El último artículo de esta bamboleante serie musical trató sobre una obra originalmente escrita para cuarteto de piano (piano, violín, viola y cello), el Cuarteto de Piano número 1 de Johannes Brahms, en la transcripción para orquesta (o sea, orquestación) de Arnold Schönberg.
Esto de las orquestaciones es algo bastante habitual en el mundo de la música, y casi todos los grandes compositores han realizado alguna en su vida. Se trata de tomar una obra para un instrumento solista (piano, violín, etc), o para pocos instrumentos (generalmente un trío o cuarteto), y, manteniendo la línea temática de la obra original, reescribirla para una orquesta completa, con las posibilidades sonoras que esto permite. Viene a ser lo mismo que partir de una novela y, tras escribir el guión con su temática, hacer una película de ella. Del mismo modo que una película adaptada a partir de una novela puede parecerse bastante al libro original,[1] y enriquecerle gracias a la potencia visual que el Séptimo Arte permite, o bien resultar en un bodrio irreconocible donde lo único que queda es el nombre del libro, el del protagonista y poco más,[2] similares efectos ocurren con las diferentes transcripciones que se han hecho a lo largo de la historia. El resultado se puede parecer al original mucho, bastante, algo o casi nada, según la habilidad o la intención del arreglista.
En el artículo antes citado sobre el Cuarteto de Piano número 1 de Brahms, Schönberg fue absolutamente fiel al espíritu y a la música original; hay otras ocasiones en que a duras penas reconoces el material de partida…
En cualquier caso, lo que le parece al ignorante de turno, o sea, a mí, es que orquestar, o sea, utilizar los recursos de una orquesta completa para representar la música escrita para unos pocos instrumentos, o para uno solo, es relativamente sencillo, es… cómo diría yo, ir hacia delante, añadiendo contrapuntos e instrumentos al material original. Pero, queridos y aguerridos lectores de esta impertinente serie musical, resulta que también se puede transcribir una obra musical “hacia atrás”, por así decirlo, es decir, reescribir una obra originalmente escrita para orquesta sinfónica y dejarla “en el chasis” para ser interpretada por muchos menos instrumentos… o uno solo: Un piano. De cola, pero un piano solo. Éste es el caso de hoy.
La obra origen es nada menos que Carmina Burana, de Carl Orff. Pero Orff, si viviera, no debería sentirse dolido porque alguien posterior haya tomado su obra y arreglado para piano o para lo que fuera (y lo digo porque precisamente la Carmina Burana de Orff ha sufrido muchos de estos arreglos, algunos de ellos como para poner los pelos de punta…).
Efectivamente, las transcripciones musicales han sido usadas desde el principio de lo que venimos en llamar “música occidental”. Bach reutilizaba su propio material, o el de otros, transcribiéndolo para varios instrumentos diferentes; lo mismo hacían Vivaldi, Mozart, Haydn y todos los grandes. El motivo era no sólo ahorrarse buena parte de la creación de las líneas melódicas, que supongo que ahorraría tiempo y neuronas, sino, en muchos casos, adaptar las obras a las habilidades o capacidades musicales de los patronos de los músicos. Si el Duque o Príncipe de turno, protector de un músico barroco cualquiera, sabía tocar, por ejemplo, la bandurria, una de las obligaciones básicas del compositor era proporcionar música de bandurria para que su amo y señor se luciera comme il faut tocándola ante sus invitados. Y esto se podía conseguir de tres maneras: componiendo música original para bandurria (o bandurria y orquesta, o cuarteto de bandurria, etc), o bien trayendo música compuesta por otros para dicho instrumento o, por fin, adaptar música, bien del propio músico o de cualquier otro, para bandurria.
Hace algunos artículos ha salido por aquí el Quinteto de Guitarra número 4, “Fandango” de Boccherini, que es un ejemplo paradigmático de ello: el Duque de Osuna, protector de Luigi Boccherini, era un consumado guitarrista (o eso dicen las crónicas pagadas por el propio Duque). No había mucha música para guitarra por ahí, así que Boccherini compuso hasta doce Quintetos de Guitarra, ninguno de ellos original, puesto que fueron todos transcripciones para guitarra de otros cuartetos o quintetos suyos, para el guitarrístico disfrute de su señor.
