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Historia de un ignorante, ma non troppo… Quinteto de guitarra núm. 4, “Fandango”, de Boccherini




Tras habernos dado hace unos meses un paseo por las interminables estepas kazakas o uzbekas, nuestro tambaleante recorrido por esta serie musical nos lleva hoy al Madrid del Siglo XVIII, donde asistiremos a un fandango un tanto peculiar, un fandango galante escrito por un compositor italiano (de la Toscana) que, sin embargo, pasó una buena parte de su vida en España como compositor de corte en Madrid y otros lugares, y aquí, en España, fue donde produjo la mayoría de su producción musical y donde obtuvo la justa fama que hoy tiene: Luigi Boccherini.

Dado su puesto de compositor de corte, donde dependía del favor de sus patrones para seguir subsistiendo, Boccherini tuvo al principio que “españolizar” un tanto sus maneras musicales italianas, al principio un poco forzado por la circunstancias, pero después fue abducido por la cultura y la música popular española, y así se convirtió de hecho en el máximo exponente de esa misma música española, o sea, la producida en España, de finales del Siglo XVIII.

Y una de esas obras tan españolas del toscano Boccherini es la obra de hoy: El Quinteto de Guitarra núm. 4 en re mayor, G448, conocido por su sobrenombre de “Fandango”.[1]

Luigi Boccherini

Luigi Rodolfo Boccherini nació en Lucca, Toscana, en 1743, en una familia de artistas: su padre era músico, una hermana suya, bailarina, y su hermano, poeta y libretista para compositores como Salieri (sí, el malo de la peli “Amadeus”, cosa que en la vida real no era… malo, quiero decir) o Haydn. Luigi, en cambio, se interesó por el cello desde joven, y en principio fue conocido sobre todo como cellista. Formó parte de uno de los primeros cuartetos de cuerda estable de que se tiene noticia, interpretando obras de Haydn y también suyas, y fue saltando de ciudad en ciudad, de protector en protector y de mecenas en mecenas, buscándose la vida como todos los artistas de la época, hasta que en París conoce al embajador español en la Corte francesa, Joaquín Anastasio Pignatelli, que le convence para que se instale en Madrid, en la corte del rey Carlos III. Y a Madrid viaja a fines de 1768. Nunca dejaría España desde entonces.

Carlos III, hijo de Felipe V, fue rey de España de rebote a la muerte de su hermano Fernando VI. Fue un rey ilustrado e inteligente que había sido Rey de Nápoles antes que de España, y trajo a España un notable cambio de actitud. Cambió las finanzas, reformó las leyes (el Código Civil español de la actualidad es básicamente el de Carlos III), hizo grandes reformas en los trazados urbanos de las ciudades más importantes (en Madrid seguimos diciendo, doscientos cincuenta años después, que Carlos III ha sido el mejor alcalde de Madrid), y bajo su reinado tuvo un resurgimiento la cultura en general, aunque el rey no era, precisamente, muy amante de la música. En la Corte había ya una plantilla de músicos, muchos de ellos italianos importados desde la corte de Nápoles, que, a la llegada de Boccherini a Madrid, tomaron al músico de Lucca como un competidor más… o sea, mal.

El caso es que en 1769, con 26 años de edad, Luigi Boccherini, por casualidad, conoce al infante Luis Antonio de Borbón y Farnesio, el hermano menor del rey Carlos III, y al año siguiente es nombrado violonchelista y compositor de la capilla real del infante don Luis (virtuoso di camera e compositor di musica), con un sueldo, acorde con el puesto, de 30.000 reales, que era de los más altos de la corte, lo que indica la gran estima que don Luis le tenía, o lo buen músico que era, que es lo más lógico.

Comienza entonces la etapa de mayor producción musical del artista, sobre todo música de cámara (cuartetos y quintetos de cuerda, sobre todo), que es la música que le ha hecho famoso hoy en día.

