El artículo que hoy toca dentro de esta ignorante serie musical no será muy largo, como tampoco lo es la obra a que está dedicado. En efecto, la Rhapsody in Blue, de George Gershwin, dura poco más de un cuarto de hora, pero es una de las obras más características y seguramente la más conocida de este característico y conocido autor americano, que tan bien aunó las técnicas clásicas de composición musical con la música popular americana que él conoció bien, es decir, el jazz.
Se trata de una composición para piano y orquesta, en la que las técnicas cuasi-improvisatorias típicas del jazz se mezclan con las técnicas compositivas más formales. Una maravilla de obra, que ayudó definitivamente a que se considerara el jazz como una música “seria”, digna de oírse en las más selectas Salas de Conciertos del mundo. Por cierto, una Rapsodia es una pieza musical compuesta de diferentes partes temáticas, unidas entre sí de manera libre y sin relación entre ellas. Típica del romanticismo, suele estar dividida en dos secciones, una de ellas lenta y dramática, y la otra rápida y dinámica, consiguiendo de su unión un resultado brillante. O sea, una especie de poema musical, al estilo de lo que hacían los rapsodas, que eran quienes en la antigua Grecia recitaban los poemas de Homero…
Hijo de una familia de inmigrantes rusos de origen judío, Jacob Gershovitz nació en Nueva York en 1898, en pleno Brooklyn. La familia cambio su obviamente judío apellido por “Gershwin” cuando Jacob tenía pocos años de edad; también más tarde cambió el Jacob por George, para terminar la nacionalización (norteamericana) completa de su nombre.
Parece que a los diez años tuvo una “inspiración” cuando escuchó un recital al violín de un amigo suyo. Como en casa había un piano que se había comprado para que su hermano mayor, Ira Gershwin, aprendiera a tocarlo, a él se dedicó con furia, y aprendió a tocar de forma autodidacta, él solito, hasta que su padre decidió darle alguna clase para perfeccionar su técnica.
Naturalmente que él lo que deseaba era triunfar en Broadway, componiendo la música de los musicales de éxito que tanta repercusión tenían entonces y ahora (entonces más que ahora, pues a principios del Siglo XX no había medios masivos de reproducción musical; los gramófonos sólo se pusieron de moda bastantes años después, así que prácticamente la música sólo podía oírse en directo), y así forrarse, como hacían por entonces Irving Berlin o Jerome D. Kern, que llenaban las Salas de Broadway y cuya música se reproducía en todo el país.
Aunque su formación musical no era gran cosa (en realidad, casi no era nada), con apenas quince años comenzó a trabajar en una tienda de instrumentos musicales, interpretando al piano las melodías de moda para los posibles clientes. También componía sus propias piezas. La primera, con 17 años; otras más siguieron, y con veinte años publicó Swanee, pieza que tuvo un éxito inmediato a nivel nacional y le permitió vivir holgadamente de la música desde entonces.
Con libreto de su hermano Ira, compuso en 1924 su primera comedia musical, “Lady Be Good”, estrenada en Broadway, naturalmente… ocho o diez más siguieron, entre ellas alguna tan famosa como “Girl Crazy”, o su ópera folk “Porgy and Bess”, considerada la mejor ópera norteamericana, y donde encontraréis la bellísima y famosísima nana “Summertime”,[1] quizá la pieza más conocida de Gershwin. Por si no la situáis, en este enlace tenéis un video de Cecily Nall, con The Point Chamber Orchestra dirigida por Efraim Amaya, en el Teatro de la Fenice de Venecia, cantando Summertime.
