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El euro: San Marino

Bienvenido al penúltimo artículo de la serie El euro, en la que vamos, país por país, aprendiendo cosas nuevas sobre las caras nacionales de la moneda común europea. Tras un verano agotador y un semestre especialmente duro en la universidad, durante el cual he tenido que abandonar provisionalmente esta serie —muy a mi pesar, debo añadir—, vuelvo con energías renovadas y ganas de terminar esta serie de una vez: lo que nos queda por delante promete ser apasionante. En el artículo anterior habíamos llegado a la República Portuguesa, cuyos euros analizamos a fondo; en esta ocasión volaremos a la península itálica para dar allí las últimas pinceladas de esta serie. Hablemos, querido lector, de la Serenísima República de San Marino.[1]

Localización de San Marino

Localización de la República de San Marino en Europa. (Bosonic dressing/CC BY-SA 3.0 Unported)

El país

BanderaEscudoSan Marino, el tercer país más pequeño de Europa, es un territorio que podría dar mucho que hablar. Fundada en el año 301 sobre el monte Titano, dentro de lo que hoy es Italia, fue la segunda república de la Historia —la primera fue la República Romana, fundada en 509 a. C.—, por lo que hoy es la república más antigua que sobrevive. Esta antigüedad se refleja en su nombre oficial, «Serenísima República» de San Marino: lo de «Serenísima República» puede sonar hoy gracioso, pero tiempo atrás fue la última moda en Italia.[2]

La organización del Estado también es testigo de la tradición atesorada durante más de milenio y medio. En herencia de las costumbres de la Antigüedad, la jefatura del Estado no es asumida por una persona, sino por dos, llamadas Capitanes Regentes.[3] Los Capitanes Regentes son elegidos cada 6 meses, en abril y octubre; ocupan el cargo desde el 1 de octubre de 2013 Anna Maria Muccioli y Gian Carlo Capicchioni. Curiosamente, suele darse el caso de que ambos Capitanes Regentes sean de partidos políticos distintos, causando lo que se denomina cohabitación.[4] Por otro lado, la figura del jefe de gobierno no existe formalmente: sus funciones son asumidas por los capitanes regentes o por el Congreso de Estado,[5] aunque últimamente es el Secretario de Estado de Asuntos Exteriores y Políticos quien ha comenzado a interpretar este papel.

San Marino se encuentra dividido, a pesar de su pequeño tamaño, en nueve castelli —«castillos», en italiano—: la Ciudad de San Marino[6] —que es la capital del país—, Acquaviva, Borgo Maggiore, Chiesanuova, Domagnano, Faetano, Fiorentino, Montegiardino y Serravalle —en el que se encuentra la mayor ciudad del país: Dogana, con 7 000 habitantes—. E, igual que sucedía con Mónaco, no pertenece a la Unión Europea: usa el euro en virtud de un acuerdo con la República Italiana. Sigue leyendo ›

  1. En italiano: Serenissima Repubblica di San Marino. []
  2. Así lo atestiguan la Serenísima República de Venecia (697), la Serenísima República de Génova (1005) o la Serenísima República de Lucca (1160). Incluso al príncipe de Mónaco se le sigue tratando hoy como «Alteza Serenísima». []
  3. En italiano: Capitani Reggenti. []
  4. Se hacía de modo parecido en la República Romana: cada año se elegían dos cónsules, cada uno con poder de veto sobre su colega. Por otro lado, no quiero imaginar lo que pasaría si, por ejemplo, en España tuvieran que gobernar a la vez Rajoy y Rubalcaba… []
  5. En italiano: Congresso di Stato. []
  6. En italiano: Città di San Marino. []

La Biografía de la Vida 22. El camino de la diferenciación celular

En las entradas anteriores de esta serie sobre la Biografía de la Vida hablábamos sobre el concepto de Evolución y cuáles eran las circunstancias que le acompañan. A partir de la entrada de hoy vamos a desarrollar el análisis de temas muy particulares, resultados del modelado evolutivo. Se trata de la evolución de la complejidad, de cómo surge la diferenciación celular, la segmentación y los órganos directores, sustentadores o alimentadores de las células y organismos.

