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Los sistemas receptores 17: Más allá de los cualia




“Podemos afirmar que nada existe; si algo existiera, no podemos llegar a conocerlo, y si fuera de alguna manera posible conocerlo, no podríamos explicarlo a nadie.”

Tesis del filósofo sofista de la Magna Grecia (Sicilia) Gorgias de Leontinos (siglo V-IV a.C.)

“Sabemos también que nuestra conciencia propia es, en un sentido profundo, todo lo que hay. La cúpula celeste y los centenares de cosas visibles que se encuentran bajo ella, incluido el cerebro -el mundo, en definitiva- existen, para cada uno de nosotros, sólo como parte de nuestra conciencia, y desaparecen con ella.”

Gerald M. Edelman, Premio Nobel de Fisiología o Medicina (1972), en su libro “El Universo de la Consciencia”.

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Bien amigos, llegamos al final del camino tras habernos asomado a lo largo de esta serie al interior del sistema nervioso y haber paseado por sus habitaciones abiertas al exterior: las de los sentidos. En la última entrada lo hicimos con el sentido de la interocepción. Creo que hemos conseguido afianzarnos en la idea, en base a haberla repetido una y otra vez, de que todo lo que percibimos como una realidad externa es realmente una invención de nuestro cerebro. Aunque quizás suene mejor el decir que es la propuesta vital de este gran núcleo de neuronas para que podamos mantener el equilibrio homeostático y pasearnos por la vida sin demasiados problemas. ¿Pudiera ser mejor? Quizás sí, pero nuestras laboriosas neuronas son como las hormigas… laboriosas y simplemente, de simple, eficaces. Nuestro genoma nos dice “X años”, y en esto está nuestro organismo.

Es bueno para nuestra supervivencia poder apreciar un cuerpo sólido cuando nos paseamos por la Selva de Oza en la española región de Aragón. Es bueno también el oír el cascabeleo de la serpiente mientras no nos queda más remedio que atravesar el desierto de Arizona. Casi igual de bueno es el poder oler el “perfume” añadido al gas natural que hace borbotear a nuestras cocinas, o el sentir rápidamente sobre nuestro dedo el filo del cuchillo con el que nos preparamos unas patatas. O el experimentar la sed, la fatiga, el vértigo o el dolor por el fuego. Nuestras percepciones concretas… y bien concretas, las tangibles del exterior y las abstractas del interior. Son nuestros sistemas de alerta en la conducción por la vida.

¡PERO! … no lo veo tan fácil, siento una inquietud existencial… es más, es algo así como una duda copernicana al respecto. De aquí que no me va a extrañar si algún valiente que culmine la lectura de los párrafos siguientes llegue al convencimiento de que Jreguart lamentablemente ha entrado en un estado de “demencia” filosófica… pido disculpas y ayuda… toda opinión será bienvenida. Pero sigamos.

A lo largo de las entradas anteriores, mientras desgranábamos sentido a sentido el rosario de los que creemos tener, hemos visto que todo es bastante sencillo: un agente exterior se hace presente, un sensor lo detecta e inicia una cadena de potenciales de acción, unas vías neuronales exclusivas para cada tipo de percepción los vehicula hacia estancias superiores del sistema nervioso, en donde son procesados -y no hemos dicho cómo- para al final, misteriosamente, dar a luz a todas y cada una de nuestras percepciones sensoriales. Mismos potenciales, distintas percepciones. Curioso. Sí… es curioso que, con los mismos datos, unas células idénticas interpreten cosas distintas según sea la escasamente definida oficina cerebral de gestión. ¿Será verdad que el cerebro se lo inventa todo?

¡Vaya lío con los cualia! (Imagen de la red, fair use)

Sin embargo, el misterio se me hace inconmensurable si miro hacia afuera usando mis sentidos exteroceptivos; si analizo cuáles son los agentes externos que traen la materia prima para la confección de mis cualia tan míos. Copio de la Wikipedia: “Los cualia son las cualidades subjetivas de las experiencias individuales. Por ejemplo, la rojez de lo rojo, o lo doloroso del dolor”.

¿Cuáles son los cualia de la vista? La intensidad de la luz, el color, las texturas… aunque además se nos informe de la posición, o del movimiento o de las formas…  En cualquier caso, y desde un punto de vista objetivo, luz, color, textura, movimiento, formas… son lo mismo: el resultado de procesar la información de unos cuantos fotones que “vienen” de fuera. Entrecomillo vienen porque realmente no sabemos si vienen, están o son explosiones energéticas locales y transitorias.