Su primera composición específica para Sala de Conciertos fue precisamente la obra de hoy, “Rhapsody in Blue”, estrenada en 1924. La orquestación es de su amigo Ferde Grofé,[2] pues su limitada formación musical no le permitía hacerlo él mismo con garantías. Ése era su calvario, no disponer de las herramientas compositivas necesarias como para componer de forma completa su música. Así que en cuanto pudo se fue a la capital del mundo de la época, París, para allí contactar con los más prestigiosos compositores de momento para que le enseñaran… Son conocidas las anécdotas de sus reuniones con Stravinsky («¿Cuánto dinero ganó usted el año pasado?», preguntó el maestro. «200.000 dólares», respondió Gershwin. «Entonces yo debería tomar clases con usted»), o con Ravel («Usted perdería su gran espontaneidad melódica para componer en un mal estilo raveliano. ¿Para qué quiere Vd. ser un Ravel de segunda, cuando puede ser un Gershwin de primera? »). En cualquier caso, su estancia en París sirvió para que compusiera “Un Americano en París”, su otra obra más conocida.
En 1936, tras el estreno de Porgy and Bess,[3] se mudó a California, donde compuso la banda sonora de varias películas (¡Ya eran sonoras!), como ¿Bailamos? (Shall we dance?; no confundir con la película de mismo nombre de Richard Gere y Jennifer López), protagonizada por Fred Astaire y Ginger Rogers. Pero hacia comienzos de 1937, comenzó a sufrir dolores de cabeza cada vez más intensos… se le diagnosticó un tumor cerebral de difícil, por no decir imposible, tratamiento. Él siguió trabajando, hasta que el 9 de julio de 1937 entró en coma de repente. A la desesperada, se intentó una intervención quirúrgica de urgencia como último remedio, pero la operación no tuvo éxito.
Falleció dos días después, el 11 de julio, a los 38 años de edad. Había revolucionado la música de Norteamérica, llevando a las Salas de Concierto melodías típicas del jazz, del jazz negro, cosa que en los años veinte y treinta del Siglo pasado, por mucho que la esclavitud hubiera sido abolida decenas de años antes, fue muy transgresora. Había llevado a las Salas de Conciertos las bailables y desenfadadas músicas de la comedia musical de Broadway. Había compuesto música de película de una excelente calidad musical. Fue, quizá, uno de los inventores de la “fusión” que tan de moda está ahora. Quién sabe qué maravillas hubiera compuesto de haber vivido veinte años más, a pesar de que, como él mismo aseguraba, no tenía ni idea de componer… Una gran pérdida.
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Vamos ya a centrarnos en su Rhapsody in Blue, que es la obra de hoy, su primera obra sinfónica estrenada en 1924. Lo primero que hay que decir es que es completamente incorrecto traducirlo como “Rapsodia en azul”. El “Blue” del título no hace referencia a un color, precisamente, sino al género musical Blues, el triste y melancólico género originario del Sur de los Estados Unidos, emparentado con el jazz tan querido para él, el soul o el gospel. Traducirlo como “Rapsodia en Azul”, como se ve frecuentemente por ahí, es simplemente erróneo[4] El origen de su composición es curioso, y nos muestra cómo la vida a veces da unas vueltas inesperadas… Copio y pego de la Wikipedia:
«El famoso director Paul Whiteman escuchó a George Gershwin y le invitó a componer una pieza sinfónica de jazz, para tocarla junto con otros estrenos de compositores modernos en un concierto que daría próximamente con su banda.
«A George se le olvidó por completo el encargo, hasta que una mañana apareció en un anuncio del periódico la noticia de un concierto de jazz titulado “Un experimento en música moderna” (An Experiment in Modern Music), a cargo de Paul Whiteman y su orquesta, destacando que la obra central del programa sería una composición sinfónica escrita por George Gershwin, quien lo supo cuando leía esa mañana las noticias.
«No pudiendo eludir el compromiso, George creó en tres semanas su “Rhapsody in Blue”. Al piano, el propio compositor.»
Orquestada hasta tres veces, como ya dije antes, por Ferde Grofé, arreglista por entonces de Paul Whiteman, tuvo un éxito inmediato y arrollador, y supuso de hecho el nacimiento de la música sinfónica autóctona de los Estados Unidos, con elementos tomados del blues, del jazz y de los espirituales negros.
