La Guerra de Troya
El relato que aquí les ofrezco intenta ser ameno y parte de la conjunción de diferentes versiones del mismo, seleccionadas más con la intención de hacerlos entretenidos y accesibles para todos, que con el rigor de los verdaderos estudiosos de la mitología, quienes nos brindan la posibilidad de acceder y disfrutar de estas maravillosas historias. Si sirve para brindarles un momento de apacible lectura y como puntapié inicial para despertar curiosidad sobre estos relatos ancestrales, estará cumplido con creces el objetivo de este humilde artículo.
Supongo que todos conocen con mayor o menor detalle la épica historia de la Guerra de Troya. Esta maravillosa historia, llena de pasiones y crueldades ha sido relatada completa o parcialmente innumerables veces, tanto por la prosa del inigualable Homero, como por las demás artes como la pintura, la música y el cine. Sin embargo no son tan conocidas las causas que llevaron a este colosal enfrentamiento del mundo Griego y la fundamental participación de los Dioses, que, como siempre en la mitología, dan el marco esencial para los acontecimientos mundanos.
La humanidad es así un personaje más o menos secundario, víctima de acontecimientos celestiales en los que su participación es a veces comparable a la de un títere movido por fuerzas que incluso puede llegar a desconocer. En el caso de la Guerra de Troya, todo comienza con un gran banquete celebrado en el Monte Olimpo (morada de los Dioses Griegos) en ocasión de la boda de la Diosa marina Tetis con el mortal Peleo, rey de Tesalia. Todos los Dioses fueron invitados a esta suntuosa celebración menos Éride, la Diosa de la discordia, quien tenía costumbre de sembrar peleas allí donde se encontrara, motivo por el cual tanto Zeus, el más poderoso de los Dioses Olímpicos, como su esposa Hera estuvieron de acuerdo en no invitarla.
Si por casualidad algún lector está organizando un festejo y se encuentra en la disyuntiva de decidir a quién invitar o no, le aconsejo que lea el artículo completo antes de repartir las invitaciones.
Situémonos ahora en el esplendoroso banquete, Dioses y Diosas reían y bebían alegres disfrutando de la maravillosa velada, complacidos por la ausencia de la siempre inoportuna Éride. Pero claro, ésta no iba a quedarse de brazos cruzados frente a tal descortesía y planeó un simple, pero efectivo, artilugio para vengarse. Deslizándose sin que la vieran en la sala, dejó caer una manzana de oro que contenía una pequeña inscripción.
Decía: “Para la más bella”.
No pasó mucho tiempo antes de que la manzana fuera encontrada por Hera, quien leyendo la inscripción, se alegró por tan bello presente. Pero recordemos que el lugar estaba lleno de Dioses y Diosas, y si hay una característica que comparten todos ellos, y ellas, es su belleza y orgullo. Afrodita, al ver la manzana, se la pidió a Hera argumentando que evidentemente era para ella, pues claro, quién podría ser más bella que la Diosa del amor… Como si esto fuera poco Atenea, Diosa de la sabiduría y la estrategia de guerra, miró a su padre Zeus y le dijo -¿Acaso no me dices siempre que soy la más bella entre las Diosas?. Efectivamente Atenea gozaba del privilegio de ser la predilecta del grandísimo Zeus, lo que en ese momento no hizo mas que complicar las cosas, puesto que por grandísimo que uno sea, nadie quisiera encontrarse en la situación en que estaba Zeus en ese momento. Todos los Dioses lo miraban esperando que diera su veredicto, el cual lo obligaba a decidir entre la pulposa Afrodita, a quien todos querríamos tener de nuestro lado, o aun más, “a” nuestro lado; su esposa Hera, quien lo miraba con esa mirada que para qué te cuento y Atenea, su hijita preferida.
A todo esto, por supuesto, la Diosa de la Discordia observaba todo fuera del palacio y se retorcía de la risa.
