Hace ya tiempo que, dentro de esta ya longeva serie sobre música clásica, dediqué uno de mis irrespetuosos artículos a la magnífica Sonata Arpeggione de Franz Schubert, una de las piezas clave del repertorio del violonchelo (porque, como dije entonces, el arpeggione para el que estaba escrita es un instrumento olvidado del que apenas se conservan uno o dos ejemplares).
Allí conté alguna cosa sobre la biografía de este compositor vienés,[1] contemporáneo y profundo admirador de Beethoven, que falleció en 1828, a los 31 años de edad, tan sólo un año después de la muerte de su ídolo, el gran Ludwig. Y conté que era un compositor frenético, compulsivo, pues, a pesar de su desgraciadamente corta vida, compuso más de mil obras musicales, incluyendo 10 sinfonías (o 9, u 8, no se sabe muy bien exactamente cuántas compuso o medio-compuso), 10 óperas, 5 misas y otras composiciones vocales, decenas de sonatas, fantasías, etc. para piano, música de cámara, y… ¡más de 600 canciones! Pues bien, este activísimo compositor no llegó a ver publicada ni una sola obra en vida.
Schubert está considerado como el auténtico impulsor de la música romántica: sus composiciones tienen todas ellas una belleza melódica que pocos compositores han podido igualar, aunada con una gran habilidad para la armonía. Y esta obra suya de hoy, la Sinfonía número 8[2] en si menor, “Inacabada”, es casi con toda seguridad su obra más conocida por el gran público.
Pero siempre que se habla de la Inacabada, que sólo tiene dos movimientos cuando lo habitual y casi obligatorio en una sinfonía en la época es que tuviera cuatro, se produce el debate: ¿Es realmente una sinfonía inacabada, o bien Schubert quiso dejarla así, incompleta?,[3] e incluso ¿no estaría originalmente completa pero se perdieron sus dos últimos movimientos? Yo no lo sé, claro, ni creo que haya nadie que lo sepa, teniendo en cuenta que su autor falleció hace casi 200 años. Pero debate, hay un rato. Y por debatir, je, je, que no quede…
En 1823 la Sociedad Musical de Graz concedió a Schubert un Diploma Honorario, con la mediación de uno de sus amigos y miembro de dicha sociedad: Anselm Hüttenbrenner. Como ese reconocimiento tendría asociada, me imagino, alguna cierta cantidad de dinero que ayudaría al siempre necesitado Franz a pasar mejor sus días, el compositor se vio obligado a corresponder a su amigo de alguna forma, y le envió entonces como agradecimiento una sinfonía que fue escrita el año antes, en 1822.
La versión oficial dice que le envió dos movimientos completos, terminados y perfectamente orquestados (los dos movimientos de la actual sinfonía), y, del tercero, un Scherzo, tan sólo las dos primeras páginas completas de la versión para orquesta, únicamente dos, y dañadas, además, como si hubieran sido rasgadas. De este tercer movimiento se conserva también la versión preliminar completa para piano, que se encontró entre los numerosos manuscritos que dejó a su muerte. Y no hay nada del cuarto. Anselm Hüttenbrenner guardó celosamente esa joya durante ¡43 años!, hasta que, ya con 76 años de edad, se la confió al director Johann von Herbeck, que la estrenó con gran éxito en Viena en 1865, en una época en la que Schubert había sido ya reconocido y elevado a los altares de la música como uno de los máximos exponentes de la música romántica.
Y aquí comienzan las especulaciones. Voy a contar brevemente algunas que me parecen más sólidas y que cada cual se quede con la que le plazca (u otra distinta, claro):
Uno: En 1822, quizás cuando estaba en plena composición de la sinfonía, a Schubert le diagnosticaron sífilis (enfermedad que a la postre acabaría con su vida seis años después), y simplemente dejó de lado la sinfonía allí por donde iba, olvidándola para siempre jamás. Esto podría parecer extraño, sobre todo viendo la enorme calidad de los movimientos que estaban ya compuestos, pero tampoco es tan sorprendente teniendo en cuenta que Schubert tenía casi con toda seguridad lo que ahora se llama “trastorno bipolar”: igual se entusiasmaba con algo que lo repudiaba al momento siguiente. Era perfectamente capaz de escribir pulcramente un fragmento de música maravillosa y después abandonarla sin el menor reparo.
