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¿Qué significa ser escéptico?




Quizás no sea una palabra demasiado afortunada para representar lo que en verdad significa. O quizás sea su escasez en nuestra sociedad la que hace que pierda su significado. En cualquier caso, al escuchar, al ver o al leer lo que nos brindan los siempre amados medios de información, nos topamos con un desolador desafío: ¿en qué creer y en qué no?

Es alarmante el crecimiento de la difusión de pseudociencias, falacias, y demás disparates que atentan contra el futuro de nuestra sociedad (por no decir de la especie humana). Creo, pues, urgente detenernos a reflexionar sobre esto y empezar a tomar medidas. Por supuesto que no soy el primero, ni seré el último, pero no me sentiría feliz no habiendo hecho mi (modesto) aporte.

Casi irónicamente, la falta de escepticismo conduce a que la palabra escéptico sea malinterpretada. El hombre escéptico es visto (precisamente por el no escéptico) como aquel “reacio a aceptar nuevas verdades”, de “mente cerrada”, “que no cree nada”, y con otros adjetivos despectivos. Aquel que así lo piense no tiene la menor idea de lo que significa ser escéptico. La actitud escéptica no consiste en negar afirmaciones inconsistentes, como por ejemplo “anoche escuché un zumbido que muy posiblemente provino de un platillo volante extraterrestre”, sino en dudar, en examinar argumentos, en buscar evidencias, en no aceptar nada sin previo análisis, con el sólo afán de hallar conocimiento firme. El escepticismo no es un capricho; es una forma de vida.

Pero lo lamentable es que en nuestros tiempos, a parte del hidrógeno, hay otro elemento que sobreabunda — los charlatanes. Personas que promueven la desinformación, la desculturización, la deshumanización, que se regocijan a costa de la credulidad, ingenuidad y falta de pensamiento crítico por parte de la gente, y que al mismo tiempo visten de traje y atraen multitudes con palabras sabrosas. Sin embargo, ¿qué mejor que me digan lo que yo quiero oír?, ¿qué mejor que leer a quienes apoyan mis creencias e ignorar a quienes se contraponen? ¡Qué agradable sensación! No, esa actitud no conduce ningún lado. Eso sí es tener una “mente cerrada”.

Las falacias, pseudociencias, y manipulaciones de pensamiento no tienen hábitat particular; están en todas partes: en la radio, en la televisión, en periódicos, en libros, en conferencias, en la calle, en el hogar, y nosotros las repetimos o efectuamos corrientemente sin detenernos un momento a reflexionar sobre su coherencia y consistencia. Y lo peor es que aparentan ser verdades tan obvias que las hacemos parte de nuestra vida. Sé que estoy describiendo el caso extremo, pero asimismo consideremos algo más blando: la publicidad comercial.

Según el comerciante, el producto que ofrece es sensacional, tiene el mejor precio y es la opción más inteligente que el comprador puede elegir. ¡No posee desventaja ni inconveniente alguno! El buen comerciante alimenta a sus posibles compradores con palabras de gozo y satisfacción, logrando en el atónito cliente una sensación de ansias de poder. Un poder que sólo puede conseguir adquiriendo el producto. Ante estas circunstancias, alguien más despierto se para y dice “¡momento!, ¿qué me está ofreciendo este señor?, ¿qué ganaría él, vendiendo un producto tan fantástico a tan bajo precio?, ¿realmente necesito esto?”. La actitud escéptica está en cada persona por naturaleza, pero hay que desarrollarla.

Es muy poco común que en casos como el anterior —que más que nada es una fábula ilustrativa— el sometido se ponga en el lugar del dominante, es decir, que el ‘comprador’ se ponga a reflexionar tal si fuera el ‘comerciante’, con el objeto de desentrañar sus intensiones y arremeter de forma más adecuada. Ésta es una herramienta tan valiosa como escasa, cosa que usted puede comprobar.

Ante cualquier argumento que escuchamos o leemos, por más evidente o agradable que luzca, es conveniente desmenuzarlo y analizarlo detenidamente. ¡¿Qué?! ¿Y por qué me tengo que tomar yo la terrible tarea de pensar? ¿No es más fácil dejarse llevar por el instinto? ¿No es más fácil que otros piensen por mí? Hasta este punto está llegando nuestra sociedad. Ante la pregunta ¿en qué creer y en qué no?, la mente tiene programado un procedimiento automático que es necesario reconocer y desterrarlo, que es el siguiente:

Si la creencia favorece la intención con la que uno se ha hecho la pregunta, entonces debe ser verdadera, y si no la favorece entonces debe ser falsa. En otras palabras, si la creencia en cuestión puede resultar provechosa o beneficiosa para nuestra vida, entonces se tiende a afirmar que debe ser verdadera, y si es incómoda o complicada se tiende a sostener que es falsa. Esto, desde luego, es un error tremendo, y lo preocupante es que lo llevamos a cabo a cada momento sin percatarnos de ello.

