La obra que hoy aparece en esta serie musical que tanto tiempo hace que acompaña a los sufridos lectores de ElCedazo es seguramente una de las obras más influyentes del Siglo XX. Su estreno en el París de la Belle Époque en 1913 fue uno de los más movidos de los que se tiene noticias, llegando prácticamente a la agresión física entre los defensores y los detractores del espectáculo (en todos los sentidos) que se estaba representando en el escenario. Pero según transcurría el tiempo se fue haciendo más y más grande, más influyente, indispensable para entender las nuevas tendencias musicales de principios del siglo pasado. Y, para mi modesto entender, una de las quizá tres o cuatro obras orquestales más importantes del Siglo XX.[1][2]
Sí, estoy hablando de La Consagración de la Primavera, ballet cuya música es de Igor Stravinski, y su primera coreografía, del bailarín más célebre del mundo entonces y seguramente ahora, Vaslav Nijinsky. Estamos ante una de las piezas más rompedoras de la Historia de la Música, una obra que marcó un antes y un después… Pero basta de palabrería vana y vayamos al grano.
Nació Igor Stravinski en 1882 en Oranienbaum (hoy Lomonosov, a 40 km de San Petersburgo), en la Rusia zarista, hijo de un cantante del Teatro Mariinsky de San Petersburgo, a pesar de lo cual comenzó a estudiar Derecho… vano intento. En seguida dejó el estudio de Leyes para dedicarse a componer… y vaya si lo hizo. En 1902 se convirtió en alumno de Nikolai Rimsky-Korsakoff, sin duda el mejor compositor y teórico de la composición ruso de la época, y una de sus obras de este periodo de estudiante cayó por alguna remota casualidad en las manos del ínclito Serguéi Diaguilev, el todopoderoso director de los celebérrimos Ballets Rusos que dominaron la escena mundial durante al menos veinte años. Algo debió impactar a Diaguilev de esta obra estudiantil para que encargara al jovencísimo Stravinski algunas orquestaciones, seguramente para probarle, y, satisfecho, por fin la composición de la música para un ballet completo, El Pájaro de Fuego. El joven Igor compuso la música, Nijinsky preparó la coreografía y el resultado fue un gran éxito cuando se estrenó en 1910.
Diaguilev le encargó entonces un nuevo ballet, Petrushka, estrenado en 1911, que fue otro grandioso éxito y, por fin, un tercer encargo fue la obra protagonista de este artículo, La Consagración de la Primavera, con coreografía también de Nijinsky y escenografía y diseño de vestuario de Nicholas Roerich, que fue estrenado en el parisino Teatro de los Campos Elíseos el 29 de mayo de 1913. Fue un estreno sonado. Efectivamente, pocos serían capaces de asegurar que fuera un “gran éxito”, pero lo que nadie podría discutir es que había sido un estreno sonado: los espectadores la emprendieron a puñetazos los unos con los otros, según fueran detractores o admiradores de lo que estaban viendo y oyendo, de tal modo que fue necesaria la irrupción de la policía para poner orden en los exaltados ánimos, y todo el segundo acto hubo de desarrollarse bajo una estricta vigilancia policial. Seguramente se trata del mayor escándalo acaecido en un estreno musical en toda la historia… y no es para menos.
Hay que ponerse en situación para comprender el shock vivido por los espectadores que tuvieron el ¿privilegio? de asistir a dicho estreno. A ver si consigo que os hagáis una idea.[3]
Los Ballets Rusos dominan la escena parisina (lo que en la década de la Belle Époque significaba dominar la escena mundial) con sus elegantísimas coreografías de los ballets que hoy denominaríamos “clásicos”, por ejemplo Giselle, de Adam, o El Lago de los Cisnes, de Tchaikowsky.
Sus bailarines, de una perfección técnica inusitada, ejecutaban complicadas figuras de ballet, como el pas a deux, el pas a quatre u otras muchas ingeniosas y bellísimas figuras y coreografías,[4] todo ello vestidos casi siempre con la clásica vestimenta utilizada en el ballet: mallas, tutús y elegantes conjuntos generalmente de inmaculada blancura…
Veamos una breve muestra de ese ballet refinado y elegante: El baile de los pequeños cisnes, del Lago de los Cisnes de Tchaikowsky.
