El Tamiz

Antes simplista que incomprensible

La vida privada de las estrellas, en vídeo

Tras unos cuantos meses de espera, por fin podemos enseñaros los frutos de nuestro trabajo (casi nada mío): la serie La vida privada de las estrellas en vídeo. Se trata de diez episodios, cada uno correspondiente a un artículo de la serie, que iremos publicando mensualmente.

El texto de cada episodio es el del artículo adaptado al nuevo medio, y está narrado por David Moñivas. La edición y montaje del vídeo, así como la elección de la música, es de Pedro F. Pardo. Los vídeos son todos en formato HD e irán apareciendo en nuestro canal de youtube.

Pedro, David y yo esperamos que los disfrutéis, y que tal vez os sirvan para “enganchar” a la astronomía a conocidos a quienes los ladrillos de texto echan para atrás. Desde aquí no tengo más que agradecer enormemente a ambos el trabajo que han hecho –y seguirán haciendo, porque no han terminado aún toda la serie–, así como a quienes enviásteis vídeos ante mi petición original: ¡gracias por vuestra ayuda!

Dicho todo esto, aquí tenéis el primer vídeo –no olvidéis elegir la resolución si tenéis una pantalla grande–:

Conoce tus elementos - El cinc

Nota: Para quienes no estéis al tanto pero os guste aprender química, Álex Girón está empezando una breve serie sobre la tabla periódica en general en El Cedazo que promete ser interesante.

Nuestro recorrido por la tabla periódica en Conoce tus elementos continúa a través de la región de los metales de transición. En las últimas entregas de la serie hemos estudiado cuatro de los metales más importantes para nosotros: hierro, cobalto, níquel y cobre –ĺos elementos con 26, 27, 28 y 29 protones respectivamente–. Esto, naturalmente, no es casualidad. Aunque una gran proporción de todos los elementos existentes son metales de transición, las bases de nuestra civilización tecnológica se encuentran aquí, en las primeras “posiciones” dentro de este tipo de elementos. Si has seguido la serie hasta ahora estoy seguro de que entiendes las dos razones fundamentales.

Los metales son elementos maravillosos. Son capaces de formar redes de billones de átomos en las que algunos electrones pertenecen a toda la red y son capaces de moverse casi libremente por todo el metal con la consiguiente capacidad de transmitir energía térmica y corriente eléctrica. Estas redes, aunque suelen ser resistentes, son además flexibles, lo que convierte a los metales en elementos estructurales extraordinarios. Sin embargo, no todos los metales son iguales.

Los metales más “metálicos” –los que se encuentran en los dos primeros grupos de la tabla periódica, a la izquierda–, como el sodio, el potasio o el calcio, son tan reactivos que es casi imposible encontrarlos en estado puro. Además, incluso si podemos aislarlos de los compuestos que los contienen, no tendría sentido construir cables, vigas o máquinas con ellos, puesto que se oxidarían tan rápido que no durarían apenas tiempo en estado puro.

Sin embargo, un poco más allá –al entrar en la región media de la tabla– nos encontramos con metales más flexibles electrónicamente: no son tan ávidos como los alcalinos de librarse de sus electrones aunque sigan teniendo carácter metálico. Estos metales de transición son los que nos han permitido, como hemos visto a lo largo de los últimos artículos de la serie, construir rascacielos, aviones y ordenadores. Sin embargo, tampoco todos los metales de transición son iguales, y aquí está la clave de por qué hemos visto un puñado de metales conocidísimos de manera consecutiva.

Como también estoy convencido de que sabes a estas alturas, todos los elementos a excepción del hidrógeno se han formado en el interior de las estrellas a consecuencia de la fusión nuclear. Pero claro, no todas las estrellas son capaces de fusionar todos los elementos, ni pueden hacerlo a lo largo de toda su existencia: cuantos más protones tiene el átomo, menos frecuente es su producción estelar. De hecho, como vimos al hablar del hierro, cualquier elemento más pesado que él se forma mediante fusión únicamente durante la explosión de una supernova. También dentro de los elementos transférricos los hay más y menos comunes, claro: una vez más es menos probable la formación de elementos con más protones.