En 1776 su protector, don Luis, contrae nupcias morganáticas[2] con María Teresa de Vallabriga, y como consecuencia fue obligado a “retirarse” de la corte (palabra fina para decir “fue exiliado”). Tras un año dando tumbos por España, recala por fin en Arenas de San Pedro, pequeña población cerca de la Sierra de Gredos, en Ávila, a apenas ciento sesenta kilómetros de Madrid, pero para los efectos casi como si fuera en mitad del altiplano andino. Y a su “retiro” se llevó, naturalmente, a toda su corte, incluyendo a su orquesta y, claro está, a su director. Sin embargo, a pesar de su aislamiento durante siete u ocho años, Boccherini continuó en contacto con las casas editoriales más importantes, que dieron a conocer su música por toda Europa.

Curioso paralelismo con Joseph Haydn, que también pasó una buena porción de su vida aislado en el Palacio campestre de los Esterházy, en Esterháza. Hay que contar aquí que el gran auge de la música de cámara en la época, composiciones para tres, cuatro o cinco instrumentos de los que la mayoría, o todos, son de cuerda, fue la consecuencia de la educación standard del aristócrata standard del Siglo XVIII, dentro de la cual la música formaba parte importante. La gran mayoría de nobles eran amantes de la música, lo que estaba muy bien visto, y muchos de ellos eran intérpretes ellos mismos, por lo que la demanda de nuevas obras para que se interpretaran en los palacios, muchas veces por sus propios dueños, era incesante. Esto hacían los grandes editores, como Ignaz Pleyel, discípulo de Haydn y el editor parisino de Boccherini y de tantos otros: pagaban los manuscritos originales a los autores, los editaban y luego vendían las copias a las diferentes casas nobles para su interpretación en los salones de sus palacios.

Así siguieron las cosas para Luigi Boccherini, en un plácido e inspirado aburrimiento (en esta época compuso sus obras más brillantes), hasta que en 1785 falleció su esposa y, al poco tiempo, su patrón, don Luis. Así que Luigi tuvo que volver a Madrid con sus seis hijos, nuevamente a ganarse la vida, a buscarse un mecenas. Recordad que en la época clásica los músicos sólo podían ganarse bien la vida si encontraban un protector para el que trabajar: un duque, un infante, un rey, un arzobispo… sólo tras Beethoven fue posible que los músicos pudieran vivir de sus conciertos y vender su música al mejor postor. Boccherini consiguió dos nuevos mecenazgos que le permitieron sacar adelante a su familia, el de María Josefa Pimentel, marquesa de Benavente y duquesa de Osuna,[3] y el del rey Federico Guillermo II de Prusia, gran amante de la artes y músico él mismo, en concreto cellista como el propio Boccherini, que le nombró compositor de Corte, pero sin imponerle la obligatoriedad de residir en Berlín.

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Permitidme un pequeño off-topic, una curiosidad sobre el rey Carlos III y el abuelo de Federico Guillermo II de Prusia, también rey prusiano y con su mismo nombre: Federico Guillermo I de Prusia, apodado “El Rey Sargento”. Con ocasión de la boda de Carlos III con María Amalia de Sajonia, en 1738 (Carlos era por entonces Carlos VII de Nápoles, y María Amalia sólo tenía catorce años de edad), le regaló una pequeña marcha musical para pífanos y tambores, hay quien dice que compuesta por él mismo aunque no hay seguridad el respecto, conocida como la “Marcha de Granaderos”. A Carlos III le gustó, más por motivos sentimentales, por ser un regalo a su esposa, que musicales, y le gustaba oírla.

El matrimonio de Carlos y María Amalia era un matrimonio concertado, como casi todos los de la realeza, pero el caso es que se enamoraron perdidamente el uno de la otra y viceversa. Tras darle nada menos que trece hijos, de los que sólo siete llegaron a la edad adulta, Maria Amalia falleció en 1760, a los 36 años de edad, de tuberculosis. Carlos llegó a decir que “en 22 años de matrimonio, éste (su fallecimiento) es el único disgusto serio que me ha dado”.

A continuación podéis ver sendos retratos de los protagonistas de la historia: Carlos y Amalia.