Un ejemplo exagerado: “la noche pasada vi una extraña luz en el cielo, ¿habrá provenido de una fuente extraterrestre? Me parece muy factible que sí”. Veamos cuál es el razonamiento. La pregunta consiste en si la extraña luz pudo provenir de una fuente extraterrestre. Si la respuesta fuese no, sería algo muy frustrante y decepcionante, por lo que esta respuesta debe ser falsa. Si en cambio la respuesta fuese , sería algo muy emocionante y excitante, y en consecuencia es mejor que esta respuesta sea verdadera. Es decir, si en las circunstancias descritas uno se hace la pregunta “¿habrá provenido de una fuente extraterrestre?”, lo está haciendo con la intención de encontrar una respuesta afirmativa, si no ¡qué injusta sería la vida!, ¿no?

Otro ejemplo menos exagerado: en la antigüedad se creía que nuestro planeta era el centro del Universo. Después apareció Copérnico con la teoría heliocéntrica (que en realidad era de Aristarco de Samos), diciendo que nuestro planeta no tenía nada de especial, sino era uno más entre tantos, girando en torno al Sol. ¿Cómo fue tomada esta proposición? Evidentemente, que nuestro planeta sea uno más, sin nada de especial, es algo nada agradable, muy desafortunado, por lo que la teoría heliocéntrica debe ser falsa. Que, en cambio, nuestro planeta sea el centro del Universo, es muy reconfortante, nos da la sensación de poder, de autoridad, etc. y por eso es mejor que esta proposición geocéntrica sea verdadera. ¡Qué decepcionante sería si sólo fuéramos un planeta más!

Después de examinar estos dos ejemplos falaces, creo que se habrá entendido a dónde apuntaba antes. La tarea del científico es hallar conocimiento firme por medio de la evidencia fundamentalmente, sin importar si nos convienen o no las conclusiones que obtengamos. En el siglo pasado, por ejemplo, los físicos tuvieron que convivir con una ingente cantidad de conclusiones incómodas que contradecían toda intuición, durante el desarrollo de la teoría de la relatividad y de la mecánica cuántica, y no por eso abandonaron su labor, sino todo lo contrario. Esta actitud es la que necesitamos.

Por eso, conviene tener muy en cuenta las diferencias de razonamiento entre el científico y el pseudocientífico (ufólogos, parapsicólogos, y demás charlatanes), para identificarlos fácilmente:

El pseudocientífico identifica (o inventa) un fenómeno y formula una hipótesis (muy bonita, por cierto) que intenta explicarlo. Todo lo que hará el pseudocientífico desde este momento y por el resto de su vida, será defender su hipótesis, sin someterla a prueba, y buscando argumentos alternativos para explicar las posibles refutaciones que aparecieran. Es decir, su hipótesis es irrefutable: no puedes luchar contra él; él tiene la razón y punto.

En cambio, cuando el científico observa un fenómeno o detecta algún problema con explicación desconocida, formula una hipótesis (sea muy bonita o desagradable) para intentar justificarlo. Inmediatamente después, el científico hará todo lo posible por intentar refutar su propia hipótesis (sí, refutarla) sometiéndola a distintas circunstancias pertinentes, y en caso de no conseguir ninguna experiencia que la contradiga, y que la totalidad de los experimentos la apoyen, esta hipótesis se convertirá en Teoría. De lo contrario, en caso de encontrar algún experimento que la refute, la actitud del científico será la de aceptar la ineficiencia de su hipótesis y buscar otra que se ajuste mejor a la realidad.

Note la riqueza y lo mucho que nuestra sociedad debe aprender de la actitud científica. Pero hay una cosa que quiero aclarar de lo anterior. Existe un mito casi pandémico sobre la palabra Teoría. Doy un ejemplo clásico: “La teoría de la evolución de Charles Darwin mostró que las especies provienen de ancestros comunes” a lo que se le suele responder: “¡Ah, pero eso es tan sólo una teoría!” Francamente, no sé qué es lo que entienden por “teoría” quienes responden de esa manera, pero me parece que se confunden con el término de “hipótesis”. Una teoría no es un invento divagatorio que pretende explicar algo, sino una hipótesis comprobada o fundamentada por evidencia firme. Claro que una teoría no es la última palabra, pero es el modelo más consistente y que mejor se ajusta a la realidad; de eso se trata la ciencia.

Pero lo preocupante es que la industria de la desinformación no descansa, y cada día ataca con nuevas armas. La astrología, la ufología, la medicina alternativa, la parapsicología, etc., etc., son recibidas con los brazos abiertos y gran gratitud, ya que ofrecen un paquete de soluciones mágicas y tan fantásticas que sería necio no aprovecharlas. Y peor es cuando se difunden a tal magnitud, que hay quienes empiezan a mirar con malos ojos a la ciencia. ¿Se da usted cuenta de lo grave que es esto? ¿En qué acabará nuestra sociedad? ¿En qué acabará la humanidad?

