(Atención, este artículo contiene información explícita sobre el argumento de la Saga de la Fundación, de Isaac Asimov).
P. ¿Quiere repetirnos, doctor Seldon, sus ideas respecto al futuro de Trántor? R. He dicho, y lo repito, que Trántor quedará convertido en ruinas dentro de cinco siglos. P. ¿En qué se basa? R. En las matemáticas de la psicohistoria. P. ¿Puede demostrar que esas matemáticas son ciertas? R. Sólo a otro matemático.Fundación[1], de Isaac Asimov
13 de mayo del año 374 E.F. (Era Fundacional)[2], casi cuatro siglos después del establecimiento de La Fundación y pasadas dos generaciones desde la muerte de El Mulo, en el domicilio del Dr. Toran Darell, en Términus, tiene lugar una reunión decisiva para el devenir de la galaxia. Pelleas Anthor, brillante ingeniero electroneurólogo, Jole Turbor, popular comunicador denostado por las autoridades por dar pábulo a las teorías sobre la Segunda Fundación, el Dr. Elvett Semic, eminente físico teórico jubilado, Homir Munn, erudito bibliotecario especialista en El Mulo, el propio Dr. Darell, analista encefalógrafo experto en patrones mentales y microcorrientes nerviosas, y la hija de éste, Arcadia Darell, inquieta adolescente y precoz escritora, sorprendida escuchando a hurtadillas y obligada, como mal menor, a permanecer en el seno de tan selecto grupo, conspiran para llevar a la práctica un proyecto sumamente perturbador: ¡Acabar definitivamente con la Segunda Fundación!
Tras la muerte de El Mulo, La Fundación había recuperado el liderazgo que le había sido arrebatado y volvió a dejar sentir su influencia por toda la galaxia, como si El Mulo, conquistador de La Fundación, con toda su arrolladora entrada en escena, no hubiera sido nada más que una efímera sombra. Demasiado fácil, demasiado improbable…
En la conciencia colectiva de los habitantes de la Primera Fundación, la mano fantasma de la Segunda estaba detrás de tan feliz desenlace. De algún modo, ocurriese lo que ocurriese, la Primera Fundación siempre saldría con bien. Era su destino, porque ¿acaso no contaban con la protección de la legendaria Segunda Fundación? Sin embargo, en el transcurso de una generación, el optimismo inicial fue siendo pronto sustituido por un incipiente recelo. ¿Dónde quedaba en todo aquel esquema el libre albedrío de la Primera Fundación? Corpúsculos como el del Dr. Darell y Pelleas Anthor empezaban a comprender que la Primera Fundación jamás sería dueña de su propio futuro si no se desenmascaraba y exterminaba a los agentes de la Segunda.
Mientras tanto, en el extremo de las estrellas[3], el Primer Orador de la Segunda Fundación se debatía en medio de un mar de ecuaciones psicohistóricas, intentando encontrar la solución matemáticamente óptima que salvara al moribundo Plan Seldon de los efectos de la imprevista y virulenta aparición de El Mulo. ¡La probabilidad de alcanzar un Nuevo Imperio Galáctico gobernado por psicólogos se había reducido a un escaso 21,4%! Decididamente el Plan Seldon está gravemente herido, aunque por fortuna aún no de muerte. Su antecesor en el cargo había conseguido derrotar a El Mulo en un singular combate mental sin parangón en la historia de la galaxia, ¡pero a qué precio! La Segunda Fundación se había expuesto muy por encima de los niveles que los postulados de la psicohistoria consideraban aceptables para que sus resultados fuesen fiables. Por su afinada mente revoloteaba incesantemente el axioma fundamental de la psicohistoria:
El conjunto humano debe desconocer que es objeto de análisis psicohistórico a fin de que su reacción sea verdaderamente casual.
Ahora la Primera Fundación colegía que la existencia de la Segunda podía ser algo más que un mito, lo que jugaba en contra del éxito del Plan Seldon. ¿Funcionaría la ambiciosa iniciativa que habían ideado para hacer converger el curso de los acontecimientos hacia el estado original? Pronto se cumpliría una década desde que sus agentes comenzaran la ejecución de un plan para volver a sumergir a la Segunda Fundación en las brumas de la inexistencia. Era necesario convencer a la Primera Fundación de que la Segunda jamás constituiría una amenaza para ellos, de que, a pesar de no ser cierto, no había nadie detrás de los hilos de su destino. El desenlace estaba próximo a consumarse. Pronto sabrían si cuatro siglos de esfuerzos habían merecido la pena o si, por el contrario, el Plan Seldon había fracasado…
Interesante, ¿verdad? Si así lo creéis os remito a la obra original de Isaac Asimov para que descubráis por vosotros mismo los pormenores de esta colosal odisea galáctica. Por mi parte, he vuelto por mis fueros para amenizar con la Saga de la Fundación un nuevo capítulo de esta serie que, de otro modo, hubiera quedado demasiado aburrido y mundano. Comprendo que quizás es excesivamente aventurado comparar a la Segunda Fundación con los bancos centrales y reguladores bursátiles, a El Mulo con las causas y secuelas de la crisis financiera y al Gobierno de los EE.UU. (o de cualquier otro país) con el Imperio Galáctico Asimoviano, o incluso (ya que al fin y al cabo está destinada a devenir en Imperio) con la Primera Fundación, pero creo que al final del artículo consentiréis en admitir que al menos tales analogías son entretenidas y sirven con algún acierto al propósito de ilustrar el sistema financiero.
En el artículo anterior descubrimos que hay numerosos argumentos que apoyan la idea de conferir autonomía de los bancos centrales, o en otras palabras, su despolitización. Argumentábamos que esta medida es favorable para la economía por cuanto la dota de mayor estabilidad, entendiendo por ello, fundamentalmente, un mayor control sobre la inflación, y aportábamos datos estadísticos que, dejando a un lado la Crisis Subprime, parecían refrendar esta tesis. Así que, aun admitiendo que la labor de los bancos centrales ha dejado mucho (muchísimo) que desear en una de sus más importantes parcelas, cual es la supervisión del sector bancario, cabe preguntarse cuál ha sido el secreto de su éxito en aquello que mejor han sabido hacer: contener los precios.
Es evidente que la autonomía de que han disfrutado ha tenido mucho que ver en ello, pues por mediación de ella se ha logrado un objetivo esencial: que los ciudadanos y empresas confíen en que las decisiones en materia monetaria no son arbitrarias. Ya vimos que en el pasado, cuando la política monetaria estaba en manos de los gobiernos, no era raro que estos la aplicasen de modo un tanto informal para enfrentar sobre la marcha los problemas que se iban presentando y que, con frecuencia, eran debidos precisamente al uso inadecuado de las mismas herramientas monetarias con que pretendían combatirlos. La consecuencia de todo ello era una inestabilidad económica crónica que se materializaba en una persistente y tozuda inflación o en violentas sucesiones de euforias y pánicos[4].
