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Biografía de lo Humano 03: El cuerpo primate se moldea II




En esta entrada de la serie sobre la Biografía de lo Humano vamos a continuar lo iniciado en la anterior, donde, tras una introducción general, pasamos a describir cómo los cambios en los pies nos proporcionó una eficiente marcha terrestre. En ésta de hoy introduciremos una no menos importante estructura operativa de la anatomía humana, como es la pinza de precisión que conforman los dedos de nuestras manos. Acabaremos con la descripción de aquellos cambios estructurales del cráneo que considero decisivos para la compleja fonación de nuestro lenguaje.

La pinza de precisión de la mano

Comprendemos ya cómo los cambios anatómicos del pie decidieron en gran medida lo que vino luego tras la conquista de un bipedismo eficiente. Sin embargo, hay antropólogos, como el mallorquín Salvador Moyà-Solà, que afirman que lo realmente crucial e importante fue la evolución de la mano en unos brazos que se iban acortando con el tiempo.

Argumenta que al menos, y de acuerdo a los restos fósiles conocidos hoy en día, se dieron dos caminos de evolución convergente en la bipedestación: la que conocemos como africanala que siguió el homínido “italiano” Oreopithecus bambolii, hoy desaparecido de sus islas natales que conformaron la actual Toscana. Hace ocho millones de años se criaba sin enemigos en aquellos pequeños territorios, lo que nos hace suponer que no fue precisamente la presión depredadora una circunstancia que le impulsara con urgencia hacia el bipedismo más eficiente. El resultado es que, curiosamente, derivó a un pie similar al de las aves: un trípode soporte, por otra parte muy útil para él en su deambular por los pantanos donde habitaba. Sin embargo la estructura de sus manos era similar a la de sus lejanos parientes bípedos africanos, ya que parece que era capaz de sujetar objetos haciendo una pinza con los dedos con una precisión muy superior a la que realizan otros primates y semejante a la de los Australopithecus.

El hecho de que la modalidad de pie trípode desaparece de la historia evolutiva, mientras que la solución mano-pinza permanece, se interpreta como un indicativo del mayor valor selectivo de esta última. Además, echaría por tierra la idea tradicional de que el progresivo desarrollo de herramientas fue la espoleta que motivó el cambio morfológico hacia la pinza de precisiónOreopithecus demuestra que no fueron las herramientas, que no tenía, sino la bipedestación la que liberó y posteriormente moldeó las manos.

Esta figura nos permite ver la anatomía que trabaja en nuestras manos al efectuar el movimiento de pinza de precisión (figura obtenida en esta publicación, términos de uso)

La pinza de precisión que ejercemos con nuestras manos modernas, con la que podemos agarrar objetos, fue un avance decisivo para el desarrollo “intelectual” del Homo y uno de sus hitos evolutivos más característicos. Los actuales primates no humanos poseen unas manos relativamente largas pero con unos pulgares cortos y de, relativamente, pobre musculatura. Sin embargo, en los humanos, poco más o menos, la longitud del pulgar es similar a la de los otros dedos de la mano, lo que posibilita el juntar y oponer la punta de este dedo con las puntas de los otros cuatro. Ello le permite una refinada manipulación de objetos.

Con la ayuda de la paleontología vamos a dejar ahora la Italia del Mioceno para dar un salto hasta hace unos 2,6 millones de años, momento en el que algo estaba empezando a pasar. Sabemos que son los tiempos del Homo habilis, usuario -y creemos que también constructor- de herramientas de la incipiente tecnología lítica de Modo 1 (más tarde en esta serie veremos en qué consiste esa tecnología). Según el paleoantropólogo José María Bérmudez de Castro, codirector del yacimiento de Atapuerca, la anatomía del esqueleto fósil encontrado en el yacimiento tanzano de Olduvai, catalogado con el número 62 (OH 62), abunda en ello: nos dice que en la especie Homo habilis, hace dos millones de años, definitivamente “la pinza de sus dedos índice y pulgar ya tenía la estructura adecuada y desarrollaría la suficiente habilidad como para fabricar aquel tipo de herramientas líticas de manera sistemática”.