Desde más o menos la época de Beethoven, las cosas cambiaron. El ascenso de la burguesía y la consecuente pérdida de poder de la nobleza o la realeza (cuando no perdían, directamente, la cabeza) cambió los parámetros de la música. Para poder subsistir no les quedó a los músicos más remedio que buscar otros clientes, a falta de mecenas: las Salas de Conciertos. Esto llevó a la música a la revolución romántica: las obras perdieron complejidad y ganaron en sencillez. Se impusieron los estribillos pegadizos, fáciles de recordar por el gran público, a costa de perder riqueza contrapuntística y estilística. ¡Había que comer! Pero, sin embargo, seguía habiendo clientes (no ya Reyes, Duques o Barones en el absolutista sentido del Siglo XVIII, sino más bien burgueses acomodados, industriales ricos o, también, aristócratas con posibles… y buenas rentas) que deseaban música que se pudiera ejecutar en sus casas, para su deleite y el de sus amigos. Ya no se podían permitir mantener ellos solos a los músicos, pero sí compraban sus partituras; si el compositor conseguía varios de estos clientes, tenían el sustento asegurado. Todo ello, sin olvidar las grandes obras sinfónicas o de cámara que les daban, además de dinero, la fama necesaria para poder vender sus servicios a buen precio…
Y nuevamente volvemos al problema original, ése que tenía Luigi Boccherini: conseguir música fresca para las habilidades específicas de sus clientes para que estos les siguieran encargando más música o comprando sus partituras. Podían componer obras originales (y lo hacían). Pero una solución obvia para muchos fue transcribir sus propias obras, o las de otros, escritas para orquesta de cámara, sinfónica o lo que fuera, al instrumento que los clientes demandaban, en muchísimas ocasiones, para piano. Prácticamente todos los compositores de la época (siglo XIX) lo hacían. Franz Liszt, el extraordinario pianista que revolucionó la técnica de interpretación al piano, lo hizo muchas veces, y no descarto traer aquí alguna vez alguna de sus sorprendentes transcripciones para piano solo. Johannes Brahms también lo hizo, especializándose en la transcripción de sus propias obras para cuatro manos, es decir, para piano interpretado simultáneamente por dos pianistas, lo que permitía al profesor interpretar la obra junto con el alumno, cada uno su parte, o bien a dos hermanos o hermanas, madre e hija, etc. Por ejemplo, Brahms transcribió sus Danzas Húngaras, o el propio Cuarteto número 1 del artículo anterior, para cuatro manos. Ya sabéis: ¡Había que comer!
En una palabra, aunque pueda resultar extraño, es bastante habitual que se reescriban obras orquestales para su ejecución por un Trío, un Cuarteto o, directamente, por un piano solo.
Dicho todo lo cual, y a pesar de ello, no deja de sorprender que alguien se haya atrevido a transcribir para piano una obra tan terriblemente poderosa como Carmina Burana, de Carl Orff. Hace eones dediqué un artículo a tan magna obra, haciendo hincapié en su nutridísima plantilla: Una orquesta pobladísima, con la cuerda completa (ocho contrabajos, etc, hasta dieciséis primeros violines), madera cuádruple, metal al gusto, percusión de todo tipo y tamaño, dos pianos (dos), tres solistas (soprano, tenor y barítono), coro mixto con tantos cantantes como se puedan encontrar e incluso coro de niños. Fácilmente doscientos intérpretes en acción, quizá más. Y… ¿todo eso se puede transcribir para piano solo? Pues sí. Se puede. Parece increíble, pero se puede. Al menos, Eric Chumachenco lo ha conseguido. Grabó el disco en 1992, y en 1995 participó con esta obra en los “Veranos pianísticos” de Munich, año dedicado a Carl Orff. Cuentan las crónicas que obtuvo un gran éxito. No me extraña. Nada. ¡Qué pena no haber estado allí!
En fin. No sé mucho de Eric Chumachenco. Aunque su apellido es obviamente ruso, nació en 1964 en Philadelphia, USA.[3] Hijo del gran violinista Nicolás Chumachenco, quien en la actualidad es el Director Musical de la Orquesta de Cámara Reina Sofía de Madrid, Eric tuvo una infancia muy “musical”, que para algo todos en su familia eran músicos de renombre; tras peripecias varias que no vienen a cuento (en realidad, es que no las conozco), en la actualidad da clases nada menos que en el Mozarteum de Salzburgo, donde Mozart vigila desde donde esté que no se cometan desmanes, así que manco no debe ser el hombre. Y poco más. Fue realmente un compañero de trabajo el que, hace diez o doce años, me puso en la pista de esta versión del Carmina Burana. Me costó encontrar el disco (creo que fue en Praga o Budapest o algo así), pero lo encontré. Y me encantó.[4] A alguien más le ha debido encantar, puesto que la obra entera se encuentra en YouTube.
No voy a contar ni una palabra más acerca de Carmina Burana, ni tampoco de Carl Orff, el autor de la obra musical estrenada en 1937. Ya lo hice en el artículo correspondiente, que quedó, desde mi… ignorante, sí, punto de vista, bastante completo, apoyándose en la interpretación de la Orquesta de la Universidad de California en Davis, y que sugiero que, si no recordáis, volváis a leer. Y sobre la versión pianística de Chumachenco, interpretada por él mismo, tampoco hay mucho que contar: sólo dejarse llevar por la exuberancia de la música de Orff y la suprema habilidad del pianista ruso para mantener su fuerza tras sustituir a tanto músico y cantante por un mero piano. Espero que os guste como a mí me gusta.
