Por fin llegamos a un nuevo eón, el Arcaico, con la Vida ya organizada tal como lo estuvimos presenciando en las entradas anteriores de esta serie sobre La Biografía de la Vida. A partir de ahora vamos a empezar a movernos con organismos perfectamente estructurados, las bacterias, y sus manuales de funcionamiento. En esta entrada haremos una introducción general sobre estos seres vivos elementales, los primeros, y hablaremos acerca del escenario por donde se movían hace la friolera de entre 3.800 y 2.500 millones de años… es decir, a lo largo del eón Arcaico.
El nombre Arcaico proviene del griego antiguo “Αρχη”, que significa “comienzo, origen”. También a este eón se le conoce por el nombre de Arqueozoico, es decir “comienzo de la vida” (zoicos, vida en griego). Abarca el 29% de la edad de la Tierra y es un periodo lleno de acontecimientos: recoge el testigo del Hadeico y lo consolida, dejando el escenario con todos los elementos para la representación teatral que hoy conocemos. En él se asienta la riqueza de las vías metabólicas, y por tanto dedicaremos una explicación teórica sobre ello.
Al comenzar el periodo, la Tierra aún estaba saliendo del episodio del bombardeo tardío, iluminada por un sol pálido, con una dinámica tremenda en la que juegan mares de agua, episodios magmáticos y pequeñas cortezas solidificadas. La vida, casi con toda seguridad, había empezado a experimentar en aguas someras o en venteos hidrotermales submarinos. De cualquier forma, se tratarían de bacterias primitivas.
Al finalizar el Arcaico la Tierra se habrá convertido en un cuerpo estable con grandes continentes surgiendo de un mar tibio, colonizado desde hacía más de mil millones de años por bacterias fotosintéticas que prepararon el siguiente salto evolutivo de la Vida.
No son muchas las rocas que se conservan de este eón, de gran actividad geológica, que han tenido que sufrir hasta hoy más de 2.500 millones de años de ciclos de erosión y sedimentación, presión y subducción, fusión y vulcanismo, solidificación y plegamiento. Y vuelta a empezar. En realidad, sólo el 0,5% de las tierras de hoy en día corresponden a aquella época.
El motor de este tejer y destejer son las tensiones energéticas que en cada momento tiene el conjunto del planeta, su magma y su corteza. A comienzos del Arcaico el flujo de calor de la Tierra era casi tres veces superior al que tiene hoy y el doble que a principios del siguiente eón, el Proterozoico (hace 2.500 millones de años). Se contaba, por tanto, en esta era con un buen motor para la formación y deformación de la litosfera.
Centrémonos en el manto magmático. En él se darían zonas con distintas temperaturas. En los puntos calientes del magma las fuertes corrientes convectivas ascendían con más energía y más materia, por lo que sería fácil que en algunas zonas más frías de la superficie se fuera acumulando suficiente cantidad de material como para formar un germen de corteza estable, que progresivamente se iría enfriando con relación a su entorno, favoreciendo su crecimiento que iría así modelando una isla de roca. En estos puntos se formarían grandes cúpulas de materia enraizadas en el manto fundido.
El resto de las corrientes convectivas magmáticas, las que no se habían solidificado, serían desviadas por estas raíces concentrándose en puntos calientes que no permitían su desarrollo y que dieron como resultado una placa litosférica local de menor espesor. Posiblemente este fenómeno magmático se dio en zonas que correspondían a los fondos oceánicos.
La teoría cúpula-raíz parece tener evidencias. La alta temperatura de la Tierra en aquellos momentos, con un magma profundo muy caliente y fundido, puede hacer pensar que el límite “magma fundido-litosfera” debía ser muy poco profundo a lo largo de toda la superficie del planeta. Sin embargo se han encontrado materiales –diamantes- que sólo se pudieron generar a temperaturas que se daban a unos 150-200 kilómetros de la superficie. Eso indica que en algún punto la litosfera penetraba al menos hasta esta profundidad, como una especie de raíz inserta en el magma.
