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Los sistemas receptores 16: El sentido de la interocepción




Tras hablar en la anterior entrada de esta serie sobre los sistemas receptores acerca del proceso neuronal que nos genera la percepción del sabor, en ésta de hoy vamos a hablar del último sistema sensorial que nos queda por comentar: el de la interocepción. Como su nombre sugiere, es el equipamiento y el proceso con el que cuenta el cerebro para tener datos de la propia situación interna del organismo, datos importantes para mantener el normal funcionamiento de órganos y sistemas. Estaríamos hablando de la monitorización de los sistemas circulatorio, gastrointestinal, respiratorio, urinario y endocrino, y de la posterior regulación y coordinación de importantes actividades corporales como son la digestión, la temperatura corporal, la presión sanguínea, el caudal respiratorio y muchos aspectos de la conducta emocional. Como veis, un variado abanico del que preocuparse.

El interactivo bosque de la diosa homeostasis (Imagen de la red, fair use)

Sin lugar a dudas el cerebro sabe qué hacer con esta información que le llega desde las vísceras. Gracias a ello nuestra vida sigue normalmente adelante sin sobresaltos, día a día, con nuestro sensible equilibrio homeostático apoyado en el filo de la navaja, de forma absolutamente inconsciente para nosotros. Lo cual no creamos que es una labor baladí. Tiene su importancia, ya que el panel de mandos de las vísceras es sumamente complejo como para coordinarlo desde la consciencia. Sin embargo, a veces percibimos algo: como resultado de los procesamientos cerebrales en los que intervienen estas señales interoceptivas se generan unas percepciones absolutamente subjetivas, incluso podríamos decir que para el que las percibe son casi del tipo de la realidad que le proponen los sentidos de la vista, el gusto, el olfato o que se experimentan con el dolor. Estaríamos hablando de la sensación de sed, de hambre o de su contraria, la saciedad, de palpitaciones inexistentes, de una angustiosa asfixia o, por supuesto, también de dolor. Pero también según modernos neurólogos[1] sería el sentido responsable de la percepción consciente de las emociones, es decir, de los sentimientos: tristeza, felicidad, amor, asco… ¿de dónde surgen estas sensaciones internas a las que el hombre, con su capacidad de generar conceptos abstractos, les ha puesto nombre? Porque se tratan de construcciones de nuestro cerebro.

Efectivamente, en nuestros cuerpos no hay nada que se llame hambre… quizás, tal vez, vaciedad de estómago. Sólo hay sensación de ahogamiento en casos de ansiedad… sin que los bronquios hayan colapsado. Ni tampoco en el cuerpo hay nada que se llame borrachera de amor más que una taquicardia o una ansiosa sudoración en un entorno corporal y de pensamiento placentero. Son perceptos creados por el cerebro para añadir una componente emocional a situaciones estresantes del organismo, perceptos que son útiles para la supervivencia. La evolución, una vez más, ha hecho “bien” las cosas -aunque simplemente las ha hecho y son como son- seleccionando a aquellos individuos que generaron estas pautas subjetivas cerebrales. Quizás si no sintiéramos el estímulo de la sed moriríamos de un paro cardíaco por deshidratación, o por una crisis metabólica ante una perdida de sales. O tal vez sin padecer conscientemente el hambre no sentiríamos la llamada de emergencia del cerebro y de nuestros músculos pidiendo glucosa. Posiblemente sin la sensación de ahogo o de palpitaciones seguiríamos sin límite con un ejercicio corporal extenuante o con una situación laboral estresante, circunstancias que debemos modular como sea. Y sin lugar a dudas sin el reflejo feliz de la dopamina en las relaciones entre sexos, estado que sentimos como amor, posiblemente no habría motivación para el apareamiento y en consecuencia no habría descendencia y continuación del acervo genético.

