Siempre me he preguntado sobre lo que me parecía observar. Ahí afuera da la impresión de que hay una serie variadísima de experiencias, desde piedras grises a brisas cálidas, desde espinas punzantes a olas ruidosas. Sin todo ello no podría ser yo mismo, no tendría referencias sobre las que construir nada. Solamente sería un globo aislado, atendiendo a mi interior, sin entender nada. Hasta que de pronto dejara todo de existir de una forma igualmente sorprendente. Soy yo, gracias a que experimento referencias fuera de mí, que me construyen un escenario en donde la evolución me ha colocado y que es mi casa. Ahí está, y con mi cerebro soy consciente de su realidad.
Se me antoja que la interfaz entre la supuesta realidad externa, y la refleja realidad interna, tiene que ser decisiva. Cuántas deformaciones se producen al tener cualquier deficiencia o patología en las vías que unen mundo y cerebro. O en las de procesamiento interno de la información sensorial. Las más evidentes, como la ceguera, la lepra, la sordera… o algunas más desconocidas como el síndrome de Riley-Day por el que no sentimos el dolor, o la prosopagnosia por la que no somos capaces de reconocer los rostros de las personas que tenemos delante, o el daltonismo que incluso puede llevar a ver el mundo en gris, o la ageusia por la que todo nos sabe a nada… y tantas otras disfunciones que evidentemente tienen que afectar a la manera como el cerebro hace percibir nuestro yo.
Motivado por el interés que me produce esta realidad funcional de nuestro organismo y nuestra personalidad, se me ocurrió el profundizar un poco en estos procesos vitales, desde un punto de vista exclusivamente anatómico, y saber por qué caminos transcurre la información exterior captada por nuestros sentidos y cuáles son los destinos en el sistema nervioso. Como siempre, mi forma de trabajar, debido a mi falta absoluta de memoria, ha sido el leer, visionar, consultar… extrayendo notas de todo aquello que me parecía interesante. Para luego irlas “pegando” en lo que me parece un hilo argumental lógico. Me gusta escribir, me gusta cómo suena el idioma -me da igual cuál-, así que el siguiente paso fue, como ha sucedido en otras series que he publicado en El Cedazo, el trenzar un relato literario con la cadena de información preparada. Esta vena “escritora” me lleva muchas veces a ser un poco retórico y reiterativo, lo sé. Pero la verdad… es que disfruto con ello, aunque quizás vaya en ocasiones en contra de la sencillez y la claridad. Pido excusas al que esto le suponga una barrera en el entendimiento de lo expuesto.
A pesar de ello, y quizás porque sea obra mía, creo que mi escrito es útil para aquellos que sientan una curiosidad pareja a la mía y, aunque las redes de información son riquísimas, expongo esta especie de cuaderno de campo a la consideración de quien quiera seguir adelante. Objetivo: compartir… y aprender con vuestros comentarios.
Delante de vosotros tenéis una exposición de lo que llamo “Los sistemas receptores“. Comienzo con unas entradas en las que introduzco conceptos básicos anatómicos y fisiológicos, necesarios para entender mejor lo que va a seguir. Que no es, ni más ni menos, que seguir uno a uno todos los sentidos que proporcionan información del exterior o del interior a nuestro cerebro. Seguir la información desde el punto de entrada, donde algún sensor corporal se da por aludido, hasta las regiones finales del sistema nervioso a donde llega la información sensorial. Ya es harina de otro costal el saber qué es lo que hace el cerebro con todo ello.
Un dato: creo que os sorprenderá el conocer que los soportes de cualquier información sensorial son idénticos, desde el que instruye sobre el dolor hasta el que lo hace con el gusto, desde la temperatura al olfato, para todos y cada uno de los sentidos. Entonces ¿cómo se genera la diversidad de percepciones? La explicación la debemos buscar en la evolución. Las circunstancias ambientales van modelando a las partes de nuestro organismo, con el resultado de que van “sobreviviendo” aquellas que permitieron a nuestros antecesoras reproducirse más. No hay un plan general, por lo que deberemos pensar que para cada estímulo exterior el organismo se las arregló de forma individual y específica, dentro de un patrón global de equilibrio. Y, al igual que la evolución, partiendo de cuatro extremidades ancestralmente análogas dotó al animal humano de dos para coger y dos para andar, también tuvo que desarrollar a partir de un conjunto análogo de células sensibles -protoneuronas- un bloque para la vista, y a su lado el del olfato, y a su lado el del equilibrio… La evolución vio que las interconexiones entre estos bloques también aportaban una ventaja y permitió el procesamiento conjunto de los módulos individuales…
En definitiva, esta historia acerca de “los sistemas receptores” es para mostrar, en el fondo, que a pesar de la igualdad en los bits de entrada, estos se discriminan produciendo diversidad de perceptos al llegar a los sitios adecuados en el cerebro. Y que las experiencias son más que subjetivas, unas construcciones de nuestro sistema nervioso.
Pues eso es un poco lo que pretendo poner en común en esta serie: Los sistemas perceptores y sus rutas por el sistema nervioso. Que lo disfrutéis.
La serie tiene los artículos siguientes:
01- Un poco de anatomía para una navegación confortable
02- Los primeros talleres en el procesamiento cerebral de las señales somatosensoriales
03- Los caminos de la información
06- Sistema vestibular I: Los sensores
07- Sistema vestibular II: Procesos
10- La visión II. Procesos intermedios
11- La visión III. Procesos superiores
13- La audición II. Procesos superiores
14- Sistema sensorial del olfato
15- Sistema sensorial del gusto
ANEXO I – El GPS biológico. El sentido de la orientación (1)
ANEXO I – El GPS biológico. El sentido de la orientación (2)
ANEXO II – Sentido de la propia identidad (Yo y consciencia)