Dentro de este esquema se supone que debía haber una gran actividad tectónica, dados los altos flujos energéticos del momento que imprimían una gran velocidad al proceso de generación de la litosfera. Cabría esperar que hubiese una mayor actividad en las dorsales suboceánicas (líneas de rotura de los fondos oceánicos) y además un mayor número de ellas, así como también un mayor dinamismo en las zonas de subducción (zonas en donde la litosfera oceánica deslizaba bajo la continental). Esta dinámica impediría que los cratones[1] tuvieran tiempo de crecer hasta un gran tamaño. Como consecuencia habría un mayor número de placas solidificadas y de tamaño no muy grande, con una gran movilidad y deformación, ya sea producida por las colisiones entre ellas como por las aportaciones de materiales volcánicos: la norma eran los pequeños y dinámicos protocontinentes.
Debido a ello las costas serían abruptas, sin zonas de aguas poco profundas, por lo que los residuos de la erosión de las microplacas quedarían depositados en la profundidad de las aguas, junto a ellas, generando unas capas sedimentarias de gran espesor, de hasta 30 kilómetros. Estos sedimentos metamorfizados lentamente por la presión constituyen la parte profunda de la actual litosfera. Entremezcladas con estos minerales se encuentran franjas compuestas por una gran variedad de unidades rocosas no homogéneas y de formas extrañas, compuestas por silicatos de hierro o magnesio, llamadas “cinturones de rocas verdes”. En esta época nuestro conocido hierro bandeado, del que ya se habló en una entrada anterior, seguía su formación.
El hierro bandeado es muy significativo desde el punto de vista de la biosfera. Durante el anterior eón el oxígeno básicamente se encontraba asociado en complejos moleculares, como el agua, el dióxido de carbono o los silicatos de la litosfera. Sin embargo las capas de óxido de hierro de esas formaciones rocosas, que alternan con capas de silicatos degradados, indican que ya había oxígeno molecular libre en proporciones apreciables. Y eso quiere decir que ya había bacterias con metabolismo fotosintético oxigénico, emitiendo O2 como materia residual de su metabolismo. La opinión más generalizada es que las primeras bacterias que dispusieron de esta habilidad datan de hace 2.800 millones de años, aunque algún estudio[2] basado en el estudio de hematitas -óxidos de hierro- parece adelantar la fecha hasta hace 3.460 millones de años.
A medida que la Tierra se iba enfriando, las microplacas se fueron estabilizando en un largo proceso continuo que duró hasta el final del Arcaico. En este momento, y por motivos desconocidos, a pesar de que los flujos energéticos se habían atemperado a la mitad desde el inicio del eón por el propio enfriamiento del planeta, se produjo un resurgimiento de la actividad magmática, de forma que al acabar el Arcaico se había formado ya, y en un corto intervalo de tiempo, el 50% del total de la corteza continental actual, y habían aparecido los primeros grandes continentes y las secuelas de la actividad geológica sobre ellos. Se iniciaba con ello la dinámica de tectónica de placas, según el concepto actual de la misma, datándose en el entorno de hace 3.000 millones de años.[3]
Vaalbará es el nombre del primer e hipotético supercontinente que apareció sobre la Tierra, hace unos 3.500 millones de años. Su existencia se justifica en los estudios geocronológicos y paleomagnéticos de dos cratones arcaicos -aún no podían ser considerados propiamente como continentes-: Kaapvaal (denominado así por la provincia sudafricana de Kaapvaal) y Pilbara (de la región de Pilbara, en Australia Occidental).
Con posterioridad aparecerá Ur, hace 3.000 millones de años, del que se sabe muy poco excepto que sus restos se encuentran en la actual India, Madagascar y Australia. Posiblemente en su momento fue un único y solitario continente, a pesar de ser muy pequeño. Su nombre viene de la misma palabra alemana que quiere decir “original”.
Kenorland, o también llamado Ártica, fue ya un supercontinente, uno de los más tempranos sobre la Tierra. Se cree que se formó hace unos 2.700 millones de años al agruparse los primeros cratones del eón y la rápida formación de una nueva corteza continental. Abarcaba lo que mucho más tarde serían los continentes de Laurentia (el corazón de las actuales Norteamérica y Groenlandia), Báltica (los actuales países bálticos y Escandinavia), Australia occidental y el Kalahari.
Visto desde la perspectiva, parece como si en estos 1.300 millones de años que duró el Arcaico, la geología iba experimentando, tanteando despacio, pasando de un mundo poco definido y muy dinámico a un mundo más estable, base para lo que vendría después, en la era Proterozoica, que es cuando ya toman cuerpo los grandes cratones continentales.