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Vamos ya con la obra. Está contenida en tres videos, de entre 8 y 20 minutos, que contienen de dos en dos las distintas partes de que consta la obra. Ningún problema de partición. Los videos son de fotos de diversas iglesias medievales, muchas de ellas románicas, de las que reconozco alguna española (como la inigualable de San Martín de Frómista), pero la mayoría deben ser francesas y, sobre todo, inglesas o escocesas, debido a la presencia habitual de cementerios colindantes donde la lápida es vertical, y no horizontal, y la tumba está cubierta de césped: esta forma de enterramiento no es nada común en la Europa del Sur.
En el primer video contiene las dos primeras partes de la obra, Fortuna Imperatrix Mundi (Fortuna, Emperatriz del Mundo) y Primo Vere (La Primavera). Y comienza con el poderoso arranque de la obra, el famosísimo O Fortuna. Vamos allá:
Los primeros cuatro minutos son los correspondientes a Fortuna Imperatrix Mundi, de los que los dos y medio primeros son el omnipresente O Fortuna, y en el minuto 4:05 comienza el canto a la Primavera, que dura apenas cuatro minutos más. Entonces, para poder irnos al prado a retozar, hay que cambiar de video.
Comienza el video con Uf dem Anger (En el Prado), que, en puridad, es también parte de “La Primavera”, aunque tiene su propio encabezamiento en la obra. Tras más de once minutos disfrutando del buen tiempo, del césped y de sus pobladores, hay que ir a celebrar a un sitio de más enjundia: en el minuto 11:10 comienza In Taberna (En la Taberna), donde durante nueve alcohólicos minutos se hace exaltación de la amistad compartiendo un vaso de buen vino, como bien escribió ya en el Siglo XIII Gonzalo de Berceo, considerado el primer poeta que escribió en castellano en su monasterio riojano de San Millán de la Cogolla.
Termina el cántico a la borrachería y, para acabar con la obra, debemos cambiar de video:
Video que comienza con Cours d’amour ( Corte de Amor), donde a lo largo de sus trece minutos se hace un encendido elogio del amor… del amor carnal, nada del platónico, qué va. Los arrumacos y encendidos cantos de ¡Ay, si te pillara…! terminan en el minuto 13:15, en que comienza la penúltima parte de la obra, Blanziflor et Helena (Blanziflor y Helena, claro), que es en realidad la preparación para el triunfante retorno del O Fortuna inicial, dentro de Fortuna Imperatrix Mundi (Fortuna, Emperatriz del Mundo), que comienza en el minuto 15:00 y cierra la obra exactamente igual que la comenzó: con la Rueda de las Fortuna girando y girando sin parar… para dejarnos finalmente en el mismo lugar donde empezamos.
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Ni que decir tiene que sólo existe una versión de esta versión de Carmina Burana, la grabada por el propio Eric Chumachenco en 1992 y publicada por Wergo. Hace unos años era muy difícil de conseguir, pero deben haber reeditado el disco, por lo que sí ahora sí debería ser posible hacerse con él.
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En Spotify no está esta versión. Como era de esperar. Es tan previsible…
Y claro, dudo mucho que haya mucha gente que haya escuchado esta pianística versión en directo. Yo, desde luego, no estoy entre estos afortunados. Pero, de haber podido, con toda seguridad sería mucho mejor que el mejor enlatado. El directo es siempre mejor. Siempre.
Disfrutad de la vida, mientras podáis. A ser posible, escuchando música.
- Chacal, de Fred Zinemann, a partir de la excelsa novela de Frederick Forsyth, es un buen ejemplo de una película muy fiel al libro original. [↩]
- Pánico Nuclear, de Phil Alden Robinson, basada, o eso se supone, en la novela homónima de Tom Clancy, es un ejemplo paradigmático de tal destrozo. Lo que me extraña es que no hubiera sido dirigida por alguien llamado Alan Smithee. [↩]
- O sea, que es bastante más joven que yo. Sniff. [↩]
- No, nunca he oído esta pieza en directo. No sé si habrá mucha gente en el mundo que lo haya hecho… [↩]
The Historia de un ignorante, ma non troppo… Carmina Burana, de Orff, transcripción para piano de Eric Chumachenco by , unless otherwise expressly stated, is licensed under a Creative Commons Attribution-Noncommercial-No Derivative Works 2.5 Spain License.
