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Historia de un ignorante, ma non troppo… Mi Patria, de Bedrich Smetana




Tras hablar de una pequeña obra de uno de los más grandes reformadores de la música del Siglo XIX, Richard Wagner, hoy hablaré de uno de sus seguidores y de su obra más famosa, una parte de la cual es conocida, con total seguridad, por todos vosotros, aguerridos lectores de esta ignorante serie, aunque no lo sepáis, incluso aunque aborrezcáis la música clásica. Hoy toca hablar del conjunto de poemas sinfónicos Mi Patria (Má Vlast, en el original checo), obra del compositor checo Bedrich Smetana. En realidad Bedrich se escribe con un exótico acento checo sobre la r… pero si me disculpáis, me lo ahorraré en este escrito.

Hace algún tiempo que apareció por aquí el más famoso compositor checo de todos los tiempos, Antonin Dvorak, en concreto su Octava Sinfonía, que a pesar de tener como sobrenombre “Inglesa” es seguramente la más checa de todas sus sinfonías. Pues bien, Smetana fue, de alguna manera, el principal muñidor de la música checa, en el sentido de que incorporaba elementos populares y folklóricos checos… o más bien debería decir bohemios, pues Bohemia era entonces, y sigue siendo hoy , la más importante región de Checoslovaquia antes de su escisión en 1993, y hoy de la República Checa, y bohemios eran tanto Smetana como Dvorak. En una palabra, Smetana es reconocido como el padre de la música checa, y Dvorak, su más eximio seguidor.

Y aunque en general la música de Dvorak es mucho más conocida que la de Smetana, la pieza concreta de música bohemia, digo checa, más conocida forma parte de la obra de hoy y… pero no nos precipitemos, llegaremos a ella en un momento..

Bedrich Smetana

Nació Bedrich Smetana en Litomysl, Bohemia (actual República Checa) en 1824. Ese mismo año terminaba Beethoven su Novena Sinfonía, Mendelssohn cumplía quince años y Wagner, nueve. Dominó el piano desde su más tierna juventud: su primer concierto lo dio a los seis años… Y además de pianista, era nacionalista. Nacionalista bohemio. Bohemia formaba parte del Imperio Austrohúngaro desde hacía más de trescientos años, desde que Fernando I, el hermano de Carlos V y su sucesor como Emperador, fue nombrado rey de Hungría y Bohemia. A mediados del Siglo XIX corrían vientos nacionalistas en toda Europa, y Bohemia no iba a ser menos. Smetana participó en el alzamiento de Praga de 1848. Salió de rositas, e intentó después de eso diversas estrategias para subsistir; fundó un Instituto de Piano, dio recitales, compuso… pero no obtuvo el añorado éxito que le garantizaría su solvencia económica, así que, viendo cerradas para él las puertas praguenses, emigró en 1856 a Gotenburgo, Suecia, donde comenzó a componer obras orquestales, aunque hacía viajes con regularidad a su Bohemia natal.

Hacia 1861, con los ánimos más calmados política y culturalmente, volvió definitivamente a Praga, de donde ya no se movería. Por entonces se fundó en Praga un Teatro de manera provisional, con la intención de ser el nuevo hogar de la nueva ópera checa…[1] sólo que no existía tal cosa. Así que decidió escribir él mismo esas tan deseadas “óperas checas” y así buscar el esquivo éxito. Para ello tuvo, entre otras cosas, que aprender checo, pues apenas lo hablaba (la educación se impartía exclusivamente en alemán en todo el Imperio Habsburgo en la época).