Nadie sabía a qué atenerse. ¿En base a qué decidía el gobierno bajar o subir los tipos de interés? ¿Por qué en ese momento y no en otro? Si la mercancía nacional resultaba cara en el exterior, ¿se devaluaría la moneda? ¿Y si el gobierno que surgiera tras las elecciones tomaba decisiones diferentes? El futuro era muy incierto, lo que a su vez llevaba a que consumidores y empresas actuasen frente a las medidas económicas que se adoptaban de un modo igualmente incierto, restándoles eficacia. Si frente a un mismo problema económico se adoptan medidas distintas en momentos diferentes de un modo aparentemente caprichoso, se crea un clima de desconfianza que convierte en ineficaz a cualquiera de esas medidas, acertadas o no. Así, si el Gobierno decidía estimular la demanda bajando los tipos de interés, podía darse el caso de que las familias ahorrasen su dinero en vez de gastarlo si no confiaban en que los tipos permaneciesen bajos, o de que las empresas, si sospechaban que tal medida pudiera generar inflación, se adelantaran subiendo los precios de golpe, convirtiendo en papel mojado los planes del Gobierno. El paradójico resultado podía ser la estanflación, es decir, un aumento de la inflación que no viene acompañado de crecimiento económico (incremento del PIB).
La estanflación durante la década de los 70 del pasado siglo queda explicada en parte por este fenómeno, y sirvió de lección para que los bancos centrales y gobiernos de todo el mundo comprendieran cuán importante era apostar por una política monetaria estable y carente de sorpresas, algo que se simplificaba al profundizar en la independencia de los bancos centrales. Desde entonces la mayoría de las autoridades monetarias han centrado sus esfuerzos en mantener la inflación bajo control, imponiéndose la mayoría de ellas un objetivo público y concreto de inflación[5], lo que ha conducido a una visible suavización en la fluctuación de los precios y, por extensión, en la de las demás variables macroeconómicas (PIB y tasa de desempleo principalmente).
Para conseguir este objetivo se ayudan de la más relevante de sus ecuaciones psicohistóricas: la Regla de Taylor, una fórmula que permite, dada la inflación y el PIB actuales, estimar cómo deberían de variar los tipos de interés para alcanzar un objetivo de inflación determinado. Con esto se consigue desterrar la discrecionalidad en la política monetaria e inyectar confianza en las empresas y consumidores. Es lógico, si el comportamiento de la autoridad monetaria es público, moderado y predecible, nadie debería de temer por cambios bruscos en los tipos de interés (puesto que, tomando prestado un concepto de física cuántica, ambas variables están entrelazadas: alteraciones bruscas en la inflación generalmente requieren de fuertes modificaciones de tipos de interés, y severos cambios en los tipos son debidos generalmente a la necesidad de controlar oscilaciones serias en la inflación), por lo que las familias podrían calcular con bastante fiabilidad lo que sus ahorros le rentarán o lo que su hipoteca subirá, y consumir en consecuencia, y las empresas podrían hacer estimaciones certeras de beneficios e invertir más audazmente en nuevos negocios, incluso tomando dinero prestado de los bancos sin temor a que las cuotas del crédito se disparen.
La erradicación de la discrecionalidad en la política monetaria ha sido fundamental para generar confianza e incentivar el consumo y la inversión, pero para completar el cambio era necesario que otro importante factor formase parte de la ecuación: la transparencia. En efecto, está muy bien confiar en que no habrá cambios bruscos en el rumbo de la política monetaria, pero aún está mejor que esa confianza venga respaldada por información clara y detallada de por qué, cuándo y cómo es preciso intervenir en la economía. Porque no hay que perder de vista que, aunque idealmente el objetivo de eternizar el crecimiento económico sea loable, en nuestro mundo imperfecto más tarde o más temprano sobreviene una burbuja o tiene lugar una recesión, y en tales circunstancias no queda otra alternativa que actuar para frenar o estimular la economía, según sea el caso. Los bancos centrales deben saber explicar qué les mueve a intervenir y durante cuánto tiempo, qué objetivos persiguen con esas intervenciones y de qué modo las implementan. Sólo así pueden resultar creíbles y ganarse la confianza de los demás poderes, empresas y ciudadanía. En resumidas cuentas, deben ser tan monótonos y previsibles como sea posible, pero también transparentes, pues de lo contrario, ¿cómo saber que están usando adecuadamente su autonomía?
La duda acerca de si los bancos centrales son lo bastante diáfanos puede resultar singularmente molesta, pero en realidad hay un modo muy sencillo de asegurarse de que actúan con el nivel de transparencia requerido: obligarlos a pasar por el aro. ¿Cómo? Aprobando una ley que establezca mecanismos de control que permitan constatar que la transparencia se está implementando con la debida suficiencia. En este aspecto el BCE (Banco Central Europeo) es bastante modélico, pues además de contar con sus propios controles internos[6], somete sus cuentas al examen del Tribunal de Cuentas Europeo, quien certifica la eficiencia de las mismas. Por si esto fuera poco, el artículo 27.1 de sus estatutos exige adicionalmente que sean auditadas por un auditor externo, seleccionado de acuerdo a criterios objetivos y públicos[7]:
Las cuentas del BCE y los bancos centrales nacionales serán controladas por auditores externos independientes recomendados por el Consejo de Gobierno y aprobados por el Consejo[8]. Los auditores tendrán plenos poderes para examinar todos los libros y cuentas del BCE y de los bancos centrales nacionales, así como para estar plenamente informados acerca de sus transacciones.[9]
El resultado de esta auditoría se publica en el informe anual que el BCE está obligado a presentar ante el Parlamento Europeo y cualquiera puede acceder a su contenido[10], por lo que, en principio, no parece que haya lugar a la duda sobre la transparencia del BCE: que un auditor externo tenga acceso total a sus libros de cuentas y a sus transacciones, virtualmente significa que se tiene completo conocimiento de cuándo y de qué modo el BCE ha actuado sobre la economía. Sin embargo, dada la considerable extensión del informe anual (316 páginas el de 2008), llama poderosamente la atención que tan sólo se dedique una página al informe de conclusiones del auditor externo. Echemos un ojo a la opinión del auditor en el informe de 2008:
A nuestro parecer, las cuentas anuales ofrecen una imagen fiel de la situación financiera del Banco Central Europeo a 31 de diciembre de 2008 y del resultado de sus operaciones durante el período comprendido entre el 1 de enero y el 31 de diciembre de 2008, con arreglo a los principio establecidos por el Consejo de Gobierno, recogidos en las Decisiones sobre las cuentas anuales del Banco Central Europeo.
Sello, firma y adiós muy buenas. Es de suponer que con esto basta, pues aunque para hacer su trabajo hayan podido acceder a todas las cuentas y transacciones del BCE, la ley no dispone que se tengan que publicar las propias cuentas y transacciones en sí. No obstante, el informe anual contiene un apartado en el capítulo 8 en el que se incluye el balance del banco y la cuenta de pérdida y ganancias. También contiene referencias a la normativa contable que se aplica, por lo que, si bien el auditor actúa con arreglo a los principios establecidos por el Consejo de Gobierno (o sea, del propio BCE), al menos esos principios son públicos[11]. Y para terminar el apartado de informes, el BCE publica boletines mensuales sobre la situación económica que cualquiera puede leer libremente[12].
