Tras la presentación de esta serie, y para comenzarla, me he dirigido a la RAE a buscar la definición de Música. Yo esperaba encontrarme con algo así como: “el arte de combinar los sonidos en el tiempo para deleite del oído”, pero lo cierto es que, para los propósitos de estos artículos, no me han gustado las definiciones que he encontrado, ya sea por contener conceptos como melodía, armonía y ritmo (que aún no hemos explicado) o por referirse, por extensión, a algo más concreto, como una “compañía de músicos” o una “composición musical”.
¿Qué es Música?
Quedémonos, pues, con la definición que propuse en un principio:
Música es “el arte de combinar los sonidos en el tiempo para deleite del oído”, y analicémosla.
A partir de aquí, intentaremos aclarar a qué nos referimos con eso de “arte“, “sonidos” y “tiempo“.
Si sabes poco del tema, no te preocupes: intentaremos ir a pasito de tortuga. Y si sabes más, puede que te impacientes esperando contenidos de mayor enjundia… ¡Paciencia, paciencia, que ya vendrán las honduras de nuestros procelosos mares!
No he pensado una serie sobre Música para quedarnos en superficialidades, pero, desde luego, tampoco queremos que los artículos sean crípticos e inaccesibles; de modo que os esperan algunos capítulos “preliminares” que versarán principalmente sobre la naturaleza del sonido e intentarán aclarar una serie de conceptos que deberíamos manejar todos antes de empezar a aprender a hacer Música.
En Música hay sonidos altos y bajos, pero ¿dónde está el arriba y dónde el abajo en el sonido? Poco a poco trataremos de ir proporcionando al lector ejemplos y experiencias conscientes sobre los conceptos básicos del sonido y la Música, pues es preciso manejar con propiedad al menos un mínimo vocabulario específico acerca del tema que nos ocupa.
El arte de hacer música
Volviendo a nuestra definición, vamos a dejar de lado eso del deleite del oído, pues los gustos musicales de cada uno son muy personales y, desde luego, hay una gran variedad de ellos: lo que a unos les parece el súmmum de las composiciones a otros les suena a rayos y centellas.
Prosigamos con lo de “arte”. Música es arte. No quisiera yo dar aquí pie a discusiones conceptuales que en realidad no llevan a nada, y mira que he sido (y a veces sigo siendo) dado a discutir este tipo de asuntos… Puede ser muy frecuente que, si nos parece que una música no tiene la suficiente calidad (o simplemente no nos gusta), digamos: “eso no es música” (yo también lo he dicho alguna vez), pero más allá de que podamos considerar una composición musical como música de la buena o de la mala, si se trata de una combinación intencionada de sonidos en el tiempo, es música.
¿Y dónde queda el arte entonces? Pues, veréis, pienso que con el término “arte” pasa como con la palabra “cultura”, parece que cuando decimos “cultura” nos estamos refiriendo a la Cultura con Mayúsculas. Pero si decimos que una persona es inculta, de ningún modo podemos afirmar que esa persona no tenga ningún tipo de cultura. Por pocos conocimientos que posea, ha estado en contacto con una sociedad, con una familia, con un entorno que le ha transmitido ciertos valores, creencias, aprendizajes… Además, cultura no sólo es una gran sinfonía o un buen cuadro colgado en un museo. En un sentido amplio, cultura es toda producción humana, cualquier innovación que podamos copiar unos de otros y transmitir a posteriores generaciones. Existen, por ejemplo, la cultura del plástico, la cultura de las tribus urbanas, etc. Y, desde luego, también son cultura nuestras creencias, algunas de ellas absurdas, así como nuestras supersticiones.
