La gran campaña en la Galia (II)
Continuamos hoy con la segunda parte de la campaña en las Galias y nuestro cuarto capítulo sobre Cayo Julio César. En la entrega anterior comenzamos con la mayor campaña de este gran comandante. Hemos visto batallas contra helvecios, contra germanos y contra belgas. Su próximo objetivo serían las islas británicas, pero como veremos, algunas rebeliones en la Galia Occidental y por parte de los germanos le interrumpirán el sueño.
Como siempre hago, aclaro que relato acontecimientos que sucedieron antes de la llegada de Cristo, por lo que las fechas mencionadas serán todas asumidas como a. C. Sólo aclararé con d. C. si algún hecho ocurrió después de Cristo.
Año 56. Reunión en Lucca
Llegó nuevamente el invierno y César vuelve al Po, donde le llegan visitas ilustres a felicitarle. Además de recibir halagos, César repartía a modo de soborno dinero para aquellos que estaban a su favor en Roma. Sin embargo, Craso y Pompeyo comenzaban a enemistarse, y por ende se convocó a una reunión en Lucca. Allí se celebraría un pacto entre los triunviros. Recordemos que Craso nunca le perdonó a Pompeyo el hecho de haberle robado parte de la gloria en la lucha contra Espartaco. En la reunión decidieron extender el proconsulado de Pompeyo en Hispania y a Craso le otorgaron la gobernación de Siria. Además, acordaron que los próximos cónsules del año 55 serían los mismos Pompeyo y Craso, a César le dieron nuevos fondos y le renovaron el mando de las provincias galas por otros cinco años más. La idea era que, transcurridos los mismos, César se postularía a su segundo consulado.
También trataron en Lucca el problema de Clodio. Recordemos que fue ayudado por los triunviros, y ahora comenzó a armar su poder personal en el puesto de tribuno de la plebe. Había desafiado a César y a Pompeyo varias veces, cuestionando las medidas de ambos. Se cree que Craso lo apoyaba para enojar a Pompeyo. Pero bueno, con el nuevo pacto, Craso y Pompeyo pondrían paños fríos a la cuestión. Craso estaba feliz, ya que tenía la oportunidad de gobernar una rica provincia y, como veremos, mostrar su capacidad militar.
Insurgentes en el Atlántico
Seguimos en el Año 56, que parecía que iba a ser un año dedicado a tareas políticas y no militares. El Oeste de la Galia había sido también pacificado; sin embargo, se rebelarían las tribus de los vénetos de Bretaña (región en el noroeste de Francia). Estos habían hecho un acuerdo con los romanos por el que proveerían de suministros a César. No obstante, rompieron el tratado y, de la misma manera que César les había pedido rehenes como muestra de voluntad, estos galos no tuvieron peor idea que capturar oficiales romanos de la zona como rehenes propios. Claro que tanto la rebelión como la captura de sus oficiales enfureció a César. La rebelión comenzó a extenderse en el oeste de la Galia.
Sin perder tiempo, César pasó a la acción. Ordenó construir una flota en el Loire y se dirigió a la zona de los vénetos. Dejó a Labieno cuidando a los recientes derrotados belgas (no fuera cuestión que vuelvan a armar jaleo en ausencia de César) y mandó a Publio Licinio Craso (hijo del triunviro) con 12 cohortes, es decir, la VII legión y algunas cohortes de apoyo, a pacificar la región de Aquitania, y a Sabino lo envió con grandes fuerzas, tres legiones, a Normandía. El Oeste debía ser pacificado a toda costa. César personalmente se encargó de los vénetos donde estaba el foco de la rebelión. El espíritu rebelde se propaga como una enfermedad en todos los pueblos, César sabía de esto. Nunca dudaba a la hora de pasar a la acción.