A Carlos, la Marcha de Granaderos regalada por su tío político le recordaba siempre que la escuchaba a su querida difunta esposa,[4] por lo que, para dar gusto al monarca, que para eso era monarca, se interpretaba cada vez que entraba o salía de Palacio… y de esta manera, de simple Marcha de Granaderos se convirtió en Marcha de Honor y, con el tiempo, en Marcha Real. En la actualidad es el himno nacional español, y ése es el motivo por el que es uno de los poquísimos himnos nacionales del mundo mundial que no tienen letra. Ninguna, pese a algunos loables esfuerzos para ponérsela.

Aún recuerdo, sonriéndome, las caras de los waterpolistas españoles cuando, tras ganar la medalla de oro en el Campeonato Mundial de Waterpolo de Fukuoka, Japón, en 2001, y tras la ceremonia de imposición de medallas, el locutor anunció por megafonía que “había un problema técnico con el sistema de reproducción de himnos”, y solicitaba amablemente, en inglés, claro, que “los propios jugadores entonaran el himno nacional”… Naturalmente, tras unos instantes de confusión (seguramente debido al endémico escaso conocimiento de la lengua de Shakespeare que tenemos los de aquí), los jugadores se arrancaron, entre visibles muestras de chufla y chirigota, con un “chunda-chunda-tachunda-chunda-chunda-chúuun….”.

Los educados y siempre protocolarios japoneses, lo mismo que los yugoslavos y rusos que compartían podio con los españoles, todos ellos se quedaron perplejos, y me imagino que todo aquel desconocedor de la circunstancia que vio aquello debió colegir que “estos españoles están locos”. Que también, pero esta vez había sus motivos.

Fin del off-topic. Volvamos a Boccherini…

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Tras obtener estos dos nuevos patrocinios, Boccherini vivió tranquilo unos años, pero Federico Guillermo II falleció en 1797 dejando a Prusia en la bancarrota (de música sabía un rato, pero parece ser que dirigir un país no era exactamente lo suyo), y María Josefa de Benavente-Osuna dejó de ser su protectora de la noche a la mañana al año siguiente, por causas desconocidas, a lo que se unieron más desgracias personales (la muerte de su segunda esposa y de cuatro de sus seis hijos), por lo que pasó los últimos años de su vida en mala situación personal y económica, a pesar de contar durante un tiempo con el patrocinio de Lucien Bonaparte, embajador francés en la corte española.

Falleció en 1805, a los 62 años de edad. Fue enterrado en lo que es hoy la Basílica Pontificia de San Miguel, en la calle del Sacramento, en pleno barrio de los Austrias madrileño. Pero en 1927 Mussolini pidió a Miguel Primo de Rivera, a la sazón el dictador de España, retirar sus restos para ser enterrados en el panteón de hombres ilustres de su Lucca natal, donde permanecen desde entonces. Aún se puede leer en Madrid un rótulo conmemorativo de Luigi Boccherini en la casa donde vivió muchos años y donde murió, al principio de la Calle de Jesús y María, cerca de la Plaza de Tirso de Molina.

Quizá su obra más conocida sea su famoso Minuetto del Quinteto de Cuerdas, Op.11,5, muy utilizado en películas y series y tal[5], y también la “Música Nocturna de las Calles de Madrid”, el Quinteto de Cuerda Op. 30,6.[6]

Boccherini escribió una ingente cantidad de música, casi toda ella de cámara: 124 quintetos de cuerda, 90 cuartetos, 48 tríos… Aunque siguió en buena medida los modelos compositivos creados por Joseph Haydn para los cuartetos de cuerda, sin embargo, mientras que en la música de Haydn el cello prácticamente sólo tiene un papel acompañante, similar al continuo barroco, Boccherini dio en sus obras bastante más protagonismo al cello, pues él mismo era cellista, además un auténtico virtuoso de una maestría que pocas veces ha sido alcanzado con posterioridad, según cuentan las crónicas. En sus quintetos para dos violonchelos, forma compositiva que inventó, uno de los cellos es tratado prácticamente como un cello solista, por lo que están considerados como una suerte de concierto para cello y cuarteto de cuerda. También fue un innovador en cuanto a que fue él quien primero compuso quintetos de piano (piano y cuarteto de cuerda).