Por último, el Consejo de Gobierno del BCE se reúne mensualmente para deliberar si conviene variar los tipos de interés o modificar algún otro aspecto de su política, tras lo cual el Presidente del BCE comparece en rueda de prensa, explica las decisiones que se han tomado y responde a las preguntas de los periodistas, informando así a la opinión pública a través de los medios de comunicación[13]. E irremisiblemente, en cada comparecencia tiene lugar una sutil modalidad del juego del gato y el ratón: todo el mundo trata de pillar en falso a Trichet, leyendo sus declaraciones entre líneas para decodificar alguna pista que permita dilucidar las intenciones del BCE para el futuro próximo. Porque conocer cómo el BCE ve la economía y qué decisiones ha tomado para domarla es interesante (y recomendable, como ya hemos visto), pero al fin y al cabo esa información, desde el mismo momento en que se hace pública, forma ya parte del pasado. ¿No es más útil acaso saber lo que va a hacer el mes que viene? La respuesta, especialmente para los especuladores, es un rotundo SÍ.
Conocer si el mes que viene bajarán los tipos de interés puede llegar a ser muy provechoso para los que saben sacar rentabilidad de mover el dinero de un lado a otro. La bolsa fue ideada con el propósito de canalizar el ahorro hacia la inversión, permitiendo a empresas y estados financiarse a través de ahorradores e inversores, y es innegable que en este sentido cumple un cometido fundamental por cuanto inversión, progreso y empleo suelen ir de la mano. Sin embargo, los mercados de valores son también el hábitat de voraces especuladores a la caza de las suculentas migajas que quedan después de un buen pelotazo bursátil, y puesto que las expectativas de bajadas de tipos acostumbran a ir acompañadas de rallies alcistas en la bolsa, cuánto antes dispongan de esta información antes podrán invertir en acciones y más dinero ganarán. Es destacable el hecho de que el rally ocurre antes de que el banco central baje realmente los tipos, lo que suele explicarse en los medios de comunicación diciendo que el mercado ha descontado una esperada bajada de tipos de interés. Naturalmente si luego no se produce ese descenso, la bolsa cae. Los especuladores no sólo saben aprovechar, si las conocen de antemano, las bajadas de tipos, también las subidas, ya que les permite deshacer sus posiciones en la bolsa vendiendo acciones y destinando la liquidez obtenida a otra clase de inversiones[14].
Pero para ser justos, no sólo los especuladores están interesados en conocer los planes de futuro de los bancos centrales; por motivos bien diferentes, tal información no le viene nada mal a empresas y consumidores, puesto que disponen de más elementos para tomar decisiones informadas en el ámbito económico. Así pues, ¿no deberían Bernanke o Trichet, en aras de la tan cacareada previsibilidad y transparencia de los bancos centrales, hacer públicas con toda claridad las intenciones de la Fed (Reserva Federal) o del BCE para el futuro próximo?
Pues parece que con toda claridad no…, al menos si a sus esotéricas y vagas declaraciones nos atenemos. Sirva como ejemplo la rueda de prensa de Trichet celebrada después de la reunión del Consejo de Gobierno del BCE el 8 de marzo de 2007, en la que declaró que la política monetaria “está todavía en el lado acomodaticio”. Si buscáis el adjetivo acomodaticio en la Real Academia de la Lengua, sinónimo de acomodadizo, encontraréis la siguiente definición:
Que a todo se aviene fácilmente.
Francamente, para un lego en la materia decir que la política monetaria está en el lado que a todo se aviene fácilmente no es precisamente el súmmum de la concreción. Sin embargo, los gurús de la economía han venido interpretando esta curiosa proposición en el sentido de que el BCE tenía la intención de subir los tipos de interés, aunque lo cierto es que, para un neófito, insisto, podría significar cualquier otra cosa. Cabría pensar, por ejemplo, que si tan fácilmente se aviene a todo, mejor no tocar nada y dejar los tipos en su nivel.
Las sutilezas lingüísticas a las que los expertos en metáforas económicas han de recurrir para entender a los banqueros centrales son a veces tan ridículas como retorcidas las declaraciones de estos últimos, aunque es tan sólo una opinión. Para ilustrar lo que quiero decir reproduzco un fragmento que se pudo leer en el diario económico Cinco Días el día siguiente a la antes citada comparecencia de Trichet:
El economista jefe para la zona euro del Royal Bank of Scottland, Jacques Cailloux, cree que el término clave del discurso de Trichet es el adverbio con el que matizó la calificación de la política monetaria: “está todavía en el lado acomodaticio”, frente al habitual en los últimos meses “es acomodaticia”. Puede parecer una diferencia menor, pero lo cierto es que el presidente del BCE ha acostumbrado a los analistas a unas señales veladas que, hasta hoy, han sido generalizadamente bien interpretadas por analistas y mercados.”[15].
¿Qué añadir después de leer tan docto ejemplo de análisis económico serio y riguroso?
(…Aquí una incómoda pausa…)
Supongo que habréis captado la ironía… Sinceramente, sólo me cabe esperar que las decisiones de economistas, banqueros e inversores estén respaldadas por estudios más cabales y sensatos, aunque a juzgar por la ligereza y frenesí con que se lanzan a comprar y vender, lo dudo mucho. Podríamos seguir dedicando algunas palabras más al modo en que banqueros centrales y analistas se conducen cuando vaticinan el futuro, pero no lo haría mejor que Juan Francisco Martín Seco en un artículo de opinión publicado días después en Estrella Digital:
La economía se ha caracterizado por ser una ciencia esotérica cuyas conclusiones no están al alcance de todos los mortales. Interesadamente, se ha procurado mantenerla al resguardo de las masas, inaccesible para la mayoría de los ciudadanos… Así, algunos prestaron su atención a la afirmación de Trichet: “La política monetaria está todavía en lado acomodaticio” (frase profunda), en lugar de sostener simplemente como otras veces que “es acomodaticia”. Enorme diferencia, suficiente para que los exégetas deduzcan que la subida de tipos de interés está llegando a su fin… ¡Cuánta sutileza y extravagancia! ¿Por qué no se pueden decir las cosas a las claras? Porque pierden interés y misterio, y habría quien se percatara de que casi todo lo que manejan las muy sesudas cabezas del BCE es puro cuento.[16]
Aunque a priori me resisto a compartir su opinión de que todo lo que manejan los banqueros centrales sea puro cuento, la pregunta “¿por qué no se pueden decir las cosas a las claras?” me parece más que legítima, ya que la vaguedad aludida está fuera de toda duda. Basta buscar en la hemeroteca de cualquier periódico las declaraciones de Trichet o Bernanke para cerciorarse de que esto es así. Hemos visto antes un ejemplo, pero los hay a cientos[17]. Así que… ¿Por qué?
Puede que una de las más ortodoxas respuestas sea que anticipar las medidas monetarias que van a llevarse a cabo puede restarles eficacia, o al menos éste es el resultado al que apunta la teoría de las expectativas racionales, que aplicada a la economía y resumida de un modo muy grosero, se ocupa de estudiar el modo en que el comportamiento racional de individuos y empresas cambia al conocer de antemano la adopción de una determinada medida de estímulo económico, modificando tal cambio a su vez el alcance de la medida. Es lo que yo llamo efecto del observador económico-cuántico. Por ejemplo, imaginemos que el banco central desea inyectar liquidez en el mercado para fomentar la demanda y que además informa de ello por anticipado. Las empresas, que seguramente esperan que un aumento en la demanda acabe provocando una subida de precios (según la ley de la oferta y la demanda), podrían adelantarse subiéndolos de golpe, con lo que el paradójico resultado podría ser que, para cuando se llevase a cabo la inyección de dinero, no se pudiesen comprar más bienes ni servicios que antes, no sirviendo la medida para otra cosa que generar inflación. Debido a esto, son más efectivas las políticas que inducen a la estabilidad que las que crean expectativas de cambios.