Pues aquí, lo mismo: cuando decimos que la Música es arte, nos referimos a que hay un componente de libertad y expresión personal en el proceso creativo. Es decir, sí, la música tiene sus reglas que hay que aprender, pero nadie obliga al compositor a seguir una serie de pasos concretos uno detrás de otro ni a hacer cada cosa de una manera determinada, sin salirse del caminito, para concebir una obra musical. Pongo un ejemplo más claro: ¿no son artes las artes marciales? Apúntate a kárate y verás: te enseñarán distintas técnicas de golpeo, bloqueos, esquivas, agarres, proyecciones, luxaciones… y tendrás que practicarlas todas muchas veces para que te salgan bien, pero a la hora de la verdad, en un combate, ¿quién te dice cómo y cuándo tienes que aplicar esas técnicas? Puedes optar por atacar, sorprender, amagar, engañar, defenderte, esperar a ver qué hace tu oponente… En definitiva, se trata de un arte porque no es un proceso cerrado, no es un algoritmo mecánico. Tú decides de qué forma y cuándo aplicas cada técnica. Exactamente a eso me refiero cuando digo que la música es arte.
Por supuesto, creo que hay obras musicales sublimes y maravillosas que son Arte en Mayúsculas y para las que nuestra capacidad de asombro se queda, a veces, pequeña; pero no es el objetivo de esta serie entrar en tales valoraciones. Sólo vamos a tratar de ver la naturaleza de la materia prima con la que se hace la música y a intentar entender algunas de las técnicas más empleadas.
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Después de toda esta parrafada, continuemos con nuestro análisis: Música no sólo es arte, sino que es el arte de combinar sonidos. ¿Qué es el sonido entonces?
El sonido
Llegados a este punto, lo primero que voy a decir es que me acuerdo de que, cuando yo estudiaba, no me gustaba la definición que se nos daba del sonido. Era algo así como: “el fenómeno que se produce cuando las ondas sonoras llegan al oído humano”. Me resulta evidente que es una definición demasiado antropocéntrica. ¿Qué oirán los perros, «pseudosonido perruno»? ¿Y los gatos, «pseudosonido gatuno»? Desde esta definición tan antropocéntrica, aunque en un medio existan ondas sonoras, si no hay una persona que las reciba, no existe sonido alguno.
Supongo, desde luego, que hay un cierto criterio para concluir esto. Es verdad que llamamos «ultrasonidos», y no «sonidos», a las ondas sonoras con una frecuencia demasiado alta para que el oído humano las oiga, aunque otros animales sí sean capaces de oírlas. Lo mismo pasa con las frecuencias subsónicas o infrasonidos, demasiado bajas para nuestro oído, pero no necesariamente para los de otras especies. Es decir, cada especie animal tiene su propio umbral de audición, y nosotros utilizamos nuestro espectro de frecuencias audibles para clasificar las ondas sonoras.
La base física del sonido
Si nos vamos a la Wikipedia: “el sonido, en física, es cualquier fenómeno que involucre la propagación en forma de ondas elásticas (sean audibles o no), generalmente a través de un fluido (u otro medio elástico) que esté generando el movimiento vibratorio de un cuerpo”. Como veis, a la Física no le importa si las ondas son audibles o no: si son ondas sonoras, son sonidos.
Personalmente, siempre me ha dado mucha rabia que las distintas disciplinas definan un mismo concepto de formas diferentes (y doy fe de que he detectado muchas veces este tipo de incongruencias interdisciplinares). Creo que esto atenta contra la esencia misma de la comunicación. Y no sólo eso: ¿cómo se atreven luego a pedir a los profesores que enseñen a sus alumnos de forma que puedan extrapolar un mismo conocimiento a situaciones distintas? Me resulta irónico, por ejemplo, que se pida que un alumno sea capaz de aplicar conceptos y procedimientos matemáticos no sólo en Matemáticas, sino en cualquier otra área curricular o en cualquier circunstancia de la vida, y que, sin embargo, para las distintas áreas, un mismo término pueda significar cosas diferentes…
Ahora bien, más allá de estas reflexiones (o incluso divagaciones) mías, y dejando a un lado los formalismos de las definiciones, lo que debe quedar claro es que en el origen del sonido hay siempre un fenómeno ondulatorio. Es decir, una fuente de sonido vibra y produce ondas sonoras que se propagan por un medio elástico (normalmente el aire) mediante diferencias de presión en el mismo. Por lo tanto, cualquier cualidad del sonido la podremos relacionar con las características de estas ondas.