La fortaleza de los vénetos residía en sus ciudades costeras, y dependían de su gran flota pesquera, compuesta de excelentes barcos hechos de una madera mucho más dura que la de los romanos. Una vez sitiadas las ciudades por tierra, César enfrentó a la flota gala que las aprovisionaba por mar. Su flota estaba al mando de Décimo Junio Bruto Albino. Al principio, con resultados poco alentadores, ya que los romanos no acostumbraban a navegar en el Atlántico y sus barcos no estaban tampoco preparados para ello. La táctica de la antigüedad era embestir al barco rival; además los romanos eran expertos en abordajes y en la lucha cuerpo a cuerpo. Pero la diferencia entre los barcos no permitía esta táctica. Sin embargo, el destino quiso que la ventaja romana radicara en que los galos no usaran remos en sus enormes barcos, sino más bien su velocidad dependía de sus velas. Entonces, cuando en plena batalla se calmó el viento, los galos fueron presas fáciles de los romanos, quienes los abordaron y vencieron.
Sin flota que las protegiera, las ciudades de los vénetos cayeron. El castigo que César les dio por rebelarse fue sumarísimo. Pasó por las armas a toda la clase dirigente y vendió a gran parte de la población como esclavos. La lección debía ser aprendida: una vez que se llegaba a un acuerdo con César, éste no podía romperse. Roma siempre fue así de pragmática con sus enemigos. Se le acusó de cruel, cierto, pero siempre con un fin pragmático.
El joven Craso y Sabino también vencieron en sus respectivas campañas. El año terminará con una breve campaña de César en el paso de Calais contra los menapios y los morinos. Ésta fue una campaña distinta. El enemigo usaba tácticas de guerrilla que causaron estragos, por lo que César la canceló y dejó inconclusa. No valía la pena. Su próximo objetivo: las Islas Británicas.
Las noticias de todas estas victorias llegaban a Roma, los odiosos galos estaban siendo derrotados. La fama de César aumentaba. Este invierno sus legiones descansaron y fueron acuarteladas por todas las Galias. César miraba con ojos golosos las Islas Británicas. La excusa sería que ellos habían ayudado a los galos, lo cual no está muy comprobado que así fuese, pero la fama que le daría ser el primer comandante romano en pisar esa tierra misteriosa sería muy grande. Además, había escuchado sobre enormes riquezas que se encontraban en esas tierras, pero los germanos darán que hablar una vez más.
Año 55. Vuelven los Germanos
Estando César en la Galia Cisalpina durante el invierno 56/55, le llegan rumores sobre una nueva migración que podría desestabilizar el orden que tanto le costó lograr. Dos tribus germanas, los usípetes y los téncteros, comenzaron a cruzar el Rin e invadieron las Galias buscando tierras, ya que los suevos los habían forzado a irse de las suyas. César nos cuenta que alrededor de 430.000 personas participaron de la nueva migración. De ellas se puede estimar que al menos 100.000 eran aptos para combate. En el cruce vencen a la tribu belga de los menapios, recientemente mencionados, y se asientan en sus villas.
Inmediatamente amenazan a los eburones y a otras tribus aliadas de César, dándole la excusa necesaria para entrometerse y demostrar que Roma no abandona a sus aliados y que les es conveniente aliarse con ella. Debajo de la fachada, el peligro de 100.000 guerreros deambulando en su Galia conquistada no era bueno para él. Cualquier jefe o noble galo podría contratarlos y ponerlos bajo su servicio. Recordemos que Ariovisto había hecho algo similar en su momento con los sécuanos. Así, César se dirigió al norte con su ejército a poner orden. Se le acercaron embajadores germanos explicándole los motivos de su migración y sus buenas intenciones. César, sospechando que solo querían ganar tiempo para reorganizar su ejército y enfrentarle, les exigió, ya que necesitaban tierras donde asentarse, que se retirasen más al sur, junto a una tribu aliada de Roma, los ubios.