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La Rhapsody in Blue se ha programado montañas de veces; existen centenares de grabaciones de la misma, pues todo pianista de postín la ha interpretado. Pero la versión que he elegido para que escuchéis si os place es la de uno de los más reputados pianistas de jazz de todo el mundo, que ya ha aparecido antes en estas páginas: el dominicano Michel Camilo. En efecto, además de ser un auténtico virtuoso de la interpretación pianística, es un pianista de jazz, especializado en jazz latino, del que seguramente es el máximo exponente actual. Como además Camilo tiene una sólida formación clásica,[5] podemos casi asegurar que es el más indicado para interpretar una obra como ésta, donde se requiere perfección y virtuosismo, pero también una sensibilidad especial para los pasajes improvisatorios típicos del jazz… Que lo borda, vaya.
La versión que vamos a oír está grabada con la Orquesta Sinfónica de Barcelona, dirigida por Ernest Martínez Izquierdo, obviamente con Camilo a los mandos del Steinway. El video (la obra está en un solo video) es de fotos fijas de Nueva York, ciudad natal de Gershwin y donde se estrenó la Rhapsody in Blue, nada del otro mundo en mi opinión, pero la música suena muy bien, que es lo importante.
Vamos, pues, con la Rhapsody in Blue:
Unos tímidos aplausos iniciales dan la bienvenida a los intérpretes, y entonces comienza la rapsodia, tras un breve trémolo que además sube y baja en intensidad (forte-piano, típico del jazz), con el celebérrimo glissando del clarinete. Un glissando consiste en ir subiendo o bajando la nota de forma continua, deslizando los dedos por el instrumento como haría un violinista o un guitarrista deslizando los dedos por el traste mientras toca una cuerda, y generando todos los sonidos intermedios. Teniendo en cuenta que en un clarinete, y en general en todo instrumento de la madera, cada combinación de agujeros tapados o no tapados presupone una determinada nota, por lo que no hay medio de dar las notas intermedias, conseguir un buen glissando requiere una gran técnica. Todos los clarinetistas conocen y aman y temen el glissando de la Rhapsody in Blue (y luchan con él hasta que lo dominan), pues es sin duda alguna el glissando de clarinete más famoso del repertorio… no es ésta mala forma de empezar la obra.
El clarinete sigue su frase tras el glissando, rápidamente acompañado por el metal (trombones, sobre todo), y continuando sus trémolos. Nótese ya desde el principio que el ritmo es completamente jazzístico, con continuos cambios en la entonación y en la fuerza de la nota (piano-forte). En el minuto 0:50 el clarinete deja paso a los trombones, pero rápidamente se repite el tremolo y el glissando del clarinete, de pronto acallado por la trompeta con sordina… en el minuto 1:15 entra el piano con la misma melodía, la cuerda le sigue, y de pronto tenemos ya aquí la primera intervención cuasi-improvisatoria a cargo del prodigioso piano de Camilo. Va a haber más…
Así sigue la cosa hasta que en el minuto 3:30 la orquesta ataca la misma melodía, punteada ahora por el piano en intervenciones puntuales que dan gran profundidad… La melodía parece desvanecerse en el minuto 4:40, siempre con el clarinete protagonista, cuando toda la orquesta más el piano ataca la melodía con brío, pero en el minuto 5:05 nuevamente el clarinete y la trompeta con sordina se contestan uno a otro…
Llevamos apenas cinco minutos y hemos tenido de todo, intervenciones de unos y otros instrumentos, solos y tuttis… música muy variada, como la del jazz, o, ya puestos, la de Broadway… En el minuto 6:25 comienza una nueva sección de piano solo. Genial aquí Camilo, acelerando, parando, con más fuerza o menos… una delicia escucharle.[6]
Esta sección acaba en el minuto 8:20, donde la orquesta se incorpora con timidez, y siguen las diabluras en el piano, aunque la melodía principal la lleve ahora la orquesta, muy bajito… por poco tiempo, pues en seguida vuelve al piano solo a las andadas. En el minuto 9:20 vuelve el solo del piano a marcarnos los tiempos como si de un contrabajo de una banda de jazz se tratara… Ahora va lento, ahora corre, ahora está en piano, ahora en forte, ahora marcando los pasos de baile, de un rag, en concreto, ahora deprisa, ahora recreándose en la melodía… ¿Se puede pedir más?
