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Descubriendo nuestra galaxia. Los cúmulos estelares y la escala Cefeida




Las Pléyades con los nombres de las estrellas más representativas (Observatorio anglo-australiano)

En el artículo anterior de esta serie de astronomía habíamos observado la elegante forma en que el genial astrónomo anglo-alemán William Herschel había llegado a una solución de la paradoja de Olbers proponiendo, a partir de sus observaciones, una estructura en forma de lente de la galaxia en la que nos encontramos. Las observaciones, mejoradas por Jacobus Kapteyn, mostraron conclusiones importantísimas pero, como todo en ciencia, no resultaron ser la verdad absoluta. Pronto se vio que no eran el todo ciertas.

A pesar de que las observaciones hechas por Herschel-Kapteyn sugerían que el Sol estaba en el centro del Universo-galaxia, hubo ciertos resultados que tropezaron posteriormente con esta idea. Estas observaciones no fueron hechas a estrellas, sino a objetos en la bóveda estelar que lucían un poco más borrosos que ellas, los cúmulos de estrellas, cuerpos que son visibles incluso sin instrumentos. El cúmulo más famoso son las Pléyades, conocidas incluso antes de la Grecia Clásica. Son mencionadas en muchas culturas e incluso en la Biblia (Job 9:9, 38:31; Amós 5:8). Se trata de un pequeño cúmulo de estrellas de brillo moderado en la constelación Tauri, el toro. A simple vista pueden verse unas siete estrellas  tan juntas que es difícil discernirlas por separado. Cuando Galileo enfocó su telescopio hacia ellas, comprobó que podían verse sin dificultad 36 estrellas en dicho grupo. Probablemente haya unas 750. Bessel, en 1840 observó que el movimiento propio de todos los elementos de este cúmulo (comprobando que son estrellas muy juntas efectiva y no aparentemente) era de 5,5 segundos de arco por siglo (!!), todos ellos en la misma dirección.

M13. Cúmulo globular de Hércules.

Pero no todos los objetos borrosos en el cielo eran cúmulos estelares. Algunos de ellos, que se mueven relativamente rápido en el cielo, eran buscados por el astrónomo francés Charles Messier (1730-1817). Estos objetos borrosos son los cometas. El descubrimiento de muchos de los que hoy conocemos se lo debemos a este incansable hombre.

Sin embargo, Messier se veía constantemente burlado por elementos difusos que, a diferencia de los cometas, permanecían relativamente fijos en la bóveda estelar. En 1781 trazó un mapa detallado señalando la posición de cuarenta objetos difusos que permanecían relativamente quietos; de esta forma él y otros astrónomos, cuando estuvieran buscando cometas, conocerían su ubicación y los ignorarían al momento de la exploración.

Con el tiempo, la lista de objetos de Messier fue aumentando hasta unos cien. Dentro de estos objetos podemos destacar el decimotercero, llamado M13 (La M es la abreviación de objeto difuso de Messier). William Herschel estudió tal objeto y se dio cuenta de que realmente se trataba de un cúmulo estelar. En este cúmulo las estrellas se ven mucho más apretadas que en las Pléyades. Los astrónomos han contado más de cien mil estrellas en su interior y seguramente, según las últimas estimaciones, su número oscile entre 500 y 800 mil. Estos cúmulos de gran densidad son llamados cúmulos globulares, a diferencia de otros menos densos, como las Pléyades, que cuentan con menos  estrellas y son llamados cúmulos abiertos. Hoy en día se conocen unos cien cúmulos globulares y se cree que hay unos trescientos en la galaxia.

Constelación de Sagitario, donde se muestra una gran cantidad de objetos de Messier, la mayoría de ellos son cúmulos globulares.

Un hecho que permaneció inexplicable durante un gran tiempo es que los cúmulos estelares no se encuentran distribuidos de modo uniforme en el cielo; quien lo señaló fue el hijo de William Herschel, John (1792-1871), un astrónomo también de mucha fama. En efecto, la mayoría de los cúmulos se observan en el Hemisferio Norte, y un tercio de ellos se halla en la constelación de Sagitario, la cual ocupa tan sólo un 2% de la superficie celeste. John Herschel pensó que tal fenómeno no podría ser accidental y debería tener algún significado. La razón de tan peculiar fenómeno fue desconocido durante todo el siglo siguiente, debido en parte a que no se conocía la distribución de los cúmulos en la galaxia, pues la mayoría de ellos están tan alejados que su paralaje es imposible de medir y tal método, hasta el siglo XX, era el único conocido para medir distancias.

