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Historia de un ignorante, ma non troppo… El Concierto de Violín de Tchaikowsky




Tras la última entrada dedicada a uno de los dos mejores conciertos de violín del repertorio, al menos al gusto de este ignorante parlanchín (el Concierto de Mendelssohn), hoy le toca el turno al otro de esos dos superconciertos de violín, el del genial Piotr Ilich Tchaikowsky. Cuál es mejor o peor, yo no lo sé: ambos son impresionantes, sobrecogedores. Y curiosamente, ni Mendelssohn  ni Tchaikowsky eran en absoluto conocedores de este instrumento, bueno, sí que lo conocían como todo buen músico lo hace, pero no eran violinistas, no sabían tocar el violín. Y ambos compusieron sólo un concierto para violín en toda su vida, por eso no hablo del concierto número 1 de Tchaikowsky… Es curioso cómo la historia se repite a veces.

Piotr Ilich Tchaikowsky

Piotr Ilich Tchaikowsky nació en 1840, cuando Felix Mendelssohn tenía 31 años, y sólo tenía cuatro años cuando éste compuso su concierto de violín. Piotr Ilich no nació ni se crió en los ambientes refinados de San Petersburgo, entonces la capital del Imperio Ruso, ni siquiera en los de Moscú… Nació en Votkinsk, en plenos Montes Urales, casi en la Siberia, es decir, en los confines de la civilización, en una familia de clase media-alta (su padre era ingeniero de minas destinado en esa rica región minera), lo que le permitió una buena educación y una vida razonablemente desahogada en su niñez. Le educaron para funcionario… ¡qué gran funcionario perdieron los zares…! Pero, a cambio, ¡menos mal que consiguió dedicarse a la composición musical!

Sin ningún género de dudas, Tchaikowsky es uno de los más grandes compositores de todos los tiempos. Un buen amigo mío siempre dice que Tchaikowsky y Beethoven son los dos únicos compositores que compusieron varias sinfonías (seis Tchaikowsky y nueve Beethoven) y que todas, absolutamente todas ellas son obras maestras. Desde luego es una opinión suya, pero no va muy desencaminado. Claro que yo siempre le respondo: “¿Y Mahler? ¿Qué me dices entonces de Mahler?” A lo que él me contesta: “Ah, es que Mahler no cuenta… Mahler juega en Otra División… En la que sólo está él”. Cosas de mi amigo.

Bueno, mmm, volviendo al gran Piotr Ilich, todas sus sinfonías, sus tres conciertos para piano (famosísimo el número 1; delicioso el número 2), y desde luego, su Concierto para violín, Op. 35 en re mayor, son extraordinarios, por no hablar de sus igualmente famosísimos ballets (El Lago de los Cisnes, Cascanueces y La Bella Durmiente), sus óperas (Eugenio Oneguin, etc), así como obras para piano y suites orquestales, como la Obertura Festival 1812. Todos, absolutamente todos nosotros, conocemos mucha música suya, como el Vals de la Bella Durmiente o el Vals de las Flores de Cascanueces, o el comienzo abrumador de su primer concierto de piano, o la propia Obertura 1812…

No fue Tchaikowsky muy apreciado por los músicos rusos contemporáneos suyos. La mayoría de ellos, los así llamados “Grupo de los Cinco” (Balakirev, Cui, Borodin, Rimsky Korsakoff y Mussorgsky) y otros adláteres no tenían en mucha estima la música de Piotr Ilich. Ellos defendían la “rusicidad” de su música, la vuelta a los orígenes nacionalistas rusos, en contraposición a los gustos y las modas occidentales tan imperantes en la corte de San Petersburgo desde que Pedro I el Grande la fundó en 1704.