Es habitual que la función de la interocepción se suela considerar como consciente, es decir, pensamos en ella como la percepción consciente de los estímulos generados por las vísceras. Para entenderlo mejor recalcamos lo dicho en el párrafo anterior: sería lo que nos diera la señal de hambre cuando el organismo en su actividad requiere alimento, o la percepción que produciría la señal de sed tras una exigente mañana de cuidar el huerto en un día soleado, o que nos induciría una taquicardia tras una hemorragia aún no controlada, o que nos crearía la sensación de ahogo y asfixia subiendo una cuesta en la maratón, o simplemente el que nos ayuda a decir “me duele el estómago” tras una mala digestión. Este carácter que se le suele dar de consciente no se ajusta totalmente a la realidad, ya que se ha observado en algunos estudios sobre humanos que ciertos procesamientos de información interoceptiva en los centros superiores no consiguen alcanzar la consciencia. Y, por supuesto, lo podemos encontrar en el carácter interoceptivo inconsciente del sistema endocrino con su juego hormonal, por el que el cerebro recibe información del estado del cuerpo. De todos modos, en esta serie no hablaremos de esto último, ya que nos hemos centrado desde el principio en plantear el esquema neuronal de los sentidos, con la clara intención de que ello nos permita entender mejor cómo el cerebro se comporta como el gran inventor de nuestras percepciones.

Vayamos, pues, a la arquitectura neuronal del sentido de la interocepción. O, al menos, a intentar plantear la generalidad de lo poco que aún se conoce sobre ese difuso sentido.

El sistema empieza con los sensores situados en los órganos viscerales de las cavidades torácica y abdominal. Estos detectores primarios de las señales interoceptivas pueden activarse por la acción de excitaciones de variada tipología, desde una deformación celular provocada por una (a) causa mecánica -presión, estiramiento o tensión-, a una agresión provocada por (b) sustancias químicas, o una (c) variación de temperatura. Otros sensores son sensibles a la (d) concentración osmótica del plasma sanguíneo y aún otros relacionados con el (e) volumen de los fluidos corporales. Las células sensoras actúan mediante unos mecanismos fisiológicos de respuesta muy similares a los detectores estudiados en los otros sentidos, que se basaban en flujos de iones entre el exterior y el interior de dichas células sensoras inducidos por alguna de las causas excitadoras externas que hemos mencionado.

Las neuronas que recogen el “aviso” de los sensores convierten los cambios locales físicos y químicos, que afectan a los órganos, en señales eléctricas que transmiten al sistema nervioso central a través del sistema nervioso autónomo, utilizando dos vías: la del nervio vago -el X de los pares craneales- y la del conjunto nervio pélvico/médula espinal. El sistema nervioso autónomo, al ser el encargado de vehicular la información de las vísceras y del medio interno, es la parte del sistema nervioso que controla las acciones involuntarias regulando importantes actividades corporales que incluyen la digestión, la temperatura corporal, la presión sanguínea y muchos aspectos de la conducta emocional. Los axones que llevan la información desde la periferia al encéfalo transmiten la sensación visceral y la regulación de la presión sanguínea y de los movimientos respiratorios.

Sistema nervioso autónomo. Se ha dibujado en azul al sistema parasimpático y en rojo el sistema simpático. (Imagen de Anatomy of the Human Body, 1918, Henry Gray, dominio público)

Pero vayamos con la primera de las vías. Al nervio vago se le conoce también como nervio pneumogástrico. El que se le llame así tiene una clara explicación, ya que inerva la faringe, el esófago, la laringe, la tráquea, los bronquios, el corazón, el estómago, el páncreas, el hígado y el intestino, aportándoles el componente parasimpático que vela por la correcta realización de sus funciones de una forma inconsciente. En la entrada dedicada al sentido del gusto ya hablábamos de él como responsable de esa percepción a partir de la faringe. Pero quizás la función que le exija más recursos sea la de llevar las señales interoceptivas, puesto que dedica alrededor del 80% de sus axones a esta misión.

