Abordamos hoy la tercera parte de esta apasionante historia (si, ya sé que me repito con la palabra, ¡es que lo es!).
Resumiendo la anterior entrega, Alejandro puso orden en Grecia e invadió el imperio de Darío III. En dos ocasiones vence al ejército del mismo (logrando que en la segunda ocasión huya despavorido, abandonando a su familia en la retaguardia). Le habíamos dejado a las puertas de Egipto, último país capaz de proveer puertos para Darío y su flota. De todas formas, Alejandro es recibido como el libertador del yugo persa y lo nombran Faraón, expulsando a la pobre guarnición persa. Cumple de esta forma su estrategia global de privar de puertos a la marina persa. Sin puertos donde aprovisionarse, los persas no podrán ya sorprenderlo por la espalda y organizar una expedición en Grecia.
Aclaro que este relato sucede durante el siglo IV antes de Cristo, por lo que las fechas mencionadas serán todas asumidas como A.C. Sólo aclararé con D.C. si algún hecho ocurrió después de Cristo.
Recordemos brevemente la geografía de la zona… y veamos qué recorrido haremos durante esta entrega. Recomiendo dedicarle unos segundos a estudiar el mapa, de esta manera será más sencillo seguir el relato.
Un faraón en Egipto
En Egipto abandonaremos las campañas militares por un rato. Estamos en el año 331. Aquí Alejandro se dedicó a organizar su ya no tan pequeño imperio. A diferencia de otros conquistadores que arrasaban una región y luego se marchaban, Alejandro realmente “colonizó” de forma permanente las ciudades conquistadas. Tenemos aquí el primer ejemplo de mundo globalizado bajo una paz común. Todas las ciudades mantenían un intercambio continuo, tanto comercial como cultural. El comercio entre Europa, Asia y África nunca fue tan próspero. El griego se convertiría en el idioma universal.
En Egipto, Alejandro fue recibido como el hijo de Ra, faraón del Alto y Bajo Egipto. Entre las religiones griegas y egipcias los dioses eran los mismos, así pues debía ser lo mismo ser hijo de Amón Ra (como se le llamaba en aquella época) que hijo de Zeus. Con estos títulos ejerció sacrificios a los dioses y los augurios siempre le respondían con resultados positivos.
Con tacto respetó las instituciones y religiones existentes, dejando un ente administrativo y unos destacamentos militares permanentes. Navegando el Nilo, funda la ciudad que llevará su nombre, y que será durante mucho tiempo una de las ciudades más importantes del mundo. La ciudad fue construida desde cero: Alejandro trazó los límites de la misma, participó junto a los arquitectos en su diseño definiendo la ubicación de los templos, comercios, etc. Su sueño se estaba cumpliendo…
Con un grupo selecto de amigos se dirige a visitar el templo de Zeus Amón (es lo mismo que decir Amón Ra, ya que como dijimos Amón Ra y Zeus eran equivalentes) en el oasis de Siwa, emulando la tarea de sus héroes Hércules y Perseo. Su objetivo era consultar en el afamado templo quién era él realmente y cuál era su destino. Es una travesía difícil, incluso se pierden en la ruta por el desierto, pero según la leyenda “los dioses le enviaron unos cuervos que le indicaron el camino”. Al llegar, el sacerdote lo recibe como al hijo de Zeus, ratificando el deseo de Alejandro. Éste entra solo al templo y, si bien no hay detalles de lo sucedido dentro, sí se sabe que salió conforme con lo que los dioses le dijeron.
Gaugamela
Finalizados sus quehaceres en Egipto, y luego de una parada de descanso en Tiro, se dedica a recibir embajadores de distintas regiones. Por esta época Antípatro le envía refuerzos que parten desde Macedonia, pero llegarán después de la gran batalla que se avecina. Recordemos que Antípatro había sido encomendado con la misión de regentar Macedonia y la liga de Corinto mientras el rey estuviera ausente. Alejandro avanzó por la Mesopotamia con su ejército y se dispuso a cruzar el Tigris por un paso más al norte de lo previsto por Darío. Ya cerca del pueblo de Arbela, en la noche del 20 de septiembre del año 331, se produce un eclipse de Luna, hecho que hasta no hace mucho tiempo inquietaba a cualquier ejército previamente a la batalla. A pesar de que Alejandro sabía gracias a su educación con Aristóteles que los eclipses son el resultado de un fenómeno astronómico y no místico, se encargó de que los adivinadores presagiaran la victoria sobre Darío para tranquilizar a la tropa.
