Obras de Tchaikowsky han aparecido ya por dos veces en esta serie musical tan ignorante, hace ya un montón de tiempo: su maravilloso Concierto para Violín y Orquesta y la Obertura Festival 1812. Artículo este último que proponía la visualización de un video (en realidad de dos videos, partidos de aquella manera) que, a pesar de no ser gran cosa, fue retirado de youtube debido a “flagrante violación de los derechos de autor” o algo así. ¿Violación de los derechos del autor, cuando el autor falleció en 1893, y sin descendencia…? No sé, pero yo creo que habría que revisar en serio esto de los derechos de autor, para que los creadores de verdad puedan cobrar lo que es justo por su trabajo, pero que evite situaciones ridículas como que una obra de un compositor muerto hace ciento y pico años, en una grabación de hace treinta años, siga devengando derechos de autor… ¿Qué autor?, me pregunto.
En comparación, las farmacéuticas, una vez que sacan al mercado un medicamento nuevo, tras años de investigación, rediseño, pruebas, autorizaciones, etc, sólo tienen diez años para disfrutar en exclusiva de los derechos industriales de su invento, a partir de los cuales el medicamento pasa al dominio público y cualquiera puede fabricarlo (es lo que se llama “genéricos”). La asimetría es tan tremenda que no me extraña que estas farmacéuticas dediquen cada vez más recursos a la investigación en cosmética y menos a crear medicamentos nuevos…
Pero dejemos este espinoso tema, y vayamos a lo que me trae hoy aquí: el Concierto para Piano y Orquesta núm. 2 de Piotr Ilich Tchaikowsky. Y no, no me he equivocado de número: es el número 2, en sol mayor, Op.44, no el archiconocido número 1, Op.23, que todo el mundo conoce (aquí tenéis un video del principio del concierto número 1 interpretado por Daniel Barenboim, con Zubin Mehta dirigiendo una orquesta desconocida, por si no sabéis de que hablo, para que veáis que efectivamente todo el mundo, incluidos vosotros, amables lectores, lo conoce). Porque el caso es que al ignorante de mí le gusta más, bastante más, el número 2. Si al número 1 le quitamos su arrollador comienzo, los tres o cuatro primeros minutos, le dejamos en el chasis, siempre según mi opinión, claro. Este número 2 de hoy, en cambio, está mucho mejor balanceado entre sus tres movimientos, destacando sobre todo el Andante, su espectacular movimiento lento, el segundo, una auténtica sorpresa, ya veréis por qué.
Ya comenté brevemente algo sobre la vida de Piotr Ilich Tchaikowsky en el artículo dedicado a su Concierto para Violín y Orquesta, sin duda alguna el Everest de los conciertos para violín del repertorio. Recordar, únicamente su nacimiento en 1840 en una remota localidad minera de los Urales, en los confines de la Rusia europea, y cómo se empeñó en ser músico en lugar de funcionario, que era para lo que le educó su familia.
Su educación musical fue muy “occidental”, por llamarlo de alguna manera, al ser alumno de Antón Rubinstein, gran pianista y director, competidor directo de Liszt como intérprete, lo que le mantuvo relativamente alejado de la corriente nacionalista que tuvo su máximo exponente en el Grupo de los Cinco que ha aparecido por acá en varias ocasiones. Pero, aunque sus ideas musicales no coincidían al 100%, mantuvo siempre una buena y amistosa relación con sus componentes, en particular con Rimsky Korsakoff. Se respetaban unos al otro y viceversa.
Piotr Ilich tuvo una vida complicada, debido sobre todo a su reprimida y siempre ocultada homosexualidad, cosa muy, pero que muy mal vista en la época en la capital de los zares (y en todas partes, diría yo). Contrajo matrimonio con una alumna suya, Antonina Miliukova, pero fue un desastre; no llegaron a vivir juntos ni, desde luego, tuvieron ningún hijo; apenas tres meses después de la boda se separaron. Años después tuvo una relación platónica con la rica viuda Nadezha von Meck,[1] admiradora suya que le “adoptó” como protegido, financiando sus actividades compositivas… Trece años duró esta relación, que mantuvo a Tchaikowsky con la estabilidad financiera y mental necesaria como para componer sus mejores obras.
