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Descubriendo nuevos universos. La galaxia Andrómeda (II)




En el artículo anterior de esta serie hicimos una introducción a un problema que le surgió a los astrónomos durante el siglo XIX. La nebulosa M31, conocida como nebulosa de Andrómeda, a diferencia de las demás, mostraba un espectro característico de las estrellas, no de las nebulosas.  Sin embargo era imposible discernir, en este cuerpo, ni tan siquiera una estrella. La solución a esta paradoja se estaba cocinando incluso desde épocas pre-cristianas, adentrémonos en las historias y rápido, ¡que no quiero hacerlos leer mucho!

Recreación artística de la explosión de una supernova

Cuando los astrónomos hablan de estrellas cuyo brillo en la bóveda celeste cambia súbitamente las suelen agrupar en novas. Estrellas cuyo nombre proviene del latín nova, que significa “nueva”. Estas estrellas, algunas veces de gran brillo, aparecen inesperadamente en el cielo, permaneciendo inmóviles, a diferencia de los meteoritos, durante un periodo de tiempo apreciable. En realidad estos fenómenos celestes corresponden a la explosión de estrellas de gran tamaño al final de su vida. Esta explosión pueden durar días a años dependiendo del tipo de estrella que se trate. Para una mejor comprensión de su mecanismo de formación y explosión, te invito a leer a Pedro en El Tamiz.

La primera de estas estrellas registradas por la humanidad, posiblemente, fue vista por el astrónomo de Alejandría Hiparco en el 134 AEC. A pesar de que no conservamos sus trabajos originales refiriéndose a ella, el historiador romano Plinio habló del fenómeno dos siglos más tarde. Plinio argumentó que debido a tal cosa Hiparco pensó en realizar su carta celeste de tal forma que tales fenómenos fueran verificables en el futuro.

Otra estrella nueva de la que tenemos registro, y quizá la más impresionante de las acontecidas en tiempos históricos, no fue registrada por los astrónomos occidentales, pues se presentó en la constelación Tauro hacia el año 1054; año en que la astronomía prácticamente no existía en Europa.[1] Hoy sabemos de ella gracias a los astrónomos chinos, quienes la llamaron “la estrella visitante” y su brillo fue tan espectacular que era visible incluso de día. Tal estrella pudo verse durante algo más de un mes. Además de los chinos, al parecer hay referencias de los astrónomos de mesoamérica.

Dibujo original de Kepler donde muestra la nueva estrella de 1604 en la constelación Oficuo con la letra N

La siguiente nova en la historia fue avistada, en 1572, en la constelación Casiopea, por un genial astrónomo español, Jerónimo Muñoz, quien hizo un reporte de esta estrella llamado Libro del nuevo cometa; sin embargo tal reporte no fue muy divulgado, permaneciendo conocido únicamente por sus discípulos. Pero en ese entonces un todavía joven astrónomo de primera fila, ni más ni menos que el danés Tycho Brahe, hizo lo propio realizando un registro en latín que llamó De nova stella, utilizando por primera vez el término nova para referirse a estos fenómenos.

Desde entonces, tales estrellas que aparecen imprevistamente en el cielo son llamadas novas. La siguiente nova aparecería en 1604, esta vez en la constelación Ofiuco. Reportada por Kepler y Galileo, era tan brillante como Júpiter. Lastimosamente, después de trescientos años, en tiempos modernos no ha aparecido otra nova tan brillante en la Vía Láctea cuyo brillo aparente llegue a rivalizar con el brillo aparente de los planetas.

Con el invento del telescopio se pudo revelar una enorme cantidad de estrellas invisibles al ojo desnudo, y los astrónomos se dieron cuenta de que las novas seguramente no se trataban de estrellas nuevas, sino de estrellas muy tenues que aumentaban repentinamente su brillo hasta hacerse visibles. En 1848 el inglés John Russell Hind (1823-1895) observó en la constelación Ofiuco una estrella cuyo brillo aumentó súbitamente. En sus momentos de gran brillo no superaba la quinta magnitud, lo que la hacía una estrella muy tenue para el ojo, y que sin telescopio habría pasado inadvertida. Sin embargo, no cabía duda: era una nova. Desde entonces se empezó la búsqueda de muchas de ellas, descubriendo un gran número. Hoy estimamos que cada año aparecen unas treinta novas diseminadas por la galaxia, aunque son pocas las que se pueden ver desde la Tierra.