Estrella variable cefeida.

Sin embargo, entrado el siglo XX, se optimizó un nuevo método para la medición de distancias no a estrellas, sino a masas estelares. Este método utiliza la observación de estrellas variables, así llamadas porque su brillo varía periódicamente. La primera estrella variable estudiada fue Delta Cephei, la cuarta estrella en brillo de la constelación Cefeo. En un periodo de 5,37 días, la estrella se oscurece  y se vuelve a abrillantar de manera paulatina. Aparte de Delta-Cephei se han descubierto otras estrellas variables con periodos de duración cortos y regulares. En general, estos periodos oscilan entre dos y cuarenta y cinco días, aunque los periodos de alrededor de una semana son muy comunes. A este tipo de estrellas variables se les agrupa bajo la denominación de “estrellas variables del tipo Delta-Cephei” o simplemente “Cefeidas”.

A pesar de ser objetos curiosos, al principio no se les dió mayor importancia. Sin embargo, hacia 1912, la astrónomo estadounidense Henrietta Swan Leavitt (1868-1921) localizó y estudió cientos de Cefeidas en la pequeña nube de Magallanes,[1] trabajando en un observatorio de Arequipa, Perú.

Pequeña nube de Magallanes.

Las dos nubes de Magallanes son zonas luminosas similares a la Vía Láctea, pero muy separadas de ella. Fueron descritas por primera vez en 1521 por el cronista que acompañó a Fernando de  Magallanes en su viaje alrededor de la Tierra, y de ahí viene su nombre. En 1834 John Herschel las observó desde un observatorio ubicado en Sudáfrica y vio que, al igual que la Vía Láctea, estaban constituidas por un sinfín de estrellas. Sin embargo, no acumulaban estrellas de gran brillo cerca de ellas, así que deberían encontrarse a gran distancia. De hecho, están tan alejadas de nosotros que las distancias relativas entre estrellas pueden despreciarse con respecto a su distancia con respecto a la Tierra. En pocas palabras, podemos suponer que todas las estrellas de las nubes de Magallanes, y en particular las Cefeidas,  están todas ellas a la misma distancia de la Tierra.[2] Esto resulta de gran utilidad, pues podemos afirmar que las diferencias de brillo que apreciamos entre estrellas se deben a una diferencia real en su brillo, y no a la diferencia de distancias.

Las galaxias satélite de la Vía láctea. Algunas galaxias enanas y las nubes de Magallanes (A escala)

Los estudios de Swan Leavitt en la Nube pequeña de Magallanes concluyeron que, cuanto más brillante era una Cefeida, mayor era también su periodo de variación. Una Cefeida de esta Nube con una magnitud de 15,5 tenía un periodo de dos días; otra de magnitud 14,8, un periodo de cinco días y uno de una estrella de magnitud 12,0, de cien días. Leavitt consideró que la distancia de las todas estrellas de la Nube hasta la Tierra era la misma, concluyendo que existía una relación regular entre el periodo de variación de una Cefeida y su luminosidad. Tomando en cuenta este fenómeno, conociendo el brillo aparente de una Cefeida cercana o su periodo de variación, podemos conocer su distancia a la Tierra con respecto a la distancia de la Tierra a la pequeña Nube de Magallanes, es decir, podemos concluir que está al doble de distancia (o a la mitad, o diez veces más lejos, etc) que dicha pequeña Nube de Magallanes. Sin embargo, sin conocer tal distancia, la que nos separa de la Nube pequeña de Magallanes, no sabríamos la distancia real de la Cefeida (nos encontramos con un método similar al de Kepler que medía proporciones entre las distancias de los planetas al Sol). A pesar de eso, el método no perdía su valor.

Relación entre el periodo de una Cefeida y su brillo máximo (en escala logarítmica)

En los años posteriores al descubrimiento de Leavitt, el astrónomo también estadounidense Harlow Shapley (1885-1972) aprovechó la escala Cefeida para estudiar los cúmulos globulares de nuestra galaxia. Muchos de estos cúmulos tenían un cierto número de Cefeidas. Midiendo los periodos de estas variables Shapley, según los resultados de Swan Leavitt, podía calcular su brillo como si estuviesen en la pequeña Nube de Magallanes, y, comparando este brillo con el que realmente exhibían, podía calcular la proporción de la distancia de la Tierra a la Cefeida en relación con la distancia de la Tierra a la pequeña Nube de Magallanes.

Disposición de los principales cúmulos globulares en torno a la vía láctea. Vemos su organización en torno al centro.