La belleza de la ciencia es infinita; no porque ofrezca todo tipo de soluciones mágicas, sino por su magia; no porque nos dé todas las respuestas, sino por sus preguntas; no porque sea un trabajo cuadrado y cerrado, sino porque abre fronteras; y no porque ambicione perfección, sino porque orgullosa está de su incompletitud.


Sobre el autor:

lucas (Lucas Gabriel Cantarutti)

Existe una pregunta cuyos orígenes se remontan a tiempos inmemoriales. Una pregunta que todos nos hemos hecho alguna vez. Una pregunta para la que, quizá, la humanidad no tenga respuesta: "¿Por qué?"
 

{ 21 } Comentarios

  1. Gravatar Macluskey | 04/06/2009 at 06:20 | Permalink

    Lucas: Voy a comentar en dos veces… no es que sea megalomaníaco, que también, es que este comentario es mío y el siguiente… el siguiente, no.

    Cuando dices lo de que “el científico debe intentar refutar su propia teoría”, y que eso es aparentemente difícil, complicado… cuando debería ser lo normal y cotidiano, te entiendo perfectamente, y te contaré una cosa que, sorprendentemente, no ha salido aún en mi serie:

    Un programador hace un programa que le han ordenado. Pasa días, semanas, diseñando, codificando, escribiendo código… y al final el programa está listo para la prueba. Se prepara un juego de ensayo, y se ejecuta el programa para demostrar que el programa funciona. Cuando funciona, yastá. A Producción… y, qué cosas, allí va el muy cretino, y falla como escopeta de feria.

    ¡Normal!

    Hay algo fundamental que falla en ese razonamiento, muy común (por no decir “el único”): La prueba del programa hay que hacerla para demostrar que EL PROGRAMA FALLA. Cuando una prueba encuentra un error, ha sido una prueba exitosa. Cuando no encuentra ninguno… la prueba ha fracasado.

    Dicen que es una cosa psicológica: a un programador le cuesta mucho cambiar el chip, y tras crear SU programa, intentar DESTRUIRLO, demostrando que falla… por lo que las pruebas se preparan sólo para verificar que el programa hace lo que el programador cree que debe hacer, en lugar de lo que debe hacer… No sigo. Creo que es suficiente.

    En el siguiente comentario, no hablo yo: habla el maestro Carl Sagan…

  2. Gravatar Macluskey | 04/06/2009 at 06:26 | Permalink

    “Hay un Dragón en mi Garaje… … por Carl Sagan

    En mi garaje vive un dragón que escupe fuego por la boca.

    Supongamos (sigo el método de terapia de grupo del psicólogo Richard Franklin) que yo le hago a usted una aseveración como ésa. A lo mejor le gustaría comprobarlo, verlo usted mismo. A lo largo de los siglos ha habido innumerables historias de dragones, pero ninguna prueba real. ¡Qué oportunidad!

    • Enséñemelo – me dice usted.

    Yo le llevo a mi garaje. Usted mira y ve una escalera, latas de pintura vacías y un triciclo viejo, pero el dragón no está.

    • ¿Dónde está el dragón? – me pregunta.

    • Oh, está aquí – contesto yo moviendo la mano vagamente -. Me olvidé decir que es un dragón invisible.

    Me propone que cubra de harina el suelo del garaje para que queden marcadas las huellas del dragón.

    • Buena idea – replico –, pero es que este dragón flota en el aire.

    Entonces propone usar un sensor infrarrojo para detectar el fuego invisible.

    • Buena idea, pero el fuego invisible tampoco da calor.

    Se puede pintar con spray el dragón para hacerlo visible.

    • Buena idea, sólo que es un dragón incorpóreo y la pintura no se le pegaría.

    Y así sucesivamente. Yo contrarresto cualquier prueba física que usted me propone con una explicación especial de por qué no funcionará.

    Ahora bien, ¿cuál es la diferencia entre un dragón invisible, incorpóreo y flotante que escupe un fuego que no quema y un dragón inexistente? Si no hay manera de refutar mi opinión, si no hay ningún experimento válido contra ella, ¿qué significa decir que mi dragón existe? Su incapacidad de invalidar mi hipótesis no equivale en absoluta a demostrar que es cierta. Las afirmaciones que no pueden probarse, las aseveraciones inmunes a la refutación son verdaderamente inútiles, por mucho valor que puedan tener para inspirarnos o excitar nuestro sentido de maravilla. En definitiva, lo que yo le he pedido que haga es acabar aceptando, en ausencia de pruebas, lo que yo digo.