Y atención porque este resultado es muy importante, ya que impone un límite a la transparencia de los bancos centrales. Si asumimos que la teoría de las expectativas racionales es cierta, y si convenimos en que lo más importante de una medida económica es que funcione de modo óptimo, no parece la mejor idea, desde un punto de vista estrictamente técnico, informar por adelantado a la opinión pública, por muy fuerte que esto pueda sonar. Así pues, si bien los bancos centrales están obligados legalmente a informar sobre su actividad pasada y a ofrecer ciertos detalles sobre sus cuentas (al menos el BCE, estudiaremos más detenidamente el caso de la Fed en el siguiente artículo), no hay absolutamente ninguna disposición que les fuerce a revelar sus intenciones a corto o medio plazo (a largo plazo todos estamos muertos[18]). No os convence, ¿verdad? No os culpo, tal conducta supone un deliberado encubrimiento de información bastante difícil de digerir desde una perspectiva democrática.
Y creo que viene en este momento bastante a colación comparar una vez más a los bancos centrales con la Segunda Fundación de Asimov. ¿Recordáis el axioma fundamental de la psicohistoria? El conjunto humano debe desconocer que es objeto de análisis psicohistórico a fin de que su reacción sea verdaderamente casual. Es lógico, el mero conocimiento por parte de la Primera Fundación de que la Segunda interfiere en su destino, puede alterar su comportamiento de un modo incierto, incluso induciéndole a actuar en contra del establecimiento de un nuevo Imperio Galáctico. Pues bien, las expectativas racionales funcionan, salvando todas las distancias entre ficción y realidad, de un modo similar: si los agentes sociales conocen de antemano que se va a producir un cambio en la política monetaria, pueden anticiparse a él de modo que alteren significativamente el objetivo pretendido. Es la pescadilla que se muerde la cola: mantener el control sobre la economía implica restringir el conocimiento de las medidas que se llevarán a cabo para conseguirlo, pues de lo contrario tales medidas pierden eficacia y la economía no queda óptimamente acotada.
Pero si todo este razonamiento se toma al pie de la letra, ¿a qué vienen las veladas señales de Trichet? Acabamos de argumentar que, desde un punto de vista exclusiva y estrictamente técnico, para optimizar el resultado de una medida de índole monetaria lo más eficaz es ejecutarla sin avisar, sin decir nada. Y sin embargo aquí tenemos a Trichet desarticulando nuestro razonamiento, ya que, a pesar de que no dice claramente lo que el BCE piensa hacer de aquí a dos meses, deducirlo es, al parecer, más o menos inmediato. La explicación a este desmentido es que hay una alternativa a esta interpretación fuerte de las expectativas racionales más del gusto de todos, por cuanto conlleva una menor dosis de hermetismo y mina menos la credibilidad de las autoridades monetarias. La interpretación débil supone aceptar que las medidas monetarias tienen una eficacia limitada por el comportamiento racional de los consumidores y empresas. Así, suministrar información sobre la aplicación de una futura medida, especialmente si ésta no es de gran envergadura, es admisible si se asume para ella un impacto menor que el óptimo, lo cual no supone ningún contratiempo con tal de que sea suficiente. En realidad, si se piensa con serenidad, ni es posible ocultar durante demasiado tiempo la intención de poner en práctica una modificación en la política monetaria, ni tiene sentido hacerlo. Lo importante son los efectos que la medida sostenida en el tiempo tiene sobre la economía, los cuales acaban por manifestarse con información previa o sin ella. Filtraciones de información privilegiada al margen, más tarde o más temprano los precios subirán para hacer frente a una inyección de liquidez, o los bancos nos transmitirán vía Euribor cualquier subida de tipos. Por otro lado, una política de ocultamiento permanente de información sobre decisiones tomadas podría suponer una grave merma en la confianza que tanto ha costado conquistar, siendo quizás peor el remedio que la enfermedad.
En parte por esto Trichet tiene la deferencia de informarnos de un modo un tanto cabalístico sobre lo que cabe esperar del BCE en el plazo de un par de meses. Más allá de ese tiempo todo son futuribles y divagaciones que pueden cambiar de la noche al día, como sucedió en septiembre de 2008 tras el colapso de Lehman Brothers. En los meses que antecedieron a la Crisis Subprime hubo en la Unión Monetaria una escalada de tipos de interés en la que cada subida de cuarto de punto era antecedida por unas declaraciones de Trichet en las que hacía gala de su habilidad para sacar punta al adjetivo acomodaticio. Echemos un vistazo a sus gloriosas frases y a la interpretación que de ellas se hizo (con bastante acierto, por cierto):
- “La política monetaria es acomodaticia” = “Con toda seguridad subiremos los tipos de interés”.
- “La política monetaria sigue del lado acomodaticio” = “Seguimos pensando que es necesario subir los tipos de interés (y lo haremos)”.
- “La política monetaria está todavía en el lado acomodaticio” = “Seguimos pensando que es necesario subir los tipos de interés (y lo haremos al menos una vez más)”.
- Sin mención al dichoso lado acomodaticio = “Hemos decidido que los tipos están bien cómo están y no los subiremos en la siguiente reunión del Consejo”.
¡Perfecto! Acabamos de terminar cum laude un cursillo rápido de macroeconomía. ¡Ya somos expertos analistas financieros! Al menos hasta que al próximo banquero central poeta se le ocurra una metáfora más sutil a la que haya que pillarle de nuevo el tranquillo.
Dejando las bromas a un lado, conviene aclarar sin más demora que, como seguramente sospechábais, Trichet está hablando para expertos en economía, y no para el público en general. Grosso modo, una política monetaria acomodaticia es un tipo de política cuyo propósito es estimular el crecimiento económico, lo que normalmente implica facilitar el acceso a los créditos mediante bajadas de tipos de interés[19]. Ahora bien, el concepto es algo confuso, ya que dependiendo del contexto económico, no siempre una política monetaria acomodaticia viene acompañada de una bajada de tipos. Es aquí donde entra en juego otra de las claves que usa Trichet: el concepto de tipo neutral, entendiendo por tal un valor de los tipos de interés que contribuye por igual tanto a contener la inflación como a impulsar el crecimiento. Mientras los tipos de interés estén por debajo de su valor neutral, su aumento es compatible con el mantenimiento de una política acomodaticia basada en inyecciones de liquidez en el mercado. Este es el motivo por el que el BCE subió los tipos de interés durante los años 2006 y 2007 a pesar de que mantenía que la política era acomodaticia[20].
Consejo para consumidores intrépidos: si el adjetivo acomodaticio vuelve a formar parte del vocabulario de los banqueros centrales, es razonable esperar una bajada de tipos de interés, pero si además su discurso viene jalonado de señales indirectas adicionales tal como “los tipos siguen bajos” o “aún no han alcanzado su nivel neutral”, cualquier cosa, incluso una subida de tipos, es posible. ¡Precaución! Pensároslo dos veces antes de solicitar un crédito.
