A mediados de los años ochenta del siglo pasado hubo una reunión conjunta de los integrantes de los premios Hugo y Nebula (y quizás de Locus también), asociaciones que conceden los más prestigiosos premios anuales a las mejores novelas, novelillas, cuentos y cuentecillos de ciencia ficción del año, con el fin de, supongo, ponerse de acuerdo en lo que fuera que tuvieran que ponerse de acuerdo, y aprovecharon la ocasión para votar cuál había sido la mejor novela de ciencia ficción de la historia,[1] así como la mejor trilogía, el mejor cuento, la mejor revista, etc, etc. Y la novela elegida como “la mejor novela de ciencia ficción de todos los tiempos” fue… pues sí, acertaste: Los Propios Dioses.
En fin: todo esto lo leí hace eones, en la época pre-internet, en alguna de las numerosas revistas, libros o publicaciones que yo leía en la época, así que estoy seguro de, al menos, haberlo leído en algún lado. El problema es que, ejem, ahora, buscando en la red de redes no encuentro absolutamente nada que lo refrende. Así que ya no sé si lo he soñado o qué, aunque los que me conocéis sabéis que mi memoria es excelente para cosas que ocurrieron hace treinta o cuarenta años… eso sí, no me preguntéis qué cené ayer…
En cualquier caso, sí que es cierto que Los Propios Dioses es una de las diez únicas novelas que han sido galardonadas simultáneamente con los tres premios más importantes de la ciencia ficción mundial: Hugo (concedido por votación entre aficionados y lectores); Nebula (concedido por la Asociación Americana de Escritores y Editores de Sci Fi) y Locus (otorgado por los críticos de la revista del mismo nombre), es decir, las tres patas de la industria: autores, críticos y aficionados, así que se trata de, si no la mejor, por lo menos una de las mejores, ¿no?
Pero bueno, en cualquier caso: ¿Es Los Propios Dioses, de Isaac Asimov, la mejor novela de ciencia ficción de todos los tiempos?
Caramba, una pregunta difícil de contestar, ¿no? Es como cuando surge el a veces inevitable debate sobre ¿quién fue el mejor músico de la historia?, o ¿el mejor futbolista (o tenista, o ajedrecista…)?, o ¿el mejor cuadro? Según cómo y quién opine, serán unos u otros o, lo más probable en el caso de un escéptico redomado, la respuesta sería… depende. Pues lo mismo ocurre con las novelas de ciencia ficción: depende. ¿Es mejor Hyperion, de Dan Simmons que El juego de Ender, de Orson Scott Card? ¿O Pórtico, de Frederick Pohl, que Crónicas Marcianas, de Ray Bradbuy? ¿O quizás Dune, de Frank Herbert, que Cita con Rama, de Arthur C. Clark? Pues eso: depende.
Lo que sí es cierto es que la publicación en 1972 de esta novela de hoy marcó un hito en la carrera de Isaac Asimov, un antes y un después… y el dominio de Asimov en el género de ciencia ficción de los años sesenta y setenta era abrumador: todos seguían al maestro del Yo, Robot o de las Fundaciones. Un hito en varios aspectos que, cómo no, voy a enumerar a continuación… a mi manera, claro, dentro de estos artículos sueltos “¿Has leído?” publicados en El Cedazo.
Una cosa que me ha sorprendido en mi frustrada “investigación” sobre esa convención conjunta fantasma de la que hablaba al principio es la, a mi juicio, escasa consistencia de los comentarios sobre el libro de decenas de blogs de aficionados que, como es mi caso, se atreven a comentar sin pudor libros que han leído.
Todos cuentan más o menos el argumento, alguno profundiza un poco sobre algún aspecto… pero ninguno llega a comprender las múltiples facetas de esta novela. Ojo, no es que diga que yo sí que pueda, ¿eh?, pero he echado en falta en esos comentarios bastantes cosas que creo que son importantes, quizás porque los dichos comentaristas seguramente han leído la novela recientemente, digamos en los últimos 10 años, y eso quita mucha perspectiva; yo la leí en los años setenta o primeros ochenta, y aseguro que me impactó mucho, mucho.
En cualquier caso, y como todo el mundo, empezaré comentando el argumento básico de la novela y luego comentaré lo que me parece importante para comprender bien esta obra maestra de la ciencia ficción universal. Sin desvelar demasiado, claro, no vaya a estropear el placer de descubrir los vericuetos de la narración…
ARGUMENTO
Primero de todo, el título: “Los Propios Dioses” lo toma Asimov de una frase del dramaturgo alemán Friedrich Schiller, de su obra “La Doncella de Orleans”, en la que en cierto momento algún personaje dice que “Contra la estupidez, los propios dioses luchan en vano”, frase que, por cierto, es rigurosamente cierta, como seguro que sabéis… Pues bien, el libro se divide en tres partes que se llaman, sucesivamente, “Contra la estupidez”, “Los propios dioses” y “¿Luchan en vano?”.[2]
La primera parte (que, curiosamente comienza con un pedacito del capítulo 6, capítulo que se va desgranando trocito a trocito, como interludios, entre los capítulos 1 y 5), habla de cómo Hallam, un científico mediocre, acomplejado y muy rencoroso, aunque sumamente perseverante y pertinaz, tras recibir ciertas pullas malintencionadas y seguramente bien merecidas de Denison, el científico más brillante del Departamento, descubre que su tungsteno 186, duro metal perfectamente estable en nuestro mundo, se vuelve radioactivo de pronto, y al analizarlo descubre que se ha convertido misteriosamente en plutonio 186. Sólo hay un pequeño problema: es absolutamente imposible que pueda existir plutonio 186 (con sus 94 protones) en nuestro universo. Demasiado pocos neutrones (92) para tanto protón. Por cierto, parece que la idea de utilizar un plutonio con un peso atómico de 186 en una trama de ciencia ficción surgió en una conversación de Asimov con otro de los monstruos de la ciencia ficción, Robert Heinlein… El científico que Asimov llevaba dentro (era ingeniero bioquímico) se rebelaba ante tal desmesura, pero luego la discusión derivó a “qué tendría que pasar para que el plutonio pudiera ser estable (bueno, todo lo estable que puede ser el plutonio) con tan sólo 92 neutrones…” y esta primera parte de la novela es el resultado.
