Sí, soy Macluskey. El mismo Macluskey que hace no mucho os contó su pequeña historia, su “Historia de un Viejo Informático” en estas mismas páginas.
Quizá penséis que vuelvo para contaros todas aquellas otras historias que serían contadas en otra ocasión… pues no. En otro momento, más adelante, quizá, pero por ahora, lo dicho: ésas siguen siendo otras historias y serán contadas en otro momento.
O quizá penséis que por fin he hecho caso a tantos de vosotros que me pedíais un libro o por lo menos un folleto… pues tampoco. No descarto publicar alguna Obra Maestra de la Literatura Universal en los próximos meses, pero de momento, habrá que esperar.
Si estoy aquí de nuevo es para hablaros de algo de lo que no sé nada, de algo en lo que soy un total y absoluto ignorante. Voy a hablaros de… Música.
De Música Clásica.
Sí. Increíble, pero cierto. Porque yo no sé absolutamente nada de música. Jamás estudié nada, ni di solfeo, ni he tocado instrumento alguno, como no sea un tambor que algún gracioso tío mío me regaló en mi sexto o séptimo cumpleaños, y que mi madre confiscó al día siguiente en aras de preservar la salud mental de la familia…
En mis tiempos, ni en Primaria ni después en el Bachillerato había ninguna asignatura de música, ni nos enseñaron a tocar la flauta dulce (ni la salada, tampoco), ni solfeo, ni las notas musicales, ni a cantar ni nada de nada. Si no fuera por la familia Trapp en “Sonrisas y Lágrimas (The Sound of Music)”, no sabría que las notas musicales son Do, Re, Mi, Fa, Sol, La y Si. Aunque alemanes y angloparlantes las llamen C, D, E, F, G, A y B, respectivamente, que ya es molestar… No distingo una negra de una corchea, ni un arpegio de un tresillo… por no hablar de saber qué es una clave menor y una clave mayor… es chino para mí.
Ni en mi casa, ni en mi familia hasta el quinto grado, y estoy casi seguro que tampoco en todo el barrio, había nadie que tocara ningún instrumento musical serio, castañuelas aparte.
Yo crecí con la excelsa música de Lola Flores, Jorge Sepúlveda, Manolo Escobar, el Dúo Dinámico, Joselito y Marisol, que eran algunos de los artistas españoles de moda que salían en las emisoras de radio de la época… sin olvidar a José Guardiola (que cantaba muy bien, y, que yo sepa, no entrenaba a ningún equipo de fútbol), que nos emocionó cuando cantaba con su hija pequeña aquello de “Dí, papá… ¿yo podré ver a Dios?… Dímelo, dímelo, dí papáaaa.”.
Y más adelante, a principios de los años sesenta, me encandilé con las canciones de unos muchachitos melenudos de Liverpool (al menos, melenudos para la época), que me descubrieron que otra música era posible (a mí y a millones más de españolitos de los que veníamos al mundo para que nos guardara Dios, como Serrat cantaba que Machado decía…).
Naturalmente, no teníamos ni idea de qué decían en sus canciones, afortunadamente. Muchos años después entendí lo que decían, o sea, chorradas y cursilerías del estilo de “Ella te quiere, ye, ye, ye, te quiere, ye, ye, ye, y con un amor como ése, sabes que deberías estar contento, ye, ye, ye, pues vayaaa”, menudo mensaje… pero entonces nos parecían los versos de la Iliada, por lo menos, mezclados con algún que otro soneto de Baltasar Gracián, que hay que ver lo que hace no entender ni una sílaba…
O sea, que de música clásica, nada de nada. Bueno, miento. En las Semanas Santas, todas las emisoras de radio del país emitían música religiosa o, en su defecto, algo más “light”, o sea, clásica. Y cuando digo todas, quiero decir todas, sin excepción. En los cines, los que no cerraban, proyectaban Marcelino Pan y Vino, Ben-Hur, La Túnica Sagrada y Quo Vadis… Y si mirabas la tele (la única cadena que había entonces) podías ver procesiones, misas y algún concierto que otro. Así que como no había otra cosa que hacer, el país entero se tragaba la Pasión según San Mateo de Bach como el que no quiere la cosa… y es que casi todo el mundo no quería la cosa, pero eran lentejas, y la única alternativa era apagar la tele o la radio, y eso… ¡Eso nunca, que somos españoles!