Un amigo mío, amante de las teorías de la conspiración, diría que cifrar la información favorece únicamente a los que están en posesión de la clave, lo cual, cuanto menos, es un claro desequilibrio que perjudica a la ciudadanía, por cuanto transcurriría un tiempo antes de que el próximo noticiario o diario ofreciese la correspondiente interpretación, tiempo que habría sido aprovechado por los gurús de la economía para sacar algún provecho. Puede, pero yo, que soy poco amigo de ellas, me resisto a dar crédito a una explicación que me parece mucho más rebuscada que la natural: Trichet habla en su argot, del mismo modo que Seldon sólo podía explicar la debacle del Imperio Galáctico a otro matemático experto en psicohistoria. En cualquier caso, quizás Martín Seco tenga razón y en el fondo los banqueros centrales, y no digamos los analistas financieros, tengan algo de cuentistas…
Y una vez más me veo obligado a disculparme por la extensión del artículo, que espero no haya sido demasiado aburrido. Y eso que me he dejado en el tintero un tema que quería tratar hoy: el debate en EE.UU. sobre la transparencia de la Fed. Al menos hemos hablado sobre la transparencia de su homólogo europeo, el BCE, y también sobre la curiosa teoría de las expectativas racionales que asume que los individuos y empresas son agentes activos frente a las políticas monetarias, y no meros receptores de ellas. También hemos hablado sobre la acomodación de tipos y el modo en que los banqueros centrales y analistas financieros conjeturan sobre el futuro de la economía. Así pues, dejemos la transparencia de la Fed para la próxima entrega, en la que también abordaremos otra curiosa teoría bastante relacionada con las expectativas racionales: la incoherencia dinámica o de tiempo.
(Este artículo forma parte de la serie El Universo Subprime. Si te ha gustado puedes continuar leyendo la siguiente entrega de la serie aquí).
NOTAS
[1] Del juicio de la Comisión de Seguridad Pública llevado a cabo contra Hari Seldon en el capítulo VI de Fundación.
[2] Fecha calculada a partir de la nota de la Enciclopedia Galáctica que aparece al comienzo del capítulo VII de Segunda Fundación, novela con la que Isaac Asimov cierra la trilogía original del Ciclo de Trántor. En dicha nota se indica que Arcadia Darell nació el día 11 de mayo del año 362 E.F. (Era Fundacional). Más adelante, en el capítulo IX se cuenta que Arcadia toma parte en una conspiración para descubrir el paradero de la ignota Segunda Fundación dos días después de su decimocuarto cumpleaños. La fecha se calcula como el resultado de sumar catorce años y dos días al nacimiento de Arcadia.
[3] Hari Seldon localizó misteriosamente a la Segunda Fundación en el extremo de las estrellas.
[4] Me remito a los gráficos que vimos en la entrega anterior.
[5] El BCE tiene un objetivo de inflación cercano al 2% pero por debajo él. El Banco de Inglaterra de un 2% anual. El Banco de Canadá trata de mantenerla en un rango de entre el 1% y el 3%, considerando el 2% como objetivo óptimo. En cuanto a la Fed no lo tiene oficialmente, aunque seguramente manejará alguno. Información por cortesía de Kartoffel en uno de sus comentarios en la entrega anterior.
[6] Es posible encontrar una breve descripción de los mecanismos de control que aplica el BCE en su sitio web.
[7] Good Practices for the selection and mandate of the External Auditors according to Article 27.1 of the ESCB/ECB Statute, as approved by the ECB’s Governing Council, 23 October 2008. El documento se puede descargar en el sitio web del BCE.
[8] Por Consejo entiéndase el Consejo de Europa.
[9] Protocolo sobre los Estatutos del Sistema Europeo de Bancos Centrales y del Banco Central Europeo. Documento descargable en el sitio web del BCE.
[10] Las auditorías externas se publican en el informe anual del BCE, descargable desde su propio sitio web. A fecha de hoy, octubre de 2009, el último informe publicado es el de 2008, en cuya página 269 se puede encontrar el Informe del Auditor Externo, realizado ese año por Price Waterhouse Coopers.
[11] En este enlace a la web del BCE se pueden encontrar los principios contables a los que el BCE somete sus cuentas, que en esencia obedecen a prácticas estandarizadas internacionalmente.
[12] Estos boletines mensuales están disponibles en el sitio web del Banco de España.
[13] Los que no dispongan de tiempo para leer y aún así estén interesados en contenidos amenos sobre la autonomía y transparencia del BCE, pueden visionar el vídeo Independencia, obligación de rendir cuentas y relaciones internacionales, elaborado por el propio BCE.
[14] Préstese atención al hecho de que los especuladores no hacen absolutamente nada ilegal, sin embargo sus operaciones pueden en ocasiones provocar movimientos de tan alto calado que empresas, trabajadores y pequeños inversores pueden verse afectados. Es por razones como estas por las que pienso que el origen de cualquier crisis económica está en la propia estructura del sistema, y no tanto en las actuaciones individuales de las personas y entidades que lo conforman, que no hacen otra cosa que actuar según las reglas establecidas. En este sentido, el vocablo subprime del título de la serie, El Universo Subprime, señala este hecho: un sistema deficiente e insolvente que fomenta el uso irracional, individualista, desequilibrado e insostenible de sus recursos e instrumentos.
[15] Esta declaración fue publicada en el artículo titulado Trichet anticipa nuevas subidas de tipos por la fortaleza de la economía, en el diario Cinco Días, el 9 de marzo de 2007.
[16] El artículo de opinión aludido fue publicado originalmente en Estrella Digital el 25 de marzo de 2007, con el título de Oráculos del dinero. Sin embargo no es posible localizarlo actualmente en la propia hemeroteca del diario (o al menos yo no lo he conseguido), por lo que ofrezco este otro enlace que lo recoge.
[17] Otro ejemplo se pudo leer en El Economista, que recogió el 4 de octubre de 2007, poco después de la comparecencia de Trichet, las siguientes declaraciones del entonces economista jefe de Bear Stearns (vendido a JP Morgan Chase en marzo de 2008 tras su colapso financiero), David Brown: “La parte más significativa de la conferencia de prensa del BCE fue lo que Trichet no dijo. Trichet eliminó el término ‘política en el lado acomodaticio’ de sus comentarios de apertura, que nosotros leeríamos como una metáfora de que el ciclo de endurecimiento habría terminado“.
[18] Es célebre esta cita de John Maynard Keynes que critica la excesiva confianza de los economistas de su tiempo en el equilibrio macroeconómico a largo plazo, o sea, en la capacidad del mercado de recuperarse por sí mismo frente a una recesión. Keynes era partidario de que el Estado actuase con medidas monetarias y fiscales activas para reducir el período de recesión. Literalmente: “El largo plazo es una guía confusa para la coyuntura. A largo plazo todos estamos muertos. Los economistas se plantean una tarea demasiado fácil, y demasiado inútil, si en cada tormenta lo único que nos dicen es que cuando pasa el temporal el océano otra vez está tranquilo”. Introducción a la Macroeconomía, de Paul Krugman y Robin Wells, página 262.
[19] Léase la página 342 de Introducción a la Macroeconomía, de Paul Krugman y Robin Wells.
[20] Tal y como explica en Economy Weblog el profesor Rafael Panpillón al pie de este post.
