gravatar jreguart | 24/02/2016 at 09:34 | Permalink

    Hola Homo-Hipotequiensis,

    gracias por tu información. Conozco el libro, lo he leído y me parece excelente. No sólo por la alegoría de la iglesia con tres capillas, que es ilustrativa a tope, sino también por todo el resto de argumentación y datos que aporta Mithen. En la última entrega incorporo este libro a la bibliografía recomendada.

  4. Gravatar Cavaliery | 24/02/2016 at 07:11 | Permalink

    Hola

    Esta gran entrada me recordó un experimento que leí:

    A ciertos animales (recuerdo claramente al menos a un elefante) lo dormían, luego le pintaban una mancha de algún color vivo en la frente. Una vez que despertaba, le mostraban un espejo.

    Si el animal se tocaba su propia frente (veía algo extraño y nada común ahí) tenia conciencia, sino pues no.

    No tengo la fuente, pero me parece interesante.

    Saludos

  5. Gravatar jreguart | 24/02/2016 at 10:50 | Permalink

    Hola Cavaliery,

    así es como tu dices. A este experimento se le conoce como la prueba del espejo. Un animal se reconoce a sí mismo al verse en un espejo. Y han tenido buena nota algunos mamíferos… y lo que es más sorprendente, al menos para mi, algunos córvidos.

    La entrada de wikipedia al respecto (https://es.wikipedia.org/wiki/Prueba_del_espejo) está muy bien documentada.

    Me alegro que te haya gustado la entrada. El tema es controvertido. Y las opiniones, que no dejan de ser ideas científicamente aún no contrastadas, variadas. Yo propongo, de forma muy tamicera (lo sencillo va por delante) la de Antonio Damasio, que más o menos es la de muchos neurólogos, pues me parece muy coherente con lo observado por la neurología funcional y patológica, y lo estudiado por las modernas ciencias de la psique.

  6. Gravatar Bonito | 27/02/2016 at 10:23 | Permalink

    Es curioso. Por definición, la conciencia es sobrenatural, pues no puede observarse ni observarse.

    Incluso podemos usar la conciencia para probar que el alma existe, sin recurrir a una doctrina religiosa.

    1. Lo sobrenatural no puede probarse.
    2. La conciencia no puede probarse.
    3. Por tanto, la conciencia es sobrenatural.

    4. El alma es supuestamente un elemento humano sobrenatural que no puede probarse.

    5. La conciencia es sobrenatural.
    6. Por tanto, la conciencia es al menos una parte del alma.
    7. Por tanto, el alma existe.

    Pero no se queda así. La ciencia se enfoca en el mundo exterior, pero no puede realmente estudiar la conciencia. Es una creencia porque asumimos que todo el mundo tiene conciencia, pero no podemos saberlo.

    Si vamos desde el otro lado, y decimos que lo único de lo que podemos estar seguros es que nuestra conciencia existe, entonces la ciencia es el estudio de una ilusión que no podemos probar que existe: el mundo exterior. Por tanto, la ciencia se convierte en el estudio de un espejismo.

    Las cosas se vuelven peores para el materialismo, secularismo y demás si asumimos estas conclusiones lógicas.

  7. Gravatar jreguart | 27/02/2016 at 11:31 | Permalink

    Hola Bonito,

    yo creo que la consciencia no es sobrenatural sino un estado funcional cerebral por el que nos damos cuenta de que estamos relacionándonos con nuestro exterior. Luego podemos estudiarlo ¿qué es para ti la conciencia? Yo hablo de consciencia. Soy consciente de que me ha picado una abeja y me duele. Y además sé que ha sido una abeja.

    Lo sobrenatural no puede probarse… claro… nos sobrepasa, es otra cosa, otra naturaleza, otro mundo. Pero la conciencia -consciencia- si puede analizarse. Allí está y somos conocedores de que es parte de nuestro ser humano. Luego la conciencia -consciencia- no es sobrenatural. Me parece más coherente decir que es algo que soy capaz de aprehender y no un reflejo de un “posible” como es el alma.

    ¿Por qué no podemos estudiar nuestro estado consciente? Yo sé que soy consciente ¿Por qué no lo va a ser mi vecino? Todos somos conscientes. Puedo estar de acuerdo en que lo que nos manifiesta la consciencia no tenga mucho que ver con la realidad exterior. Pero es esta entelequia la que nos permite vivir, reaccionar, mover, planificar el futuro… No es ningún espejismo.

    ¿Por qué el materialismo es un problema en sí? El materialismo puede ser un canto de admiración para el no-secularismo… No hay contradicción entre lo físico y lo metafísico… simplemente son mundos diferentes y sin intersección, con vida propia. El mundo físico es asombroso, abrumadora y maravillosamente asombroso. No lo despreciemos.

  8. Gravatar Bonito | 28/02/2016 at 06:28 | Permalink

    Estoy de acuerdo en que la consciencia puede probarse, pero solo a nivel del individuo.

    Esa es la ironía: no podemos probar que la consciencia existe más allá de nosotros, pero es quizá lo único de lo que podemos estar seguros desde nuestra perspectiva.

    No tenemos evidencia de que otra persona sea consciente del dolor, o si es una respuesta mecánica nerviosa. ¿Sería la consciencia algo mecánico? En ese caso, incluso los objetos inanimados tendrían algun tipo de consciencia, pues tienen cierta animación física. Imagina un universo así: no puedes romper piedras, porque hasta cierto punto eso es maltratarlas. Todo absurdo.

    En realidad este es un problema filosófico, llamado el problema duro. No podemos estudiar el qualia, no porque no exista, sino por la propia naturaleza de la qualia.