Pero volviendo a la situación en que se encontraba Zeus, la pregunta que se estarán haciendo es ¿Qué hizo?. Señores, permítanme decirles que hizo lo que todo hombre o Dios con los pantalones bien puestos hubiera hecho en tal situación. Se sacó el problema de encima. Argumentando que él no podía ser objetivo en tal elección, le ordenó a Hermes que fuera junto a las Diosas al monte Ida, le confiara a un pastor la manzana y luego de esto, al presentarse ante éste las tres bellísimas Diosas, decidiera quién de ellas se ajustaba mejor a la inscripción de la manzana.
Es aquí donde terminan por el momento los problemas de Zeus y comienzan los de Troya.
Paris, hijo de Príamo, rey de la rica ciudad de Troya, era sin duda uno de los playboys más codiciados de su época. Pero tenía, como tantos otros personajes mitológicos, un pasado oscuro, que incluía nada menos que una profecía en la cual se decía que sería el causante de la ruina de su padre y del reino que éste poseía. Por esta razón, luego de su nacimiento, Príamo decidió ejecutarlo para eludir tan funesto destino. Fue su madre Hécuba quien lo salvó, entregándoselo a un esclavo para que lo abandone en el bosque. Luego de ser amamantado por una osa, Paris es encontrado por un pastor, quien se ocupa de su crianza, y no es hasta su edad adulta cuando, con motivo de unos juegos celebrados en la ciudad de Troya, Paris vuelve a esta ciudad y se reencuentra con su verdadero padre. Entonces Príamo, ya anciano, celebra el regreso de su hijo dándole su merecido lugar como príncipe de Troya y se olvida de la antigua profecía.
Fuente: The National Gallery - The Judgement of Paris.
Pero fiel a su humilde educación, Paris prefiere pasar la mayor parte de su tiempo cuidando los rebaños de su padre, en los alrededores de la ciudad. Es así como los caminos de Hermes, quien iba acompañado de Hera, Afrodita y Atenea, se cruzan con los de Paris. Mientras éste se encontraba cuidando el rebaño, se le aparecen estos Dioses y, tal como Zeus le había ordenado, Hermes le entrega la manzana de oro y le pide que decida cuál de las tres Diosas es la más hermosa.
¡Si para Zeus esta elección fue un gran problema, no me quiero imaginar lo que fue para el pobre Paris! Y, como si todo esto fuera poco, las Diosas no estaban dispuestas a dejar que este simple humano se decidiera así nomás por una de ellas, sino que una a una se acercaron a él e intentaron sobornarlo para inclinar la balanza a su favor.
¿Qué le ofrecieron? Y sobre todo, ¿por quién se decidió Paris?.
Si me siguieron hasta aquí supongo que pueden esperar un poco más para obtener estas respuestas, permítanme entonces que haga un pequeño paréntesis y les hable de una señorita cuya belleza aparentemente rivalizaba con la de las Diosas.
Helena
Su nombre era Helena y por aquel entonces era la mujer nada más y nada menos que de Menelao, rey de Esparta y hermano de Agamenón rey de Micenas. Pero este casamiento también tuvo sus detalles. Cuando Helena llegó a la edad de casarse, fueron tantos los pretendientes que se la disputaron, que Tíndaro, su padre (algunos dicen que Helena era en realidad hija del mismísimo Zeus) tuvo miedo de que al decidirse por sólo uno de ellos, todos los demás le declararan la guerra. Fue entonces cuando el astuto Ulises sugirió que fuera ella misma quien eligiera y que antes de esto, todos los pretendientes juraran respetar la elección, asumiendo también la responsabilidad de castigar a quien se opusiera a este matrimonio, una vez pronunciado el nombre del agraciado. Finalmente Helena se decidió por Menelao. Seguramente este señor se habrá sentido muy feliz al poseerla como esposa, pero… poco le duró.
Volviendo a donde nos habíamos quedado, tenemos a Paris rodeado de ovejas, con la manzana en la mano, y tratando de decidirse entre las tres Diosas, quienes intentan sobornarlo.
