El artículo de hoy se refiere a uno de los poco conocidos conciertos para pianoforte de uno de los autores más conocidos por todo el mundo: Franz Joseph Haydn, compositor que, por fas o por nefas, aún no había aparecido en esta ignorante serie, así que hoy remedaré este olvido. Hoy os presentaré lo mejor que pueda y sepa el Concierto para pianoforte número 11 en re mayor, Hob.XVIII:11.
El catálogo de obras de Haydn o HOB (por Anthony van Hoboken, su creador) contiene como setecientas u ochocientas obras distintas, de todo tipo: Sinfonías (¡más de cien!, muchas de ellas muy conocidas), Conciertos para instrumento solista y orquesta, Oratorios (algunos tan conocidos como son La Creación, Las Siete Últimas Palabras y Las Estaciones), 14 misas y otras obras sacras, 13 óperas, 62 sonatas y muchas, muchas obras de música de cámara, entre ellas 68 cuartetos. O sea, Haydn fue un autor realmente prolífico…
Franz Joseph Haydn nació en Rohrau, una pequeña población casi en la frontera entre Austria y Hungría (pero aún en Austria, por más que ambos países estuvieran entonces unidos en el Sacro Imperio Romano Germánico, cuya capital era Viena), en 1732, y fue un compositor muy longevo. Decíamos que Bach vivió muchos años para lo normal de la época, 65, pero Joseph Haydn le superó con creces: vivió 77 años, pues falleció en 1809. Sin embargo, a pesar de ser tan longevo, o quizá por eso mismo, el curioso y extrovertido Franz Joseph fue evolucionando su estilo compositivo, a pesar de vivir aislado buena parte del año, absorbiendo como podía todas las corrientes que iban apareciendo y las novedades que iban introduciendo otros músicos. Su amigo Mozart, por ejemplo, a pesar de ser bastante más joven que él (aunque falleció 18 años antes de que lo hiciera Haydn), tuvo mucha influencia en sus composiciones posteriores… el maestro no tuvo empacho alguno de aprender de un advenedizo, y lo mismo ocurre años después con Beethoven, del que fue profesor de contrapunto en su juventud, en cuyas primeras obras, como la Primera Sinfonía, por ejemplo, podemos apreciar bien la estela de Haydn… pero luego es en Haydn, en sus últimas composiciones, donde podemos apreciar la estela de Beethoven.
Haydn es, pues, en este aspecto, un aprendiz perpetuo, como Camille Pisarro lo sería ciento y pico años más tarde en la pintura impresionista. Pero no sólo es Haydn un soberbio aprendiz. También era un maestro indiscutible que tuvo una gran influencia en la música de los que le siguieron. La forma clásica compositiva de los conciertos para instrumento y orquesta (tres movimientos: el primero, allegro; lento el segundo, un adagio o andante; y nuevamente rápido el tercero, allegro o presto) fue determinada en buena medida por él, y un buen ejemplo es la obra del artículo de hoy, pero donde Franz Joseph tuvo una participación decisiva fue en la fijación definitiva de la música de cámara como hoy la conocemos: la forma final del Cuarteto de cuerda fue creada por Haydn, y todos los compositores posteriores han utilizado esta forma, quizá la más idónea para expresar las diferentes emociones que el autor desee con tan minimalista dotación… pero cómo llegó Haydn a esta conclusión es otra historia y será contada en otro momento.
Desde 1761 Franz Joseph Haydn entró al servicio de la familia con más títulos nobiliarios y, por consiguiente, con más poder, posesiones (y, por consiguiente, pasta) de toda Hungría: los Esterházy. Su poder en el Imperio Austro-Húngaro de aquellos años sólo era superado por la familia imperial, los Habsburgo, y, como todos los buenos príncipes adinerados, los Esterhazy tenían músicos a sueldo en su corte: rápidamente Haydn destacó entre ellos y fue elevado al rango de Maestro de Capilla en 1766, cargo equivalente al actual de director artístico, en el que se mantuvo durante treinta años, pues aunque los príncipes iban cambiando con el tiempo, el maestro permanecía, admirado por todos, en su puesto. Durante casi toda su vida no salió de Austria o Hungría, siguiendo el deambular de sus patrones entre Viena y el gigantesco palacio Ezsterháza, el “Versalles húngaro”. Como dentro de sus obligaciones estaba estrenar algo nuevo en cada ocasión, aunque intentaba estar enterado de lo que pasaba en el mundillo, su aislamiento le obligó a ser prácticamente autodidacta durante bastantes años. Y bien que lo aprovechó… como que creó casi él solo las formas musicales que dan origen al periodo clasicista de la música.