¿Y qué es lo que tenemos que saber acerca de las ondas sonoras?
Intentando “ver” un sonido
Vamos a imaginarnos un objeto, un objeto cualquiera, pero se trata de un objeto que vibra. Con esto queremos decir que nuestro objeto se mueve, por ejemplo: primero hacia arriba y luego hacia abajo, hacia arriba y hacia abajo, hacia arriba y hacia abajo… Estamos asistiendo a una serie de oscilaciones en torno a un punto medio (posición central o de equilibrio). Sin embargo, hemos dicho que nuestro objeto vibra, sin más. ¿Puede vibrar más rápido o más lento? Sí, seguro que puedes imaginar oscilaciones rápidas y oscilaciones lentas.
Pero, un momento, independientemente de que nuestro objeto vibre rápido o lento ¿cómo de grandes son cada una de sus oscilaciones? Nuestro objeto puede vibrar levemente, desplazándose muy poca distancia por encima y por debajo de la posición central; pero también podría tratarse de oscilaciones más “importantes”, en las que nuestro objeto imaginario se desplaza lejos de la posición central, unas veces arriba y otras debajo de ésta. En este último caso, las oscilaciones serán más amplias: tendrán mayor amplitud.
Pensemos ahora que nuestro objeto vibrante es una fuente de sonido (nuestras cuerdas vocales, por ejemplo) y veamos en qué se traduce todo esto.
Podemos representar las ondas sonoras (por ejemplo, las ondas producidas por nuestras cuerdas vocales) en un eje cartesiano. El eje horizontal es el tiempo, mientras que el eje vertical es la amplitud de onda. Cuantas más veces atraviese la onda el eje horizontal en un mismo intervalo de tiempo, mayor será su frecuencia (y, por tanto, menor su longitud de onda), es decir, habrá mayor número de vibraciones por segundo. Traducido a nuestro ejemplo imaginario, nuestras cuerdas vocales oscilarán más rápidamente.
Por su parte, cuanto más fuerte sea el sonido, cuanta mayor sea su energía, cuanta mayor diferencia de presión provoque en el medio, mayor amplitud tendrá la onda. Es decir, nuestras cuerdas vocales, en su oscilación, se alejarán mucho de su posición central, por encima y por debajo de ésta.
Recuerda también que el eje horizontal atraviesa al vertical justo en el cero (vamos, lo que viene siendo un eje de coordenadas de toda la vida); el cero es en nuestra representación gráfica la posición central o de equilibrio de la oscilación. Como la amplitud de onda va creciendo y disminuyendo cíclicamente, de forma que algunas veces está por encima del eje horizontal (por encima del cero) y otras veces por debajo del mismo (por debajo del cero), tenemos que algunas veces la amplitud de la onda es positiva (por encima de la posición de equilibrio), otras veces es negativa (por debajo de la posición de equilibrio) y algunas veces es cero (justo cuando la oscilación está en el punto medio).
Sumamos los sonidos
Otra cosa que debemos saber es que las ondas sonoras pueden sumarse. Si dos o más ondas sonoras afectan simultáneamente un mismo punto del medio elástico en el que se propagan, entonces obtendremos una nueva onda sonora resultado de sumar, en cada instante, las amplitudes de onda de todas las ondas originales en dicho punto.