Sobre el minuto 10:50 acaba el enfebrecido pasaje pianístico, y una suave melodía que se desvanece hasta el silencio prepara la nueva entrada de la orquesta, que tras el tremendo solo anterior del piano, comienza su entrada con unos suaves toques del xilófono… la música es introspectiva, melancólica, con un toque celestial, puro blues… El piano comienza su nueva intervención en el minuto 12:00, dando el contrapunto a la orquesta, hasta que vuelve a tener el protagonismo absoluto en el minuto 12:45, donde un nuevo y más virtuoso todavía solo empieza.
La música excepcional del piano de Camilo se desgrana… en el minuto 13:50 comienza una nueva sección que rápidamente se convierte en una frenética demostración de suprema habilidad. Sobre el minuto 14:50 se une el metal, con notas muy del estilo de Louis Armstrong, jazz en estado puro… y en el minuto 15:40 entra la coda, la preparación del final de la obra, nuevamente a ritmo de rag… Se recapitula el tema inicial, y la rapsodia termina con las notas del piano protagonista y una sonora finalización del metal. Cierran el video aplausos ensordecedores para premiar la actuación de Michel Camilo y la orquesta barcelonesa…
Plas, Plas… Excelente, Camilo. Y muy bien también la orquesta barcelonesa a las órdenes de Ernest Martínez Izquierdo, donde destaca el primer clarinetista, que lo hace realmente bien.
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Como antes dije, existen decenas y decenas de grabaciones de esta obra. Como podemos catalogarla como “música típicamente norteamericana”, tiene un especial predicamento en los Estados Unidos (y como consecuencia, en el resto del mundo), y como además es una obra que exige buenas dosis de virtuosismo, muchísimos pianistas se han atrevido con ella.
Prácticamente todos los grandes, desde el propio Gershwin hasta Martha Argerich, pasando por Glenn Gould o el mismísimo Leonard Bernstein dirigiéndose a sí mismo al piano han grabado la Rhapsody in Blue. Y lo mismo digo de orquestas y directores. Así que hay muchas opciones, y realmente diferentes entre sí. Yo diría que es una obra que entienden mejor los pianistas americanos, pues están más familiarizados desde niños con los ritmos y melodías del jazz y del blues… pero en estos tiempos de ecumenismo cultural, donde hasta en la más remota aldea de la estepa siberiana el personal sabe quién es la tal Lady Gaga… cualquiera puede hacer un buen jazz, o interpretar a Gershwin. Como siempre, oír varias versiones es muy enriquecedor, pero ya que hemos oído a Camilo bordarlo, y que la orquesta y el director son españoles, recomendaré este mismo disco, que tiene además el estupendo Concierto en Fa y el Preludio número 2, todas ellas obras de Gershwin. .
En Spotify hay también muchas, pero muchas versiones, de las que una buena parte son la misma, pero en diferentes recopilaciones. Pero hay que tener cuidado, porque muchas de las piezas ofrecidas con una simple búsqueda de “Rhapsody in Blue” tienen mucho menos de los 16-18 minutos de duración normal de la obra, así que o son fragmentos, o son otra cosa de vaya Vd. a saber qué, pero con el mismo nombre.