Dichos axones, que proceden de los cuerpos neuronales [n1] situados en unos ganglios dentro del hueso temporal, entran directamente en el tronco encefálico (la Medulla en la imagen anterior) en donde se proyectan al núcleo del tracto solitario, que es la zona donde se encuentran las neuronas [n2] de segundo orden con las que harán sinapsis. Recordemos cómo este núcleo participaba también en el sistema del gusto desarrollando una función de integración de señales viscero-sensoriales. Recibidos los potenciales de acción por estas segundas neuronas, los transmitirán a través de sus axones a diversos lugares del tronco encefálico, del hipotálamo y de la amígdala, estableciendo así vías neurales bien organizadas que son la base para la regulación de los distintos órganos.

Arquitectura neuronal del nervio vago responsable de la primera vía interoceptiva (Imagen de la red, fair use)

La segunda vía de comunicación interoceptiva visceral con el sistema nervioso es semejante a la que ya conocemos de otros sistemas sensoriales como el del tacto, el nociceptivo o el termoceptivo. Recordemos que básicamente se trataba de una cadena de tres neuronas en serie: una primera sensora [n1] con el cuerpo en un ganglio de la cadena paralela a la médula espinal; la segunda [n2] en la propia médula o en el tronco encefálico, la cual proyecta su axón a una tercera [n3] situada en el tálamo.

Vamos a particularizar este esquema general para la vía visceral que estamos comentando, que se conoce como el tracto archiespino-talámico.[2] Sus primeras neuronas, las sensoras, llamadas también neuronas aferentes viscerales, tienen sus cuerpos en la cadena de ganglios anexos a la médula espinal y son las que transportan los primeros potenciales de acción inducidos por lo experimentado por los órganos de las cavidades abdominal y torácica. Estas neuronas n1 de primera línea lanzan sus axones que penetran la médula espinal torácica, lumbar y sacra, para ascender por ella y al final entrar en el tronco encefálico y, posteriormente, llegar hasta el tálamo. La arquitectura de las conexiones en este tramo intermedio es muy difusa, ya que están organizadas en la médula por bloques según la distribución longitudinal de segmentos corporales,[3] no dando lugar a “lugares” específicos que representen una víscera. Esta vía visceral presenta también sinapsis secundarias a diversos niveles de la médula espinal y del tronco encefálico, y además sus segundas neuronas tienden numerosos axones colaterales hacia las vías que conducen la sensibilidad somática consciente, por lo que muchas veces se puede confundir la sensación de una víscera con las que generan estructuras orgánicas, otras vísceras, neurológicamente relacionadas. O bien se pueden producir reflejos de unas a otras, como pudiera ser el percibir un fuerte dolor en la zona escapular cuando realmente es el bazo el que protesta.

La complejidad arquitectónica de esta vía, por un lado, ralentiza su actividad y su capacidad de respuesta y por otro lado difumina la percepción del lugar, del momento temporal e incluso de la modalidad del primer impulso excitador interoceptivo. Sin embargo, a pesar de su complejidad difícil de desenmarañar, puede sorprender que el número de las vías neuronales que se encargan de las vísceras sea muy pequeño en proporción con las que llevan al cerebro información de otras regiones o de otro tipo de percepciones. Estas fibras nerviosas normalmente están en estado “silencioso” y sólo comienzan a dispararse bajo condiciones muy específicas fijadas por algún tipo de umbral. Aquellos eventos que lo sobrepasan son interpretados como un potencial peligro para los órganos viscerales y por tanto para el organismo, despertando al sistema y generando percepciones conscientes de malestar y de dolor. Quizás una explicación de este funcionamiento tan difuso y como de segundo orden resida en que las vías que llevan la información visceral sean las filogenéticamente más antiguas, arrastrando por tanto unas funcionalidades primitivas que, por haberse manifestado eficientes desde antiguo, han perdurado en los organismos de hoy sin necesidad de modificaciones.