Resumiendo, que me planté en los quince o dieciséis años, no sólo no sabiendo nada de música clásica, sino… ¡aborreciéndola! Ahora sigo siendo un ignorante, pero, ya veis, me gusta. Muchísimo. Al menos, la música clásica clásica, no sé si me expreso… Desde mi modestísimo e indocumentado punto de vista, los amigos Schönberg, Berg y Webern, entre otros, son a la música clásica lo que los bárbaros del Norte al Imperio Romano. Pero, como todo, va en gustos. En fin.
Contaré en estos (espero que cortos) artículos mis experiencias con la música clásica, cómo poquito a poco fui conociéndola y amándola, qué piezas me marcaron, cómo las conocí, qué me sugieren a mí (lo que no tiene por qué parecerse a lo que otros, incluido el propio compositor o director, tratan de expresar)…
Si sois músicos, o entendidos en música, igual os parecen tonterías, y encontraréis con seguridad errores tremendos por doquier. Mis disculpas de antemano. Estos artículos van dirigidos, sobre todo, a aquellos que no conocen las piezas y quieran acercarse a ellas, desde la perspectiva de uno que era (y es, qué demonios) como ellos: un lego. Si a alguno os ayuda a conocer o a destripar un poco los intríngulis de la composición clásica, si alguno de vosotros disfruta escuchando alguna obra antes desconocida para él, excelente. Y si no lo consigo, pues como siempre, hacédmelo saber y hago mutis por el foro…
Una advertencia. Hubiera estado bien poder ofreceros la música de la que hablaré para que la escucharais. Pero la Ley española sobre los derechos de autor prohíbe taxativamente la posibilidad de simplemente ofrecer un enlace a una página donde se pueda obtener, sólo para escuchar, y nunca para piratear, alguna versión de la obra (a pesar de que existen en el mundo una serie de blogs musicales que publican asiduamente excelentes grabaciones, y que no sea muy difícil encontrarlos). Así que no daré ninguna referencia, como mucho un enlace a mi versión favorita en Amazon o alguna otra tienda patria de discos… Aunque siempre podéis pedir prestado el disco a vuestros padres, o a ese amigo pelma, como yo mismo lo soy, que tiene una colección de dos o tres mil discos de música clásica, incluyendo doce versiones distintas de sus obras favoritas…
Ahora bien, ¡existe Youtube! Así que, siempre que pueda, enlazaré con videos de Youtube para ilustrar la obra de que hable, aunque en cualquier momento pueden retirar el video… Se pueden encontrar allí algunas grabaciones, muchas en riguroso directo, de algunas orquestas o solistas, no siempre de primera fila, pero que en general ofrecen versiones muy dignas de la obra. Creo que para hacernos una idea sería más que suficiente… ¡y no infringimos ningún derecho de autor de nadie! ¡Qué alivio!
En fin, nos leemos en unos días, a ver qué tal van quedando estos artículos y qué os parecen. En el primero de ellos hablaremos sobre la Novena Sinfonía de Beethoven.
Entretanto, ya sabéis… ¡Disfrutad de la vida mientras podáis!
A ser posible, escuchando música.
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{ 29 } Comentarios
Sí señor, a eso le llamo yo un cambio de registro…
¡Está claro que no te puedes estar calladito! Para regocigo de todos, claro.
En fin, un placer saber que no te has ido con la música a otra parte.
Hacía tiempo que no comentaba entre las vacaciones y algunas tareas caseras he desconectado casi totalmente), pero la ocasión lo merece.
Hola, me gustaría comentar que en España sí está permitido poner enlaces a música, sí está permitido descargar música, sí está permitido compartirla… siempre que no sea con ánimo de lucro. Además que esa música hace muchos años que son de dominio público.
Saludos.