Tchaikowsky falleció en San Petersburgo en 1893, a los 53 años de edad, tan solo nueve días después del estreno de su Sexta Sinfonía, la Patética. La versión oficial dice que falleció de cólera, debido al consumo de agua contaminada. Sin embargo, una estudiosa rusa asegura en los últimos tiempos que del estudio de no sé qué documentación se deduce que en realidad se suicidó, como consecuencia del dictamen de un cierto “tribunal de honor” extraoficial que le juzgó y le condenó a morir debido a su homosexualidad, al haber tenido un tormentoso romance con un joven miembro de la nobleza,[2] y para evitar el escándalo mayúsculo que hubiera supuesto… sobre todo para él, claro, no para el noble.
Evidentemente, a estas alturas nadie lo va a saber con certeza, pero pocas dudas quedan a cualquiera que haya oído sus dos últimas Sinfonías. Su Quinta es abrumadora, con las aterradoras intervenciones del Destino (representado por el metal: trompetas, trompas y trombones) que se esparcen por toda la obra, cortando de raíz todo atisbo de alegría y lirismo de la obra. Pero ya el colmo es la Sexta, la Patética, su testamento, una auténtica autobiografía musical, con ese Adagio lamentoso final que rompe de plano con la tradición casi universal de acabar las obras con un movimiento alegre (un Allegro, vaya). Se trata de un aplastante movimiento final total y absolutamente premonitorio, un Adagio que, cuando termina, y con él la sinfonía, no sabes si aplaudir o irte a un rincón a llorar… A mí no me cabe la menor duda de que Piotr Ilich sabía perfectamente que su vida llegaba a su fin, que esa Sexta Sinfonía sería irremediablemente la última, pues sólo así se explica ese angustioso latir del corazón (son los contrabajos quienes laten, con un pizzicato en piano) con que termina la obra, latidos que se van ralentizando poco a poco, poco a poco… hasta que cesan. Del todo.
Desdichado Tchaikowsky. Genial Tchaikowsky.
Aunque su música fue bastante menospreciada por los críticos durante buena parte del Siglo XX, no cabe hoy la menor duda de que es uno de los más eximios compositores que sobre la faz de la Tierra hayan sido. Y su Segundo Concierto para Piano y Orquesta de hoy lo demuestra.
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Compuesto entre 1879 y 1880, en los años de mecenazgo de Nadezha von Meck, fue dedicado al pianista Nikolái Rubinstein, hermano de Antón, considerado uno de los mejores pianistas del momento. Nikolái Rubinstein había sido muy crítico con el primer concierto del compositor (sí, ese tan famoso), pero luego, en vista de su éxito, tuvo que reconocer que se había equivocado y que la obra era excelente. Tchaikowsky quiso de esta manera agradecerle su postura; cuando le envió el primer texto, la respuesta de Rubinstein fue mucho más receptiva que con el primero. Pero cuando por fin el concierto estuvo listo para su estreno llegó la noticia de que el pianista había fallecido en París. De modo que el encargado del estreno, en 1882 y en Moscú, fue otro grande: Sergei Taneyev, antiguo alumno del propio Tchaikowsky, con la dirección del mismo Rubinstein del que una vez fue alumno: Antón. El círculo se cierra…
El Concierto no alcanzó los grados de popularidad que tenía su primer concierto, lo que desagradó profundamente a Tchaikowsky, que lo consideraba (con razón) como una de sus mejores obras. Y estaba particularmente satisfecho del Andante, el movimiento lento… Yo estoy de acuerdo con él: es una de sus mejores obras. Y el segundo movimiento es de los mejores movimientos lentos de todos los conciertos de piano que yo conozco. Espero que, tras escuchar el concierto, estéis de acuerdo conmigo.