Tchaikowsky, en cambio, aunque también gustaba de los temas y del folklore ruso, que usó muchas veces en sus composiciones, no hacía ascos en absoluto a la decadente música occidental, así que durante casi toda su vida tuvo mucho más éxito en el extranjero (Francia, Austria, Alemania… no, en España, no, que se sepa) que en su patria natal. Si unimos a esto su reprimida y siempre escondida homosexualidad, fuertemente castigada en la sociedad de la época, se convirtió en una especie de compositor maldito en su patria y en su tiempo. Y sin embargo, fue con diferencia el más talentoso de todos ellos, y hoy en día sus obras son mucho más ponderadas que las del resto. Así es la vida.

San Petersburgo. El Palacio de Invierno (hoy Hermitage) desde el otro lado del río Neva.

Sólo muy al final de su vida obtuvo el reconocimiento que merecía en su tierra… cuando falleció, nueve días después del estreno de su tremenda Sexta Sinfonía, Patética[1], el zar Alejandro III, gran admirador suyo, demostró una gran conmoción. Cuando fue preguntado por qué tanta pena por la muerte de un simple músico, el zar comentó que “Duques, Barones y Prebostes varios, los tenemos a cascoporro, pero sólo había un único Tchaikowsky…”.

Bueno, vamos ya a centrarnos en el tema de hoy: su formidable Concierto de Violín.

Fue compuesto en Clarens, Suiza, en 1878, durante unas vacaciones, y el gran Piotr Ilich debió tener una especie de iluminación especial para componerlo, porque confiesa en una carta a Nadezha von Meck (su mecenas y, al menos en teoría, su amor platónico) que había empezado a escribir este concierto sin terminar la obra en que estaba centrado (una sonata para piano), lo que el metódico Tchaikowsky era la primera vez que hacía. Fue escrito con el consejo y la ayuda de Iosif Koktek, un joven violinista con quien coincidió en Clarens y estudiante suyo en su etapa de profesor en el Conservatorio de Moscú. Tchaikowsky no era violinista, y no conocía en profundidad la técnica para ejecutarlo, por lo que se apoyó en Kotek para estos menesteres. Y ciertamente le salió un concierto realmente complicado de tocar por parte del solista… pero ya se sabe: no pain, no gain.

Lo dedicó al violinista húngaro Leopold Auer, otro profesor como él mismo en el Conservatorio de San Petersburgo y gran eminencia del violín, que supuestamente iba a ser el encargado de su estreno más adelante en el propio año 1878… pero el tal Auer, en un alarde de visión, rechazó el concierto por considerarlo “inejecutable”, o sea, mayormente que él no se atrevía a tocarlo por sus evidentes dificultades técnicas, por lo que Tchaikowsky eliminó entonces la dedicatoria a Auer, como es natural. Treinta años más tarde, Auer dijo en una entrevista que si es que había partes que sonarían mal en el violín, que si en su opinión, que mantenía, era mejor cambiar alguna zona para que sonara más musical, que si la abuela fuma…

El caso es que, a pesar de la opinión contraria de Auer, tres años y pico más tarde Adolf Brodsky, otro gran violinista, estrenó en Viena el Concierto, con la Filarmónica de Viena dirigida por Hans Richter, un cuatro de diciembre de 1881 que fue largamente recordado. Porque el concierto resultó un éxito de público sin precedentes desde su primera audición, por más que la crítica, como casi siempre sucede, tuvo división de opiniones, con algunos hablando de genialidad sin límites y otros de fatuidad y esperpento… Efectivamente, es un concierto técnicamente muy complicado, pero sí que es posible su ejecución, como tantos centenares de violinistas han demostrado desde entonces.

Hoy vamos a escuchar este concierto fuera de serie con un violinista auténticamente fuera de serie: David Oistrakh (padre), que es, para muchos entendidos musicales, el mejor violinista de todos los tiempos… La grabación es muy antigua, seguramente de los años 50 ó 60 del siglo pasado, en blanco y negro, claro, aunque tiene un sonido excelente, realmente excelente, que es lo que importa. Sin embargo, no se da información en los videos sobre el director (que no he reconocido) ni tampoco sobre la orquesta. Ni mucho menos dónde está la bella sala donde está grabado el concierto. No importa. La sombra del genial Oistrakh es tan grande que poco importa. Estando él, todos los demás se eclipsan.