Estos educados (y, casi con plena seguridad, acaudalados) espectadores acostumbrados a estos ballets de enorme finura y belleza se acercan al modernísimo Teatro de los Campos Elíseos (había sido inaugurado hacía poco más de un mes), hasta abarrotarlo por completo, con la intención de disfrutar con la última creación del reputado Diaguilev, con la música del joven pero ya triunfador Stravinski y con la coreografía del mejor coreógrafo que en el mundo ha habido, Nijinsky, que además es el primer bailarín… Allí está la créme de la créme del momento cultural y artístico parisino, incluyendo a Maurice Ravel, Claude Debussy o Camille Saint-Säens, entre otros.
La primera parte de la función había sido otro ballet, Las Sílfides, de Frédérick Chopin… bello, si duda, pero absolutamente convencional. Nada hacía presagiar lo que iban a presenciar los confiados espectadores del Teatro de los Campos Elíseos ese día de fines de mayo de 1913. Pongámonos por un momento en su piel:
“Veamos el programa: Estamos en la pagana Rusia antigua, o tal vez en la Rusia paleolítica, quién sabe. Ante la inminente llegada de la primavera, una tribu de rusos primitivos[5] procede a una serie de rituales de adoración que culminan cuando seleccionan a una doncella para ofrecerla como exvoto a la nueva estación, para que la primavera sea generosa y reparta sus dones entre los miembros de la tribu o del clan o lo que sea. La doncella, para obtener la complacencia de la estación entrante, debe bailar y bailar… y bailar hasta la muerte, en un sacrificio no se sabe muy bien si voluntario u obligado… Mmmm, bueno, no parece precisamente un programa muy acorde con lo que estamos acostumbrados, pero, bien, veamos qué nos ofrecen hoy el mago Diaguilev y sus muchachos…
“La música comienza con un fagot desgranando las primeras notas, pero en un registro tan alto que es irreconocible, suena casi como un oboe,[6] seguido del resto de la madera que se va contestando, alternando, mientras aparecen los primeros bailarines… caramba, el vestuario no es, desde luego, muy convencional:[7] son prácticamente harapos con los que se cubren como pueden los ancestrales miembros de la tribu… Y ¡qué forma de bailar!, nada de figuras clásicas, de elegantes movimientos coordinados con ágiles saltos, sino brincos grotescos y movimientos casi animales… y, desde luego, nada de bailar sobre las puntas, sino apoyando firmemente la planta de los pies en el suelo…
“Y la música… ¡La música!! ¿Eso que se oye es de verdad música??? ¿Dónde están los geniales acordes de Tchaikowsky, o de Suppé, de Offenbach o del mismo Chopin de hace un rato…?? Eso no es música, señores: ES RUIDO. Igual suena un bombo que un gong que un bocinazo de las trompas, igual hay un trémolo de las flautas en piano que un tutti ensordecedor que no viene a cuento. Esto no hay quien lo aguante, esto no es ballet, es una burla…”
Más adelante enlazaré a un video en el que podréis comprobar que, efectivamente, la coreografía de Nijinski y el vestuario de Roerich no eran, desde luego, lo que podría esperar un aficionado al ballet de la época. Pero de momento dejad que siga con el relato del “Riot on the Rite”.
Porque el caso es que se lió. Se lió parda. Hay bastantes testimonios de espectadores que, curiosamente, dan versiones significativamente diferentes entre sí… según se encuadraran en el ala de los modernistas o en la de los tradicionales, me imagino. La mayoría de ellos están de acuerdo en una sola cosa: que, en realidad, la algarabía era de tal calibre que nadie escuchó la música,[8] y que casi todos los improperios se dirigieron hacia la “fea puesta en escena, el horroroso vestuario y la pobre actuación de los bailarines”, no tanto a la casi inaudible música de Stravinski, aunque, por si acaso, éste abandonó en seguida el auditorio para seguir el resto de la representación entre bambalinas, no se fuera a escapar un guantazo y le tocara a él, y luego, junto con Nijinski, al acabar el ballet huyeron al Bois de Boulogne para ponerse fuera del alcance de los exaltados.
En resumen, y en mi opinión: la mayor parte de la concurrencia pensó que aquello, la suma de música, escenario y coreografía, no había quien lo aguantara y que se estaban burlando de ellos. Yo he vivido muchos estrenos con semejantes sensaciones, pero, acostumbrados a estrenos infumables, el público actual se comporta de forma más o menos educada: un silbido, un pateo, poco más, incluso hay quien aplaude y todo. El público parisino de 1913 no, no se comportó de forma educada. Se liaron a trompazos con los seguidores de las corrientes modernistas que ya asomaban en la escena musical europea y que, asombrados, asistían a la sublimación de sus apetencias: Stravinski, joven, casi desconocido y con poco que perder, se había atrevido a ir mucho más lejos de lo que ningún modernista se habría atrevido. La Consagración de la Primavera representa una ruptura total con el pasado del ballet, que nunca volvió a ser lo mismo desde entonces, y, por supuesto, de la propia música.