Mazinger, pero ya he visto que has trabajado algo en tu próximo artículo, ¡que no decaiga!
amigo, esas músicas tienen los derechos de autor expirados, pero no los de explotación (que son de 50 años tras la grabación o publicación del disco), con lo que no son de dominio público (sí lo son las partituras). Respecto a lo de enlazar música en España, ¿tienes tú o algún otro algún enlace a la legislación relevante, por favor? Y, si nuestra página recibe visitas de otros países en los que eso no es igual y es ilegal enlazar archivos con derechos, ¿no nos afectaría eso?
@Mazinger: Sí, Sí, pero ya tengo yo ganas de leer sobre Las Fundaciones y los Imperios… ¡Adelante!
@amigo: Gracias por tu comentario. Efectivamente, hay una recomendación (o “ukase”, o como se llame, que de leyes sé menos que de música) de la Fiscalía General del Estado en el sentido que tú comentas. Pero estoy con Pedro en las dudas legales… Y por otra parte, algunas de las obras de las que pienso hablar no son aún del dominio público. Beethoven, Bach, Tchaikowsky y compañía fallecieron hace mucho más de setenta años, pero no es el caso de Shostakovich, o de Strawinsky, o de otros, incluso alguno de ellos vive todavía. Vamos, que la cosa no está clara.
Intentaremos apañarnos con los youtubes. veremos qué tal.
Saludos y gracias por los comentarios.
Siempre te quedará commons.wikipedia.org, no?
Pues a raíz de tu ignorancia comento la mía por ser algo rara, yo diría que ignorancia parcial. Resulta que mi padre se pasó toda mi niñez escuchando a todas horas música clásica, por lo que me suena casi todo, pero no se quien lo escribió ni nada por el estilo. Con el tiempo fui desarrollando esa rara habilidad para no enterarme de nada (yo creo que era por eso que mis padres creían que iba para científico) y ahora conozco mucha música moderna, pero sigo con dificultades para saber de quien es cada pieza. También me pasa con el cine y demás.
Vamos, que me parece que tus entradas me van a resultar muy ilustrativas.
¡Macluskey, no me llame godo a Schönberg, con la estima que le tengo! ¿Ni «La noche transfigurada»… un poquitín? Por cierto, ya que sale este compositor, en la película «Tren de sombras», de José Luis Guerín, se oía esta pieza en un contexto que me gustó especialmente; para quien lo pueda ver lo recomiendo (aunque no sé si debería, una vez llevé a un amigo al cine a ver esa película y se durmió – entiéndase que lo recomiendo bajo la responsabilidad del consumidor).
Yo también espero los artículos de Macluskey, después de su serie informática (además, tampoco distingo las corcheas de los archifonemas ). Gracias por anticipado.
@Brigo: Seguro que alguna reconoces, claro que sí. Y alguna otra conocerás de nuevas, también seguro. Ya me irás diciendo.
@Clochard: Cierto: La Noche Transfigurada es lo único que yo he oído de este amable señor que no es para salir huyendo. Pero es la compuso en 1899, antes de que le bajara la iluminación del dodecafonismo: o sea, es una obra tonal. Un poco rollo para mi gusto, vale, pero tonal. Todavía tiene esas tonterías como: melodía, armonía y consonancia que luego desaparecerán en sus dodecafónicas obras.
Porque después, con el rollo dodecafónico, nos amargó a muchísimos. A mí, desde luego: cada vez que voy a un Concierto y hay un estreno mundial… es para echarse a temblar (aunque hay sorpresas de vez en cuando, alguna saldrá en la serie).
Las tres o cuatro obras suyas que he oído, siempre en Sala de Conciertos, no me compraría yo un disco de Schonberg mi harto de orujo de hierbas (en la última, ese imposible Concierto para Violín, interpretado, o mejor, sufrido, por Hillary Hahn, nada menos, me faltó un tris para irme a tomarme una caña al bar mientras acababa… insufrible) me han parecido simplemente espantosas. Y de Webern y de Berg, y el resto de sus seguidores, lo mismo digo.
Pero también he de reconocer que he escuchado cosas aún peores. ¡Siempre es posible empeorar!