Vamos, pues, a ver y oír a David Oistrakh, y disfrutar con él, con una orquesta ignota y un director innominado, en una bella sala de conciertos de vaya usted a saber dónde, ejecutar el primer movimiento del Concierto para Violín de Tchaikowsky en re mayor, Op.35: Allegro moderato:

El concierto comienza de la manera habitual de casi todos los conciertos para solista y orquesta, es decir, con una introducción orquestal, que va preparando el  terreno hasta la irrupción de la primera intervención del violín, sobre el minuto 1:15. La orquesta calla por fin y deja el campo libre para el primero de los numerosos solos de violín de la obra. Atentos al fraseo de Oistrakh… Cómo separa cada nota, y sin embargo con una enorme musicalidad. Extraordinario Oistrakh. Vale, ya no lo digo más. Oistrakh es extraordinario, un monstruo,  y punto. Oigámosle…

Tras su propia introducción, el desarrollo del tema principal comienza en el minuto 1:35, donde la orquesta se suma para acompañar al violín. El tema se desarrolla, en efecto, se enrosca sobre sí mismo, cambia y vuelve a aparecer… No me extraña que, una vez le vino la inspiración, Tchaikowsky tuviera que dejar de componer lo que fuera que estuviera componiendo para dedicarse en cuerpo y alma a escribir esto. ¡Es una de las páginas más bellas de la música de todos los tiempos!

Sobre el minuto 6:55 el violín descansa por fin (hay que secarse el sudor) y la orquesta emprende ahora de nuevo el tema principal, el omnipresente tema principal del movimiento. Pero el descanso del guerrero no dura mucho, pues ya viene el segundo tema del movimiento, que se va preparando por la orquesta desde el minuto 7:30 más o menos, hasta la nueva intervención del mago del violín, en el minuto 8:05. Ahora el tema se vuelve mucho más complicado (aún) de tocar: continuamente se deben tocar dos o tres cuerdas simultáneamente, con algún pizzicato, grandes cambios a lo largo de la escala y staccatos complicadísimos. Pero no hay problema: estando Oistrakh a los mandos, es un rato fácil… o al menos, lo parece.

En el minuto 9:35 la orquesta se interrumpe de nuevo, para preparar la nueva entrada del solista, sobre el minuto 10:10, que lo que va a hacer ahora es atacar la cadenza, la terrorífica cadenza de este concierto que tanto amedrentó a Auer… Oigámosla. Nada más se puede añadir… Al menos yo no puedo. Únicamente resaltar la gran cantidad de notas agudísimas que contiene, muchas de ellas ejecutadas en solitario, pues las utiliza para separar las distintas frases de la cadenza.

La cadenza termina en el minuto 13:00, justo con el video (muy bien partido esta vez), y para oír el resto de este movimiento hay que cambiar, cómo no, de video:

El violín retoma de nuevo el tema principal, el que llenó la primera parte del movimiento, con nuevas variaciones y diabluras… Se repite, a partir del minuto1:30 más o menos, parte del contenido de la primera parte, para que no nos olvidemos de la melodía (lo que resulta fácil de conseguir con algo tan bello y pegadizo), hasta el minuto 5:00 en que comienza la coda, o sea, el final del movimiento, que termina en el minuto 6:10. El público aplaude… en efecto, no se debe aplaudir entre movimientos de las obras, nunca, nunca… pero hay excepciones. Y sin duda, ésta bien puede ser una de ellas.

Aplaudamos, pues, un poquito, y vamos ahora con el segundo movimiento, el movimiento lento: Canzonetta-Andante:

Este movimiento tiene su pequeña historia: el primer intento de Andante no le salió bien a Tchaikowsky, no quedó conforme con el resultado y algún tiempo más tarde compuso una nueva versión, que es la que vamos a oír.