En definitiva, el estreno fue un fracaso de los que hacen época. Y cambió la historia.
El ballet se representó unas pocas veces más en París, ya en un ambiente mucho más tranquilo, aunque las risas, los pateos y los abucheos se repitieron en todas ellas, luego se representó otras pocas veces más en Londres y después pasaron bastantes años hasta que alguien se atreviera a representarla de nuevo, aunque con un diseño de escenario y vestuario un tanto menos transgresor…
Sin embargo, ya enseguida se comenzaron a ejecutar versiones de concierto de la Consagración de la Primavera con gran éxito, y hoy en día pocas veces son las que se representa el ballet, pero no hay orquesta que no programe con cierta frecuencia la ejecución de La Consagración de la Primavera en su versión orquestal. Y es que yo me pregunto si Stravinski estaba de verdad pensando en un ballet cuando compuso esta obra o si en realidad estaba componiendo una obra orquestal pura. En primer lugar, por la evidente dificultad de aplicar las técnicas coreográficas habituales en 1913 a semejante música. El joven compositor ruso usa la orquesta como si fuera un gigantesco conjunto de percusión, con ritmos variables, continuamente cambiantes y a contratiempo, usando disonancias en gran abundancia, con continuos cambios de piano a fortissimo y, por fin, desdeñando en buena medida la música tonal. ¿Cómo rayos se baila eso, dónde meter un grand jetté, un entrechat o un pas de deux con semejante música tan entrecortada y gutural?
Y, en segundo lugar, por el enorme tamaño de la orquesta necesaria para ejecutar La Consagración de la Primavera. La plantilla orquestal es la siguiente: Maderas cuádruples (flautas, oboes, clarinetes y fagotes, cuatro de cada). Nada menos que ocho trompas, de las que dos doblan a tubas wagnerianas. Cinco trompetas, tres trombones y dos tubas. Abundante percusión: Timbales, bombos, triángulos, etc; se necesitan al menos cinco percusionistas. Cuerda muy, pero que muy nutrida, normalmente 60 músicos: 16 primeros violines, 14 segundos violines, 12 violas, 10 cellos y 8 contrabajos. Es decir, entre 95 y 100 músicos en total. Eso es una orquesta gigantesca que no cabe en prácticamente ningún foso de ningún teatro de ópera o de ballet del mundo. En nuestros tiempos ya no hay problema con esto: se graba la música y se pone enlatada para que los bailarines ejecuten la coreografía, pero en 1913… pues va a ser que no. Yo creo que Stravinski disfrazó esta obra como ballet, dado que eso era lo que le encargó Diaguilev, pero en realidad no lo es: es una pieza pensada para ser ejecutada en Sala de Conciertos… y eso es precisamente lo que hacen las grandes orquestas del mundo, programarla con muchísima frecuencia y, por supuesto, grabarla.
Uno de los pioneros en grabarla a su modo fue Walt Disney, al incluirla en su película Fantasía, de 1940. Claro que ¿qué se podía esperar de un guionista americano…? Convirtió las “Escenas de una Rusia primitiva y pagana” en otra cosa muy diferente. Como Stravinski aseguró que “quería representar escenas de la vida primitiva”, Disney le tomó la palabra más que al pie de la letra y se llevó la escena hasta el tiempo de los dinosaurios… 65 millones de años atrás. Y además, recortó algunas partes para que no se hiciera tan largo. Stravinski se enfureció muchísimo… pero hay que reconocer que gracias a Fantasía muchos, entre ellos yo mismo, escuchamos por vez primera esta obra y comenzamos a admirarla y reconocerla como lo que es: una de las obras cumbres de la música del siglo XX. Aunque haya dinosaurios.[9]
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Bien, dejémonos de palabrería y escuchemos de una buena vez esta obra maravillosa, aunque advierto que quizás un poco “durilla” de oír para quien se acerque a ella por primera vez. La versión que oiremos es la que tocó en directo la Orquesta de la BBC dirigida por François-Xavier Roth en el Royal Albert Hall londinense en la primavera de 2013, formando parte de esa joya musical que son los BBC Proms, como homenaje en el centenario del estreno de la obra. El video comienza con una interesante intervención de Tom Service, comentarista de la BBC, que dura unos 6 minutos y desvela una serie de datos aderezados con las consabidas imágenes de cañones disparando y flores que se abren… La obra en sí comienza, por tanto, en el minuto 6:20.