También en este mismo yacimiento de Olduvai se ha encontrado la falange primera del dedo meñique de la mano de un homo, la cual tiene la particularidad de que su configuración no presenta una curvatura, sino que es recta. Esto es significativo, ya que nos confirmaría el hecho de que en aquellos momentos, hace unos 1,85 millones de años, la mano ya no se utilizaba para el desplazamiento agarrándose a las ramas –lo que exige dedos curvos- y que, por tanto, se había ya especializado en exclusiva para la manipulación. Vemos por fin la primera estructura moderna en la mano de un hominino cuyos hábitos eran exclusivamente terrestres.

La cabeza entra a colaborar en el habla

Pasemos ahora a la cabeza. En ella está contenida la máquina que dirige nuestras vidas, el cerebro. De todos es conocido cómo su evolución diferencial con la de los otros primates fue pilar constitutivo de la consciencia humana. Sin embargo, ahora sólo nos referiremos a otro tipo de modificaciones, dejando para entradas posteriores todo lo referente al encéfalo.

Es evidente que la relación cráneo/cuerpo, generalmente, se ha ido incrementando a medida que los homininos evolucionaban. Sin embargo, anatómicamente, al cráneo le sucedieron más cosas además de haberse hecho cabezón, algunas más importantes que otras si nos atenemos al particular granito de arena aportado a la emergencia de las habilidades que llamamos “humanas”. Una cara menos prognata al haber retraído la mandíbula, lo que nos aproxima al aspecto de la cría de chimpancé -en un caso más de neotenia-; un arco dental más parabólico y escaso, como podemos ver en la figura de más abajo; unas piezas dentales más pequeñas con la casi confusión entre caninos e incisivos… todo ello coevolucionando hacia distintas formas de alimentación que favorecieron el aporte energético que precisó el mayor encéfalo. Y muchas más.

Una de esas modificaciones, que también es consecuencia directa de su andar vertical, supone una clara diferencia al comparar la morfología craneal de los humanos con la correspondiente a otros mamíferos cuadrúpedos, como los simios. En el punto de ensamblaje de la columna vertebral con el cráneo se encuentra el foramen magnum, punto en donde la médula espinal entra en contacto con el encéfalo. Este foramen se ve lógicamente forzado a trasladarse de una posición craneal trasera a una posición craneal inferior, lo que hace que la situación relativa del eje del cuello con el plano del paladar conforme aproximadamente un ángulo recto. No solamente es una posición que mejoraba la eficiencia energética de los músculos que sujetan la cabeza, sino que, como veremos, a la larga se manifestó crucial a la hora de poder emitir un lenguaje compuesto por una gran variedad de fonemas, así como para poder desarrollar un cráneo de tipo globular.

A la izquierda, la dirección de contacto de la columna vertebral con el cráneo comparada entre chimpancé y hombre. A la derecha vista inferior del cráneo de ambos individuos en donde se observa la posición del foramen magnum, punto de encuentro de columna y cráneo (Imagen obtenida de eFossils, Fair Use)

Por sí sólo, el hecho de disponer de un encéfalo con una estructura física y de procesos adecuada para dirigir la gestión del habla no es suficiente. Hay que disponer también de un instrumento resonador y modulador con el que producir un sonido variable tipo “lenguaje”. Este instrumento es el aparato fonador.

Un lenguaje complejo como el humano de hoy en día exige una configuración especial del aparato fonador. Los matices del sonido que emitimos cubren un amplio ancho de banda de frecuencias, cosa que no se produce en el caso de la incipiente comunicación verbal de los chimpancés, por ejemplo. Veamos por qué el hombre dispone de esta habilidad.

Ya hemos comentado que en los homininos la cara se fue volviendo menos prognata, es decir, la mandíbula poco a poco se fue retrayendo haciendo, por un lado, que el plano de la cara fuera cada vez más vertical así como el tramo horizontal de la cavidad bucal cada vez más corto. A la par que esto sucedía, al elevarse la cabeza sobre el cuello, la laringe fue ocupando posiciones cada vez más bajas, mientras que el músculo de la lengua le acompañaba en este viaje: en los primates adopta una posición más o menos horizontal mientras que en el humano dobla hacia el fondo del cuello, con un tramo horizontal en la cavidad bucal y otro vertical hacia la faringe y laringe. El hecho de que la laringe descendiera también hizo que la cavidad nasofaríngea se hiciera mayor.

