Como sabéis los viejos del lugar, Hablando de… es la serie caótico-histórica de El Tamiz. Inspirada en la serie de televisión Connections, de James Burke, explora el pasado de una forma desordenada, enlazando cada artículo con el siguiente y tratando de mostrar como todo está conectado de una manera u otra; los primeros veinte artículos de la serie están disponibles, además de en la web, en forma de libro, ¡y ya vamos por el decimotercero del que será el segundo volumen! En los últimos artículos hemos hablado acerca del ascensor espacial, propuesto por primera vez por Konstantin Tsiolkovsky, partidario (como casi todos sus contemporáneos) de la eugenesia, promovida por Sir Francis Galton tras ser inspirado por el debate Huxley-Wilberforce sobre la evolución, en el que participó el “bulldog de Darwin”, Thomas Henry Huxley, que utilizó para defender las ideas de su amigo un cráneo de Homo neanderthalensis, nombre científico según el sistema creado por Carl Linneo y empleado en su obra magna, el Systema Naturae, que acabó en el Index Librorum Prohibitorum, lo mismo que todas las obras de Giordano Bruno, prohibidas por el Papa Clemente VIII, quien en cambio tres años antes dio el beneplácito de la Iglesia al café, bebida protagonista de la Cantata del café de Johann Sebastian Bach, cuya aproximación intelectual y científica a la música fue parecida a la de Vincenzo Galilei, padre de Galileo Galilei. Pero hablando de Galileo Galilei…
Galileo Galilei (1564-1642).
[Nota: Como me pasa tantas veces, he empezado a escribir, a meter citas y fragmentos de libros, a divagar… y el caso es que me ha salido tal ladrillo que he decidido partirlo en dos trozos; si aguantáis éste, el segundo llegará la semana que viene, para dar tiempo a oxigenar las neuronas]
Siempre es difícil estar seguros de cómo hubieran sido las cosas de no haberse combinado los factores como lo hicieron, pero me parece bastante razonable pensar que, sin la influencia de Vincenzo Galilei, su hijo no se hubiera convertido en el enorme, ¡enorme!, científico que fue. No es que fuera la criatura de su padre –una figura como la de Galileo no es la criatura de nadie–, pero es inevitable ver a Vincenzo en algunas de las concepciones científicas de su hijo.