Cuando comencé a escribir este artículo, y ésta es la tercera vez que lo hago, estaba muy entusiasmado por la tarea que tenía por delante. Se me ocurrían tantas cosas para analizar y hay tantos mitos que hablan sobre diluvios que sólo me preocupaba en cuántas partes iba a dividirlo. Pero una vez emprendida la tarea, revisando una y otra vez el material en que me baso, tomé conciencia de que si no descartaba algunas cosas, podría llegar a terminar naufragando.
Opté entonces por concentrarme en aquellas perspectivas que me parecen más “originales”, por estar menos difundidas, y dejar de lado, o reducir a pequeñas menciones, algunas otras. Dejando, además, varios enlaces hacia otros artículos que creo que pueden complementar muy bien el tema, incluso pese a que la mayoría tienen puntos de vista completamente distintos a los míos. También he dividido el artículo en muchas partes, en general más cortas que lo habitual, para hacerlos más amenos y darles tiempo a leer los enlaces en caso de que les interese abordar el tema desde múltiples perspectivas.
El Diluvio. Deucalión y Pirra.
En la mitología griega existen varios relatos que hacen referencia a catastróficas inundaciones, pero sólo en uno de ellos se afirma que abarcó a todo el mundo. En realidad dicha afirmación no es compartida por todos los autores, ya que por ejemplo: Apolodoro, afirma que, una vez desatada la lluvia, ésta inundó la mayor parte de la Hélade, de manera que perecieron todos los hombres, excepto unos pocos que se refugiaron en las cumbres de las montañas próximas. Además de estos afortunados, también eludieron la muerte un hombre llamado Deucalión, quien reinaba sobre las regiones próximas a Ftía, y su esposa Pirra, hija de Epimeteo y Pandora.
Siguiendo la versión de Apolodoro podemos situar estos trágicos acontecimientos en la Edad de Bronce[1] y, como ya deben estar acostumbrándose a escuchar, los dioses, en este caso Zeus, ha decidido borrar del mapa a la humanidad. Y lo hubiera hecho, de no ser por la oportuna intervención del Titán Prometeo, quien tantos sufrimientos ha afrontado por nosotros, y que ahora advierte a su hijo Deucalión sobre las intenciones del monarca olímpico. Prometeo, dios al cual yo no dudaría en fabricarle un par de templos, o como mínimo dedicarle un club de fans, le aconsejó entonces a Deucalión construir un arca y disponer dentro de ella lo necesario para su subsistencia. Así lo hizo éste, y para cuando el agua comenzó a caer, él y su esposa ya tenían lo necesario para afrontar el diluvio.
En general suelo eludir en esta serie las fuentes romanas, pero como las referencias a este mito en las fuentes griegas son bastante escuetas[2] voy a utilizar también algunos fragmentos tomados de “Las Metamorfosis”, de Ovidio, para complementar el relato y, ya que está, apropiarme de su elocuencia. Veamos entonces cómo es el diluvio “a la romana”.
En esta versión, Zeus,[3] antes de desatar la matanza, celebra un consejo entre los dioses, que se asemeja al que ya he narrado en el poema Atrahasis, donde los dioses avalan, o al menos consienten, la decisión. Pero Zeus dudó en un principio si aniquilarnos con sus rayos o, como finalmente hizo, con una terrible lluvia. Además, Zeus no se ocupó solo del asunto, sino que contó con la ayuda de Poseidón[4] quien soltó también la furia de los mares sobre la tierra. Si alguna casa quedó y pudo resistir a tan gran mal, no desplomada la cúpula, aún así, más alta de ella, la onda la cubre, y hundidas se esconden bajo el abismo sus torres. Y ya el mar y la tierra ninguna distinción tenían: todas las cosas ponto eran (…).
El diluvio duró nueve días y otras tantas noches, y sus protagonistas Deucalión y Pirra tocaron tierra en el monte Parnaso, donde por fin desembarcaron. Al hacerlo Deucalión ofreció un sacrificio en honor de Zeus. En la versión de Apolodoro, no se nos aclara qué animal utilizó para este ritual, pero al no tratarse allí de un diluvio que abarque a toda la superficie de la tierra podemos conjeturar que varias especies hayan sobrevivido refugiándose en zonas altas, como el mencionado Monte Parnaso. Lo cierto es que Zeus, tras este sacrificio, envía a su mensajero Hermes y le ofrece a Deucalión que elija qué desea poseer, ya que le será otorgado aquello que desee. Deucalión, como buen descendiente del linaje Japetonida,[5] pidió poseer hombres, y como Zeus aprobó esta petición tomó junto con Pirra varias piedras y las arrojaron hacia atrás, sobre sus cabezas. Las piedras que iba arrojando Deucalión se convirtieron en hombres, y las que arrojó Pirra, en mujeres. Por eso metafóricamente se llamó al pueblo <<laos>>, de <<laas>>, piedra.
