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Historia de un ignorante… ma non troppo. La Octava Sinfonía, “Inglesa”, de Antonin Dvorak




Sí, sí, no me he equivocado de número de Sinfonía. Ya sé que la Sinfonía superconocida del checo Antonin Dvorak (pronúnciese algo así como Vóoszak; según me dijo tiempo ha un amigo mío que aparentemente sabía de qué hablaba) es la Novena, la famosísima Sinfonía del Nuevo Mundo… que ha sido utilizada hasta la saciedad. Su precioso primer movimiento ha sido usado en montones de películas, NODOs y noticiarios. El segundo movimiento, basado en melodías indias (indias de Norteamérica, quiero decir), lo mismo… incluso ha sido convertido en canciones pop de éxito, como hizo Mocedades en 1970, por ejemplo, con su canción “Más allá” (creo que se llamaba así) directamente plagiada del Largo de la Novena, con letra  de Juan Carlos Calderón, muy del estilo de “Paz y Amor” imperante en la época. El scherzo algo menos… pero claro, es que no es nada “americano”, sino más bien checo, bohemio hasta la médula, para más detalle.

Y del cuarto movimiento, qué decir… cuando se ha crecido escuchando cada miércoles por la noche el solemne comienzo del Allegro con fuoco, que era la sintonía del programa “Ustedes son formidables”, de Alberto Oliveras, durante el montón de años que estuvo en emisión en Radio Madrid (Cadena SER)… pues acaba uno un poco harto de escuchar tantas veces la misma música, y ahora le tengo un poco de manía a la Sinfonía del Nuevo Mundo. Es algo personal, ya lo sé, y un poco tonto, pero qué se le va a hacer.

Por eso traigo aquí su Octava Sinfonía, denominada “Inglesa”, a pesar de ser quizá las más bohemia de todas sus bohemias sinfonías (aquí uso “bohemia” como natural de Bohemia, en la República Checa, donde, cerca de Praga, nació Antonin Dvorak en 1841, y donde vivió, concretamente en la propia Praga, casi toda su vida, hasta su fallecimiento en 1904).

Antonin Dvorak

Antonin Dvorak

Hace ya bastantes años, tenía yo entradas para un Concierto en el que estaba programada, según el folleto, la Novena Sinfonía de Antonin Dvorak, o sea, la de siempre… Una cosa es que le tenga un poco de manía a esta obra, y otra que no me guste… así que iba con la idea de oír una vez más en directo tan espléndida sinfonía… y resulta que, por arte de los errores tipográficos, no se trataba en realidad de la Novena, sino de la Octava, que, por aquel entonces, yo no conocía (ni tampoco ninguna otra sinfonía de Dvorak que no fuera la ubicua Sinfonía del Nuevo Mundo). Y a priori, cuando vi el programa del concierto, que hablaba de la Octava, me llevé una decepción, pues el resto del concierto no me decía gran cosa; de hecho ni me acuerdo de qué otras obras se componía. Y cuando escuchas algo por primera vez, te puedes llevar una desilusión grande… o una gran sorpresa, que fue lo que de hecho me ocurrió.

Preciosa y alegrísima sinfonía, esta Octava, subtitulada “Inglesa”… lo que tiene su gracia, porque ya digo que está basada casi toda ella en música tradicional bohemia, que Dvorak adoraba, más que ninguna otra sinfonía suya, seguramente. El motivo de tan extravagante apodo es que, por aquella época, Dvorak se enfadó por algún motivo con su editor habitual (creo que era vienés, o quizá muniqués, pero no estoy seguro), y envió la Sinfonía para su edición a… Londres. Y por eso se conoce como “Inglesa”, porque fue inicialmente editada en Inglaterra, hay que fastidiarse…

Se trata, efectivamente, de una de las obras más alegres que conozco. Oírla eleva el espíritu, te dan ganas de bailar, de abrazar a algún desconocido y brindar por el brillante futuro de la Humanidad… Ya me diréis cuando la oigáis, ya…

Y esa alegría refleja, seguramente, la alegría que debió sentir el propio Antonin Dvorak en 1889, cuando la compuso, tras ser elegido miembro de la Academia Bohemia “Emperador Franz Joseph” para el Impulso de las Artes y la Literatura, Academia (es decir, a sus académicos y ahora colegas) a quien dedicó la Sinfonía. Dvorak estaba agradecido, feliz, y en su casa de campo cerca de su querida Praga. Y tomó como inspiración diferentes tonadas populares bohemias, alegres y danzarinas, orquestándolas con gran maestría, usando liberalmente los metales y la percusión… Vaya, que le quedó fantástica. Y fantástica me pareció al oírla por vez primera en la Sala de Conciertos.

