La semana pasada inicié la serie “Curiosidades Bioquímicas” con un artículo sobre el “ADN basura”. Continuamos hoy la serie hablando de cómo se desplazan las bacterias en un fluido.
En el mundo “real” o macroscópico los peces y el resto de animales acuáticos como los pinguinos, ballenas, delfines… nadan impulsándose con aletas.
La pregunta es ¿por qué en el mundo microscópico no hay aletas? Es decir ¿por qué las bacterias se mueven gracias a la acción de estructuras propias como los cilios y los flagelos y no gracias a la acción de aletas, como los peces?
La respuesta se encuentra en la Física, en la Mecánica de Fluidos. Un fluido puede tener un flujo laminar o turbulento, en función de variables como la velocidad y el tamaño del objeto que se mueve; y la viscosidad y la densidad del fluido. Existe un número adimensional, el número de Reynolds, que sirve para valorar si un fluido se encuentra en régimen laminar o turbulento. Si este número es menor que uno, el flujo es laminar; mientras que si es mayor que uno es turbulento.
Ahora bien ¿qué es lo que caracteriza a cada tipo de flujo?
El flujo turbulento es el más común a las escalas macroscópicas, y se caracteriza por ser irreversible. Por ejemplo, si grabamos un vídeo de un chorro de agua a presión que sale de una tubería sumergida en una piscina y luego lo “rebobinamos” viendo las imágenes, éstas no tienen ningún sentido físico porque disminuye el desorden, lo que “viola” el segundo principio de la termodinámica (en un sistema aislado la entropía nunca disminuye de forma espontánea). Si dibujamos las líneas de flujo (las líneas que representan las trayectorias que siguen las distintas moléculas o grupos de moléculas), vemos que éstas se entremezclan de forma completamente caótica.
Sin embargo, en un flujo laminar ocurre exactamente lo contrario: es un flujo ordenado y reversible. Sus líneas de flujo están perfectamente ordenadas, y no se entremezclan, están estratificadas en función de la velocidad (la velocidad de una partícula en un fluido que circula a través de un tubo varía en función de su posición en el tubo).
Un flujo laminar sería, por ejemplo, un vaso con un fluido muy viscoso (glicerina, por ejemplo) en el que movemos una varilla. En este fluido ocurre un fenómeno muy curioso: si añadimos una gota de colorante a la punta de la varilla y movemos ésta dibujando un círculo, dispersamos la mancha. Si a continuación realizamos el movimiento contrario ¡la mancha desaparece y vemos de nuevo la gota inicial! Esto a primera vista parece violar el segundo principio de la termodinámica, pero se puede justificar: la difusión de una partícula en un fluido es más lenta cuanto más viscoso es el fluido; y, aparte, ¡el movimiento en un flujo laminar es reversible! Este fenómeno puede verse en el siguiente vídeo: [1]
El flujo laminar es el flujo típico a pequeñas escalas: para las bacterias todos los fluidos son viscosos[2]. Por ello, las bacterias siempre se encuentran inmersas en un líquido en régimen laminar. Esta es la razón de que las bacterias no tengan aletas: el vivir en el interior de un fluido laminar.
Vamos a imaginar que una bacteria tuviera aleta. Si intentan mover una aleta hacia adelante y luego hacia atrás, no avanzaría, porque el movimiento en un fluido laminar es REVERSIBLE. Es decir, al retirar la aleta retrocedería y volvería a su posición inicial, porque hacemos un movimiento cíclico.
Para poder moverse han tenido que desarrollar estructuras nuevas: los cilios y los flagelos. Los cilios son una especie de “pelos” que recubren la célula y se mueven de forma no cíclica para evitar el problema de las aletas. Se mueven dando un “latigazo”, y luego vuelven a la posición inicial pegados al cuerpo de la bacteria, consiguiendo así una menor “fricción” en el segundo recorrido, lo que hace que retrocedan menos de lo que avanzan.
Los flagelos son una auténtica maravilla de la biología y de la evolución, merecen un artículo aparte. Están formados por un tubo hueco, largo y rígido de forma helicoidal, que impulsa la bacteria gracias al giro de un motor molecular ¡de sólo 45 nanómetros de diámetro! Me parece increíble que un “motor” tan pequeño pueda mover un tubo de más de 2 micrómetros de largo. El flagelo permite a la bacteria moverse porque “empuja” agua hacia atrás, al igual que lo hace un Tornillo de Arquímedes, empleado por los antiguos para subir agua desde los ríos hasta las casas. ¡Espero que Arquímedes no copiara el diseño de una bacteria y resulte que inventó el microscopio 2.000 años antes que Leuwenhoek!
El experimento de Silverman y Simon que demostró que los flagelos tienen un movimiento rotatorio fue uno de los diseños experimentales más ingeniosos de este siglo. Como no se puede ver el giro del flagelo por su pequeño tamaño, crearon una bacteria recombinante en la que alteraron los genes de la proteína del flagelo de tal forma que crearon un flagelo más corto acabado en un garfio. Engancharon el garfio a una estructura y ¡vieron como la bacteria giraba sobre sí misma! Simplemente, alucinante.