Gracias por tus comentarios, seguro que dan un contrapunto a mis ignorantes intervenciones…
Goear paga a la SGAE creo que a ellos si que podriais enlazarles sin problemas (y subir allí las piezas que quieras reproducir) http://www.goear.com/
http://www.goear.com/pages/terms_and_conditions.html
Espero que te sea de ayuda
PS: por cierto, gracias por la anterior serie que escribiste
¿Te has planteado poner enlaces de Spotify? Aquí tienes un ejemplo.
Ignorantes intervenciones, para nada: se nota que sabes lo suficiente de música, y que te gusta (y no creo que yo sepa más). En el fondo concordamos, aunque probablemente yo seré más condescendiente con Mr. Webern y Mr. Berg; pero claro, donde se ponga Beethoven que se quiten otras pajas. Un saludo y hasta más leer.
Realmente encantado de volver a leerte, y pido desde el otro lado del planeta sigas con tus historias sobre informática… Pero vayamos a este tema, me surgió una duda ¿3000 mil disco tienes? Bueno, felicitaciones por la serie anterior, y felicitaciones adelantadas por esta que seguro me gustara… Saludos desde Montevideo/Uruguay
¡Una serie de música! Esto si que no me lo esperaba. La espero con ansia. Y coincido con Clochard, se nota que sabes.
@Clochard, Andrés; Pues no. No sé nada. De veras.
He oído mucho, he comprado más, he ido a muchos conciertos, algunos sublimes, otros, para salir corriendo. Creo que tengo buen oído: soy capaz de detectar un desafinado, aunque en ocasiones no sé qué instrumento ha sido el culpable… Teng obuena memoria. Y tengo una opinión. Que no tiene nada que ver con la de los críticos y entendidos. Pero es la mía. Rara, indocumentada, irreverente. La mía, vaya.
A ver qué resulta de todo esto… Igual me crucificáis, como a Bach en su Pasión Según San Juan en Leipzig… Pero seguro que pasamos un rato divertido. Y eso es mucho.
@Suso: Habrá que mirar lo de Spotify… De momento no sé muy bien lo que es eso… ¡si seré ignorante, que ya lo decía yo!.
Gracias por la sugerencia, como la de NoelPollo de Goear. Habrá que investigar, pero…
Tened en cuanta que el blog no es mío, sino de Pedro, y él es quien decide hasta dónde quiere llegar (como es lógico, y yo estoy con él).
Saludos a todos y gracias por vuestros comentarios. Ya veremos cuando empiece a publicar posts de verdad…
Música. Quizá un susurro ardiente de la existencia, que se brota de las raíces últimas de la razón y que desborda sus propios propósitos. Como ‘compositor’ (aficionado, obviamente) me es difícil entender lo que es la música. Melodías que encarnan y se desvanecen, que tienen duración y a la vez no. Las ideas burbujean intermitentes, en general cuanto menor es la predisposición. En este sentido uno podría preguntarse ¿qué es la creatividad? ¿De dónde provienen aquellos sonidos? ¿Cuál es su razón de ser? Lo mismo sucede con las demás ramas del arte. No podemos hablar de ellas como si tuviera una utilidad práctica, aunque son irrevocablemente necesarias, pero ¿para qué?, o ¿por qué? ¿De dónde proviene el anhelo del ser humano por el arte?…
Claro que, en la actualidad, el concepto de “música”, de la misma manera que el de “libertad”, “democracia” o “derecho”, ha perdido su valor original, su esencia, que es a lo que me refería arriba. Hoy se usa la palabra música para referirse a cualquier cosa, menos a lo que en verdad es. La música clásica aún conserva ese valor… o algo de él.
Espero con ansias tus artículos, Mac.
Saludos.
Bueno, no has aguantado mucho sin postear, te ha cogido el gusanillo! Me alegro y disfrutaré leyendo tu interpretación de las obras, que a mí también me gusta la música clásica (aunque no haya ido a muchos conciertos por temas presupuestarios jeje).
Ahí os dejo eso. Ahora mismo no tengo tiempo de explicaros lo que es (viene a ser a la música clásica lo que linux a los sistemas operativos).
http://www.musopen.com/
Bueno, amigos, mi anterior comentario venía a cuento de los derechos de autor.