En el transcurso de nuestra narración cronológica habíamos llegado a la explosión del Cámbrico, la cual nos incita a hacer una parada y observar el inmenso paisaje desde sus alturas, contemplando los profundos cambios que ha experimentado nuestro planeta desde entonces. Desde los primeros protistas eucariotas hasta la actualidad, en donde las estructuras orgánicas se han complicado de tal forma que los mamíferos son presentados como paradigma de esta realidad, la maquinaria de vida de los seres se ha visto modificada a golpes del timón de la variación genética y la selección natural, golpes a veces suaves y en otras ocasiones enérgicos. De 600 a 700 millones de años nos contemplan.

Aunque es evidente, hago una advertencia parecida a la que comenté en entradas anteriores. El monográfico de hoy rompe de nuevo el devenir cronológico de la biografía de la Vida, que recuperaremos una vez acabemos con una especie de “miniserie” interna, que ocupará varias entradas, sobre diversos aspectos de la evolución que creo merecen una atención especial. Dicho esto, sigue la historia.

En concreto hoy, tras un dibujo general del plano evolutivo, hablaremos del camino seguido para la diferenciación celular: cómo de una célula única del cigoto se llega a células variadas en forma y especialización.

Camino secuencial de la aparición de la complejidad animal (a partir de imágenes de Wikipedia)

La imagen anterior dibuja las estrategias seguidas en el camino hacia la complejidad. Para entenderla mejor deberemos partir del primer momento del desarrollo embrionario, cuando se da a las células el manual para la vida, cuando se les dice cuál debe ser su cometido diferenciándolas unas de otras. El invento de la especificidad de estas instrucciones debió suceder hace unos 750 millones de años. Desde entonces los organismos han accedido a diversos caminos funcionales y morfológicos, perfectamente operativos. El resultado ha sido plural y siempre en forma de seres correctamente constituidos.

Como en algún punto tengo que comenzar, propongo que imaginemos el inicio de la historia de la complejidad en un momento en que un pequeño ameboide adoptó la originalidad de un flagelo, transformándose en un “nervioso” coanozoo. Unos cuantos de estos nuevos y activos colegas se agruparon formando un porífero -una esponja-, uno de los primeros seres con células organizadas en comunidad. Para poder avanzar por la historia, este animal necesitaba hacer más complejo su organismo, necesitaba un manual de instrucciones un poco más pesado, y lo consiguió haciendo una serie de retoques en el proceso de desarrollo embrionario que le permitieran pensar en novedosos tejidos y sofisticadas estructuras. Adoptó, hace unos 630 millones de años, la eficaz simetría bilateral para transformarse en un gusano plano, un platelminto, y desde entonces esta armónica disposición perdura hasta los vertebrados de hoy en día.

En algún punto del camino se multiplicaron sus planos de montaje corporal: aparece el celoma y se inventa la segmentaciónParecía que con eso estaba todo hecho, pero era cuestión de interpretar las instrucciones: dónde poner la boca, dónde poner el ano. Una alteración provocó el que se crearan dos grupos de familias que ya no se encontrarían nunca más: por un lado se fueron los protóstomos -artrópodos, gusanos y moluscos- y por otro lado los deuteróstomos –equinodermos y cordados-. La diversificación se produjo hace unos 590 millones de años. Aún hubo una última duda en la interpretación de las instrucciones que creó una nueva diversificación: los urocordados abandonaron a sus primos los cefalocordados, los cuales se quedaron solos en la senda hacia los vertebrados. A partir de entonces ya sólo se produjeron cambios de forma y tamaño, que se realizaban ajustando en el panel de control la afinación del crecimiento de las distintas partes del cuerpo, estableciendo para cada animal y cada órgano unos coeficientes distintos de desarrollo. La figura siguiente nos permite visualizar esta afirmación con toda claridad.

