Regístrate | Conectar
El Tamiz Libros Recursos Series Únete 10 Users Online
Skip to content

Cayo Julio César (VI)




Cayo Julio César

Cayo Julio César (wikipedia)

Estimados lectores, agradezco a quienes aún mantienen el interés por esta serie que reconozco se está extendiendo, pero lamentablemente me es imposible continuar reduciéndola sin dejar fuera detalles jugosos. Así pues, continuemos con nuestro amigo Cayo Julio César.

En la entrega anterior vimos el final de la campaña en la Galia. Sin lugar a dudas ha sido una campaña extensa y sangrienta, pero bien le valió la pena a César, ya que le dio prestigio en Roma y se ganó el amor de sus hombres para que lucharán incondicionalmente por él.

En ésta entrega veremos a César ante una encrucijada. ¿Se rebelará a los mandatos de Roma? ¿Volverá a entrar en Roma un general con su ejército, como en su día hizo Sila? Los acontecimientos de este artículo marcarán para siempre a Roma e iniciarán el inevitable proceso del fin de la República.

Como siempre hago, aclaro que relato acontecimientos que sucedieron antes de la llegada de Cristo, por lo que las fechas mencionadas serán todas asumidas como a. C. Sólo aclararé con d. C. si algún hecho ocurrió después de Cristo.

Se derrumba el triunvirato

Habíamos dicho que en Roma, durante el año 52, las bandas que respondían a distintos partidos políticos causaban caos y desorden en la ciudad. Clodio lideraba una de las bandas, ya que quería ser procónsul (especie de gobernador). En el mismo año Clodio es asesinado en una pelea callejera por miembros de otras bandas, lo que empeoró aún más el caos en Roma. Por esto, y mientras César peleaba contra Vercingétorix, Catón el Joven, propuso en el Senado hacer de nuevo cónsul a Pompeyo. La diferencia es que en este caso él sería el único cónsul. Así fue. Pompeyo fue designado cónsul único por el Senado para poner orden entre las bandas, tarea que cumpliría muy bien. Además, le extendieron su gobernación en las provincias que ya manejaba, Hispania y África.

Pompeyo, en su rol de policía, llevó a juicio a Milón, recordemos que era el líder de la banda opositora a Clodio, también a miembros de la banda y a miembros de la banda del fallecido Clodio; esta vez no hubo ejecuciones como las hubo con el caso Catilina, sino que más bien fueron exiliados. También pasó leyes que bajaron la corrupción y la compra de candidatos en las elecciones. La cuestión era que los candidatos a cónsul u otro puesto de magistrado solían endeudarse para comprar favores, y una vez con el poder debían saldar las deudas con sus acreedores, por lo que solían exprimir a las provincias para esto. En algunos casos dejaban que los acreedores hicieran sus negocios en las mismas. Las nuevas medidas dificultaron este proceso.

Pompeyo, recordemos viudo al morir la hija de César, terminó casándose con Cornelia, hija de Quinto Metelo Escipión Násica, un optimate que odiaba a César. Cornelia era, a su vez, reciente viuda de uno de los hijos de Marco Craso: Publio Licinio Craso. Como ven, el círculo social en Roma era pequeño. Su nueva mujer acercaría a Pompeyo a los optimates, cosa que él siempre deseó y siempre le negaron por no provenir de familia patricia. Entre sus obras arquitectónicas, Pompeyo comenzó a construir un fastuoso teatro que llevaría su nombre.

Hablemos ahora un poco de Cicerón.

A la vuelta de su exilio mejoró sus relaciones con César. Pero no logró evitar que éste y Pompeyo comenzaran a distanciarse.  Los triunfos de César acrecentaron su poder y popularidad, igualando a Pompeyo en el común de la gente. En Roma, los aristócratas temían el crecimiento de César, y que rompiera con el statu quo. Muchos, incluyendo a Pompeyo, se arrepintieron de haberlo apoyado y ayudarlo a crecer. Puntualmente, Pompeyo aún creía que las victorias de César en las Galias no lo ponían a su altura como comandante, pero temía que muchos creyeran que sí, y comenzaba a celarle.

Todos contra César

Catón ve en Pompeyo al único capaz de frenar a César; además, Pompeyo no es muy hábil en el arte de la política, lo cual lo hace más manipulable.