Antes había comentado que Leonard Bernstein, además de ser uno de los mejores directores de todos los tiempos, era un gran pianista, y grabó esta obra dirigiéndose a sí mismo (para ser más precisos, dirigiendo la orquesta a la vez que interpretaba al piano) con la Orquesta Sinfónica de Columbia, cuyo enlace está aquí. Y otra grabación más moderna de la “versión original” (probablemente la que se representó en el teatro de Nueva York donde se estrenó) es la de Andrew Litton con la Orquesta Sinfónica de Dallas dirigida por él mismo, que resulta con aire algo más jazzístico que la de Bernstein, cuyo enlace tenéis aquí. Son todas diferentes, con tempos diferentes y entonaciones diferentes. Como siempre, busque, compare, y si encuentra algo mejor, cómprelo (le he pedido prestada la famosa frase a Lee Iaccoca, espero que no me pida derechos de autor…).
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Yo he oído a Michel Camilo tocando esta obra en directo, dirigido por Jesús López Cobos, con la Orquesta Sinfónica de Madrid, he tenido ese privilegio. Aquello fue inenarrable, porque además en ese mismo concierto se produjo el estreno en España del fabuloso primer Concierto de Michel Camilo para piano y orquesta. Aunque fue inenarrable, yo lo he narrado ya en esta serie hace tiempo (y la he oído en directo a otros pianistas con otras orquestas algunas veces más). La versión del disco y la del youtube son muy buenas… Nada que ver con el directo. Nada. Advertidos estáis.
Disfrutad de la vida, mientras podáis. A ser posible, escuchando música.
- Obsérvese en el artículo de la Wikipedia que pide no confundir este genial “Summertime” con “In the Summertime”, de Mungo Jerry. ¡Al que lo haga, le pego!! Avisados quedáis… [↩]
- Algún día aparecerá por aquí Mr. Grofé. [↩]
- Porgy and Bess retrata la vida en una comunidad negra del sur de EE.UU. Generó mucha controversia: ¡Meter a tantos negros nada menos que en Broadway en 1936, y encima tocando música negra!, a quién se le ocurre… [↩]
- Por ejemplo, “Hill Street Blues”, la serie americana de gran éxito en los noventa, fue traducida en España como “Canción triste de Hill Street”. Es una traducción correcta, aunque es imposible mantener el juego de palabras del doble sentido de “Blues”, por una parte “triste, melancólico”, y por otra “los que van vestidos de azul”, o sea, los policías de la Comisaría de la Calle de la Colina protagonistas de la serie. [↩]
- Con dieciocho años formaba parte del elenco de la Orquesta Sinfónica de Santo Domingo. Como percusionista. [↩]
- ¡Y no digamos en directo! Yo le he oído tocar esta misma obra en directo y es para alucinar. [↩]
The Historia de un ignorante, ma non troppo… Rhapsody in Blue, de George Gershwin. by , unless otherwise expressly stated, is licensed under a Creative Commons Attribution-Noncommercial-No Derivative Works 2.5 Spain License.
{ 15 } Comentarios
Bernstein en los conciertos para jovenes lo expresaba de la mejor manera , Gershwin es el primer compositor que se puede identificar con los Estados Unidos , cuando uno escucha sus obras oye musica estadounidense ( naturalmente hay autores anteriores del mismo pais pero no su música no te lleva a identificar como propio de un sitio) . Yo creo que esta obra es uno de mis primero recuerdos de lo que se denomina como musica clásica .
Y de Michel Camilo que se puede decir es un genio con el piano alguien que es capaz de tocar Jazz y grabar los conciertos de piano de Mozart y los dos hacerlo como lo hace no tiene palabras .
Tanto tiempo llevaba escuchando hablar de la Rhapsody in blue que ya tenía ganas de que llegara el artículo. Una de las obras que he conocido aquí que más me ha gustado, solo por detrás de las Lamentaciones de Gorecki (obviando las que ya conocía de los compositores archiconocidos)… pero es que Gorecki me impactó mucho mucho.