Obviamente corrí el día siguiente a comprar un buen vinilo con alguna versión de la Octava, que recuerdo que me costó lo suyo encontrar en el Madrid de hace bastantes años… Creo que era del no menos ubicuo Herbert von Karajan, pero no conservo el vinilo (como casi ninguno de los que tenía por entonces). Algunos años después conseguí, por fin, el CD con la grabación de referencia de esta Sinfonía: la del también checo Rafael Kubelik, con la Filarmónica de Berlín, editado por Deutsche Grammophon, y encima en el mismo CD también viene la Novena, del mismo director y orquesta… ¡Para qué queremos más! Éste es el disco en cuestión, en Amazon: aunque parezca que sólo tiene la omnipresente Sinfonía del Nuevo Mundo, está la Octava también, lo prometo, que yo tengo uno igualito que ése…

Vamos a la obra, pues.

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Zubin Mehta

Acompañadme, si lo gustáis, con una grabación bastante buena, del excelente director indio Zubin Mehta, con la Orquesta Sinfónica de Los Ángeles, que, además, partida como está en cuatro trozos, tiene un movimiento completo en cada trozo, lo que significa que está dividida por su sitio

Demos fervientemente las gracias a la persona que subió estos videos por su buen hacer, que ya tendremos oportunidad de maldecir a algún que otro “subidor” en artículos sucesivos…

Claro que también ayudó el buen Dvorak, al preocuparse de que ninguno de los cuatro movimientos de la Sinfonía durara más de diez minutos, je, je. Se ve que el genial Dvorak ya sabía que, en el futuro, ése precisamente sería el límite de youtube, digo yo…

Bien, dejémonos de tonterías y vamos ya con el primer movimiento: Allegro con brio:

Ya dije que toda la obra estaba basada en canciones populares checas, y tras una solemne introducción, aquí podemos oír una bella melodía de amor, que da paso a una entrada maravillosa de la flauta, recordando el canto de los pájaros, dando entrada al tema principal. De hecho los trinos pajariles de la flauta, la gran protagonista del movimiento (y de toda la sinfonía) se reparten por todo él, recordándonos que seguimos en el campo.

En el minuto 4:25 se repite, con variaciones, el tema principal, la entrada de la flauta, y el resto de la melodía, con un uso prominente de los metales y la percusión…

En fin, oigámosla… hasta su espléndido final, cuando, entre tos y tos, no nos queda más remedio que pasar al segundo video, el tiempo lento de la Sinfonía, el Adagio:

Comienza con la madera (ya sabéis, flautas, oboes, clarinetes y fagotes, básicamente) llevando la melodía prominente, continuación tranquila del primer movimiento, contestada por la cuerda… hasta que sobre el minuto 3:10 cambia la melodía también de ritmo; ya no es nada adagio sino más bien un andante, incluso un allegretto. La madera lleva la voz cantante, acompañada por la cuerda mediante el uso machacón de escalas descendentes… hasta que sutilmente cambian las tornas, sobre el minuto 3:45, y ahora es el violín solista del concertino el que marca la melodía, acompañado esta vez por las mismas escalas descendentes, pero ejecutadas por la madera, en una especie de toma y daca… espléndido. Es un efecto, desde mi particular e ignorante punto de vista, extraordinario.

Sobre el minuto 5:40 se repite nuevamente el principio, como siempre con variaciones…

Hasta que termina el movimiento de forma tranquila, calmada, preparándonos para el baile… ¿Os apetece bailar? Porque ahora viene un Vals: el tercer movimiento: Allegretto grazioso – Molto vivace:

Vale, no es un vals al estilo de Johann Strauss; no es el Danubio Azul ni las Rosas del Sur. Pero se distingue perfectamente el ritmo de vals de la danza bohemia original en que se basa. Un movimiento bellísimo, que termina contenidamente, preparándonos para la traca final: el cuarto y último movimiento, un Allegro ma non troppo realmente alegre y conmovedor. En realidad este movimiento es attacca, o sea, se comienza sin interrupción entre movimiento y movimiento. Así que imaginaros que empieza inmediatamente al final del Allegretto

Una poderosa fanfarria de trompetas nos anuncia el comienzo del movimiento, que en seguida son sustituidas por los cellos, entonando una melodía lírica, solemne, cantabile, poderosa, que nos eleva literalmente del asiento… y de pronto la Orquesta entera entra a repetir el tema inicial en una impresionante cascada de sonido que te deja sin aliento.