Estamos en el año 51 y el cónsul Marco Claudio Marcelo, un optimate anti-césar, junto a Metelo Escipión Násica (el suegro de Pompeyo), Catón y varios otros optimates, lideran la coalición anti César.  El Senado en sesión decide no prorrogarle más el cargo de procónsul y adelantar el fin del mismo. Domicio Enorbarbo le reemplazaría al mando de la provincia. Luego de mucho debate decidieron esperar a que expire su proconsulado. Que sería a principios del año 50.

Pompeyo Magno

Pompeyo Magno (Wikipedia)

César solicitó entonces los mismos privilegios que le otorgaron a Pompeyo, es decir, poder presentarse a consulado y mientras tanto mantener sus provincias, pero los optimates se opusieron. Pompeyo no supo bien de qué lado estar, pero sí sabía que su orgullo le impedía quedar mal en Roma frente a un general rebelde de “inferior calidad”.

En complicidad con Pompeyo, los optimates piden a ambos que entreguen una legión para destinarla a la futura campaña contra los partos. Pompeyo le pide a César que entregue la legión que le había prestado tras la derrota de Cota y Sabino en la Galia. César comprende bien la maniobra: Él perdería dos legiones: la propia y la que Pompeyo le prestó; de todas formas no las entrega sin antes haberlas premiado económicamente.

César sabe que si vuelve a Roma como simple ciudadano el Senado le apresará por desacato, por romper la paz con los germanos, o le enjuiciarán por cualquier cosa que encuentren a mano. César, con el dinero de las Galias, compraba amistades haciéndose cargo de sus deudas. Uno de estos hombres es Curión quien le resultará muy útil. Curión, elegido tribuno de la plebe para el año 50, propone una ley que garantizaría a César que se haría una excepción a una ley: normalmente los aspirantes al cargo de cónsul debían presentarse en Roma. César sabía que si hacía eso, es decir, presentarse en Roma, perdería la inmunidad que le otorgaba el cargo de procónsul y sería un civil más, por ende correría entonces el riesgo de que los aristócratas anti César le intentaran enjuiciar. Ahora, esta nueva ley no lo hacía más necesario y César podría presentarse a cónsul sin necesidad de salir de su provincia Cisalpina. El propio Cicerón apoyó la moción en el Senado cuando fue presentada. Pero Catón y los anti César ardían de rabia, y la rechazaron.

Curión manda entonces a decir en Roma que César propone que tanto Pompeyo como él dejarían las armas, es decir abandonarían su cargo de comandantes de legiones, y se presentarían en Roma como simples ciudadanos y dejarían que el pueblo decidiera por votación. Esta jugada aclaraba algunas sospechas entre los ciudadanos sobre las intenciones belicosas de César y la aplaudieron con felicidad. A Pompeyo le agradaba la idea, sin embargo el Senado deseaba solamente desarmar a César y le acusaban de intentar llevar a Roma a una nueva guerra civil como la que protagonizaron Mario y Sila.

Uno de los cónsules del año 50 era otro miembro de la familia Claudia, Marcelo. Él le confirió a Pompeyo la sagrada tarea de proteger Roma, y le dieron dos legiones, las mismas dos que le habían quitado a César e iban a partir en la campaña contra los partos. Pompeyo era atraído de a poco por los optimates del Senado, pero aún no sabía por qué lado definirse. César era poderoso y podía ser un aliado útil. Por otro lado, César aún tenía una pizca de esperanza sobre Pompeyo, aunque sabía que no podía confiar plenamente en él

En el año 49 los dos cónsules elegidos son de corte aristocrático. Uno de ellos es Léntulo y nuevamente el otro es miembro de la familia Claudia y también se  llamaba Marcelo, mientras que los tribunos de la plebe son del partido de César, entre ellos Marco Antonio, quien fuera cuestor de César y recientemente participara en la campaña contra Vercingétorix.