En plena tregua, y mientras se llevaban a cabo las conversaciones, las caballería gala aliada de los romanos es sorprendida y derrotada por la germana, que curiosamente tenía caballos de menor porte y tamaño que la aliada gala. Los germanos, sutilmente, le explicaron que fue un hecho aislado no organizado por los jefes germanos, sino por circunstancias ajenas a ellos y más propia producto de la presión que habrán sentido algunos germanos por el acoso del ejército romano. César, enfurecido, apresó a los jefes germanos y ordenó un ataque general. La masacre fue total. Los germanos fueron sorprendidos y no pudieron organizarse, ya que sus jefes habían sido apresados por César. Muchos germanos murieron. La gran parte huyó del otro lado del Rin. Casi sin bajas, César obtuvo una gran victoria. Desde el punto de vista romano la amenaza germana era equivalente a la de los helvecios, por lo que la rápida y limpia victoria fue bienvenida. Sin embargo, muchos cuestionaron la nobleza del proceder de César al capturar a los líderes germanos en una negociación. En el Senado, Catón el Joven pedía que César fuera entregado a los germanos como castigo, pero nadie le prestó el apunte.
A raíz de estos éxitos, César deseó cumplir otro hito: ser el primer general romano que cruzara el Rin con un ejército. Mandó a construir un puente y en tan solo diez días estaba listo. El puente fue una gran obra de ingeniería en la época, demostrando al mundo, y especialmente a los germanos, que no había límites físicos para donde Roma pueda ir. Del otro lado del gran río hace una demostración de fuerza y se retira, destruyendo el puente al volver. Sólo estuvo 18 días del otro lado del Rin: un hito en la historia de Roma. Siempre temerosa de los bárbaros, ¡ahora tenían un general que cruza el Rin si lo desea!
Un verano en Britania
Estamos ahora en el verano del mismo año 55. Luego de pasear por el Rin, ahora sí su objetivo son aquellas islas del norte donde el imperio no había llegado nunca. Armó, pues, un ejército de apenas 2 legiones, la VII y su querida X más algunos contingentes a caballo, y cruzó el Canal de la Mancha por el paso de Calais. Utilizó la misma flota con la que enfrentó a los galos del Atlántico el año anterior. Hizo cruzar primero a la infantería y posteriormente a la caballería, que no lograría llegar por problemas con el clima que le causó grandes bajas durante el viaje.
Los bretones le esperaban en la costa para atacarle, por lo que decidió cambiar la zona de desembarco original. Sin embargo, los bretones le apantallan y le siguieron. Al desembarcar, le atacaron con todas sus fuerzas. Con mucho trabajo logró rechazarles y armar un campamento. Sin caballería y con problemas en las provisiones la cosa no pintaba nada bien, por lo que envió unos escuadrones a saquear los campos aledaños en busca de cereales y provisiones. Viendo los bretones la situación en la que se encontraban los romanos, se reorganizaron y atacaron a estos escuadrones. La alarma llegó al campamento y César organizó un rescate de los mismos con algunas cohortes, y con éxito volvieron al campamento. Como curiosidad, los bretones utilizaban un carro parecido al de la época de los griegos, donde un conductor sostenía las riendas y otro guerrero lanzaba sus jabalinas.
Envalentonados tras creer que se trató de una victoria, los bretones realizaron un ataque general a César. Grave error. Las batallas campales son la especialidad del ejército romano.
En masa, las dos legiones rechazaron fácilmente al enemigo, que se rindió, y como ya es costumbre entregaron rehenes que garantizaran su buen comportamiento y la promesa de provisiones. César volvió a la Galia y aprovechó para realizar un ajuste de cuentas con los menapios y morinos, que, como vimos arriba, le habían causado dolores de cabeza anteriormente.
Militarmente, la primera invasión de las islas fue un fracaso. Perdió muchos hombres en la batalla y en el cruce del canal.
Su objetivo apenas fue logrado, pero volverá a las islas al año siguiente. Sin embargo, en Roma festejarán el logro de subyugar a tribus en estas islas tan lejanas y misteriosas, aunque a muchos le quedaba claro que César se excedía sobremanera en su autoridad como procónsul de las provincias de la Galia. Catón y los anti césar recibieron un golpe muy fuerte. Ellos le atacan con palabras, César, con hechos, y ya se convertía en un héroe del pueblo.