    Lo único que ha aprendido usted de mi insistencia en que hay un dragón en mi garaje es que estoy mal de la cabeza. Se preguntará, si no se puede aplicar ninguna prueba física, qué fue lo que me convenció. La posibilidad de que fuera un sueño o alucinación entraría ciertamente en su pensamiento. Pero entonces ¿por qué hablo tan en serio? A lo mejor necesito ayuda. Como mínimo, puede ser que haya infravalorado la falibilidad humana.

    Imaginemos que, a pesar de que ninguna de las pruebas ha tenido éxito, usted desea mostrarse escrupulosamente abierto.

    En consecuencia, no rechaza de inmediato la idea de que haya un dragón que escupe fuego por la boca en mi garaje. Simplemente, la deja en suspenso. La prueba actual está francamente en contra pero, si surge algún nuevo dato, está dispuesto a examinarlo a ver si le convence. Seguramente es poco razonable por mi parte ofenderme porque no me cree; o criticarle por ser un pesado poco imaginativo… simplemente porque usted pronunció el veredicto escocés de “no demostrado”.

    Imaginemos que las cosas hubiesen sido de otro modo. El dragón es invisible, de acuerdo, pero aparecen huellas en la harina cuando usted mira. Su detector de infrarrojos registra algo. La pintura de spray revela una cresta dentada en el aire delante de usted. Por muy escéptico que se pueda ser en cuanto a la existencia de dragones – por no hablar de seres invisibles – ahora debe reconocer que aquí hay algo y que, en principio, es coherente con la idea de un dragón invisible que escupe fuego por la boca.

    Ahora otro guión: imaginemos que no se trata sólo de mí. Imaginemos que varias personas que usted conoce, incluyendo algunos que está seguro que no se conocen entre ellas, le dicen que tienen dragones en sus garajes… pero en todos los casos la prueba es enloquecedoramente elusiva.

    Todos admitimos que nos perturba ser presas de una convicción tan extraña y tan poco sustentada por una prueba física. Ninguno de nosotros es un lunático. Especulamos con lo que significaría que hubiera realmente dragones escondidos en los garajes de todo el mundo y que los humanos acabáramos de enterarnos. Yo preferiría que no fuera verdad, francamente. Pero quizás todos aquellos mitos europeos y chinos antiguos sobre dragones no eran solamente mitos…

    Es gratificante que ahora se informe de algunas huellas de las medidas del dragón en la harina. Pero nunca aparecen cuando hay un escéptico presente. Se plantea una explicación alternativa: tras un examen atento, parece claro que las huellas podían ser falsificadas. Otro entusiasta del dragón presenta una quemadura en el dedo y la atribuye a una extraña manifestación física del aliento de fuego del dragón. Pero también aquí hay otras posibilidades. Es evidente que hay otras maneras de quemarse los dedos además de recibir el aliento de dragones invisibles. Estas “pruebas”, por muy importantes que las consideren los defensores del dragón, son muy poco convincentes. Una vez más, el único enfoque sensato es rechazar provisionalmente la hipótesis del dragón y permanecer abierto a otros datos físicos futuros, y preguntarse cuál puede ser la causa de que tantas personas aparentemente sanas y sobrias compartan la misma extraña ilusión.

    En definitiva, lo malo de tener la mente abierta es que, en cuanto te descuidas lo más mínimo, alguien intenta llenártela de trastos.”

    Nada más que decir. Salvo hacer reverencias ante ambos maestros: Mr. Sagan y nuestro querido Lucas.

    Firmado: Un escéptico incorregible: El Mac.

  3. Gravatar Brigo | 04/06/2009 at 08:02 | Permalink

    No sabes lo de acuerdo que estoy contigo. Tengo una tía que estudió químicas (muy meritorio para una mujer en aquellas épocas) se ha metido en el mundillo de las pseudociencias, yoga, etc. y ahora dice que en la Universidad te lavan el cerebro para que solo creas lo que ellos dicen. Esto me lo repite mensualmente en medio de otras barrabasadas por el estilo.

    En fin, que buen artículo.

  4. Gravatar Luis Catalán | 05/06/2009 at 02:14 | Permalink

    ¿No es de Carl Sagan este artículo? ¿Por qué no aparece mencionada?

  5. Gravatar Pedro | 05/06/2009 at 05:43 | Permalink

    Luis, lo que dices es bastante grave, y me sorprendería muchísimo que Lucas hubiera hecho algo así. Creo que he leído la mayor parte de lo que escribió Sagan y no recuerdo este texto: ¿tienes alguna referencia?

    Sí recuerdo, por supuesto, el dragón invisible que mencionas, Mac: todos los años uso una variación de él cuando empiezo a enseñar ciencias en 1º de ESO, y funciona a las mil maravillas :)

  6. Gravatar Mazinger | 05/06/2009 at 06:20 | Permalink

    Es duro nadar contra corriente y muy cómodo seguirla o, a lo sumo, quedarse al margen, en la orilla, viendo pasar el agua. Los grandes cambios y los grandes avances han tenido lugar gracias al esfuerzo titánico de pocas personas a contra corriente.

