Con este artículo terminamos, dentro de esta ignorante serie, la mini-serie dedicada a algunos de los más grandes conciertos de violín del repertorio. Los tres conciertos para violín y orquesta que más le gustan a este ignorante, y que han formado este miniserie, son el Concierto de Mendelssohn, el de Tchaikowsky, y hoy le toca el turno al de Max Bruch.
En realidad, se trata del concierto número 1 de Max Bruch, porque, a diferencia de Mendelssohn o Tchaikowsky (o Beethoven, o Bramhs…), que sólo compusieron un único concierto de violín en su vida, Max Bruch compuso tres conciertos para violín y orquesta, pero ninguno, que yo sepa, para piano y orquesta (aunque sí compuso un prácticamente desconocido concierto para dos pianos y orquesta). El motivo, naturalmente, es que Max Bruch tenía una sólida formación como violinista, cosa que no ocurría en los casos anteriores. En cualquier caso, de todas las obras que compuso, entre ellas tres sinfonías, cuatro óperas y varios conciertos para viola, clarinete, etc, además de los tres conciertos para violín, hoy en día en la práctica sólo se le conoce por su Concierto para Violín y Orquesta número 1 en Sol menor, Op 26. Sí, vale, sólo se le conoce por esta obra, pero… ¡Cómo se le conoce! Para muchos críticos, este concierto es el clímax de todos los conciertos románticos para violín y orquesta… toma muchas características de los que le precedieron, para conseguir un concierto auténticamente delicioso, y realmente muy interpretado, tanto como los de Beethoven, Tchaikowsky o Mendelssohn, si no más.
Max Bruch nació en Colonia en 1838, hijo de una conocida soprano y profesora de canto, que le inculcó el amor por la música desde niño, y recibió clases desde la más tierna edad; a los once años ya componía sus pequeñas obritas que deleitaron… a la familia, supongo. Con 16 años se hizo merecedor de una beca para estudiar en la Fundación Mozart de Francfort, y luego pasó a Leipzig, donde terminó su formación musical.
Una vez acabados sus estudios, se dedicó a dar clases, pero fundamentalmente a la dirección de orquesta, dirigiendo numerosos conciertos a lo largo de toda Alemania, Austria, Francia… hasta que se estableció en Coblenza, donde le nombraron director musical. En 1880 fue nombrado director titular de la Orquesta Filarmónica de Liverpool, cargo que ejerció tres años. Allí, y a pesar de no ser él mismo judío, escribió Variaciones sobre el Kol Nidre, basado en temas judíos y dedicado a la comunidad judía. ¡Cómo cambiaron las cosas en Alemania unos pocos años más tarde!
Por fin, en 1890 se mudó a Berlín, donde se casó y se quedó el resto de su vida, enseñando composición en la Escuela de Altos Estudios Musicales, hasta su retiro en 1910, cuando contaba con 72 años de edad.[1] El resto de su vida lo dedicó exclusivamente a componer.
Falleció en su casa berlinesa en 1920, a los 82 años de edad. Como veréis, fue fundamentalmente un reconocido director de orquesta, que además componía de vez en cuando, salvo al final de su vida, en que, demasiado mayor para seguir la nómada vida del director de orquesta, se dedicó exclusivamente a componer. Sin embargo, como dije antes, de todas sus composiciones, prácticamente sólo se interpreta hoy, y muy a menudo, su extraordinario Concierto para violín y orquesta número 1.
Compuesto en 1866 (casi exactamente en el punto medio de los conciertos de Mendelssohn y de Tchaikowsky), fue posteriormente revisado por el mejor violinista de la época, Joseph Joachim, quien estrenó esta versión revisada un par de años después, en 1868, en Bremen, bajo la dirección de Karl Martin Rheinthaler.
Hay una anécdota curiosa sobre este concierto, y que ilustra bien lo complicado que es esto de la música… Antes de su estreno, Bruch, ilusionado, mostró su concierto de violín a Johannes Brahms, por aquella época un auténtico monstruo viviente de la composición musical y un icono para los músicos. Y no sólo lo mostró, sino que lo interpretó con gran entusiasmo. El viejo Brahms, que no era precisamente conocido por su diplomacia, se levantó al terminar la interpretación y, tomando con dos dedos una hoja de la partitura, preguntó: “¿Dónde ha conseguido usted este papel pautado para música? ¡Es de primera calidad!”. Bueno, Brahms había, a su vez, compuesto un único concierto de violín, que, a pesar de ser un magnífico concierto también, no ha alcanzado ni de lejos la notoriedad del de Bruch. Pero, eso sí, es muy habitual encontrarlos a ambos juntitos en el mismo disco: la duración de ambos conciertos es muy adecuada para tal cosa.
