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Historia de un ignorante, ma non troppo… La Sonata “Arpeggione”, de Franz Schubert




Hoy toca, en esta serie sobre música clásica, hablar por fin de una obra de uno de los grandes compositores de siempre que, por fas o por nefas, no había aparecido aún en este sitio: Franz Schubert. Y lo haremos con una obra en cierto modo curiosa, porque está compuesta para un instrumento determinado, un instrumento recién diseñado en la época, el arpeggione… que no sobrevivió.[1]  En efecto, se trata de la “Sonata en La menor para Arpeggione y Piano, D. 821” de Franz Schubert, conocida universalmente como “Sonata Arpeggione”.

Efectivamente, el dichoso arpeggione no tuvo éxito, poquísimos compositores se interesaron por él, aún menos intérpretes… y como consecuencia no sobrevivió. Tanto es así que no queda de él ni una sola muestra más allá de alguna pieza en algún museo; sabemos con bastante aproximación cómo era por las descripciones de la época, dibujos, papeles y documentos varios, pero no sabemos muy bien cómo sonaba. De hecho, basándose en las descripciones existentes, el luthier e intérprete Nicolas Deletaille ha construido hace unos años uno… para poder ejecutar esta sonata como se supone que debería sonar; aunque ha animado a compositores actuales para que escriban nuevas obras para arpeggione, me temo que va a tener aproximadamente tanto éxito como el que tuvo su inventor original.

Así que os preguntaréis sin duda, avispados lectores: “Y si no sabemos cómo sonaba el arpeggione, ni queda ni uno solo en el mundo mundial, aparte de éste de Deletaille, como para poder escucharlo… ¿qué demonios pinta una obra compuesta para tal extinto instrumento en tan selecta serie…?”

“¡Ajá!”, contestaría yo entonces, con una sonrisa de oreja a oreja, porque “no sólo esta sonata para arpeggione y piano ha sobrevivido, sino que además se ha convertido en una de las obras cumbre, una de las máximas obras de referencia para… para otro instrumento.

Vale, vale, en seguida resuelvo el acertijo.

Arpeggione original de Georg Stauffer

Arpeggione original de Georg Stauffer

Corría el año 1823 cuando el luthier vienés Johann Georg Stauffer diseñó y construyó el primer arpeggione. A la derecha tenéis una foto de uno de ellos, que reside actualmente en el Metropolitan Museum de Nueva York.

Era el arpeggione un instrumento de cuerda frotada, de 6 cuerdas, organizado y afinado como una guitarra, pero con estructura similar a la del violonchelo, es decir, un instrumento muy emparentado con la viola da gamba, que ya estaba en desuso en la época, instrumento que tiene también seis cuerdas, aunque la forma en sí del arpeggione se parece más a la de los laúdes medievales… Su inventor lo llamó “arpeggione” porque se supone que estaba especialmente dotado para producir arpegios, debido a su guitarrística afinación.

El caso es que el instrumento gozó de un cierto favor del público vienés… durante seis u ocho años, quizá diez, pasados los cuales pasó a ser un instrumento olvidado, una curiosidad más en la larga lista de olvidados instrumentos musicales que una vez fueron y luego… no fueron. Pero durante esos años, y tras las oportunas presentaciones de las posibilidades del nuevo instrumento, algún compositor se lanzó a componer obras para este él, entre ellos nuestro Franz Peter Schubert, que ya era por entonces un compositor de cierta fama, aunque tampoco es que tuviera ni la milésima parte de la fama que tiene ahora. Hay quien dice que fue el propio inventor, Johann Georg Stauffer, quien encargó la obra para promocionar su criatura, y hay quien piensa que en realidad quien la encargó fue Vincenz Schuster, un amigo del propio Schubert y virtuoso del arpeggione,[2] para su lucimiento personal.