Una flauta traversera

En el minuto 2:05, de pronto, el tema explota, en un estruendoso tutti… y entonces entra, de nuevo, la flauta traversera solista, la máxima protagonista de la obra (podéis admirar una flauta en la imagen anterior), entonando un maravilloso solo que preludia de nuevo la explosión orquestal… y todo el proceso se repite, nuevamente hasta su apoteósico final, donde la percusión, y sobre todo los metales, vuelven a ser los máximos protagonistas.

No os vayáis muy lejos, que voy corriendo a abrazaros…

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Excelente la interpretación de Zubin Mehta, y muy buena la ejecución de la Sinfónica de Los Ángeles. Aunque a mí me gusta bastante más la versión de Kubelik, pues me parece que le da un “aire bohemio” (es decir, checo) mucho más adecuado, quizá por la tonta casualidad de que él era, precisamente, checo. Pero como siempre, para gustos hay colores…

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Permitidme aquí y ahora que me extralimite un poco dentro de mi supina ignorancia musical.

Alguna vez me habéis preguntado que qué es exactamente lo que hace un Director de Orquesta, y por qué es tan importante. Porque os habréis dado cuenta de que, durante el Concierto, no pasaría demasiado si no estuviera allí, puesto que son los músicos quienes realmente tocan, y además cada uno tiene su partitura… Vale, sí, da las entradas a los instrumentos, marcando el momento exacto en que tienen que comenzar su parte, o a dar la nota, según el caso… pero una vez ensayada una obra, la orquesta se la sabe (o se la debería saber, que en ocasiones no es lo mismo) literalmente de memoria, y en la representación final, el director sólo es, de hecho, una figura decorativa.

El Director de Orquesta prototípico: Herbert von Karajan

El Director de Orquesta prototípico: Herbert von Karajan

Por ejemplo, Herbert von Karajan, el conocidísimo y superprolífico director salzburgués (aunque toda su carrera la hizo en Alemania… y después, en todo el mundo, habiendo vendido más de doscientos millones de discos, que se dice pronto…), apenas se movía mientras dirigía, haciendo sólo leves movimientos de la mano, y muy a menudo “dirigía” todo el Concierto con los ojos cerrados, tal como aparece en la foto de al lado… O sea, parece que sobra, sin más.

Es cierto. Pero es que el trabajo del Director se realiza precisamente antes de y durante los ensayos. Antes, cuando se estudia la obra que tiene que interpretar y decide cómo va a tocarla… Y durante los ensayos, informando a los músicos cómo deben tocar su parte… Sí, el que la interpreta es el Director, aunque él no toque ningún instrumento (hay ocasiones en que sí que lo toca, cuando además de director eres también un buen solista, caso de Daniel Barenboim, por ejemplo).

Hemos visto lo distinta que puede sonar una misma obra (una sonata para piano, por ejemplo), según la interpretación personal del solista, hasta el punto de que en ocasiones no parece siquiera tratarse de la misma composición. En el caso de una composición para orquesta, es el Director quien decide cómo se interpreta la obra.

En una palabra, cada violinista tiene su parte, que debe interpretar como dice la partitura… y como dice el director que hay que interpretarla. Cada flautista, lo mismo. Y cada violonchelista, cada percusionista y cada trompetista… ¿Y cuál es el instrumento que toca el Director, pues? Pues el instrumento que toca el Director es la propia Orquesta entera. Nada más. Y nada menos…

Él decide si las trompas entran en piano o en forte (haciendo caso a lo que diga la partitura original… o no), si ciertos pasajes se tocarán aumentando o disminuyendo el volumen del sonido (crescendo o diminuendo, respectivamente), si en cierto momento los metales deben oírse más o menos que la cuerda, si el percusionista debe arrear al timbal con todas sus ganas, o casi acariciarle… Él decide si la Orquesta tocará más rápido o más lento cada pasaje, si habrá rubato o no, y por parte de quién…

Bueno, no me pidáis más detalles, que hasta aquí llego, no más. Pero el resultado de escuchar esta misma sinfonía a Mehta o a Kubelik, o a Carlo Maria Giulini, o al omnipresente (y omnigrabante) Karajan, o quien sea que haya grabado esta Octava Sinfonía (no sólo ellos, muchos y magníficos directores lo han hecho), es muy, muy diferente. Y no sólo pasa con esta sinfonía: pasa con cualquier obra, literalmente. Haced la prueba, y veréis.