A consecuencia de todo esto, sólo un puñado de elementos reúnen las características necesarias para ser la base de nuestra tecnología metalúrgica: deben ser metales de transición para existir en forma metálica durante mucho tiempo, y deben ser relativamente ligeros para que haya una gran cantidad de ellos a nuestro alrededor. Por eso en esta primera fila de los metales de transición estamos encontrando tantos viejos conocidos como el cobre, el hierro… o el metal al que nos dedicaremos hoy, el elemento de treinta protones: el cinc.

Enviado el número de agosto de 2012

Portada El Tamiz 201208

Las vacaciones han retrasado todo un poco, pero acabamos de enviar el número de agosto a nuestros mecenas y colaboradores habituales en El Cedazo. Como siempre, johansolo ha sido el responsable de la conversión a formatos mobi/epub/fb2.

En el número de agosto:

  • Desde la mazmorra - El almacén a oscuras

  • [Mecánica de fluidos I] Introducción

  • Premios Nobel - Física 1912 (Gustaf Dalén)

  • Conoce tus elementos - El cinc (aún sin publicar)

Que ustedes lo disfruten.

Desde la mazmorra - El almacén a oscuras

Hace ya un año desde el último editorial desde la mazmorra. No es que no sufra de verborrea, es que apenas tengo tiempo de mantener el ritmo normal de publicación de artículos, ¡como para encima soltar sermones! Sin embargo, el último artículo sobre el Nobel de Física de 1912 de Gustaf Dalén me ha llevado a escribir esto casi de corrido, de modo que aquí lo tenéis.

Ni qué decir tiene que cualquier entrada de este tipo es sólo una opinión personal, y estoy seguro de que voy a decir o bien una perogrullada o bien una estupidez. No pretendo llegar a conclusiones concretas ni hay un hilo coherente en el discurso, simplemente pienso en voz alta y me ha salido un barullo sin mucho propósito ni acierto… avisado estás.

Premios Nobel - Física 1912 (Gustaf Dalén)

Nota: Al final me he encontrado con que no tengo buen acceso a la red en la segunda mitad de las vacaciones, de modo que me temo que agosto será un mes un tanto escaso en artículos. Al menos, aquí tenéis uno que pude documentar antes de quedarme “aislado”.

En la serie de los Premios Nobel recorremos estos galardones en las ramas de Física y Química desde sus inicios en 1901. Para cada premio intentamos dar una idea de la situación antes del descubrimiento en cuestión, el descubrimiento en sí y su importancia, además de dar algunas pinceladas sobre el descubridor y, la verdad, cualquier cosa relacionada con el premio que sea interesante de algún modo.

En la última entrega disfrutamos juntos con el Premio Nobel de Química de 1911, otorgado a Marie Skłodowska-Curie por sus descubrimientos relacionados con el radio y el polonio. Hoy, por lo tanto, avanzaremos un año y volveremos a la Física –bueno, más o menos–, para divertirnos un rato con el Premio Nobel de Física de 1912, entregado al sueco Gustaf Dalén, en palabras de la Real Academia Sueca de las Ciencias,

Por la invención de reguladores automáticos y su uso, junto con acumuladores de gas, para iluminar faros y boyas luminosas.

Cuando leí la descripción del Nobel pensé que sería un rollo y no hablaría apenas del asunto, pero cuando empecé a investigar sobre ello, la historia me pareció muy interesante, de modo que este artículo ha terminado teniendo una extensión inesperada –y ha inspirado, además, el contenido de un editorial Desde la mazmorra que publicaremos dentro de unos días–. Espero que a ti te pase lo mismo si la descripción del premio te ha parecido aburrida y me propongo que leas el artículo hasta el final, boyas luminosas y acumuladores de gas incluidos. ¿Listo?