El caso es que Schubert compuso (y se supone que cobró de algún modo) la obra en 1824, quizá se ejecutaría alguna que otra vez entre amigos o en representaciones privadas… y nunca se publicó en vida del compositor. Cuando esta sonata por fin vio la luz, en 1871 (nada menos que 43 años tras la muerte de Schubert), el arpeggione no sólo había perdido todo favor por parte del público, sino que había caído completamente en el olvido… donde sigue. De hecho deben quedar, en no se sabe qué estado, uno o dos arpeggiones olvidados en algún museo de los horrores musicales, que quizá se salvaron de la quema porque eran bastante decorativos, supongo, así que ahora nadie sabe cómo sonaba esta obra ejecutada con el instrumento para el que fue concebido.

Quizá os extrañe que, apenas inventado un nuevo instrumento, o quizás “descubierto” un instrumento usado en otras tierras u otras ocasiones, compositores de cierto renombre se apresuraran a componer obras para él… pero esto ha sido muy habitual en la historia de la música, bien porque el compositor viera las posibilidades que aportaba el nuevo instrumento, bien porque el luthier, o algún virtuoso del instrumento, las encargase para promocionarlo. Muchos de estos instrumentos cayeron en el olvido más pronto que tarde, pero otros permanecieron para siempre en las plantillas orquestales. Un ejemplo de estos últimos son tres de los instrumentos de percusión más utilizados en la actualidad: el bombo, los platillos y el triángulo. Originarios de Turquía, donde eran utilizados por las bandas militares turcas, fueron utilizados por primera vez en una importante obra musical occidental nada menos que por el mismísimo Beethoven, y nada menos que en el mismísimo Himno a la Alegría de su Novena Sinfonía. Y desde entonces no faltan en las plantillas de las orquestas y son utilizadísimos, solamente por debajo de los timbales. Evidentemente éste no fue el caso del arpeggione, aunque un coloso como Schubert le dedicara una sonata… aunque ciertamente sólo ahora le consideremos un coloso, porque lo que fue durante su vida…

Franz Schubert, por Wilhelm August Rieder

Franz Peter Schubert nació y vivió casi toda su corta vida en Viena, la capital del Imperio Austro-Húngaro y también la capital musical de la época. Nació en 1797, y falleció en 1828, con tan sólo 31 años de edad. En su juventud estudió con Antonio Salieri,[3] quien, impresionado por el talento del joven Franz, llegó a darle clases privadas para mejorar su técnica. Admirador compulsivo del ciclón compositivo de la época, Ludwig van Beethoven, bebió el joven Franz de sus ideas y, como quien no quiere la cosa, se convirtió en el introductor del Romanticismo musical.  Se considera a Beethoven como el primer romántico, como el creador del movimiento en música, pero sin Schubert el romanticismo musical habría sido, con toda seguridad, muy distinto… o inexistente.

Su obra tiene una belleza e inspiración increíbles, máxime teniendo en cuenta que nunca consiguió estrenar, ni siquiera publicar, ninguna de sus obras orquestales u operísticas. Jamás consiguió ganarse la vida con la música, recibiendo constantemente la ayuda de su círculo de amigos, que, ellos sí, admiraban su música. Sus obras destacan por su melodía… de hecho sus amigos le llamaban “el rey de la melodía”, y no iban desencaminados. Célebres (bueno, relativamente célebres) fueron las así llamadas “schubertiadas”, en las que se interpretaban sus obras para dicho círculo de amigos, entre discusiones filosóficas y artísticas y, por qué no, los placeres de la mesa o de la carne.

Frenético compositor,[4] Schubert no podía literalmente parar de componer. Su producción es absolutamente gigantesca teniendo en cuenta que sólo vivió 31 años: más de ¡1.000 obras! forman su catálogo de composiciones, entre ellas más de 600 canciones (lieder). De hecho, Schubert es prácticamente el inventor del concepto de canción moderna: una pieza musical cantable para voz y uno o varios instrumentos, de corta duración (algunos minutos) y cuya letra alude a emociones (amor, felicidad, etc) o a la descripción de situaciones, inspiradas muchas de ellas o directamente tomadas de poemas de escritores de moda… lo que ahora llamamos una canción, vaya.