No conozco muy bien la legislación en este sentido, desde luego, pero parece ser que incluso aunque el autor esté muerto y aun cuando hayan expirado los derechos de explotación por parte de sus descendientes, existen también los derechos de interpretación. Es decir, si la orquesta sinfónica de Villarriba y Villabajo interpreta una obra, aunque ésta sea de dominio público, cualquier hipotética reproducción o copia de una grabación de dicha interpretación debería efectuarse en los términos del copyright de la citada orquesta y su discográfica, con lo cual no se puede utilizar legalmente dicha interpretación para ningún fin sin permiso de los intérpretes, aunque la partitura esté libre de derechos de autor y explotación.
Por ello la página web a la que os remitía, y que aquí vuelvo a enlazar ( http://www.musopen.com/ ), pretende recopilar un extenso catálogo de interpretaciones libres. Cualquier estudiante de música, aficionado o quien buenamente quiera y pueda, puede interpretar con su instrumento la obra musical que prefiera de modo que ésta gozará de libre distribución y también se podrá copiar libremente. Como las dotes interpretativas de cada ejecutante pueden ser variopintas, se elabora un ranking (algo parecido a lo que hace el menéame con las noticias), de forma que se pueden localizar fácilmente las interpretaciones de mejor calidad.
Éste es un paso para una música clásica libre.
¡Macluskey, pero qué estoy leyendo! ¡Si reniegas de Shönberg!
No sé, amiguito, a mí me cae bien el tipo. No tengo paciencia para escucharle una obra completa, desde luego, pero como a mí me atrae mucho precisamente el saber cómo se hace la música, el que Shönberg rompiese con un paradigma anterior y fuese capaz de crear uno nuevo, que, por cierto, después de la tonalidad clásica es el más prolífico, me obliga a tenerlo como figura de admiración.
A mí me gustaría, seguro, aprender técnicas de música serial. Ya las utilizaría yo a mi criterio.
Por otra parte, creo que, mejor que dodecafonismo, habría que decir serialismo. Además, las melodías, la consonancia y la tonalidad no desaparecen necesariamente con el serialismo (Shönberg hacía muy difícil que se estableciese un centro tonal, pero no imposible; de hecho se pueden preparar series que generen música tonal). Y, por supuesto, creer que la música tonal es perfectamente consonante es un error, ¿qué es entonces la disonancia de trítono de un acorde dominante? En Behetoven, que tanto te gusta, escucharás bastantes disonancias, puedes estar seguro. Asimismo, una música consonante no necesariamente ha de ser tonal, como ya demostraría Messiaen, precisamente con una atonalidad basada en consonancias.
En cuanto a la melodía, el serialismo de Shönberg trabaja las series de forma muy contrapuntística, digo yo que para que haya contrapunto deberá haber melodías, ¿no?
Y, poco, más, que Shönberg, nos guse o no, además de serialista dodecafónico era un excelente conocedor de la tonalidad. Escribió libros muy interesantes de Armonía tonal, y yo le debo parte de mis conocimientos. Algún mérito tendría el hombre.
Si no te gusta Shönberg, tampoco hay que decir que es para salir corriendo. Una cosa son los gustos y otra la calidad.
Todo esto dicho desde el buen rollito.
Y una cosa más te voy a decir, amigo Maclusket: deberías dar el paso.
Se nota que eres un gran melómano. Te gusta la música, vas a los conciertos y tienes cultura musical. Deberías aprender música.
Componer tus propias obritas puede ser muy gratificante. No hace falta ser un Bach para hacer algo medianamente digno de lo que uno pueda estar razonablemente orgulloso. Tampoco hace falta ser un virtuoso para empezar a tocar algunos acordes y aprender cómo enlazarlos. Poquito a poco se puede ir consiguiendo cosillas.
¿Qué tal, Macluskey? ¿Al final en que va a quedar eso de las tonalidades mayores y menores? ¿Nos animamos?
Pues claro!!!
Ya estoy en España de nuevo y con acceso a internet. No es que no quería contestar… ¡Es que no podía!
Me pongo en contacto contigo por email.
Un saludo.
Mac
PD: Y no, no soporto a Schönberg. He escuchado unas pocas obras suyas y me parecen espantosas. Poco menos que aleatorias. Y del serialismo, ni hablamos.