Como sabemos que la amplitud de onda puede ser positiva o negativa, dependiendo del signo de las amplitudes de onda originales, al sumar, a veces sumaremos, pero otras veces restaremos sus valores absolutos. Esto quiere decir que, en ocasiones, al sumar dos amplitudes de onda en un punto podemos obtener una amplitud de onda mayor que cada una de las dos originales, pero, otras veces, el resultado será menor; incluso hay ocasiones en que el resultado puede ser igual que una de las dos amplitudes de onda originales, si la otra amplitud es igual a cero en ese punto. Y, por cierto, también es posible producir silencio a partir de dos sonidos mediante la cancelación de fase; claro que estos sonidos deberán ser idénticos pero totalmente desfasados (es decir, con amplitudes opuestas en cada momento)… Por supuesto, los lectores asiduos de El Tamiz han tenido la oportunidad de conocer los fenómenos de interferencia destructiva.
Vemos diversas formas en el sonido
Si a todo lo anterior añadimos que las ondas sonoras más simples pueden tener diversas formas de onda (senoidal, cuadrada, triangular o diente de sierra), concluimos que al sumar distintas ondas de distintas amplitudes, distintas frecuencias y distintas formas, podemos obtener formas de onda de lo más variadas y complejas, como las que podemos observar en el gráfico a continuación.
1- Onda senoidal.
2- Onda en diente de sierra.
3- Onda cuadrada.
4- Pulso.
5- Onda senoidal amortiguada.
6- Onda triangular.
7- Escalón.
8- Forma de onda compleja.
Recapitulemos. Hasta ahora hemos visto que una onda sonora puede vibrar más rápido o más lento (con mayor o menor frecuencia), que sus oscilaciones pueden ser más o menos amplias (puede tener mayor o menor amplitud), que puede tener distintas formas y que se puede sumar con otras ondas.
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En el próximo capítulo descubrirás cómo el hecho de que una onda sonora tenga mayor o menor frecuencia, mayor o menor amplitud o una u otra forma afecta al sonido que percibimos. Asimismo, empezaremos a atisbar la importancia que tiene en Música el que los sonidos se puedan sumar. Y, por supuesto, también hablaremos un poco del tiempo, ése que aparecía en nuestra definición de música y que aún no hemos abordado. Será el momento de introducir los parámetros del sonido, es decir, las características más relevantes del sonido.
¿Y para qué sirven esos parámetros del sonido? Pues verás, sirven para poder estudiar el sonido en profundidad y de forma objetiva, y, desde luego, en un principio a nosotros nos van a servir para poder describir los sonidos con mayor precisión, igual que describimos las cosas que podemos ver o tocar… pero, como decimos, esto lo trataremos de explicar más pormenorizadamente en el próximo capítulo de la serie.
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{ 16 } Comentarios
realmente es complicado crear música decente, por eso crearla tiene tanto mérito, y compartirla con los demmás, más todavia
Gran artículo, sonido -> musica -> entretenimiento -> cultura.
Esperamos con ansias el resto!!
Por cierto, el primer link (rae) y el último (características) no funcionan
Genial!! Ya tienes un adepto!
Qué interesante!… felicidades
buen tema.
Quiero más. Está muy interesante.
“Por supuesto, creo que hay obras musicales sublimes y maravillosas que son Arte en Mayúsculas y para las que nuestra capacidad de asombro se queda, a veces, pequeña; pero no es el objetivo de esta serie entrar en tales valoraciones. Sólo vamos a tratar de ver la naturaleza de la materia prima con la que se hace la música y a intentar entender algunas de las técnicas más empleadas.”
¡Ooooh! Pues ya me gustaría a mí saber distinguir “razonadamente” entre una obra sublime y una cagada. ¿Sería posible salir de los gustos personales en temas musicales para decir con bastante exactitud si una obra es o no excelente? ¿No te animarías a hacer otra serie para debatir esos asuntos?
@Pedro: (que se trata de “otro Pedro” distinto de nuestro amable Amo del Calabozo):
Eso que pides es, sencillamente imposible. Intentaré poner un ejemplo: Hay quien es un amante del Reggaeton, o del bakalao, o de la música dance, o de los Raps, o de lo que sea. Y hay otra gente que no soportan en absoluto alguna (o ninguna) de esas formas musicales. ¿Cuál es mejor, dónde hay más arte? Ni idea. Para unos en unas y para otros, en otras.