La Consagración está dividida en dos movimientos: La Adoración de la Tierra y El Sacrificio, y cada una de ellas tiene diversas “escenas” como consecuencia de su origen como ballet. Y no voy a decir absolutamente nada más sobre esta fabulosa Consagración de la Primavera de Igor Stravinski. Como dice Tom Service al acabar su intervención, nos vemos dentro de treinta minutos, al otro lado del sacrificio…
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Bueno, la doncella ha muerto por fin y la primavera será generosa con nosotros. Gran ejecución, la de la Orquesta de la BBC…
Como dije antes, existen multitud, más de un centenar de grabaciones de esta obra. Como dura alrededor de 30 minutos, lo habitual es que le acompañen otras obras en el CD o DVD. Por ejemplo, esta grabación de Pierre Boulez con la Orquesta de Cleveland tiene, además de la Consagración de la Primavera, los otros dos ballets del “periodo ruso” de Stravinski: El Pájaro de Fuego y Petrushka. Magnífica selección.
De todos modos, la Consagración de la Primavera es una de esas obras en las que la diferencia entre el sonido enlatado, por muy buenos que sean la versión y el aparato reproductor, y escucharla en directo es algo así como la diferencia entre ver fotos de las Cataratas de Iguazú y estar en la Garganta del Diablo viendo, oyendo y sintiendo los miles de metros cúbicos por segundo de agua que caen. No tiene absolutamente nada que ver. Hacedme caso: si podéis, ir a escuchar la Consagración de la Primavera en directo. No os arrepentiréis.
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Ya para acabar, al principio del artículo os decía que enlazaría a un video con la versión original de ballet de la Consagración. Esto tiene su pequeña historia: tras el movidito comienzo de la obra y la hostil recepción de su coreografía y vestuario, tanto la una como el otro fueron debidamente olvidados en algún cajón. Cuando ocho o diez años más tarde alguien se atrevió a reponer la Consagración, lo hizo con criterios menos rompedores y vestuario más “normal”, sea eso lo que sea.
Sin embargo, muchos años más tarde se redescubrieron tanto la coreografía original de Nijinski como el diseño de vestuario y de la escenografía de Roerich. Y entonces el Ballet Joffrey reestrenó la versión original, o al menos lo que se ha podido reconstruir de ella, grabando en 1989 un video que es el que enlazo a continuación. La música no es maravillosa (es, enlatada, la Orquesta del Teatro Nacional de Praga dirigida por Allan Lewis) y del baile… mejor no digo nada: Vedlo vosotros mismos, es realmente curioso:
En fin. De todos modos, posteriores arreglos del ballet hubieran resultado mucho más escandalosos (todavía) a los bienintencionados espectadores parisinos de 1913. Véase, sin ir más lejos, una instantánea de la adaptación de la reputada coreógrafa Pina Bausch.
Y las hay todavía más transgresoras… pero mucho más, de veras. Imaginad lo que queráis… y acertaréis.[10] Así que siempre puede hacerse una adaptación más innovadora, más controvertida, más discutida, más novedosa. Cualquier día hacen una adaptación en la que los que bailen sean robots, o alienígenas al estilo 2001, una Odisea Espacial, cosa que seguro que le hubiera encantado a su autor, el innovador y cosmopolita Igor Stravinski, que falleció en Nueva York a los 89 años de edad, en 1971, habiendo transitado por todas las tendencias musicales del siglo XX. Y mientras a alguien se le ocurre la idea…
Disfrutad de la vida, mientras podáis. A ser posible, escuchando música.