He de confesar con sonrojo que cuando vi el artículo por primera vez, no sabía lo que era una rapsodia, así que me fui corriendo a averiguarlo (“pieza musical [...] compuesta por diferentes partes temáticas unidas libremente y sin relación alguna entre ellas”) y claro, entonces entendí el título del Bohemian Rhapsody… paradigmática de este tipo de obra, aunque sea rock.
A mí también me ha encantado: es divertida, fácil de escuchar y te deja con buen sabor de boca, qué juguetón es el Gershwin
@J: La Rhapsody in Blue se escucha sola, es realmente una obra variada, divertida, sencilla de oír, muy “felices años 20″. Siempre alegra el corazón escucharla, como siempre lo hace escuchar los ragtimes de “El Golpe”…
Ahora bien, la Sinfonía de las Lamentaciones, quizá no tan fácil de escuchar, realmente te deja conmocionado. A mí me dejó la primera vez que la escuché, y me sigue dejando cada vez que la escucho. Si te impactó tanto, demuestra que eres un tipo sensible. ¡Ya estás preparado para Mahler!
@Pedro: Realmente Gershwin era juguetón. Busca “Porgy and Bess”, o “Un americano en París”, y lo verás. Y además un tipo humilde… con ese bagaje y esa forma de componer, amasando éxito tras éxito en Broadway, y ganando tantísima pasta para la época, se fue a París para que le enseñaran a componer…
Suerte que Ravel, Stravinsky y otros se negaron a enseñarle nada; le hubieran cambiado su estilo y no le hacía ninguna falta, no hay más que escucharle.
Me alegro que os gustara
Saludos
Mac
@J: Por cierto, la “Bohemian Rhapsody” de Queen (o de Freddy Mercury sin Queen, ahora no estoy seguro) ha sido votada hace algunos meses como The best song ever, nada menos, por no sé qué revista especializada británica…
Hombre, no está mal para ser de Queen, aunque a mí hay canciones de ellos que me gustan más, pero ponerla por delante del Satisfaction de Rolling Stones o del Yesterday de los Beatles, (o del Carro de Manolo Escobar, ya puestos)… ¡Hay que tener cuajo!!
Lo que yo siempre digo: que para gustos, los colores. O las músicas.
¡Magnífica! Es muy divertida de escuchar, y los solos de Camilo, sobre todo el último… ¡uf! Helado me han dejado.
Excelente articulo Mac, como siempre… algunas partes me hacen recordar a la musica de los dibujo animados que veia de pequeño… saludos
Y a propósito de dibujos animados se puede ver/oir esta parte de Fantasía 2000…
http://www.dailymotion.com/video/x2gp98_rhapsody-in-blue_shortfilms
Yo esta pieza la escuché por primera vez en un viejo cassete de mi padre que aun conservo interpretada por gerswhin y que además tocaban la suite de west side history, etc. Fue una delicia oirla en modo historia en Fantasia 2000. Petición: Octava de Mahler “de los mil”, llevo oyéndola una vez y otra durante semanas, me encanta. Algún día espero verla en directo con todo ese instrumental. Saludos PS el día 25 facu medicina a las 19:30, liszt concierto piano 1 y octava de beethoven. No doy más datos, ya sabes…
Bueno…
@Oboecrack: La Octava de Mahler la programarán en Madrid la temporada que viene, espero. La ONE está interpretando la integral de Mahler entre la temporada pasada, ésta y la que viene, y la de los Mil no ha sido todavía interpretada dentro del ciclo, así que supongo que le toca el año que viene. Cuando me entere de cuándo es, te aviso.
Nuinca, nunca dedicaré un artículo a la Octava, aviso. De las tres o cuatro grabaciones que tengo, ninguna llega a la suela del zapato a una representación en vivo. Se precisa una orquesta muy nutrida (realmente nutrida, como 160 ó 170 músicos, hay que contratar músicos adicionales siempre), seis solistas, dos coros adultos y un coro de niños. Alrededor de 450-500 personas se necesitan para interpretarla. Mucha tela, mucha tela, e imposible de reproducir en condiciones en un stereo. Cuando se programe, ¡no te la pierdas!