En 1863 estrenó su primera ópera, Los Branderburgueses en Bohemia, que obtuvo un cierto éxito, y en 1866 estrenaría su ópera más famosa, La novia vendida, estreno que fue un fracaso debido a las circunstancias en que se produjo el estreno, justo la víspera de la declaración de la guerra Austro-Prusiana, pero que le catapultó a su ambicionado cargo de Director del Teatro Nacional, que era en lo que se había convertido el Teatro Provisional. En 1870 se reestrenó en su forma definitiva, y su éxito inmediato le consiguió por fin la fama y el reconocimiento de sus ciudadanos, inaugurando de alguna manera la “música nacionalista checa”, a pesar de que Smetana fue repetidamente acusado de “excesivo wagneriarismo”…

Pero poco dura la alegría en la casa del pobre… Cuatro años después, en 1874, enfermó y como resultado quedó sordo… tuvo que renunciar a su cargo de director del Teatro Nacional y se dedicó a componer. Fue ese mismo año cuando comenzó la composición de una serie de poemas sinfónicos de temática checa, que formarían, en definitiva, su más famoso aporte a la música: el Ciclo de Poemas Sinfónicos Mi Patria (Má Vlast) al que está dedicado este artículo. Su enfermedad iba a más, provocándole perturbaciones mentales más evidentes cada vez, hasta que su familia hubo de internarle en un manicomio en 1884; pocas semanas más tarde fallecía, en mayo del mismo 1884, a los sesenta años de edad.

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El ciclo de poemas sinfónicos Mi Patria fue compuesto, por lo tanto, al final de su vida, entre 1874 y 1879. Se trata de seis poemas (de entre diez y quince minutos cada uno) que, aunque se suelen presentar siempre juntos, estaban concebidos como obras individuales, por más que muchos temas son recurrentes, siguiendo la idea del leit-motiv que Wagner puso de moda. Por cierto, un poema sinfónico es una obra musical de carácter poético, generalmente en un solo movimiento, cuya finalidad es promover sentimientos, despertar sensaciones o describir una escena determinada mediante la música. O sea, lo mismo que un poema literario, pero con música.

Estos poemas sinfónicos describen ciertos lugares o leyendas bohemias, sus campos, sus ríos, sus bosques y sus flores de pitiminí, y han logrado el reconocimiento universal debido a su colorida orquestación y bella factura. Vamos ya a escuchar la obra, en la versión de Antoni Wit dirigiendo a la Orquesta Sinfónica de la Radio Nacional Polaca, editada por Naxos. No es una versión muy reputada, ni el director ni la orquesta son muy conocidos, pero ya lo serán. Se trata de una versión realmente excelente, como casi todas la versiones de Naxos. Hubiera sido mejor la de Rafael Kubelik, ciertamente, pero esto es lo que hay.

Los videos son de fotos fijas de lugares que supongo que son checos (al menos reconozco algunas vistas de Praga en diferentes videos), pero igual son de cualquier otro sitio… Cada uno de los seis poemas dura menos de los quince minutos reglamentarios del youtube, así que no hay problema de partición. Vamos ya con el primer poema: Vysehrad.

Compuesto en 1874, justo después de quedarse sordo como una tapia, es el primero de los seis poemas sinfónicos que componen Mi Patria, y está dedicado a describir el Alto Castillo, es decir, Vysehrad.

Vysherad y el río Moldava

Vysehrad era una fortaleza del Siglo XX que estaba situada a la salida de Praga, a orillas del Moldava, donde los reyes checos tuvieron su corte muchos años ha. Hoy en día quedan unas ruinas, una mansión barroca fortificada y la iglesia de San Pedro y san Pablo, además de un precioso parque donde estaba el castillo. Actualmente el sitio forma parte de la propia ciudad de Praga; el poema nos cuenta la historia del castillo hasta mediados del Siglo XV, aproximadamente.

Comienza con un precioso solo de arpa (de dos arpas, en realidad), de casi un minuto, que evoca el canto de una cierta cantante Lumír que debía ser famosa en la época, luego la orquesta va tomando el relevo, primero la madera, luego la cuerda, y la música describe el arsenal, las dependencias del castillo, etc. Durante todo este tiempo, una frase de cuatro notas suena una y otra vez, variando su altura, su entonación… son las notas de Vysehrad, su leit-motiv (es fácil identificar la frase: la configuran los cuatro primeros arpegios del arpa, y de la pieza, que los que saben dicen que son Si bemol-Mi bemol-Re-Si bemol). Porque eso es un leit-motiv, un motivo musical asociado a un lugar, un personaje o una situación determinada, que nos permite fácilmente reconocer al personaje o el lugar. Pensad, por ejemplo, en el Duque de Mantua del Rigoletto de Verdi, al que reconocemos, aunque no esté en escena, cada vez que oímos entre bambalinas aquello tan famoso de ”La Donna é mobile…cual piuma al vento…”.