César sabe que debe hacer todo lo posible por ser cónsul y llegar al poder máximo de forma legal. Él reconoce que ningún gobierno que llegó al poder por la fuerza se pudo sostener, por lo que planeó su nueva estrategia ante la dureza del Senado: Se trasladó al cuartel de su XIII legión en Rávena y ordenó a las legiones de las Galias más cercanas que comenzaran a movilizarse. Todavía hizo un último intento político, mandando a decir por medio de Marco Antonio y Curión que pide que hasta que haga posesión del consulado, si gana, claro está, que solamente le quede la gobernación de Iliria y el mando de dos legiones, entregando la Galia Cisalpina y la Transalpina. Recordemos que el resto de las Galias recién conquistadas no eran aún una provincia formal, sino que quedaron sometidas a la protección de Roma. Incluso más tarde rebaja sus exigencias, diciendo que entregaría su cargo y bajó su pretensión a una única legión hasta el resultado de las elecciones y no hasta el día de la fecha en el que se hiciera cargo del consulado.

Cicerón estaba de acuerdo, pues deseaba apaciguar los ánimos, y también Pompeyo. Lamentablemente, los optimates senatoriales vieron esto como una expresión de la debilidad de César, y nuevamente Léntulo, como cónsul, rechaza el pedido y ordena que César se presente y entregue el mando de las legiones. Marco Antonio, como tribuno de la plebe veta la moción.

Estamos en enero del 49. Léntulo, Catón, Metelo Escipión Násica  y otros senadores aristócratas, enfurecidos, declaran el senatus consultum ultimum, donde convocan a todos los magistrados (cónsules, procónsules, etc.) a presentarse ante Roma. Esta medida no puede ser vetada según las leyes y se usa sólo en caso extremo. La idea era exponer el desacato de César, un simple procónsul desobedeciendo al Senado. Habrase visto…

Marco Antonio, Curión y todo aquel que simpatice por César debe huir de Roma, pues su seguridad no puede ser garantizada. Todos estos marchan a Rávena a reunirse con él, quien, ya enfurecido, le comenta a su fiel tropa lo sucedido e insulta a los gobernantes de Roma y su corrupción.

No quedan ya más caminos políticos por recorrer. César, en sus escritos, dirá que no le dejaron alternativa.

Cruce del Rubicón

Hagamos una pausa y reflexionemos. César se disponía a enfrentar al Senado romano. Al legítimo Senado romano. ¿Esto fue acaso bien tomado por sus hombres? César les expuso sus argumentos y les contó cómo fue que en Roma la aristocracia senatorial echó a los tribunos de la plebe. Si bien era un acto deleznable… ¿alcanzaba? Pues bien, se cree también que el carisma personal de César, la buena relación que tenía con sus hombres luego de la durísima campaña en la Galia, sumado a la probabilidad de ser nuevamente gratificados económicamente por él, les ayudó a tomar la decisión. Los soldados sabían que los apoltronados políticos de Roma no valorarían sus esfuerzos como lo haría César.

Río Rubicón

Río Rubicón

En total, César tenía aproximadamente entre 35 y 50 mil hombres, pero estaban todos al norte de Rávena, por lo que se dispuso a llamarlos mientras daba su primer paso. Mandó una pequeña escuadra, en secreto y disfrazados, a tomar la ciudad de Ariminum, del otro lado del Río Rubicón, que marcaba la frontera entre Roma y su provincia Cisalpina. Luego, con sólo trescientos caballos y cinco mil infantes de la legión XIII, decidió cruzar el río con celeridad, así no dio tiempo en Roma a preparar una defensa. César no tenía Imperium (mando) al sur del río Rubicón por lo que no podía legalmente cruzar el río con su ejército sin autorización.

César iría con todo. Algunos dicen que dudó un rato antes de cruzar, pero de todas formas lo hizo y pronunció su famosa frase, originalmente del poeta Meandro, “Alea jacta est”, es decir, “las cartas se han echado”.

No hay vuelta atrás, al cruzar el río inmediatamente se puso en rebeldía contra el Senado de Roma.

Roma arde en confusión. Las noticias llegan y muchos inmediatamente huyen, mientras otros se quedan sin entender que sucederá. Nuevamente, al igual que hizo Sila, un general amenaza con entrar en Roma por la fuerza. La facción enemiga de César no sabe bien qué hacer. Acusan a Léntulo, recordemos cónsul de ese año, de haber sido muy duro con las propuestas del César. Acusan a Pompeyo de haberlo apoyado y se ríen de él cuando en una ocasión, en el Senado mismo, se jactó de que solamente bastaba que golpeara el piso fuerte con el pie y Roma se llenaría de tropas leales. ¿Pues y ahora, qué? Están solos, el grueso de las tropas de Pompeyo estaba en Hispania. César, como de costumbre, fue muy veloz, y Pompeyo no pudo organizar ninguna defensa. Hay que decir aquí que la Guardia Pretoriana se crearía tiempo después.