La supernova S Andromedae fotografiada por Isaac Roberts en 1887

Terminé hablando de las novas porque el problema de la nebulosa de Andrómeda se vio complicado en 1885, cuando en ella se hizo visible una estrella de aquel tipo: la primera vez que se observaba una estrella en la nebulosa de Andrómeda. Tal estrella alcanzó la 7ª magnitud, imperceptible para el ojo humano pero, con telescopios, de muy fácil apreciación. Tal nova permaneció encendida hasta 1890 y permanecerá en la historia con el nombre de S Andromedae.

Los astrónomos se sorprendieron enormemente con su avistamiento. Rápidamente se establecieron dos hipótesis: o bien esta estrella pertenecería a la nebulosa o, coincidentemente, se encontraba en la línea de visión del observador y ambos objetos no tenían conexión auténtica entre sí. Cualquiera de las opciones podría ser cierta, y la discusión no se zanjó hasta que el astrónomo estadounidense Heber Doust Curtis (1872-1942), convencido de la teoría de Andrómeda como “universo isla”, se puso en la tarea de buscar más novas en la nebulosa, de tal forma que si observaba otras era seguro que la aparición de S Andromedae no era casual y la nebulosa se trataba de un sistema de una gran cantidad de estrellas.

En efecto, Curtis encontró algunas otras novas, aunque mucho más tenues que S Andromedae (hasta el momento actual se han observado casi trescientas) y era lógico asociarlas, por lo tanto, a la nebulosa. El hecho de que todas estas estrellas fuesen sólo visibles con la ayuda de telescopios de gran tamaño indicaba que la nebulosa debería encontrarse muy alejada;[2] tal distancia se podía explicar porque no podían observarse estrellas por separado en la nebulosa como sí era posible en otros cúmulos de la Galaxia. Debería encontrarse, por lo menos, mucho más lejos que las nubes de Magallanes y sería entonces, como la llamó Kant, un “universo isla”. La idea propuesta por Curtis causó gran discusión e incluso cabe ver que otros astrónomos mucho más famosos ,como Harlow Shapley, de quien ya hemos hablado en esta serie, al escuchar la idea rápidamente entraron en desacuerdo con ella. En ese entonces, el Universo, en la mente de la mayoría de astrónomos, estaba limitado a la galaxia.

Hubble en el observatorio del Monte Palomar.

Es entonces cuando hace aparición en la historia el reconocidísimo astrónomo estadounidense Edwin Powell Hubble,[3] (1889-1953). Él pensaba que el argumento de las novas no podía ser concluyente si no se conocía, como era el caso, lo suficiente de ellas. Si la nebulosa de Andrómeda era un gran conglomerado lejanísimo de estrellas, sólo la construcción de un telescopio mucho más potente que los que se tenían hasta ese entonces podía dar un veredicto al problema, al hacer evidentes estrellas sueltas. Serían las estrellas ordinarias, y no las novas, las que darían una respuesta más clara al problema. Fue entonces, en 1917, cuando se terminó de construir un nuevo telescopio en el monte Wilson gracias a las donaciones de John D. Hooker. Con un espejo de dos metros y medio de diámetro era, en ese entonces, el telescopio más potente del mundo.

Hubble dirigió el telescopio a Andrómeda y, asombrado, pudo notar estrellas aisladas en sus afueras. Esto acabaría finalmente la discusión: la nebulosa se componía de estrellas, no de gas. Hacia 1923 Hubble pudo identificar algunas Cefeidas en la nebulosa, y exactamente era esto lo que necesitaba para determinar su lejanía. Por aquellos días Shapley ya había calibrado la escala Cefeida; si había leyes que servían para nuestra galaxia y para las nubes de Magallanes, era lógico que se cumplieran también en la nebulosa de Andrómeda. Apoyándose en la luminosidad máxima de las Cefeidas de la nebulosa, Hubble concluyó, preliminarmente, que la nebulosa estaba a unos 800.000 años-luz. (Más tarde, quizá como todas nuestras estimaciones, resultaría un valor mucho menor al real. Principalmente porque hubo una mala calibración de la distancia a la nube de Magallanes. Los errores de sus cálculos los veremos más adelante)