¿Quién es mejor cantante, Plácido Domingo o Bisbal? Seguramente la mayoría diría que Plácido Domingo, pero mayormente porque decir que Bisbal quedaría paleto. Pero ¿Quién vende más discos? ¿Quién es más popular?
Si hiciéramos un programa informático al que le diéramos una partitura de una música para que puntuara la excelencia de una obra musical… ¿cuáles serían los parámetros para medir? Imposible decirlos. Porque la percepción de la música es subjetiva: a unos les gusta más una clase y a otros otra. Y no todas las piezas de esa clase gustan por igual. Y no hay más. Únicamente dar a conocer diferentes tipos de música, y que cada cual juzgue. Imponer algo es completamente imposible.
Eso sí, hace un par de años o tres me llevé a un sobrino que obviamente “odiaba la música clásica, por definición” a un Concierto participativo de Carmina Burana. Alrededor de quinientos cantantes, más la orquesta, el coro de niños… No quería venir, pero le convencí, aunque vino a regañadientes. Ahora no hay mes que no me pregunte “Tío, ¿no habrá otro concierto de esos de Carmina Burana…? Si hace falta, ¡rompo la hucha!”. Conoció, y apreció. Se le quitaron los prejuicios y pudo acercarse con naturalidad a un tipo de música que no le gustaba, aunque no la conocía.
Y es que conocer es apreciar. En música y en cualquier otra cosa. No hay más.
Pues yo no estoy tan seguro como tú. Si quieres te pongo un contraejemplo: desayuno bolas de chocolate. Me gustan. Pero sé que por dentro son una mierda por tener grasa de palma, conservantes y colorantes a más no poder. Sé que cualquier trozo de pan con aceite de oliva es mucho mejor desayuno que el que tomo todos los días y esto es así con independencia de mis gustos personales.
Tocayo, pero en lo del desayuno estás hablando de “mejor” en un sentido diferente, el de la salud, no el del gusto. Si a mí me dan a elegir, únicamente valorando el placer que me produce una cosa u otra, comer una hamburguesa grasientaza del Burger King o una ensalada con un chorrito de aceite virgen extra, elijo la hamburguesa de cabeza. Pero a otro a lo mejor le gusta más la ensalada: cuestión de gustos. Sin embargo, creo que ambos estaremos de acuerdo en cuál es más saludable de los dos.
@ Pedro (lector): “¿Sería posible salir de los gustos personales en temas musicales para decir con bastante exactitud si una obra es o no excelente?”
Éste es un tema muy controvertido sobre el que se puede discutir durante horas y no llegar a un mínimo consenso… De todas formas, yo estoy convencido de que una cosa es el gusto personal y otra cosa diferente es la calidad musical; más adelante compartiré con vosotros mi opinión razonada al respecto.
“¿No te animarías a hacer otra serie para debatir esos asuntos?”
Pues no. No me siento capaz de ello. No tengo los conocimientos ni la experiencia adecuados. Aún tengo mucho que aprender sobre muchas disciplinas relacionadas con la música. No soy ninguna autoridad, y mucho menos en estética musical. No tengo elementos de juicio suficientes. Eso sí, si logro terminar mi serie y hacer todo lo que quiero hacer y escribir, creo que estableceré un punto de partida para analizar múltiples aspectos de una obra musical.
Dicen que las grandes críticas de poesía las han hecho los grandes poetas… ¿Cómo podemos pretender hacer una buena crítica musical sin conocimientos teóricos de Música? Algunas claves creo que obtendrás para formarte tu propia opinión sobre cualquier obra musical si sigues esta serie (en caso de que yo consiga parirla tan bien como pretendo).