¿Cuáles son los cualia de la audición? Los sonidos, los tonos, el timbre, la prosodia agradable o no de las armonías y acordes… Pero realmente ¿qué es todo esto? El resultado de procesar el patrón de empujones electromagnéticos que sobre la membrana de MI tímpano aplica el aire que se encuentra junto a MI oído externo.

¿Y cuáles los del tacto? Resultados de otra serie de interferencias electromagnéticas entre los electrones de nuestros tejidos epiteliales y los de los cuerpos que se ponen en contacto con nosotros y nos empujan, retuercen, o simplemente rozan.

¿Qué diremos del gusto o del olfato, un par de sentidos quimiosensitivos? Ciertas moléculas químicas encajadas en ciertas proteínas como una mano en un guante, que actúan como espoletas iniciadoras de otros ajetreos moleculares e iónicos ¿Afinidad espontánea? No. Resultado de afinidades químicas monitorizadas por las fuerzas intermoleculares, que no dejan de ser más que otra jugada electromagnética.

Vamos observando sentido a sentido del abanico de los que reciben los estímulos de origen exterior, y no nos queda más remedio que llegar a conclusiones parecidas. Afuera no hay algo que se llama objetos vistos, ni sonidos, ni caricias, ni olores, ni sabores, ni dolor, ni temperatura.

Entonces ¿qué es lo que hay ahí afuera? ¿Qué es eso con lo que interactúa nuestra más elemental física y química orgánica? Sabemos del gran vacío de la materia, donde el minúsculo electrón, diez mil veces más pequeño que el núcleo del átomo, se pierde aún diez mil veces más si se compara con el tamaño del átomo completo. Sabemos de la gran incertidumbre de la materia, de la que la cuántica nos dice que todo, cualquier cosa que nos imaginemos tiene una cierta probabilidad de ser “posible”. Sabemos también, gracias a la genialidad de don Alberto, que eso de la materia no es siquiera eso, materia, sino pura energía. Y lo más impresionante, ¿alguién es capaz de saber qué es eso de la energía?  Porque la muy esquiva sólo se manifiesta a través de lo que suponemos son sus efectos. En física, «energía» se define como la capacidad para realizar un trabajo. Con esta sutileza evanescente nos ventilamos lo que parece el Todo, la Energía. Y parece que se comporta monolíticamente, como si en su conjunto fuera constante, irremisible consecuencia, parece ser, de que lo que pasa en nuestro Universo es invariante con respecto a la traslación en el tiempo, los sucesos siguen los mismos patrones pasen hoy, ayer o mañana.[1] ¿No parecen una locura las nieblas de la omnipresente energía?

Sí, efectivamente, de la energía sólo notamos sus efectos, gestionados por sus agentes favoritos, las cuatro fuerzas fundamentales de la física. Como si estuviéramos en la caverna de Platón viendo las luces y sombras que proyecta. Pero no estamos solos: las matemáticas son nuestro gran órgano sensorial hacia la nebulosa filosófica del Algo. Por ahora no tenemos más que esta herramienta tan abstracta y lógica. Y las matemáticas parece que nos dicen que la realidad es simplemente un juego de contrastes y de los efectos que producen estos contrastes.

Piso de nuevo el suelo al pensar en un ejemplo. El mundo es sólido al tacto porque hay unos electrones en los átomos de nuestros dedos y en los de “lo tocado”, con una cualidad interna y misteriosa, la carga eléctrica, de la que sabemos casi solamente que se rechazan si son del mismo signo y se atraen si son del contrario ¿Qué experimentamos? ¿La sensación “sólido” o la reacción de repulsión entre lo mío y el objeto que toco, provocado por el campo electrónico? ¿Hay un contraste entre las cargas que se resuelve con un fotón que informa? Pero… ¿qué son las cargas sino el resultado de la imposición de la conservación de una cierta simetría -una más- “interna” y misteriosa que nos conduce, otra vez de cajón, a que hay una cualidad “carga” que poseen ciertas partículas?[2]

Y ya puestos, ¿qué es una partícula fundamental? ¿Qué es un electrón negativo, sino tan sólo la excitación puntual y matemática de un campo cuántico que podemos llamar electrónico y que, generalizando para el  mundo de las partículas, el resultado es que se comportan como si tuvieran una determinada masa, una determinada carga, un determinado espín y se pueden propagar por el espacio-tiempo? Y lo mismo podemos decir al ver cómo un núcleo atómico milagrosamente no se desintegra estando como está lleno de partículas con carga positiva, los protones, o cómo hay partículas que misteriosamente sí se desintegran emitiendo otras de otro tipo. O la asombrosa, a pesar de lo natural, aventura que vivimos cuando nos tiramos de cabeza a la piscina, cayendo gracias a una deformación del espacio-tiempo producida por la masa-energía de nuestro planeta Tierra. Por cierto… suponemos que mi energía-materia se entera gracias a la excitación de un campo cuántico gravitatorio al que le gusta jugar al toma y daca del gravitón entre mi cuerpo y la gran masa de la Tierra.