Luego de un consejo con sus generales, el viejo Parmenión sugirió realizar primero un fuerte reconocimiento del área y de las fuerzas de Darío. Así se hizo. El rey persa juntó un enorme ejército de todas partes de su reino y además contrató cierto número de mercenarios griegos. El total varía nuevamente según las fuentes, y el número más pequeño en las fuentes antiguas es de ¡400.000 hombres! Parece otra vez exagerado, pues según los historiadores modernos el número debía más bien rondar los 100.000 hombres. También contaba con 200 carros de guerra armados con guadañas en las ruedas. En cambio, Alejandro contaba solamente con 40.000 infantes y 7.000 jinetes. Viendo esto, Parmenión sugiere un ataque nocturno, pero Alejandro lo rechazó, pues él no se podía permitir vencer a Darío haciendo uso de estratagemas deshonrosas; quizás piensen que esto no tiene sentido, pero recordemos que Alejandro no sólo piensa en el ahora, sino también en el mañana. Desea una victoria definitiva en campo abierto que no deje lugar a dudas al resto de Asia acerca de su superioridad sobre Darío, y de su ejército sobre el de él. Recordemos que si vence a Darío aún le queda por delante todo el resto del imperio persa. Por otro lado, los ataques nocturnos no suelen resultar en victorias completas, como Alejandro deseaba, y además son muy difíciles de coordinar en la oscuridad.
Comienza, entonces, la más famosa batalla de la gesta, la batalla de Gaugamela. Darío lo esperaba en formación de batalla por si Alejandro realizaba un ataque repentino; esto hizo que sus hombres estuvieran más cansados que los de Alejandro, quienes durmieron plácidamente la noche anterior. Incluso Alejandro durmió como un bebé y tuvieron que despertarlo para la batalla.
La disposición de las tropas de Darío era la siguiente: en el centro una fila de carros de 50 unidades; detrás unas unidades de infantería, la caballería Real y la infantería de élite. Él se puso entre ellos. A los costados la disposición era similar. En el flanco derecho: 50 carros, caballería e infantería. En el extremo derecho había un grupo de caballería de avanzada. El flanco izquierdo consistía en 100 carros y unidades de infantería y caballería. En el extremo también había unidades de caballería de avanzada. Darío había, además, mandado alisar el terreno por donde pasarían los carros. Darío era feliz, había elegido y preparado el campo de batalla y además podía desplegar todo su ejército a lo largo (no como en Issos, donde el estrecho campo le impidió hacer uso de su superioridad numérica).
Alejandro formó con la falange en el centro y la caballería e infantería ligera protegiendo los flancos; detrás había otra línea de infantería que protegería a la falange en caso de ser rodeada. Darío creía que Alejandro atacaría de forma frontal, como hizo en Issos, en cuyo caso sus carros serían muy útiles abriendo brechas en las falanges. Pero, en vez de esto, el genial Alejandro hizo avanzar a su ejército repentinamente, en una formación oblicua hacia la derecha (paso 1), evitando el terreno preparado para los carros. Inmediatamente, Beso, en el ala izquierda del ejército persa, lanza su ataque con la caballería del flanco derecho del macedonio con el fin de sobrepasarlo y detenerlo (paso 2), pero Alejandro logra frenarlos enviando escuadrones que le permiten a él seguir avanzando hacia la derecha. Darío envía también sus carros al ataque (paso 3), pero las filas macedonias se abren, permitiéndoles pasar y aniquilándolas por el costado. Mientras esto sucedía, Darío ordena un avance general.
Alejandro ordena a una unidad de caballería de su flanco derecho que abra una brecha en las filas enemigas (recordemos que los persas habían extendido su línea para evitar ser flanqueados); una vez abierta, Alejandro, al frente de la Caballería de Compañeros y de los infantes hispaspistas, se lanza por la brecha creada en dirección al mismísimo Darío (paso 4). En una larga y terrible lucha logra acercarse tanto al rey persa que éste huye, presa del pánico. En este instante el flanco derecho de Darío estaba exigiendo al flanco izquierdo de Parmenión (paso 5), llegando al punto límite de ser espantosamente rodeado; incluso se había abierto una brecha entre las tropas de Parmenión y las de Alejandro. Pero la caballería persa, en vez aprovechar esta circunstancia, se dirige a saquear el campamento de Alejandro, donde será más tarde derrotada por la retaguardia (paso 6).