Promediando las distancias obtenidas para las Cefeidas del cúmulo, obtenemos la distancia del cúmulo en el que se encuentran. Todos estos cálculos parecían indicar que los cúmulos globulares estaban distribuidos esféricamente, constituyendo algo así como un gran balón con su centro en un punto en la dirección a la constelación de Sagitario.

¿Cuál era la razón de que los cúmulos globulares estuviesen dispuestos de esta forma tan peculiar? Shapley consideró lógico suponer que los cúmulos se agrupaban en torno al centro masivo de la Galaxia, del mismo modo que los planetas se apiñan en torno al Sol. Si esto fuese cierto, el Sistema Solar no se encontraría en el centro de la galaxia, sino más bien a las afueras de ésta. Para saber a qué distancia se encontraba el centro galáctico, sólo bastaba medir, o bien la distancia del sistema Solar a la pequeña Nube de Magallanes o, por lo menos, la distancia a una Cefeida de la galaxia. De esta forma resolveríamos el problema de obtener las dimensiones reales de la Vía Láctea.

Mas ¿cómo llegar a conocer la distancia a las Cefeidas, cuando ninguna de ellas está suficientemente próxima para poder medir su paralaje? Si queremos explicar el método que utilizó Shapley para superar este contratiempo, no tendremos más remedio  que zambullirnos en otra historia y retroceder tres cuartos de siglo en el tiempo. Bueno, de ello hablaremos en el próximo artículo.

  1. Sólo observable en el hemisferio Sur. []
  2. Es como si dijéramos que todos los habitantes de Madrid viven a la misma distancia del Camp Nou de Barcelona. Tal afirmación no es estrictamente cierta pero, para fenómenos prácticos, es muy buena aproximación. []

Sobre el autor:

Antares (César Augusto Nieto)

Nací siendo un niño y así también moriré.
 

{ 13 } Comentarios

  1. Gravatar Saul_IP | 23/03/2011 at 12:37 | Permalink

    Muy buen artículo, es entretenido ver cómo van surgiendo nuevos problemas y, a su vez, nuevas ideas para solucionarlos. Le estoy cogiendo gusto a la astronomía :)

    Un solo detalle: en donde enlaza “Charles Messier” a la Wikipedia (3º párrafo), se te ha colado la “r”. ;)

  2. Gravatar Juan Carlos Giler | 23/03/2011 at 03:34 | Permalink

    Gran artículo.

    Una consulta…. M13 fue hacia donde apuntó Arecibo para enviar la famosa sañal de “¿oigan, allá hay alguien?”. Pero no están muy “juntas” las estrellas como para existir un sistema solar?? O supongo solo son distancias relativas?

    Y M31 no se consideró aqui, si se supone que es una vecina?

    Gracias.

  3. Gravatar Macluskey | 23/03/2011 at 07:35 | Permalink

    Un gran artículo, sí señor. Apasionante, cómo fuimos descubriendo el Universo…

    Juan Carlos: Entiendo (aunque de esto sé más bien poco) que M13 es un cúmulo de estrellas, donde están más apiñadas de lo normal… pero eso no significa que estén tan juntas como para que no pueda haber planetas. Si la distancia media entre estrellas es, un suponer, 10 años luz, a lo mejor en M13 es de sólo 5 años luz… más que suficiente para que haya planetas, vida y extraterrestres con todo y platillo ;)

    Saludos. Y enhorabuena a Antares. Una serie fantástica.

  4. Gravatar Proximo | 23/03/2011 at 09:52 | Permalink

    Pues si… muy entretenido el post.

    Me encanta la idea. A partir de relacionar luminosidad con periodo obtener al menos distancias relativas. Porque da fe a la cita ciencia es mirar donde se ha mirado mil veces para ver lo que nadie ha visto.

  5. Gravatar chapu77 | 28/03/2011 at 11:22 | Permalink

    excelente articulo!

  6. Gravatar Antares | 30/03/2011 at 04:42 | Permalink

    @Juan Carlos: Como puedes ver, los cúmulos estelares se distribuyen de manera esférica en torno al centro de la galaxia de esta forma no existen casi estrellas entre M13 y nosotros con lo que la señal no se disiparía. A pesar de lo apretadas que se ven, en realidad no lo están tanto. Sus distancias típicas, no son tan diferente a la nuestra con las demás estrellas. Simplemente, como veremos más adelante, muchos de los cúmulos estelares se encuentran mucho más alejados de cualquier estrella visible en el disco de la vía láctea Al estar relativamente lejos del plano de la vía láctea, algunos cúmulos no son tapados por otras estrellas. No están tan apretados, simplemente muy lejos!!