En un artículo ya comenté que escuché una conferencia de Ramón Barce, recientemente fallecido, en el que comentaba cómo era el ambiente musical español en los sesenta: cada vez que se reunían unos pocos músicos y uno decía “he compuesto una pieza musical que es la caña…”, la pregunta del resto de la audiencia era: “¿Y cuándo la has escrito?”. Si la respuesta era “Hace un año”, inmediatamente los tertulianos decían: “Bah, demodé”; si decía “el mes pasado”, todo el mundo decía “¡Portentoso!”… ¡¡¡sin haberla escuchado ni saber de qué iba!!!
Eso no se llamaba música, sino gilipuyuá, con perdón. Y a mis años no soporto las gilipuyuás de ninguna clase.
Schönberg era un innovador, un estudioso, quizá un genio, que a mí no me gusta, pero un genio. Sus seguidores o eran genios. Eran (son) unos pelmazos.
De buen rollito, eh? que sobre gustos no hay colores.
Repito: Mañana te escribo con calma, que me está matando el jet-lag…
¡Hola, Mac! ¡Has regresado!
En cuanto a lo del artículo, tengo muchas ideas en la cabeza. A ver si me ayudas a ir acotando.
Verás, he pensado en empezar desde cero, cero, cero, cero… Vamos, desde los parámetros del sonido, pues, supongo que parecerá mentira, pero yo me he llegado a encontrar personas (que han salido con un título de la universidad) que no saben ni la diferencia entre “grave” y “agudo”… Si empezamos entonces a hablar de alturas…
Quizás, al ser el sonido algo sobre lo que solemos reflexionar tan poco, dar cualquier cosa por sabida sin, al menos, definirla, pueda llevar a malos entendidos. Claro, que esto obliga a una serie en vez de un artículo.
También he pensado en escribir algo que ayude a entender una partitura. Sí, leer solfeo con fluidez requiere de una buena dosis de práctica, pero entender todos los signos escritos en una partitura sólo es cuestion de conocimientos.
Otra cosa que me gustaría es explicar la armonía (hasta donde sé y pueda). Muchas veces la gente se confunde y piensa que saber solfeo es saber música. Saber solfeo es saber leer lo que pone en una partitura, seguir fielmente sus instrucciones, pero eso no implica que, por saber solfeo, vayas a entender por qué el compositor escribe una nota y no otra, un determinado acorde y no otro… (de igual modo, un niño de seis años puede leer mecánicamente una poesía, pero eso no garantiza que conozca las reglas para escribir versos alejandrinos, por ejemplo).
En mi opinión, aunque el solfeo ayuda a comprender la armonía (sobre todo por ser una representación gráfica de la música, y, por cierto, seguramente no es la mejor representación gráfica posible, ni la más intuitiva), es posible aprender algo de armonía, incluso bastante, sin necesidad del solfeo.
Va de ladrillos la cosa (lo que pienso no voy a ser capaz de expresarlo en pocas palabras).
En cuanto al amigo Shöenberg, y sin ánimo de eternizar la controversia, puede que si no nos gusta sea que no estemos “mirando” lo que tendríamos que mirar.
Yo soy más bien rockero (de gustos rockeros). Cuando era niño no me llamaba la atención la música que salía en aquellos rudimentarios primitivos y videoclips. Siempre me parecieron melodías muy tontas. Pero un buen día llegó a mi poder un cassette: “el poder del heavy”. Vaya, aquello sí que molaba de verdad.
Seguí escuchando a Obús, Barón ojo, etc. Ahora me río de mis gustos infantiles, pero en aquella epoca para mí era lo más, y rechazaba casi cualquier otro tipo de música.
Cuando, mucho más tarde, me decidí a aprender a tocar un instrumento. Llegué a amar piezas de otros estilos.
Debe de ser algo así como la diferencia entre ver un partdo de tenis sin saber nada de tenis (es aburridísimo ver a dos tíos dando palos a una bola hasta la saciedad) y maravillarse con cada golpe, cada gesto técnico, cada efecto, cada estrategia, cada detalle.