Parece que existimos como entes resultado de un mundo relacional más allá de lo tangible. ¿Es un mundo vacío? ¿Es todo y sólo el efecto de una pura acción-reacción de unas fuerzas fundamentales que parecen regir nuestro Cosmos y que se nos han revelado gracias a las matemáticas y al poder del razonamiento que se apoya en la consciencia que gestiona el yo?

Y aún se me ocurre una idea que puede parecer más loca. Si eso es lo que me parece mi exterior y mi cuerpo, apoyándome en el Yo que siento como propio ¿cómo no pensar que el que pasea junto a mí por la calle no “experimenta” el mismo vértigo existencial? Vértigo por el que el Otro también me debe experimentar como parte de su mundo relacional “más allá de lo tangible”, al igual que lo que representa él para mi. Lo que me hace pensar que igual no existo como entidad real más allá de ser una función de estado que colapsa gracias a la Consciencia que emerge de dicho estado onda-partícula, energía-materia ¿Es mi vecino de paseo, tal como el de más allá o el otro, el resultado de un proceso semejante? ¿Somos simplemente una ilusión que emerge de la arquitectura espacio-temporal de un Todo[3]  energético?

No me atrevo a más. Para mí es suficiente misterio. Mi “materialidad” no me permite imaginar lo que pueda ser la realidad: ¿pudiera ser que la física que parece regir nuestro cerebro lo sobrepase de tal forma que por mucho que evolucione nunca la va a entender? Posiblemente, siendo parte de la explicación, nunca lleguemos a ella. Y aún diciendo eso, ¿y qué? Hace cuatro mil millones de años nuestra consciencia estaba en el limbo de los “futuribles”, no había nada que se le pareciese en nuestro planeta y, sin embargo, lo que está ahora ahí afuera, sea lo que sea, ya existía ¿Hay realmente algo o sólo hay una ficción matemática? Hay gente que cree en esto último. ¿Somos quizá la pequeña diversión de un informático “celestial”? También hay gente que lo postula. Sólo sé que, ¡gracias a los cielos!, mi simple cerebro me lo pone fácil para vivir día a día.

Y con esta entrada, que no sé si se asemeja más a una fanfarria de opereta o a un castillo de fuegos artificiales chinos, o quizás a una estéril hemorragia mental, doy por concluida esta serie, aunque todavía quedan por publicar un par de Anexos relacionados con ella. Espero que, a pesar del necesario discurrir por la anatomía neuronal que se os ha podido hacer tremendamente duro, os haya despertado la misma inquietud que a mí me tiene desconcertado: ¿es todo un sinsentido? La verdad es que no lo sé ni creo que nadie lo sepa nunca. Pero, y por supuesto es mi opinión subjetiva, no queda más remedio que ponerse de frente ante este tipo de realidades y conjeturas que bordean lo nebuloso, al igual que lo exigen otras de parecida categoría filosófica y vital. Es algo absolutamente necesario para mejorar como seres humanos.

  1. Realmente interesante y asequible esta entrada del blog “Cuentos Cuánticos” sobre la gran física que fue Emmy Noether. []
  2. Realmente eso de la carga eléctrica y su conservación -hay igual número de positivas que de negativas- huele también al teorema de doña Noether y a la conservación de extrañas simetrías internas de las partículas. Espero que os haya servido la recomendación de la nota a pie de entrada anterior. []
  3. Tengo que aclarar que este Todo con mayúscula es absolutamente laico y existencial, LO que existe. []

Sobre el autor:

jreguart ( )

 

{ 9 } Comentarios

  1. Gravatar Franco | 14/01/2018 at 07:59 | Permalink

    si existiera una civilización en el universo que nos contara sus impresiones acerca de lo que han comprendido en su interacción con él , creo que nos ayudaría a despejar miles de dudas . siento que falta tanto otra opinión que no sea la nuestra …. muy interesante las conclusiones que entregas Jreguart ; cuesta digerir tanta información , pero estamos en eso.

  2. Gravatar jreguart | 14/01/2018 at 09:54 | Permalink

    Hola Franco,

    la civilización que dices posiblemente podría servir de contrapunto para contrastar nuestras experiencias. Pero vete a saber cuales serían sus percepciones, sus cualia. Si es difícil ponernos de acuerdo entre los humanos… imagínate con otra biología, fisiología o anatomía. No te estreses con la información, siempre estará ahí a la espera de que la consultes. Lo importante es no perder la curiosidad.