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Volviendo a la Octava de Dvorak, para los que tengáis Spotify (y, o sois socios de pago, o estáis dispuestos a aceptar que entre movimiento y movimiento te ofrezca amablemente cualquier cosita muy interesante con un par o tres de cuñas publicitarias), podéis disfrutar de esta excelente versión de Kurt Masur, con la Filarmónica de Nueva York.

Existen, pues, versiones muy buenas (aunque ciertamente también las hay no tan buenas). Distintas entre sí, pero cada cuál con su aquél…

Y, sin embargo, lo que sí puedo aseguraros es que no hay nada como la música en directo. No hay grabación que se le compare. Nada, absolutamente nada supera a la magia de ver a un director dirigiendo a una Orquesta una buena Sinfonía, exclusivamente para tus oídos. Nada…

…Y si vivís en Madrid o estáis en esta ciudad, entre zanja y zanja, el próximo día 5 de noviembre, podréis oír esta Octava Sinfonía, “Inglesa”, de Dvorak en el Auditorio Nacional a la Orquesta Sinfónica de Madrid (la titular de la Ópera de Madrid), dirigida por Jesús López Cobos, nuestro director más valorado internacionalmente. No será la primera vez que escuche esta obra a este director y esta orquesta, y la interpretan maravillosamente… y a un precio muy razonable, ya sabéis, en el propio Auditorio o en Servicaixa… A los que vayáis, allí nos veremos… salvo que la Gripe A (o la B…)  ataque, claro. Si toso, no voy, ya sabéis…

Hasta la próxima. Y ya sabéis: Disfrutad de la vida, mientras podáis.

A ser posible, escuchando música.


Sobre el autor:

Macluskey ( )

Macluskey es un informático de los tiempos heroicos, pero no ha dejado de trabajar en Informática y disfrutar con ella hasta la fecha. Y lo que el cuerpo aguante. Y además, le gusta la música...
 

{ 12 } Comentarios

  1. Gravatar Pedro | 30/10/2009 at 04:53 | Permalink

    Excelente entrada

    Hace unas semanas, sólo conocia la 9na de Dvorak. Y gracias a la recomendación que me hiciste, consegui la 8va. Y claro, dan ganas de brincar.

    ¿Algún día un análisis de una obra de un autor hispano?

    Saludos a todos

  2. Gravatar Pedro | 30/10/2009 at 06:11 | Permalink

    Como siempre, un placer para ponérselo mientras se trabaja (por ejemplo, escribiendo artículos) :)

  3. Gravatar lluisteixido | 30/10/2009 at 08:10 | Permalink

    Se ve que el genial Dvorak ya sabía que, en el futuro, ése precisamente sería el límite de youtube, digo yo…

    XD Que visionario, el Dvorak éste…

    Respecto a la función del director de orquesta: primero, gracias por la aclaración. Mas o menos era lo que intuía que hacía, pero comentas que durante el concierto la orquesta “debería” conocerse la obra y no necesitar tanto la figura del director.

    Por eso me sorprendió cuando visitando la entrada sobre Karajan en la wikipedia hablan de un error suyo en un concierto (cito) “con Die Meistersinger von Nürnberg para los reyes de Yugoslavia en junio de 1939″, aunque solo hablan que su error provocó que “las cantantes se detuvieron”. Supongo que simplemente estaban esperando la indicación de Karajan para “entrar”. Pero me sorprende bastante que se necesitara tanto su figura después de tantos ensayos…

    Saludos

  4. Gravatar Macluskey | 30/10/2009 at 09:27 | Permalink

    @Pedro (de México): Me alegro que te guste esta Octava… a mí me parece maravillosa. Igual podrías buscar por ahí el resto de Sinfonías de Dvorak, a mí la primera y la séptima me gustan también mucho… Y sí, en un par de artículos aparecerá por aquí un autor hispano… ¡Y os va a encantar, con toda seguridad! Pero permitidme que me reserve los detalles, para darle emoción…

