Esta entrada de la serie acerca de la Biografía de lo Humano es un breve prólogo, un paréntesis técnico, en el que, entre otras cosas, me permito además sugerir una serie de ideas que ya conocemos, pero cuyo recuerdo durante la lectura de lo que nos espera en la serie nos va a ayudar a iluminar la “atmósfera” de nuestra historia. Porque a partir de ahora vamos a cambiar de ritmo y entrar en una novela histórica.
Efectivamente, hasta ahora nos hemos movido a través de campos teóricos, necesariamente adscritos e imprescindibles para lo Humano, como han sido los análisis de la anatomía del homo, en especial la del encéfalo y su funcionamiento. Hemos hablado también de la Consciencia, su naturaleza, la teoría de su emergencia y el soporte neuronal, para acabar recorriendo la simbología en el hombre, con una especial etapa por el lenguaje en la entrada anterior. Con ello hemos intentando dar una visión hasta cierta medida detallada, aunque lejos de ser completa, de aquellos aspectos que creemos pueden ayudarnos a comprender cómo surgió la condición de lo Humano. A partir de esta entrada vamos a engarzar todos los datos en un relato que intentará dar la visión global de cuál fue el camino que se pudo seguir.
Es curioso el comparar la evolución temporal del volumen y las capacidades cerebrales con el perfil cronológico de la cultura Homo. En este último ámbito, sabemos que hace unos 2,5 millones de años se produjo el descubrimiento de las herramientas y de su uso, aunque últimamente se especula que incluso pudieron ser cronológicamente anteriores. Sabemos que esta faceta cultural fue evolucionando muy lentamente y sin demasiados cambios a lo largo de millones de años y lo mismo sucedió con los usos de vida basados en la caza y recolección. Hay que esperar hasta hace solamente unos 40.000 años para que emergiera algo especial que conceptuamos como arte, las intangibles abstracciones sobre un mundo metafísico (religión, magia…) y una tecnología más evolucionada. Y esperar hasta hace 10.000 años, un suspiro en términos geológicos, cuando se domesticaron animales y vegetales, lo que dio paso a la cultura moderna.
Sin embargo, en la evolución del cerebro se observan dos etapas cruciales. Dos singularidades. La primera, que corresponde a un crecimiento volumétrico iniciado en los habilis y completado en el Homo ergaster, se produjo a lo largo de una extenso periodo temporal entre hace 2 y 1,6 millones de años. Habrá que esperar a la época entre 500.000 y 200.000 años antes de hoy, que culmina con la aparición en África del Homo sapiens, para asistir a un segundo asalto hacia un nuevo escalón de volumen, aunque éste de menor magnitud que el anterior.
Lo cual nos hace pensar que el hecho de tener una máquina físicamente adecuada para lo “humano racional” no implica necesariamente la existencia de esta realidad. Parece claro que el desarrollo del software, es decir, la mente que permitió las evidencias culturales que la manifiestan, exigió algo más. A lo largo de las entradas precedentes este “algo más” lo hemos postulado como la interrelación entre la máquina -el cerebro-, el lenguaje y las relaciones sociales.
La historia del lejano pasado está sujeta a muchas incertidumbres. Intentaremos conocer cosas que no dejan rastro fósil, como evidentemente ocurrió con la mente de un hominino de muchos miles de años atrás, basándonos en una biblioteca fósil escasa y con unas dataciones temporales que la mayoría de las veces no son, ni pueden ser, demasiado exactas. Esto es todo un clásico de la Paleontología. En todo lo que seguirá en las sucesivas entradas de esta serie las fechas son más que aproximadas, pero creo que suficientes como para hacernos una idea de cómo se movía el “fantasma” que se nos escapa y que llamamos “actuar y pensar como un humano”.
También he de decir que mucho de lo que viene a continuación adquiere valor al intentar apoyarse en una metodología denominada Arqueología cognitiva, que -como define Wikipedia- “Pretende conocer no sólo el pensamiento de nuestros antepasados (el qué), sino el sistema cognitivo que con el paso del tiempo ha ido desarrollándose y componiendo las capacidades que conforman el entresijo del comportamiento humano (el cómo); para ello utiliza principalmente los restos materiales”.
En pocas palabras: inferir el comportamiento a partir de las evidencias halladas en los yacimientos arqueológicos. En este punto hago mención al profesor Ángel Rivera Arrizabalaga, cuya obra me han servido de particular aula de aprendizaje y cuyas enseñanzas voy desgranando en muchos momentos de mi escrito.
Por último, tengo que recalcar el siguiente hecho: a pesar de que a continuación relato la historia como una concatenación de etapas sucesivas, cada una con sus características, el camino hacia lo humano fue una continua, progresiva y pausada evolución a lo largo del tiempo. Con un patrón geográfico variopinto, modelado según las características ambientales de cada entorno particular.
Y un último apunte, recomendación para navegantes. No es nuevo, ya que lo introduje en la primera entrada de la serie. Allí proponía la siguiente frase “Yo, Don Homo, soy capaz de imaginar”, como la que condensa todas las claves de la emergencia de eso que llamamos enfáticamente “Lo Humano”. El perfume de nuestra historia en los hechos que leeremos. Don Homo se ha dado cuenta de que es él, un tío único y especial, gracias a su memoria autobiográfica, que a su vez se soporta en las ideas y abstracciones acerca de lo individual, lo temporal y lo espacial. Por otro lado, Don Homo razona usando palabras: por ahí anda el lenguaje. Y, a la vez, su cerebro ha evolucionado fisiológicamente de tal forma que ya es capaz de imaginar, de correlacionar información interna y externa gracias a la agilidad y riqueza de sus mapas neuronales y… proyectar el futuro e incluso variar, en la imaginación, el pasado.
Por tanto, será útil, al ir siguiendo el relato que comienza a partir de la siguiente entrada, el intentar encontrar en las manifestaciones culturales que vamos a describir cuál pudiera ser el grado de dominio de las abstracciones manejadas para ello por aquellos hombres. Recordemos e imaginemos constantemente los más básicos simbolismos con los que se espoleó la emergencia de la condición humana: individuo, tiempo y espacio, como nos será también útil el buscar el “aroma” de los primeros indicios del lenguaje. Sin olvidarnos de la evolución física del encéfalo y las manifestaciones de su principal estimulante, las relaciones sociales.
Espero que, en lo que siga, el necesario aporte de abundantes datos, lectura sin lugar tediosa, no apisone el evidente interés de una historia asombrosa: la nuestra.
Termino así esta cortinilla televisiva. Veamos ahora cómo suponemos que transcurrió la aventura…
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{ 4 } Comentarios
felicitaciones . esperando ansioso , el tema es muy interesante y apasionante y da para mucho.
Hola Kambrico,
la saga continúa. Un saludo y gracias una vez más por tus felicitaciones.
Mis felicitaciones. Leer sus artículos es un verdadero placer.
Hola Gaia,
Un nombre muy sugerente para un lector/a de la serie. Muchas gracias por tu comentario y espero seguir entreteniéndoos y provocando la curiosidad.
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