Y el dato que me das… ¡Apuntado! y tampoco digo más.
Gracias por tu comentario
Si no vas a dedicar nada a Mahler, al menos dinos qué deberíamos escuchar de él. Todo el mundo está Mahler por aquí, Mahler por allá, y no sé si alguna vez he escuchado algo suyo… a ver mi “100 obras únicas de la música clásica”… solo trae Sinfonía número 5 Adagleto.
Uuyyyyy, J, qué pregunta más difícil… ¿Cómo contesto yo esto?
Lo primero, si tanta gente habla estos tiempos de Mahler es por dos causas principalmente:
1) en 2010 se celebró el 150 aniversario de su nacimiento, y en 2011, o sea, éste, el centenario de su muerte.
2) Mahler es a la música romántica o post-romántica lo que Velázquez a la pintura figurativa. Es prácticamente el final de un camino, empezado por Beethoven cien años antes y seguido por Mendelssohn, Bramhs, Schumann, Schubert, Bruckner y tantos otros.
Mahler toma la tradición musical centroeuropea (que, para qué negarlo, lo más de lo más en clásica) y la lleva poco menos que a la perfección. Su habilidad para el contrapunto es realmente única. Sus obras son muy complejas de ejecutar y sobre todo, de dirigir, porque llega a tener hasta treinta líneas melódicas simultáneas… ¡30! Eso quiere decir que en un momento dado, llega a haber 30 partituras diferentes de diferentes grupos orquestales, por ejemplo: el concertino, una; el segundo violín, otra, el resto de primeros violines, otra, etc, etc, hasta treinta. ¡Y suena de maravilla! Puedes escuchar cien veces la misma obra y cada vez le sacas algo nuevo que te había pasado desapercibido antes… como las muñecas rusas.
Su producción musical es muy corta… en número. Apenas diez sinfonías, cuatro o cino ciclos de canciones y casi nada más. Pero… ¡qué obras! Largas, con profusión de instrumentos y de temas… un amigo mío siempre dice que si a Mozart le hubieran dado la partitura de una sola sinfonía de Mahler hubiera compuesto basándeose en ella al menos veinte sinfonías…
Pero no es fácil. Mahler no es fácil, requiere cierto adiestramiento y conocimiento. Y en el caso de Mahler es más cierto que nunca lo de que “En directo, mejor”. ¿Por dónde empezar?
Pues, por decir algo, ¡por el principio! Intenta escuchar la Sinfonía número 1, Titán. No es excesivamente larga (unos 50 minutos), es relativamente sencilla (temas bucólicos y campestres, temas de canciones muy cantabiles, etc y no tiene coros ni cantantes solistas) y muy pegadiza, además de que tiene un final muy agradecido.
Y si te quedas con ganas, podías oír la número 2, “Resurrección”, la bomba. O la quinta, más compleja.
O más fácil, puedes buscar las “Canciones del Compañero Errante”, para barítono y orquesta, que fueron reutilizadas en la Primera Sinfonía, muy cortitas (15 minutos o así) y muy cantables. La versión de Dieter Friedrich-Diekau es excepcional.
Vale. Prometo dedicar un artículo a algo de Mahler en breve.
Me ha gustado mucho la descripción y la historia La canción la estoy escuchando ahora mismo jeje
Pues yo si que soy un ignorante, pero disfruto a lo grande de la música, y gracias a ser seguidor del Tamiz y a estos esclarecedores, ilustrativos y magníficos post que devoro con fruición, he ido saliendo del lago de la ignorancia. Os lo debo Macluskey y a los comentarios de todos, pues de todos se aprende. Gracias.
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