Efectivamente, lo que pasa es que ciertos entes de un universo paralelo, los “parahombres”, un universo cuyas leyes físicas básicas son diferentes de las del nuestro y donde sí es posible que exista un plutonio de solamente 186 nucleones, han conseguido mediante una avanzada tecnología fuera de nuestro alcance intercambiar “su” plutonio por “nuestro” wolframio (o tungsteno, que de ambas formas se llama ese duro y pesado metal). Como consecuencia del cambio, se están importando 20 electrones a nuestro universo por cada átomo intercambiado, a cambio de exportar 20 positrones al “parauniverso”.
El vil Hallam, aunque vil, es listo y se da cuenta de todo, y el resultado es la creación de una “Bomba de Electrones” que bombea electrones a nuestro universo a cambio de unos míseros positrones… lo que es una evidente fuente de energía, energía inagotable, gratuita, limpia y no contaminante. El sueño de todo científico: ¡Energía Gratis! La carrera como científico de Denison es súbitamente cercenada, por osar oponerse al gran genio… Mmmm, no sé dónde he leído u oído yo esto más veces…
Pero Lamont, otro científico, se da cuenta de que hay gato encerrado, de que cambiar tanto electrón por positrón puede ser potencialmente perjudicial para toda la humanidad, y…
… al cabo de algunos capítulos, tras ciertas cosas que suceden, se llega a la segunda parte del libro: “Los Propios Dioses”, que, como es obvio, da además título a la novela completa.
Y es esta segunda parte, simplemente maravillosa, la que da a la novela la justa fama de que disfruta. Ocurre en el parauniverso, en los mismos momentos cruciales en los que sucede la primera parte del libro, y allí se nos presentan posiblemente los extraterrestres más extraños de la historia de la ciencia ficción… y a la vez de los más cercanos, los más… “humanos”, pues a pesar de su extrañeza es fácil identificarse con ellos, comprenderlos perfectamente e incluso quererlos y apenarse y alegrarse por ellos.
En el parauniverso, un universo que languidece debido a la rápida fusión de sus estrellas (puesto que sus leyes físicas implican una fusión estelar mucho más acelerada que en el nuestro) sólo existen dos clases de seres:[3] los “seres duros” y los “seres blandos”. Los primeros son similares a nosotros, constituidos de materia normal y corriente, o al menos “normal y corriente” para las leyes del parauniverso, mientras que los segundos, los seres blandos que son, en realidad, los protagonistas de esta sección, son de una vaporosa constitución, casi gaseosa, que les permite cambiar de forma a voluntad, incluso penetrar en otras sustancias.
Los seres blandos son de tres tipos diferentes: Racionales, Paternales y Emocionales . Estos seres pueden formar “tríadas” donde hay un ser de cada tipo y una función específica para cada uno: el Racional o “lado-izquierdo” se ocupa sobre todo de estudiar, de aprender y pensar, es, por tanto, el “jefe” de la tríada; el Paternal o “lado-derecho” es el encargado de cuidar a la tríada y a la prole y, de paso, de la supervivencia de la especie, aunque intelectualmente es bastante torpe; y por fin la Emocional o “lado-mediano”, generalmente despreocupada, hedonista y bastante “maruja”, pero también perceptiva e intuitiva, cuyo fuerte son las emociones, aunque tanto intelectualmente como paternalmente sea bastante incompetente. En la realidad, todos tienen un poquito de las características de los demás aunque, como ya se habrá notado, un Racional y un Paternal son masculinos en tanto que una Emocional es… sí, las Emocionales son femeninas (preguntad a Asimov, allá donde se encuentre).
Entonces, una “tríada” es una especie de matrimonio a tres bandas en el que también hay… ¡Sexo! ¡En Asimov! Como lo oís o, mejor, lo leéis. Estos seres, cuando están juntos y las condiciones son las apropiadas, y aprovechando su etérea naturaleza, se funden entre sí, llegando al éxtasis hasta el punto de perder la consciencia, a veces durante días. Y no, la palabra “orgasmo” no aparece en ningún momento: una cosa es que Asimov escriba sobre seres que tienen relaciones sexuales y otra muy distinta es ser demasiado explícito.
Los protagonistas del relato son la tríada formada por el Racional Odeen (Uno, en el ruso natal de Asimov, que nació en Rusia en 1920, aunque emigró a EEUU con sus padres cuando tenía sólo seis años), la Emocional Dua (Dos, en ruso) y el Paternal Tritt (no os lo vais a creer, pero sí: Tritt es Tres en ruso). Así, vemos cómo la “Bomba de Positrones” está proporcionando por fin la energía indispensable para poder salvar a las dos razas del parauniverso. Esta Bomba ha sido recientemente inventada por el brillante Estwald, un “nuevo” ser duro que siempre es citado como un genio y el salvador de la raza, pero que nunca está físicamente presente en la acción. Ocurren cosas muy interesantes y bien contadas que están relacionadas con lo que ocurría en la primera parte, hasta que…
… hasta que la segunda parte se acaba y hay que pasar a la tercera: “¿Luchan en vano?”.
Sí, con interrogaciones. Denison, cuya carrera en la Tierra ha sido fulminada por el vil Hallam,[4] ha emigrado a la Base permanente de la Luna, donde con su gran genio y habilidad, y con la ayuda de la bella e intuitiva Selene, se vuelca en solucionar los horrorosos problemas que podría acarrear la Bomba de Electrones a nuestro planeta y de paso abortar una ingenua conspiración lunar.
Al final lo consigue, claro: “Happy End”, of course, y de ahí lo de las interrogaciones del título. En la época, y más en el Asimov en la época, era impensable un final que no fuera feliz. Denison es, pues, feliz, come perdices, la energía seguirá fluyendo limpia y gratuita forever and ever y colorín, colorado, la novela se acaba cuando aparece “THE END”, como todas.
ANTECEDENTES
Para comprender bien el impacto que tuvo la novela de Asimov en su publicación hay que teletransportarse a 1973… Como dicen en Star Treck… ¡Energize!