Estructuras superiores de la vía archiespinosa que pensamos conforman algo así como un módulo de gestión autónomo de la interocepción (Imagen compuesta a partir de ésta y ésta de la red, fair use)

Estas vías interoceptivas del tracto archiespino-talámico terminan en una zona específica del tramo inicial del tronco encefálico, llamada formación reticular, y desde ésta sus neuronas proyectan sus axones más arriba, hacia el diencéfalo, hasta el tálamo y el hipotálamo, lo que en su conjunto constituye un auténtico centro de control autónomo sobre el que las estructuras superiores ejercerían únicamente un papel modulador. En un principio se creía que aquí se acababan las estructuras neurales que gestionaban las percepciones viscerales, pero poco a poco se van teniendo más evidencias de que las entradas interoceptivas se proyectan en el encéfalo más profundamente, hasta distintas regiones corticales. Lo que sabemos acerca del procesamiento cortical de la información interoceptiva que le llega, así como su repercusión sobre la consciencia y la conducta, es muy escaso, y aunque en la práctica al córtex llega información de todos los órganos, no tenemos muy claro cuáles puedan ser las regiones de la corteza implicadas en la sensibilidad visceral -posiblemente sean las áreas somatosensoriales del lóbulo parietal-.[4]

No puedo acabar esta entrada acerca del sentido de la interocepción sin hablar de un aspecto que me parece sorprendente, y es su posible relación con el extraordinario proceso emergente en el encéfalo como es la consciencia. Aunque hay diversas escuelas en el estudio de las emociones y sentimientos, parece que la neurología actual se decanta hacia la existencia funcional de la siguiente cadena: a partir de una circunstancia percibida del exterior -o del propio cuerpo-, el cerebro, en base a su patrón de experiencias guardado en la memoria, prepara inconscientemente al cuerpo para afrontar la situación -amenaza u oportunidad-. Las alteraciones generadas en cuerpo, pensamientos e incluso la dinámica de la acción de pensar, constituyen los estados emocionales que a su vez son percibidos por el cerebro dándonos la componente sentida de los mismos. Aparecen los sentimientos -la componente consciente de las emociones- que como humanos de pensamiento abstracto hemos bautizado con una gran riqueza de matices… felicidad, asco, amor, ansiedad, ira o incluso impulso a comer o a beber. Lo cual no deja de ser idéntico patrón en el proceso normal de cualquier sentido exteroceptivo como puede ser la vista: llega un fotón que activa una cadena de reacciones que pone en funcionamiento la corteza visual que tras sucesivas carambolas neuronales -”emociones”- nos produce la percepción -”sentimiento”-, las cualias del color.[5] Podemos imaginar cómo llega a nuestro cerebro el dato de la visión de una araña próxima, imagen que activa estructuras neuronales emocionales como la amígdala, la cual manda instrucciones en una primera carambola al hipotálamo para que regule el flujo hormonal que acelere el ritmo cardíaco; que ajuste la atención hacia la posible amenaza; que erice los pelos en señal de contraamenaza nuestra; que fije también la atención de nuestro pensamiento en la araña dentro de una dinámica de razonamientos rápidos… una serie de cambios en nuestro cuerpo que son detectados por nuestra instrumentación interna, visceral, la cual envía la información de vuelta al cerebro, hacia cortezas cerebrales específicas -ya hablamos más arriba que serían las somatosensoriales, en particular la conocida como ínsula- que saben lo que hacer con ella… a fin de cuenta construir mapas neuronales de la situación para su uso en los procesos de respuesta o planificación motora ante la amenaza. Y todo ello bajo la aparición emergente de un sentimiento que podemos llamar miedo.[6]

Pero ¿qué es todo esto último que acabamos de describir? Sin lugar a dudas la base de la consciencia. Estos mapas sentidos de estados corporales son a fin de cuentas el reflejo de nuestro “yo”. Y las cualia que se nos propone no son más que el coloreado, el semáforo avisador, del matiz premio castigo que incorpora la emoción-sentimiento adscrito a cada mapa de estado corporal en relación a un mapa de estado exterior -araña- o interior -poca agua, sed-. Con ello tenemos las herramientas precisas para razonar, comparar, planificar, imaginar y hacer. Tenemos la base de nuestra consciencia.[7]