La galaxia de Andrómeda en espectro visible. Copyright Robert Gendler 2002

Sin embargo, incluso con esa distancia, la nebulosa de Andrómeda debería tener un tamaño ingente para que se viera, desde semejante distancia, como se ve desde la Tierra. Debía ser mucho más grande que las nubes de Magallanes y casi como nuestra galaxia. La nebulosa de Andrómeda no podía compararse con otras nebulosas como la de Orión, e indudablemente representaba un objeto totalmente diferente. Shapley, con las imágenes de Hubble, rápidamente se convenció y se dio cuenta que la nebulosa de Andrómeda era un universo como nuestra Galaxia. Desde entonces a la nebulosa se le llama galaxia Andrómeda. Para distinguirla de nuestra propia galaxia, a ella la llamamos “la Galaxia” o bien, “la galaxia de la Vía Láctea”.

Mucho antes de semejante descubrimiento los astrónomos conocían ya objetos muy parecidos a la nebulosa de Andrómeda. Ella era sólo un objeto más de un grupo muy numeroso, un conjunto de nebulosas lenticulares integrado también por algunos de objetos de Messier, aunque únicamente visibles con ayuda de instrumentos. William Herschel localizó nada menos que 2500 nebulosas de este tipo; su hijo John registró otros miles más en el Hemisferio Sur. Ya a principios del siglo XX se conocían unas 13000 nebulosas similares a Andrómeda, y al parecer aún faltaban muchas por registrar. Hoy conocemos unas 15000 nebulosas de esta clase con brillo mayor que la magnitud 15, y muchos miles de millones de brillo menor.

El astrónomo irlandés William Parsons, Conde de Rosse (1800-1867), se dedicó a estudiar estos tipos de nebulosas. Observó que la mayoría exhibían claramente una estructura espiral, como si se tratasen de torbellinos de luz destacando contra el fondo oscuro, todas en forma de plato (como nuestra galaxia). Algunas pueden verse de plano, resultando un espectáculo sobrecogedor. Un ejemplo es el conocido M51, con nombre vulgar de “Nebulosa de Torbellino” (hoy “Galaxia de Torbellino”). Con estos hallazgos, los científicos hablaban de “Nebulosas espirales” o, como se dice hoy en día, “Galaxias espirales”, que consisten en una condensación central llamada “núcleo galáctico” rodeado de los llamados “brazos espirales”.

Galaxia Torbellino (Fuente: NASA Y ESA) (Dominio público)

Según lo observado, en las galaxias espirales el núcleo parece estar exento de nubes de polvo, y los brazos, por el contrario, son ricos en este tipo de nubes, que a veces son visibles. En algunas, como en la Galaxia del Sombrero, la luz de las estrellas se ve opacada por sus nubes de gas.

Galaxia del Sombrero

Hacia 1900, el estadounidense James Edward Keeler (1857-1900) mostró que aproximadamente el 75%  de las galaxias poseen una estructura espiral. Entre ellas podemos notar nuestra vecina Andrómeda, y también la nuestra, que suponemos muy similar a ella. Un 20% de las galaxias  poseen una forma elíptica o esférica, las que consisten únicamente en el núcleo galáctico sin brazos espirales. A ellas las llamamos “galaxias elípticas”. El 5% restante lo componen la “galaxias irregulares” sin ninguna estructura simple y definida.

Principales tipos de galaxias

A medida que se mejoraban los instrumentos el número de galaxias conocidas también aumentaba, y los astrónomos nuevamente se veían enfrentados al problema del infinito, y de nuevo era necesario abordar la paradoja de Olbers, esta vez con galaxias en vez de estrellas. Es más, actualmente los astrónomos modernos no pueden dar una cota máxima del número de galaxias. La respuesta a la paradoja estaría no sólo en la extensión del universo en el espacio. También era necesario especificar la extensión temporal del universo: si era o no eterno. De ello hablaremos en el próximo capítulo, y no se preocupen, ¡para remontarnos al pasado del universo no necesitaremos 1.21 Gigawatts!