Así es como entonces Hera se acerca a él y, susurrándole al oído, le dice: -Si me elijes te daré Poder sin límites.
Luego Atenea se acerca también y le dice que si en cambio la elije a ella poseerá –Absoluta sabiduría.
¿Y Afrodita?, Afrodita para ese entonces ya se había desabrochado la túnica y le ofreció -El amor de la mujer mas hermosa de la época, Helena. Posteriormente llamada Helena de Troya.
Pese a que todas las ofertas eran muy tentadoras, Paris no dudo en dar la manzana a Afrodita, y es así como, luego de quitarle a Menelao su radiante esposa, Paris se lleva a Helena a la ciudad de Troya. Menelao invoca el juramento que todos los anteriores pretendientes habían hecho de castigar a quien se opusiera a este matrimonio, los ejércitos griegos se amontonan frente a las murallas, el caballito de Troya y todo eso, que forma en realidad, parte de otra historia…
Pero permítanme que antes de cerrar este relato deseando que lo hayan disfrutado, haga hincapié sobre un hecho particular, que es el que a mí más me impresiona.
A Paris le ofrecieron Poder y Sabiduría sin Límites, pero prefirió en cambio el amor de una sola mujer.
¡Vamos Paris, todavía!… claro que las cartas del destino de Troya ya estaban echadas, sobre todo cuando Afrodita se desabrochó la túnica…
Troya ¿Ciudad olvidada?
Las Murallas de Troya, hoy
En este artículo me propuse narrar las causas de la Guerra de Troya según la mitología, sin hacer referencia a las verdaderas ciudades de Troya descubiertas por el arqueólogo alemán Heinrich Schliemann, para mantener separadas las aguas entre el fabuloso mito y la no menos apasionante historia de su descubrimiento arqueológico. Este breve apartado en cambio, abordará este tema y dará las razones por las cuales elegí este enfoque en particular.
Porque… ¡No una, sino diez ciudades fueron descubiertas en ésta y otras excavaciones posteriores!. Se encontraban superpuestas en diferentes estratos geológicos, correspondiendo cada una de ellas a un período histórico particular, que en conjunto abarca desde el 2920 a.C. hasta el siglo XIV. El estudio de estos asentamientos ha llevado a la conclusión de que la llamada “Troya VII” corresponde a la Troya Homérica. Pero la fecha de su caída se encuentra aún en discusión, situándose aproximadamente entre el año 1185 a.C. (fecha propuesta por Eratóstenes) y el 1250 a.C. (propuesta por Herodoto).
Recreación del Caballo de Troya, sito en la propia Troya
De igual modo se discuten las verdaderas razones que desencadenaron el enfrentamiento. Y para desentrañar este misterio, es importante tener en cuenta la privilegiada ubicación geográfica de la ciudad que, al dominar el estrecho de los Dardanelos, se encontraba en una posición privilegiada para el control del rico comercio con el Mar Negro. Motivo que sin lugar a dudas fomentó su crecimiento y riqueza, pero muy probablemente también las rivalidades mercantiles y económicas. Claro que este tipo de explicación es mucho menos jugosa, si lo que se pretende es contar una historia que más que realista, sea cautivadora. Hollywood sabe esto, pero Homero lo supo mucho antes.
Como se ve, si bien hoy en día parece innegable la autenticidad de la Guerra de Troya, esto no significa que los hechos hayan sucedido como se relatan en la mitología. Quizás piensen que esto es algo obvio y no necesitaba ser aclarado; sepan que si este artículo es bien acogido por ustedes, algún día me gustaría hablarles, por ejemplo, del mito de la Atlántida, los numerosos mitos de diluvios universales y muchos otros, donde si no tenemos en claro la diferenciación entre mito y realidad histórica, podríamos terminar naufragando en aguas turbias, poco profundas y muy contaminadas de charlatanes para mi gusto.
Les dejo aquí varios enlaces para quienes se hayan quedado con las ganas de seguir leyendo sobre estos temas. Después de todo, ésa era la idea…
Personajes mitológicos mencionados en este relato