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Computación Cuántica I – Introducción

“La mecánica cuántica describe la naturaleza como algo absurdo al sentido común. Pero concuerda plenamente con las pruebas experimentales. Por lo tanto espero que ustedes puedan aceptar a la naturaleza tal y como es: absurda.” Richard Feynman

Después de la maravillosa serie de Pedro sobre Cuántica sin Fórmulas, y la no menos maravillosa de J sobre Computador Mágico, que mientras escribo esto todavía sigue publicándose, se me ocurrió que podría escribir aquí sobre un tema que me encanta y del que, aunque no soy un experto, soy capaz de hablar hasta que las paredes se aburran – que las pobres no pueden huir, como el resto de mis oyentes -, un tema, digo, que sería el hijo de las dos series que nombré al principio de esta enorme frase: la computación cuántica (CC para abreviar).

Seguro que muchos habéis oido hablar de ordenadores cuánticos, de qubits, de criptografía cuántica e incluso, si sois muy friquis, del algoritmo de Shor; pero es posible que penséis que son cosas muy abstractas y difíciles de entender. Y en realidad estáis equivocados; la CC es bastante simple (al menos, si conoces los conceptos de la cuántica, ¡lee Cuántica sin Fórmulas, hombre ya!), siempre y cuando no te metas en berenjenales de los que no sepas salir. Yo voy a comenzar por lo básico, intentando no repetirme en lo que Pedro y J nos han desasnado ya, aunque a veces será necesario; por ejemplo, el teletransporte cuántico es de los algoritmos más básicos de la CC, y aunque Pedro ya lo explicó volveré a ello, porque usando puertas cuánticas se le da un enfoque muy diferente. Sigue leyendo ›

La Biografía de la Vida 21. La posibilidad real del cambio

En la entrada anterior analizamos el hecho evolutivo, los motores que lo dinamizan, su ritmo y las causas de los cambios sobre los que apoya su quehacer. Continuemos ahora en la serie sobre la Biografía de la Vida el hilo principal, centrando nuestra atención en la posibilidad real del cambio.

Aunque es evidente, hago una advertencia parecida a la que comenté en entradas anteriores. El monográfico de hoy rompe de nuevo el devenir cronológico de la biografía de la Vida, que recuperaremos una vez acabemos con esta especie de “miniserie” interna, que ocupará varias entradas, sobre diversos aspectos de la evolución que creo merecen una atención especial. Dicho esto, sigue la historia.

Partamos del inicio centrándonos en una segunda generación evolutiva, quizás con un ligero e inapreciable cambio externo, el hijo no muy distinto del padre, o bien con un cambio larvado en su interior que se expresará en un breve plazo de tiempo impulsando un rápido salto. En un caso o en otro, la generación hija se encontrará inmersa en un medio ambiente muy concreto, que le va a fijar las condiciones de alimentación, que lleva aparejado un entorno climático que condiciona sus habitats y que le monta un entorno de biota con la que tiene que competir. En este apartamento comunitario tiene que sumergir su propio organismo y pelear con sus nuevas capacidades individuales, ciertamente diferentes a las de sus padres. Éste es el sujeto de la acción.

En este momento hace su entrada la “Juez Selección Natural”. Juez sin capacidad de decisión, irremediablemente previsible. Algo así como “¿Llueve? Luego me mojo”. Tan simple como: “la mutación no encaja en el medio ambiente, ergo no continúa; la mutación encaja en el medio ambiente, ergo continúa”. Si por casualidad la mutación ofrece una ventaja diferencial sobre los vecinos va a encontrar un hueco, y por tanto sobrevivirá, se expandirá y se impondrá. Éste es el dictamen.