Acabo aquí con esta digresión de matiz neuronal-psicológico que he introducido como una cuña final de la entrada ya que era de obligado cumplimiento por lo que me parece extremadamente revelador de nuestra condición humana -y no me arrepiento al usar el adjetivo “extremadamente” que puede parecer superlativo-. Con todo lo dicho en esta entrada creo que tenemos información suficiente como para plantearnos de nuevo la pregunta que es nuestro hilo conductor: “Lo que sentimos como real en nuestras vísceras, lo que nos cuenta del hambre, la sed o la angustia, ¿es algo real que pinta y condiciona la existencia diaria de nuestros órganos internos?”. A estas alturas de la serie ya podemos imaginar y saber que el cerebero, a partir de unos mismos cuantos de información, los potenciales de acción, inventa y construye su propia “música” dependiendo de a cuál de sus teclas ha llegado la presión de sus complejos procesos. Misterioso.

En la siguiente entrada me enfocaré en consideraciones que emanan de este misterio, en planteamientos sin respuesta que me sugiere el mundo de nuestras percepciones sensoriales, los cualias, intentando intercambiar con los lectores un interés por las dudas planteadas e intentando despertar en ellos una sabia curiosidad que me pueda realimentar. Hasta entonces… momento y lugar en que acabará formalmente esta serie sobre los sistemas receptores sensoriales.

  1. Para un mayor detalle acerca del tema recomiendo la lectura del libro “En busca de Spinoza“, del neurólogo y Premio Príncipe de Asturias Antonio Damasio. []
  2. Aquí archi proviene de la raíz griega “αρχειν” significa ser el “primero”, el “antiguo”. []
  3. Los segmentos corporales son las unidades de la particular y ancestral arquitectura modular del organismo de la mayoría de animales. Para más información, podéis leer esta entrada de la serie La Biografía de la Vida. []
  4. Podéis releer la entrada en la que hablábamos de la corteza cerebral. []
  5. He escrito entrecomilladas las palabras emoción y sentimiento -aunque no son las exactamente adecuadas-para hacer una analogía del proceso de percepción de algo externo con el de la percepción interoceptiva. []
  6. Se teoriza con que los sentimientos que son procesados por la ínsula van desde reacciones básicas tales como el hambre, la ansiedad o el asco, hasta sentimientos más complejos como lo es el rechazo social. []
  7. Remito de nuevo a lo dicho en la anterior nota 1. []

Sobre el autor:

jreguart ( )

 

{ 3 } Comentarios

  1. Gravatar Ana | 09/08/2019 at 09:52 | Permalink

    De que libros sacaste esta información? Muy buen blog, aliás!

  2. Gravatar jreguart | 10/08/2019 at 07:37 | Permalink

    Hola Ana,

    pues no te podría decir alguno en concreto. Soy autodidacta y me paso leyendo por aquí y por allá. Desde libros que me dan una idea particular, a artículos científicos de revistas reconocidas, a blogs de gente que por su profesión me pueden enseñar mucho, cursos on-line de neurología (los hay realmente buenos)… cualquier fuente de información de calidad me resulta útil. Leo, tomo muchas notas, las estructuro y me pongo a escribir, más que nada para mi, como una especie de reafirmación de lo extraído en otros lugares. Te cuento todo este rollo simplemente para decirte que mis fuentes son tan variadas que me sería difícil particularizar alguna.

    A mi creo que me ha ido bien el método… así que te animo a practicarlo. Un saludo.

  3. Gravatar Ana | 14/08/2019 at 01:08 | Permalink

    Mil felicitaciones por tu método de estudios. Definitivamente se ve que te dió muchos resultados durante todo este tiempo. La verdad es que me gustaria utilizar este blog como una de las referencias bibliográficas para mi trabajo. Sin embargo, en tu blog no hay nombre de autor :/. Saludos.

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