@Mac: :
“Eso que pides es, sencillamente imposible. Intentaré poner un ejemplo: Hay quien es un amante del Reggaeton, o del bakalao, o de la música dance, o de los Raps, o de lo que sea. Y hay otra gente que no soportan en absoluto alguna (o ninguna) de esas formas musicales. ¿Cuál es mejor, dónde hay más arte? Ni idea. Para unos en unas y para otros, en otras”.
No, si cada cual puede tener su opinión, ¿pero son todas las opiniones igual de doctas? ¿Todas son igual de válidas? Yo no lo creo.
Independientemente de que a mí me guste una u otra cosa, yo puedo analizar objetivamente MUCHOS aspectos de cada obra musical. Puede que me guste una obra determinada, pero si analizo y me doy cuenta que el compositor no se ha calentado en absoluto la cabeza en el ritmo, en la armonía, en la textura, en la forma, en el diseño, en el desarrollo… Me gustará todo lo que yo quiera, pero, jolines, ¿cómo podría decir justificadamente que se trata de una gran obra?
“¿Quién es mejor cantante, Plácido Domingo o Bisbal? Seguramente la mayoría diría que Plácido Domingo, pero mayormente porque decir que Bisbal quedaría paleto. Pero ¿Quién vende más discos? ¿Quién es más popular?”
¿Y qué importa quién es el mejor cantante para decidir qué disco comprar? Pienso que hay que distinguir entre la calidad de una obra musical, el gusto personal de cada uno, la capacidad técnica e interpretativa del intérprete, la interpretación y la ejecución. Si a mí no me gusta una composición musical, ya me la pueden bendecir con los mejores intérpretes del mundo: no me gusta la obra. Además, independientemente de que me guste o no una obra, es posible componer una obra maravillosa y grabar una interpretación mediocre de ella. También es posible hacer una interpretación sublime de “El patio de mi casa”, y no dejará de ser “El patio de mi casa”.
“Si hiciéramos un programa informático al que le diéramos una partitura de una música para que puntuara la excelencia de una obra musical… ¿cuáles serían los parámetros para medir? Imposible decirlos.”
De hecho, existe ya un programa informático que usan las discográficas para predecir si una canción se convertirá en un “great hit”. Así de predecible es el gusto del gran público (con lo de “gran” me refiero al número). Sin comentarios.
“Porque la percepción de la música es subjetiva: a unos les gusta más una clase y a otros otra. Y no todas las piezas de esa clase gustan por igual. Y no hay más”.
¿Que la percepción de la música es subjetiva? Discrepo totalmente, lo subjetivo es el gusto musical de cada uno. Cuando suena una nota grave yo la oigo grave y tú la oyes grave. Cuando suena un do, yo oigo un do y tú oyes un do. Cuando suena un acorde re menor séptima, tú oyes un re menor séptima y yo oigo un re menor séptima. Las melodías se perciben como melodías (los dos percibiremos la misma melodía), las armonías como armonías, los contrapuntos como contrapuntos… Otra cosa es que cada uno tiene una predisposición genética para que le guste un determinado tipo de melodías y que también influyan el el gusto factores culturales y de aprendizaje.
“Eso sí, hace un par de años o tres me llevé a un sobrino que obviamente “odiaba la música clásica, por definición” a un Concierto participativo de Carmina Burana. Alrededor de quinientos cantantes, más la orquesta, el coro de niños… No quería venir, pero le convencí, aunque vino a regañadientes. Ahora no hay mes que no me pregunte “Tío, ¿no habrá otro concierto de esos de Carmina Burana…? Si hace falta, ¡rompo la hucha!”. Conoció, y apreció. Se le quitaron los prejuicios y pudo acercarse con naturalidad a un tipo de música que no le gustaba, aunque no la conocía.”
