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Historia de un ignorante, ma non troppo… Concierto para Orquesta, de Béla Bartók




¿Concierto para Orquesta? ¿Cómo que para Orquesta?, pensaréis… Igual se trata de una errata y es un Concierto para piano, o violín, o flauta o lo que sea y Orquesta, y se ha perdido parte del título…

Exactamente eso es lo primero que pensé yo la primera vez que acudí a escuchar el Concierto para Orquesta, BB 123, de Béla Bartók, hace ya unos cuantos añitos. Porque sabía perfectamente qué es un Concierto para instrumento solista y orquesta, claro está, en el que el instrumento solista es el protagonista de la obra y es a su intérprete a quien se dirigen mayoritariamente los aplausos al final de la obra, solista que es acompañado por la orquesta para realzar su papel, pero… ¿qué demonios puede ser un Concierto para Orquesta? ¿No será más bien una Sinfonía, que es lo que los que saben acostumbran a escribir para orquesta sinfónica…?

Pues no. Béla Bartók escribió un Concierto para Orquesta, no una vulgar sinfonía. O al menos así tituló su obra. Entre nosotros, podía perfectamente haberla denominado “Sinfonía tal y cual”, pero al llamar así a la obra hay que reconocer que acertó: es el único Concierto para Orquesta del repertorio que yo conozca… lo que no quiere decir mucho, porque una mera consulta a la Wikipedia nos dice que hay unos cuantos Conciertos para Orquesta más de otros compositores, aunque tampoco muchos. Así que cuando se habla del “Concierto para Orquesta”, así en singular y sin apellidos, todo el mundo sabe que es el de Béla Bartók y no otro. Estupenda labor marketiniana, desde luego.

En fin, el caso es que a esta obra singular está dedicado el artículo de hoy de esta serie musical que nos acompaña hace ya cinco años largos.

Béla Bártok

Béla Viktor János Bartók nació en 1881 en Nagyszentmiklós, en la actual Rumanía (ahora se llama Sânnicolau Mare), pero en una región, el Banato, situada en plena confluencia entre las culturas húngara, eslovaca y rumana. Porque sí, Bartók nació en pleno Imperio Austrohúngaro, ese batiburrillo de regiones centroeuropeas gobernados desde hacía siglos por la Casa de Habsburgo, Imperio que era un polvorín a finales del Siglo XIX y principios de XX, agitado por los múltiples conflictos nacionalistas, religiosos y de otras índoles que acabarían por hacerlo saltar por los aires al final de la Gran Guerra.[1]

Como tantas veces ocurre con compositores clásicos, sus padres eran maestros y fue su madre quien le enseño a tocar el piano a partir de los cinco años de edad. Cuando tenía 7 años, a la muerte de su padre, se mudó a Vinogradiv, en la actual Ucrania, añadiendo una cultura nacional más a su ya ecléctica formación. En fin, cuando tenía 9 años compuso su primera obra, con 11 dio su primer concierto, nada menos que la Sonata Waldstein de Beethoven, se mudó a Budapest con 17 años para dar clases con Erno Dohnányi, etc, etc. Mmmmm… Me da la sensación de que esto mismo, con ligeras variaciones, dedicado  a diferentes compositores, lo he escrito ya unas veinte o treinta veces…

El caso es que en Budapest conoció a Zoltán Kodály, y ambos comenzaron a interesarse por la música folklórica tradicional húngara, que no zíngara, así como la música del folklore rumano o transilvano. En estas músicas tradicionales basó buena parte de su obra… y a ellas debe su fama. Bartók resistió razonablemente bien la arrasadora moda imperante esos años: el atonalismo, el dodecafonismo, el serialismo y otras varias corrientes “avanzadas” de su tiempo, y buena prueba de ello es esta obra de hoy, de 1943.