Diferencias en la anatomía de la cabeza, boca, lengua (con su musculatura extrínseca), faringe y laringe de un hombre y un chimpancé.

Comparando la morfología de cualquier primate con la del hombre nos damos cuenta de que el ángulo cavidad bucal/cuello es más abierto en el primero que en el segundo, y que los lados de este ángulo tienen una distinta longitud en los primates no humanos, mientras que en éstos son muy parecidos. Por “lados del ángulo” entiendo las longitudes de la profundidad de la boca y la distancia del final del paladar hasta la posición de la laringe. Esta particularidad en la anatomía del aparato fonador humano es la que permite a la lengua adoptar las posiciones correctas para generar el sonido de las tres vocales base: la a, la i y la u.

La evolución de la morfología hacia las formas humanas supuso, no obstante, una serie de dificultades, lo que parece contravenir el hecho de que la evolución lleva a formas más exitosas en cuanto a supervivencia y reproducción. Por un lado, el hecho de que la laringe ocupara posiciones más bajas en el cuello, arrastrando a su vez a la epiglotis, que es la puerta de entrada de los pulmones, hizo que se perdiera la capacidad que se tenía hasta entonces de poder beber y respirar a la vez, lo que resultaba tremendamente útil a la hora de mantenerse vigilante ante posibles amenazas externas. Pero es que, además, esta circunstancia hacía más probable el que el bolo alimenticio entrara en la tráquea produciendo un atragantamiento, cosa que no les pasa a los otros primates. ¿Por qué hizo esto la evolución? Sin dudarlo hubo algo mejor a cambio, se debió conseguir una nueva función mucho más ventajosa. Y esta otra función pudo ser el lenguaje oral.

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Con lo anterior cerramos un primer capítulo acerca de las modificaciones anatómicas del cuerpo del primate que llegó a Homo. Hemos visto cómo variaron ambas extremidades bajo la presión evolutiva de un conveniente pedestrismo. También hemos analizado cómo las modificaciones en la cabeza ayudaron al desarrollo de nuestro lenguaje. En la siguiente entrada seguiremos con el tema de los cambios anatómicos comentando cuánto debe nuestra especie a la mitad de sus individuos: las mujeres. Hasta entonces.


Sobre el autor:

jreguart ( )

 

{ 4 } Comentarios

  1. Gravatar nahuel | 22/12/2015 at 01:13 | Permalink

    jreguart : muy interesante , especialmente el caso del homínido italiano con ese pie trípode – sorprendente – y todo lo relacionado con el porqué de ello . te felicito por tu gran aporte , y esperamos ansiosos la próxima.

  2. Gravatar jreguart | 22/12/2015 at 02:00 | Permalink

    Hola Nahuel,

    muchas gracias por tus palabras y me alegro que te guste. Aún queda bastante. La serie es un poco variopinta.

  3. Gravatar Maikl | 30/12/2015 at 12:58 | Permalink

    Genial la pregunta de porque una evolución que a priori parece perniciosa (atragantarse, no poder beber y respirar a la vez) logra imponerse. Que hay a cambio más útil que no atragantarse? El poder de la comunicación! Maravilloso :)

  4. Gravatar jreguart | 30/12/2015 at 07:58 | Permalink

    Hola Maikl,

    en esto de la evolución, cualquier morfología o fisiología real aunque sea paradójica, tiene su explicación natural. Aunque muchas veces ni se nos ocurra, o no podamos asegurar nuestras explicaciones.

    En lo referente a lo que comentas, esta es una de las explicaciones. Pero bien se nos pueden ocurrir otras relacionadas con las ventajas de ponerse de pie. La evolución es sorprendente y saber sus mecanismos nos pone en nuestro sitio: una ramilla en el árbol de las familias animales.

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