Huir de Italia

Pompeyo decidió que no podía enfrentarse a César, ni siquiera al pequeño ejército que trajo, ya que, aunque eran pocos, se trataba de veteranos curtidos. Los cónsules y algunos senadores huyen sin otra alternativa. Incluso Labieno, recordemos otrora legado de César en las campañas en la Galias y unos de sus mejores generales, le abandona para aliarse con Pompeyo a favor de la causa de la República; se cree que no fue por motivos ideológicos, sino más bien personales. Sentía celos de estar a la sombra de César. Pompeyo  organiza la retirada hacia Grecia junto con los principales enemigos de César. Entre ellos estaba Bruto, el hijo de Servilia, la amante de César,  quien dejó a un lado una rencilla con Pompeyo, pues éste ejecutó a su padre en la vieja rebelión de Lépido. Se embarcarían en el puerto de Brindisi.

César, aún en Ariminum recibió enviados de Pompeyo proponiendo evitar la guerra. César estaba de acuerdo, pero respondió que Pompeyo debía licenciar primero su ejército y entonces él haría lo mismo. Los senadores y Pompeyo rechazaron esto, ya que desconfiaban de él de la misma manera que César lo hacía de ellos. Además, César contaba con ventaja de la sorpresa y no quería perderla. La cosa quedo en nada.

A medida que avanza, los pueblos se van entregando a César sin ofrecer resistencia. Tenía prohibido a sus hombres arrasar y saquear las ciudades: César quería demostrar que él no era como Sila. César pasaría de largo de Roma y se concentraría en presionar a su enemigo que huía hacia Brindisi. Ya contaba a estas alturas con la legión XIII, XII y VIII, más 22 cohortes de reclutas de la provincia transalpina.

Léntulo, el cónsul, quiso huir con el dinero del tesoro, pero no llegó a tiempo y se dirigió a Corfinium, donde estaba Domicio Enobarbo, quien iba a reemplazar a César en la gobernación, con treinta cohortes equivalentes a tres legiones. César se dirigió allí y se dispuso a sitiar la ciudad. Domicio planeó su huida, pero sus hombres, al enterarse de esto, se entregaron pacíficamente. Domicio mismo le pidió a su médico un veneno para quitarse la vida. Una vez tomado el veneno le llegaron noticias de que César era benévolo con sus enemigos y que les perdonaba. Arrepintiéndose de haber tomado el veneno, se desespera, pero su médico le dice entonces que no se preocupara, pues le había administrado sólo un somnífero.

En el fondo, César respiró aliviado. Lo último que necesitaba era perder el tiempo en un sitio prolongado, así que podía continuar la persecución de Pompeyo.

Habiendo entonces César perdonado a Domicio y a unos 50 senadores, les habló de paz y de los motivos de su pacífica entrada en Italia. Domicio finalmente huye hacia los aristócratas, aunque sin sus tropas. El hombre seguirá molestando, como veremos más adelante. De todas formas, la gente comenzaba a calmarse al ver que César era benévolo con quienes eran sus enemigos, y no lo tomaron como un nuevo Mario o Sila, sedientos de sangre. En sólo dos meses César conquistó la península itálica y les pisaba los talones a Pompeyo y su séquito aristocrático.

Pompeyo reunió lo poco que pudo en Brindisi y embarcó su ejército a Grecia. Ya más tranquilo allí, se dirigió a Macedonia. Con ayuda de sus contactos en el este podría entrenar sus legiones y juntar provisiones para enfrentar a César.

Con el escabullimiento de Pompeyo terminó la persecución, y César volvió a Roma y se reunió con los senadores que quedaban. Habló sobre paz, unión y hermandad. Les pidió que hiciesen llegar a quienes huyeron mensajes de confraternidad. Su idea era que volvieran y poder hacer las paces, y así darle legalidad a su ascenso en el poder. Metelo, tribuno de la plebe, se le opuso hablando de ilegalidad en el proceder de César. A esto él, sacado de quicio, responde que “son épocas de guerras, y no de leyes”. A continuación mandó a romper las cerraduras que guardaban el tesoro que le negaban.