Tiempo después de estos acontecimientos, Deucalión y Pirra tuvieron un hijo llamado Helen, pero el autor se ocupa de aclararnos que “algunos dicen” que en realidad Helen es hijo de Zeus, lo cual daría a los griegos una porción más de procedencia divina, ya que a partir del nombre de Helen es que los que antes eran llamados griegos[6] recibirán el nombre de Helenos, y, siguiendo la descendencia de Helen, podemos rastrear el origen de los Aqueos, Jonios, Dorios y Eolios.
Ahora, si nos remitimos nuevamente a las palabras de Ovidio, veremos que el resurgimiento de la humanidad es narrado de manera muy similar, pero con algunos detalles más.
El sacrificio ritual llevado a cabo por Deucalión es realizado en el santuario de la Titánide Temis,[7] a quien conmueven las súplicas de estos dos únicos sobrevivientes, y les ordena: Retiraos del templo y velaos la cabeza, y soltaos vuestros ceñidos vestidos, y los huesos tras vuestra espalda arrojad de vuestra gran madre. Si bien Deucalión y su mujer quedaron un tanto confundidos en un principio por estas palabras, es Pirra quien deduce que cuando Temis habla de “vuestra gran madre” se refiere a Gea (La Tierra), y los huesos de ésta deben ser las piedras. Así es como entonces Deucalión y Pirra comprenden que deben arrojar hacia atrás las piedras para que renazca la humanidad.
Respecto de la restitución de los animales, en esta versión se nos dice claramente que la tierra los vuelve a crear.
Otra de las fuentes de las que podemos extraer algunos detalles interesantes sobre este mito es el diálogo de Platón, “Timeo”. Allí, en realidad, apenas se menciona a Deucalión y Pirra, pero sin embargo se dice que este diluvio no es el único ocurrido a lo largo de la historia en la región, sino que es sólo uno más de tantos otros que ha ocurrido y que han destruido periódicamente las diferentes civilizaciones que allí surgieron. Pese a que estos diluvios tampoco son descritos como universales, sí tienen la magnitud suficiente como para borrar todo rastro o recuerdo de las civilizaciones que anegaron, y es así como se justifica que no existan registros entre los griegos sobre tales sucesos.
Significados ocultos “bajo el agua”
Probablemente es en esta ultima versión en la que se puede ver más claramente el simbolismo que el agua suele tener en las mitologías y rituales religiosos, donde se asocia a la muerte, y también a la vida. Es decir, a los periódicos ciclos de vida, muerte y resurgimiento. La renovación o purificación, a partir de volver al estado original. En su maravillosa serie Eso que llamamos tiempo, Lucas dedica su primer artículo a la antigua concepción cíclica del tiempo. Como él mismo señala, esta manera de conceptualizar el devenir dejó fuertes marcas en algunos de los relatos más antiguos de la humanidad.
Ya he indicado cuán habitual es en los mitos la representación de la “nada” o el “caos” como “agua primordial”. De esta manera, así como las aguas están presentes en la creación, cumplen un fundamental papel en la renovación del universo. Periódicamente el agua reabsorbe lo creado, devolviéndolo a su estado original y purificándolo. En los rituales de iniciación el agua está casi siempre presente, ya que toda iniciación suele interpretarse como un resurgimiento. De la misma manera en que el agua purifica en el bautismo, también lo hace en el diluvio. Esto da a este símbolo su significado dual, que le permite estar relacionado tanto con la vida como con la muerte. Creación y destrucción.
Ahora bien, si combinamos estos conceptos con los mencionados en La creación del hombre (tercera parte), es decir, “la degradación del hombre” y “el hombre trayendo el caos”, veremos que se nos presenta con tremenda claridad la receta perfecta para el diluvio, o, al menos, el diluvio en sus versiones más conocidas. Así como todo lo que existe, el hombre está también sujeto a un ciclo de degradación y resurgimiento. Pero el hombre no sólo suele participar del proceso de degradación, sino que muchas veces lo genera, o lo acelera, desafiando el “orden divino”. Esto introduce en el tema una fundamental característica, el pecado. Ya que, a diferencia de las demás cosas y animales, el hombre tiene conciencia. Desde el punto de vista moral, es decir, cuando la degradación no es sólo una consecuencia natural del paso del tiempo, sino el incumplimiento de cierta norma, la reabsorción o destrucción pasa a ser un castigo tendiente a “lavar los pecados”. No debe sorprendernos entonces que en aquellas religiones donde el principal pecado es no adorar a “dios”, sea precisamente esta desobediencia la que justifica tal suceso, y sus únicos sobrevivientes sean aquellos que no pecaron, los que “creyeron”.
En la segunda parte de este artículo nos ocuparemos específicamente del diluvio según la Biblia y el Corán.