Dos: Que efectivamente Schubert hubiera compuesto la sinfonía completa y se la hubiese enviado a Hüttenbrenner, pero que por algún accidente éste perdiera o destruyera parte de ella. La sorprendente existencia de sólo dos páginas del scherzo, sólo dos, y dañadas, junto con el hecho de que Hüttenbrenner mantuviera en secreto la existencia de la sinfonía durante más de 40 años hace, desde luego, sospechar. Parece raro, incluso para un temperamento “bipolar” como el de Schubert, regalar a alguien solamente las dos primeras páginas de un movimiento que tenía ya completamente compuesto en su versión para piano… ¿qué sentido tiene regalar eso, que deben ser como treinta segundos de música de los quizá 7 u 8 del movimiento completo? Hay estudiosos que apuntan que, tras destruir accidentalmente esa parte de la obra, Hüttenbrenner sentía tales remordimientos que prefirió no hacer pública la existencia de la obra durante casi medio siglo.
Tres: Que el movimiento que falta lo recicló Schubert como el entreacto de su ópera Rosamunda. Esto podría ser verdad, porque esa pieza concreta tiene la misma tonalidad (si menor) que el primer movimiento de la Sinfonía, y en la teoría clásica de la época era obligatorio que el movimiento de cierre de la sinfonía esté en la misma clave que el primero, y además tiene la misma plantilla orquestal que la sinfonía… y la verdad es que, escuchada después de la Inacabada, nada rechina con sus dos movimientos, tiene una sonoridad y cadencia similares, y podría perfectamente formar parte de la sinfonía, salvo por un detalle: el entreacto no termina “en punta”, con un majestuoso “chin-pón” de cierre, como es habitual en los últimos movimientos de toda sinfonía que se precie.[4] Termina suavemente, dejando desaparecer la música en una clara señal de “no os vayáis, que esto sigue”, aunque desde luego que Schubert pudo modificar el final del entreacto para adaptarlo a la exigencia de su función de intermedio en la ópera.
Aquí tenéis ese entreacto de la discordia, en la versión de Michael Tilson con la Orquesta Sinfónica de Youtube en la Ópera de Sydney. Recomiendo vivamente, si lo queréis escuchar (dura algo más de siete minutos tras la introducción, de un par de minutos, de la obra por el propio director) que lo hagáis después de escuchar la propia Sinfonía en sí, para poder comparar mejor.
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Bien, después de repasar los sesudos argumentos que otros que saben de verdad del tema han hecho, y que yo me limito a transcribir aquí, vamos ya a escuchar esta maravillosa sinfonía incompleta de Franz Schubert tal como ha llegado a nuestros días. Porque, independientemente de si había o no más movimientos escritos, lo cierto es que los dos que tenemos son de una belleza e inspiración increíbles. Alrededor de 25 minutos de perfección musical.
La obra fue compuesta en 1822, es decir, dos años antes de que el mundo se extasiara en el tumultuoso estreno de la Novena Sinfonía, Coral, del gran Beethoven. Las últimas sinfonías estrenadas del monstruo de Bonn eran, pues, la séptima y la octava, apodada “La Pequeña Sinfonía” por su delicadeza y su corta (para Beethoven) duración. Es en este punto cuando Schubert escribe su Octava Sinfonía (completa o directamente inacabada, quien sabe), y las características de la obra la hacen completamente distinta de todo lo compuesto hasta entonces: los estudiosos que saben de esto aseguran que es, de facto, la primera gran obra auténticamente romántica, la que inaugura la corriente musical de la que luego beberían Schumann, Mendelssohn, Liszt y toda la pléyade de grandes compositores “románticos”.
Además, si uno escucha de corrido las sinfonías schubertianas en orden, una tras otra, en un viaje, por ejemplo, cosa que yo he hecho varias veces, notará un cambio tremendo entre su anterior sinfonía, la sexta,[5] y ésta (y también con la novena, desde luego). Las primeras sinfonías son de corte completamente clásico, casi como si las hubiera compuesto Haydn o Mozart…[6] y desde luego nadie podría pensar nunca que esta octava sinfonía la hubiera compuesto Mozart, desde luego. Es mucho más profunda, más emotiva, sus temas son tratados de forma mucho más… romántica. Nada que ver con el clasicismo. Con razón se la considera como “la primera sinfonía auténticamente romántica”.