Además de estos centenares de canciones, compuso muchas y muy delicadas sonatas para piano[5] u otros instrumentos, decenas de obras de cámara (entre las que destacan dos obras consideradas como de las mejores en su género: el cuarteto “La Muerte y la Doncella” y el quinteto “La Trucha”, ambos realmente geniales, y que algún día deberían aparecer en estas páginas), óperas (Rosamunda y El Arpa Mágica, entre otras varias más), y obras orquestales, entre ellas ocho estupendas sinfonías numeradas de la 1 a la 9… sí, es cierto, falta una, sois unos linces: es que por motivos que no vienen al caso se le atribuyó una “Séptima Sinfonía” que nunca compuso,[6] pero tanto su genial Octava Sinfonía (“Inacabada”) como su mayestática Novena (“La Grande”)[7] habían adquirido tal fama que nadie se atrevió a cambiarles el número, así que la “Séptima” de Schubert en realidad no existe más allá de unos bocetos. Estoy completamente seguro de que todos vosotros habéis escuchado enteros o en parte los dos preciosos movimientos de la “Inacabada”, su maravillosa Octava Sinfonía.[8] Schubert dejó mucho material a medias, bosquejado o directamente abandonado a medio componer. Como será la cosa que en ciertos catálogos también aparece como suya una “Décima” sinfonía, de la que como mucho escribió el boceto del bosquejo del proyecto.

Falleció Franz Schubert en Viena en 1828, tan sólo un año después que su admirado Ludwig van Beethoven. Aunque en su parte de defunción dice que falleció de fiebres tifoideas, en realidad lo que le mató fue una sífilis contraída algunos años antes; el tifus lo que hizo fue darle la puntilla. Su vida bohemia, sus hábitos cada vez menos saludables y las repentinas depresiones que seguían a periodos de gran entusiasmo habían minado su salud: llevaba varios años ya enfermo, lo que no le impidió seguir componiendo y componiendo; estudios modernos aseguran que debía padecer un trastorno bipolar, lo que, entre otras cosas, explica por qué escribía una música maravillosa que pasaba cuidadosamente a limpio con toda pulcritud y luego, de pronto, a la mitad del proceso, la abandonaba para no ocuparse nunca más de ella: tal es el caso de la famosa Inacabada, pero no es el único, ni mucho menos.

El caso es que cuando falleció no había publicado ni una sola obra de las más de mil compuestas… había fracasado como compositor. O… ¿no? Porque años más tarde otros grandes compositores e intérpretes como Mendelssohn, Liszt o Schumann descubrieron sus obras, obras que guardaban amorosamente sus amigos, y entonces lo admiraron y lo pusieron donde hoy está: en el pedestal reservado a uno de los compositores que ha escrito la música más melódica y más bella de la música occidental, en el sentido hedonístico de la palabra. Algunas de sus sinfonías (particularmente la Quinta, la Octava y la Novena), algunas de sus bellísimas sonatas o fantasías para piano, las mencionadas obras de cámara “La muerte y la doncella” y “La trucha”, alguna de sus óperas, sobre todo “Rosamunda”, o esta Sonata Arpeggione de hoy forman parte del repertorio de todas las orquestas o solistas del mundo…

Pero, claro, respecto de esta sonata Arpeggione, está claro que no es una obra cumbre del repertorio del Arpeggione.[9] La Sonata Arpeggione, una vez publicada en 1871, fue transcrita para muchos instrumentos de todo pelaje: desde flauta o clarinete hasta piano… pero la versión que se ha hecho un hueco como uno de los faros del repertorio del instrumento es la de violonchelo. Si le pides a un violonchelista que cite las cinco obras cumbre para su instrumento (excluyendo los conciertos para cello y orquesta, donde el de Antonin Dvorak brilla con luz propia), yo creo que prácticamente todos ellos incluirán en la lista esta Sonata Arpeggione para Cello y piano. Y es que es realmente fabulosa. 20 minutos de placer auténtico. Desconozco si al transcribirla para violonchelo se perdió mucho o poco del arpeggione original… pero el resultado es simplemente perfecto. 25 minutos de perfección musical.