La intención del autor es que cada vez que aparezcan esas cuatro notas (o sus variaciones), nos teletransporten inmediatamente a lo alto del Alto Castillo… Fue Wagner quien comenzó a usar leit-motivs en sus óperas. Smetana, entre otros muchos, le siguió, y ahora es lugar común en películas, series televisivas y obras musicales

Luego del paseo por el arsenal viene una especie de marcha que evoca pasadas glorias militares, hasta que como consecuencia de una de esas glorias militares, pero de los otros, el castillo es tomado y destruido… el arpa suena de nuevo, tranquila, evocando ahora la belleza calmada de las ruinas (nuevamente se oye el tema característico de Vysehrad, esas cuatro notas dichosas) y, por fin, el poema termina suavemente, describiendo las caudalosas aguas del Moldava fluyendo bajo las ruinas. Quince minutos preciosos…

…Que dan entrada a la obra maestra de Smetana y quizá de toda la música checa (con permiso de Antonin Dvorak, claro), el segundo poema de la serie, Vltava, aunque es muy posible que eso de “Vltava” os suene a checo, porque checo es. En realidad, el nombre con que nosotros conocemos al principal río checo, el que divide Praga en dos preciosas partes, no es Vltava, sino Moldava, así que… señoras y señores, con ustedes El Moldava.[2]

Fue compuesto a finales del mismo año de 1874, justo después de Vysehrad, y estrenado también el año siguiente. Mejor que yo, dejemos que sea el mismo Smetana (vía la Wikipedia) quien describa su obra inmortal:

La composición describe el curso del río Moldava: su nacimiento en dos pequeños manantiales, el Moldava Frío y el Moldava Caliente, su unión, el discurrir a través de bosques y pastizales, a través de paisajes donde se celebra una boda campesina, la danza de las náyades a la luz de la luna… En las cercanías del río se alzan castillos orgullosos, palacios y ruinas. El Moldava se precipita en los Rápidos de San Juan, y después se ensancha de nuevo y fluye apacible hacia Praga, pasa ante el castillo de Vysehrad, y se desvanece majestuosamente en la distancia, hacia su desembocadura en el río Elba.

Es una música tan, tan conocida, tan, tan pegadiza que no requiere mucha más cháchara por mi parte. No os diré que os fijéis en el maravilloso comienzo donde primero las flautas, acompañadas al poco por los clarinetes en canon, remedan el nacimiento de sus dos fuentes, hasta que en el minuto 1:05 se reúnen sus aguas para que aparezca finalmente el auténtico Moldava, con su famoso leit-motiv. No diré nada de eso, sólo que os dejo que disfrutéis el poema, que oigáis la boda campesina, que escuchéis el estruendo de los rápidos, a las náyades esas tan bellas bailando sensualmente a la luz de la luna, su fluir tranquilo hacia el horizonte… Únicamente fijaros cómo, en el minuto 11:40, tras pasar por los Rápidos de San Juan (oíd a la percusión remedando el retumbar de las aguas cuando se despeña por las cascadas), el río llega por fin a la altura del castillo de Vysehrad, a las afueras en Praga. Eso lo sabemos porque suenan, cómo no, las mismas notas que ya escuchamos en la pieza anterior, el leit-motiv del castillo, pero mucho más lento, más majestuoso y adornado, como la ocasión requiere… y allí nos quedamos, en Praga, viéndole fluir tranquilo hacia el horizonte…

El video termina con dos acordes definitivos, y para seguir con el tercer poema, Sárka debemos cambiar de video.

Esta vez el poema está dedicado a una guerrera de leyenda: la amazona Sárka. Compuesto a primeros de 1875, relata la historia de dicha amazona, figura central de una de las más antiguas leyendas checas, la de la Guerra de las Doncellas, que no puedo contaros porque no sé una palabra de checo (más allá de “dobri den”, que significa “buenos días”, y que son las dos únicas palabras checas que recuerdo, y eso que he estado en Praga varias veces…).