    M31 es otro objeto de Messier. Rápidamente se interpretó como una nebulosa (de las que hablaremos en el próximo artículo) pero no nos adelantemos, hoy sabemos que es una galaxia como la nuestra y solo hasta bien entrado el siglo XX descubrimos su naturaleza. Aún falta una buena parte de la historia por contar.

  7. Gravatar Juan Carlos Giler | 30/03/2011 at 03:27 | Permalink

    Macluskey / Antares…. Gracias!!

    :)

  8. Gravatar Haplo | 01/04/2011 at 09:27 | Permalink

    Un gran artículo como todos los de la serie hasta ahora. Genial el trabajo de Henrietta Swan Leavitt, cuya biografía se deberían leer todos.

    Un trabajo abnegado y nada reconocido, más bien eclipsado por sus jefes, debido al hecho de ser mujer a principios de siglo. Menos mal que el tiempo la ha puesto en su sitio.

    Saludos :)

  9. Gravatar Antares | 02/04/2011 at 05:33 | Permalink

    A las mujeres les debemos mucho más de lo que nos imaginamos. No solo Swam Leavitt; el trabajo de Caroline Herschel hermana de William, me atrevo a decir que fue mucho más arduo que el de nuestro tan alabado astrónomo. Adivinen quién se encargaba de los cálculos astronómicos y del mantenimeinto de los telescopios. Poco más conocido el caso de Rosalind Franklin quien hizo el trabajo sucio de recolectar datos de difracción de rayos X del ADN que fueron interpretados por Watson y Crick. Las historias son incontables pero como todo en ciencia, apasionantes.

  10. Gravatar Jerbbil | 04/04/2011 at 04:02 | Permalink

    Galácticos saludos a todos,

    Entre el apunte que en el artículo anterior dejó el compañero Ángel y la magistral explicación que en este artículo nos brinda el Sr. Antares… total, que creo que me he enterado del mecanismo por el que se puede deducir una distancia a partir del brillo cambiante de una cefeida… mis agradecimientos. Era un temita que tenía pendiente.

    ¡Buen lunes y buenos cielos!

  11. Gravatar Antares | 05/04/2011 at 05:07 | Permalink

    No sabes cuánto me emocionan comentarios como los tuyos Jerbbil. Muchas gracias!

  12. Gravatar Argus | 09/05/2011 at 10:34 | Permalink

    Espectacular, Antares.

    Muy agradecido por esta serie apasionante y sorprendente.

    Tengo unas preguntas, que igual iré aclarando a lo largo de la serie, pero las planteo ahora:

    Por qué pensar que los cúmulos globulares están posicionados en torno al centro de la galaxia? Por qué no pensar que algo enorme explotó dando lugar a dichos cúmulos, pero no necesariamente en el centro de la galaxia?

    El paralelismo que comentas entre la disposición de los cúmulos en la galaxia y los planetas en el sistema solar, lo veo, pero por otra parte, todos los planetas se encuentran prácticamente sobre el mismo plano, mientras que los cúmulos se encuentran sobre una esfera. Cómo se explican estas diferencias? Son sistemas semejantes? Por qué los planetas están casi en el mismo plano?

    En fin, sólo son cuestiones que de momento se me quedan en el tintero y las comparto con todos. Agradezco vuestros comentarios.

    Sigo atento a nuevas entradas de esta serie, mi favorita. Gracias!

  13. Gravatar Antares | 25/06/2011 at 09:35 | Permalink

    Argus. Es de gran ayuda imaginar teorías, esto corresponde a un trabajo vital en la ciencia. Como muestro en el artículo siguiente, los cúmulos se distribuirán por efectos de gravedad, en torno al centro de masa del sistema que como en el caso del sistema solar, debe coincidir con el centro geográfico.

    Por otro lado, vemos que LA MAYORÍA de los cuerpos del sistema solar se encuentran en el plano no así todos unos asteroides orbitan el Sol con un plan casi perpendicular al que nosostros orbitamos. Pasa igual con la galaxia, solo que no serían asteroides sino una gran cantidad de cuerpos donde los más visibles son los cúmulos estelares que representan una fracción despreciable de la masa de la galaxia. En los próximo artículo mostraremos por qué los sistemas gravitantes tienden a generar un disco. Tanto la galaxia como el sistema solar, en un principio nacen de sistemas esféricos y con el tiempo se van aplanando.

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