    Muy bueno el artículo, Lucas.

    @Macluskey

    Por eso las pruebas las tiene que realizar un equipo distinto al de desarrollo. Algo que he visto en pocas ocasiones, por cierto. Lo cual es inquietante: ¡No podemos confiar en nosotros mismos! ¡Qué fuerte es la tendencia a autoengañarnos! El mito de Narciso no es por nada.

  7. Gravatar lucas | 05/06/2009 at 12:49 | Permalink

    @Luis Catalán: No. De ninguna manera. Este artículo lo escribí yo, Lucas, hace un par de días. Te sugiero que busques en la red, o inspecciones toda la bibliografía de Sagan, o de todos los autores que desees, y verás que no encontrarás este texto que, repito, escribí yo.

    @Mac, tienes razón, son análogas las labores de un científico y de un programador, y en el artículo intento enfatizar que también la vida misma lo es. Una de las sensaciones más afortunadas (creo yo) que una persona puede experimentar, es darse cuenta de que estaba equivocada, habiendo buscado ella misma su propio error. Por otra parte, conocía el relato del dragón invisible, y te agradezco mucho por ponerlo aquí porque cae como anillo al dedo, para complementar este artículo.

    @Brigo, te recomiendo que le regales a esa tía un libro de Sagan :) ¡A ver qué pasa!

    @Mazinger, no me gusta mucho la etiqueta de “nadar contra la corriente”, pero en cierto sentido es verdad. Yo diría “quitar agua de la corriente”, para que pierda caudal y acabe por evaporarse… Ciertamente, un trabajo titánico, pero no imposible.

    ¡Saludos a todos!

  8. Gravatar Claudio | 05/06/2009 at 10:27 | Permalink

    En la universidad aprendí sólo 1 cosa, humildad, la cual me parece es el primer paso para tener una actitud científica, en la ciencia se avanza poco, pero se avanza, no se dan esos retrocesos a la edad media o a la prehistoria de algunas pseudociencias. Una trampa en la cual nos quieren hacer caer siempre es en el creer, nos preguntan si creemos en tal o cual cosa, siempre respondo ¿y por que habría de creer en lugar de saber o no saber?.

  9. Gravatar Iván | 06/06/2009 at 01:11 | Permalink

    Este es el comentario “bueno”, el que salió bien (el anterior estaba duplicado/roto, ¡lo siento!):

    Y la posición aquí mostrada, que se dice “escéptica”, también creo que necesita algo más de escepticismo frente al uso de ese concepto de “escéptico”.

    La posición que se muestra en el texto empieza con una creencia (¿lo tomaríamos como axioma más bien?):

    «[…] pseudociencias, falacias, y demás disparates que atentan contra el futuro de nuestra sociedad […].»

    Aquí hay una emoción, o un malestar, que diagnostica. ¿Y hay también cierta necesidad de rápido encuentro de algo así como “chivos expiatorios”?

    Un enlace rápido entre cierta emoción y cierta necesidad de culpar a algo o a alguien parece, cuando menos, peligroso.

    A partir de aquí, un “escéptico”… ¿casi no podría leer? Pues una afirmación tan tremenda, tan clara, parece que debería poder ser algo “probada”.

    Para mí, este problema de lo que popularmente llamáis “escepticismo” va siendo poco a poco más claro; en un primer acercamiento a “la solución” se me ocurre que parece confundirse ese “talante escéptico” con el uso acrítico —quizá siempre requiere ser necesariamente acrítico— del operador “verdadero/falso”, cosa que quizá esté muy dentro, en las “propias carnes”, debido a cierta forma de practicar ya sea la programación… quizá las matemáticas, etc.

    Por ejemplo en el caso de la medicina es muy importante no hacer rápido ciertas separaciones, no operar con el verdadero/falso en zonas donde entiendo que no tiene sentido, como el de las medicinas alternativas frente a la oficial.

    La “medicina oficial” es también fuente de desastres. El problema es que, estando como están esos “aparatos de medición últimos” para esta ciencia médica (que son los cuerpos humanos) sujetos como están a éticas, políticas e historias… y teniendo “voz propia”, “ganas propias” de “vivir” o de “morir”, etc., tenemos un problema: aquel operador “verdadero/falso” camuflado en una acrítica crítica del “campo de terapias” existente, en un uso engañoso del propio cuerpo, o vida, o historia… trabajados, como están (cuerpo, vida, historia propias) por una ética y una noética* propias.

    PD: Que conste que a mí me gustan y gustaron mucho (y estudié en la universidad varios años) las matemáticas y la física.