La música popular española le influyó bastante durante su prolongada estancia en España, y en muchas obras suyas se puede ver esta influencia. Por ejemplo, en sus Quintetos de Guitarra, una auténtica novedad (no sé de ningún otro Quinteto de Guitarra que no sea de Boccherini), que sólo se le hubiera podido ocurrir componer en un país donde la guitarra tiene tanta tradición como es España, pues sólo en España podía haber peticiones de tales obras.

Sin embargo, los quintetos de guitarra de Boccherini no son, por lo que se sabe, obras originales, sino que eran transcripciones de otras obras suyas para otros instrumentos que adaptó él mismo para guitarra. De los doce que compuso (de los que sólo han sobrevivido ocho hasta nuestros días), nueve provienen de quintetos de piano (para piano y cuarteto de cuerda) y los otros tres de otras obras suyas, como quintetos de flauta, para dos cellos, etc, y todos ellos conservan la misma tonalidad de la obra original.[7] La causa de esa reescritura de la partitura de piano a guitarra tiene un origen muy noble… El Marqués de Benavente, esposo de su protectora la Duquesa de Osuna, era un consumado guitarrista. Y lo demás sigue la lógica habitual de la época: su patrón toca la guitarra, su patrón necesita obras para exhibir su habilidad ante sus cortesanos, ergo su músico protegido escribe obras para guitarra y para que su señor se luzca con ellas… en este caso ni siquiera escribió obras originales: tomó otras obras suyas y las transcribió, cambiando, por ejemplo, la parte de piano para el nuevo instrumento.

Un Quinteto de Guitarra es una composición de cámara escrita para un conjunto de cinco instrumentos, de los que cuatro de ellos son normalmente el típico cuarteto de cuerda (dos violines, una viola y un cello), y el otro es una guitarra. No es un concierto para guitarra y cuarteto de cuerda, es decir, la guitarra no tiene en general un papel preponderante en la obra, sino que es un instrumento más en la composición, que en ocasiones se trata como un instrumento puramente armónico y rítmico acompañando a la cuerda de arco, en ocasiones amalgamándose con las cuerdas para aportar su especial cualidad tímbrica, y en ocasiones, por fin, como instrumento puramente solista… Ahora bien, como en cualquier caso tiene una sonoridad completamente distinta del resto de instrumentos de cuerda frotada, la guitarra da bastante juego en el marco de la obra. Ahora lo veremos.

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De los ocho Quintetos de Guitarra que han llegado intactos hasta nuestros días, los dos más conocidos son el número 9, “La Ritirata de Madrid”,[8] y el número 4 “Fandango”. El resto son igualmente deliciosos, que los tengo todos en disco, pero vamos a escuchar precisamente el “Fandango”. Alguno había que elegir, y éste es especialmente bonito, pues su último movimiento es eso: un fandango que incluso necesita percusión (castañuelas, naturalmente, y sistro, una especie de antiquísima pandereta oriental) y en él se distinguen más de lo habitual esos rasgos españoles que tantas veces se encuentran en la música de Luigi Boccherini. Todos ellos fueron compuestos en algún momento de la década de los noventa del Siglo XVIII, pues en 1798, tras la pérdida del patrocinio de la Duquesa de Osuna, se los ofreció a su editor parisino, Pleyel, para su publicación. Se desconoce cuánto dinero le reportó, pero seguramente sería más bien poco.