- Y eso es, amigos, mucho decir, pues para alcanzar esa condición debe competir, entre otras, con la mayoría de sinfonías de Mahler, con todas las de Shostakovich, con la Carmina Burana de Orff, los Pinos de Roma de Respighi, la Sinfonía de las Lamentaciones de Gorecki y algunas otras grandísimas obras del repertorio mundial. [↩]
- No, no incluyo en esta breve relación ninguna obra de Schönberg, ni de Webern ni de otros dodecafonistas, serialistas o *istas de pro. Sus obras no me gustan. Ni un poquito. [↩]
- Y no, a pesar de lo que dicen algunas lenguas viperinas, yo NO estuve allí. Soy veterano, pero no tanto. [↩]
- Ya se nota que el ballet no es lo mío, ¿no? [↩]
- Tan primitivos como que ni siquiera saben que son rusos. [↩]
- Camille Saint-Saëns preguntó, enfurecido, “¿Qué demonios de instrumento es ése?” [↩]
- Convencional para ser un ballet, desde luego. [↩]
- Claude Debussy, que también asistió al estreno, no paraba de quejarse: “¡Dejadme escuchar esa música tan maravillosa!” [↩]
- Además, viendo cómo era la coreografía original… ¡casi prefiero los dinosaurios! Bailan mejor… [↩]
- Por ejemplo, buscad en youtube, si queréis, “Angelin Preljocaj Rite of Spring“, o bien con “La Sagra de la Primavera“, en italiano. Encontraréis varios videos con la coreografía completa de la obra, incluso uno con sólo los cinco últimos minutos del ballet, la danza final de la doncella sacrificada, siguiendo la coreografía del coreógreafo Angelin Preljocaj (francés, a pesar de su eslavo apellido), tal como fue representada en Londres hace unos años. [↩]
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{ 6 } Comentarios
Gracias mil gracias , la estaba esperando . Mac ; una consulta : la música en películas especialmente de suspenso , terror . se podría decir que proviene del periodo moderno ? Porque que habría sido del cine si esta música no hubiera existido , hay escenas en algunas películas que necesitan del atonalismo , desde no hace muchos años comencé a poner atención en la música de fondo de las películas de suspenso la cual simplemente pasaba por alto por estar tan absorto en la trama , pero cuando lo hice la asocié inmediatamente con la del tipo de la consagración de la primavera ……una sola queja . Demasiado tiempo dejas pasar entre una obra y la siguiente
Ja, ja… Franco: ¿Tú crees que dejo pasar demasiado tiempo entre una y otra? ¡Pues hay muchos que seguro que opinan que dejo pasar demasiado poco!!!
Sobre lo de las bandas sonoras de las pelis de miedo, desde luego que la Pequeña Serenata Nocturna de Mozart no le haría ningún bien, desde luego. Que sean tonales o atonales… ahí ya me pillas. Supongo que el que hagan ¡Chan Chan Channnn Plum! puede perfectamente estar escrito en fa mayor y ser igual de “terrorífico” que si no está escrito en clave alguna.
Lo que sí te digo es que la música dodecafónica es terrorífica para mí: según programan una en algún concierto al que asista, o me levanto y me voy o directamente no entro. Pero son cosas mías, desde luego.
Gracias por tu comentario.
Mac : si un niño naciera prácticamente escuchando solo música atonal , y cuando grande le hicieran oír musica en el sistema tonal . Probablemente para él esta última sería lo que es para nosotros la atonal .
Cuidado, Franco. Por lo que yo sé, “atonal” no significa “dodecafónico”.
La música dodecafónica es atonal, pero hay otros tipos de música atonal, muchos, de hecho.
Que yo sepa, ninguna de las sinfonías de Mahler, por ejemplo, están etiquetadas como “en re menor” o en “sol sostenido mayor”, y son deliciosas. Esto quiere decir que no siguen ninguna tonalidad sino… muchas, cambiando continuamente, incluso sonando simultáneamente. Y la música resultante suena bien, igual que lo hace esta Consagración de la Primavera.
Pero ya sabes, yo soy un ignorante integral al respecto… ¿Algún músico en Sala?
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p>Entiendo , pero simultáneo a mahler o antes que el hubo alguien que compusiera alguna obra con características parecidas a la consagración o todo esto ocurre desde un movimiento ? , te pregunto porque en tu relato se percibe que se lo tenían bien guardado , digo yo por el revuelo causado . Es como si no hubiera existido un movimiento previo para preparar a las audiencias doctas y las no tanto ….. si pudieras abundar un poco mas en esto
Franco : entiendo tu idea . Tu quieres decir que la música atonal o dodecafónica puede expresar emociones , ideas , atmósferas otros matices que sencillamente toda la música previa a ella no puede , la música también es el reflejo de la época ; los inicios del cine , la electricidad, la fotografía , la teoría de la relatividad , el arte abstracto , el surrealismo en el arte y el pensamiento , el sicoanálisis etc etc ….Es una revolución y la música no podía quedar atrás
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