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Los dioses de Pegāna – Las palabras de Limpang-Tung




Antes de nada, disculpas: han sido semanas bastante malas, y he tenido abandonada Pegāna. Por fin he tenido un rato para traducir la siguiente historia, de modo que aquí la tenéis. Si aún recordáis las dos anteriores, estaban dedicadas al tétrico Mung y sus sacerdotes. Afortunadamente para todos, Dunsany cambia de tercio y hoy nos deleita con un dios mucho más alegre, Limpang-Tung.

LAS PALABRAS DE LIMPANG-TUNG

(Dios del Regocijo y los Juglares Melodiosos)

Y Limpang-Tung dijo: “Los caminos de los dioses son extraños. La flor crece, y la flor se vuelve mustia. Tal vez esto sea un sabio plan de los dioses. El hombre crece desde su infancia, y en poco tiempo muere. Tal vez esto también sea muy sabio.”

“Pero los dioses siguen un plan extraño.”

“Enviaré bromas al mundo, y un poco de diversión. Y mientras la Muerte te parezca tan lejana como el borde púrpura de las colinas en el horizonte; o la pena tan lejana como la lluvia en los días azules del verano, reza entonces a Limpang-Tung. Pero cuando envejezcas, o justo antes de que mueras, no reces a Limpang-Tung, pues te conviertes en parte de un plan que él no comprende.”

“Sal a la noche estrellada, y Limpang-Tung bailará contigo, él que ha bailado desde que los dioses eran jóvenes, el dios del regocijo y los juglares melodiosos. O bien ofrece una broma a Limpang-Tung; eso sí, no reces entristecido a Limpang-Tung, pues él dice de la pena: ‘Tal vez sea algo sabio por parte de los dioses’, pero no entiende su existencia.”

“Entre Pegāna y la Tierra revolotean diez mil millares de plegarias que baten sus alas contra la faz de la Muerte, y nunca una sola de ellas ha logrado detener la mano del Segador, ni se han parado los pasos del Incansable.”

“¡Pero invoca tu plegaria! Tal vez consiga aquello donde han fallado diez mil millares.”

“Limpang-Tung es inferior a los dioses y no lo comprende.”

Y Limpang-Tung dijo: “Para evitar que los hombres se cansen en los Mundos mirando siempre a un cielo sin cambios, pintaré mis cuadros en el cielo. Y los pintaré dos veces cada día durante tanto tiempo como duren los días. La primera vez, cuando el día nace del hogar del Amanecer pintaré el Azul, para que los hombres lo vean y se regocijen; y antes de que el día caiga y se convierta en noche, pintaré sobre el Azul otra vez, para que los hombres no se entristezcan.”

“Es muy poco”, dijo Limpang-Tung, “es muy poco incluso para un dios dar un poco de placer a los hombres de los Mundos.”

Y Limpang-Tung ha jurado que los cuadros que pinte nunca serán iguales mientras duren los días, y esto lo ha jurado mediante el juramento de los dioses de Pegāna que los dioses nunca pueden romper, poniendo su mano sobre el hombro de cada uno de los dioses y jurando por la luz tras Sus ojos.

Limpang-Tung ha sonsacado una melodía al arroyo y ha robado su himno al bosque; para él el viento ha gemido en lugares solitarios y el océano ha cantado sus lamentos. Hay música para Limpang-Tung en los sonidos de la hierba que se mece y los lamentos de las gentes que lloran o en la voz de quienes se regocijan.

En una tierra montañosa donde nadie ha llegado jamás, él ha horadado sus tubos de órgano en la propia montaña, y allí, cuando los vientos, sus sirvientes, llegan de todo el mundo, él toca la melodía de Limpang-Tung. Pero la canción, que surge en la noche, se vierte sobre el mundo como un río, llegando a todas partes del mundo, y aquí y allí entre las gentes de la Tierra alguno la escucha, e inmediatamente todos los que tienen una voz para cantar entonan una melodía a su alma.

O, a veces, caminando al atardecer con pasos inaudibles para el hombre, en una forma invisible para las gentes, Limpang-Tung viaja, y se coloca tras los juglares en las ciudades de la música, mueve sus manos sobre ellos aquí y allí, y los juglares se dedican a su trabajo, y la voz de su música surge; y el júbilo y la melodía abundan en esa ciudad de la música, y nadie ve a Limpang-Tung mientras está tras los juglares.

Pero a través de las nieblas antes de la mañana, en la oscuridad, cuando los juglares duermen y el júbilo y le melodía descansan, Limpang-Tung viaja de vuelta a sus montañas.


Sobre el autor:

Pedro (Pedro Gómez-Esteban)

 

{ 3 } Comentarios

  1. Gravatar Naeros | 08/06/2010 at 08:36 | Permalink

    Desde luego, mucho más alegre :D

  2. Gravatar Ctónico | 22/07/2010 at 06:19 | Permalink

    A mi me gusta. Es sencillo, pero a la vez muy misterioso y místico.

  3. Gravatar Igna | 15/12/2011 at 10:48 | Permalink

    Me cae bien este dios. De todos los dioses sobre los que alguna vez he leído, creo que me quedo con éste precisamente. La filosofía de “seguro que eso es muy sabio, pero yo no lo entiendo” me parece sencillamente genial.

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