¡Pinnng! Ya estamos allí. Veamos qué dicen los titulares de la prensa de entonces:
El Programa Apolo está terminando. Tras 10 años de “carrera espacial”, por fin Armstrong y Aldrin pusieron el pie en la Luna en 1969 a bordo del Apolo XI, y luego otras 5 tripulaciones más llegaron hasta nuestro satélite, más el cinematográfico Apolo XIII, que milagrosamente consiguió volver a la Tierra y que muchos años después dio origen a una magnífica película que recomiendo vivamente para que los jóvenes ingenieros comprendáis lo que hace un Jefe de Proyecto que sabe hacer bien su trabajo: Gene Kranz, el director de vuelo.[5] Su frase preferida era “Failure is NOT an option!“. Tomad nota, amigos.
Más titulares: La guerra fría esta en pleno auge. La OTAN y el Pacto de Varsovia luchan ferozmente para imponer sus respectivas tesis, dándose todas las patadas en el culo que pueden… en el culo de otros, claro, como en Vietnam, cuya guerra ha terminado por fin ese mismo año 1973 con la retirada de EEUU de Indochina, o en Angola, Irán, el Congo, Centroamérica… ¡Menuda década!
Más aún: La guerra del Yom Kippur entre Israel y varios países árabes (Egipto, Siria…), que tuvo lugar en octubre de 1973, ha terminado con la victoria de Israel gracias a la incondicional ayuda de Occidente, particularmente de los Estados Unidos. Esto ha cabreado a buena parte de los grandes productores de petróleo del planeta. Además, el coronel Gadafi, líder revolucionario, se ha hecho con el poder en Libia y ha sido el abanderado de una rebelión en la OPEP que ha provocado un terremoto en Occidente con la subsiguiente brutal subida del precio del barril de petróleo, que estaba en unos 3 dólares el barril y de pronto, en unos meses, se ha puesto en quizás 7 u 8 dólares el barril… y no os riáis pensando que hace muy poco tiempo ha estado a 140 dólares, porque los dólares de entonces no eran ni parecidos a los de ahora. Multiplicar por tres el precio del petróleo fue un golpe durísimo para las economías occidentales. Aún recuerdo los pertinaces anuncios de los ingenuos dibujos animados de la época en la tele,[6] donde se veía cómo un arquetípico ricachón con su chistera y todo se iba dejando todas las luces encendidas en su camino, y cómo un honesto y concienciado ciudadano iba detrás de él apagando una tras otra, mientras una voz en off decía “Ahorre energía. Aunque usted pueda permitírselo, ¡España no puede!”[7] Los planes de ahorro de gasolina y electricidad que se pusieron en marcha en la época fueron tremendos: recuerdo, por ejemplo, que se dejaban apagados la mitad de los por entonces escasos postes de iluminación de las igualmente escasas autopistas que entonces había en España. Y en países como Estados Unidos, donde se derrochaba gasolina o electricidad como si no hubiera un mañana, el impacto fue todavía mucho mayor.
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Aunque escrita un año antes, es en ese entorno cuasi-apocalíptico cuando Asimov publica Los propios dioses. Así, la trama central de la parte “humana” de la novela, donde se descubre una fuente de energía limpia, gratuita e ilimitada, no pudo más que encandilar al preocupado lector de la época, sobre todo al estadounidense que, de gastar toda la gasolina que le daba la gana y pagarla a precio de risa, de pronto tenía que hacer cola para llenar el depósito de su Cadillac o su Chevrolet y rascarse bien el bolsillo, terriblemente conscientes de pronto de que un consumo de 30 ó 40 litros a los cien kilómetros,[8] algo perfectamente usual en la época, era una auténtica barbaridad. Naturalmente, el que fracasaran todos los intentos del pobre Lamont de parar la Bomba de Electrones debido a que sería potencialmente peligrosa para la estructura del universo parecía entonces lo más lógico… Bueno, no: en realidad era la única respuesta posible. Imaginad al político de turno: “¿Parar la Bomba de Electrones…? ¿Yo? ¿Tú estás chalado? ¿Quién iba a votarme si lo hago, eh?”… bueno, y ahora mismo ésa también sería la respuesta, claro. ¿Quién iba a detener una fuente gratuita e ilimitada de energía debido a que un científico loco asegura que a largo plazo sería malo para el medio ambiente…? Pues eso, je, je. Casi, casi como ahora, ya digo, pero más.
Y para acabar, Isaac Asimov llevaba ¡catorce años! sin publicar ninguna novela de ciencia ficción. Tras sus primeros éxitos en la década de los cincuenta, donde cimentó su fama con, sobre todo, los relatos de robots y su maravillosa trilogía de las Fundaciones, se había dedicado a otros menesteres, como la divulgación de la ciencia, hacer anuncios para hacer caja o la adaptación al cine de su cuento “Viaje Alucinante”. Cuando publicó por fin esta novela… los aficionados se lanzaron (nos lanzamos) sobre ella como leones hambrientos sobre la presa. Y la novela no nos defraudó. Nada.
NOVEDADES EN LA NOVELA
Y no nos defraudó porque, además de su genial trama, en ella aparecían por fin dos de los temas hasta entonces tabú en la obra de Asimov: alienígenas y… ¡sexo!.
Sobre el sexo, sexo entre alienígenas, claro (también hay una leve referencia al sexo entre humanos, pero tan modosa y reprimida como de costumbre, tanto que no merece la pena ni citarla), no voy a comentar mucho más. Los tres componentes de la tríada se funden en uno solo, llegan al éxtasis y pierden la consciencia durante un prolongado espacio de tiempo, al final del cual están cansados, pero profundamente satisfechos, y además así es como engendran nuevos seres blandos. Sexo a tres. Pues vale.
Ahora bien, sobre los alienígenas… Asimov siempre había presumido, y siguió presumiendo después de esta novela, de no necesitar de ningún tipo de alienígena para construir sus Space Operas y sus formidables historias. Ni en la Fundación ni en los Robots[9] hay alienígenas, ni falta que hacen. Tanto es así que en 1957 publicó un conjunto de cuentos bajo el esclarecedor título de “Con la Tierra nos basta” (Earth is room enough). Toda una declaración de intenciones. De hecho, las poquísimas veces que aparecen extraterrestres en su obra son seres muy esquemáticos y casi paródicos. Y de pronto nos presenta aquí unos de los alienígenas mejor logrados de toda la ciencia ficción, radicalmente distintos a nosotros pero, a la vez, extrañamente familiares en sus reacciones y sus emociones. ¿No resulta raro? Pues tiene una explicación.