En fin, no voy a destrozar más la obra con mis torpes comentarios, pues podéis encontrar en la red decenas de magníficos artículos analizando cada fase de cada movimiento, así que yo no voy a decir nada más. Simplemente escuchadla y disfrutadla como se merece.
La versión que escucharemos, además, es estupenda: el recientemente fallecido (en 2014) director francés Lorin Maazel, dirige la Orquesta Filarmónica de Viena, una de las mejores orquestas del mundo. En el video no se ve cómo los profesores ejecutan la obra y cómo el gran Lorin Maazel los dirige para extraer lo mejor de ellos, sino que hay una foto fija, pero es una versión excelente. Además, el subidor del video explica la obra en los comentarios y, desde luego, mucho mejor de lo que yo pudiera hacer.
El primer movimiento es un Allegro moderato, y el segundo y último un Andante con moto, escrito en mi mayor, que comienza en el video en el minuto 15:50.[7] Disfrutadla.
Hay centenares de grabaciones de la Sinfonía Inacabada de Schubert, todas ellas, debido a su corta duración, de entre 20 y 25 minutos, compartiendo generalmente disco con otras maravillosas obras del compositor. Todo director que se precie y toda orquesta que sea algo en el mundo de la música ha grabado esta sinfonía, así que no voy a recomendar ninguna concreta; que cada cual busque a su director u orquesta favoritos, y seguro que el resultado no les decepciona.
Para acabar, esta obra se ejecuta con mucha frecuencia, pues es una de las obras básicas en el repertorio de toda orquesta que tenga un repertorio decente, así que es relativamente sencillo poder disfrutarla en directo… y, de verdad, en directo es otra cosa. Por muy bueno que sea Lorin Maazel dirigiendo y la Bavarian RSO ejecutando la sinfonía, por muy bien grabado que esté el concierto y muy atómico que sea vuestro reproductor… no hay nada como el directo. Nada.
Disfrutad de la vida, mientras podáis. A ser posible, escuchando música.
- Es curioso que, siendo Viena la capital musical de toda la época de fines del siglo XVIII y principios del XIX, entre los grandes compositores de la época sólo Schubert fuera vienés. [↩]
- Con el follón que hay con los números de las sinfonías schubertianas, se puede encontrar etiquetada también como número 7, pero normalmente se cataloga como la número 8. [↩]
- Fijaos que no es lo mismo “inacabada” que “incompleta”. El primer término indica que nunca se terminó, mientras el segundo indica solamente que no está completa, que le faltan los otros dos movimientos por el motivo que sea. [↩]
- Bueno, en casi todas… algún día aparecerá por acá la Patética de Tchaikowsky y ya veréis que no termina precisamente “en punta”. [↩]
- Parece que la catalogada como “séptima” no pasó de ser el bosquejo de un borrador. [↩]
- Por ejemplo, la quinta de Schubert bien podría haberla firmado Haydn. [↩]
- La escala de mi mayor es muy afín con la de si menor del primer movimiento y, por tanto, de la sinfonía, pues sólo se distinguen en un par de notas: Re y Sol en la escala de si menor que se convierten en Re# y Sol# en la de mi mayor. Explicación en lenguaje llano para ignorantes como yo: los dos movimientos tienen una sonoridad muy similar, lo que da una gran sensación de unicidad entre ambos movimientos. [↩]
The Historia de un ignorante, ma non troppo… Sinfonía num. 8, “Inacabada”, de Franz Schubert by , unless otherwise expressly stated, is licensed under a Creative Commons Attribution-Noncommercial-No Derivative Works 2.5 Spain License.
{ 1 } Comentarios
Hola Mac,
ya sabía que algo te pasaba con la música… y es que te empapas de ella en los viajes ¿Cuántos minutos las 10, o 9 u 8, sinfonías? Seguro que disfrutaste de aquí a Melbourne.
Me encanta la música de la época romántica… así que vamos a por Shubert. Hoy es un día para vivirlo en plan romántico, creyendo en la humanidad. O eso me gustaría.
Gracias por tus aportaciones, aunque digas que son recopilación de “sabidurías” de otros.
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[...] en el punto justo de equilibrio entre lo poco superfluo y lo mucho principal en la música del vienés. Satisfacción completa para este domingo al fin primaveral donde la banda sonora la puso esta [...]
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