Durante este tiempo intercambió correspondencia con Cicerón para ganárselo a su bando, pero éste le respondía ambiguamente y no deseaba tomar partido alguno.

Hispania

Estamos en abril del mismo año 49. El plan de César era debilitar los puntos fuertes de Pompeyo, que se entretenía organizando sus tropas en Grecia. Es decir, atacar a sus legiones en Hispania al mando de Varrón y Lucio Afranio, que no son tan buenos comandantes pero que aún eran leales a Pompeyo. Recordemos que Pompeyo era el gobernador de aquella provincia aunque la gobernaba desde Roma. Por esto César dijo su famosa frase. “Voy a enfrentar un ejército sin general para luego enfrentar un general sin ejército”

Dejó a Marco Antonio a cargo de Roma y a Curión encargado en Sicilia de asegurar las provisiones de cereales a Roma. Se dirigió hacia Hispania con tropas cruzando por el sur de Francia con idea de entrar por el norte de Hispania. En el camino por el sur de Francia se encontró con  una resistencia en Masilia (la actual Marsella), vieja colonia griega. Peor aun, estos habían dejado que Domicio Enobarbo, un viejo conocido, ¿se acuerdan?,  organizara las defensas de la ciudad. Puso pues sitio a la ciudad y continuó el viaje hacia la península ibérica.

Marco Antonio

Marco Antonio (Wikipedia)

Ya en Hispania, luego de mucho esfuerzo, logró sitiar a los pompeyanos en Ilerda (la actual Lérida). Estos huyeron, pero serían luego capturados. La mayoría de los legionarios se pasaron a su bando. Los comandantes capturados fueron liberados, pero rompieron su palabra y huyeron de Hispania para reunirse con Pompeyo. En ese momento Masilia también capituló.

César logró el objetivo de privar a Pompeyo de sus tropas de Hispania y asegurarse el lado occidental del imperio. Ya podía concentrarse en el mismo Pompeyo.

Cómo dijimos, Curión se encargó de asegurar Sicilia de los pompeyanos, pero luego, en África y tras derrotar a algunos pompeyanos,  fue derrotado y muerto por tropas del rey númida Juba I, a quien César enfrentará más adelante.

Mientras vuelve de Masilia, César se entera de un incidente que afectó a la famosa IX legión que estaba estacionada en Piacenza. Esta legión era una veterana de las Galias, pero algunos cabecillas organizaron una sublevación. Resulta que se les adeudaba dinero de la campaña en Brindisi. Además, la inactividad de hombres rudos provoca malestar entre los mismos, sumado al hecho que César les tenía prohibido saquear la tierra italiana y hacerse del botín, ya que esta orden era parte fundamental en su política de invasión pacífica. Un cóctel feroz.

César se dirigió hacia allí y amenazó con diezmar (eliminar un hombre cada 10) la legión y luego pasarla a retiro. Los legionarios estaban horrorizados. Ante el pedido de muchos de ellos, cambió de opinión y astutamente logró que saltaran a la vista los incitadores de la rebelión. Ésta fue la primer insubordinación que sufrió, pero a partir de allí la IX legión peleó mejor que nunca.

César volvió a Roma y organizó el Senado para que le declarase dictador, con el fin de llamar a elecciones y poder gobernar luego legítimamente como cónsul. Ordenó, además, restituir los derechos cívicos de los hijos de los desterrados por Sila en aquella guerra Civil y fueron permitidos los retornos de las personas que Pompeyo extraditó en su limpieza de Roma. Adicionalmente, tomó medidas sobre las deudas de las personas.

Luego de once días de dictadura renunció a su puesto y ganó las elecciones para el año 48. Fue elegido cónsul en la Comitia Centuriata junto a Servilio Isáurico, logrando así un aire de legalidad con el fin de seguir diferenciándose de la cruel guerra civil anterior.

Mientras tanto, mantenía correspondencia con Cicerón, con quien tenía buena relación y que aún se mantenía neutral. Sin embargo, la amistad y el respeto entre ambos no gravitaron para que se pasara a su lado. Cicerón no vuelve a Roma como quería César, y se juntó finalmente con Pompeyo. Lo mismo harán otros senadores. De todas formas la mayoría de los senadores se mantuvieron neutros.