  1. Ni casi ninguna otra ciencia: estábamos en plena Alta Edad Media. []
  2. Las estrellas que  se ven aisladas en la fotografía de Roberts son estrellas de nuestra propia galaxia, que presentan un movimiento propio diferente a la Nebulosa. Las estrellas de Andrómeda son extremadamente pequeñas a la vista. []
  3. El telescopio espacial Hubble fue nombrado así en su honor. []

Sobre el autor:

Antares (César Augusto Nieto)

Nací siendo un niño y así también moriré.
 

{ 16 } Comentarios

  1. Gravatar Juan Carlos Giler | 11/08/2011 at 06:58 | Permalink

    No tengo palabras… EXCELENTE!!!

    Saludos

  2. Gravatar Macluskey | 11/08/2011 at 07:35 | Permalink

    Realmente es un artículo excelente…

    ¡¡Tanto que Juan Carlos se entusiasma dos veces;)

  3. Gravatar Sergio B | 11/08/2011 at 07:43 | Permalink

    Fantastico, esto si que es recrearse la vista. Nosotros por que estamos acostumbrados, pero lo que debio ser descubrir de repente galaxias enteras. Cualquier empezaremos a ver multiversos y entonces, ¿cual sera el siguiente paso?

  4. Gravatar Juan Carlos Giler | 11/08/2011 at 08:56 | Permalink

    Si, se me fue una de más jijiji :)

    Realmente la astronimía es de esas cosas que lo apasionan a uno

  5. Gravatar Angel | 12/08/2011 at 01:28 | Permalink

    ¡¡Qué buen artículo!! Aunque de nuevo tengo que aclarar un detallito tonto. En el artículo hablas de novas, aunque el fenómeno que estás describiendo son en realidad supernovas. Si bien ambos términos eran intercambiables en su origen, en astronomía moderna se refieren a cosas diferentes: las supernovas tipo II son las que explicas en el artículo (muerte de estrellas masivas) y se desencadenan en el núcleo de las estrellas. Las novas son explosiones termonucleares en la superficie de una enana blanca, por acumulación de hidrógeno atraído de una estrella compañera. Estas explosiones suelen ser recurrentes (se repiten en periodos que van desde unas pocas decenas de años hasta varios milenios) ya que no conllevan la destrucción del sistema estelar.

  6. Gravatar Angel | 12/08/2011 at 01:35 | Permalink

    Por cierto, ahora que estamos hablando de Andromeda, una pequeña curiosidad sobre ella: el tamaño aparente de Andromeda en el cielo es ENORME, ocupa unas ¡seis veces el tamaño de la luna! Una pena que nuestros ojos no sean un poquito mas sensibles, el espectaculo del cielo nocturno sería aun más impresionante :-)

  7. Gravatar Sergio B | 12/08/2011 at 03:30 | Permalink

    ¿Te refieres a esto? http://www.nasaimages.org/luna/servlet/detail/NVA2~4~4~6227~106753:Moon-Over-Andromeda?qvq=q:andromeda Que conste que las imágenes de la nasa permiten que se les enlace y si os pasáis por ahí daos un paseo, que hay un montón de material apasionante bueno, la pagina en si es genial, yo la miro casi cada día.

  8. Gravatar Angel | 12/08/2011 at 04:43 | Permalink

    Esa, esa misma imagen andaba yo buscando ;-)

  9. Gravatar Macluskey | 12/08/2011 at 05:01 | Permalink

    ¡¡Gensanta!! (como diría Forges).

    ¡6 veces el tamaño de la Luna! ¡¡¡Qué mieeedo!!!