Comienza con una breve introducción orquestal, mucho más tranquila que el movimiento anterior, hasta la irrupción del violín, sobre el minuto 0:30, con el tema principal, muy cantable y lírico, del movimiento, punteado por breves intervenciones de la orquesta, hasta el minuto 1:55, en que la flauta travesera toma el lugar del violín llevando la melodía, justo para cambiar el tema, dando entrada al segundo de ellos del movimiento, también muy bello y lírico. El stradivarius de Oistrakh canta desde el mismísimo corazón. Un gustazo oírle. Y verle, por cierto.

Sobre el minuto 5:00 termina la intervención del solista en este movimiento lento, y el minuto que queda la orquesta va terminando la exposición del movimiento y, sobre todo, preparando la vigorosa entrada del tercero, que es, como podéis imaginar, attacca, es decir, entra sin interrupción alguna tras el final del segundo… sólo que esto es youtube y nosotros debemos cambiar de video para disfrutar de este tercero y último movimiento: Finale: Allegro vivacissimo:

Se produce un súbito cambio de ritmo en la orquesta (este movimiento es muy rápido, como su anotación de Allegro vivacissimo denota), que introduce el movimiento durante apenas 10 segundos, cuando calla y deja que el violín realice su propia introducción del movimiento en un solo realmente mágico, hasta el minuto 0:50, aproximadamente, en que el violín ataca el tema principal del movimiento, acompañado por la orquesta en suaves contrapuntos. El ritmo frenético continua por parte del violín hasta el minuto 1:50, donde tras un ¡chaan! de la orquesta[2] se produce un cambio espectacular: pasamos ahora abruptamente al segundo tema del movimiento, muchísimo más solemne y contenido, al menos al principio, porque luego… luego retoma el ritmo rapidísimo. Hasta el minuto 2:45, con un nuevo cambio de ritmo: el oboe toma ahora el protagonismo durante unos segundos antes de que el violín ocupe de nuevo su lugar solista. Continúa de forma más tranquila durante algunos segundos, antes de retomar el ritmo frenético del primer tema, sobre el minuto 4:00.

En el minuto 5:10 reaparece, aún más solemne que antes, el segundo tema del movimiento, que se ejecuta ahora más floreado, incluso cambiando de escala y tocándolo en una escala agudísima, sobre el minuto 6:00, antes de ceder el paso a los instrumentos de la madera, clarinetes, oboes, flautas y fagotes, que se van contestando unos a otros, hasta que entra de nuevo el violín para ir preparando la entrada definitiva del tema principal del movimiento, sobre el minuto 7:30. Los que saben de esto dirían que el formato del movimiento es “ABABA”, siendo A el primer tema, el frenético, y B, el segundo, el solemne.

David Oistrakh en 1972

El ritmo frenético vuelve de nuevo, y en el minuto 8:20 se introduce la coda final, las diabluras finales del violín compitiendo con la orquesta… hasta la gloriosa finalización del movimiento, y del concierto, en el minuto 9:30. Aplaudamos con fuerza, póstumamente, al gran David Oistrakh, igual que lo hace el público de la Sala de donde sea que tuvo lugar el concierto…

Podéis encontrar fácilmente en youtube muchas versiones de este concierto. De grandes violinistas. Igual encontráis alguna que os guste más que ésta de Oistrakh… Yo no encontré nada igual. Pero bueno, para los gustos, los colores…

.

Todos los grandes violinistas han tocado y grabado este concierto, y lo mismo digo de los mejores directores y orquestas… recomendar una versión se me hace especialmente difícil después de ésta de Oistrakh, difícilmente se puede conseguir algo mejor. Pero por no callarme, citaré una que a mí me gusta mucho: la de Pinchas Zuckerman, con la Orquesta Filarmónica de Israel, dirigida por Zubin Mehta. Pero, insisto, hay muchísimas versiones excelentes, y descubrirlas, definitivamente, es un trabajo emocionante.