Me gusta el rock. Pero me gusta la gente que propone algo en música. Me gusta la gente que domina un extenso vocabulario de técnicas en sus composiciones. No me impresiona el niñato que pega dos guitarrazos ni el grupo que hace canciones normales y corrientes sólo que con ritmo de rock. Me gustan los estudiosos de los modos, las escalas, los arpegios, los desplazamientos rítmicos y los compases de amalgama. Y eso, inevitablemente, me abre las miras hacia compositores de otros estilos (de jazz, clásico o de lo que sea) que utilicen recursos que me puedan interesar.
Aunque es muy posible que yo tenga más conocimientos técnicos que tú sobre cómo se hace la músca, estoy seguro, por lo que he leído por aquí, de que eres un tipo bastante más culto que yo, musicalmente hablando. Seguro que eres mejor aficionado a la música que yo. Pero deja que te cuente algo:
En mis mejores tiempos como músico (que no fueron maravillosos, precisamente) toqué algunas piezas de Leo Brower, compositor cubano contemporáneo. Estas obras no eran seriales, pero sí eran raras de narices. Algunas de ellas parecían bastante atonales. Al principio me era difícil reconocer la musicalidad en todo esto. Sin embargo, con el tiempo, uno se da cuenta de que, si está plenamente convencido de lo que está tocando, puede sacar música de las combinaciones de notas más extrañas. Los matices dinámicos y muchos otros aspectos de la interpretación pueden ayudar bastante.
Quizá, en un primer momento, yo no estaba mirando hacia donde Brower me habría señalado. Y, desde luego, si no me hubiese metido en faena con estas músicas, jamás habría llegado a apreciarlas.
Las obras seriales de Shöenberg, pueden parecerer aleatorias, pero no lo son en absoluto. Es más, hay una planificación probablemente superior a la de otros compositores no seriales.
Creo, además, que el serialismo puede usarse como un recurso más. No creo que haya ningún papel escrito en el que diga que, forzosamente, si una obra musical empieza siendo serial, deba acabar siendo serial (y lo mismo aplicaría a la tonalidad).
La música puede expresar un extensísimo abanico de sentimientos. El serialismo puede ser ideal para expresar la realidad convulsa y bélica de la Europa coetánea a Shöenberg y sus discípulos (tengamos en cuenta el contexto histórico). El horror y el espanto también pueden ser representados en música.
Ahora bien, según yo leí una vez en algún sitio, Shöenberg llegó a considerar la tonalidad como un vicio del oído. Algo que hay que desterrar. Yo, modestamente, no estoy de acuerdo con esta hipótesis. Supongo que, como en casi todo, existe una dialéctica entre la genética y el ambiente. Sí, en parte sentimos predilección por las músicas tonales porque estamos educados en ello, pero estoy casi seguro de que el ser humano “está hecho” para apreciar la tonalidad, lo llevamos en los genes.
Ahora bien, otra cosa es que no se puedan dar otras relaciones entre los sonidos musicales fuera de la tonalidad. Y tampoco pienso que seamos de todo punto incapaces de apreciar músicas que no sean tonales, pues creo que sí, que podemos aprender a hacerlo.
Sobre Shönberg o Shoenberg (pues se cambió el nombre y cada vez lo escribo de una manera, no sé si siempre correcta) sólo digo que es admirable el hecho de que abriera aún más nuestros horizontes musicales. No me pronuncio sobre la calidad de su obra, puesto que no estoy en el nivel adecuado para ello.
Eso sí, me parece que es una lástima que muchas de sus obras sean desconocidas incluso por los mismísimos músicos. Y es que, realmente, su audición resulta dura incluso para oídos expertos.
Con respecto a lo que dices en tu último comentario sobre los pelmas de sus seguidores, pues verás, no tengo el placer de conocerlos Y, desde luego, mi comentario era una respuesta a una valoración tuya sobre la obra de Shöenberg, nadie había hablado aquí de sus fans, ni de modismos, que yo sepa.