{ 10 } Comentarios
Es increíble el resultado. Por youtube se pueden ver versiones en la que la orquesta es sustituida por uno o dos pianos, conservando en algunos casos los 6 o 7 “suonatoris” de la percusión. Pero esta versión es, repito, increíble, pues refleja la atmósfera musical de la obra. No soy gran admirador del piano como instrumento, pero hay que reconocer la cantidad de timbres y atmósferas que puede recrear un buen instrumentista. Para transcripción curiosa la que el organista Olivier Latry hace de la “Consagración de la Primavera” de Stravinsky para cuatro manos y cuatro pies, con el agobio añadido de que el teclado es más corto que el del piano. http://youtu.be/bntEvGmmD0M Gracias por el nuevo artículo
Gracias por los cumplidos, Juan Ramón. Confieso que cuando compre el disco no sabía muy bien qué me iba a encontrar, pues sólo tenía referencias de “esta versión es muy buena…”. Me sorprendió, y por eso está hoy aquí: es una Carmina Burana con toda la barba y mucha de su potencia, en un solo piano.
Y muy curioso el vídeo de youtube de la Consagración de la Primavera para órgano a 4 manos, aunque suena bastante empastado en las partes de más “furor”. Ahí claramente ayuda en la versió orquestal el que haya grupos instrumentales diferentes, con timbres muy diferentes, que permiten separar las partes de cada cual. Pero es muy interesante, sí señor.
Saludos
El inicio de “Fortuna Imperatrix Mundi”, ¿no se usó como canción de cabecera de algún programa de televisión? No recuerdo cuál, pero escucharla me hace evocar Informe Semanal, o el Telediario o algo así… ¿es posible?
hola, gracias por el artículo. Y gracias por descubrirme esta estupenda pieza.
Jor.
@Macluskey: Qué versión extraordinaria! También hay que reconocer que Chumachenco es un maestro en el uso del pedal (o, mejor dicho, de los pedales, pues no se limita al uso del pedal derecho) y no es menor la maestría en lo que los pianistas llamamos “géneros de toque”, es decir, las variaciones de fuerza y velocidad con que se bajan las teclas y la medida de la distancia entre los dedos y las teclas – aclaro esto, porque es gracias a todo junto como él consigue que el piano suene “así”. Parece escucharse cada instrumento de la orquesta y hasta las voces y los coros, la percusión, todo. Además, se ve que para la grabación dispuso de un piano de altísima calidad, pues, de lo contrario, difícilmente se podría conseguir ese resultado. También creo que es un resultado tan personal el que Chumachenco consigue, que dudo que otros pianistas pudiesen alcanzar el mismo nivel en lo que se refiere al resultado sonoro y de timbres que él consigue – aparte de tener una técnica tan impecable como también muchos grandes del piano también la tienen.
@Juan Ramón:
“No soy gran admirador del piano como instrumento”
Ya lo ves, es un instrumento que todavía tiene secretos para revelar…
@J:
En varias emisoras de radio y TV se ha usado ese tema, incluso en anuncios publicitarios, hasta volverlo famoso… aunque no sé si con buena “fortuna”, eso sí (jeje)
Un saludo y gracias Mac, por compartir esto con todos nosotros.
Buen trabajo Macluskey, como tantos otros, en este no me he podido resistir a escribir. Además de los intereses que podamos compartir, Carmina Burana es una de las obras de música clásica que más me apasiona. Esta cantata, aún no la he visto en directo, curiosamente, cuando he visto tantas óperas. Que no me falte darte la enhorabuena y animarte a que sigas escribiendo.
Abrazos.
Apasionante arreglo. Confieso que cuando leí el título del artículo, consideraba imposible arreglar una obra tan mastodóntica como Carmina Burana para un solo piano, y que hiciese justicia a la obra original. Sin embargo, ¡qué grata sorpresa me he llevado!
Grandísimo artículo, Macluskey… Como siempre.
Gracias a todos por vuestros amables comentarios. Sabía que os gustaría, que sería una sorpresa. Me alegro de haberlo conseguido.
@J: Desde luego el O Fortuna se ha usado muchísimo, hasta desgastarlo, literlamente, y se ha versionado también mucho. Creo recordar que en un programa antecesor de “cuarto MIlenio”, que presentaba el Dr. Jiménez del Oso, se usaba como sintonía, pero igual estoy equivocado… no puede decirse que viera ese programa muchas veces
Excelente artículo y gran descubrimiento. Sólo comentar que se puede transcribir una obra con muchos instrumentos al piano porque en realidad el piano es casi equivalente a 10 instrumentos a la vez, tantos como dedos tiene el pianista. Pero no creo que se pueda hacer lo mismo con el violín, por ejemplo, en el que no se puede tocar más que una nota simultánemamente. Bueno, en realidad hay una técnica para tocar dos notas a la vez, pero no con tanta facilidad como en el piano o la guitarra.
Impresionante la adaptación de este pianista de apellido obviamente ucraniano
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