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{ 19 } Comentarios
Que raro. Hace unas horas que salió el artículo y no hay comentarios… pues voy con el mío.
Por un lado, me sigo llevando la sensación de que sí, que está bien, pero ¿y si no es eso lo mejor?
CUIDADO, SPOILER:
Si sigues haciendo la analogía con las fundaciones, al final Trevize también descarta a la Segunda Fundación, porque no era la mejor opción, al tener implícitos unos axiomas que no se cumplían. Entonces, ¿por qué debemos dejar que nos conduzca, en la sombra o no?
FIN SPOILER
Ojo, esto no es un alegato en contra de los bancos centrales, es solo una duda sobre posicionarse a favor.
Sobre si decir los planes futuros a corto y medio plazo, se me ocurren dos soluciones:
1) Anunciar el plan, y aprovechar la reacción a esa información como parte de la corrección.
ATENCIÓN, SPOILER:
En “Hacia la Fundación” (creo) Seldon va a ver al gobernante (un dictador militar, si no recuerdo mal) y le hace una predicción sobre el sistema fiscal. El gobernante toma determinadas decisiones basándose en esa predicción y como consecuencia acaba ocurriendo lo que Seldon quería.
FIN SPOILER
Cuidado porque la validez “democrática” de estas prácticas es cuando menos cuestionable.
2) Introducir el azar. Esto es a modo de juego, porque dudo de su aplicabilidad a un caso complejo. Si voy a subir los tipos un 1%, tiro una moneda y si sale cara, digo eso, y si sale cruz, digo la contraria. Pero a la vez le digo a la gente que he tirado una moneda, así que no saben si lo que he dicho es lo que voy a hacer o lo contrario. Pero yo actuo con transparencia. Obviamente, a pasado tengo que seguir diciendo certeza; entre otras cosas, tengo que decir “el mes pasado dije X y había salido cruz, así que sabes que era lo contrario”.
No sé quién ha enviado el artículo a menéame, pero los únicos artículos que tiene enviados son los tres de esta serie (ni uno solo de otra cosa). Eso no ayuda nada a Mazinger, más bien al contrario, porque es considerado spam: para otra vez, dejad que los usuarios de menéame envíen las noticias que consideren oportunas a la página de manera natural. Lo contrario está muy feo y no lleva a nada.
A todo esto, se me ha olvidado decir: qué grande eres, Mazinger. Y enhorabuena al editor que tuvo la valentía de publicarlo, ¡es el primero que no publico yo!
@Pedro.
Sospecho que la persona que ha incluido el artículo en menéame pertenece a mi entorno y que, equivocadamente, piensa que así “ayuda” a publicitarlo y atraer la atención sobre él. Desde luego no es esta la publicidad que deseo, por lo que desde ya sugiero la lectura atenta de las normas de uso de páginas de tipo menéame antes de usarlas.
En cualquier caso lo que realmente me desagrada de todo esto no es el posible daño que como autor pueda recibir (cosa que me importa sólo hasta cierto punto), sino el daño colateral que pueda derivarse para El Tamiz/El Cedazo. Confío en que no sean precisos más comentarios como estos en futuros artículos y podamos centrarnos en lo que realmente interesa: el contenido y el debate sobre él.
P.D. De “grande” nada, de hecho soy algo bajito. Y mil gracias al nuevo editor.
El editor no ha hecho ná. Dos acentillos y cuatro comas. Y no “me he atrevido” a publicarlo, me he limitado a darle al botoncillo (tras haberlo leído, y haberme maravillado) de “Publicar”.
No. Todo el mérito es del grandioso (pero más bien bajito, según dice él mismo) Mazinger. Si no he publicado ningún comentario es que no tengo nada que decir. ¡Todo está dicho! ¡Peazo artículo!!!
@lucas: No te imaginas lo que se siente al pinchar el botoncito… je, je, no sabe Pedro lo que ha hecho.
Ah, y de lo del meneame, ya sabéis lo que opino. Hace como seis meses que ni entro. No me interesa, y las noticias que se publican (con excepciones, claro) y llegan a portada rarísima vez tienen el menor interés para mí. En fin. That’s life.
Hace una semana, Krugman hacía un curioso ejercicio de traducción centralbanqués → inglés. Traduzco al español:
«Se espera que los presidentes de la Fed hablen en clave, así que leer sus declaraciones se asemeja a la famosa escena de “Annie Hall” donde se subtitula la conversación entre los enamorados con lo que están diciendo en realidad. Así que cuando Bernanke dice:
el subtítulo indica:
»
No tengo mucho tiempo para comentar (las ingenierías no se estudian solas ), pero aprovecho para dejar un enlace a una exposición bastante clara del modelo Barro – Gordon que encontré el otro día y que creo que puede ser útil a Mazinger para la siguiente entrada de la serie (si interpreto bien las intenciones del autor). Está aquí (si ya lo habías localizado, pues nada)
Vaya, me he dejado el “http://” en el enlace. Corregido.
Pero si la noticia es descartada en menéame, se puede enviar otra ven, ¿no?
@J
“Por un lado, me sigo llevando la sensación de que sí, que está bien, pero ¿y si no es eso lo mejor?”
Estoy absolutamente convencido de que NO es lo mejor. La historia de la economía, como la de la ciencia, es una historia de continua evolución en la que nuevas teorías sustituyen o complementan a las anteriores. Poco tiene que ver el control monopolístico de Rockefeller y compañía de finales del XIX y principios del XX con las tesis keynesianas que se impondrían 30 años después o las neoliberales lideradas por Friedman a partir de los 70. Seguramente tras la Crisis Subprime el capitalismo muestre una nueva cara… ¿más amable? Esperemos.
Sin embargo reconozco que en toda esta historia económica reciente se mantiene el mismo marco, esto es el capitalismo. El comunismo no fue una solución viable, y si no que se lo pregunten a quienes les ha tocado en suerte (es un decir) vivir en un régimen comunista. El problema es que no parece que haya una alternativa al capitalismo, al menos hoy en día. Gustavo cerraba su serie sobre la base simple de la economía hablando sobre las economías alternativas que se están desarrollando en ciertas pequeñas comunidades, el problema es que ninguna de ellas parece una seria candidata al capitalismo.
Me temo que por el momento, la analogía con la saga de la fundación no puede llegar al punto en que Trevize ha de elegir entre dos sistemas distintos. Eso sí, el sistema que tenemos es claramente mejorable… ¡y tan claramente! Fíjate en qué agujero nos han metido los amables banqueros…
“1) Anunciar el plan, y aprovechar la reacción a esa información como parte de la corrección.”
¡Exacto! Muy agudo. No quiero adelantarme al siguiente artículo, pero la opción que propones ha sido planteada en un modelo teórico. En esencia, el banco central podría anunciar una medida de estímulo para cumplir un objetivo de inflación, esperar la reacción de los agentes sociales, ¡y dar el cambiazo modificando posteriormente el objetivo de inflación sin avisar! Justo lo que cuentas que hizo Seldon (no he leído “Hacia la Fundación”, de los de la saga que escribió Asimov es el único que me falta). ¡Todo está en la Saga de la Fundación!