    @Pedro (Great Boss): Los artículos que escribas oyendo a Dvorak serán todos excelentes, y cantarán al radiante futuro de la Humanidad… :)

    @Lluis: Sí, puede ser. Si os fijáis, en muchas ocasiones los músicos levantan la vista de su partitura para fijarla en el director, esperando el momento exacto en que les dan la entrada. Aún ocurre más con los coros (no tanto con los cantantes solistas), que están acostumbrados a no dar ni una nota sin indicación del director, mucho más que los propios músicos. Debe ser porque ensayan por separado y sólo en los ensayos finales se juntan todos, orquesta y coro, digo yo…

    Por ejemplo, si recordáis en el post dedicado al Requiem de Verdi, enlacé con un video de Plácido Domingo cantando el “Ingemisco”, donde (hacia la mitad de la pieza) se equivoca y entra antes de lo que le corresponde, así que se para y vuelve a entrar de nuevo, esta vez sí en su sitio… si no te conoces la obra igual no te das cuenta, y estoy seguro que situaciones de éstas ocurren cada día varias veces, y son las tablas de los profesionales las que salvan la situación, siguiendo como si tal cosa…

    Gracias por vuestros comentarios

  5. Gravatar Gustavo | 31/10/2009 at 01:50 | Permalink

    Macluskey, primero que nada te doy la noticia de que pude conseguir la versión de Slatkin de los “Cuadros”, así que no necesito molestarte aunque igual te agradezco el ofrecimiento. Los comentarios los hago donde corresponde, o sea en tu artículo acerca de esta obra.

    Yendo ahora a Dvorak, una vez más me gusta aportar información a tus excelentes artículos.

    La numeración de las sinfonías de Dvorak es un hecho curioso. Parece que él las fue numerando (quizá en conformidad con algún juicio de autocrítica, según las fecha de creación, cosa que se me ocurre pensar pues no tengo información clara en ese sentido, pero las fechas y los números se ordenan de esta manera:

    1865-Sinfonía en Do Menor, Opus 3 (Las Campanas de Zionice”)

    1865-Sinfonía en Si Bemol, Opus 4

    1873-Sinfonía en Mi Bemol (Opus original. N° 10)

    1874-Sinfonía en Re Menor (Opus original N°. 12)

    1875-Sinfonía en Fa (Nº 1), Opus 76 (Opus original. N° 24; revisada en 1887)

    1880-Sinfonía en Re (Nº 2), Opus 60

    1885-Sinfonía en Re Menor (Nº 3), Opus 70

    1889-Sinfonía en Sol (Nº 4), Opus 88

    1893-Sinfonía en Mi Menor (Nº 5), Opus 95 (“Del Nuevo Mundo”)

    Según esto. Se ve que Dvorak consideró que de sus 9 sinfonías la que debería llevar el título de “primera” es la Sinfonía en Re Op. 60… pero eso lo habría decidido en 1880 después de haber compuesto en 1875 la Sinfonía en fa que lleva el N° 3 que todavía revisó en 1887. Este es un hecho curioso, que ha hecho que a la Sinfonía del Nuevo Mundo se le dé con frecuencia el N° 5 y no el N° 9. Así que si alguna vez alguien oye decir que ésta es la quinta sinfonía de Dvorak, no piense que el que lo dijo se equivocó. De igual manera, la deliciosa 8ª. Sinfonía sería también la 4ª. Es claro que algún sentido debe tener el “salto” del Op. (opus = obra) que en las sinfonías pasa directamente del Op. 24 al Op. 60 que lleva el N° 1.

    Y quisiera agregar algo más sobre la N° 5 (o N° 9) – ¡vaya una confusión que creó el buen Dvorak! (De la “Inglesa” no se me ocurre agregar nada, porque tú lo has dicho todo). Comentando entonces algo más sobre la “Del Nuevo Mundo” ha habido una gran polémica acerca de si usó o no temas de negro spiritual y de los indios norteamericanos. Lo cierto parece ser que durante su estadía en los Estados Unidos se habría visto influenciado por el “alma” de la música norteamericana folclórica, pero jamás habría copiado un tema por haberlo escuchado. Dvorak mismo declaraba en un importante periódico de Nueva York que:

    “No he empleado una sola nota de estas melodías. He escrito simplemente temas originales a los que he incorporado algunas características de la música india, y al trabajar estos temas los he desarrollado con todas las posibilidades del ritmo moderno, la armonía y el contrapunto y los colores de la orquesta”.