Pinzones de las Galápagos (Wikimedia, dominio público)

Y éste es el resultado real y comprobable. Tenemos múltiples ejemplos ante nuestros ojos. El tan conocido de los pinzones de las islas Galápagos, que hizo rumiar su teoría a Darwin. En cada una de las islas los pinzones son diferentes, siendo así que debieron llegar todos ellos del lejano continente -a 1.000 kilómetros de distancia-. Lo debieron conseguir muy pocos individuos, una población muy escasa y, por tanto, una primera generación de individuos todos ellos iguales. Las ligeras diferencias medioambientales en cada una de las islas los desviaron por distintos caminos, desarrollando distintos fenotipos, todos sustancialmente diferentes al de sus abuelos, los pinzones del continente sudamericano de donde provenían.

Pero no todo es tan sencillo y evidente. Siempre surge la siguiente pregunta: si la evolución es tan paciente y avanza pasito a pasito, estos han tenido que ser tan numerosos que se habrá necesitado un periodo de tiempo casi infinito para conseguir el complejo escenario final que conocemos. Es lógico el planteárselo, pero también es obligado el intentar husmear entre las posibles explicaciones.

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La Biografía de la Vida 20. La evolución por selección natural

En la entrada anterior de la serie sobre la Biografía de la Vida hablábamos de los caminos iniciales que habían seguido los animales de los principales filos aparecidos durante el Cámbrico. Todos siguieron sus propios vericuetos de acuerdo al campo de juego permitido por la selección natural. Hoy nos toca hablar de esta última.

Aunque es evidente, hago una advertencia parecida a la que comenté en la entrada anterior. Con el monográfico de hoy rompo de nuevo el devenir cronológico de la biografía de la Vida, que recuperaremos una vez acabemos con una especie de “miniserie” interna, que ocupará varias entradas, sobre diversos aspectos de la evolución que creo merecen una atención especial.

Llega el momento de hablar de la selección natural

La selección natural ha estado presente en todos los momentos, tanto en el mundo prebiótico como desde cuando la Vida apareció sobre la Tierra. El medio pastorea al individuo, que necesariamente se amolda a ello. El que mejor preparado esté será el que pase adelante. Pero aunque es algo que ocurrió siempre, es en el Cámbrico donde parece que el juego comenzó a ser por primera vez más intenso y sus evidencias más abrumadoras. Tuvieron que pasar unos tres mil millones de años desde las bacterias fotosintetizadoras hasta la fauna ediacara. Por el contrario bastaron sólo 70 millones de años más para que la biosfera volviera a ser irreconocible. Todo fue la consecuencia de un tira y afloja motorizado por la selección natural que respondía al empuje de la presión ambiental, no sólo geológico o climático, sino también el ejercido por la propia biosfera circundante.

La selección natural es tan decisiva en esta biografía de la Vida, y tan exuberante en el Cámbrico, que se impone un nuevo paréntesis teórico para realizar un retrato de este personaje tan fundamental.

Empezaremos por la definición de evolución.

En el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española se dan hasta nueve acepciones para la palabra evolución. Entre ellas, la que corresponde al fondo de este capítulo:

Proceso continuo de transformación de las especies a través de cambios producidos en sucesivas generaciones”.

Queda claro. No aparece ningún atisbo que permita pensar que en el concepto de evolución se encuentra implícito el de mejora, aunque para la mentalidad competitiva humana parece que la evolución sólo tiene sentido si es para mejorar. Sin embargo, evolucionar no es equivalente a mejorar, sino simplemente a desarrollar, transformarse, cambiar.

¿Qué es la evolución biológica?

Es el pausado caminar de la Vida por el que, partiendo de ingredientes muy elementales, tras un proceso generalmente lento y progresivo, se van derivando formas más complejas.

En cada particular momento de la historia de la Vida encontraremos latiendo a una activa biosfera cuajada de organismos interactuando con el medio, que es toda la bullente variedad que les rodea incluidos ellos mismos, con el fin de alimentarse y pasar su herencia al futuro. En este proceso no hay ningún acto volitivo y todo funciona de forma precisa y automática.