@Mac
Muchas gracias por el cumplido y por tus correcciones. Hombre bajito, bajito, tampoco, pero cuando estaba en la escuela y había que elegir candidatos para el equipo de baloncesto siempre quedaba de los últimos. ¡Por suerte nunca el último! Ufff… Ahora que lo pienso, quizás haya elegido como alter ego a Mazinger por esto, porque desde luego no es por mi afición al manga. A ver si alguien se anima a escribir algo sobre psicología.
@Kartoffel
Breve pero certero. Y sí, ¡has interpretado a la perfección mis intenciones! Parecemos un banquero central y un analista financiero bien avenidos. Por cierto, el enlace muy bueno: quedas nombrado proveedor oficial de El Universo Subprime. A ver si el estudio de esa ingeniería te deja tiempo para poner un comentario de los tuyos. Creo que el enlace que pones le resultará muy interesante a J.
@Brigo
Casi preferiría que no lo hicieras…
@Mazinger, te doy la palabra; esto de escribir es un vicio; digamos un sano vicio Pero claro que exige su tiempo… y bastante, si se desea algo de calidad. Y eso es lo que nos demuestras en cada aparición tuya, ¡menudo artículo!, qué calidad. Me encantan los símiles con la mecánica cuántica que añades.
Yo no tuve tiempo para participar en la edición del artículo, lo siento; pero ya veo que ha quedado reluciente. Felicidades, Mac, por tu debut como editor; y a propósito:
@Mac, ¡Ay, que ya me tocará el momento a mí de presionar ese botón! Supongo que habrás experimentado lo mismo que Armstrong brincando en la superficie lunar
¡Saludos a todos!
Brigo,
No, sería duplicada.
Nada de largo. A mi incluso me parece corto. Es más, hecho de menos más datos y/o explicaciones de la sutil relación del BCE con determinados gobiernos. Esta claro que la política de un banco central debe estar coordinada con la política del gobierno. En el caso de Europa ¿cual es la política de referencia? ¿Hay una politica global, en la práctica, no en la teoría, para toda Europa? ¿Francia y Alemania marcan los pasos a seguir ? o dicho de otra forma ¿El interlocutor -Poder ejecutivo de referencia- del BCE es la Comisión Europea o los gobiernos de Alemania y/o Francia?
@Lucas.
Me alegra que te hayan gustado las cuñas de mecánica cuántica que he metido en el texto. En cierto modo me parecía incluso natural hacerlo. Y en cuanto al tiempo, ¿qué decirle a un experto en él? Hace falta mucho más del que me había imaginado para terminar un artículo, pero se da por bien empleado. Muchas gracias por los cumplidos, viniendo del “Maestro del Tiempo” valen doble.
@Daryl.
Ten en cuenta que este artículo forma parte de una serie e iremos viendo el sistema financiero (también la crisis subprime) poco a paco. En el siguiente artículo no, pero en el de después pienso abordar algunos de los puntos que mencionas, por lo que te convoco a él.
No obstante intentaré adelantarte lo que pienso respecto a tus preguntas, que son afiladas como navajas. Has metido el dedo en la llaga del sistema financiero europeo y después has vertido sal sobre ella. Como dijimos en la entrada anterior, los bancos centrales deben acompañar a la política fiscal de sus gobiernos siempre que ésta no atente contra la estabilidad de precios. ¿Pero, cual es el gobierno de la Unión Europea? Siempre ha ejercido ese papel el Consejo de la Unión Europea (representante directo de los gobiernos de la Unión) que es el que ha manejado los hilos a nivel ejecutivo y legislativo, por encima del Parlamento Europeo (que hasta hace poco era un órgano meramente decorativo, aunque por fortuna esto está cambiando y hay una variedad limitada de temas que pueden debatir en su seno antes de su aprobación) y de la Comisión Europea (que aunque es la que plantea los cambios legislativos, al final es el Consejo de Europa quien los aprueba).
Así que cualquier política de referencia, actualmente, debe emanar del Consejo de la Unión Europea, y ahí las decisiones deben ser consensuadas entre los gobiernos, de acuerdo a su representación demográfica (no al tamaño de su economía): tantos habitantes tiene tu país, tantos votos se te asignan. Cuando un gobierno quiere impulsar una medida ha de asegurarse que está respaldado por un número de países cuyos votos alcancen la mayoría. Esto hace que se formen bloques con intereses comunes. Casualmete, los países más habitados son los que poseen economías más fuertes (aunque hay excepciones).
Pero… ¿qué política económica de referencia puede surgir de un órgano en el que hay representadas economías tan diversas como la alemana o la portuguesa? Si Alemania tiene más votos que Portugal (29 frente a 12), obviamente una que sea más favorable a la primera que al segundo. Pero es que además… ¿qué clase de política económica puede surgir de un órgano en el que están representados gobiernos que forman parte de la Unión Monetaria (Alemania, España, etc) y otros que no (Reino Unido o Suecia)? El juego sería en realidad el mismo, por lo que el Reino Unido (también 29 votos y banco central propio) podría convocar suficientes apoyos (difícil, pero posible si hay otros gobiernos pro-americanos) para impulsar políticas económicas que podrían o no cuadrarle al BCE. Es todo terriblemente complejo.
Al final resulta que el BCE sólo puede actuar en función de la media del desempleo, inflación y PIB de toda la Unión Monetaria, lo que acaba dejando a todos “a medias”… Y no quiero seguir porque al final voy a escribir todo el artículo en este post y no es plan.
Lo dicho, te convoco para dentro de dos artículos. Y por cierto, tanto el Consejo como la Comisión son interlocutares del BCE y asisten a algunas de sus reuniones.
Mazinger, te felicito por la serie (que venía leyendo con retraso, desde el primer artículo, y hoy me sorprendiste con esta nueva entrada). Es muy completa la información que nos proporcionas de una forma amena e interesantísima. Tu serie viene a enriquecer en muchos aspectos la que yo escribí, donde quedaron pendientes varios temas como los que ahora estás abordando.
Hay un comentario que me gustaría hacer, a modo de complemento, refiriendo lo que ocurre por estas partes de América (al sur) respecto a la jerga económica y las consecuencias que corroboran, una vez más, el axioma de la Segunda Fundación.
Decías que: ”…no hay que perder de vista que, aunque idealmente el objetivo de eternizar el crecimiento económico (…), en nuestro mundo imperfecto más tarde o más temprano sobreviene una burbuja o tiene lugar una recesión, y en tales circunstancias no queda otra alternativa que actuar para frenar o estimular la economía, según sea el caso.”
Es interesante es “cómo” se hace eso en algunas otras partes del mundo. Por estas latitudes hay ejemplos dignos de atención. Se le informa a la gente que (por ejemplo) en el “semestre móvil” (¿?) del año, el PIB creció un 4% en comparación con el equivalente del año anterior que tuvo una tasa negativa de crecimiento. Una maravilla. Pero Juan Pueblo, que no sabe cómo un semestre puede ser “móvil” y tiene ideas vagas acerca de qué es el PIB, cree que el país se recupera fuertemente luego de una crisis. Lo que no se le dijo a Juan Pueblo al sur de América, es que la cifra global del PIB incluye la producción de una mayoría abrumadora de empresas multinacionales, que son las que en realidad sostienen la economía interna de estos países, pero, poniendo un precio: producen aquí, exportan, y las ganancias se las llevan hacia fuera de la región. Muchas de esas empresas tampoco generan usualmente más de 200 ó 300 puestos de trabajo y pagan salarios bastante miserables. Y las mayores inversiones, no es raro que las hagan con la garantía del Estado. Eso es como si en mi propia casa alguien viniese a vivir, hiciera una inversión cuantiosa en base a un crédito donde pongo mi propia casa en garantía, luego esa personas hace sus negocios y después se lleva el dinero tirándome unas monedas para conformarme. Pero igual me pongo contento, pues de otro modo el PIB seguiría bajando. ¿Y todo eso por qué?