Campaña griega

Mientras esto sucedía, Pompeyo había logrado reunir 9 legiones, muchas de las cuales eran nuevas, compuestas por reclutas. Pero gracias a sus contactos en Asia había conseguido organizar bien sus suministros y conseguido dinero para la paga del ejército. Metelo Escipión le traería 2 legiones más de Siria y durante este tiempo se dedicaría a entrenarlas personalmente él mismo. Contaba con 57 años.

En enero del año 48, César, en pleno invierno, y para sorpresa de muchos, cruza  el mar Jónico desde Brindisi con 7 de sus 12 legiones, bajo la amenaza de la flota aliada de Pompeyo al mando del viejo conocido Bíbulo, quien odiaba a César. César logra desembarcar en el reino del Épiro. Las restantes legiones cruzarían luego al mando de Marco Antonio. Algunos barcos de la flota fueron capturados en el camino de vuelta, ya que Bíbulo estaba preparado, y esto mermó la línea de comunicación, con lo que César quedaría un tiempo aislado. En inferioridad numérica y logística, César se dispuso a tomar dos ciudades buscando desesperadamente alimentos. Lo logra con éxito, tomando casi todo el Épiro, por lo que se envalentona y decide tomar la principal fuente de abastecimiento de Pompeyo, Dirraquio.

Pompeyo, con el apoyo de Labieno, el ex general de César, consciente de ello, se le adelanta con sus 9 legiones y bloquea el paso. César contaba con 7 legiones y distaban de estar al máximo de sus fuerzas, por lo que se retiró.

César estaba desesperado porque llegaran los refuerzos de Marco Antonio, por lo que se hace él mismo al mar escondido como esclavo en una pequeña embarcación, sin embargo las fuertes tormentas lo mandarían de nuevo a la costa. Según Plutarco, en plena tormenta le dijo al piloto para tranquilizarle y darle ánimos, “Sigue, buen hombre, ten buen ánimo; no temas, que llevas contigo a César y su fortuna”, en alusión al buen destino que César tenía asegurado y la suerte que siempre le acompaña.

Finalizamos aquí la entrega. En la próxima veremos los enfrentamientos entre dos colosos: César y Pompeyo.


Sobre el autor:

chapu77 ( )

entusiasta de la Historia y la astronomía pero decidió trabajar de ingeniero informático.
 

{ 3 } Comentarios

  1. Gravatar Macluskey | 02/01/2012 at 03:06 | Permalink

    ¡Ya hemos cruzado el Rubicón!

    Curiosa, la forma de entender la vida y el servicio público en los romanos. Dos tipos ambiciosos y brillantes como Pompeyo y Julio César, una vez muerto Craso, no pueden más que chocar como dos trenes en su lucha por controlar lo que queda de República.

    Ambos habían aprendido de la época de Escipión el Africano que ante tipos como Catón el Viejo o (ahora) Catón el Joven estaban perdidos si no tomaban “medidas extraordinarias”…

    Espero las siguientes entregas para ver cómo se desenvuelve el asunto. ¡La cosa promete!!

    Saludos

    Mac

  2. Gravatar RyAnG | 02/01/2012 at 10:47 | Permalink

    Aquí es donde se ve la gran cualidad de César y que lo diferencia del resto. Aparte de ser un magnífico estratega y un político que digamos se desenvolvía con soltura en la intrigas de la república, es un líder. Sus legiones veteranas le segurirían hasta el infierno si fuera necesario. Que hay que cruzar el Rubicón jugándose el exilio o la muerte, se cruza. Que hay que atravesar el imperio persiguiendo a Pompeyo y sus legiones, se atraviesa.

    Ahora una pequeña correción aunque suene un poco pedante: la expresión correcta es ‘statu quo’, sin s. Es que hablando del tema que estamos hablando me ha llamado la atención el latinajo. :)

  3. Gravatar chapu77 | 03/01/2012 at 01:41 | Permalink

    Me alegro les guste. Espero seguir cubriendo sus expectativas. También realicé algunas correcciones, como bien marca RyAnG

Escribe un comentario

Tu dirección de correo no es mostrada. Los campos requeridos están marcados *

Al escribir un comentario aquí nos otorgas el permiso irrevocable de reproducir tus palabras y tu nombre/sitio web como atribución.