Parece ser que la tal Sárka, doncella, sí, pero de las de armas tomar, se ató a un árbol para engañar al príncipe malo del cuento, haciéndole pensar que ella era una desafortunada cautiva de las rebeldes doncellas, o sea, de ella misma. El príncipe se enamora de ella comme il faut, la libera, y entonces ella le emborracha, a él y a sus soldados, con hidromiel, tras lo cual hace sonar un cuerno, que es la señal convenida para que el resto de las amazonas buenas entren en el campamento de los malos dormidos y no dejen títere con cabeza… literalmente. Y es que cuando se nos pone delante una mujer hermosa, los hombres perdemos inevitablemente la cabeza…

Se trata de una pieza mucho más rápida y agitada que las dos anteriores, ya desde el principio, y también algo más corta, unos diez minutos. Describe los afanes de las guerreras, sus batallas, la estratagema de Sarka, el amor fulminante del príncipe malo y la danza que acompaña a la fiesta donde el dichoso hidromiel causa su somnífero efecto, danza que empieza en el minuto 5:30 y va poco a poco ralentizándose y bajando su festivo tono, según se van emborrachando y durmiendo los malos. El sonido del cuerno, en el minuto 7:45, llama a las amazonas a la acción, y en seguida consiguen su sangriento objetivo gracias a la astucia de la tal Sárka y a la sed, sed de hidromiel, de los caballeros. El poema termina con la feroz entrada de las mujeres dispuestas a dar su escarmiento a los malos del cuento, y de paso también saciar su sed. Sed de sangre. La típica comedia amable de amoríos y de enredos, en fin, una auténtica sitcom, como puede verse…

Vamos con el cuarto poema, de enrevesado nombre, pero de temática mucho más calmada y bucólica: Z ceskych luhu a háju, lo que viene a querer decir “De los bosques y prados de Bohemia”, que podemos encontrar en el video siguiente:

Compuesto el mismo año que Sárka, 1875, es una tranquila descripción de algo menos de trece minutos de los paisajes bohemios, con sus suaves colinas y sus grandes ríos, bosques frondosos y verdes prados… y sus nieves en invierno. Después de describir la grandeza de los bosques bohemios, podemos escuchar una fiesta campesina, para volver a la bucólica descripción de los campos y los prados checos.

El paseo por el campo termina plácidamente, y para ver el quinto poema, Tábor, debemos cambiar de video:

Tábor es una ciudad del sur de Bohemia que fue fundada por una facción radical de los husitas en 1420, dándole el nombre del Monte Tabor, lugar bíblico donde se produjo la Transfiguración de Jesús. Se llama husitas a los seguidores del predicador checo Jan Hus, que a principios del Siglo XV comenzó a lanzar soflamas contra la Iglesia, su riqueza, la venta de indulgencias, su alejamiento del Evangelio, etc, incluso mantenía que el Papa era el mismísimo Anticristo.[3] No sé si os suena, pero esgrimía básicamente las mismas razones que Lutero siglo y pico más tarde, cuando clavó sus 95 tesis en la puerta de la iglesia del palacio de Wittenberg. Como pasaría luego con Lutero, las prédicas de Jan Hus cayeron en terreno abonado, pues además de todo lo que él decía, y que todos podían comprobar, la Iglesia estaba en pleno Cisma de Occidente, llegando a tener hasta tres Papas simultáneamente… Hubo disturbios, saqueos, batallas, muertos y heridos…

Estatua de Jan Hus en la Plaza de la Ciudad Vieja de Praga

Condenado por herejía, Jan Hus fue quemado en la hoguera en 1415. Su estatua adorna hoy en día la maravillosa Plaza de la Ciudad Vieja de Praga, entre otros muchos lugares. Pero su muerte no apagó sus ideas: sus seguidores se armaron y protagonizaron durante casi dos décadas una espantosa guerra civil, la Guerra husita, en la que, como siempre, confluyen motivos religiosos, nacionalistas, económicos, etc. En Tábor, efectivamente, se concentraron los más radicales, que fundaron allí una suerte de comunismo donde no había propiedad privada y se rechazaba cualquier autoridad religiosa. Rápidamente fueron conocidos como “taboritas”. Su visión de la sociedad sólo duró un año: en 1421 fueron vencidos y Tábor arrasada por… otra facción husita, aparentemente moderada.