AVISO: A partir de este momento voy a destripar la novela en su aspecto crucial sobre “Qué son de verdad los alienígenas de Los propios dioses” y “De dónde, de qué mágica chistera los ha sacado Asimov”. No la trama, claro, pero sí su fundamento. Y lo aviso para que penséis bien si queréis seguir leyendo o no. Si yo no hubiera leído el libro aún, seguramente no querría seguir leyendo aquí ahora: compraría el libro en mi librería de cabecera, lo leería de corrido y después, sólo después, volvería aquí para leer el resto del artículo. Pero… vosotros mismos.
El que avisa no es traidor: ¡es avisador!
Por cierto, aviso asimismo de que esto que voy a contar no lo he leído nunca en parte alguna, ni creo que Asimov lo dijera nunca en ninguna parte. Nadie que yo sepa ha comentado nada de esto. Son sólo deducciones mías, muy bien fundadas, pero mías. Vosotros veréis si tengo razón o no.
¿Listos?
Allá vamos.
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Bien, veamos cómo son los tres tipos de seres blandos del parauniverso: los Racionales, dedicados a las funciones superiores de la mente: pensar, estudiar, elaborar teorías y planificar acciones; los Paternales, muy conservadores, dedicados a las funciones digamos… alimenticias: cuidar de la prole, de la tríada, preocuparse por el bienestar de los otros dos miembros de la misma, ser, en definitiva, el sostén del mundo, etc; y por fin, las Emocionales (en femenino, según Asimov), los especialistas en las emociones: seres generalmente banales, pero dotados de intuición, percepción, y proclives a la alegría, a la ira, al odio… Estos tres seres blandos que forman una tríada indisoluble (parece que el concepto de divorcio no existe entre los parahombres de Asimov) sienten periódicamente la necesidad imperiosa de fundirse entre sí, en una especie de sexo a tres ligeramente libertino, fusión que dura mucho tiempo y que les deja exhaustos, pero satisfechos.
Hasta aquí lo que sabemos. Entremos ahora en terreno inexplorado… ¿Seguro que queréis seguir leyendo…? Vale, vale, vosotros mismos.
En 1969, tres años antes de la publicación de Los propios dioses, Anthony Thomas Harris, psiquiatra estadounidense y gran divulgador de la técnica de Análisis Transaccional definida por Eric Berne en los años cincuenta, publica el libro posiblemente más relevante de la historia de la psicología: I’m Ok, You’re OK. En él explica de forma sencilla las claves del análisis transaccional sobre la comunicación entre personas. Resumo (muchísimo) sus definiciones:
Toda persona, a la hora de comunicarse con el resto (y, bueno, también de pensar, etc) tiene tres registros básicos (o tres “yo’s”, como gustan de decir los psicólogos):
El Registro Padre: el registro de la autoridad, de los axiomas y de las convenciones.
El Registro Niño: el registro de las emociones, de la creatividad y la impulsividad.
El Registro Adulto: el registro de la información y los datos.
Los tres registros están entremezclados, y la suma de los tres es lo que conforma nuestra personalidad. Siempre que nos comunicamos con alguien lo hacemos desde uno de estos tres yo’s, o registros, pero sólo funcionan de forma continuada un par de modos de comunicación de calidad: la comunicación Padre-Niño y la comunicación Adulto-Adulto. También son posibles comunicaciones Padre-Padre o Niño-Niño, pero la calidad de la información que se transfiere en estos casos es menor.
Un ejemplo: “Tío, me han regalado un juego que mola mazo”. “¿Sí? No me digas… ¿cuál?” “El War of MonstercraftingeyeYesverywell” “¡Jo, qué chuli…! ¿Mola?” “¡Que si mola! Ayer batí el record, con 8.550 monstruos desintegrados” “¡Hala, qué puntazo…!”… etc. Si cambiamos “videojuegos” por “fútbol”, “famoseo”, “mujeres/hombres”, etc, llegaremos a escuchar conversaciones perfectamente posibles entre los registros padre-padre o niño-niño, conversaciones que pueden durar horas, pero que no intercambian prácticamente ninguna información de calidad.
En cuanto al resto de posibilidades, son ineficaces, y cualquier cambio de registro provoca en el interlocutor una reacción de confusión que puede ser aprovechada (y todos lo hacemos) para llevarnos el gato al agua. Esto es, de alguna manera, la base de la manipulación, y los más hábiles, consciente o inconscientemente, están continuamente alterando sus registros (yo’s) de comunicación para perturbar al otro. Bueno, y los más tontos también. Todos lo hacemos… más o menos.
Un par de ejemplos.
Aparece tu jefe y, con los brazos en jarras, te dice, medio gritando: “Se ha estropeado el disyuntor metacrítico del puchirroide derecho… ¡Esto no puede ser! ¡Estamos perdiendo millones! ¿Quién demonios la ha fastidiado?…” o algo similar. Seguro que conversaciones así te suenan de algo. Es evidente que tu jefe está hablando desde su registro Padre: Axiomas, Autoridad. ¿Cuál es tu reacción natural, la que tienes programada en tu BIOS? Responder desde tu registro Niño y establecer una comunicación Padre-Niño: “Yo no he sido, vamos a ver qué ha podido pasar, lo siento, ahora mismo lo arreglo…”. La conversación sigue por ese tenor unos cuantos minutos, y al final tu jefe se va diciendo algo como “¡Y procura que no se vuelva a repetir!”. Tú te quedas fastidiado, porque, a pesar de que no tienes nada que ver con el problema (o… bueno, je, je, quizás un poco sí), te quedas con una cierta sensación de culpa, de desazón, que es lo que tu jefe quiere, estableciendo o reafirmando su primacía moral sobre ti de este modo.
Sin embargo, quizás tú puedas contestar, imperturbable y con voz monótona, algo así como: “Los datos indican que la sobrecarga del puchirroide derecho era de un 127% sobre el margen de seguridad establecido, y el esborciador automático, que debería haber entrado en funcionamiento a los 27 Megapascales, ha fallado, enviando un código x’0056’ que ha sido debidamente procesado por el gestor de averías, desconectando el dispositivo. Ya está el equipo de reparación arreglando el desperfecto y en quince minutos estará otra vez en funcionamiento…” ¿Veis la diferencia? Has contestado desde tu registro Adulto, dirigiéndote directamente al yo-Adulto de tu jefe, dando una retahíla de datos, sin justificarte ni aceptar ningún tipo de culpa. Has provocado un cortocircuito en la conversación. Tu jefe, obviamente, no espera semejante contestación y queda posiblemente confundido. Seguramente dirá algo como: “Ah, bien, bien… ¡que no se repita!”, y se irá, incómodo sin saber por qué, por donde ha venido.