Muy semejante fue lo que pasó en la biosfera: el Arcaico constituyó una época de invención y consolidación, a nivel muy elemental, que abría puertas para su posterior desarrollo durante el eón posterior. La temperatura de los océanos debía ayudar. La presencia de cristales de yeso y bacterias fijadoras de nitrógeno encontradas en las rocas arcaicas demuestran que las temperaturas debieron de oscilar en un intervalo comprendido entre los 30º a 40ºC. En estas cálidas aguas proliferaban seres vivos sumamente simples con variadas estructuras, agrupados en los dos dominios que aún reconocemos, bacterias y arqueas, que desarrollaban un abanico muy amplio de soluciones metabólicas, obteniendo la energía necesaria a partir de formas variadas e insospechadas: nada fue imposible para ellas. Podemos considerar que la variedad del Arcaico sorprende más por su diversidad metabólica que por la morfológica.
Se cree que la atmósfera, que durante el eón Hadeico estuvo compuesta por el CO2 primigenio y gases reducidos como el agua, amoniaco y metano, se había ido transformando poco a poco, de forma que hace 3.900 millones de años se tiene la certeza, dado el grado de oxidación de las rocas de aquella época, de que había cambiado por completo. En las emanaciones volcánicas abundaría el CO2 y el agua.
En la atmósfera el antiguo amoniaco había sido disociado por la radiación ultravioleta convirtiéndolo en nitrógeno molecular, N2, mientras que el metano, CH4, se iba transmutando en CO2 según el proceso que comentamos en breve.
A pesar de lo anterior, la concentración del dióxido de carbono no creció, al contrario, iba perdiendo su presencia posiblemente por el efecto de varias circunstancias. La primera sería que al irse enfriando la tierra y los mares, su disolución en las aguas podía ser mayor. La segunda es que se supone que la fotosíntesis anoxigénica -de la que hablaremos en otra entrada-, gran demandante y consumidor de CO2, era ya un invento operativo desde hace posiblemente 3.500 millones de años. Una tercera circunstancia se producía seguramente desde hacía mucho tiempo como consecuencia de la reacción del agua y el propio dióxido de carbono en la atmósfera, por la que se produciría una disolución de ácido carbónico, CO3H2, en las gotas de agua. Al llover, este medio ácido disolvería los silicatos de los cratones transformándolos en sales del tipo carbonato que fueron arrastradas hasta el mar, formando allí grandes capas sedimentarias en donde quedó secuestrando gran parte del CO2 atmosférico. Bien pudo ser esto último lo que diferencia ahora mismo a la Tierra de su hermana Venus, con una atmósfera de CO2 que genera un efecto invernadero de altas temperaturas que la hace inhabitable.
En aquellos momentos el agua de la superficie del mar se veía bombardeada por los abundantes rayos ultravioletas, lo que producía la rotura de su molécula. El ligero hidrógeno resultante se escaparía de la atracción gravitatoria hacia el espacio. El oxígeno producido en esta hidrólisis y el generado por las bacterias fotosintéticas pasó a la atmósfera, aumentando su presencia. A pesar de ello, en los primeros momentos del proceso no se apreció un incremento importante en la concentración de este gas, ya que era “secuestrado” a partir de procesos químicos naturales, como eran las ya comentadas oxidaciones del hierro -que en aquellos momentos era muy abundante en los silicatos en su forma de ión ferroso-, o a través de la fotólisis del metano que por acción de la radiación ultravioleta se iba transformaba en CO2 y agua, o bien pasaría a formar una capa de ozono que protegería a los organismos vivos de los efectos perjudiciales de dichas radiaciones solares. Otra gran cantidad lo usarían las propias bacterias para su metabolismo y otra parte se disolvería en el agua del mar.
Poco a poco el oxígeno fue levantando cabeza a medida que se iban saturando los nichos en donde era atrapado, quedando oxidado todo lo susceptible de ser oxidado, de forma que hace 2.400 millones de años concluyó el proceso conocido como la gran oxidación, también denominado como crisis del oxígeno, un gran cambio medioambiental con el que se cierra el eón Arcaico. Tuvo que esperar unos 400 millones de años para que la participación del oxígeno en la composición de los gases atmosféricos se hiciera relativamente significativa.