Volvamos a Alejandro, quien ve cómo Darío huye en su carro mientras le informan de la débil situación de Parmenión. ¿Qué hacer, entonces? ¿Perseguir a Darío y dar por finalizada de una vez por todas la guerra, a costa de perder gran parte de su ejército, o volver con la caballería a ayudar a la infantería de Parmenión y dejar la persecución para más adelante? Tras sopesarlo brevemente, elige socorrer a su viejo comandante volviendo hacia atrás con sus Compañeros (paso 7).
Todo el ejército de Darío se derrumbó. Poco a poco empiezan a huir al ver que su jefe huía y que Alejandro estaba haciendo destrozos con su caballería mientras asistía a Parmenión. La batalla terminó allí, pero Alejandro, viendo que no podría ya alcanzar a Darío, se dedica entonces a diezmar lo más posible a su ejército con el fin de que no puedan reagruparse por mucho tiempo. Después, en Arbela, Alejandro celebra ofrendas y sacrificios a los dioses mientras es aclamado Rey de Asia, ya que tenía el resto del imperio de Darío delante de él sin un ejército que lo detenga (aunque habría todavía varios puntos de resistencia, como veremos).
Como de costumbre, haremos una pausa para ver unos videos sobre la batalla. Lo que encontré en español no me convenció, así que recurro a los viejos amigos de “Decisive Battles”.
Después de Gaugamela
El primer gran beneficio de la reciente victoria fue Babilonia, la ciudad más rica y una de las cuatro capitales del imperio. Ésta fue entregada por Mazeo, un ex general de Darío en Gaugamela. Alejandro, como suele hacer, asigna funcionarios civiles y militares entre gente de su confianza, pero en este caso deja como gobernador y sátrapa al mismo Mazeo, como gesto hacia sus ex-enemigos y ahora vasallos. Luego se dirige hacia otra ciudad capital, Susa, que también se entrega pacíficamente. Allí también dejó al sátrapa existente a cargo del gobierno. En Susa se hace con un enorme botín de 50.000 talentos de plata… ¡una fortuna! Es aquí donde instala a la capturada familia de Darío, manteniendo el trato digno de una familia real. Además, recibe por fin los refuerzos enviados por Antípatro y procede a reorganizar su ejército: recibir los nuevos reclutas, licenciar a algunos y dar premios por las victorias a los soldados. En Susa encuentra obras de arte y tesoros que Jerjes había tomado de Atenas cuando éste la saqueó durante la segunda guerra persa, y las devuelve a Grecia. Este gesto fue muy apreciado por los atenienses.
En Susa le llegan noticias de unas rebeliones en Tracia y el Peloponeso, de las que la primera fue resuelta mediante una negociación por parte de Antípatro, pero la segunda implicó una derrota del mismo. Allí, el rey de Esparta, Agis III, conocido anti macedonio, logró reclutar un fuerte ejército con la ayuda del oro persa.
En su periplo asiático, le quedan por delante regiones no tan amistosas, como Persis (tierra original de los persas, desde donde iniciaron su imperio, como vimos en otra entrega) y Media, terrenos montañosos, por lo que forma unidades de élite de montaña con entrenamiento especial. En la ruta hacia Persépolis, la capital del Imperio Persa, se encuentra con una fuerte defensa en lo que se conoce como las “Puertas de Persia“. Se trata de un estrecho desfiladero fuertemente defendido. Ver mapa en Google.
Para pasarlo realiza una maniobra nocturna donde deja a parte de su ejército acampando frente a las puertas con muchas hogueras encendidas, simulando ser todo el ejército, mientras él se dirige, con la ayuda de un guía local, a bordear el desfiladero y atacarlo por detrás. Esta similitud con la batalla de las Termópilas debió fascinar a Alejandro. A la señal convenida atacarían al mismo tiempo. La maniobra se realizó con éxito. Las tropas persas fueron sorprendidas y huyeron a Persépolis en loca carrera, pero Alejandro se les adelantó y llegó antes que ellos con su caballería.
En el camino a la ciudad se cruza con una caravana de viejos esclavos griegos de los persas, que al enterarse del cambio de situación salieron a encontrarse con el nuevo Rey. Estos hombres entrados en años, de otra época, muchos de ellos con algún miembro mutilado por los persas, de aspecto moribundo, se acercaron a Alejandro como su salvador. El horrendo espectáculo que presentaban caló profundamente en Alejandro, así que los ayudó, recompensó y dio tierras para ellos y sus familias en Asia, ya que no deseaban regresar a Grecia por temor a ser mal recibidos allí, dadas las condiciones en que se encontraban. Alejandro entra en la ciudad y se apoderó de la ciudadela y del tesoro. Más tarde se le uniría el resto del ejército. Como siempre, organiza un gobierno con un sátrapa persa y visita la tumba de Ciro el Grande, a quien admiraba, en la vecina Pasargada. Ciro era el famoso conquistador persa que fundó la dinastía a la que Darío III pertenecía.