¿Qué ha ocurrido? Que has roto la comunicación. No es posible una comunicación efectiva entre los registros Adulto y Padre (o Niño). No has contestado a la autoridad axiomática con emociones, no has aceptado su autoridad implícita: has cambiado las reglas que, consciente o inconscientemente, había introducido el iniciador de la comunicación. Ahora, si quiere mantener dicha comunicación, el jefe debe cambiar y responder desde su propio registro Adulto, el de los datos, por ejemplo: “¿Y a qué hora se ha producido el evento?” o “¿Cómo podemos evitar que vuelva a ocurrir el desastre?”. Y de la conversación quizás, sólo quizás, se deriven acciones tendentes a solucionar el problema en el futuro.
Otro ejemplo: Tu hijo/a te pide, con ojitos de Gato con Botas en Shreck II, que este sábado le dejes llegar una hora más tarde de lo establecido porque, “fíjate, ya tengo doce años y a todos mis amigos les dejan llegar a las doce y yo soy el/la que llega más pronto, ¿verdad, papi, eh, papi, eeeehh…?”. Te está manipulando desde su yo-Niño, que se dirige directamente a tu yo-Padre, el del Amor y el cuidado de la familia. Tu BIOS está programada para responder paternalmente: “No puede ser, nano, no debes, porque en la calle hay muchos peligros…”, a lo que sigue: “¡Pero si venimos juntos los chorrocientos amigos de la panda, qué peligro va a haber…!”, etc, etc. Si sigues por esa vía, o acabas cediendo o teniendo una trifulca de mucho cuidado con tu hijo, lo que, por cierto, es un objetivo secundario suyo para, ya que no le dejas llegar a la hora que le pete, al menos dejarte fastidiado por prohibírselo con el secular y definitivo (y usado extensivamente por todos los padres del mundo) argumento: “¡Porque lo digo yo, y basta!”. Y lo consigue. Dejarte fastidiado, digo.
Pero, claro, tú siempre puedes contestar, por ejemplo: “Mira, fíjate, mañana se cambia la hora, por lo que, si llegas hoy a las once, en realidad, si fuera mañana, serían las doce. Es decir, llegando a las once de hoy es como llegar a las doce… O sea, que llegues a la hora de siempre, nano”. Nuevamente has cortado la comunicación. No has contestado desde tu predecible registro Padre, sino desde el registro Adulto, el de los datos y la información, y seguramente le has descolocado lo suficiente para que hoy, ojo, solamente hoy, tu hijo no insista más con el consabido asunto de todos los findes…
Sería sencillo, por fin, pensar una situación en la que alguien rompe una conversación del tipo Adulto-Adulto en la que se está evaluando, por ejemplo, la dificultad de hacer algo con los escasos medios de que se dispone, cosa que curiosamente ocurre de tanto en tanto, cuando alguien dice, por ejemplo tu jefe: “¿A que no eres capaz de hacer ese no-sé-qué (sobre lo que estabais debatiendo) y tenerlo antes del martes?”, abrupta rotura de comunicación emitida desde el yo-Padre y dirigida directamente a tu emotivo y picajoso yo-Niño, a la que seguramente el primer impulso es contestar: “¡Pues claro que sí, leñe, si es que somos la bomba! ¡Y el martes, no, será el lunes!!!”. Y luego, en frío, cuando lo pienses mejor, igual te arrepientes… Te están manipulando, que lo sepas.[10]
En fin, creo que se entiende. Hay mucha literatura sobre el Análisis Transaccional y no es éste el lugar para profundizar más, creo yo, así que aquí lo dejo.
Pues bien, dicho todo esto, tan, tan resumido… ¿a que ahora se ve bien claro de dónde sacó Asimov a sus entrañables extraterrestres? Al menos para mí está clarísimo. Ahora es lógico que se fundan en uno solo, los tres yo’s unidos en un solo yo indistinguible. Y también es muy evidente por qué, siendo los vaporosos seres blandos unos organismos tan extraños y alienígenas, nos resultan en cambio tan tremendamente familiares, por ello los comprendemos tan bien…
… ¡Porque somos nosotros mismos!
Recordad: Asimov ya lo dijo en 1957, y nunca se desdijo de ello: ¡Con la Tierra nos basta!
Disfrutad de la vida, mientras podáis.
- De la historia hasta entonces, claro. [↩]
- Así, con interrogaciones… ya veréis por qué. [↩]
- Al menos, de seres “racionales”; de vegetales u otros animales Asimov no da cuenta. [↩]
- Un amigo mío siempre dice que es mejor tener un enemigo inteligente que un enemigo tonto, porque el inteligente descansa de vez en cuando, mientras que el tonto… ¡no descansa nunca! [↩]
- Es el papel que interpreta un sublime Ed Harris. [↩]
- La única tele, claro. [↩]
- ¡Igualito que ahora! [↩]
- Aunque ellos lo midieran en galones por cien millas. [↩]
- Ni en la serie de El sol desnudo, ni en ninguno de sus cuentos que yo conozca. [↩]
- Los que hayáis visto “Los Santos Inocentes”, de Mario Camus, basada en la genial novela de Miguel Delibes, seguro que estáis recordando vívidamente cómo el señorito Iván (Juan Diego) manipula groseramente a Paco el Bajo (Alfredo Landa) para que le haga de secretario en la próxima montería, por muy mancada que Paco el Bajo tenga la pierna. Y el señorito Iván acaba por liar a Paco el Bajo, claro está. [↩]
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{ 13 } Comentarios
Ni que decir tiene que también recomiendo la novela. No obstante, hay un par de análisis en los que no coincido con Macluskey:
-SOBRE LOS ALIENÍGENAS CENTRALES
No me gusta la asociación entre Paternales, Racionales y Emocionales y nuestros 2 sexos Masculino y Femenino. Creo que precisamente una de las gracias de esa parte es cómo Asimov especula con una sociedad en la que en lugar de haber 2 sexos (como en la nuestra) hubiera 3. Asociarlos directamente con nuestros 2 sexos le resta, en mi opinión, parte de la gracia a esa especulación.