Aquellos de vosotros que dispongáis de Spotify, encontraréis también muchas versiones diferentes de este concierto allí disponibles para su audición. De las que he oído, he seleccionado dos de dos de los mejores violinistas rusos de la actualidad, cada uno tocando con su propio stradivarius: Maksim Vengérov con la Berliner Philarmoniker, dirigida por Claudio Abbado, y cuyo enlace encontraréis aquí, y la de Vadim Repin, con la London Symphony Orchestra, dirigida por Emmanuel Krivine, y cuyo enlace podéis encontrar aquí. Son dos versiones muy distintas entre sí, por más que ambos sean violinistas de la escuela rusa, de la misma generación (Repin nació en 1971; Vengérov en 1974) y para colmo, nacidos ambos en la misma ciudad (Novosibirsk, en la Siberia Occidental); sin embargo, cada uno interpreta de forma diferente al genial Piotr Ilich, lo que se puede observar fácilmente, sobre todo en la cadenza del primer movimiento. Como siempre, recomiendo oír varias versiones y compararlas entre sí para quedarse con la que más os guste, que no tienen, desde luego, por qué ser las mismas que a mí.

Pero… (ya, ya sé que soy pesadito): aunque haya muchas versiones de esta obra, y la gran mayoría buenas… ninguna se parece a escucharla en directo. En nada. Y si la obra es para un solista con o sin orquesta, como es el caso, más aún. Ni el mejor stereo (y por supuesto, que yo sepa, ningún PC) es capaz de reproducir las sutilezas de un stradivarius en las manos de un virtuoso ejecutando una partitura excepcional, como sin duda lo es el concierto de violín de Tchaikowsky.

Disfrutad de la vida, mientras podáis. A ser posible, escuchando música.

  1. Enlace a la wikipedia inglesa; en la española el artículo es cortísimo []
  2. O sea, un tutti []

Sobre el autor:

Macluskey ( )

Macluskey es un informático de los tiempos heroicos, pero no ha dejado de trabajar en Informática y disfrutar con ella hasta la fecha. Y lo que el cuerpo aguante. Y además, le gusta la música...
 

{ 8 } Comentarios

  1. Gravatar Lemurido | 20/04/2010 at 09:32 | Permalink

    Mi profesor de violin ( hace ya muchos años ) decia que un solista no lo es hasta que es capaz de tocar en publico este concierto. Las posiblidades de interpretación son muchas y las dificultades tambien lo son. De todo el concierto mi momento favorito es el final de una cadencia el solista acaba con un largísimo trino al que la orquesta se incorpora para pasar a tocar una melodia y es el solista quien realiza el acompañamiento de la orquesta ( realmente esta haciendo el contrapunto de la melodia ) .

    En casa sólo tengo una version de este concierto, muy vieja por cierto, al violin Leonid Kogan y la orquesta la del conservatorio de Paris, realmente es maravillosa

    Y sin desmerecer nada a David Oistrakh si tengo que elegir el mejor no lo dudo Jascha Heifetz

  2. Gravatar Macluskey | 20/04/2010 at 02:45 | Permalink

    Pues sí, Jascha Heiftetz es buenísimo también… pero a mí me gusta más Oistrakh. Ahí está la gracia, que a cada uno le gusta más uno u otro. Quien no me gusta mucho es la Mutter… quizá por ser la protegida de Karajan. Y, por ejemplo, a Pedro no le ha gustado especialmente este concierto, mientras que el de Mendelssohn le encantó. Ya digo, para gustos, los colores.