    Porque según tengo entendido nuestra Vía Láctea va irremisiblemente a colisionar con Andrómeda en unos pocos miles de millones de años de nada… El espectáculo entonces debería ser grandioso: Dos galaxias entremezclándose y colisionando… Ya os lo contaré cuando pase, ya… :)

  10. Gravatar Angel | 12/08/2011 at 05:20 | Permalink

    A mi lo que me gustaría ver alguna vez es una supernova cercana (tampoco demasiado, no sea que nos chamusquemos). Se supone que hay unas dos cada siglo en nuestra galaxia, pero desde Brahe no nos ha tocado ninguna (deben estar ocurriendo todas al otro lado de la Galaxia). Imaginaos el espectáculo de levantarse una mañana y ver una estrella enorme en el cielo azul… aparte del Sol, claro ;-) A ver si Betelgeuse revienta de una vez, hombre ya :-)

  11. Gravatar Gencianal | 14/08/2011 at 10:49 | Permalink

    Muy buen artículo, Antares, me ha encantado, la parte fotográfica es sublime. Y la foto de la Nasa con la la luna, una pasada!!

  12. Gravatar Jerbbil | 16/08/2011 at 11:16 | Permalink

    Buenos días,

    Estoy de acuerdo, más de una noche y más de dos (en invierno, que si no, no se puede mirar a una hora normal) miro yo el hombro de Orión (Betelgeuse) y pienso “no explotará mientras la miro, no, la muy bandida”. Sería un espectáculo tremendo. Aunque lo mismo ya ha explotado pero aún no nos han llegado los ecos de la explosión, ojo :)

    No sólo la galaxia de Andrómeda es un objeto inmenso en el cielo que nuestros ojitos pelados no distinguen bien. Hay multitud de objetos que, si brillasen lo suficiente, nos dejarían con la boca abierta. Así, sin ir mucho más lejos, y ahora en verano, las nebulosas del Pelícano y Norteamérica, rodeando Deneb (la estrella más brillante del Cisne), serían un espectáculo apabullante; la Nebulosa Hélix en Acuario, las nebulosas Trífida y de la Laguna en Sagitario… el cielo sería un mosaico de colores si muchos objetos del cielo profundo brillasen lo suficiente.

    Un artículo excelente. Muchas gracias, Antares.

  13. Gravatar Antares | 17/08/2011 at 02:58 | Permalink

    Muchas gracias por los comentarios. Me encanta que este espacio puede utilizarse para ampliar el conocimiento y compartir nuevas ideas. Realmente me alegra mucho que les haya gustado el artículo, simplemente el universo es algo maravilloso y debió ser impresionante para las personas que hicieron estos descubrimientos. No me sabía lo de Andrómeda y realmente me asombra. Sí había escuchado que en proporciones distancia-tamaño, el sistema Andrómeda-Vía Láctea está mucho más cerca que cualquier estrella entre sí pero a tal punto que su tamaño aparente sea tan grande… vaya sorpresa. Muchas gracias

  14. Gravatar chapu77 | 17/08/2011 at 07:12 | Permalink

    Buenas, muy buen artículo. Recomiendo un muy buen documental sobre los telescopios de la época… “Journey to Palomar” de PBS.. saludos y buen trabajo

  15. Gravatar josecb | 03/09/2011 at 05:06 | Permalink

    Fantástico el artículo, tu serie es una de las que más me gustan ya que nunca había leído nada que tratara la evolución de la astronomía tan minuciosamente, desde cuando éramos tan “ignorantes” (esto es relativo, dentro de 1000 años los ignorantes seremos nosotros, o eso espero) hasta hoy.

    Por cierto, ahora que estamos hablando de Andromeda, una pequeña curiosidad sobre ella: el tamaño aparente de Andromeda en el cielo es ENORME, ocupa unas ¡seis veces el tamaño de la luna! Una pena que nuestros ojos no sean un poquito mas sensibles, el espectaculo del cielo nocturno sería aun más impresionante

    No tenía ni idea de que Andrómeda era tan enorme, yo me imaginaba que las galaxias tenían el tamaño aparente de una estrella por lo lejos que estaban y debido a eso no las vemos a simple vista. Eso es todavía más sobrecogedor. Algún día tendré que desempolvar el telescopio, creo que tenían un gran angular para ver galaxias pero no lo utilicé nunca.

  16. Gravatar Antares | 12/09/2012 at 04:43 | Permalink

    Jejeje, sí josecb, la galaxia es muy cercana. Comparativamente con su tamañon, las galaxias están más cerca entre sí que los sistemas solares. Pro ejemplo, es más probable que dos galaxias choquen entre sí a que lo hagan dos sistemas solares.

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