Para quienes quieran leer estas historias completas, les dejo aquí los versículos a los que podemos acceder, en el caso del Corán, gracias a Wikisource. Y en el caso de la Biblia, al sitio de la Sociedad Bíblica Católica Internacional. Aquellos en los que sólo cito un versículo, son menciones más cortas y, por ende, menos significativas para el tema que nos ocupa. Por esta razón, y para ahorrarme un poco de trabajo, sólo he enlazado los que considero más importantes. De la Biblia, sólo les dejo este link que los lleva a la primera página, pero como verán, es fácil de usar. [8]
Versículos del Antiguo Testamento: (Gen. 5:29-32) (Gen. 6-10) (1Cró. 1:4) (Is. 54:9) (Ez. 14:12,20) (Sal. 29:10).
Versículos del Nuevo Testamento: (Mt. 24:36-44) (Lc. 3:36, 17:26,27) (Heb. 11:7) (1Pe. 3:20-22) (2Pe. 2:5).
Versículos del Corán: (C. 7:57-64) (C. 10:72-75) (C. 11:27-51) (C. 14:9-23) (C. 23:23-34) (C. 26:105-121) (C. 29:13,14) (C. 37:73-81) (C. 54: 9-17) (C. 69:11,12) (C. 71:1-29). Alusiones Breves: (C. 3:30) (C. 4:161) (C. 6:84) (C. 7:67) (C. 9:71) (C. 11:91) (C. 17:3,18) (C. 18:59) (C. 21:76) (C. 22:43) (C. 25:39) (C. 33:7) (C. 38:11) (C. 40:5,32) (C. 42:11) (C. 50:12) (C. 51:46) (C. 53:53) (C. 57:26) (C. 66:10).
Notas:
- Recordar el “Mito de las Edades” narrado en la primera parte del artículo anterior [↩]
- Fuentes griegas: Fragmentos del “Catálogo de las mujeres” de Hesíodo (posiblemente), Diálogo de Platón, “Timeo”, “Biblioteca Mitológica” de Apolodoro. Homero, menciona a Deucalión, pero no narra el Diluvio. [↩]
- Júpiter, según los romanos [↩]
- Neptuno [↩]
- El titán Jápeto es el padre de Prometeo, quien a su vez, es el padre de Deucalión. [↩]
- La palabra castellana “griego” se deriva de la latina “graecus”, que a su vez procede de la voz griega Γραικός (“graikos”). Aristóteles es la fuente más antigua en usar esta palabra, ya que relata cómo un diluvio arrasó el Epiro central, una tierra donde sus habitantes solían ser llamados γραικοί (“graeci”) para ser después conocidos como Έλληνες (“helenos”). Fuente: Wikipedia Nombres de los griegos. [↩]
- Como recordarán, Temis es, según la versión de Esquilo, madre de Prometeo. [↩]
- La versión Sacerdotal aparece en cursiva [↩]
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{ 5 } Comentarios
Magnífico artículo, Sebastián… Me encanta que Deucalión y Pirra engendren los hombres y mujeres tirando piedras hacia atrás…
… ¡Eso sí que es tirar la piedra y esconder la mano!
Y también me parece original que nos vayas dejando los enlaces al Corán y a la Biblia para que así podamos prepararnos para el siguiente artículo…
Enhorabuena
Superinteresante Sebastián. Es la más profunda historia de la humanidad lo que nos estás contando. En el anterior artículo me intrigué con la cantidad de “leyendas” iguales en épocas, lugares y civilizaciones distintas. Hoy me has dado también que pensar. En las múltiples leyendas del Diluvio hay una idea primigénia, independiente de donde estaban los hombres que las idearon: el agua como elemento base en el ciclo de renovación. El agua limpia las manos de sangre, de cieno,… y les devuelve su impoluta imagen anterior. Eso lo podía ver cualquier ser pensante desde que se inició el pensamiento. Y todos pudieron ser poseedores de esa idea, de forma natural. De forma que la leyenda del Diluvio no vino del espacio, ni de los dioses… al menos esa pudo tener un lógico inicio común. Me tranquiliza. Las aguas vuelven a su ser.
Mmmm, creo que desvar í o lleva tilde en la i… habr í a que corregir los art í culos de la serie.
Como siempre, muchas gracias por sus comentarios. Ya arreglé el error del tilde que fue culpa mía, porque incorporé los títulos de la serie a los artículos, luego de publicados. En la tercera o cuarta parte hablaremos un poco más sobre “la cantidad de “leyendas” iguales en épocas, lugares y civilizaciones distintas” y las posibles razones por las que esto puede haber sucedido.
Hola, estoy iniciándome un poco en estos temas y quería preguntarte: ¿Cómo es posible que culturas diversas tengan los mismos mitos o leyendas? Después de leer algunas cosas, me pregunto a qué puede deberse que muchas veces, pensadores que nunca se han conocido entre sí, procedentes de culturas distintas, lleguen a las mismas conclusiones.
Me gustaría saber tu opinión al respecto. Un saludo!
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