La versión que vamos a escuchar es la de Konstantin Scherbakov al piano, con la Orquesta Filarmónica de Rusia dirigida por Dmitry Yablonsky. La duración total del concierto son unos cuarenta minutos, y son dos videos: el primero tiene el primer movimiento completo y el segundo, los dos restantes, que se ejecutan sin interrupción entre uno y otro, es decir, en attaca. El primer video son fotos de alguna ciudad presumiblemente centroeuropea que no reconozco; el segundo tiene paisajes de campos, lagos, castillos y montañas acompañando al Andante, y fotos de otra (o la misma) ciudad centroeuropea en el tercer movimiento. Las fotos originales seguramente serían buenas, pero en cualquier caso el video no las hace justicia. Pero la música es excelente, que es lo que importa.
Vamos ya con el primer movimiento, Allegro brillante e molto vivace:
En este movimiento hay muchos menos pasajes de lo que es habitual en que la orquesta toque simultáneamente con el piano, es decir, “compitiendo” el uno con la otra. Esta situación es muy normal en casi todos los conciertos de piano y orquesta, pero parece que a Tchaikowsky no le gustaba mucho esta combinación, por lo que este movimiento tiene muchas intervenciones de la orquesta sola, o cadenzas del piano solo, y pocas colaboraciones entre ambos. De lo que no cabe duda es que es un movimiento brillante, como bien dice su título.
Comienza con una brillante intervención de la orquesta, contestada en seguida por el piano. La música continúa desgranándose, con intervenciones solistas del piano, la primera en el minuto 1:30, respondidas por intervenciones puntuales de la orquesta, para luego volver el solo del piano… y así una y otra vez. En este movimiento no es muy habitual que piano y orquesta toquen a la vez, y cuando lo hacen la orquesta da el contrapunto al piano.
Así siguen las cosas, con brillantez inusitada, hasta que en el minuto 7:00, tras una larga introducción orquestal, cambia el tema. El piano ahora es más lírico, acompañado suavemente por la orquesta, para comenzar 30 segundos después una cadenza más, de minuto y medio, aproximadamente. Tras otra larga introducción orquestal, en el minuto 10:50 comienza una nueva, larga y muy lírica cadenza, que al rato se vuelve mucho más difícil, de virtuoso… es una delicia escuchar a Konstantin Scherbakov interpretando tan difícil pasaje con tanta autoridad. Esta larguísima cadenza (dura cuatro minutos, mucho más de lo que era normal hasta entonces), a mí me recuerda a la famosa cadenza del Concierto número 3 de Rachmaninoff, de la que es claramente precursora, de la que ya tuvimos oportunidad de hablar en el artículo correspondiente.
En el minuto 15:45 la orquesta interrumpe por fin al piano, recuperando el tema principal del movimiento. Tras un minuto, el piano recupera su protagonismo, en una repetición del primer tema, que se va desarrollando hasta que en minuto 19:15 comienza la coda final del movimiento, que termina por fin como transcurrió: de forma brillante.
Magnífico movimiento, sin duda. Gran Tchaikowsky. Para ver los otros dos movimientos es preciso cambiar de video. Vamos, pues, con el segundo movimiento, Andante non troppo:
Dije al principio que este movimiento (además de ser simplemente perfecto) venía con sorpresa. Y esta sorpresa es que se trata, en realidad, de un movimiento típico de un Triple Concierto (un concierto para trío de piano, es decir, violín, cello y piano, y orquesta), es decir, además de las intervenciones solistas del piano, hay otras muchas intervenciones solistas del violín del concertino (en la versión del video, Andrey Kudryavtsev) y del primer cello de la orquesta (en la versión del video, el propio director de la orquesta, Dmitry Yablonsky), configurando de facto un concierto para trío y orquesta (las intervenciones de ésta son siempre de acompañamiento, sin quitar el protagonismo al trío en ningún momento). El único Triple Concierto famoso del repertorio es el de Beethoven… que al ignorante de mí no le gusta. Nada de nada, por muy Beethoven que sea. Hasta el mejor escribano echa un borrón. Este Andante del Concierto número 2 de Tchaikowsky, sin embargo, me entusiasma.
Hay versiones de este concierto en que las partes solistas de violín y cello han sido reescritas para piano. No me gustan. Bueno, sí me gustan, pero mucho menos que el original. El lirismo de este movimiento es realmente superlativo.