-SOBRE LA AUSENCIA DE ALIENÍGENAS DE ASIMOV
Bien es sabido por los aficionados a Asimov que en general hace cifi sin alienígenas. Pero no estoy de acuerdo en que no tengan cabida en su universo. Creo que hay un par de casos en los que, sin aparecer en ningún momento los alienígenas en la obra, son centrales al argumento. Estoy hablando de la serie de la Fundación y de El fin de la Eternidad. Nada menos que en su obra cumbre.
ATENCIÓN, SPOILER. No sigas leyendo si no has leído esas dos obras. Avisado estás.
En la Fundación, Golan Trevize elige Gaia por encima de la Segunda y la Primera Fundación sin saber muy bien por qué, así que realiza un viaje iniciático en busca de la Tierra porque cree que allí está la respuesta a ese porqué. Su argumento es más o menos el siguiente: elijo la Segunda Fundación sobre la Primera porque a largo plazo es mejor para la gente. Pero, ¿por qué elijo Gaia sobre la Segunda Fundación? Dado que la Segunda Fundación se basa en las leyes de la psicohistoria de Seldon, debe ser porque hay algún problema en los axiomas que mi mente intuye pero no logro expresar con palabras. Hace todo ese viaje y al final, en el último capítulo, averigua cuál ese ese “bug” en los axiomas de Seldon. Los axiomas de Seldon asumen que el ser humano es la única inteligencia en el juego. Resumen: Trevize elige Gaia porque cree que estará mejor preparada que la psicohistoria de la Segunda Fundación para enfrentarse a otras inteligencias alienígenas en otras galaxias. Es decir: los alienígenas no aparecen ni una sola vez, pero son centrales a dos libros y medio de la serie de la Fundación.
Algo similar ocurre en El fin de la Eternidad: la Eternidad ha asegurado el bienestar de los humanos en la Tierra… a costa de suprimir la disensión, lo que ha impedido que colonicen la galaxia… cuando lo hacen ya es tarde, porque otros alienígenas ya la han colonizado… lo que acaba llevando a la extinción de la especie humana. Los seres que se proponen destruir la Eternidad justo antes de hacerlo elijen hacer un pequeño cambio para que la humanidad sea la única inteligencia de la galaxia. Otra vez: todo el argumento alrededor del cual gira la novela es la lucha de la humanidad contra esos aliens… ¡y no aparecen ni una sola vez! ¡Grandioso!
Y además, si hemos leído ambas cosas con sutileza descubrimos que precisamente quienes destruyen la Eternidad es Gaia (aunque los motivos no están del todo claros, parece más bien el fracaso de un experimento). Es la última puntada que une ambas novelas.
FIN DEL SPOILER
Gracias, J, por tu comentario.
Ojo, que yo lo que digo es que para Asimov son LOS Paternales, LOS Racionales y LAS Emocionales, nada más. Por qué Asimov se refiere a unos en masculino y a otros en femenino no lo sé, seguramente porque en “humano” sólo hay dos sexos y, quizás por eso, dos géneros en el lenguaje. Pero efectivamente, en la novela hay TRES SEXOS y yastá, en eso tienes toda la razón.
Y sobre lo que comentas de los extraterrestres en la obra de Asimov, tienes razón… pero hasta cierto punto. M’explico:
OJO; lo mismo que en el comentario de J, SPOILER VIENE. No sigáis leyendo si no las habéis leído.
La época “dorada” de Asimov fueron los años 40 (Yo, Robot y la Trilogía de la Fundación, aunque se publicara como libro, como tres libros, en 1951) y los 50 del siglo pasado (más robots, las serie de Solaria (Cuevas de Acero, El Sol desnudo, etc) y una serie de novelas desconectadas del resto: En la arena estelar, El fin de la Eternidad, Guijarro en el Cielo, etc.
Luego, tras 14 años de inactividad como autor de ciencia ficción, Los propios dioses, seguidos de alguna recopilación de relatos, como El Hombre Bicentenario, etc.
Todas estas novelas y series eran cuando fueron escritas independientes unas de otras, y esto es quizás importante. Ciertamente en El fin de la Eternidad se cita que “cuando en el Siglo 8.000 o más (no recuerdo), la Humanidad por fin se atreve a saltar a otros sistemas solares, todos están ocupados, y entonces la Humanidad fallece… de aburrimiento”. Es un recurso magnífico, pero, desde mi punto de vista, marginal en una obra que, para mí, es de las mejores de Asimov, no es ni mucho menos determinante para el transcurso de la novela. Si no hubiera habido extraterrestres, el guión no hubiera cambiado nada, en mi opinión… pero es mi opinión.
Bien, llega el año 1982 y la editorial propone (casi exige) a Asimov continuar la serie de la Fundación, cosa que él no ve claro… pero la pela es la pela y escribe Los límites de la Fundación, donde aparece Golan Trevize por primera vez. La cosa tiene un éxito desmesurado y completamente inesperado, y entonces hay que seguir produciendo best sellers… Y Asimov, tipo metódico donde los haya, idea un plan. En 1983 ó 1984, ojo, 25 años tras publicar El fin de la Eternidad o 30 desde las Fundaciones. ¿En qué consiste ese plan?
Pues nada menos que en englobar toda su obra, toda, en una especie de SuperHistoria galáctica, de forma que todas sus novelas sean parte de ese Megaciclo trantoriano. Y sigue escribiendo best sellers: Los Robots del Amanecer, Robots e Imperio, Fundación y Tierra, Sueños de Robot, Preludio a la Fundación (ya vamos por 1988), etc, novelas que yo, como tantos otros fans del maestro, fuimos leyendo según las publicaba.
El propio Asimov lo explica precisamente en este último: Preludio a la Fundación, repito: de 1988, en el Prólogo, que tengo ahora mismo delante de mí. Copio literalmente de ese prólogo (negritas mías):
“… Que yo continuara con la serie [de la Fundación] en 1982 no fue idea mía, sino una combinación de presiones de lectores y editores que, con el tiempo, se volvió arrolladora.