Pues porque los Bancos Centrales han venido inyectando liquidez a un mercado interno moribundo, acumulando una inflación que no es raro que ya haya superado el 3000% en sólo tres décadas, paralelamente a una dolarización avasallante. En países como Uruguay, hasta un televisor se vende hoy en dólares y el propio gobierno informa, con total “transparencia”, acerca de las cuentas del Estado midiéndola en dólares, para que la gente entienda. En 1990 y hasta 2003, los créditos al consumo en moneda nacional rondaban el 80% y hasta el 90% de tasa efectiva anual y estaba dentro de los límites autorizados por el BCU (Banco Central de Uruguay). Mientras tanto, los créditos en dólares tenían una tasa de interés simple del 1,5% mensual, tasa también aceptada por el BCU. En ese clima, y bajo el lema “reconversión industrial para el progreso”, una cantidad muy respetable de comerciantes e industriales nacionales hicieron hipotecas en dólares. En 2003 el dólar, que estaba en $13 por dólar saltó a $30 por dólar y fue la debacle. Cerraron industrias, muchísima gente quedó en la calle, no hubo ley ninguna que los protegieran de los especuladores financieros. Hoy el BCU moderó los tipos de interés, pero la situación básica no cambió. Ninguna multinacional se vio afectada por el endeudamiento e incluso varias más prosiguieron llegando. Y toda esta historia pareció tan “casual”, tan… lógica según las “leyes del mercado”…
Pero este no es el único caso ni será el último. En los países sudamericanos capitalistas la deuda interna tiende a superar o ya superó a la deuda externa, pero el PIB sigue creciendo y los vaticinios del Banco Mundial son optimistas para varias “economías emergentes” (de dónde emergen, ni se sabe pero las noticias son alentadoras). Parece que, sin duda “El conjunto humano debe desconocer que es objeto de análisis psicohistórico a fin de que su reacción sea verdaderamente casual”
Pero veamos, ¿cuántas personas comunes y corrientes serían capaces de entender bien un buen informe correctamente? ¿De qué “transparencia” se podría alardear entonces? El “analfabetismo económico” (se me ocurre llamarlo así) es todo un problema de masas, pero tiene grandes ventajas. O sea: “si yo llamo a las cosas por su nombre y nadie me entiende no tengo la culpa”, podría ser un buen slogan para encubrir impecablemente cualquier maniobra hábilmente criptografiada – siempre y cuando esté dentro de la Ley, claro está.
Las víctimas que sufren las peores decepciones en el mundo, han hecho surgir los famosos sistemas alternativos, que mencionas recordando la serie que escribí. Es que no hay alternativa plausible al capitalismo y eso es una realidad. Cualquiera de los sistemas alternativos, son sistemas monetarios sin vuelta de hoja. Y no hay motivos para dudar que si se difundiesen lo suficiente, terminarían siendo una copia exacta de lo que ocurre con los modelos ortodoxos. Quizá haya algo en el comportamiento humano, que explique las causas de lo que se ve. En esta parte de América, volviendo al ejemplo, tenemos la mala costumbre de imitar modelos sin mayores cuestionamientos. Nos unimos al modelo neoliberal sin pensar dos veces, creamos el Mercosur siguiendo el ejemplo de la UE, llegaron también las economías alternativas… Es posible que por eso y varias causas más, las economías sudamericanas puedan calificarse de “terminales” aunque parezca una exageración. Quizá un día escriba una serie sobre este tema en particular, pero no prometo cuándo, porque ahora estoy un poco escaso de tiempo como para eso (y además los “corderitos” deberán aprobarlo…je,je)
Un saludo y perdón que me extendí bastante. Es un tema fascinante. ¡No demores en publicar tu próximo artículo!
Gustavo, no tengas miedo de los corderitos… ¡si hasta llevamos cencerro y todo!
No sabes lo que me gustaría leer artículos interesantes y no “políticamente correctos” de lo que pasa en América (sección sur). No hay forma de entresacar el grano entre tanta paja como hay sobre el tema (aunque tampoco te creas, no es muy distinto aquí en la Europa gloriosa…).
En fin, que a ver si te vemos por estos pagos, que da mucho gustito leerte…
Saludos, Mac
Macluskey, con cencerros y todo… pero qué musical suena eso!! Ya me siento más tranquilo, casi como un pastorcillo.
Bueno, pasando a lo serio, tengo ganas de escribir algunos artículos “no políticamente correctos”, como bien dices, o sea saliendo de la farsa todo lo que se pueda. Vamos a ver. en todo caso no sé si Lucas me podría facilitar algo de Tiempo, que es lo que me está haciendo falta. Un abrazo.
@Gustavo
Me alegra que estés de vuelta y con las pilas cargadas, según la extensión y calidad de tus comentarios.
Por lo que dices me da la impresión de que los problemas en Urugay son atribuibles a algo más que la mala actuación de un banco central (que también). Estas situaciones suelen producirse al amparo de inestabilidades fuertes a nivel político, económico y social, algo que, por desgracia, América del Sur ha sufrido en carne viva durante mucho tiempo. La dolarización a la que aludes revela el fracaso de una economía cuya moneda ha perdido su razón de ser: servir como medio de cambio. Y en cuanto al PIB como medida de la fortaleza de una economía, ¿qué decir? China es la segunda economía del mundo por PIB, pero que vayan a preguntarle a sus campesinos (cuarta parte de su población), a ver que piensan sobre el asunto…
Para que el sistema capitalista funcionen hacen falta muchos requisitos: mecanismos de pesos y contrapesos bien engrasados que eviten que gobiernos, financieros o empresas campen a sus anchas.
Creo que es una gran idea que escribas sobre el tema y nos cuentes cómo son las cosas por allí. Sería estupendo tener en paralelo a un “colega de materia” escribiendo a la par. Acaso artículos como estos puedan aportar su granito de arena a reducir ese “analfabetismo económico” al que aludes.
El Universo Subprime es muy amplio, y me temo que el sistema financiero es simplemente uno de sus infinitos “cúmulos galácticos”. A poco que escarbemos en la política, la justicia, los negocios o la prensa, encontraremos la misma “insolvencia” que en las finanzas, y daremos además con los “vínculos gravitatorios” de intereses que los mantienen unidos entre sí. Animo a otros a “escarbar” y a escribir sus conslusiones en El Cedazo.
Por cierto, no temas a los corderitos. Son benévolos en la revisión y osados en la publicación.
Me gustó, la serie me va encantando demasiado! Aquí estoy, 5 años después, ¡¿Cómo no leí esto antes? Tengo que venir más seguido al Cedazo. Gracias al Autor, eres magnífico, y como un buen orador, por larga que sea la charla (y tenga algún bache aburrido) siempre queda uno queriendo escuchar más!
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El Universo Subprime – En el "Lado Acomodaticio"…
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