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Historia de un ignorante, ma non troppo… Stabat Mater, de Pergolesi

Tras varios artículos dedicados a compositores de los siglos XIX y XX, vuelve a aparecer en esta serie musical una obra de un compositor del barroco, ese periodo que abarca más o menos desde la primera mitad del siglo XVII hasta mediados del siglo XVIII,[1] en el que brillan con luz propia los nombres de Johann Sebastian Bach, Georg Friedrich Händel, Antonio Vivaldi, etc. Pero hoy no será ninguno de estos grandes genios el que aparezca por aquí, sino Giovanni Battista Pergolesi, un auténtico adelantado del cambio de la forma barroca de componer hacia formas más “clásicas”, o quizás “románticas”… pero al que su prematuro fallecimiento no le dejó prácticamente el tiempo necesario para innovar nada.

Y vuelve a aparecer por aquí una obra religiosa, el Stabat Mater cuyos orígenes datan de entre el siglo XII y el XIV en la Italia central, un himno en el perfecto latín que era el lenguaje eclesiástico (y prácticamente, el único lenguaje culto) de la Edad Media, escrito para honrar la Fiesta de los Siete Dolores de la Virgen María, parte de la liturgia de la Pasión, tan importante durante toda la época. Tradicionalmente se cree que el autor del Stabat Mater fue el monje franciscano Jacopone da Todi, quien falleció en 1306, aunque esta suposición no deja de ser eso, una suposición. El caso es que, fuera quien fuera el autor, el texto tuvo buena aceptación y en pocos años se extendió por toda Italia y luego por toda la Cristiandad como una parte integral del ritual de la Pasión, incluso dentro de la liturgia oficial de la Iglesia, aunque se utilizaba fundamentalmente en los oficios privados de las comunidades religiosas y cofradías más que en las celebraciones con los fieles.

Y, claro, como una parte más de la liturgia que era, y teniendo en cuenta que a fines de la Edad Media prácticamente sólo podía encontrarse música escrita para las celebraciones litúrgicas, el Stabat Mater pronto tuvo su propio acompañamiento musical. Ya en el testamento del príncipe Felipe de Habsburgo, Archiduque de Holanda, fallecido en 1506, aparecían dos composiciones del Stabat Mater para varias voces, de Gaspar van de Werbeke una, y la otra de Josquin Desprez. Y durante los siglos siguientes muchos músicos han compuesto música para acompañar al texto. Y cuando digo muchos, es que son muchos, pues hoy en día conocemos ¡más de doscientas versiones musicales del Stabat Mater!,[2] muchas de ellas de grandes músicos como Vivaldi, Scarlatti, Haydn, Liszt, Dvorak, Verdi… y Pergolesi, claro.

Hoy en día seguramente el Stabat Mater más valorado de todos ellos es precisamente el de Giovanni Battista Pergolesi que hoy viene a estas páginas. Y la versión que hoy podréis escuchar es, para mi gusto, una muy, muy especial. No sé si “la mejor”, que eso es muy difícil de decir, pero desde luego que es especial, ya veremos por qué.

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  1. Aunque no sea nada fácil poner límites precisos… ¿cuándo empieza, o acaba de verdad el barroco, y comienza el periodo clásico? Pues… depende de dónde y de quién. []
  2. Y todas las que se han perdido o caído en el olvido. []

La Biografía de la Vida 19. Los filos del Cámbrico

Atención: NOTA IMPORTANTE

Tengo que advertir de que en esta entrada y en alguna de las que la seguirán voy a obviar hasta cierto punto el criterio de organizar el devenir de los sucesos de forma cronológica, siguiendo el paso del discurrir geológico. Soy consciente de que el cambio puede llevar quizás a confusión al lector asiduo de la serie. La explicación es sencilla: aprovechando el impulso que nos da el esplendor de las radiaciones del Cámbrico creo que viene como anillo al dedo abrir en este momento un serie de paréntesis en los que se vaya analizando paso a paso, independientemente de su duración temporal, cada uno de los diversos caminos que siguió la biota en pos de la rica complejidad de formas que surgieron en el entorno de este periodo. Es obligado poner el foco sobre diferentes sucesos evolutivos de gran trascendencia de forma que podamos entenderlos y ver, por ejemplo, cómo pudieron aparecer la simetría bilateral, la notocorda, el aparato locomotor o el ojo, entre otros.