    Y todavía agrega más adelante:

    “Prescindan de esa tontería de que yo he usado motivos indios, pues no es cierto. Sólo me propuse al componer la obra mantenerme dentro del espíritu de las melodías americanas”.

    No obstante, el crítico James Lyons hace notar que “El compás 149 inicia un solo de flauta que parece recordar a “Swing low, Sweet chariot” a pesar de la firme negativa de Dvořák en cuanto a esa intención.” Y luego, el mismo crítico opina, muy acertadamente, algo que definiría quizá toda la estética de Antonin Dvorak:

    “Por cierto que la cita (de Swing low, Sweet chariot) no es completa; sólo presenta la segunda mitad de la conocida melodía. Pero una cosa es una melodía mientras que otra es un tema viable, y lo que ofrece Dvorak es un tema eminentemente apto para su tratamiento sinfónico. Probablemente nos encontremos ante un caso de inspiración inconscientemente apoyada por la memoria, pero en ese caso Dvorak elaboró y amplió su recuerdo.”

    Saludos y seguimos escuchando música.

  6. Gravatar Gustavo | 31/10/2009 at 01:59 | Permalink

    No sé qué pasó al enviar el comentario, a mí por lo menos me aparece la cita de Dvorak en una línea sola toda hacia fuera del recuadro (Grrrrr). No tengo manera de arreglarlo – o tal vez se termine arreglando solo. Tal vez “un viejo informático” me lo sepa explicar…

  7. Gravatar Macluskey | 31/10/2009 at 04:53 | Permalink

    @Gustavo: Pues si no se inspiró en melodías indias, de soul, espirituales… lo parece mucho, sin duda.

    Y los de sus opus, y el lío que se traía, lo sabía, pero nunca lo vi tan claro como en tu comentario. Bueno, también Bruckner tiene Sinfonías que él eliminó y hoy se conocen como la “0″ y la “oo”, como la cerveza sin alcohol… Muchas gracias!

  8. Gravatar Pedro | 31/10/2009 at 06:36 | Permalink

    Gustavo, acabo de arreglar el comentario. El “code” dentro del “pre” no resultó bien (lo he reemplazado por “blockquote”).

  9. Gravatar Gustavo | 03/11/2009 at 10:06 | Permalink

    Gracias, Pedro!

    Mac, coincido en que si no se inspiró en todas esas melodías… Es más, el “Swing low, Sweet chariot” es tan evidente!! Es sorprendente que Dvorak haya hecho una negativa tan enérgica.

    Saludos y nada que agradecer!!

  10. Gravatar Macluskey | 05/11/2009 at 10:35 | Permalink

    Bueno, acaboe llegar a casa del concierto dela OSM en que han interpretado la Octava de Dvorak… ¡Excelente interpretación!

    López Cobos ha vuelto a sacar lo mejor de sí misma a una orquesta que hamejoradomucho a lo largo de los últimos años, aunque deberían intentar mejorar los metales, que han dado la nota en un par de ocasiones (no en la Octava, sino en las otras dos piezas del concierto, con el tema de Don Quijote, una de Gombau y la otra de Richard Strauss).

    Bueno, lo dicho. Un placer oír en directo la buena música… y el próximo de la OSM es la Novena de Beethoven, ya en diciembre…

    En fin. A disfrutar mientras se pueda.

    Saludos

  11. Gravatar Cubano | 12/02/2010 at 08:14 | Permalink

    Del papel del director me acordé yo el fin de semana pasado, cuando el director titular de la Orquesta de Extremadura, Jesús Amigo, destrozó el Concierto para orquesta de Bartók de manera inmisericorde. O cuando la 3ª sinfonía de Mendelssohn, obra que yo siempre he tenido por oscura y melancólia, resultó ser muy alegre y mediterránea de la mano de Eduardo Rahn. Me he aficionado a la música clásica con cierta edad y algo sordo, pero, desde luego, no hay nada como un buen concierto. Un saludo y gracias por los artículos.

  12. Gravatar Patricia | 11/12/2012 at 01:15 | Permalink

    Espero con ansia tu post sobre la sibfonía num. 9 del mismo compositor, aka “El nuevo mundo”. Y su (no fortuita) similitud con la BSO de El Señor de los anillos.

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