La versión que escucharemos, además, es fantástica: el violonchelista franco-chino Yo-Yo Ma[10] y en el piano, Emanuel Ax, gran pianista estadounidense. El resultado es excelente (aunque, qué se le va a hacer, a mí me gusta más la versión del año 1969 de un entonces pletórico Mtislav Rostropovich y el gran compositor inglés Benjamín Britten, aunque tenga algo de siseo debido a lo añejo de la grabación).

En el video no se ve a los músicos ejecutando la obra, pero a cambio se presenta la partitura, que va cambiando conforme va evolucionando la obra, lo que es, supongo, de gran utilidad para los músicos que sepan leer dicha partitura.

El protagonista de la sonata es, desde luego, el arpeggione… perdón, el violonchelo; el piano hace de acompañamiento, con poca o ninguna parte solista, y mucho menos virtuosa.

La sonata tiene tres movimientos. Comienza con un Allegro moderato que dura once minutos; en el minuto 11:05 comienza el segundo movimiento, el delicioso tiempo lento de la obra, Adagio. Y por fin, en el minuto 15:25 termina el adagio y comienza el tercero y último tiempo: un Allegretto de gran virtuosismo y sonoridad. Disfrutadla.

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Hay muchas versiones de esta obra, pues todos los violonchelistas de postín la han grabado. Pau Casals la ejecutó, pero ignoro si alguna vez la grabó y si está publicada la versión. Sí lo hicieron la gran Jacqueline du Pré, el propio Yo-Yo Ma, y, desde luego, Rostropovich, considerado en su momento como el mejor violonchelista de todos los tiempos. Este disco es una maravilla: además de la Sonata Arpeggione en la versión de Rostropovich, está el quinteto de piano “La Trucha”, la Fantasía para piano D.934 y más obras realmente estupendas de Schubert. Mucho y bueno donde elegir.

Y tras toda esta perorata, sólo me queda añadir el mismo rollo de siempre, esperando que al menos uno de vosotros me haga caso… no hay ninguna grabación de ningún genio que pueda competir con el sonido directo de un violonchelista y un pianista interpretando esa maravilla sólo para ti… bueno, y para los otros setecientos espectadores de la Sala, a los que sólo hay que pedir que… ¡no tosan!

Disfrutad de la vida, mientras podáis. A ser posible, escuchando música.

  1. Algo parecido a lo que ocurrió con Beethoven y el Panármonico en su Batalla de Vitoria, que hace no mucho apareció también por estas páginas. []
  2. Tuvo que convertirse en “virtuoso” en muy poco tiempo, pues sólo hacía un año que había sido construido el primero de ellos. []
  3. Sí, Antonio Salieri, el “malo” de la peli “Amadeus”… alguien tenía que hacer de malo en una peli de Hollywood, ¿no?, y le tocó al pobre Salieri. []
  4. Sólo en 1815, con apenas 18 años de edad, llegó a componer más de 20.000 barras de música, y además más de la mitad de ellas para orquesta, lo que debe ser una auténtica barbaridad, porque el sitio donde lo leí lo describía como algo completamente desmesurado. []
  5. Una de las grandes pianistas actuales, la portuguesa Maria Joao Pires, asegura que sólo se siente realmente feliz al piano cuando interpreta a Schubert. []
  6. O al menos, que nunca compuso del todo. []
  7. Una asombrosa Sinfonía para la época en que fue compuesta, tan “Grande” que abrió el camino por el que setenta u ochenta años después transitarían Bruckner o Mahler. []
  8. Que en realidad no está “incompleta” ni “inacabada” ni nada: Schubert sólo compuso dos movimientos y aparentemente nunca tuvo intención de terminarla. Ríos de tinta han corrido especulando sobre cuál fue el motivo para dejarla con sólo esos dos gloriosos movimientos… pero sin conclusiones aceptadas por todo el mundo. Para ser precisos, pues, debería llamarse “La Corta”, pero todo el mundo la conoce como “La Inacabada”, de modo que así lo dejamos. []
  9. En realidad es justo lo contrario: es la única obra que se conserva escrita para arpeggione. []
  10. Aunque tenga un sonoro nombre que a los occidentales nos hace gracia, está considerado, tras la muerte del genial Mtislav Rostropovich, como el mejor violonchelista de la actualidad. []

Sobre el autor:

Macluskey ( )

Macluskey es un informático de los tiempos heroicos, pero no ha dejado de trabajar en Informática y disfrutar con ella hasta la fecha. Y lo que el cuerpo aguante. Y además, le gusta la música...
 