La claridad en el desarrollo argumental de cada uno de estos importantísimos aspectos de la evolución de la Vida exige a su vez una vida cronológica propia para cada uno de ellos. Así que nos moveremos desde el Precámbrico y a lo largo del Fanerozoico  siguiendo el desarrollo evolutivo de cada uno de ellos, por lo que la sucesión de periodos se irá repitiendo al compás de cada nuevo monográfico. Intentaré hacer un breve recuerdo de esta advertencia al principio de cada una de las entradas afectadas.

En la entrada anterior de esta serie sobre la Biografía de la Vida comentamos la expansión acelerada de nuevas formas de seres vivos en lo que se conoce como la explosión del Cámbrico. En aquellos momentos, hace unos 540 millones de años, se iniciaron los principales filos de animales que hoy podemos observar: artrópodos, braquiópodos, moluscos, anélidos o vertebrados. La evidencia fósil durante el Cámbrico es clara para todos ellos.

Continuamos hoy hablando de cómo pudieron iniciar la andadura cada uno de ellos, desde el Cámbrico hasta periodos posteriores. Y como elemento que ayude a seguir la saga, repetiremos aquí el árbol con el que cerrábamos la entrada anterior.

Caminos evolutivos de los especímenes de la fauna del Cámbrico. La imagen del ancestro común corresponde a una Planaria actual (a partir de imágenes de wikimedia)

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Computador mágico XXV – Ordenador C16B: subrutinas

La serie “El computador mágico” está disponible también en forma de libro.

En el último capítulo de esta serie veíamos un programa relativamente complejo que permitía temporizar la salida hacia la pantalla dependiendo de la tecla que habíamos pulsado… pero decíamos que había algunas cosas que eran un poco chapuceras. No eran culpa del diseño del programa… es que con ese ordenador no se podía hacer mucho más. Así que vamos a mejorar el ordenador C16A con una pila, y lo vamos a llamar C16B.

La arquitectura de nuestro nuevo ordenador será la siguiente:

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La Biografía de la Vida 18. La biota del Cámbrico

Con la entrada anterior de esta serie sobre la Biografía de la Vida habíamos cerrado el paseo a lo largo de una extenso periodo de tiempo de 4.038 millones de años, que agrupa a los tres primeros eones de nuestro planeta. A partir de hoy ya sólo vamos a movernos por el último de ellos, el Fanerozoico, el cual iremos despiezando con más meticulosidad dada la cantidad de información que disponemos de este periodo. No en balde es la etapa más próxima y por tanto con más datos disponibles.

El Fanerozoico se divide en tres grandes eras, Paleozoico, Mesozoico y Cenozoico, siguiendo el orden geológico de más antigua a más moderna. Cada una de ellas, a su vez, se divide en periodos. Hoy comenzaremos con el primero del Paleozoico: el Cámbrico, que se prolongó desde hace 542 hasta hace 488 millones de años.

Los primeros restos geológicos de esta época se estudiaron en Gales, por eso le nombraron Cámbrico pues en gaélico a Gales se le llama Cambria. El continente Panotia se estaba descomponiendo y la rica fauna Ediacara había desaparecido dando paso a la “explosión” de unas nuevas formas de Vida con características que se han prorrogado hasta la época actual. Los organismos son exclusivos del mar: bacterias, hongos, plantas y animales. Estos últimos van a descubrir el uso de materiales sólidos para crear protección y aportar sostén a sus blandos organismos.

