Como bien ya sabemos, el mundo está construido por átomos, que son a lo que llegamos si cortamos y cortamos y cortamos cualquier pedazo de materia muchas veces. Estos átomos se unen de diversas formas para formar compuestos. Las propiedades de un compuesto –esto es, si va a ser líquido o sólido a temperatura ambiente, o si se va a romper cuando le dé un martillazo- dependen de cómo se unen los átomos, lo que a su vez depende de cómo se disponen los electrones en su interior.
Los átomos están compuestos por un núcleo, con protones y neutrones, y por unos electrones dando vueltas a su alrededor. Recuerda que el número de protones es lo que le da nombre al átomo, por lo tanto podemos hablar de “núcleos de helio” o “nucleos de platino”. Alrededor del núcleo danzan los electrones.
Los electrones se sitúan en “casas” que hemos llamado orbitales. Los orbitales son las respuestas matemáticas a una ecuación de mecánica cuántica, y, en la práctica, son bastante pocos, pero muy importantes en química, porque nos explican cuáles son las reglas del juego.
Los orbitales vienen dados por tres números cuánticos, llamados n, l, s, que los definen. Esto no lo digo yo, lo dice la mecánica cuántica desarrollada durante el siglo XX.
El número cuántico n se relaciona con la distancia media entre el núcleo y el electrón, y toma valores enteros entre 1 y infinito, teóricamente, aunque en la práctica sólo llega hasta 8. Es decir, orbitales con números n bajos estarán cerca del núcleo, y orbitales con n altos estarán lejos de él.
El número cuántico l indica la forma de los orbitales, y toma valores desde 0 hasta (n-1). Este número nos da el número de puntos donde el electrón no está nunca, llamados nodos. Los diferentes valores de l conducen a formas con nombre, así hablamos de orbitales “s”, para 0, orbitales “p”, para 1, y siguiendo con la cuenta, orbitales “d”, “f”, “g”, “h”… Los orbitales “s” tienen forma de esfera, los “p” son dos esferas achatadas, una especie de 8 tridimensional, y el resto son más complicados todavía.
El número cuántico m nos indica hacia dónde se orientan estas formas, y va desde –l hasta +l, es decir, hay 2l+1 valores de m para cada valor de l. Así, hablamos de orbitales “px”, “py”, y “pz”. Estos orbitales son “degenerados”… pero no como el Imperio Romano. La degeneración quiere decir que tienen la misma energía.
Hay un cuarto número cuántico, el espín. Como ya adelantamos en el capítulo anterior, en cada casa pueden vivir hasta dos electrones. Pues bien, el espín es el número cuántico que nos diferencia a estos dos electrones.
Entonces, para aclararnos: Tenemos tres números cuánticos que definen un orbital, y uno más que caracteriza a cada uno de los dos electrones que pueden vivir en ese orbital. La distancia del orbital al centro del átomo nos lo da n. La forma del orbital nos lo da l. Y la orientación del orbital nos lo da m.
Pero claro, a nosotros lo que nos interesa es dónde van a estar viviendo los electrones. Los átomos son muy vagos, entonces van a poner los electrones lo más cerca que puedan del núcleo, pero también quieren ponerlos en una forma que les sea cómoda. Esto se manifiesta en una norma municipal llamada el “principio de Aufbau”, que significa literalmente “principio de construcción” en alemán, y que expresó por primera vez Niels Bohr.
El principio de Aufbau se relaciona con dos reglas anteriores. Una es el principio de exclusión de Pauli, que dice que ningún electrón en el átomo puede tener la misma combinación de números cuánticos que otro. El otro es la regla de Hund, que dice que no puede haber dos electrones en el mismo orbital si hay orbitales con la misma energía sin habitar. Esto es una consecuencia de la degeneración de los orbitales que tienen el mismo n, el mismo l, y diferentes m. La energía de los orbitales nos la da la regla de Madelung, o regla del serrucho, que muy convenientemente nos indica cuál es el orden por el que tenemos que llenarlos. Esta regla se cumple en la mayoría de los casos, pero hay alguna excepción.