Bien, vamos ya a escuchar el concierto. Si en el caso de Tchaikowsky seguimos la grabación de un monstruo del violín, David Oistrakh, en esta ocasión escucharemos el Bruch de la mano de otro de los monstruos sagrados del violín del Siglo XX: Itzhak Perlman. Nacido en Tel Aviv en 1945, cuando la zona era el Mandato Británico de Palestina, tiene la doble nacionalidad israelí y estadounidense, y sigue en activo en la actualidad.
Os llamará la atención que esté tocando el violín sentado: todos los solistas de cualquier instrumento que interpretan un concierto para su instrumento y orquesta, lo hacen siempre de pie.[2] El caso es que Itzhak Perlman sufrió poliomielitis cuando tenía tres o cuatro años, y apenas puede andar apoyado en dos muletas, que podéis distinguir en la foto, a los pies de Perlman. Pero toda la movilidad que perdió de cintura para abajo la ganó en su manos y dedos… ¡Cómo toca el violín!
Bueno, vamos a escuchar de sus manos el Concierto número 1 para violín y orquesta en sol menor de Max Bruch, con la Orquesta Sinfónica de Tokio dirigida por Kayuzoshi Akayima, en una grabación de 1991 en el Orchard Hall de Tokio. Esta vez no tenemos problema alguno de partición de videos, porque cada uno de los tres movimientos del concierto dura menos de 10 minutos y entra perfectamente en el tamaño standard youtubero. Únicamente, el segundo movimiento deber entrar inmediatamente después del primero, y aquí lógicamente están en videos diferentes, pero es un mal muy menor, sobre todo porque el subidor del video ha superpuesto ligeramente ambos movimientos para no perder detalle: una excelente grabación y muy bien editada, además.
No busquéis la cadenza (esa larga intervención solista cuasi-improvisatoria que casi todos los grandes conciertos tienen). Este concierto no tiene cadenza como tal, aunque sí varias mini-cadenzas muy intensas… A lo mejor por eso no le gustó el concierto al buen Brahms.
Vamos, pues, con el primer movimiento: Preludio: Allegro moderato. Es muy curioso que el propio autor considere el primer movimiento, el arranque del concierto, como un Preludio… ¿Preludio[3] de qué?, pensaréis. Pues del segundo movimiento. Ya llegaremos a él y lo entenderéis.
Dificultosamente, Itzhak Perlman llega hasta el sitio del solista, donde hay una silla que normalmente no estaría ahí, dificultosamente toma asiento y recibe su stradivarius de manos del concertino, que le había hecho el favor de guardárselo. Una vez afinado brevemente el violín, en el minuto 1:00 el para mí desconocido director japonés se apresta a dar comienzo al concierto.
…Que comienza de forma similar al de Mendelssohn: con una brevísima introducción por parte de la orquesta, que da paso enseguida al violín solista entonando en una breve cadenza el primer tema del movimiento. La orquesta y el violín se van contestando en esta introducción del Preludio… hasta la entrada del tema principal de este movimiento, en el minuto 2:15. Tema llevado por el violín con un comedido acompañamiento de la orquesta, que prácticamente se limita a marcar el ritmo.
El tema va variando, cambiando, desenvolviéndose, siempre con el mismo formato: el violín marcando la melodía principal y la orquesta acompañándolo en piano. Realmente precioso, y una excelente interpretación de Perlman… como siempre, afirmo.
El preludio sigue su curso, con algunas partes específicas de virtuoso, sobre todo a partir del minuto 5:20 hasta el 6:00, en que un tutti orquestal interrumpe la exposición del solista. Tutti que dura casi minuto y medio, hasta el 7:20. Por cierto, esta orquesta japonesa toca de cine, también. Ni una nota falsa, muy bien empastados… con razón tienen los orientales tal cantidad de estrellas de la música: son estudiosos, infatigables, disciplinados, tienen excelentes escuelas… ¡y son muchos!
En el minuto 7:20 entra de nuevo el violín, para repetir otra vez la introducción del Preludio, con alguna variación sobre la inicial, que esta vez servirá para introducir el segundo movimiento… introducción que queda esta vez encargada a la orquesta, desde el minuto 8:10 hasta el final del movimiento, hacia el minuto 9:05, en que podemos escuchar las dos o tres notas iniciales del adagio… y para seguir disfrutando, debemos cambiar de video.