La evolución de la composición de estos gases nos permite imaginar cómo serían las temperaturas. A principios del Arcaico, con grandes concentraciones de agua y metano, gases ambos de potente efecto invernadero, la temperatura sería cálida. Al disminuir la participación atmosférica de ambos gases, así como la del CO2, hay que suponer que a medida que avanzaba el Arcaico la temperatura se fuera enfriando, aunque a lo largo de todo este eón aún no hay evidencias de ninguna glaciación. Pero esto era algo que iba a caer por su propio peso: la primera época de hielos se produjo prácticamente en la frontera del Arcaico con el Proterozoico, la glaciación Huroniana entre 2.400 y 2.100 millones de años antes de hoy.
Dibujado el escenario de estos 1.300 millones de años podemos pasar a ver qué ocurrió en la biosfera, cómo se manejaron aquellas pequeñas células que habían escapado de los venteos hidrotermales submarinos. Recordemos cómo en aquellos lugares la química funcionaba espontáneamente, empujada por la termodinámica. Unas sencillas moléculas se fueron haciendo más y más complejas, llegando al laborioso y multivalente ARN el cual se hizo “luz de gas” a sí mismo al “parir” una molécula que se replicaba mejor que él, el ADN, y otra molécula que metabolizaba mejor que él, la proteína. Y pasó a un segundo e importantísimo término. Recordemos cómo esos pequeños “personajes” se protegieron dentro de una burbuja de doble capa lipídica y se lanzaron a colonizar los mares.
Creo que llegó el momento de presentarlas en sociedad: las bacterias, con sus dos dominios familiares de las eubacterias y arqueobacterias. Hace 3.800 millones de años, cuando comenzó el Arcaico, allí debían de estar, con la más simple de las estructuras.
Aunque la figura anterior de Oenococcus corresponde a bacterias actuales, las primitivas debían ser muy parecidas, con sus membranas protectoras en donde se generaban las pilas de energía en forma de adenosín trifosfato (ATP), su material genético arrollado formando los nucleótidos y los ribosomas como centros de producción de proteínas.
Unas encontraron sus garbanzos consumiendo compuestos de azufre, otras desgranaban la glucosa en ausencia de oxígeno, otras aprendieron a obtener la energía de la luz y otras a base de sintetizar metano. Habían conquistado variadas formas de sobrevivir, aunque todas compartían las mismas necesidades básicas. Todas ellas necesitaban una gran cantidad de carbono, oxígeno e hidrógeno, y otros elementos como nitrógeno, azufre, fósforo, hierro, magnesio, sodio, cloro… Todas necesitaban ensamblarlos formando moléculas funcionales para que sus máquinas no se pararan. Todas precisaban de energía externa y de un proceso como la quimioósmosis por la que la empaquetaba en forma de ATP. Habían también descubierto la forma de multiplicarse siguiendo rutas comunes. Al igual que cualquier ser vivo actual. No hemos cambiado demasiado.
Buscando una posible explicación de esta universalidad del metabolismo nos encontramos de nuevo con la ya conocida teoría de flujos de energía de Morowitz y Smith de la que ya hablamos en una entrada anterior.[4] Como ya sabemos, la teoría postula que la Vida apareció espontáneamente en un contexto geoquímico de estrés energético, al igual que un rayo surge espontáneamente en una situación de estrés de cargas electromagnéticas entre la tierra y las nubes. Todo habría sido un encadenamiento de hechos causa-efecto a través de estados termodinámicos, los más estables posibles, cada vez con un mayor orden interno gracias a un mayor y más eficiente consumo energético. Este determinismo del suceso explicaría el porqué de que el núcleo de los procesos metabólicos haya sido tan estable a lo largo de los años.
De esta causalidad resultante de equilibrios energéticos progresivamente más ordenados derivaría, por un lado, el hecho de que el inicio del camino de la Vida fuera único, y por otro el que el proceso siga y que además siga sujeto a un continuo desarrollo sin irreversibilidad posible. Posiblemente en un inicio los cambios fueron muy rápidos, bruscos y elementales, completándose posteriormente de forma más lenta con diversos refinamientos metabólicos.