{ 10 } Comentarios

  1. Gravatar Gencianal | 31/08/2013 at 06:14 | Permalink

    Qué curioso, no sabía nada sobre Schubert y es uno de mis compositores favoritos, suelo escuchar con frecuencia la Incompleta y la Trucha.

    Gracias por el artículo!! :D

  2. Gravatar MidnightMoon | 11/11/2013 at 07:25 | Permalink

    Magnífico artículo. Ciertamente no sé mucho sobre música “clásica”, pero me gusta adentrarme un poco de vez en cuando. Hace poco me he pasado escuchando unas de piezas de Schubert y buscando otras que sirvieran para acompañamiento (mientras hago mi tarea), encontré este artículo que es bastante interesante. Gracias por la información.

  3. Gravatar Ernesto | 09/01/2014 at 06:18 | Permalink

    Muchas gracias por tu Blog, en verdad es super interesante y digno de ser seguido. Entre ignorantes nos comprendemos muy bien ! Como un pequeño aporte a este excelente artículo te sugiero mirar esta dirección web:

    http://arpeggione.voila.net/arpeggione.en.htm

    Un caluroso saludo desde Lima, Perú

  4. Gravatar Macluskey | 09/01/2014 at 08:32 | Permalink

    Ernesto, no sé si te habías dado cuenta, pero el enlace que comentas (muy interesante) ya lo había yo enlazado al principio del artículo.

    Gracias por las (inmerecidas) loas.

    Saludos

  5. Gravatar carlosuruguayo | 19/01/2014 at 07:26 | Permalink

    Estas son las cosas de las cuales me da gusto que exista internet. Capos como vos son muy disfrutables con solo apretar un boton

  6. Gravatar Edgard Mauger de la | 21/02/2014 at 09:12 | Permalink

    Estimado Señor Comentarista, Excelente su artículo sobre la hermosa Arpeggione. Yo soy violista de la Orquesta Sinfónica de Bahía Blanca y compositor y escribí una instrumentación de la Arpeggione para Viola y Orquesta. Le mando un fraternal abrazo.

  7. Gravatar Papallama | 10/04/2015 at 10:59 | Permalink

    Una de las cumbres de Schubert, y de la música occidental (de la música), en su enorme sencillez y belleza. Conforme crezco, conforme aprendo, la disfruto un poco más. Autoconsciencia sin dolor. La versión, la de Rostropovich y Britten.

  8. Gravatar phan | 11/04/2015 at 03:41 | Permalink

    Mac : mientras leía (encantado como siempre tu trabajo) acerca del por que se crean nuevos instrumentos , pensé también que algunas veces el compositor necesita un sonido especial para su nueva obra y ese sonido no se lo da ninguno de los que están disponibles en su tiempo ; o sencillamente los toma de otras latitudes (como los ya mencionados instrumentos turcos) y si esto no resulta lo encarga con las especificaciones precisas . me gustaría saber si esto fué así o algo parecido con el saxofón .

  9. Gravatar Luciano Tanto | 10/05/2015 at 06:29 | Permalink

    …sin dejar de mencionar que la famosa sonata (1824), suena igual que el aria “una volta c’era un re…”, de la Cenerentola(1817) de Rossini.

  10. Gravatar Luis Diaz Lopez | 19/02/2021 at 11:54 | Permalink

    Aunque las demás obras de Schubert se mencionan en general y al pasar, echo de menos las tres ultimas sonatas para piano, las D 959, 959 y 960 y -casi un pecado- el inmortal Quinteto para dos cellos

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