Compuso una ópera y un par de ballets, de los que el más conocido es El Mandarín Maravilloso, obras para piano o violín, música de cámara, etc, aunque ninguna sinfonía. Entre ellas, una buena colección de canciones populares húngaras, rumanas, transilvanas, etc. Bartók descubrió que dicha música popular era en realidad pentatónica como la mayor parte de la música asiática. Supongo que eso debió ser un descubrimiento interesante en su época, porque se cita en todas las biografías de Bartók… aunque como podéis imaginar semejante afirmación a mí me deje completamente frío.

Sin embargo, su faceta como compositor, sus obras, no le daban para comer, así que se ganaba la vida mayormente como profesor de piano y solista ocasional. Sólo en 1935, cuando contaba más de 55 años de edad, pudo dejar de dar clases y vivir enteramente de su música. Poco le duró.

Al estallar la Segunda Guerra Mundial cuatro años más tarde Bartók, enemigo visceral del fascismo y no digamos del nazionalsocialismo, emigró como tantos otros a los Estados Unidos, donde encontró la seguridad que nunca hubiera tenido en su patria, pero no obstante lo pasó mal. No se adaptaba, añoraba su país y su tierra y, orgulloso, se negó a dar clases para poder vivir de ellas. Con buena reputación como etno-musicólogo y pianista, sin embargo no era conocido allí como compositor. Con el tiempo las becas se terminaron, los conciertos se fueron distanciando y como consecuencia comenzó a pasar apuros económicos, apuros que sólo fueron mitigados por los encargos que sus amigos músicos le encomendaban… limosnas disfrazadas de encargos para no soliviantar su orgullo.

Uno de estos encargos es precisamente el de la obra de hoy, el Concierto para Orquesta, encargado en 1943 por el director ruso Serge Koussevitzki[2] al poco tiempo de que se le detectara leucemia. Todavía compuso alguna obra más y, al final de la Segunda Guerra Mundial, en junio de 1945, se le ofreció un puesto como diputado en el precioso Parlamento húngaro de Budapest que tenéis en la imagen.

Y no, no me he equivocado y puesto una foto del Parlamento londinense. El río que se ve en la foto es el Danubio, no el Támesis, y el neoclásico edificio del Parlamento que se puede ver está en Budapest.[3] Bartók aceptó ser diputado… a sabiendas de que nunca podría tomar posesión del cargo. La leucemia terminó finalmente con su vida en Nueva York el 26 de septiembre de 1945, a los 64 años de edad.

Béla Bartók tuvo una capital importancia como etno-musicólogo e investigador de la música tradicional centroeuropea. Fue él, fundamentalmente, quien la puso en el mapa artístico, al demostrar que la idea predominante hasta el momento, que sus bases procedían de la música zíngara, era incorrecta (Liszt así lo había expresado al componer sus famosas Rapsodias Húngaras, que son más bien, en realidad, “Rapsodias Zíngaras”).[4]

Este Concierto para Orquesta debe su nombre a la cantidad de pasajes que tiene donde ciertos instrumentos o grupos instrumentales tienen un destacado papel solista. Flautas, oboes, clarinetes, fagotes, trompetas, trompas, los diferentes grupos de la cuerda, todos ellos tienen su o sus momentos de gloria, especialmente en el segundo movimiento, el famoso Giuoco delle coppie. Fue estrenado, con gran éxito, en diciembre de1944 en Boston, aunque poco pudo disfrutar Béla de este éxito, pues falleció solamente diez meses más tarde. Conjuga elementos de la música folklórica, sobre todo húngara, y de la música sinfónica occidental, y con alguna frecuencia se aparta de la tonalidad tradicional, sobre todo mediante el uso de escalas no convencionales o de modos populares extraídos directamente del folklore. Pero aunque se aparte de la tonalidad típica, el resultado es muy “escuchable”, nada que ver con las composiciones dodecafónicas y afines de la Escuela de Viena.