A veces los niños se lo pasan bomba en los conciertos participativos o en actividades parecidas como El Conciertazo, pero esto no necesariamente significa que aprendan a apreciar la música. Algunos se lo pasan bien simplemente porque se mueven, cantan, bailan, hacen palmas, interpretan teatrillos… No es una mala iniciativa para acercar a los niños a la música, no me malinterpretéis, pero no creo que signifique necesariamente que los niños logren apreciar la música.
@ Pedro (amo del calabozo) “Tocayo, pero en lo del desayuno estás hablando de “mejor” en un sentido diferente, el de la salud, no el del gusto. Si a mí me dan a elegir, únicamente valorando el placer que me produce una cosa u otra, comer una hamburguesa grasientaza del Burger King o una ensalada con un chorrito de aceite virgen extra, elijo la hamburguesa de cabeza. Pero a otro a lo mejor le gusta más la ensalada: cuestión de gustos. Sin embargo, creo que ambos estaremos de acuerdo en cuál es más saludable de los dos”.
Es que el gusto puede también tener sentidos diferentes… Si digo que me gustan los huevos fritos, estoy refiriéndome a un placer meramente sensorial, una sensación momentánea y pasajera de mis papilas gustativas.
Si digo que me gusta el último éxito veraniego de Georgie Dann, seguramente me refiero a que me gusta menear el culo al compás, pero no creo que pueda significar que esa obra musical es capaz de transportarme a un “estado más elevado” cuando cierro los ojos y me quedo absorto y maravillado escuchando.
Sobre la calidad de una obra, estoy convencido de que hay obras de mayor calidad que otras. También hay obras con mayor interés artístico que otras: “Explota, explótame, expló, explota, exlplota mi corazón” no tiene ni punto de comparación con una buena fuga de Bach, le guste a quien le guste. Haz una audición analítica y compara…
Hay obras de mayor calidad que otras, pero también creo que es de todo punto imposible elaborar una especie de ranking donde se precise el puesto exacto que ocupa cada obra en comparación con todas las demás- Hay demasiadas cosas a tener en cuenta y no todas son objetivables.
Ahora bien, muchas culturas se ha valorado la riqueza de recursos, la elaboración y el refinamiento no sólo en la música, sino en cualquier tipo de manifestación artística. No todas las músicas son igualmente elaboradas y refinadas.
Por otra parte, sé que el criterio de autoridad no os va a convencer, pero estoy seguro de que ningún experto te diría que Bach, Beethoven o incluso Debussy (éste último famoso por suinnovador acercamiento anticlásico a la armonía) son malos compositores. Claro, que también hay división de opiniones de expertos en cuanto a obras modernas (para algunos el no va más de la innovación; para otros, una mamarrachada).
En mi opinión, uno de los valores más importantes (que no el único) de una obra musical es su grado de abstracción. Algunos elementos del lenguaje musical son más abstractos y otros más concretos. No me vayáis a decir ahora que la música se percibe con el oído, que el oído es un sentido y que por tanto la música es concret, porque entra por los sentidos (eso es como decir que todo en la literatura es concreto porque la lectura me entra por la vista) : un sonido aislado es algo concreto (puramente sensorial). Las relaciones entre varios sonidos se perciben con el cerebro, y si hablamos de las relaciones entre varios sonidos que suenan a la vez, o entre varias melodías simultáneas, el grado de abstracción va creciendo.
El ritmo es de lo más concreto en música. No despreciemos lo concreto, no se trata de concreto vs abstracto, sino de emplear todos los elementos adecuadamente y no limitarse únicamente a lo concreto: lo concreto puede ayudar a aportar mayor riqueza. Ahora bien, muchas músicas basadas sólo en lo más concreto (con poco grado de abstracción), encima de que se centran en el ritmo, utilizan sólo ritmos machacones, repetitivos y previsibles: están muy lejos de agotar todos los recursos rítmicos posibles. ¿Calidad?
La armonía, por ejemplo, es mucho más abstracta. Lo abstracto no es “alimento” para los sentidos, como lo es lo concreto, sino que lo es para el cerebro.