Una última perla: los flagelos permiten a las bacterias moverse a 60 micras por segundo. Parece poquito (0,216 mm/h), pero si las bacterias tuviesen 1 metro de longitud en vez de una micra, se moverían a 60 m/s, o sea… ¡216 km/h! Es increíble que, teniendo más resistencia que nadie por el flujo laminar, sean uno de los organismos más rápidos.
La de asombrosos secretos físicos que puede encerrar una “humilde” bacteria…
- Mi agradecimiento a Artic Labs por su excelente aporte [↩]
- Nota del editor: Este curioso fenómeno ya apareció en El Tamiz hace algún tiempo al hablar de diodos nadadores [↩]
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{ 14 } Comentarios
Genial artículo. La verdad, muy interesante. Solo un apunte, sería bueno que puseiras la barra “MORE” para que no se viera todo el artíclo entero en la pagina principal. Saludos, esperamos con anisa mas conocimiento tuyo!
Eso era mi trabajo y no lo hice… arreglado, ¡gracias!
Por cierto, por error acabo de cargarme el trackback de meneame (vaya día llevo, pensaba que era uno interno), la historia está aquí: http://meneame.net/story/curiosidades-bioquimicas-como-nadan-bacterias
Aunque no dije nada en mi comentario anterior, enhorabuena — es conciso, claro y muy interesante. Me encantan las respuestas a los porqués que a veces ni siquiera hemos llegado nunca a plantearnos
Buenísimo, me he quedado atónito, aunque también me ha dado un poco de grimilla cuando explicabas lo de los cilios, me he imaginado los bichillos con un montón de pequeñas patitas navegando por un fluido viscoso y… uish…
@ Pedro. ¡Gracias!
@ Sergio
A mi lo que me da grimilla es pensar que expulsamos los mocos fuera del cuerpo por el mismo mecanismo: las células de las vías respiratorias son “fijas” y tienen cilios que empujan el moco hacia arriba. Resumen: puagggggggggggggg.
Se me olvidó comentar antes que el flujo laminar tiene otras implicaciones, que dan para otro artículo… Y ¡muy serias! La peor es que si intentas escapar de un predador, alteras el flujo de forma que ¡arrastras al depredador detrás de ti! Como el rebufo de la F1 versión bacteria escapando de ameba.
Muy bueno el artículo, me ha gustado mucho =D
Impecable, solo quiero añadir un vídeo impresionante sobre la reversibilidad en fluidos reversibles.
Ejem, queria decir “reversibilidad en fluidos laminares”
http://es.youtube.com/watch?v=p08_KlTKP50
@ Gencianal,
Si quieres añadir el vídeo al artículo para que pueda verse directamente aquí (también puede que prefieras dejarlo, como está, como enlace en el comentario), puedes hacerlo editando el artículo y poniendo [youtube]p08_KlTKP50[/youtube]
Sin haber leido los demás comentarios, sólo puedo decir: “COMO ME GUSTA ESTE TIO!”
Bien sea por mi ignorancia en el tema, o bien por lo bien que se expresa (que va a ser lo segundo más un poco de lo primero), Gencianal es mi autor favorito en elcedado (sin menospreciar al resto de los autores entre los cuales deseo incorporarme en breve).
Tenía otra cosa que comentar pero antes me documentaré un poco sobre los flagelos. Por lo demás, ENHORABUENA otra vez
Bueno, creo que ya me he documentado. Veamos:
1.. Si vas a hacer un artículo sobre los flagelos le pediré a pedro que borre este comentario y ya volveré a comentar entonces si lo creo oportuno.
He leído que los flagelos bacterianos, con su rotor, tienen de docenas a cientos de pequeñas piezas, increíblemente especializadas y perfectamente ensambladas. Si falta una, el sistema deja de funcionar. Con una evolución paulatina y gradual, de prueba y error, sería imposible hacer una cadena de modelos desde un modelo más sencillo hasta el actual. Dicen que este sistema posee una complejidad irreducible.
Creo que ocurre parecido con los motores que nosotros construimos. Basándonos en un motor existente podemos hacer pequeñas variaciones para mejorarlo, pero llega el punto en que para mejorarlo tenemos que empezar uno nuevo desde cero pero aplicando la experiencia que hemos adquirido con los anteriores y corrigiendo de raíz algunos defectos de diseño que han salido a la luz con los últimos avances. Siempre aplicando nuestro ingenio y nuestras capacidades.
El caso es que la evolución hasta estos sistemas es algo muy pero que muy improbable (lo que no quiere decir imposible). Por eso se le puede denominar “MARAVILLA de la evolución” sin temor a haberlo dicho a la ligera.
Hay quienes argumentan que el flagelo este, es una prueba del diseño INTELIGENTE y con PROPÓSITO que tiene todo cuanto existe, y que por tanto debe haber sido creado. La pega es que entonces nos salimos del campo de la ciencia y nos metemos en otros asuntos.
Pero, con respecto a la expresión “no es mucha casualidad…” ya habla otro artículo:
http://eltamiz.com/2007/04/20/%C2%BFno-es-mucha-casualidad-que-haya-vida-en-el-universo/
Bravo!!
Qué buena pregunta y qué buena respuesta. ¡Gracias!
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