Año 54. Segunda invasión a las islas
César vuelve a la Galia Cisalpina, donde pasó como es costumbre el invierno para ponerse al dia con las tareas administrativas y los sucesos en Roma. Para destacar, cabe mencionar un pequeño incidente con una tribu en Iliria que fue rápidamente resuelta por él, por lo que volvió a la organización de la segunda invasión al las Islas Británicas. La creencia de la existencia de grandes tesoros y la obtención de fama personal le indujeron a esto.
Mandó construir el triple de barcos que en la primera invasión y modificó los mismos, adecuándolos para el bravo mar del Canal. No deseaba pasar dos veces por el mismo problema con el clima. Su punto de salida sería un lugar cerca de la actual Boulogne, y allí convocó a todos los jefes galos. Estos le llevaron en total 4.000 jinetes. Además de la caballería, César deseaba asegurarse paz en la Galia mientras él estaba en las islas. Se llevaría 2000 de esos jinetes hacia allí. Entre ellos se encontraban los eduos comandados por el revoltoso y no confiable Dumnorix y su hermano, en quien César sí confiaba, Diviciaco.
Dumnorix volvió a armar jaleo haciendo creer a todos que César le nombraría rey y cosas así. Por otro lado, ninguno de los jefes galos deseaba cruzar a esas islas e irse de la Galia, por lo que cada uno le presentaba a César tontas excusas. Dumnorix mismo se escabulló en la noche del campamento. Sabiendo César que no puede irse dejando al revoltoso Dumnorix en la Galia, manda una partida de hombres con orden de apresarle y, en caso de resistirse, darle muerte. Y así fue. Según la leyenda, Dumnorix fue alcanzado y resistió. Se cree que antes de morir gritó “Soy un hombre libre de un pueblo libre!”
El ejército que invadirá las islas consistiría en 4 legiones más contingentes auxiliares y los ya mencionados 2000 jinetes aliados. Labieno se quedaría del otro lado del Canal con las 3 legiones y los 2000 jinetes restantes para asegurar la ruta de aprovisionamiento de César y poner orden ante un intento de alzamiento en la Galia.
A pesar de los nuevos barcos, el cruce del Canal fue muy difícil, pero logró desembarcar y armar un campamento. Al ver el tamaño del nuevo ejército, los bretones, que le esperaban, no se animaron a atacar y se retiraron tierra adentro. En la noche, César sale con el ejército y avanza hacia dentro para encontrarse con el ejército bretón que le esperaba. La batalla fue rápida, pues los bretones, al verse superados, se retiraron.
Una tormenta destrozó varios de sus barcos en la zona de desembarco. No había, pues, una escollera que los protegiera. César volvió hacia allí y comenzó a repararlos y envió un mensaje a Labieno para que le enviara otros de recambio.
Este contratiempo dio tiempo a los bretones para reorganizarse y unir fuerzas con otras tribus. Entre ellos se odiaban, pero se unían ante una amenaza externa, comportamiento muy similar al de los galos. Nombran como líder a Cassivellaunus.
Al principio, el líder breton logró algunas pequeñas victorias en pequeños enfrentamientos o escaramuzas, por lo que se envalentonó y atacó a César mientras su ejército armaba el campamento. Esta vez las fuerzas encargadas de proteger el ejército mientras armaba el campamento pudo repeler fácilmente el ataque, por lo que los bretones volvieron a retirarse (recordemos la batalla del rio Sambre con los belgas del año 57.
César avanzó luego hacia el Támesis, la mismísima tierra de Cassivellaunus. Luego de la última experiencia, éste rechaza el enfrentamiento directo y prefiere hostigar con sus carros a las tropas de César. El procónsul romano cambia entonces de estrategia y, como hizo en Bélgica, empieza a desmembrar las alianzas entre las tribus bretonas. Desesperado Cassivellaunus al ver como de a poco le van abandonando sus aliados, y tras un fallido intento de atacar el campamento base donde desembarcó César, se rindió ante el romano. Ofreció rehenes y pagar tributo.