A continuación ocurre uno de los eventos que más controversia suscita. Alejandro quería hacer una fuerte demostración de fuerza y de victoria para sus aliados griegos (recordemos que Esparta era enemiga de Macedonia, y Alejandro necesitaba solidificar su relación con Atenas, su principal aliado en la Liga de Corinto). Su idea era quemar el Palacio Real, el que habían usado los emperadores de las Guerras Persas: Darío I y Jerjes I. A pesar de que sería una medida impopular entre los ciudadanos persas, Alejandro priorizó su relación con los estados griegos y ordenó a sus macedonios que lo saquearan y le prendieran fuego. El asunto es que el fuego se propagó, intencionadamente o no, al resto de la ciudad. Al llegar los soldados griegos se encontraron con el palacio destruido, y se les dijo que el incendio fue provocado por una hetaira (símil: prostituta) ateniense llamada Tais, que indujo a Alejandro a quemarlo estando todos ebrios después de una fiesta. Así fue que se perdieron su parte del saqueo.
Mientras tanto, en Grecia la situación era inestable. Antípatro decide aplastar de una vez por todas a la Esparta del rey Agis. Tras asegurarse la fidelidad de Atenas a la Liga, Antípatro se enfrenta a Agis en batalla y le derrota, con muchas bajas en ambos lados. Astutamente, Antípatro sigue con la política de Alejandro y le pide al Consejo de la Liga que decida sobre el futuro de los aliados de Esparta; en esta ocasión el castigo es bastante suave. Incluso el Consejo le deja a Macedonia que decida el futuro de Esparta. Por ende, Antípatro lleva varios ciudadanos espartanos como rehenes a Alejandro en Asia. Que sea la Liga de Corinto quien tome nuevamente la decisión habla de un verdadero grado de independencia de la Liga y una acertada política de Antípatro, siguiendo el ejemplo de Alejandro.
A la caza de Darío
Tras la derrota de Gaugamela, Darío tuvo unos meses de paz, ya que Alejandro estuvo ocupado en otras cosas, como hemos visto. Sin embargo, había perdido autoridad dentro de su imperio y le costaba mucho conseguir soldados. Encima, el buen trato que otorgaba Alejandro a los que pasaban a su bando hacía menos tentadora la opción de unírsele. En el año 330 Alejandro entra en Ecbatana (hoy Hamadán) la cuarta y última de las capitales del imperio. Esto significó el fin de la guerra contra el imperio persa, ya que Darío no podía formar un ejército propio y el Ejército de Alejandro había conquistado todas las ciudades importantes y liberado las ciudades griegas costeras del dominio persa. Por esto los griegos en su ejército fueron licenciados con una preciada recompensa. Para compensar las bajas contrató alrededor de 6.000 mercenarios. Su nueva base de operaciones sería esta ciudad, en lugar de Persépolis.
Inmediatamente, con algunas unidades seleccionadas se pone en persecución de Darío en dirección a Partia. Pero durante la misma le llegan noticias de que los propios oficiales de Darío habían traicionado a su Rey y lo habían puesto bajo arresto, considerando que ya no estaba en condiciones de seguir al mando. Estos oficiales eran Nabarzanes, Beso y Barsentes. Acelerando la marcha exigiendo sus tropas al límite, llega a pisarle los talones a los persas. Sin embargo, estos asesinan a Darío, cerca de lo que hoy es Damghan, y lo dejan tirado en el camino. Alejandro llega cuando ya está muerto.
Junto a Darío permanecieron sus más fieles hombres, entre ellos el eunuco Bagoas. Nabarzanes, si bien había participado en el complot que desplazó a Darío, no estaba de acuerdo con el regicidio, por lo que, mostrándose en contra de la idea de Beso de asesinarle, se separa de los demás complotados, se entrega a Alejandro jurándole fidelidad como su nuevo soberano, y le obsequia a Bagoas como regalo. Alejandro jura capturar a los asesinos de Darío, hecho un poco contradictorio por ser su enemigo, pero Alejandro lo respetaba y seguramente no le hubiera molestado haber dejado a Darío como rey de Media y Persis, siempre y cuando lo reconociera a él como Soberano de Asia; además, Alejandro detestaba la actitud regicida de Beso. En general detestaba cualquier regicidio (el asesinato de un rey, príncipe heredero, etc.) y valoraba mucho la fidelidad del hombre, incluso entre sus enemigos.