Comienza con una breve introducción orquestal que da en seguida paso al violín solista que ataca el tema principal del movimiento, acompañado suavemente por la orquesta. En el minuto 1:05 llegamos por fin a ese pasaje mágico, bellísimo, realmente encantador, que es el tema principal del movimiento. En el minuto 2:25 es ahora el cello solista quien toma la línea principal de la música, ahora acompañado por el violín y la orquesta allá al fondo… Delicioso.
En el minuto 3:25, por fin, todos callan para que sea ahora el piano quien declame la melodía en solitario durante un minuto, luego acompañado por la orquesta y más adelante por violín y cello también. En el minuto 5:30 el tema cambia, siendo ahora el piano quien lleve la voz cantante, acompañado de la orquesta, pues violín y cello solistas ahora callan por un rato, hasta el minuto 7:10 en que vuelven a tomar el protagonismo en un dúo magnífico, que dura hasta que se les une el piano en el minuto 8:45, convirtiéndose nuevamente en un trío… la orquesta está callada en esta sección, dejándonos disfrutar de la melodía llevada por los tres instrumentos. Extraordinario pasaje, me parece a mí. Alrededor del minuto 10:00 se une por fin la orquesta en piano, mientras que el piano ahora calla.
El pasaje lo cierra el piano en el minuto 11:15, con un nuevo solo, que prepara el final del movimiento, suave final del Andanteque termina abruptamente en el minuto 13:25, interrumpido bruscamente por un clarinazo que comienza (en attaca) el tercer y último movimiento, Allegro con fuoco .
En este movimiento el violín y el cello se integran de nuevo en su lugar en la orquesta para acompañar al piano que, nuevamente, es el protagonista absoluto, como debe ser en un concierto para piano y orquesta como éste. Allegro con fuoco significa alegre con “fuego”, con pasión… y vaya si tiene pasión el movimiento. Se alternan las breves intervenciones solistas del piano con las respuestas de la orquesta siempre con variaciones del mismo tema inicial del movimiento. El ritmo es frenético en todo momento, exigiendo lo mejor del solista. Bueno, y de los profesores de la orquesta, también. En el minuto 18:55 cambia el ritmo por fin, pero sólo para preparar las intervenciones finales del piano, la coda del movimiento y del concierto, que termina por fin, con mucho “fuoco”, en el minuto 20:20.
Una gran ovación del público pone el broche de oro al concierto. Los intérpretes se la merecen, ciertamente.
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Mientras que del concierto número 1 de Piotr Ilich Tchaikowsky hay numerosísimas versiones grabadas, de este número 2, Op.44, hay muchas menos, por alguna razón que, después de haberlo oído, no se entiende muy bien… pero es lo que hay. Recomendaré, para no equivocarme, la misma versión del video, con Konstantin Scherbakov al piano y Dmitry Yablonsky dirigiendo la Orquesta Filarmónica de Rusia, editada por Naxos (siempre una garantía de calidad y buen precio).
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En Spotify hay un montón de versiones… pero ¡del omnipresente Op.23, el concierto número 1 de Tchaikowsky! Del número 2, el Op.44, éste del artículo, hay apenas cuatro o cinco; algunas son de la versión original antes de las sucesivas revisiones de Piotr Ilich, versión más larga que la que hemos oído; el andante de otras tiene el arreglo para piano que elimina el maravilloso trío de violín, cello y piano… En fin, de lo poco que queda he seleccionado la versión de la Orquesta de la Radio Nacional Polaca con Antoni Wit en la dirección y Bernd Glemser al piano, también de Naxos (qué casualidad), tan buena como la del video, cuyo enlace podéis encontrar aquí. No hay mucho donde comparar esta vez.
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Escuchar música en directo es mejor que enlatada. Mucho mejor. Sí, es la misma cantinela de siempre, ¡qué le vamos a hacer! Pero… es que es la verdad.
Disfrutad de la vida, mientras podáis. A ser posible, escuchando música.
- En realidad sería una relación epistolar, pues se relacionaban por carta: Nadezha puso como condición que nunca debían conocerse cara a cara. [↩]
- Es decir, en términos del dichoso tribunal, por “haber seducido” a un inexperto, tierno e ignorante hijo de duque, conde o barón… [↩]
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