Según la teoría de Morowitz la Vida sería, por tanto, un mero resultado de una inevitable aglomeración de actores, procesos y funciones, hasta cierto punto autónomos, que han ido surgiendo paulatinamente y que siguen siendo los mismos hoy en día. Una fría y maquinal consecuencia de las energías geoquímicas y solar, más que una innovación gestada por la biología. Según esto, primero habría sido el metabolismo con su química y luego, gracias a que éste había generado las posibilidades precisas para ello, a su alrededor se habrían formado las estructuras.
Si esto es cierto, la consolidación del metabolismo como conjunto de reacciones bioquímicas y procesos físico-químicos bases para la Vida debió ser anterior al hecho de que la replicación fuera un coordinado proceso macromolecular. Primero las enzimas y después los genes.
Usando palabras de Morowitz “el metabolismo básico no ha cambiado en los últimos cuatro mil millones de años y se ha mantenido vivo en las bacterias que se reproducen cada 20 minutos. Este mecanismo tan fuertemente conservado podría ser el único camino, lo que significa que se podría encontrar en todas las partes del universo donde haya vida. Podríamos ir a Marte y encontrar el mismo metabolismo intermediador. Se podría incluso decir que la vida se formaría en cualquier planeta que tuviera la química, la temperatura y la fuerza de gravedad adecuadas“.
De todas formas, una vez más, hemos de decir que ésta es una de las múltiples teorías sobre el inicio del metabolismo. Sabemos que hay otras, como la de Martin y Rusell que vimos en la entrada anterior,[5] que postulan que todo fue el resultado del juego evolutivo de moléculas, más o menos complejas, en entornos favorables para ello y siguiendo exclusivamente las leyes de la química y la termodinámica.
Sea cual haya sido el camino, lo que sí es comprobable es el resultado, los diversos caminos metabólicos que seleccionó la Vida. En la siguiente entrada comenzaremos a profundizar en el tema: veremos quiénes son y cómo actúan las moléculas que gestionan la energía en las células. El primer paso para conocer el común código universal del metabolismo. Hasta entonces.
- Los cratones son los protocontinentes a partir de los cuales se formaron los primeros continentes por crecimiento en sus márgenes subductivos y por la intrusión magmática. Por ello los cratones se encuentran frecuentemente en los centros/núcleos de los continentes actuales y están típicamente rodeados de los cinturones de cordilleras montañosas más modernos. [↩]
- Como éste publicado por la revista Nature de marzo de 2009. [↩]
- Podéis saber un poco más sobre el tema gracias a los siguientes artículos, éste y éste. [↩]
- La entrada 03 “La química se apunta a lo bio”. [↩]
- Se trata de la entrada 05 “La casa natal de la Vida” con la que podéis enlazar aquí. [↩]
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{ 12 } Comentarios
Gran artículo. Esto se pone cada vez más interesante.
Gracias, Jaime.
Mac
Gracias Mac por tus comentarios. Me suben la moral en el sentido de que veo que hay gente que les emociona lo mismo que a mi. Y es que esto de la Vida es un asombro continuo.
Gran artículo, como corresponde a esta espectacular serie.
Una duda, nos puedes detallar (a nivel lego ) un poco mas este parrafo (se trata de algo tan “simple” como la evolución o algo mas):
“Unas [las bacterias] encontraron sus garbanzos consumiendo compuestos de azufre, otras desgranaban la glucosa en ausencia de oxígeno, otras aprendieron a obtener la energía de la luz y otras a base de sintetizar metano”
Saludos
Hola Juan Carlos. Lo único que quiero hacer énfasis con esta relación de formas de conseguir energía para sus organismos y metabolismo, es manifestar la versatilidad de las bacterias que han sabido sacar vida de cualquier lado. Mi intención no es desgranar un proceso evolutivo, aunque al final el listado casi se corresponde a la cronología de la aparición de cada modalidad metabólica. Pero sólo es una secuencia cronológica que no evolutiva. Son alternativas que se desarrollaron de forma independiente y que aún practican en la actualidad. Con respecto a las metanógenas tengo mis dudas de cuando emergieron a la existencia. Hay artículos que se las considera como una de las formas más primigenias de las bacterias y en otras, como postula Cavalier-Smith (hablaremos de él en otra entrada) que afirma surgieron tras la revolución neomura (también hablaremos de ello) que sucedió hace tan sólo 900 millones de años. Si alguien puede aclarar el tema se le recompensaría con una bocata de calamares.