El gran director húngaro Ferenc Fricsay, estudioso de la obra de Bartók, nos explica su concepción dialéctica de esta obra de Bartók como el resultado del enfrentamiento de una tesis (su fe en Hungría, en su futuro, en su autoconsciencia) y una antítesis (el exilio de Bartók, su añoranza por la patria y su decepción ante el comportamiento de la humanidad). La conjunción de ambas ideas es el “desafío a la tempestad” que, siempre en palabras de Fricsay, constituye el Concierto para orquesta de Bartók.

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Vamos a seguir el Concierto para Orquesta de Bartók en una versión excepcional, la de la Orquesta Filarmónica de Berlín dirigida por el francés Pierre Boulez, uno de los mejores directores actuales. Se trata de una grabación realizada el primero de mayo de 2003 en el incomparable marco del bellísimo Monasterio de los Jerónimos de Belém, al lado de Lisboa. Se trata de un único video, así que no hay que andar cambiando cada vez que acaba un movimiento. Su duración total es de unos 38 minutos.

Tras los créditos iniciales el video comienza, lógicamente, con el primer movimiento de la obra (el director ya ha entrado y comienza inmediatamente la ejecución del concierto). Se trata de la introducción:

Introduzione – Andante non troppo

Comienza con una oscura introducción de la cuerda grave con unas misteriosas intervenciones de las flautas en trémolo (bueno, el movimiento completo es en sí mismo una introducción, que por algo lo dice su nombre), que presagia la mayor parte de temas que luego aparecerán en la obra. La introducción da paso a un bello allegro vivace con multitud de pasajes fugados, que finalizan con la súbita irrupción de la madera y un trémolo de las cuerdas en fortissimo… y entonces llega la calma.

Y con la calma llega el fin de la introducción en el minuto 10:10, dando paso al segundo movimiento:

Giuoco delle coppie – Allegretto scherzando

Giuoco delle coppie en italiano significa “El juego de las parejas”.[5] En este movimiento, quizás el “scherzo” más “scherzo” que yo conozco,[6] el movimiento más original de la obra y quizás de toda la producción del músico húngaro, intervienen sucesivamente diversas parejas de instrumentos tocando juntos la misma melodía en primorosas intervenciones solistas, pero con un cierto intervalo entre ellos, complementados por el resto de la orquesta y puntuados de forma obsesiva por el tambor. En primer lugar intervienen dos fagotes (con un intervalo de sexta entre ambos instrumentos), dos oboes (intervalo de tercera), dos clarinetes (intervalo de séptima), dos flautas (intervalo de quinta) y por fin dos trompetas con sordina (intervalo de segunda).

Cuando se acaban las intervenciones de las parejas aparece un movimiento coral a cargo, fundamentalmente, de los metales, que al poco da paso nuevamente al juego de las parejas repitiendo casi sin cambios la misma melodía que interpretaron antes. Es delicioso escuchar cómo se van sucediendo las diversas parejas de instrumentos, desgranando la melodía con sutiles variaciones para adaptarse a las características tímbricas de cada par de instrumentos, siempre punteados por el tambor y los pizzicatos de la cuerda.

El juego se termina finalmente en el minuto 16:35, dando paso al tercer movimiento:

Elegía – Andante non troppo

Se trata de un nuevo movimiento lento, corto, típicamente húngaro en su concepción, con poderosas intervenciones de las violas casi directamente extraídas de la música popular magiar.

El movimiento termina en el minuto 24:30, e inmediatamente comienza el cuarto movimiento:

Intermezzo interrotto

Su nombre no engaña: se trata de un intermedio que es sumariamente interrumpido en su mitad, sin lugar a dudas… El movimiento arranca con un tema folklórico húngaro que comienza en el flautín y luego salta del oboe al clarinetes y luego a la flautas y vuelta a comenzar. De hecho es una de las más conocidas melodías del folklore magiar… melodía que de pronto es interrumpida (en el minuto 26:35) por la irrupción cual elefante en cacharrería de un tema in crescendo extraído directamente de la Séptima Sinfonía, Leningrado, de Dmitri Shostakovich, obra que ya apareció por estas páginas hace una eternidad, con gran despliegue de efectos: cosas que se caen, risotadas, bufidos y berridos…

¿Quién será ese intruso que se atreve a interrumpir de esa estrepitosa forma tan plácida melodía? En palabras del propio Bartók, “es un soldado fanfarrón, ebrio, calzado con recias botas, que silba una melodía trivial. Es el símbolo del poder ocupante, que invade con violencia y deja tras de sí un rastro de fuerza bruta”.