En cualquier caso, situación se me ha complicado bastante, al extremos de sentir que los lectores quizá recibieran con agrado una especie de guía a la serie, puesto que no fu escrita en el orden que, tal vez, fue leída.
Los 14 libros ofrecen una especie de historia del futuro que, tal vez, no resulte bastante consistente, ya que en principio no la había planeado así. El orden cronológico de los libros en términos de la historia del futuro, y no en fecha de publicación, es como sigue:
1- Cuentos Completos de Robots (1982) 2 – Cuevas de Acero (1954) 3- El sol desnudo (1957) 4- Los Robots del Amanecer (1983) 5- Robots e Imperio (1985) 6- Las corrientes del espacio (1952) 7- Las estrellas, como polvo (1951) 8- Guijarro en el Cielo (1950) 9- Preludio a la Fundación (1988) 10- Fundación ((1951) 11- Fundación e Imperio )1952) 12- Segunda Fundación (1953) 13- Los límites de la Fundación (1982) 14- Fundación y Tierra (1983)”
Él mismo comenta luego que “hay hueco para varios libros más”, y cita en concreto uno entre Preludio a la Fundación y Fundación (sería “Hacia la Fundación”, de 1993), y otros más en diferentes lugares, además de continuar Fundación y Tierra con “volúmenes adicionales… todos los que quiera”. No hay aquí referencia a El fin de la Eternidad, pero posteriormente la incluyó en la “historia del futuro” como una especie de Preludio con la que “comenzó todo”.
Y ¿por qué cuento todo este rollo? Pues porque en todos estos 14 libros la única referencia que se hace a unos posibles extraterrestres es en la última página de Fundación y Tierra, escrita 30 años después de las fundaciones originales y, desde mi punto de vista, aparece nuevamente como un recurso literario más que como algo importante en la trama, en mi opinión, claro.
Lo sigo pensando: para Asimov estaba claro que ¡Con la Tierra nos basta!!!
Un abrazo. Mac
Me fascina cuánto domináis todos estos textos (y otros) que yo posiblemente no lea nunca (o lo haga ya muy mayor), no por falta de interés, sino porque tengo preferencias mayores que abordar antes que éstas.
También da gusto leeros: textos perfectos, como todos deberían escribir en realidad pero que casi nadie tiene hoy ya la capacidad de hacer por “pasotismo”, sin faltas de ortografía ni gramática, con tiempos correctos y expresiones de “otros días”.
Sí, soy un perfeccionista al que le gusta que cada cosa sea como tiene que ser (quizá por eso me encanta la programación) y por eso me encanta leeros.
Pd.- Y por eso, Mak, te indico que cuando dices que la gasolina pasó de 3$ a 7 u 8$… en vez de “Multiplicar por tres el precio” queda mejor “Casi multiplicar…”, porque entre 7-8 es 2.5 veces su precio original de 3, jeje. Que sí, que sí, que es una chorrada, pero nada más lo vi, la operación matemática me chirrió en la cabeza.
Caramba, Eagle…
Seguro que tú conoces estupendamente esos “otros” textos a los que te refieres. Cada cual tiene unos gustos y unas prioridades, pero, ¿sabes?, para eso hay una serie aquí en El Cedazo que tan bien conoces con el título de ¿Has leído?
¿Por qué no nos comentas esos títulos maravillosos que te encandilan y que quizás nosotros no conocemos (y lo estamos deseando)?? Ya sabes que escribir aquí es fácil, así que… ¡te esperamos!!
Y gracias por los halagos. Tienes razón que en este sitio respetamos las leyes de la Termodinámica… digo… de la Gramática, en qué estaría yo pensando.
Saludos.
Hay una cosa que me llama la atención de Los Propios Dioses, y es que resulta un oasis extraño en la obra de Asimov. Si miramos lo que hizo en los años cincuenta, parece que lo escribió todo. Luego, en los ochenta, vuelve a la ciencia ficción y remata su obra con otro montón de libros. Pero en medio, en los sesenta y setenta, nada. Una obra menor como es novelar el guion de Viaje Alucinante, y sorprendentemente, Los Propios Dioses. En veinte años de vacaciones una sola novela. Pero, ¡qué novela! Parece que hizo en ella todo lo que no escribió durante ese tiempo.
Recuerdo que cuando empecé a leer ciencia ficción de Asimov todo eran libros “viejos” menos este. Después volvió a escribir y no paraba, pero mientras solo teníamos sus libros de otros temas. ¿Qué podían hacer los aficionados que habían crecido leyéndole y añorando sus novelas cuando de repente escribió Los Propios Dioses? Darle todos los premios. No tenían otra opción.
Pues como dije en alguna ocasión, lo mío no es leer literatura por mi triste velocidad de lectura (que asocio al intento de mi cerebro de memorizar todo lo que lee), sin embargo sí hubo una serie de novelas que me impactó muchísimo cuando las leí hace 20 años: las Crónicas de la Dragonlance. Originalmente una trilogía, pero tuvo tanto éxito que sacaron más y más. Yo solo me leí las dos primeras trilogías, dos veces además, y pocas veces he disfrutado tanto de una historia como de aquella, porque tiene los ingredientes perfectos para una historia redonda.
Los “otros” textos a los que me refería es a todos los que habréis leído y no conozco, porque apenas habré leído 10 novelas en toda mi vida (soy más de cine, lo admito).
sobre esos parahombres me hizo pensar que debe ser casi imposible que nosotros seamos los que inauguramos o estrenamos la inteligencia y sus derivados complejos en este universo ; para mi que la inteligencia siempre ha estado ahí – no se como ni donde claro está – pero trillones y trillones de partículas que corren de aquí para allá dirigidas por unas leyes que las controlan a la perfección no creo que sean las portadoras de la inteligencia ; naturalmente se nos escapa mucha información todavía , por eso creo que lo de asimov es un acierto en cuanto a esos seres etéreos que podrían vivir en otras dimensiones y vivían en el magín del genio . lo de “con la tierra nos basta ” y que esos seres somos nosotros , es parte de la información que el manejaba en esa época , es su opinión de acuerdo a los datos objetivos que manejaba y que seguimos manejando nosotros aún y con esa información el lograba fantasear . con la diferencia que cuando el falleció en 1992 todavía no se había descubierto ningún exoplaneta y desde 1995 hasta la fecha se llevan contabilizados cerca de 2000 , entonces todo lo dicho como una sentencia casi a perpetuidad puede ser borrado de un plumazo en cualquier momento .