    Deberías quizá oír la versión de Pinchas Zuckerman que cito (y que tengo hace muchísimos años), editada por CBS Masterworks en 1985. Es también excelente. Y, claro, no he oído todas las versiones que hay… son cientos. Igual hay un violinista bielorruso desconocido que lo borda y aquí ni sabemos que existe… :)

    Gracias por comentar. Mac.

  3. Gravatar ElHombrePancho | 21/04/2010 at 12:35 | Permalink

    Por fin tengo Spotify. Ahora tendré que revisar los artículos antiguos y poner todas las listas de reproducción que antes no podía escuchar… qué horror! ^^

  4. Gravatar c_madrid89 | 23/05/2010 at 03:18 | Permalink

    Ahora Spotify es social. Si tienes facebook puedes agregar a tus amigos y ver que listas de reproducción. En tu caso sería muy útil. Otra opción sería actualizar la lista de reproducción de elcedazo con cada nueva entrega. Saludos

  5. Gravatar Macluskey | 23/05/2010 at 05:38 | Permalink

    @c_madrid89: ¿Facebook? Mmmm. Lo siento, no sé lo que es eso.

    Pero sí que podría actualizar la lista de ElCedazo, tienes razón, pero es que siempre se me olvida. A ver si la actualizo pronto.

    Saludos

  6. Gravatar felinol | 04/09/2010 at 12:00 | Permalink

    La famosa versión de Karajan/Ferras me parece impresionante, sublime, maravillosa. Christian Ferras le da un sentimiento al violín maravilloso. Además está en varias ediciones de la DG de series medias (en cuanto al precio)… Totalmente recomendable !!!!

    Por otro lado, compartiendo la opinión de que Oistrakh y Heifetz son dos de los grandes, me gustaría romper una lanza en favor de Anne-Sophie Mutter. Creo que en ella pasa un poco lo que le ha sucedido a Karajan, la imagen de virtuoso o maestro “comercial” (aparte de por qué lo sean o quiénes tienen la culpa de ello) hace que algunos puristas pongan en tela de juicio su valía. Sinceramente pienso que, sin que haga falta ser un experto, las obras de ambos son casi siempre de buena calidad y bien resueltas.

    Soy fan de Beethoven, tengo hasta 15 versiones de la Novena, y decenares de versiones del resto de sinfonías, de ellas me sé de memoria todas las notas, los matices, las pausas y los énfasis de cada compás, y las versiones de Karajan son las que más me gustan, por lo que considero que son, si no las mejores, sí al menos muy muy buenas. Me pasa lo mismo con este concierto que he citado antes, con Ferras al violín, es la versión que más me gusta (entre las de calidad CD) de las que he escuchado, entre 10 ó 12.

    Respecto a la versión de Karajan con Mutter, decir que creo que la interpretación es muy bonita. Sin ser el solista un prodigio en fuerza y virtuosismo, pienso que el gusto y la limpieza con la que ejecuta cada una de las notas hacen de ella una muy buena interpretación. También la recomiendo.

  7. Gravatar L. Caballer | 30/01/2012 at 01:15 | Permalink

    Gracias!!… He disfrutado.

  8. Gravatar Jesús | 14/12/2013 at 04:41 | Permalink

    Hola! Me disponía a leer el artículo pero me temo que debo corregirte donde pones que Mendelssohn solo escribió un concierto para violín en toda su vida: cuando era jovencísimo escribió otro, muucho menos conocido pero no menos genial, para violín y orquesta de cuerdas. Estuvo perdido muchos años hasta que Yehudi Menuhin lo encontró, lo desempolvó y lo dio a conocer al mundo. Gidon Kremer lo ha grabado con Deutsche Grammophon, se puede encontrar fácilmente en Spotify o Youtube por otra gente menos conocida. Yo mismo tuve el placer de tocarlo hace un par de veranos com orquesta y está genialmente escrito, dadle un ojo si gustáis. Por cierto, es genial que escribas esta serie para desasnar musicalmente a los lectores del Cedazo, bravo! Sigue así!

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