Escuchemos, pues, el segundo movimiento, el movimiento lento, cuyo preludio es el formidable movimiento que acabamos de oír: Adagio:
En realidad, el movimiento entra sin solución de continuidad al final del primero, aunque estén separados en dos videos por los motivos obvios del youtube, pero esta vez el partidor ha decidido, con muy buen criterio, solapar brevemente el final del primer movimiento, para que seamos bien conscientes de la entrada en attacca del segundo…
Se trata éste de un movimiento bellísimo, seguramente el más lírico y emocionante de toda la producción romántica. Ni Mendelssohn ni Tchaikowsky llegaron, en los movimientos lentos, a la calidez excepcional que alcanzó Bruch en el suyo, y éste es el motivo principal de la justa fama de este concierto.
Comienza con un tema tranquilo, muy lírico, del violín, acompañado en piano por la orquesta, que va introduciendo el formidable tema principal del movimiento… un tema que a mí me deja sin aliento, y que comienzasobre el minuto 1:00. Oíd cómo Itzhak Perlman canta, trina una melodía inconmensurable, preciosa, que se va animando a partir del minuto 2:00, siempre lírico, siempre cantabile… La orquesta siempre en piano, siguiendo, acompañando el canto del violín, ayuda a realzar la belleza del tema.
En el minuto 4:00 cambia ligeramente la decoración: la orquesta toma el control unos segundos, sólo para despejar el camino al violín en el segundo tema del movimiento, tan bello como el primero… ¡o más! Hay pasajes de virtuoso, nuevamente, hasta que la orquesta introduce de nuevo el tema principal sobre el minuto 6:00. Espectacular Perlman… ¡y eso que no puede casi andar! Pero el violín… Es en los movimientos lentos donde brillan de verdad los buenos solistas y las buenas orquestas. ¿Lo véis? Mejor dicho… ¿Lo oís?
El adagio se desliza suavemente hacia su final… dejándonos en estado de éxtasis (a mí, al menos, me deja)… y para ver y oír el tercero, cambiamos de video.
Vamos, pues, a escuchar el tercer y último movimiento: Finale: Allegro energico:
Es un allegro, y enérgico… luego hay que esperar grandes dosis de energía. Comienza tranquilo, pero con un crescendo de la orquesta, que desemboca, en el minuto 0:25, con una gloriosa entrada del violín, ejecutando el tema principal del movimiento, siempre acompañado por la orquesta en piano… hasta el minuto 0:50.
Ahora la orquesta y el violín comienzan un diálogo bellísimo, se van alternando su intervenciones (con predominio del violín, claro), contestándose la una al otro, introduciendo el nuevo tema en el minuto 1:45. Y en el minuto 2:20, por fin, la orquesta y el solista tocan al unísono el mismo tema. A partir de ahora se irán alternando, repartiéndose el tema entre ambos en buena armonía… por ejemplo, en el minuto 2:55 la orquesta literalmente se entromete para pisar el final de la frase del violín, pero éste se venga en la frase inmediatamente posterior, cortando a su vez a la orquesta para finalizar su frase, la que antes no pudo terminar…
Se repite, con alguna variación, el primer tema, a partir del minuto 3:55, las variaciones y las diabluras siguen… básicamente se sigue repitiendo el tema anterior, ya preparando la coda, el final del movimiento, que comienza sobre el minuto 6:10. Y la coda llega… y termina, espectacularmente, y con ella, el concierto, hacia el minuto 7:00. El educado público japonés aplaude calurosa pero respetuosamente (en occidente oiríamos unos cuantos bravos estridentes, siempre los oímos aún en las piezas más infumables…). Perlman saluda y se retira tan dificultosamente como llegó… y nos deja con la sensación de haber sido testigos de algo maravilloso.
No me atrevo a proponer ninguna versión especial del concierto: de nuevo, todos los grandes violinistas lo han grabado, igual que las grandes orquestas. A lo mejor me despedazáis, con razón, y me llamáis ignorante, si digo que la que más me gusta es la de Takako Nishizaki (otra más de la pléyade de excelentes solistas japonesas), con la Orquesta Filarmónica de Eslovaquia dirigida por Stephen Gunzenhausen, y editada por Naxos. Violinista casi desconocida, orquesta y director desconocidos del todo… y un fantástico resultado. Es lo que tiene la música clásica, sorpresas a cada esquina…
Podéis, en cualquier caso, ver en youtube a multitud de solistas conocidos y desconocidos, oírlos y evaluarlos antes de ir a comprar una buena versión.