gran articulo!! interesante, entretenido y muy didáctico.
tengo una duda, tonta como ella sola, asi que disculpa si no está a la altura de la serie.
hay una gran duda y varias teorías de como surgió la vida en la tierra, y si se acepta que surgió debido a una serie de casualidades dentro de unas características físicas y químicas de la tierra, ¿cabría la posibilidad de que hubiese pasado mas de una vez?imagino que probar eso o encontrar evidencias de eso debe ser algo difícil sino imposible,pero si se supone que ocurró una vez, no podría haber ocurrido mas veces?, ya habrá alguna persona por ahí intentando encontrar evidencias de formas de vida surgidas hace poco tiempo en unas condiciones x. y así probar que la vida puede surgir.
Hola anónimo Txuripoket. Difícil respuesta para tu pregunta. Te digo mi opinión que creo es bastante general en los mundillos del tema. Dado que lo más plausible es que la evolución desde la química prebiótica a la biótica fue algo natural a la vista de lo que sabemos de como funciona el Cosmos (leyes termodinámicas, fuerzas universales, mecánicas newtonianas-relativistas-cuánticas, constantes esenciales del Universo,…), hay que pensar que el inicio del camino surgió a través de múltiples tanteos. No muchos pues tanto los condicionantes físico-químicos, como geológicos y ambientales, ceñían el número de iniciativas a un conjunto restringido. Los átomos son geométricamente y electromagnéticamente como son y no pueden ser de otra manera. Y según estas características se unen, reacciona y desarrollan compuestos más complejos. Pero dentro de unos patrones. La energía para que todo funcionara estaba allí al alcance de la mano, la que venía con la luz solar y la que surgía de a través de los procesos químicos de oxirreducción. Yo no le llamo a esto resultado de unas casualidades, si no resultado obligado de las circunstancias del mundo real. Dicho lo anterior es bastante probable que se iniciaran varios caminos viables ¿Cuántos? Nunca lo sabremos por que al final sólo uno es el que existe. Y por qué uno sólo. Porque la evolución con sus premisas, y como norma universal de funcionamiento (incluso a nivel cósmico se implanta aquello que está mejor preparado para prosperar), fue limpiando al planeta Tierra de aquellas iniciativas que fueran menos eficientes. Y como el nicho a repartir era uno solo, la Tierra, al final sólo quedó un competidor: la vida con su metabolismo, replicación y herencia que conocemos. Así ha sucedido siempre e incluso hay un principio biológico que lo define (lo podrás ver aquí http://es.wikipedia.org/wiki/Principio_de_exclusi%C3%B3n_competitiva). La prueba más completa de que esto fue así nos la da el rastreo que podemos hacer a través del camino evolutivo de las proteínas y genes, que nos lleva hasta un ancestro único común a todos los seres vivos: nuestro tatarabuelo LUCA. Espero que sigas con nosotros. A veces los temas son arduos y espesos, cuando todo es pura teoría, aunque otros momentos son como una película de acción. Al menos a mi me lo parece. Un saludo.
Si, gran artículo, pero lo del Adenosín TriFosfato (ATP) me lo haría mirar. Despista más que ayuda y además están mal las mayúsculas.
Hola Brigo. Gracias por tu comentario. Tengo una especial debilidad por esta molécula que ha salido ya varias veces en la serie. Ella es la que nos permite gestionar toda nuestra energía. Quizás es verdad que no viene al cuento en el párrafo, pero pido excusas por ello y espero comprensión . Lo de las mayúsculas tienes toda la razón, la incongruencia aparente entre la P de ATP y la F de Fosfato es fácil de entender (en inglés Phosfate). De todas formas corrijo el alarde pictórico del texto.
¿Qué le pasa al Adenosín Trifosfato?
A mí me gusta… siempre me ha gustado desde que lo conocí leyendo el Investigación y Ciencia del año de la polka. Es obvio que en Informática esas cosas no se daban, ni siquiera entonces, y en “Ciencias Naturales” (no se había inventado aún lo de “Conocimiento del Medio”), pues tampoco. La verdad es que otra cosa que tampoco se enseñaba era el aparato reproductor, porque era pecado, así que… ¡bastante tenemos los de mi edad con saber lo que sabemos!!