Con el tiempo obtuvo un enorme reconocimiento universal. En 1790 falleció su mecenas de muchos años, Nicolás Esterházy, y resulta que su sucesor no tenía interés alguno por la música, con lo que jubiló a Haydn y despidió sumariamente a la orquesta entera. Como consecuencia, casi inmediatamente fue requerido para dar a conocer sus composiciones, sobre todo sus celebradas sinfonías, en Londres. En las dos visitas que hizo allí obtuvo clamorosos éxitos en las interpretaciones de sus sinfonías, a pesar de lo cual no dejó de componer; por ejemplo sus ciclos de Sinfonías de Londres (las 93 a 104) son el resultado de su estancia en esa ciudad y quizá el culmen como compositor de sinfonías del maestro.
Falleció Franz Joseph Haydn en Viena, en 1809, mientras la ciudad era sitiada por las tropas de Napoleón, con 77 años de edad, aunque una enfermedad le impidió componer durante los últimos años de su vida (se desesperaba porque decía que en su cabeza las melodías fluían incontenibles… pero no podía transcribirlas, pues su mano no le respondía). Mozart había fallecido hacía ya 18 años, y Beethoven tenía por entonces 39 años y acababa de estrenar su Quinta y Sexta Sinfonías…
En otros artículos que escriba en el futuro hablaré de las diferentes facetas del maestro húngaro…de momento, en éste, me centraré en su Concierto número 11 para pianoforte. No para piano (aunque se puede interpretar en un piano moderno, claro que sí), sino para el artilugio básicamente igual que el piano de hoy en día, pero con menos octavas y capacidad musical, que no hacía muchos años que hacía la competencia (y ganaba) al clave como instrumento de teclado protagonista de obras para instrumento solista o acompañado de orquesta. La mayor versatilidad del pianoforte, precursor del piano, debido a su mayor sonoridad y timbre más melódico, se impuso rápidamente al bello, pero metálico, sonido del clave.
Las principales diferencias entre el pianoforte del Siglo XVIII y el moderno piano son, en primer lugar, que el rango cubierto por el pianoforte es de un par de octavas menor que el del piano: mientras éste alcanza casi siete octavas y media, el pianoforte original sólo cubría cinco. Además, la técnica de construcción no estaba tan evolucionada, y ni los materiales ni el diseño tenían la perfección que actualmente tienen… pero básicamente su construcción es idéntica y toda obra compuesta para pianoforte se ejecuta hoy con ventaja en un piano moderno.
Este concierto número 11 en re mayor es el más famoso de todos los que compuso Haydn… dentro de que ninguno es realmente famoso-famoso. Y es maravilloso, ya veréis. Lo compuso en 1782, con 50 años de edad, cuando estaba al servicio de los Esterházy, y es el último que compuso, al menos de los que se conservan.
Vamos a seguir este estupendo concierto en una versión sublime: la de Arturo Benedetti Michelangeli con la Orquesta de Cámara de Zurich dirigida por Edmond de Stoutz, grabación de 1975. Arturo Benedetti, fallecido en 1995, fue uno de los mejores pianistas del Siglo XX.[1] Perfeccionista hasta la exageración, Arturo sólo se atrevía a interpretar aquellas obras que él considerara que tocaba bien… y eran muy pocas. Su repertorio quizá no pasaba de treinta o cuarenta obras, a diferencia de cualquier otro, que se atreven con cualquier cosa… y así les va: junto a interpretaciones sublimes encontramos en muchos de ellos otras realmente flojas… ése no es el caso de Arturo Benedetti Michelangeli. Su enfermiza obsesión por la perfección (y su poca inclinación hacia la grabación en estudio, en eso era igualito que Sergiu Celibidache, el gran director rumano) y su legendaria precisión en la ejecución hacen que cada obra suya sea… perfecta. Sin un fallo, sin una duda, con firmeza cuando se precisa y dulzura cuando se requiere… y sin fallar jamás una sola nota. Son conciertos perfectos. Vale que esta perfección en la ejecución no va demasiado con el espíritu de las composiciones románticas, que requieren algo menos de perfección y algo más de alma… pero a los clásicos, a Mozart y a Haydn entre ellos, los borda.
El concierto de hoy no es una excepción: es perfecto, para variar. La claridad expositiva y la nitidez del sonido que produce el piano de Michelangeli en este concierto son excepcionales, como tendréis oportunidad de atestiguar inmediatamente.
Los videos que he seleccionado son fotos fijas de alguna ciudad que no conozco, ribereña de algún lago centroeuropeo, seguramente austríaco o suizo, y no son gran cosa (en cualquier caso, aunque las fotos originales fueran buenísimas, que igual lo son, la resolución de youtube no les haría ninguna justicia), pero con una música magnífica y con gran calidad. Son dos videos, sin problemas de partición (la obra completa dura unos veinte minutos), en los que el primer movimiento está en el primer video y los dos últimos movimientos, en el segundo.