Así, juntando todo, comenzamos a llenar orbitales. Primero, el de menor energía, el 1s, con dos electrones. El orbital 1s tiene n igual a 1, y l igual a 0, y como no tiene degeneración, ponemos los dos electrones sin tener que pensar más.
El siguiente en energía es el 2s. Misma de antes.
El siguiente en energía es el 2p, que tiene tres orbitales degenerados, uno mirando hacia x, otro mirando hacia y, y otro mirando hacia z.
Así, ponemos un electrón en uno cualquiera, porque tienen la misma energía. El siguiente electrón lo metemos en uno de los otros dos, porque la regla de Hund nos prohíbe ponerlo con el otro. El tercero, en el que queda.
Como ya tenemos todos los orbitales de la misma energía con un electrón, podemos ponerlos a compartir casa, y así llenaremos hasta un total de 6 electrones.
Si hacemos esto, sucesivamente, llegamos a algo como:
1s22s22p63s23p64s23d104p65s24d105p66s24f145d106p67s25f146d107p6
Esto de ahí arriba, cortado hasta el número de electrones del átomo, es lo que se llama configuración electrónica, y es la base de la tabla periódica.
Hay una serie de configuraciones electrónicas que son muy estables, que son las configuraciones “de capa llena”. Esto ocurre debido a que los orbitales se sitúan simétricamente. Si miras a la derecha de la tabla periódica, encontrarás la columna de los gases nobles, que son los átomos que tienen esta configuración electrónica, siendo neutros. Estas configuraciones son las más estables, y el resto de elementos van a reaccionar entre sí para intentar alcanzar estas configuraciones, que son:
He: 1s2 Ne: 1s22s22p6 Ar: 1s22s22p63s23p6 Kr: 1s22s22p63s23p64s23d104p6 Xe: 1s22s22p63s23p64s23d104p65s24d105p6 Rn: 1s22s22p63s23p64s23d104p65s24d105p66s24f145d106p6
Estas configuraciones son tan características que se utilizan en ocasiones para simplificar la notación, sustituyendo los orbitales interiores por el gas noble del que son característicos, y sólo escribiendo los exteriores. Así, por ejemplo, el Ar se escribe como:
[Ne]3s23p6
Para el próximo día, haremos una introducción a las diferentes variantes del enlace químico, que es lo que permite a los elementos alcanzar la configuración estable de gas noble.
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{ 3 } Comentarios
Hola Santodo, siempre es un disfrute el repasar las entretelas de la química y más para alguien diez años cohetáneo de Pauli: vamos, que en mi libro de química eso no venía. A la espera de como sigue la saga.
“Esto ocurre debido a que los orbitales se sitúan simétricamente. ” un punto que nunca había pensado y que explica la estabilidad de las capas completas mejor que el simple “horror vacui” del creador.
Lástima que no haya una explicación tan sencilla e intuitiva para la regla del serrucho y sus excepciones…
“Estos orbitales son “degenerados”… pero no como el Imperio Romano”… ni como Ellen DeGeneres.
¿Por qué no hay un elemento estable cada vez que se completa un orbital? No sé por qué yo pensaba que era así. Salvo el helio, todos los gases nobles tienen en su última capa un orbital p. ¿No son estables los elementos 1s2-2s2, o bien, 1s2-2s2-2p6-3s2, etc.? Tampoco hay estabilidad cuando se completa un orbital d. ¿Es que los orbitales p tienen un plus de estabilidad? ¿Acaso funcionan a modo de “membranas” para la estabilidad del átomo?
Otra cuestión que nunca pude encajar del todo es la explicación de la electricidad estática debido a que algunos electrones “se pierden”. Se tienen que perder muchísimos! ¿Entonces puede haber desequilibrio entre protones y electrones o no? Está claro que sí puede haberlo, pero me parece curioso que sigue siendo el número de protones y no el de electrones el que define la naturaleza del compuesto.
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