Esta es mi opinión sobre la calidad de a música. ¿Y sobre el gusto? Todos estamos capacitados para disfrutar de o concreto, pero no todos lo estamos tanto para apreciar lo abstracto. Es decir, que a mí me guste o no una obra musical probablemente diga más de mí que sobre la obra.
Un ejemplo quizás más fácilmente entendible: la literatura también es arte. Podríamos decir de ella lo mismo que decís de la Música: que para unos unas obras serán las buenas y para otros lo serán otras (asumís, entonces que la calidad de una obra se mide porque sea capaz de gustar). Ahora bien, como hay gustos para todo, a lo mejor a mí me gusta la “literatura” que es capaz de crear un niño pequeño totalmente inmerso en las operaciones concretas. He aquí un texto de lo más concreto: “Tengo una pelota. Mi pelota es roja. Juego con mi pelota. Ayer chuté lejos y mi perro me trajo mi pelota. Me encanta mi pelota”. Por mucho que le guste a este texto a alguien, ¿no se puede elaborar un texto más rico y refinado añadiendo conceptos abstractos? ¿No está relacionado eso con la calidad?
¿Por qué no gusta, en general, la música clásica? Tal vez, porque se centra más en elaborar buenas armonías, texturas, etc. Pero no es muy rítmica, Quizás porque los músicos clásicos consideraron el ritmo como algo demasiado primitivo y no mostraron demasiado interés en él. La mayor parte de la gente es capaz de apreciar el ritmo, pero apreciar la armonía es más complicado.
Ésta es mi modesta opinión. Y, que quede claro que es una opinión, que en estas cosas es muy difícil estar en posesión de la verdad (y más aún yo).
@Compotrigo:
“¿Que la percepción de la música es subjetiva? Discrepo totalmente, lo subjetivo es el gusto musical de cada uno. ” Completamente de acuerdo. Eso es lo que yo quería decir antes, pero dije algo completamente distinto.
“A veces los niños se lo pasan bomba en los conciertos participativos o en actividades parecidas como El Conciertazo, pero esto no necesariamente significa que aprendan a apreciar la música…” Bueno, mi sobrino tenía unos quince años por entonces, y el concierto participativo al que me refiero es uno de los que organiza la Obra Social de La Caixa, y es participativo porque invitan a diferentes coros amateurs a cantar la Carmina Burana junto con los profesionales. Pero no es, en absoluto, un “Conciertazo” como los de la tele. Es una Carmina Burana con toda la barba, la mejor que yo haya escuchado nunca. Nada de teatritos ni de chorraditas. Imagina, en el Auditorio de Madrid, que toda la tribuna posterior a la orquesta más las tribunas laterales estén ocupadas no por espectadores (como es habitual) sino por cantantes. Unos 500, conté grosso modo.
No, si le gustó es porque le gustó la obra de Orff, no por los “adláteres”. Al menos, ya tiene algo con lo que comparar cuando oiga a la Amaral…
Muy buenos comentarios!
@ Pedro tocayo: “pero en lo del desayuno estás hablando de “mejor” en un sentido diferente, el de la salud, no el del gusto” Claro, eso es obvio, llevo un rato diciendo si podríamos dejar a un lado el gusto personal de cada uno. De lo contrario esto sería un diálogo de besugos: ¿Te gusta la canción? -Sí, me gusta; -No, no te gusta… -¿Cómo? Qué te digo que sí; -No, en realidad no te gusta… El punto de vista no es el del “gusto” sino que claramente se trata de decidir si una obra es o no mejor desde un punto de vista musical.
@Compotrigo: se nota que tienes una opinión bien formada sobre estos asuntos, para decirte la verdad, nunca había oído (leído) un modo de entender la música como el que acabas de contarnos. ¡Plas, plas, plas! Creo que la cosa está clara, un buen camino para empezar será sin duda leer tu serie
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