Lo que quiero dejar claro es que en cada época, en cada período musical, los músicos han admitido recursos nuevos. Han hecho cosas por las que músicos anteriores se habrían llevado las manos a la cabeza. Y no lo han hecho por frivolité ni por ser los más “guayses” o los nuevos profetas del arte musical. Lo han hecho porque se aburrían. Porque llega un momento en que no hay nada nuevo bajo el sol y en el que parece que todo está dicho ya. Hay un impass en el que los músicos de un periodo no se sienten capaces de decir nada nuevo y necesitan buscar nuevos caminos para ampliar la experiencia musical. Así veo yo a Shöenberg, como un explorador de caminos.
Compotrigo: Te envío un email para irnos planificando, a ver qué sale…
Los “seguidores de Schönberg” a los que merefiero son, ante todo, Webern y Berg… pero su sombra alargada está en muchos sitios. La mayoría de compositores modernos son de una u otra manera, seguidores de las “nuevas formas” que inventó el amigo.
Vale, estoy plenamente de acuerdo contigo en que, después de Mahler, cualquier compositor que se precie decidiera dedicarse a los versos endecasílabos o a la pesca del atún, porque no debe ser nada, pero nada motivador intentar superar a un tipo como Mahler en “lo suyo”. Así que se inventa algo nuevo.
Hasta ahí, todo normal y lógico. Ha pasado en todas las otras artes… en pintura (tras Velázquez… ¿quién se atreve a pintar al estilo de Velázquez?), en literatura, escultura… Es la evolución, y es lógica.
Pero igual que no me gusta nada, pero nada la pintura abstracta (me parece mayormente una tomadura de pelo, como aquel pintor del que no recuerdo el nombre, ni ganas de recordarlo, que “pintaba” sus obras maestras inyectando tinta a un huevo y luego estampándolo contra un lienzo… ¡menuda obra de arte!), o en escultura (donde sin ir más lejos un genio como Chillida me parece un autor de bodrios infumables), pues en música me pasa igual.
He escuchado algunas obras modernas, estrenos y todo, que me han gustado. Pero la mayoría de estrenos me parecen simplemente insoportables. Y, por cierto, midiendo la cantidad y el estruendo en los aplausos en vivo, creo que el 99% del personal opina como yo.
Creo que podríamos discutir (en el sentido inglés del término discutir, of course) durante años de estos temas… pero en definitiva no será más que un amable intercambio de opiniones… ¡Para gustos, los colores!!
Saludos
Mac
Sí, pero que quede claro que componer una obra serial no es equivalente a inyectar los sonidos en un huevo y estamparlos en la partitura , sino que es algo con mucha más ciencia (y no entro en si es o no es arte de calidad, porque no me atrevo).
Se me ocurren otras cosas más cercanas al huevo estampado y como salga salió, que también se ha hecho ese tipo de cosas en música, pero no son serialistas.
Por cierto, me gusta eso de “para gustos los colores”, cada uno tiene sus gustos, y son todos respetables (no metería a nadie en la cárcel por ellos ).
Como mera curiosidad (y no va por ti, que tú sí que habrás leído), ¿ves tú? “Para gustos, los colores” está bien dicho, pero cuando me dicen “sobre gustos no hay nada escrito”, siempre me acuerdo de uno que contestaba: “sobre gustos hay mucho escrito, otra cosa es que tú no lo hayas leído” (tenía mala idea el tío). Y sí, se ha escrito mucho sobre gustos, y, aunque esto de los gustos y las calidades tiene bastante de subjetivo y nunca se podrá objetivizar del todo, yo pienso que no siempre se trata de meras opiniones y creo que tú, en el fondo, también, pues si no, no argumentarías eso del “99% opina como yo”.
Seguimos en contacto, y de verdad que es un placer participar aquí.
Uy, te descubro con, ¡veintiún años de retraso! Me lo voy a pasar pipa en lo que queda de confinamiento (el Granvirus).
No, Candía, no con 21 años de retraso: sólo con 11… que siguen siendo muchos, ya lo creo…
Gracias por tu mensaje, pero ya te voy advirtiendo de que algunos videos de los enlazados en su día ya no están, y otros no eran muy maravillosos precisamente. Así que te invito a buscar en la plataforma que te guste otras versiones si la que está enlazada no es de tu agrado. O no existe. Eso pasa sobre todo en los tres o cuatro primeros años; luego youtube ya permitía videos más largos y mejoraron mucho las versiones subidas.
Saludos. Mac.
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