Vamos, pues, a ver fotos bonitas de algún sitio y a oír a Arturo Benedetti Michelangeli, acompañado por la Orquesta de Cámara de Zurich dirigida por Edmond de Stoutz, cómo exhibe su perfecta técnica en este precioso concierto, que comienza en el video siguiente con el primer movimiento, Vivace.
Vivace significa vivaz, o sea, rápido, incluso algo más rápido que Allegro, pero la música del piano de Michelangeli fluye sin atropellarse, suave, nítida, perfecta, imponiéndose a la orquesta que se limita casi siempre a acompañar al piano. En eso está muy bien la dirección de Edmond de Stoutz, que se retira con la orquesta a un segundo plano, dejando el protagonismo indiscutible al increíble piano de Arturo Benedetti…
Comienza con la clásica larga introducción orquestal (clásica nunca mejor dicho, pues fue Haydn uno de los que definió esta forma de hacer las cosas tan habitual en el periodo clásico). En el minuto 1:25 termina esta introducción y el piano toma el lugar de la orquesta, repitiendo el mismo tema inicial con adornos y variaciones propias del instrumento… Piano y orquesta e van alternando en las frases, en perfectos contrapuntos, donde a veces la orquesta responde al piano y otras veces es el piano quien responde a la orquesta.
En todo concierto clásico debe haber una cadenza, un pasaje improvisatorio en el que el solista deja ver su arte, improvisando una melodía más o menos larga a su gusto. Años más tarde, a partir de los últimos conciertos de Beethoven, los compositores empezaron paulatinamente a escribir también las cadenzas para evitar improvisaciones improvisadas, no sé si me explico… Y solistas renombrados escribieron cadenzas para ser ejecutadas en los conciertos que no la tenían escrita. Pero eso no pasaba en la época de Haydn, así que no fue él quien escribió la cadenza… pero no sé quién lo hizo, ni mucho menos si es el propio Arturo Benedetti quien improvisa (desde luego, no lo parece).
El caso es que en el minuto 7:00 la orquesta da entrada a la cadenza con un clásico chan-Chan-CHAANNnn, y se calla, y entonces comienza la cadenza. Que empieza suavecito, recreándose… para de pronto empezar un complicado pasaje contrapuntístico. Muy bella cadenza, sin duda, aunque no sea de lo más difícil del repertorio, ni la más larga, pues en el minuto 8:55 termina y entra ya la orquesta para dar final al movimiento quince segundos más tarde. Al movimiento, y al video.
Para ver los dos movimientos restantes, pasemos al siguiente, y último, video, que empieza con el segundo movimiento: Un poco adagio.
Nuevamente la orquesta da la entrada, con una breve introducción, esta vez de 40 segundos, al piano solista… Movimiento lento pero no excesivamente (es poco adagio, ya lo dice el título), transcurre con tranquilidad y el esquema habitual, del solista llevando el peso de la interpretación, y la orquesta punteando en segundo plano, con momentos en que el solista calla y la orquesta toma el peso. Muy lírico el movimiento, como podéis observar.
Una nueva cadenza aparece en el minuto 4:50, un nuevo pasaje improvisatorio esta vez más tranquilo, aunque con pasajes también muy complicados, que termina en el minuto 6:25, dando entrada a la orquesta nuevamente para cerrar el movimiento.
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El adagio termina en el minuto 6:50, y comienza el magnífico tercer movimiento, Rondó all’Ungharese (es decir, Rondó a la Húngara). Haydn conocía bien la música húngara (¿cómo no?, viviendo allí tantos años), y expresa estas formas musicales magiares[2] en el rapidísimo rondó final, una maravilla de precisión en su ejecución.
Comienza este tercer movimiento de forma antinatural, pues es el piano quien ataca las primeras notas, tomando el protagonismo desde el principio, cosa rara en Haydn y sólo posible por tratarse de un rondó. Aquí es el piano el que marca la pauta y la orquesta responde a las melodías que va enlazando el piano. Una segunda melodía irrumpe en el minuto 7:55, con rápidas notas ejecutadas con precisión suiza por el italiano pianista… la sonoridad y limpieza del pasaje es extraordinaria.
En los minutos 8:55 y 9:45 comienzan nuevos pasajes, siempre introducidos por el piano solista… para atacar de nuevo el primer tema, que da entrada a la coda final del movimiento y del concierto, en el minuto 10:20… y un minutito después el fastuoso movimiento termina comme il faut, con un clásico Chan-Chan de finalización clásica.