César venció nuevamente con pocas bajas. Decidió regresar a la Galia, pero no sería sencillo, dados los pocos barcos que le quedaban. Nunca más volvería allí. Sólo 100 años después las islas se transformarían en provincia romana. Se cree que nunca pagaron tributo a César. Nunca fue completamente sometida.
El botín tampoco fue el esperado. Sí es cierto que vendió muchos hombres capturados como esclavos, pero no encontró ni oro ni plata como esperaba. Eso sí, la campaña en tierras exóticas contra bárbaros que andaban en carros como hacían los griegos y persas antiguos le proporcionó gran fama en Roma.
Comienza la ruptura en el triunvirato
En Bretaña César se entera de la muerte de su hija, la mujer de Pompeyo, su aliado. Ella muere de parto y el niño que dio a luz fallece también a los pocos días. Pompeyo estaba muy dolido, tanto aprecio le tenía que le criticaban en Roma por pasar mucho tiempo con ella. De todas formas, tanto César como Pompeyo saben que el lazo que los unía se rompió. El pueblo empezaba a amar a César y a considerarlo mejor general que Pompeyo. Ambos celaban del otro y en Roma habría lugar sólo para uno de ellos. Pompeyo de a poco se va acercando a los optimates, es decir a los aristócratas. César le ofrece en matrimonio a su sobrina nieta, Octavia, hermana de Octavio (el futuro emperador Octavio Augusto). Pompeyo rechaza la propuesta.
Pompeyo era procónsul de Hispania, pero gobernando desde su villa en Italia, cosa inaudita y prohibida, pero en el caso de Pompeyo se lo permitieron. Por su parte, Craso era procónsul de Siria y aspiraba a tener su propia gloria militar. Organizó una expedición contra los partos que fracasó rotundamente. No solo el Senado le criticó la decisión de atacar a los partos sin motivos, sino que encima partió igual sin autorización. Sin embargo, será derrotado y muerto en la batalla de Carrhae. Se dice que los partos, al capturarlo, le obligaron a beber oro líquido. El pobre no estaba a la altura del desafío.
Con él morírá su hijo Publio Licinio Craso, quien se habia destacado en el ejército de César en las Galias, que había acompañado a su padre en la nueva aventura en Oriente.
Años 53. Rebeliones de los belgas
Volvamos a nuestro César. Dijimos que estaba en la Galia Cisalpina durante el invierno 54-53, dejando a sus legiones bien acuarteladas con los siempre problemáticos belgas. El problema es que los galos tomaron coraje y, poco a poco, empezaron a provocar sublevaciones. Los belgas eburones, al mando de Ambiorix, amenazaban con agitar la zona. César envía entonces la XIV legión más algunas cohortes al mando conjunto de Cota y Sabino. El primer ataque de Ambiorix es rechazado, por lo que Ambiorix pide una tregua y ofrece a los romanos volverse tranquilamente; además ofrece paz y justifica su agresión por presiones internas.
Cota y Sabino no sabían bien qué hacer. Cota prefería quedarse en el campamento, mientras que Sabino prefirió retirarse creyendo en la palabra de Ambiorix. Este último romano se impone a su colega y decidieron marcharse. Todo era una trampa, en el camino son emboscados y masacrados por Ambiorix. Ambos comandantes romanos son muertos. Apenas unos pocos hombres llegan a dar el aviso al campamento de Labieno. En total, ¡15 cohortes fueron aniquiladas! César culpó a Sabino y alabó la postura de Cota. El mismísimo Napoleón, 1.800 años más tarde, culpó sin embargo a César por haber dado el mando conjunto a dos hombres. La gran mayoría coincide en que, al final, él era el jefe máximo como procónsul con imperium en las Galias, por lo que la derrota, en definitiva, era propia.
Según Napoleón: “es mejor tener un solo comandante malo que dos buenos comandantes compartiendo el mando”.