    ** http://es.wikipedia.org/wiki/Noética

  10. Gravatar lucas | 06/06/2009 at 03:22 | Permalink

    Iván,

    La posición que se muestra en el texto empieza con una creencia (¿lo tomaríamos como axioma más bien?): «[…] pseudociencias, falacias, y demás disparates que atentan contra el futuro de nuestra sociedad […].»

    No. Eso no es de ninguna manera una creencia ni un axioma. Te invito a que lo compruebes por tus medios.

    Por ejemplo en el caso de la medicina es muy importante no hacer rápido ciertas separaciones, no operar con el verdadero/falso en zonas donde entiendo que no tiene sentido, como el de las medicinas alternativas frente a la oficial.

    Creo que es muy claro a qué me refiero con “medicina alternativa” en el contexto en el que usé esa expresión.

    Gracias por el comentario. Saludos.

  11. Gravatar Pedro | 06/06/2009 at 04:26 | Permalink

    Iván,

    La “medicina oficial” es también fuente de desastres.

    Indudablemente, y muchos. Eso sí, te invito a que mires mapas de esperanza de vida en el mundo, o gráficas de esperanza de vida media a lo largo de nuestra historia, y luego elijas dónde y cuándo nacer — ¿quieres hacerlo donde la “medicina oficial” existe, o donde no? Porque yo lo tengo claro: cuando me diagnostiquen un cáncer (y sucederá, con bastante probabilidad, antes de que me muera, porque gracias a la medicina oficial espero vivir muchos años), quiero que me trate la “medicina oficial”, con todos sus fallos.

    Luquitas,

    Muy bueno. Tenía pensado escribir un editorial en El Tamiz bastante parecido a esto, más enfocado en algunas cosas que tratas brevemente, pero con la misma idea fundamental. Si lo hago, trataré de extenderme más en esas cosas y menos en lo que ya has dicho, y enlazaré a éste, para que la gente pueda leer ambos y completar :)

  12. Gravatar juan4 | 10/06/2009 at 05:26 | Permalink

    Es curioso que se haya ido equiparando el escepticismo a la actitud científica. Ahora es algo más parecido a la duda metódica cartesiana que al radicalismo expresado por Gorgias («nada existe; si algo existe, no puede ser conocido por los hombres; si se puede conocer, no se puede comunicar y explicar a los demás») y que podemos considerar producto de un subjetivismo extremo. El problema es que si en Gorgias nada existe precisamente por la subjetividad del conocimiento (las palabras no se corresponden con exactitud a las cosas), en Descartes es por estar en mí, y se supone que en todos, por lo que existe («Pienso, luego existo»). O sea, como si bastara con encontrar un lenguaje objetivo, que se adecuara a los objetos para que el escepticimo pasara de ser una crítica del conocimiento a ser su guía. Ahora bien, para admitir tal escepticismo positivo ha habido que cargarse el problema filosófico por excelencia (el “ser”) apartando la metafísica y quedándonos sólo con la física. ¿Ser es hacer? ¿O es que el lenguaje matemático sí se corresponde exactamente con las cosas? ¿Las cosas son números o nos limitamos a buscar el número de cada cosa?

    Salud

  13. Gravatar Uno que pasa por aqu | 26/08/2009 at 02:04 | Permalink

    A la hora de ayudar a las víctimas de la falta de escepticismo, recomiendo encarecidamente el libro “Fraudes Paranormales”, del mago Randi. Se recorre todas las pseudociencias y similares una por una (astrología, operaciones psíquicas, zahoríes, meditación trascendental…), explicando con total claridad qué son y porqué no tienen pies ni cabeza, dando ejemplos de cómo ha ido desenmascarando a este tipo de elementos a lo largo de los años.

    Lo más paradójico de este libro es que fue publicado por Edaf dentro de una serie de libros pseudocientíficos con los que no pegaba ni con cola, y por ello en la mayor parte de los sitios te lo encuentras en la sección de libros esotéricos, paranormales o como le haya dado por llamarlos al dueño. Porque me saltó al ojo el nombre del autor, que si no…

  14. Gravatar alb | 09/09/2009 at 11:20 | Permalink

    Buen articulo, pero me temo que contra las supersticiones ningún razonamiento es valido.

    Cuando esta realizando mi tesina en química, una compañera del departamento llevaba una piedra colgada del cuello y afirmaba que emitía energía positiva, las noches de luna llena la “recargaba” metiendola en sal marina. Ante los comentarios escépticos, respondía. “He llevado la piedra a todos los exámenes y gracias a su energía me ha ido muy bien”

    Claro que sabia que el cuarzo introducido en Cloruro sódico no se recarga de energía, y que ese argumento no tiene ningún fundamente cientifico… Pero le daba lo mismo, deseaba creer eso y lo creía.