Debo decir que acabo de leer el libro inducido por tu sugerencia. Comencé a leer la primera parte de tu artículo y me sumergí en la novela. He disfrutado leyéndola, en conjunto me parece una gran novela de ciencia ficción, tal vez la mejor que he leído, aunque no he leído muchas (El juego de Ender me defraudó). Solo le pongo un pero y es a la tercera parte, muy melífuga y con la sensación de querer rematar la novela de forma rápida y feliz. En conjunto, un placer leerla.
Ahora que he terminado de leer tu análisis, debo felicitarte por lo certero de tus comentarios y observaciones
Correcto, Eloídio.
No dije nada en el artículo, pero la tercera parte es claramente inferior al resto. Esa ingenua conspiración lunar, ese ingenuo Denison ligándose a Selene… el argumento básico es perfecto, claro: construir la Bomba de Positrones en la Luna para compensar la de electrones, pero todo lo de alrededor está bastante sacado por lo pelos. Sobre todo viniendo de esa maravillosa segunda parte, de lo mejor que se haya escrito jamás en el género.
Y me alegro de que mis huecas palabras te hayan ayudado a descubrir esta joya.
Un saludo
Los alienígenas en realidad no se reproducen sexualmente, ya que para ello los hijos deberían tener una mezcla de la información genética de ambos progenitores, en este caso de los tres progenitores. Sin embargo, Asimov cuenta que solo el Racional proporciona la semilla (la información genética) mientras que el Paternal solo se encarga de la gestación y la Emocional de la energía, pero no indica que estos proporcionen información genética, por tanto, los hijos serían “clones” del Racional y la única forma de variar sería mediante mutación, pero no cruce genético que es lo característico y la ventaja de la reproducción sexual.
Por otro lado, cuenta que la especie (única especie) ha ido cambiando con el tiempo (es decir, ha habido una “evolución”), sin embargo, esto no ha producido que hayan más especies, sino que ha seguido existiendo una sola especie. Eso simplemente no tiene sentido, porque si hay un cambio, en este caso por mutación, ya que se ha descartado el cruce, ese cambio se daría en un único individuo que podría transmitirlo a sus hijos, un grupo concreto, pero en otros grupos podrían darse otras mutaciones distintas. Para que siguiera existiendo una única especie, las mutaciones, cuando ocurriesen, deberían extenderse de forma simultánea a todos los individuos y eso simplemente no es posible. La evolución conduce inevitablemente a una diversidad de especies.
Gracia:
Sí, realmente tienes razón, qué duda hay…
Pero… ¿y a quién le importa? Claro que la evolución no podría obtener seres como las tríadas, pero es que, como ya dije en el artículo, Asimov no está definiendo una raza alienígena con pelos y señales: ¡nos está representando a nosotros mismos!!!
Ya sabes: con la Tierra nos basta.
Hola a todos, que buena conversación tenemos aquí acerca de Asimov y su obra, soy fan de ella y me atrevo a opinar lo siguiente:
Primero, los alienígenas están de forma sutil a lo largo de sus relatos y obras, si se fijan en la primera entrega de Lucky Starr, el Ranger del Espacio, el personaje se enfrenta a una situación extraña con un ser que tiene posiblemente poderes mentálicos, esto ocurre en las cuevas de Marte.
En La Máquina que ganó la guerra, el relato Lunares verdes, hace mención a un tipo de organismo de otro planeta que sustituye los ojos de los ratones y es capaz de engendrar vida microbiana fácilmente. Microbio pero al fin alienígena.
Estos son solo dos ejemplos que he alcanzado a analizar de lo que he leído.
Segundo, (Spoiler) en Los Límites de la Fundación, Trevize no siente ninguna atracción por Bliss, del planeta Gaia, por ser ella un robot, quizá el mejor modelo de robot, pero Trevize es un intucionista al igual que Selene en los Propios Dioses, si “Hilamos Fino” estás historias, podríamos concluir que Asimov ha unido toda su obra con huevos de pascua muy pequeños pero significativos, así, Trevize puede ser también resultado del programa de mutación del que se habla en Los Propios Dioses, y esta, el verdadero inicio de la Saga de la Fundaciones y la Serie de Robots.
Tercero, si han leído la Biblia, sabrán que ahí se habla muy claro de la Trinidad: Padre, hijo y Espíritu Santo, ( Sí, me salí de la scifi para pasar a la religión) estos tres elementos constituyen a Dios. Nosotros los humanos estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, es decir que nuestro cuerpo está Dios presente en esas tres formas, incluso se asemeja con el hecho de ser Cuerpo, mente y espíritu. Intuyo y me atrevo a decirlo, que Asimov basó su argumento alienigena de Los Propios Dioses también ahí. Si recordamos en el último capítulo, la solución es hacer explotar los huevos cosmeg, generando así nuevos universos y por qué no, vida dentro de ellos, y la causa de esas explosiones es por el uso que lo humanos hacen de su nuevo invento, o sea dioses creadores de vida. Algo para negar, lo sé, Asimov no era muy creyente que digamos, pero muy recursivo a la hora de hacer buenas obras.
Saludos.
Hola, John.
Gracias por tus anotaciones. No sé si son ciertas o no, pero un par de puntos:
Los límites de la Fundación se escribió varios años después de Los Propios Dioses, en la serie de novelas que escribió durante los años 80 para continuar la maravillosa saga de las Fundaciones. En mi opinión, Asimov lo hizo más para incrementar la cuenta de resultados de la editora y su propia cuenta corriente que por motivos literarios. Nuevamente en mi modestísima opinión, todas estas secuelas o precuelas o como se digan no tienen ni de lejos la calidad de la saga original de los años cincuenta. ¡De los años cincuenta del siglo pasado, no lo olvidemos! Y no olvidemos tampoco que Los Propios Dioses es de 1972, hace 45 años de nada…
En segundo lugar, Asimov era judío, y no muy practicante, por cierto, por lo que no creo que pensara en la Trinidad cristiana a la hora de escribir sus novelas… aunque nunca se sabe, claro. Ya no podemos preguntar al maestro, que nos dejó hace mucho, así que nos quedaremos con la duda…
Saludos
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