El problema ahora era que la invencibilidad romana estaba en juego. Los nervios, belgas, fueron los próximos en rebelarse, y atacaron el campamento fortificado de Quinto Tulio Cicerón, hermano menor del famoso político que hemos llamado a secas Cicerón, que había acompañado a César. El primer ataque es rechazado, por lo que los nervios, con ayuda de los aduáticos y los eburones le dan sitio. Quinto Cicerón no tenía fama de gran militar, ni siquiera de ser idóneo en el mando, sin embargo mostrará una gran capacidad de mando y buen criterio. Ofrecerá una férrea resistencia al enemigo, rechazando ataque tras ataque. Para males, el enemigo aprendió la técnica de asedio romana, por lo que la presión era enorme, los heridos eran cada vez más numerosos y las bajas considerables.
Quinto había logrado enviar varios mensajeros a César. Todos fueron capturados y ejecutados, salvo uno que pudo informar a César de la situación de Quinto Cicerón, y también se enteró en este momento sobre la derrota sufrida por Cota y Sabino.
Preocupado ante la posibilidad de sufrir dos derrotas consecutivas se puso inmediatamte a reunir la mayor cantidad de hombres posibles para salvar al sitiado ejército de Quinto. Como Labieno sufría la amenaza de los tréveros, sólo contó con algunas legiones más algo de caballería. Algo así como 7000 hombres contra, según el propio César, 60.000 belgas. Claro que la cifra es algo exagerada, pero sin lugar a dudas estaba en desventaja. Así y todo marchó hacia allí. Dada la urgencia, no hubo tiempo de aprovisionarse bien, por lo que una rápida victoria era necesaria. Además, sus hombres, que confiaban en él, esperaban que no abandonara a sus legionarios sitiados. César llegó a prometer que no se afeitaría ni cortaría el pelo hasta vengarse. Barbudo y todo fue al rescate.
Para tranquilizar a Quinto envía un mensajero galo a caballo con un mensaje escrito con caracteres griegos. El galo aliado arrojó el mensaje atado a una lanza. Quinto Cicerón respiró aliviado al saber que Césarestaba en camino y les avisó a sus hombres.
Los belgas percibieron la llegada del ejército de relevo, por lo que levantaron el sitio y le fueron a sorprender. Quinto, al ver esto, envió de vuelta al mismo mensajero con el aviso. César recibió el mensaje.
Los nervios le esperaban del otro lado de un arroyo en la ladera del valle. Era una buena posición, por lo que César no los atacó y acampó frente a ellos del otro lado del arroyo. Por otro lado, sabía que no tenía suficientes provisiones, por lo que tenía que inducir a los belgas a que le atacasen. Su plan fue el siguiente: Primero dio orden para que el campamento fuera más pequeño de lo normal, dando así la impresión de que no eran muchos hombres. Además dio orden a las unidades ligeras y de caballería que, durante las clásicas escaramuzas y enfrentamientos, huyeran presa del pánico, así el enemigo creería que son presas fáciles y se animarían a abandonar las posiciones y atacarle a él en vez de esperar que él atacase.
Su brillante plan se cumplió. Los belgas, creyendo que era pan comido, se lanzaron al ataque y, al ver cómo huyeron las tropas ligeras, iniciaron el ataque general. Cuando llegaron bien cerca del campamento romano sobradamente ofrecieron misericordia a cualquier romano que se entregase. César luego ordenó el ataque general de todos sus legionarios. Los belgas, sorprendidos, fueron retrocediendo ante los romanos y comenzaron a desbaratarse y a huir. Muchos belgas murieron en la batalla.
Luego de la victoria, César se juntó con Quinto y le felicitó a él y a sus hombres por la resistencia que ofrecieron. La derrota de los nervios hizo que los treveri abandonasen la amenaza sobre Labieno. Tiempo después serían vencidos por el mismo Labieno
Se aproximaba el invierno, pero esta vez César se quedó con su ejército en guardia y no bajó a la Galia Cisalpina como acostumbraba hacer. La rebelión fue vencida, pero ahora debía aplastarla.
Durante el invierno reemplazó las pérdidas sufridas, creando una nueva XIV legión y dos nuevas: la XV y la I (primera). Todos, reclutas de la Galia Cisalpina. La Primera legión estaba destinada originalmente a Pompeyo, incluso le habían prestado juramento, pero dada la necesidad de César, Pompeyo se la presta. César contaba, pues, con 10 legiones.