El Quinteto “El Fandango” proviene originalmente de dos quintetos para dos cellos, donde uno de los cellos ha sido sustituido por la guitarra. Tiene tres movimientos y viene a durar en total unos diecisiete minutos. La versión que escucharemos es la de Pepe Romero a la guitarra con un Conjunto de músicos de la Academy of St. Martin in the Fields, en concreto Iona Brown y Malcolm Latchem, violines, Stephen Singles, viola, y Denis Vigay en el papel de Boccherini, digo… en el cello. Ah, y Tristan Fry a las castañuelas y el sistro, que no se me olvide. Quizá hubiera sido mejor ver a Pepe Romero y a sus compañeros divirtiéndose mientras tocan el fandango, pero, por una vez y sin que sirva de precedente, se trata de un video (en realidad son dos videos, pues la obra no cabe en uno solo) de fotos fijas de vistas del Madrid antiguo que es realmente maravilloso, o al menos a mí, madrileño de pura cepa (y de tercera o cuarta generación, que eso sí que es raro), me parece maravilloso. No es que tenga mucha calidad, claro, porque las fotos, de las que la más moderna debe ser de 1920 o así, son como son, en blanco y negro y conservadas de aquella manera, pero… ¡Ah, que delicia ver la Puerta del Sol, Cuatro Caminos, el Rastro, la Plaza de la Villa o la Plaza Mayor como estaban hace más de cien años![9] Además, tiene una buena calidad de sonido, y no hay problema alguno de partición, pues los dos primeros movimientos están en el primer video, y el tercero y último (que es el que propiamente contiene el fandango), en el segundo. En definitiva, una delicia de video, y una delicia de música, de la que poco hay que comentar. Es preciosa.

Veamos y oigamos ya el Quinteto de guitarra núm. 4, Fandango. He aquí el primer movimiento Pastoral:

Esta Pastoral, o pieza de temática pastoril o bucólica, muy de moda durante toda la época barroca y clásica, es un tema tranquilo y muy de virtuoso, donde la voz cantante la llevan los violines con sordina. La guitarra es casi siempre un acompañamiento del resto de instrumentos, aunque tiene también su parte solista, intercambiando papeles con violines, viola y cello.

Con los suaves acordes de la guitarra termina la pastoral en el minuto 4:35, y comienza el segundo movimiento, Allegro maestoso, en el que la guitarra apenas tiene papel solista, y en cambio lo tiene el cello, el omnipresente cello del virtuoso Boccherini. Aun llamándose Allegro maestoso, no es un movimiento tan majestuoso como podría parecer por el título. Es un movimiento amable, elegante, sencillo y muy lírico, muy “de Boccherini”, justamente famoso por la elegancia galante de sus composiciones.

El video termina, y para ver la conclusión del Quinteto, hay que cambiar de video. Veamos el tercer movimiento: Grave assai – Fandango:

Comienza con una introducción lenta (grave), con bastante protagonismo de la guitarra, introducción que se demora hasta el minuto 1:25, en que comienza el fandango propiamente dicho, con un evidente cambio de ritmo… y de alegría. Todo fandango que se precie se basa en las repeticiones del mismo tema, en lo que musicalmente se conoce como ostinato, y aquí no va a ser menos. Boccherini exige el uso de elementos de percusión (sistro y castañuelas) porque en los fandangos tradicionales eran parte indispensable de la música, para ayudar a marcar el ritmo de los danzantes, o sea, en puridad no es el Fandango un quinteto, sino un sexteto para guitarra y percusión… disfrutemos de la danza, precursora del fandango aflamencao que es hoy uno de los palos de ese españolísimo flamenco declarado recientemente Patrimonio de la Humanidad.

De momento, vemos que el protagonismo de la música la llevan los violines, con la guitarra marcando el ritmo, con rotundos rasgueos de tanto en cuando, pero en el minuto 2:30 se produce un precioso dúo de guitarra y cello, marca de la casa Boccherini… y así sigue el baile. Sobre el minuto 3:40 se producen cuatro espectaculares glissandos descendentes del cello, acompañados del repicar de la pandereta (el sistro) que merece la pena remarcar; sobre el minuto 4:40 hay un bello solo de guitarra seguido de otro de cello… Por fin en el minuto 5:30 se produce la primera intervención de la percusión tan española de las castañuelas, que ya no nos abandonarán con su repiqueteo hasta el final del fandango.

Y el fandango se acaba, y el video también. No sé qué me da más pena, si que se acabe la música o el video. Me traen tantos recuerdos las fotos…

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No existen muchas grabaciones de los quintetos de guitarra de Boccherini, que yo sepa. La de Philips con los ocho quintetos conocidos, con el Academy of St. Martin in the Fields Ensemble y Pepe Romero, grabado entre 1978 y 1980, es quizá la primera grabación completa, y sigue siendo la referencia hoy en día. Hay algunas versiones más, y el placer de descubrirlas es una delicia… .