  15. Gravatar Tibicenas | 21/09/2009 at 09:50 | Permalink

    Pero el escepticismo es relativo, supongamos que vas al garage, y nada mas entrar ves al dragon, la cosa cambiaria bastante, (ahora mismo como lector eres esceptico de que pueda ver al dragon), lo ves y quieres probar con el polvo de talco… y deja huella… aun asi no lo puedes creer sin mas pruebas y usas el infrarojo para calcular la temperatura de sus llamaradas, terminas por sacarle una foto y el dragon se asusta con el flash y se va, desaparece. Como cientifico y con las pruebas realizadas ¿Deberias creer que existen los dragones? Y si lo publicaras y enseñaras la foto , ¿Crees que te creeria alguien a pesar de haberlo comprobado?

    Todos llevamos un esceptico dentro, solo que en el 99% de las ocasiones el que está equivocado es el otro.

    Los cientificos solemos ser los mas escepticos y a la vez los mas fanaticos, escepticos con las ideas de los demas que no concuerden con las nuestras, fanaticos con nuestra ciencia, a la que defendemos frente a cualquier desconocido estudiante o profesor que intenta refutar sus preceptos.

    La verdad no deja de ser menos cierta porque la mayoria no crea en ella

  16. Gravatar sebacine | 21/09/2009 at 09:47 | Permalink

    En lo que a mí respecta, me siento completamente identificado con este artículo. Interpreto que la postura de Lucas no se refiere a creer que los científicos estén exentos de terquedades y fanatismos o que los crédulos estén siempre equivocados. Sino en afirmar que el método científico, si bien no nos brinda un conocimiento absoluto e irrefutable, si nos garantiza al menos, una aproximación a la verdad a partir de una metodología de constante cuestionamiento de lo que asumimos como cierto. Sigo leyendo.

  17. Gravatar Krap | 11/01/2010 at 11:31 | Permalink

    Me ha encantado el artículo, yo tambien me siento un escéptico y me gustan mucho los comentarios que aquí se dejan.

    Solo decir una cosa sobre un ejemplo, si vemos una luz extraña en el cielo, seguramente sea de una fuente extraterrestre a no ser que sea por ejemplo un avión, que yo sepa las estrellas son una fuente extraterrestre, pero que vamos que esta muy bien el ejemplo es que yo soy muy de buscarle fallos tontos a cada cosa.

  18. Gravatar Omar Martínez A. | 17/11/2010 at 11:06 | Permalink

    CREO QUE: Ser escéptico radicalmente hablando no sirve para construír conocimiento, sino para deconstruirlo. El escéptico radical (Pirrón, Sexto Empírico…) carece de un método que le permita fundamentar conocimiento alguno en término alguno más que el que su instalación permanente en la duda le permite. Admite que no admite más que la propia duda, por lo cual todo conocimiento es imposible, ya que carece de una criteriología que le permita afirmar juicio alguno de valor, a excepción de que “no sabe nada”.

    Ahora bien, de tratarse esto de una hermeneusis de la figura del escéptico no podríamos hablar de que no constituye conocimiento, porque lo desencadenaría entre sus semejantes. No precisamente el escéptico radical si dice que no sabe nada lo va a decir a la ligera riéndose y apresurándose a ver la lista de quehaceres del día, no, lo hará probablemente con la mirada perdida y “sin querer”, de manera que será quien le esté escuchando en ese momento que si no sabe nada, entonces ya sabe algo.

    Ese mismo receptor será quien conforme la teoría, en última instancia, de que el escéptico radical afirma que no sabe nada y que todo conocimiento para él es imposible y que, por consiguiente, haya que rechazarlo para construír un método que nos permita saber conocer o construír una teoría del conocimiento fidedigna y más o menos acertada.

    De ser correctas estas premisas, estaríamos ante un ente que sufre, siente y hace siempre lo “necesario”, por extremo que sea, para que sus cercanos piensen, actúen y, sobre todo, digan, aunque lo hagan mal.

    Es un sentimiento. Que venga luego la razón.

    No sé.

    omarlejos@hotmail.com

  19. Gravatar Alexa | 19/03/2011 at 04:00 | Permalink

    Por ejemplo una persona que No es escéptica diría “Mi pareja es la más bonita” En cambio una persona que SI es escéptica diría “Para mí, mi pareja es la más bonita”.

    Otro ejemplo, sería que alguien dijera “Los porotos son malos” alguien esceptico diría “Tú dices que los porotos son malos porque a ti, no te gustan”

  20. Gravatar Sergio B | 21/07/2011 at 10:13 | Permalink

    Yo la verdad es que prefiero considerarme simplemente critico, todos dicen la verdad de entrada, de pudiendo elegir prefiero descubrir mentiras que descubrir verdades. Si yo no puedo demostrar sin lugar a dudas que el dragon esta en su garaje ¿por que no iba a estar? Siempre siendo prácticos, como me quiera cobrar por que mi casa esta protegida por su dragón, ya serán las cosas distintas. La verdad es que tomarse una actitud fija en la vida no es muy practico, si vas al restaurante, no tienes por que saber exactamente como saben todos los platos, puedes preguntarle al camarero que esta mejor y creerle y comer tranquila y felizmente. El cerebro humano ha desarrollado variedad de trucos, credulidad, inocencia, desconfianza, olvidar las cosas malas (no, el pasado no siempre fue mejor), que la verdad, ¿por que no usarlas?