La ruptura de Panotia y posterior deriva continental hizo que en esta época hubiera un gran continente, Gondwana, en posición ecuador-polo sur, del que se habían desgajado por el oeste los continentes de Laurentia, Siberia y Báltica, en posiciones ecuatoriales y tropicales, que llevaban su propia deriva de separación motorizada por una dorsal oceánica en forma de Y invertida. Toda la costa norte de Gondwana era una zona de subducción en donde iban creciendo arcos de islas volcánicas.

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Historia de un ignorante, ma non troppo… Sinfonía núm. 1, “Clásica”, de Serguéi Prokófiev

El artículo de hoy de esta ignorante serie musical está dedicado a una obra bastante extraña para el momento en que fue compuesta y por el compositor que la escribió: una obra deliciosa, muy cortita y escrita con un estilo en las antípodas de todo lo que se estaba escribiendo en la época. Naturalmente, fue un éxito al estrenarse, como no podía ser de otro modo, y continúa siéndolo cada vez que se programa en las Salas de Conciertos del mundo, lo que ocurre con bastante frecuencia.

El compositor ruso Serguéi Serguéievich Prokófiev, uno de los mejores compositores de la primera mitad Siglo XX, vivió sin lugar a dudas una época interesante. Tanto desde el punto de vista de la evolución del género musical como, desde luego, desde el punto de vista de los cambios y transformaciones que sufrió el mundo esos años… transformaciones, digamos, violentas en la mayoría de los casos. Todo este ambiente de cambio y revolución se refleja en la música de Prokofiev, que escribió algunas de las obras más vanguardistas de su momento, pero también quizá algunas de las más amables y “clásicas” de esos años, como por ejemplo el delicioso cuento musical Pedro y el Lobo, o esta Sinfonía Clásica, de la que van estas palabras.

Porque esta Sinfonía número 1 en re mayor, “Clásica”, compuesta entre 1916 y 1917, en plena Primera Guerra Mundial, y estrenada en abril de 1918 en Petrogrado,[1] a los pocos meses de la Revolución Bolchevique, tiene todas las características necesarias para ser apodada “Clásica”, cosa que hizo el propio compositor, que aseguraba con total desparpajo que “si Haydn viviera, así hubiera escrito su Sinfonía”: tiene cuatro movimientos con una adecuada estructura clásica, está escrita para una orquesta clásica, en el sentido de que la plantilla orquestal es la misma que podemos encontrar en las sinfonías de Haydn o Mozart (cuerda no muy numerosa, madera doble, dos trompetas, dos trompas y timbal), y los temas son de corte clásico, completamente tonales y sin apenas concesiones a las innovaciones de los grandes compositores del Romanticismo, aunque naturalmente que alguna concesión a las últimas innovaciones musicales sí que tiene. En efecto, poco encontraremos aquí de Beethoven, y menos aún de Wagner, Bruckner, Richard Strauss o Mahler y sus compactas sinfonías repletas de temas diferentes y de largas duraciones… esta primera sinfonía de Prokófiev dura menos de catorce minutos… ¡completa!

Otras obras que Prokófiev compuso casi simultáneamente a ésta son de una temática y una estructura completamente diferentes, mucho más modernas y cercanas al tipo de música (o lo que sea) que se hacía a principios del Siglo XX, por ejemplo sus Visiones Fugitivas (1915-1917), “piezas experimentales para piano”… Ya sólo leyendo su título podéis imaginar de qué van esas experimentales visiones. En fin, de todas estas obras de Don Serguéi, yo me quedo sin lugar a dudas con esta pequeña obra de orfebrería que es la Sinfonía Clásica, y de ella, y de su autor, hablaremos hoy.

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  1. Petrogrado es el nombre que tuvo la ciudad de San Petersburgo durante unos meses, antes de convertirse durante casi 80 años en “Leningrado”. []