Ambiorix nuevamente organiza una rebelión entre los eburones, tréveros, nervios, aduáticos y menapios, pero son reprimidos salvajemente por César. Incluso ante la amenaza de los germanos suevos, realizó un segundo cruce del Rin en otra demostración de fuerza que amedrentó a dichos suevos. Aplastada la rebelión, sólo queda reinstaurar a líderes galos títeres o quien quiera liderar su tribu bajo el ala romana y reconociendo su supremacía.
¿Cansados de pelear en las Galias…? Pues lo siento, lo mejor está por llegar, pues la semilla de la anterior rebelión germinó en una rebelión aún peor. Hasta la próxima entrega.
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{ 4 } Comentarios
Lo he dicho ya unas cuantas veces, pero no me canso:
¡Qué gran serie, y qué bien contada!
Debió César ser un personaje realmente especial, incluso en una época que parecía diseñada ex profeso para la aparición de personajes especiales…
Enhorabuena.
@Macluskey: ¿Especial? ¿El señor que dejó herida de muerte a una República Romana con cinco siglos a sus espaldas? No sé que puede tener de especial.
@chapu77: Por cierto, estoy deseando leer como cuentas el paso del Rubicón y sus circunstancias. Depende de la versión que veas, convierte a nuestro amigo Cayo en un ególatra cuyo único objetivo es el interés personal y la ambición sin límite o en un ser altruista que pone en riesgo toda su vida y la pone por debajo del honor y la justicia con sus soldados y al servicio del Pueblo de Roma.
Entiendo que la verdad estará en un punto intermedio y que tomes el camino que tomes al escribirlo el relato será excelente.
Aprovechando que he dejado caer la próxima instauración del Imperio, apunto una petición para próximas entregas de personajes y cuando pueda venir a cuento dejes caer tu opinión sobre que opinas de que siguieran utilizando el SPQR en el Imperio. A mí es que me parece de un populismo tremendo el utilizar el nombre del Senado y el Pueblo de Roma.
@RyAnG: Bueno, según como lo veas…
La República Romana estaba ya herida de muerte… Sila estuvo a puntito; Pompeyo y Craso de facto la convirtieron en un coto privado suyo; había guerra civil, Cicerón, Catón y compañía incendiaban el Senado cada día; los senadores y patricios en general habían llegado al colmo en su histórico saqueo de las arcas de la República…
Sí, era cuestión de tiempo. De no haber sido César, hubiera sido Marco Antonio, o quien sabe…
Pero el caso es que bajo el reinado como Imperator de Octaviano (luego Octavio a secas y luego César Augusto, familiar de César, creo que sobrino o ahijado o algo así), Roma llegó a su máximo esplendor como civilización y como potencia… La Paz Augusta, se llama. Y el Ara Pacis de Roma está edificada en su conmemoración.
César sólo estuvo ahí y fue el más listo de todos… pero no nos adelantemos; chapu77 nos lo va a contar estupendamente en las siguientes entregas…
Saludos
@Mac, @RyAnG: Primero gracias por el interés en la serie. Con respecto a César y su relación con el fin de la república. Pues como bien dices es muy difícil tener la verdad absoluta sobre su verdadero interés de fondo. Es decir si simplemente era muy ambicioso o si era un caballlero dispuesto a salvar Roma de los senadores aristocráticos inescrupulosos que con la excusa de mantener la república se repartían el dinero a diestra y siniestra perjudicando al pueblo. Como bien dice Mac, la república estaba en decadencia administrativa, guerras internas y también levantamientos de ciudades italianas. Prefiero en mi relato ser lo más neutral posible y que cada uno saque sus conclusiones.
Otro asunto es el cruce del Rubicón, Catón y los demás anti césar lo forzaron a tomar semejante decisión. Recordemos que estuvo siempre dispuesto a negociar pero del otro lado eran intransigentes. En fin no nos adelantemos en el relato… ya llegaremos allí. Saludos
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