    Incluso el orgullo por el conocimiento ya sea por decir a los demás que ellos están equivocados, son inferiores ( que no, que somos muy buenos, ja!) ya sea que nosotros tenemos razón, somos superiores no es mas que lo mismo que pajarillos cuidándose las plumas (las de adorno, no las que sirven para volar). El desarrollo científico, elaborar teorías y desarrollar cosas con ellas suele ir años detrás de la practica (y es muy frustante la verdad). No se si existe una deducción por alguna teoría de partículas de las leyes de la termodinámica, tampoco creo que eso importe mucho para los que la usan (a mi nunca me pareció una ciencia, basada en axiomas no necesita para nada el método científico), la verdad es que es mas importante saber como que saber porque (el know how existe como valor industrial, ¿o se patentan teorías?).

    En el fondo como esto me pareció una critica a lo que se ve como la mayoría de la sociedad, esos borregos (que la forma de llamarlos sea mas o menos fina, no le cambia el significado) que se dejan llevar por lo que dice el pastor, esa gente ha estado ahí toda la historia, si todos estuviéramos en laboratorios y nadie cultivase la tierra estaríamos listos y puede que estemos en una época en el que la educación llega a todo el mundo (y no es comparable la “ignorancia” de la masa de hoy con la de la masa de hace 100 años), pero no siempre fue así y no fue así por no podía ser así, si el trabajo de una persona da para comer a una persona y poco mas, no hay tiempo para tonterías y o se convierte a esa persona en ignorante para que sustente a los cuatro privilegiados que tendrán tiempo para pensar, desarrollar cosas y hacer avanzar el mundo (cuando no pierdan el tiempo matándose, todo sea dicho) o nos quedamos en la prehistoria. Ahora llevamos miles de años con esa inercia social (siempre ha habido privilegiados, así funciona la sociedad (todas, en todas las especies)) y no solo estamos en la cima intelectual (y económica no estamos lejos) sino que insultamos a los que se han quedado fuera, ¿como es que son tan vagos que no son escepticos? Es una pregunta totalmente ofensiva, deberías preguntar que hado te ha sonreído a ti para serlo y pensar en la capacidad de luchar con una inercial social de tantos años (los de 1460 también se creían que sus años eran la hostia en la historia y que eran los mas importantes y decisivos, y los de 540, y las del 300 ac) haciéndolo desde una posición de prepotencia.

    Respeto y humildad, tu vecino puede que no venga a vacilarte de que tiene un dragón, puede que solo se alegre de tener un dragón en su garaje y quiera enseñártelo con la mejor intención del mundo, ¿que derecho tienes tu a demostrarle que no tiene ningún dragón? El buen hombre se levanto con un dragón en su garaje, fue a compartirlo con su vecino y este intenta destruir su dragón, ¿es justo?

  21. Gravatar Andrea | 13/11/2011 at 04:19 | Permalink

    ”En el siglo pasado, por ejemplo, los físicos tuvieron que convivir con una ingente cantidad de conclusiones incómodas que contradecían toda intuición, durante el desarrollo de la teoría de la relatividad y de la mecánica cuántica, y no por eso abandonaron su labor, sino todo lo contrario. Esta actitud es la que necesitamos.”

    el pueblo de aqella época (y la gran mayoría d nosotros) tb tuvo una actitud dogmática al acabar creyendo las nuevas teorías d aqellos físicos tan mal aceptados al prinicipio… ”Necesitamos” .. es bastante difícil adoptar una actitud escéptica ante cada hecho ke nos rodea día a día, muchas veces ”el instinto” nos hace creer y ya, xk puede ke no tengamos los medios para investigar algo por nuestra propia cuenta. Bueno, pra mi esto no es nada ”malo” ( no me gusta esa palabra) , doloroso, desagradable (bueno, a veces si..da un poco de rabia) Pero es parte de la naturaleza humana. Aunque por lo menos, intentar ser consciente cuando estás siendo dogmático y admitirlo, e incluso kizás intentar deshacerte de esa sensación d necesidad.. no sé

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  1. Gravatar meneame.net | 04/06/2009 at 04:09 | Permalink

    ¿Qué significa ser escéptico?…

    [cyp]El hombre escéptico es visto (precisamente por el no escéptico) como aquel “reacio a aceptar nuevas verdades”, de “mente cerrada”, “que no cree nada”, y con otros adjetivos despectivos. Aquel que así lo piense no tiene la menor idea de lo que sign…

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