    Incluso si pasamos nuestra mente a una máquina, u otro cerebro, ¿como probar que seremos conscientes ahí?

    Incluso si aceptamos que otros humanos son conscientes, ¿puede existir media consciencia? ¿Cómo se mide? ¿Los animales son conscientes? Sabemos casi totalmente que una bacteria no puede tener consciencia, pero ¿un perro? Después de todo, tiene cerebro.

    Podemos medir un pensamiento, al menos la actividad nerviosa que este implica, pero no es el caso de la consciencia. Miremos el color. Es decir, no las ondas que miestran el color rojo, ni el impulso nervioso que provocan en el ojo, sino la propia interpretación conciente. La última naturaleza del propio color. ¿Cómo saber que otros interpretan el rojo igual que nosotros? No podemos.

    Incluso podríamos ser racistas y decir que hay razas sin consciencia y justificar nuestra superioridad tecnológica. Es un tema muy peligroso en ese aspecto, peor que el color de piel, porque puede aplicarse a cualquiera para justificar cualquier cosa.

    Por eso me da mucho miedo la gente que habla de los narcisistas y psicópatas como si esos fueran inferiores. No son conscientes de que están recurriendo a este mismo tema sobre la consciencia para justificar su prejuicio. Después de todo, una persona psicópata no puede decidir su naturaleza, pero aún así justificamos odiarlos.

  9. Gravatar jreguart | 28/02/2016 at 10:32 | Permalink

    Hola Benito,

    absolutamente de acuerdo con lo que dices. El problema fácil y el problema difícil de la neurología. Hoy por hoy es así. Pero no me conformo con pensar esto y que ya no podemos hacer nada más. Estoy convencido -y simplemente porque me parece más plausible que todos los cerebros semejantes, en líneas generales, deben desarrollar funciones iguales- que en el futuro la ciencia ira consolidando el entendimiento de los procesos de realimentación cerebrales que desembocan en una percepción concreta, e incluso en el gran paradigma de lo imposible como puede ser el individualismo de los qualia.

    Tengo gran confianza en la capacidad reflexiva y la curiosidad del hombre. Sólo me hace falta echar la mirada hacia atrás.

    En cuanto a utilizar las consecuencias de la dificultad de entender la consciencia como fuente de argumentos para segregar razas o psicópatas, me parece un argumento erróneo y voluntariamente torticero. Todas las razas son orgánicamente iguales y podemos asegurar que genéticamente casi también. Las mínimas diferencias se concentran en la manifestación de ciertas morfologías externas producto de la adaptación al entorno particular de cada una de ellas. Y como no afirmar con rotundidad que los psicóptas no son seres inferiores sino seres con una patología neurológica que se manifiesta en un comportamiento anormal. Como un enfermo de osteoporosis quizás manifieste su enfermedad en la fragilidad de sus huesos. O un disléxico, o un daltónico, o un epiléptico,… o una cosa tan simple como ser un apático…

    Quién utilice estos argumentos para discriminar y establecer “niveles” en el valor de las personas, no se apoyan en ningún razonamiento científico sino en un prejuicio cultural. Lo cual, lo cultural, no deja de ser una invención humana. Resultado de circunstancias medioambientales y evolutivas.

    Gracias por tus reflexiones que han inducido las mías propias. Esto siempre es un lujo.

  10. Gravatar yang | 28/02/2016 at 07:18 | Permalink

    benito hace mención al dolor y me hizo pensar si este es subjetivo u objetivo , aunque tengo mi opinión me gustaría saber la de los demás contertulios .

  11. Gravatar jreguart | 28/02/2016 at 08:24 | Permalink

    Hola Yang,

    el dolor es una sensación de la que no se conoce muy bien sus procesos. Parece ser que hay dos caminos neuronales para el dolor. Uno “semántico” que va directamente a la corteza somatosensorial, y otro “emocional” que se procesa en último término por el cerebro límbico. El primero aportaría al individuo el conocimiento de que algo doloroso pasa y que tiene que doler, su lugar, alcance del daño… y el segundo aportaría la sensación subjetiva, el qualia subjetivo, de dolor ¡AY, DUELE! ¡hay que hacer algo rápidamente! Y eso parece ser tan así que hay una serie de patologías que se explican en el especial enlazamiento de estos dos procesos neuronales: la asimbolia del dolor, en las que se sabe que duele pero no se siente que duele. La gente siente el dolor pero su sistema límbico no lo reconoce como una alarma de algo dañino o peligroso

    Te recomiendo si tienes tiempo esta lectura: http://www.bvsde.paho.org/documentosdigitales/bvsde/texcom/revneuropsiquiatr/1959/AGimeno.pdf

    Por tanto yo soy de la opinión de que el dolor es subjetivo, ya que su experiencia puede ser modulada por muchas causas como lo es una patología, una droga -por ejemplo, un analgésico-, un poso cultural o un placebo. Pero estamos entrando en temas que no son de esta serie. Aunque entiendo que tiren de nuestra atención y curiosidad.

  12. Gravatar yang | 29/02/2016 at 03:49 | Permalink

    mi opinión es que el dolor es tan objetivo dentro del campo de lo intangible como lo es la materia en lo tangible , ya que si en mi camino tengo como obstaculo una roca gigante por ejemplo , se claramente que no puedo moverla con mis medios ni atravesarla , ni tronar mis dedos en un acto de magia para que desparezca . cuando el dolor se presenta ante nosotros al igual que la roca ; tampoco puedo ignorarlo o decirle que desaparezca así tronando los dedos . dada su intangibilidad aparentemente sería fácil , pero es tan porfiado como la roca . por tanto cada uno en su campo es objetivo según creo .

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