@jreguart, no pretendía criticar la relevancia del ATP, que es mucha y haces bien en remarcarla, pero lo de poner A T F en rojo y en mayúsculas para luego poner (ATP) lía más que ayuda. Necesita, al menos, una aclaración; y por supuesto también pretendía llamar tu atención sobre las otras mayúsculas que sobraban.
Ur es un craton, un continente o un supercontinente? En el pie de la imagen pone craton, en la descripcion continente y si era el unico que habia, aunque fuera pequeno, no seria un supercontinente?
A quien no le gusta la ATP?, si los tenistas supieran por que estan compitiendo… En esa evolucion de la atmosfera que explicas, que porcentaje seria un proceso quimico y cuanto provocado por la vida? Parece que fueran cosas que pasaban y que la vida tuvo que soportar, lovelock no estaria muy de acuerdo!
Hola Sergio B, con relación al “lio” de Ur creo que se trata de un tema semántico. Se considera un cratón a aquellos primeros trozos de corteza terrestre que se iban consolidando sobre el magma. Pero también se llama cratón a los núcleos más antiguos de los continentes actuales, que provienen de los cratones tal como definimos en la frase anterior. Se considera un supercontinente aquel continente que contiene dos cratones o más, y no tiene que ver con su tamaño. Y continente es una porción de tierra con una entidad propia y diferenciada de lo que le rodea. Así que, tal como lo veo yo, Ur era un continente, que algunos consideran supercontinente, supongo que por reunir varios cratones al ser posiblemente el único continente del momento (los geólogos tienen la palabra y los detalles). Y era pequeñito. Como también lo sería el anterior en el tiempo, Vaalbara. En aquellos momentos hace 3.000 millones de años, la Tierra aún no había tenido demasiado tiempo como para generar abundante corteza si aceptamos la teoría cúpula-raíz. Muy distinto fue el final del eón cuando se formó un gran porcentaje de la corteza terrestre. Por otro lado, cuando Ur la temperatura de la Tierra aún era elevada, por lo que toda el agua se encontraría en estado líquido (la primera glaciación, la Huroniana, se produjo mucho más tarde, entre 2.400 y 2.100 millones de años) por lo que el nivel de las aguas sería alto con relación a las tierras emergidas. Me gusta tu comentario subliminal acerca del ATP y la ATP. Un guiño de humor inteligente siempre es de agradecer. Y pasemos a lo más complicado. Realmente no sé decirte qué porcentaje de lo que pasaba en la Tierra con su atmósfera era obra de la incipiente Vida. Soy de la idea de que en aquellos momentos la potencialidad de la química era aún tan omnipresente que no permitiría una manifestación clara del creciente influjo de la Vida… metano, oxígeno… Siento defraudarte pero sí, eran cosas que pasaban, evidentemente condicionados los caminos por el involuntario influjo de los actores presentes en el escenario: todo (geosfera, hidrosfera, atmósfera y biosfera) se mueve inevitablemente y de forma automática de acuerdo a su propio potencial y a las posibilidades que le permite el medioambiente (interpretado como todo aquello que le rodea) del momento. La hipótesis de Gaia, sin pretender molestar a los que se emocionan con ella, la creo por un lado acertada, ya que todo se mueve interrelacionado como he dicho una frase antes, pero por otro lado creo que surge con un regusto sentimental, propio de la manía que tenemos los humanosde antropomorfizar todo. Gaia en su complejo conjunto funciona sola, como cualquier sistema termodinámico aislado. Miento, hay que introduzir el efecto de la Luna y su gravedad. Es más la region de Kuiper nos envía agua a través de los cometas. Más aún, la materia oscura tutela la velocidad de crucero con que nos movemos por el Cosmos manteniéndola en valores adecuados para la Vida y la estabilidad geológica de Gaia. La realidad es que el único sistema aislado se supone que es el Universo en su conjunto y por tanto deberíamos ampliar el concepto poético hasta la hipótesis de Caos, siguiendo a los griegos. Con todos los respetos que le tengo a Lovelock e infinitamente más a la supergenial Lynn Margulis, creo que en la hipótesis Gaia han retorcido más allá de lo real y necesario la evidencia científica. Lo cual, repito, no quiere decir que una fibra sensible en mi interior no se emocione al sentirme complice de mi planeta. Un saludo.
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