  3. Gravatar Peter Van | 16/01/2018 at 03:30 | Permalink

    pero de alguna forma el cerebro puede ser como una cárcel para el desarrollo de una comprensión más integral de lo que llamamos realidad , es algo así como que no se puede salir del complejo cerebro-mente en el que nos encontramos y aprehender la realidad de otra forma …. ya se que es una locura , pero al leer por separado los sistemas receptores y luego entender como se gestiona toda esa información en esa central que da como resultado esa genial operativa mental ; me da la impresión que no podemos decir o pensar algo que no esté dentro de los límites de éste sistema …. es decir , cualquier palabra que diga me devuelve al círculo cerebro-mente inevitablemente , porque he sido creado por él . no hay escape

  4. Gravatar jreguart | 16/01/2018 at 01:08 | Permalink

    Hola Peter Van,

    estoy de acuerdo con lo que dices. Todo es una sugerencia de nuestro cerebro para poder sobrevivir. De todas formas no lo veas como una cárcel… el cerebro es el que nos hace disfrutar de la Vida.

    Como divertimento te propongo un ejercicio mental: el que pasa por tu lado también puede pensar que eres una ilusión de tu cerebro, que en el fondo eres el resultado de una física elemental ¿cómo te sientes tu ante esta muy posible realidad?

  5. Gravatar Peter van | 16/01/2018 at 02:46 | Permalink

    Yo no me refería a la cárcel en términos peyorativos (usé un mal ejemplo) obviamente las cosas bellas de la vida son producto del conjunto cerebro-mente que nos las procura en su interacción con el medio ; yo me refería a que probablemente éste no sea el único ingenio creado por este inmenso universo para asomarse a la comprensión de la realidad , y lo imposible que es salir de él .

    Recojo aquello de que “Todo es una sugerencia de nuestro cerebro para poder sobrevivir”. como su única intención . el resto se lo inventa la pura subjetividad ; y de paso yo me pregunto si no fuera por la tan a veces denostada subjetividad ¿que sería de nosotros sin ella? .

  6. Gravatar Franco | 16/01/2018 at 09:31 | Permalink

    quiero compartir un vídeo que encontré de Richard Dawkins que también toca éste tema .. https://www.ted.com/talks/richard_dawkins_on_our_queer_universe?language=es#t-636237

  7. Gravatar Galo | 16/01/2018 at 11:12 | Permalink

    no se nos olvide que todo lo que no vemos, también está aquí delante.

  8. Gravatar jreguart | 17/01/2018 at 05:54 | Permalink

    Hola Franco,

    gracias por el enlace a la magnífica conferencia de Dawkins. Podrás estar a favor o en contra de él, pero siempre sorprende. Me quedo con la frase de que nuestra Tierra Media exige navegar en un mar de gente y relaciones sociales. Interactuar a través de relaciones sociales es tan inherentes para la condición humana como percibir la “solidez” de la materia. Tan inherente que, al igual que estamos programado para percibir la inexistente solidez de la materia, estamos “programados” como para interpretar como un “agente” con “intenciones”, con el que quizás sea necesario interactuar, cualquier aspecto raro que percibamos en nuestro entorno. Cuantas veces hemos experimentado animales en las formas del bosque, o al oír un silbido agudo inesperado. Nuestro cerebro interpreta según está programado, la imagen o el silbido, como una posible amenaza ante la que hay que tomar determinaciones. Sudamos, se nos eriza el vello y… descansamos cuando vemos que no hay tal “agente” amenazador. ¿Por qué tenemos tendencia innata a ver una cara donde sólo hay una par de manchas arriba y otra abajo, o ver un cuerpo en movimiento donde hay sólo una serie de trazos apuntando la posible figura? Porque en nuestros ancestros eso fue vital para su supervivencia, les daba un plus de adelantar el futuro. Vemos sólido donde hay vacío, percibimos temporalidad porque nunca fuimos a la velocidad de la luz y vemos “personajes” donde sólo hay naturaleza. De ahí al animismo, de ahí a lo metafísico, a los agentes poderosos que gobiernan nuestras vidas… lo cual me lleva de nuevo al pensamiento de Dawkins.

    Y ya ves que me he vuelto a enrollar.

  9. Gravatar jreguart | 17/01/2018 at 05:55 | Permalink

    Hola Galo,

    ¿será que la realidad de lo que no vemos es exactamente la misma que la de lo que vemos?

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