Luego del acontecimiento de la muerte de Darío, Alejandro continúa conquistando territorio, aunque llegó al punto donde tenía que decidir qué hacer. ¿Finalizaría aquí sus conquistas y se pondría a asegurar su imperio actual? ¿O bien seguiría hacia el este, hasta el fin del mundo? Recordemos que en aquella época Alejandro, dada su fuerte relación con Aristóteles, creía fervientemente en lo que el filósofo consideraba los límites del mundo, por lo que creía que el fin de Asia estaba allá donde termina la “pequeña India” y se encontraba solamente a mitad de camino. Las ansías de llegar a lugares remotos donde ningún griego había llegado le entusiasmaban, deseaba conocer y pasar los límites del viejo imperio de Darío, incluso llegar a la India… El panorama era demasiado jugoso para su ambiciosa personalidad sedienta de gloria. Imaginen todo lo que quedaba por conocer, ver y explorar. Animales, plantas exóticas, culturas desconocidas, etc. Esto también era parte del plan de Alejandro, llevar a occidente el conocimiento de lo lejano, así que llevaba consigo en la expedición científicos que continuamente enviaban escritos a Grecia. No por nada Alejandro es Magno y no un simple conquistador. Además, si los dioses habían favorecido la empresa hasta el momento, ¿por qué detenerse ahora? Con estos argumentos convence a sus macedonios, que deseaban volver a su patria después de tan extenuante conquista. Así pues, todos lo seguirían, al mismísimo fin del mundo de ser necesario. A todo esto, fue entonces cuando le llegan noticias de la victoria de Antípatro sobre los espartanos de Agis. Esparta dejaría de ser un problema.
Finalizamos aquí esta entrega. En la próxima, Alejandro debe capturar a Beso y los rebeldes, adentrarse en lo más profundo de Asia, llegar a la India y, según su creencia, ver el fin del mundo, el océano circundante…
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{ 5 } Comentarios
Me da que esta frase es para mí… Quizá eso es lo que no acababa de entender: que él fue el primero en hacerlo (y de ahí su importancia), aunque no fuera ni tanto ni tan sólidamente como otros hicieron en el futuro (y de ahí mi impresión). Por poquito que cambiara el concepto de conquisto-saqueo-mevoy, ya fue una revolución respecto a lo que hacían antes que él.
No obstante, sigo sin bajarme de la burra en un aspecto: el hecho de que conquistara medio mundo en 10 años no quiere decir que en otros 10 hubiera obtenido un gobierno único mundial.
Pues a mí me sigue pareciendo sobrenatural que hace 2300 años largos, sin GPS, sin todoterrenos ni carreteras por las que circular, sin mapas, sin conocer el idioma, con unos cuantos soldados, Alejandro conquistara lo que conquistó, llegara hasta donde llegó e hiciera lo que hizo (cargándose de paso al mayor imperio de la época), y más teniendo en cuenta que casi no había población, ni recursos para alimentar a su ejército.
¡Y en diez o doce años!
Sobrenatural, ya digo.
Un excelente artículo, Chapu. Felicidades.
Globalizar el mundo bajo su paz común …. Interesante el concepto.
@J: pues la historia está lleno de “que hubiera pasado si” … de todas formas no me quiero imaginar si hubiera concretado los planes que tenia… te aseguro que Pedro en vez de hablar de Saturno, Jupiter, Marte, etc.. estaría hablando sobre Cronos, Zeus, Marte y el teclado de la pc sería griego
@Mac..Gracias mac. si la verdad que es increible.. no solo sus conquistas, sino tambien la dimension de sus planes de gobierno y el impacto cultural que tuvo… mezclar las culturas persas, indias y griegas produjo un intercambio de conocimientos sin parangón..
@Xanax: Si es cierto… no estamos hablando de Gandhi.. en absoluto.. Alejandro es un conquistador que queria imponer un imperio helénico pero luego se dio cuenta que la unica forma de tener exito era fusionar ambas culturas… cosa que veremos le trajo problemas con sus seguidores mas retrogrados o tradicionalistas que querian un imperio Macedonio.. mientras que el quería un Imperio Universal… slds!
@J perdon.. quise poner Ares en vez de Marte ;P
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