En fin, éstas son las cosas que cuenta Smetana en este quinto poema, compuesto en 1878, en el que lo más llamativo es el potente tema principal, cuatro notas iguales (ta-ta-taaaa-taaaa), que se repite una y otra y otra vez a lo largo de todo el poema; ignoro a qué o quién asignó Smetana tan potente leit-motiv… ¿A la propia ciudad de Tábor? ¿A Jan Hus, o a su general, Jan Zizka? ¿A los husitas en sí, a Bohemia, a los checos….? Como yo no lo sé, que cada cual piense lo que más le cuadre. El caso es que el tema domina todo el poema de forma machacona… y de forma machacona termina, en mitad de la batalla, con una especie de martillo golpeando un yunque…

Cuando el martillo termina su golpeteo, termina el poema. Para ver y oír el sexto y último poema, Blaník, cambiamos de video, sólo para encontrarnos de nuevo al mismo martillo golpeando al yunque…

En efecto, Smetana enlaza el principio del último poema del ciclo, Blaník, compuesto también en 1878, con el final de Tábor, pero no de una forma sutil, no. Comienza literalmente de con los mismos compases con que terminó Tábor, pero por poco tiempo, pues rápidamente se convierte de alguna manera en la secuela de la batalla. De esta manera, los dos últimos poemas de Mi Patria forman un conjunto, como lo forman los dos primeros, Vysehrad y Vltava, con temática y orquestación similar.

Blaník es un monte (más bien una colina, de poco más de 600 metros de altura, la misma altura de Madrid, por ejemplo) del sur de Bohemia, en el que, según una vieja leyenda, está almacenado en fuga criogénica un enorme ejército a las órdenes de San Wenceslao (el patrón de Checoslovaquia) que aguarda a que los checos estén en peligro para despertar y salvarles.[4]

Bueno, la música describe a los caballeros de la montaña, vigilando la paz de los checos… aunque poco a poco se va convirtiendo en una especie de himno a la grandeza del país y de sus pobladores, recapitulando y cerrando el círculo compositivo del Má Vlast. La música hace referencia a temas que han salido antes, adquiere tintes de marcha militar, y el espectáculo llega a su clímax en el minuto 13:25, con la entrada de nuevo del tema de Tábor, y luego en el 13:55, cuando las cuatro notas del motivo del Alto Castillo, de Vysehrad, seguidas de las del Moldava, entran triunfantes, dando origen a la coda final, un autentico final de himno nacional, aunque no lo sea, desde luego.

Y así, con referencias a casi todos los poemas anteriores, termina Má Vlast, o Mi Patria, de Bedrich Smetana. Espero que os haya gustado.

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Hay realmente muchas versiones de Mi Patria, y si nos quedamos exclusivamente con El Moldava, muchísimas más, en todo tipo de recopilaciones y demás gaitas. En concierto se suele programar el ciclo completo, pero no es nada extraño que sólo se ejecute el omnipresente Vltava… Si hay que recomendar alguna versión, yo me quedaría con la interpretación que de esta música tan checa hace el mejor director checo de todos los tiempos, es decir, con cualquiera de las diferentes versiones que grabó Rafael Kubelik. La primera, de 1958, con la Filarmónica de Viena, tiene los defectos típicos de las grabaciones de la época: que el sonido no es muy bueno. Después la grabó con la Sinfónica de Boston, la de Chicago, la de Praga y alguna más. Todas son excelentes, y es curioso ver cómo fue variando su interpretación de la música conforme adquiría experiencia… o años.

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En Spotify hay también bastantes versiones, y si hablamos de El Moldava, aún más. He seleccionado la primera grabación de Kubelik, con la Wiener Philarmoniker, de 1958, cuyo enlace encontraréis aquí. Como el sonido no es demasiado bueno debido a las limitaciones de la tecnología de grabación de hace cincuenta años, también he seleccionado una versión más moderna, y también muy buena: la de Vaclav Neumann con la Gewandhausorchester de Leipzig, de muy bella factura, cuyo enlace está aquí.