Con este alegre rondó a la húngara termina la obra, que nos deja, supongo, con un magnífico espíritu y alegría por vivir. Una exhibición de frescura y de exactitud en la ejecución por parte de Arturo Benedetti Michelangeli, sin duda.
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No hay muchas grabaciones que yo haya visto de esta obra tan bella. La que habéis oído, que curiosamente es la misma (la única) que yo tengo, viene en un disco de recopilación con dos conciertos de Mozart (el 13 y el 23), todos ellos a cargo de Michelangeli, editado por EMI, y es éste. Según amazon, hay muchas más grabaciones. Yo no recuerdo haber visto ninguna más en España, pero mi memoria no es ya la que era…
Así que podéis comparar ésta con otras versiones y, si encontráis alguna que os guste más, no dudéis en comunicármelo.
En Spotify hay unas diez o doce versiones, pero como está justamente la de Michelangeli que acabamos de oír, a ella voy a enlazar. La podéis encontrar aquí. He oído sumariamente casi todo el resto de versiones y… bueno. No diré que las hay malas, pero extrañas… un rato, por ejemplo, la rapidísima de Martha Argerich, que parece que llegaba tarde a coger el tren… Oír y comparar versiones es un privilegio que Spotify permite, así que aprovechémoslo.
Es una delicia escuchar a Arturo Benedetti Michelangeli, claro que sí, y difícil será tener la oportunidad de escuchar en directo a algún gran pianista de su calibre ejecutar este concierto, que tan pocas veces se programa… pues esta vez estamos de suerte: en el Auditorio de Madrid, los días 3, 4 y 5 de diciembre tenemos la oportunidad de escuchar en directo exactamente este mismo concierto, con Andreas Staier en el pianoforte y la Orquesta Nacional de España dirigida por Giovanni Antonini (por cierto, el concierto lo completan la Sinfonía número 102 del propio Haydn y la Sinfonía número 2 de Beethoven… ¡Vaya concierto, amigos!). No sé cómo lo harán solista, director y orquesta, pero lo que sí puedo deciros es que allí estaré para escucharlo en directo, así que, si queréis conocerme en persona, sólo tenéis que ir allí y buscarme… ¡sólo seremos dos mil espectadores, así que seguro que me encontráis con facilidad! Soy un tipo mayor, bastante feo, al que le gusta la música… ¡No hay pérdida!
Disfrutad de la vida, mientras podáis. A ser posible, escuchando música.
- Aunque es muy complicado establecer ranking alguno entre ellos. ¿Quién fue mejor, Rubinstein o Michelangeli? ¿Eh? ¿Gould o Gulda? ¿Argerich o Volodos? ¿María Joao Pires o Claudio Arrau?… Pues no sé… depende. Depende del momento, del autor, de la obra, de la inspiración del solista en el momento de la interpretación, y del propio gusto del oyente… ¡A mí me gustan todos! [↩]
- Ciento y pico años más tarde, Bela Bartok redescubriría de nuevo la música magiar y la usaría en sus composiciones. [↩]
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{ 4 } Comentarios
afirmativo con esta ocasion de escuchar el concierto de haydn para el piano forte,confirmada mi apreciacion : la diferencia es bien marcade gracias
Pues ya que hablas de Haydn y sus más de 100 sinfonías, justo ayer toqué su sinfonía número 86 en Re Mayor, con la orquestra del conservatorio de Sabadell, haber si algun dia le dedicas un artículo.
Roger
Mi estimado Macluskey, acabo de oír el álbum recomendado y veo que el tercer movimiento no llega ni a los 5 minutos pero tú describes la melodía hasta los 10 y 20. Cumplida mi misión de informar, no me queda más que aprovechar este mensaje para confesar lo mucho que disfruto leer tus artículos. Muchas gracias y un abrazo desde Lima, Perú.
Gracias, MIguel, por la información, aunque me temo que el artículo está bien: el primer movimiento está en el primer video y los otros dos, el segundo y el tercero, en el segundo, uno tras otro. El rondó final empieza en el minuto 6:50 o poco más, y termina con el video. No dura más allá de cinco minutos, efectivamente, y las referencias del artículo son los minutos del video de youtube, no las del movimiento en sí.
Siento el malentendido.
Saludos desde España.
PD: Qué bello, Perú. Me impactó cuando estuve tres semanas allá, hace ya unos años. Y sobre todo, mmm… ¡me impactó el soroche! En Puno (a orillas del Lago Titicaca, más de 3.700 mts de altura sobre el nivel del mar) lo pasé bastante mal por la dichosa altura, pero qué bello país tienen Vds!!
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