En Spotify sólo he encontrado una versión, para mí desconocida, del Drottningholm Baroque Ensemble y Jakob Lindberg, que también tiene allí subidos el resto de Quintetos de Guitarra, no sólo el Fandango, versión que no está nada mal. Esta versión es algo más lenta que la de Pepe Romero, tiene separados en dos cortes distintos el último movimiento, por una parte el “grave assai” y por otra el fandango propiamente dicho, donde se ahorran la pandereta, aunque no las castañuelas. Usa, además, una versión más larga del Fandango propiamente dicho, pues mientras que la versión que hemos oído en los videos dura unos seis minutos, aquí dura unos once y medio, maravilla que consiguen por el simple procedimiento de repetir prácticamente todo el fandango completo cuando llega a su final… mejor, más tiempo de disfrute. Sinceramente, desconozco quién está ejecutando la versión “original-original”, si Pepe Romero, la corta, o Jacob Lindberg, la larga. En cualquier caso, el enlace está aquí.

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La especial sonoridad de la música de cámara, con tan pocos instrumentos en el escenario, permite distinguir muy bien la melodía de cada uno de ellos, cómo se complementan, cómo compiten unos contra otros…. Y como permite más libertad de expresión de cada participante que en una orquesta, resulta mas sutil, si se me permite la expresión, que la música sinfónica. Por eso es tan importante, en este caso, el directo. Ni el mejor stereo puede transmitir tanta sutileza.

Disfrutad de la vida, mientras podáis. A ser posible, escuchando música.

  1. No hay enlace: no existe la entrada en ninguna Wikipedia, que yo haya encontrado. []
  2. Toma ya el palabro “morganático”: un enlace es morganático cuando se contrae entre dos personas de diferente rango social, por ejemplo un infante real con una plebeya, como era el caso, de tal modo que ninguno de los contrayentes cambia su rango social. Estaba muy, pero que muy mal visto… en la nobleza, por lo que era habitual que si un noble decidía esposar con una plebeya (o una noble con un plebeyo, tanto da) fuera ninguneado, expulsado, exiliado… Ahora ya no deben de pasar esas cosas, viendo cómo son los matrimonios de la realeza. []
  3. Los Duques de Osuna tenían en la época casi tanto poder y posesiones como la mismísima Corona… aunque menos que los de Alba, claro. []
  4. De hecho, cómo sería su amor por ella que Carlos III, rey de España viudo y con apenas 44 años, nunca se volvió a casar, cosa bastante extraña dentro de la lógica del tradicional intercambio de cromos que se traían las monarquías en la época. []
  5. Aunque el Minuetto de Boccherini no era la sintonía de “Érase una vez el hombre”, como dice erróneamente la Wikipedia española: en realidad esa sintonía era el Septimino de Beethoven. []
  6. Que desde que se usó como parte de la banda sonora de la película “Master & Commander”, protagonizada por el hierático Russel Crowe, se hizo muy popular. ¿No la has visto? Pues ahórratela: es un pestiño. []
  7. Blanco amarillento”, que dirían Les Luthiers… []
  8. Hace mención al toque de retreta en el Palacio Real de Madrid, toque diario de corneta que, tocado a la caída de la tarde, indica el fin del día militar. []
  9. O sea, casi, casi cuando nació el Macluskey, estaréis pensando, ¿no, malpensados? Pues no, os equivocáis. Soy viejo, pero no tanto. Cuando nací ya había agua corriente en casa y todo, que lo sepáis. []

Sobre el autor:

Macluskey ( )

Macluskey es un informático de los tiempos heroicos, pero no ha dejado de trabajar en Informática y disfrutar con ella hasta la fecha. Y lo que el cuerpo aguante. Y además, le gusta la música...
 

{ 1 } Comentarios

  1. Gravatar Venger | 30/07/2015 at 09:50 | Permalink

    Genial una vez más, Mac. Y muy interesante tu off-topic. Hay una letra genial del himno de España que la escribió el humorista Forges. Os invito a leerla, es maravillosa:

    http://elpais.com/diario/2007/10/12/vinetas/1192140001_850215.html

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