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Smetana era un seguidor de la música de Wagner, con su colorida orquestación y grandes dinámicas sonoras. Escuchar grabaciones de este tipo de obras en un stereo, por bueno que sea, nunca se acercará a lo que se escucha en una Sala de Conciertos. Y es que el directo siempre, siempre, es mejor.

Disfrutad de la vida, mientras podáis. A ser posible, escuchando música.

  1. A imagen y semejanza de lo que Mijail Glinka estaba haciendo con sus óperas rusas. []
  2. Aunque yo siempre lo conocí como “El Moldau”, transliteración bárbara de “Die Moldau”, que es el nombre alemán del río Moldava, y que es lo que ponía en el título del primer disco que compré que contenía la obra, cuando Franco todavía era el Caudillo de España. Y el disco era en vinilo, por si no había quedado claro. []
  3. Los finales del Siglo XIV y principios del XV fueron pródigos en clérigos predicadores que lanzaban soflamas tremendas contra lo que fuera. Es la época de los grandes progromos contra los judíos en toda Europa Occidental, casi siempre inflamados por clérigos predicadores. []
  4. Hasta ahora, ocasiones ha habido de sobra para que se mostrara el ejército salvador, y de momento nadie les ha visto… ¡Igual es sólo una leyenda! []

Sobre el autor:

Macluskey ( )

Macluskey es un informático de los tiempos heroicos, pero no ha dejado de trabajar en Informática y disfrutar con ella hasta la fecha. Y lo que el cuerpo aguante. Y además, le gusta la música...
 

{ 6 } Comentarios

  1. Gravatar Juan Carlos Giler | 09/05/2011 at 03:07 | Permalink

    “… enfermó y como resultado quedó sordo…”

    ¿Destino o coincidencia?

    Saludos

  2. Gravatar Macluskey | 09/05/2011 at 04:33 | Permalink

    @Juan Carlos: No lo sé, no lo sé. Es curioso que le pasara algo parecido a lo que le pasó a Beethoven. Y que compusiera su música más famosa sordo como una tapia, igual que Ludwig van. Porque el Moldava es, aparte de conocidísima, realmente maravillosa.

    Gracias por tu comentario.

  3. Gravatar Saul_IP | 10/05/2011 at 11:37 | Permalink

    El Moldava es maravillosa, pero yo la toqué con la orquesta de mi instituto y, después de la 59ª vez que la ensayamos (aprox.) empecé a cogerle un poco de tirria. Siempre da gusto escucharla tocada en condiciones, eso sí. :) No obstante, la que más me ha gustado es la primera, Vysehrad.

    Maravilloso artículo, como siempre, Macluskey. Da gusto leerte ;) Y qué buen gusto para las obras, copón.

  4. Gravatar OboeCrack | 17/05/2011 at 09:13 | Permalink

    Gracias una vez más. Tb por la información de la Octava de Mahler. Yo he tocado la Obertura Carnaval de Dvorak. Todos sus poemas sinfónicos son increíbles. Saludos.

  5. Gravatar Jesús Getán Bornn | 18/07/2015 at 12:25 | Permalink

    Descubro a Macluskey esta noche. ¡Qué gusto leerlo! ¡Qué manera de desempolvar una obra tan conocida y admirada, casi sagrada y, por ende, intocable! Compruebo, con temor, que los comentarios anteriores datan de 2011, hace ya cuatro años. Así que, quizá, ya Macluskey dejó de existir y mis palabras caen en el vacío… De no ser así, felicitaciones al crítico.

  6. Gravatar Macluskey | 18/07/2015 at 05:00 | Permalink

    Jesús:

    Je, je… pues no, Macluskey no ha desaparecido. Si sigues el enlace a la serie del principio del artículo, verás que llevo cerca de 60 artículos ya destrozando obras musicales a diestro y siniestro…

    En cualquier caso, gracias por los cumplidos.

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