Cuando por fin el “intruso” se aleja (una humorística frase de la tuba nos sugiere el paso vacilante del soldado borracho al irse a buscar otro trago), continúa la escena pastoril del comienzo por donde iba… hasta la terminación del movimiento en el minuto 28:50, dando entrada al quinto y último movimiento.

Finale – Pesante – Presto

Las trompas abren el movimiento dando paso a un frenético tema en la cuerda, dando la innegable sensación de “música improvisada” tan del gusto de las Big Bands jazzísticas… Recordemos que esta obra fue compuesta por Bartók en los Estados Unidos. Sin embargo, no hay prácticamente nada de jazz aquí: se trata de una música de raíces claramente húngaras.  Tras una briosa entrada de los metales, la cuerda entona un tema casi bailable que introducen las arpas y en el que entran primero las violas, luego, en canon, los primeros violines y después los cellos, seguida de un nuevo tema tranquilo…

La melodía se desgrana hasta que en el minuto 36:00 comienza la monumental coda, presagiada por los fagotes, pero en la que rápidamente toman el protagonismo los metales. Trompetas, trompas y trombones suenan con poderío (y cuando los metales suenan con poderío, aseguro que es mucho poderío). La música crece y crece en intensidad hasta llegar a su brillante final.

Espero que este peculiar Concierto para Orquesta os haya gustado.

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Siendo como es ésta una la obras más conocida de uno de los autores de referencia del Siglo XX, hay bastantes grabaciones de esta obra. Por recomendar una, citaré ésta, histórica, de Georg Solti dirigiendo a la Orquesta Sinfónica de Chicago, que es una versión que yo tengo y que me gusta mucho.

Y puedo dar fe, y la doy, de que escuchar este Concierto para Orquesta en directo es una experiencia. No sólo suenan mejor los instrumentos, sino que se aprecian mucho más las sutilezas de una obra en la que continuamente hay instrumentos que tienen un tratamiento solista en contraposición al resto de la orquesta. Eso se aprecia muy bien en directo, regular tirando a mal en una grabación de video, y es prácticamente imposible en una grabación de música. O sea, que en directo mucho mejor. De veras.

Disfrutad de la vida, mientras podáis. A ser posible, escuchando música.

  1. La Primera Guerra Mundial, 1914-1918, que precisamente comenzó con la intervención del Imperio en Serbia como represalia por el asesinato en Sarajevo del Archiduque Fernando y su esposa, herederos al trono vienés. []
  2. Fue Koussevitzki quien encargó a Maurice Ravel la orquestación de los Cuadros para una Exposición de Mussorgsky. Sólo por eso ya merece el reconocimiento universal, y más por ser quien encargó a Bartók este concierto. []
  3. En Pest, para ser más exactos: Buda está en la otra orilla del río, desde donde está sacada la foto. []
  4. Los zíngaros son una raza gitana centroeuropea, nómadas, que poco tienen que ver con los magiares o eslavos que pueblan mayoritariamente esas tierras… y lo mismo ocurre con su música. []
  5. Atención: no “El juego de las copias”, como podría parecer debido al falso amigo coppia – copia. []
  6. “Scherzo” significa “chiste” en italiano. []

Sobre el autor:

Macluskey ( )

Macluskey es un informático de los tiempos heroicos, pero no ha dejado de trabajar en Informática y disfrutar con ella hasta la fecha. Y lo que el cuerpo aguante. Y además, le gusta la música...
 

{ 1 } Comentarios

  1. Gravatar Manuel Álvarez | 07/12/2014 at 07:15 | Permalink

    Estupendas entrada, música, sección y blog.

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