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Aquellos de vosotros que dispongáis de Spotify, encontraréis también bastantes versiones diferentes de este concierto allí disponibles para su audición. Ya que hemos escuchado a Itzhak Perlman, hay una magnífica versión de él con la Royal Concertgebouw de Ámsterdam, considerada hoy en día la mejor orquesta del mundo, dirigida por su director titular, Bernard Haitink, cuyo enlace encontraréis aquí. Y para comparar, podéis escuchar también la versión de Maksim Vengérov con la Gewandehaus Orchester de Leipzig, dirigida por Kurt Masur, y cuyo enlace encontraréis aquí. Como siempre, recomiendo oír varias versiones y compararlas entre sí para quedarse con la que más os guste, que no tienen, desde luego, por qué ser las mismas que a mí.
Ahora bien, aunque haya muchas versiones de esta obra, y la gran mayoría buenas… ninguna se parece a escucharla en directo. En nada. Esta obra, además, se representa con bastante frecuencia en las grandes Salas de Conciertos del mundo, y es posible oírla en directo con cierta facilidad. Así que, una vez más, os recomiendo que, siempre que podáis, disfrutéis de la obra en directo… De verdad, de verdad de la buena, no se parece en nada a escucharla en el mejor stereo.
Disfrutad de la vida, mientras podáis. A ser posible, escuchando música.
- Y luego nos quejamos de la jubilación a los 67!! [↩]
- Excepto los pianistas, claro. Bueno, y los violonchelistas y los contrabajistas. Y los arpistas, y los organistas… Vale, depende del instrumento, pero los violinistas, siempre de pie. [↩]
- Vorspiel, en alemán. El movimiento se titula originalmente: Vorspiel, Allegro moderato. [↩]
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{ 10 } Comentarios
De los violinistas actuales y para repertorio romantico Perlman es único (aunque no sea romanticos los conciertos de violin de Mozart tocados por el son increibles) .
Ver un concierto que toca es extraño porque por su posición para tocar pero en directo es una experiencia única .
Me permito recomendar un concierto único que esta colgado en youtube pero no esta completo : El quinteto de la trucha de Schubert con los siguientes componentes Contrabajo; Zubin Metha;Violonchello;Jaqueline du Pre; Violín; Isaac Perlman y viola Pinchas Zunkerman
@Lemurido: ¡Algún día le tocará a alguna de las dos grandes obras de cámara de Schubert (La trucha y La muerte y la doncella)!… si es que encuentro árbol donde ahorcarme Son de las mejores obras de cámara que he oído nunca…
Y desde luego, Perlman y Zuckerman son quizá los dos mejores violinistas vivos en la actualidad.
Me alegro que te gustara esta versión, es de lo mejorcito que he visto (de casi todo) en el youtube hasta el momento.
acabo de disfrutar concierto numero uno de bruck y de su guia muchas gracias
Sublime encontrarse con esta página yendo de errante por la red. Gracias, gracias, gracias.
“Únicamente, el segundo movimiento deber entrar inmediatamente después del segundo,”
O bien aquí hay un pequeño error o bien vamos a entrar en un pequeño bucle infinito del que ni Hilbert nos podrá sacar
Bueno, bueeeno, que no le pasáis una a este pobre ignorante….
Ya está corregido. Gracias por el aviso.
Y no, no ha sido Hilbert el autor del desaguisado, sino la errata, la maldita Herrata, que a veces viene con H y otras sin ella.
Saludos. Mac
Ayer le pregunté al profesor de violín del conservatorio de mi hija que cuál era su concierto de violín favorito. Me contestó que primero el Concierto de Tchaikowsky y después el de Mendelssohn. Así que compartes el mismo gusto musical que el profe.
El próximo día le preguntaré que dónde sitúa éste.
Un saludo y enhorabuena por los artículos
Me encanta el adagio de este hermoso concierto. Cada vez que lo escucho me pongo a llorar de tristeza. No se cual fue la intención del compositor pero siento un aire de desconsuelo y de abandono que me lleva a las lagrimas.
Hola Macluskey! espero estes muy bien. Me encantaría usar esta página web como fuente de un trabajo que estoy haciendo, por eso necesito preguntarte cual es tu nombre, y cuando escribiste esto. Gracias!
Pude ver en teatro Colón dos veces a este maravilloso violinista, pero este concierto me tocó el alma , sublime.
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